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Poesía en revistas y poemarios docentes

En las últimas décadas, nuestra Comunidad ha asistido a la celebración de numerosas actividades literarias propiciadas por la Consejería de Cultura, la AEEX, la UEX, las Diputaciones, Ayuntamientos, bibliotecas, editoriales privadas, asociaciones y librerías, que han sido convenientemente difundidas, como era de justicia, en medios de comunicación, artículos, ensayos, trabajos literarios, ponencias y comunicaciones en Congresos.

Sin embargo, otras actividades literarias más modestas, que se han desarrollado paralelamente en institutos de enseñanza secundaria con forma de poemarios y revistas con apartados literarios (El Tomillar, Ardila, Conócenos, Loca Academia, Minerva, Empresa ’92, Camino hacia Ítaca, Arco Iris), apenas han salido de su ámbito y hoy son desconocidas. Dar a conocer publicaciones y actividades literarias, realizadas por alumnos en los institutos donde he impartido clase y por personas entusiastas con las que me he relacionado, es el motivo que me impulsa a difundir las siguientes noticias.

Desde que comienzo a impartir clases hace ya varias décadas, he creído que la literatura es un excelente medio de motivación para los alumnos. Los textos literarios contienen tan amplio abanico de sensaciones que, más tarde o más temprano, influyen positivamente en la emotividad de todo tipo de jóvenes.

No obstante, la primera condición para que se motiven los alumnos con la literatura y, en concreto con la poesía, es que el profesor la sienta con pasión. Esta certeza que, lamentablemente, no siempre se puede deducir de la experiencia, un buen día me la confirma Luis Landero cuando le oigo afirmar rotundamente que “la literatura es el contagio de una pasión. La literatura no se enseña, se contagia”.

Por este motivo, buscando la motivación de mis alumnos a través de la pasión por la literatura y la poesía (sin saber que iba a coincidir con Landero muchos años después), comienzo en el año 1984 reactivando en el instituto El Pomar de Jerez de los Caballeros Ardila, una revista escolar, para animarlos a escribir ofreciéndoles la oportunidad de ver publicados sus escritos y poemas. La respuesta no se hizo esperar y Ardila llena los cinco números, editados en aquel año académico, con las colaboraciones de un puñado de alumnos que hoy día resultan, aunque modestos, documentos de primera mano para conocer la actividad cultural del instituto jerezano y el estado emocional de sus alumnos.

Alentado por esta respuesta, en 1985 y en el mismo instituto, iniciamos una tradición que iba a durar diecisiete años. Consistía en la edición de un libro de poemas por curso con versos de alumnos, profesores y personas del entorno del instituto. El primero se titula Por el mismo camino (1985) y acoge los versos de cuatro poetas jóvenes (Manoli Bancalero, Blas García, Hilaria González y Luz María Tinoco) que, venciendo su acusado pudor, se atreven a expresar sus preocupaciones y anhelos adolescentes: “Todo está en silencio, nada se escucha … / tan sólo el canto de algún pájaro / que despide a la noche oscura. Amanece. / Hace frío y la escarcha habla, / el rocío escucha, la nieve es blanca. / Amanece” (M. Bancalero).

La amable acogida a este poemario propicia que, un año después en el mismo instituto, viera la luz otro titulado Dosis de naturaleza (1986), cuyos protagonistas son una pareja de jóvenes alumnos, Pepe Gañán y Luz María Tinoco, que se animan a publicar en solitario: “La tierra reúne en sus entrañas / la miseria de los pueblos derrotados / por las manos asesinas. / La tierra lo sabe y calla; / llora en silencio en el atardecer lluvioso” (L. Mª Tinoco).

Un curso después, en el instituto Santiago Apóstol de Almendralejo, continúo esta tradición editora con la creación y edición de la revista ¡Conócenos! (1987), que también dispone de un apartado para la literatura y la poesía, donde publican un buen número de alumnos. Esta actividad editora se completa con la edición de dos poemarios:

Lluvia de sentimientos (1987), donde publican los alumnos Luis Alberto García, Manolo Gómez, Félix Meléndez, María Francisca Perera, Manuel Perera, Juan Manuel Piñero y María Teresa Redondo (“y llorarán los campos / por tu recuerdo vivo, / y vibrará el viento, / sentirán las ramas”, M.F. Perera)

y Juntos en la palabra (1988), que acoge los versos de Carmen García, Félix Meléndez, Mayte Palatín, Juan Manuel Piñero y Concha Sanguino (“Impotencia / es la palabra. / Y una retahíla / de oraciones / que tapizan, / como un alga / verde, / el alba”, J. M. Piñero).

Después en el instituto Emerita Augusta de Mérida, esta actividad editora sigue con la creación de la revista Arco Iris, que también dispone de un apartado literario, que acoge poemas del alumnado, y la publicación de los siguientes poemarios:

Escritos del sentir  (1989) reune a nueve poetas, de los cuales siete eran noveles (Susana Carmona, Antonio García, Pedro Gómez, Ana Herrera, Santiago Hidalgo, María de Gracia Prieto y Julio César Sansano). Cada uno de estos jóvenes poetas tiene un apartado, que va precedido por un título donde se detecta la influencia que ejerce en los noveles la concepción romántica del amor: “Todo comenzó así”, “Así te quiero yo” o “Ante el espejo del amor”: “Escucha sus preguntas, sus ruegos / y confíame sus deseos. // Tú, si de veras vives, / escúchame y dile que lo quiero” (M.G.Prieto).

Poemas del reencuentro (1990) se titula así porque en él coinciden varios poetas jóvenes que habían editado en alguna publicación anterior: Antonio Borrero, Pilar García, Félix Meléndez, Alfonso Ossorio y Luz María Tinoco. La voz de estos poetas jóvenes ya delata una sólida madurez en la trascendencia de sus reflexiones líricas: “Y nada cambia / y nada luce / entre estas paredes / que acumulan frustraciones. // En parte cobijo de mis miedos / en parte prisiones de mis anhelos / rincón que me guarece” (P. García).

En horas de soledad (1991) es un poemario donde publican los alumnos de varios institutos (San Fernando de Badajoz, Vegas Bajas de Montijo, Almagro de Ciudad Real, Emerita Augusta y Extremadura de Mérida): Fernando Barril, Rosa Isabel Cañete, Antonio Chacón, Pedro Cerezo, Pilar García, Matthias Leibach, Remedios López, Ana Isabel Mora, Juan Pérez y María de Gracia Prieto. Todos coinciden en exponer amores juveniles apasionados, fuertes intranquilidades y desamores: “Tocará mis manos la negra corona de la sombra de mayo / correrán mis pies sobre los cuchillos de mármol / y penetrará en mi pecho la roja espina de la rosa de tus labios” (A. I. Mora).

Editan también en este libro profesores y personas relacionadas con el instituto, que apenas han difundido sus creaciones en otros medios como Dulce Arribas, Antonio Bolaños, Abel Hernández, Francisco López-Arza, Alfonso Ossorio, Ana Isabel Mora o Francisco Javier Parra. En general, son poetas consolidados en un tipo de expresión más segura y adulta: “Yo sé que tras esos caracoles negros / puede venir el alba, / y con el alba, el amor / y con el amor, el beso / y con el beso, fundirse / transformar-formar un dibujo / en sentimientos” (A. Ossorio).

En este libro aparece por primera vez un poeta, Juan Miguel García Refoyo, de la tertulia literaria de Gallos quiebran albores de Mérida que es creada por entonces y mantiene su actividad 25 años hablando de poesía. Los libros sucesivos seran un medio aglutinador del grupo emeritense y un modo de difundir sus poemas: “Estoy pensando quién soy: / Unos dicen que nadie / y, otros, que no pregunte / y yo … / sencillamente tengo / los brazos rotos de / abrazar esperanzas” (G. Refoyo).

Manantial de secretos (1992), título que concibe la poesía como una fuente de íntimos sentires, es el libro de poemas de la I Semana Cultural Conjunta de los Institutos de Mérida, donde editan los premiados en el concurso de poesía convocado para la ocasión (José María Visuara, Inmaculada Vega y Eva Jiménez): “Recojamos dentro de un barullo tejido de azul y de verde / todos los recuerdos, y las flores, la escarcha fresca, / y el nido que nos dejó nuestro mirlo al tumbarse / en su ciprés” (E. Jiménez).

Además publican en este poemario veintidós jóvenes como Almudena Bernabé, Ángel Gil, Abraham Gragera, María Luisa Peñafiel o Francisco Rivero: “El viejo liróforo sortea sus pasos / en el ilusorio camino donde habita la dama, / sabe que el tiempo inventó al hombre: / instinto y conciencia / herida y arma” (A. Gragera).

También editan poetas maduros como Eladio Méndez –otro poeta de Gallos–, José Casillas y Concha Ribas: “Te esperaré allá donde maldice el poeta, / donde se quiebra la fe, / en el lugar donde el aire se torna púrpura / formando una angustia que crece cual hoguera / alimentada con odios e intransigencias” (E. Méndez).

En este año emblemático, los institutos de Mérida también confeccionan Minerva, la revista de la I Semana Cultural Conjunta, que da amplia cobertura a las actividades literarias y poéticas de aquel evento.

Alma entre labios (1993) es un título elegido, como los demás, entre una selección de versos representativos de los poetas participantes. En él se destaca la voz del poeta sincero. Este poemario lleva un prólogo del poeta emeritense Rafael Rufino Félix, que también edita varios poemas: “A mis manos les doy blancos papeles, / y escriben, acarician y se alzan / buscando las alturas más celestes. / –Vuelven conmigo pájaros viajeros / a musicar la fronda de mi frente–“ (“Oficio de mis manos”).

En este libro participan un buen número de poetas jóvenes, señal de que la poesía y la tradición editora les está resultando atractivas: Carlos Alonso, Soledad Aza, Antonio Luis Cangas, Monserrat Fernández, Elena García, María Eulalia Gómez, Rocío Gómez, Laura González, José María Gragera, María Renata Gutiérrez, Sergio Naranjo, María Aurelia Rafael, María Isabel Romero y Luz María Tinoco: “Sucumbían las palabras y nacían en el pensamiento, / pasando tan sólo a formar aquel frío tenebroso, aquella / llamada sin respuesta, aquel extraño silencio / que se escuchaba” (E. García).

Además editan varios poetas de Gallos (Antonio Luis de la Cruz, Emilia Jiménez, Jesús Martínez, Antonio Salguero, Florencio Vaca): “Como los Magos, quiero hacerte ofrenda / de mis mejores obras como dones, / despojando egoísmos de mi senda, / rompedores de lazos y eslabones, / que traen noches oscuras de leyenda / sin rumbos, en un mar de indecisiones” (J. Martínez).

También publican otros poetas como Antonio Bolaños, Abel Hernández, Julián Blasco o Antonio Carvajal: “Me contaban / que había ríos en las ciudades / abiertos a todas las noches / y que tan pronto / descubrían lágrimas dormidas / velando su caudal, / como cabezas sin soporte” (A. Hernández).

Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo (1994) es un poemario dedicado por veintitrés poetas a este vate emeritense apenas un año después de su muerte y elaborado, por tanto, con la influencia del impacto emocional que les supuso su desaparición: “Encontraste la vida de tu muerte, / buscada en el mundo de tu carne. / En el que dejaste, estío de julio, / el niño cojo ungido con vinagre. / […] / Retorna a tu descanso, hombre triste, / tu voz para siempre ya en tu tierra, / tu nombre para siempre con tu pueblo. / Descansa poeta, hijo de Mérida” (“Homenaje”, Sergio Naranjo).

En este libro sobresalen los excelentes dibujos a plumilla de Juan Fernández Pinilla con los que expone la huella que deja en su ánimo el contenido de poemas como “La venta” de El año cero, “Coxalgia” de La esquina y el viento, “Doblar una esquina” de Aurora. Amor. Domingo o “Calle de la nada” de ¿Dónde ponemos los asombros? de Jesús Delgado Valhondo: “En esta calle de la nada solos / nos quedamos para siempre jamás. / Larga como la muerte en el camino. / Sin raíz y sin cielo que nos tenga / una manera de cantar la vida. / Nadie nos escucha, nadie nos sabe, / es inútil quemar a las palabras / que ya de nada sirven”.

Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo es un libro presentado por alumnos del instituto Emerita Augusta con un diaporama (montaje con imágenes, luz, música, narración y recitación) que destaca, en el primer aniversario de su muerte, la trayectoria humana, espiritual y lírica del poeta extremeño como reconocimiento a su entrega a la poesía durante más de sesenta años (1930-1993).

Como mágico perfume (1995), sugerente título que define a la poesía, acoge a treinta y un poetas. Unos son noveles como Ana Blanca Camacho, Julián Fernández, José Antonio Gómez o Isabel María Méndez: “De tu mirada profunda e infinita emerge la esperanza. / La esperanza de ver otra vez / tus ojos azules, en los cuales se podría naufragar ”(J. A. Gómez).

Otros son poetas invitados como José María Aranda, Miguel Combarros, José Mª del Álamo, Alejandro Donaire, Fernando F. Mansilla, Fernando Galán, Pilar F. López, Juan José Pedrosa –poetas de Gallos–, Alejandro Medina y Plácido Ramírez: “Florecen horizontes / blanquísimos de almendros / y las cigüeñas tejen / la túnica del aire. / Cuando cierren las sombras / de las desilusiones, / mis fieles compañeras, / abridnos con el pico / una senda hacia el alba” (M. Combarros).

Y otros son vates consagrados como Santiago Corchete y Rufino Félix que, junto al resto de los poetas, conforman un sólido poemario: “Mi huerto está sereno, lo alborotan / someros ruiseñores en la umbría / de sus aspiraciones, penas hondas / que la tarde declina con el sol / cayendo de lo alto; demudece / la voz en el ribero, y el reloj / detiene sus agujas numerosas / construidas de nieve” (S. Corchete).

Como mágico perfume también es difundido con un diaporama, donde alumnos del instituto editor aprovechan para realizar un repaso de la poesía de autores extremeños, comenzando por sus primeras manifestaciones en la historia de la lírica española: Torres Naharro (fragmento de Himenea), Meléndez Valdés («Los aradores»), Juan Pablo Forner («Pequeñez de las grandezas humanas»), Carolina Coronado («Mérida»), Gabriel y Galán («Varón»), Luis Chamizo («Compuerta»), Manuel Monterrey («La tristeza otoñal»), Alfonso Albalá («Soneto de la tierra de secano»), Eugenio Frutos («Inmortalidad»), Jesús Delgado Valhondo («Gente»), Manuel Pacheco («Las palomas»), Luis Álvarez Lencero («Yunque humano»), Jaime Álvarez Buiza («Un día de éstos»), Santiago Castelo («Piedras de Jerusalén») y Luciano Feria («¡Ah las palabras!).

Este montaje es recuperado en el curso escolar 2002-2003 y 2004-2005 por los alumnos del Taller de Teatro del instituto Emerita Augusta con la novedad de que la música utilizada es de Canto de gamusinos, CD del grupo extremeño Acetre, que ha sabido remozar con maestría el folklore extremeño en esta acertada recreación musical.

Canciones de una abierta herida (1996) es otro libro multitudinario donde participan treinta y siete poetas distribuidos por edades en tres generaciones. En la primera, la de los noveles, destacan Antonio Luis Cangas, Pedro Cerezo y Emilia J. Ruiz: “Quizás nunca hemos agradecido / lo que tenemos, lo que somos, / no nos paramos a pensar, / cómo vinimos al mundo, igual que todos, / sin nada, desnudos” (A.L.Cangas).

En la segunda, la de los poetas maduros, llaman la atención nombres nuevos como Pilar Fernández, José G. Ceballos, Marco A. González, Francisco Jorge Hidalgo, Martín Romero y Guillermo Segovia –poetas de Gallos– que, junto a otros poetas como Petri Portillo o Santiago Lorencio, imprimen savia nueva a la tradición editora. “Abrazado a tu brazo, te beso eternamente, / y lentamente extiendo por tu piel mi caricia, / y bebo de tu beso, y libo la delicia / del goce de tu gozo febril e intermitente” (F. J. Hidalgo).

En la tercera generación, junto a nombres ya conocidos (M. Combarros, J. Casillas, S. Corchete, R. Félix), hay incorporaciones de la talla de Juan Carlos Rodríguez Búrdalo: “Nunca supimos del mar sino versos; / furtivo salitre de cromos nórdicos / pregonando el manifiesto intuido / de aquella secta lúdica y libérrima”.

De nuevo los alumnos del Emerita Augusta montan un diaporama para presentar Canciones de una abierta herida con poemas representativos de poetas españoles del siglo XX. Veinte recitadores declaman poemas de Rubén Darío («La marquesa Eulalia» y «Lo fatal»), Antonio Machado («Campos de Soria»), Unamuno («Morir soñando»), Juan Ramón Jiménez («El viaje definitivo»), Lorca («Vuelta de paseo» y «Romance de la pena negra»), Alberti («Marinero en tierra»), Jorge Guillén («Perfección»), Salinas («Al decirte a ti: ‘única'»), Gerardo Diego («El ciprés de Silos»), Aleixandre («Historia del corazón»), Miguel Hernández («Elegía a Ramón Sijé»), Leopoldo Panero («El viejo tronco»), Luis Rosales («La casa encendida»), Blas de Otero («Hombre»), Celaya («Aviso»), José Hierro («Interior»), Luis Antonio de Villena («Un arte de vida») y Ana Rossetti («Invitación de viaje»).

Almacén de ilusiones, baúl de sueños rotos (1997) es un poemario con formato de revista, presidido por un título que define lo que es un libro de poemas, un lugar donde se mezclan esperanzas y desencantos. El poemario va encabezado por un prólogo de Francisco López-Arza y se encuentra adornado con dibujos de Petri Portillo, que ilustran el contenido.

Treinta y ocho poetas participan en este libro que será el último editado en el instituto Emerita Augusta. Muchos eran poetas jóvenes como Antonio Luis Cangas, María del Carmen Gómez, Francisca Guisado, Maximiliano Mariblanca, José Luis Monedero o Alejandra Valero: “¿De qué sirve mi vivir? / si caducó mi pasaje, / si ya no tengo plumaje, / ni alas con las que huir”.

Destacan en él nuevos nombres de Gallos como Francisco Javier Carmona, Ana Castillo, Manuel Domínguez, Teresa Núñez e Isabel María Méndez: “No dejes / que la semilla de la injusticia / brote en nuestras tierras, / con sudor y sangre aradas. / […] / No los dejes, / porque entonces / habrás cavado la tumba de nuestros sueños, / en la tierra, donde / como un pequeño capullo / florecen deseos de justicia y libertad”.

Almacén de ilusiones, baúl de sueños rotos también es presentado con un diaporama, donde alumnos del instituto editor inciden de nuevo en la poesía de autores extremeños con varias novedades: La representación de una adaptación de Himenea, pieza teatral en verso de Torres Naharro; la puesta en escena del cuento extremeño «La flor de la lilá»; la proyección de los dibujos de Juan Fernández, que ilustran la obra de teatro y el cuento, y la música compuesta para la ocasión, quee es interpretada en directo por Juan Antonio Negrete (compositor e intérprete –acordeón y flauta–), Javier Leal (guitarra), Mercedes Carmona (voz y percusión) y Francisco Barjola (violín).

En total, intervienen en los libros de poemas comentados más de 200 poetas locales y foráneos, noveles, conocidos y consagrados, de los que una amplia representación participa en los diaporamas citados como muestra de la última poesía extremeña, que es difundida en la Feria del Libro de Mérida en los años citados.

En fin, los profesores de Lengua y Literatura tienen, a la vista de las actividades literarias descritas que difunden los sentimientos más íntimos de numerosos alumnos, un medio extraordinario para incentivar el buen uso de la Lengua y suscitar el gusto por la Literatura y, a la vez, para motivar y dinamizar una asignatura que se caracteriza por su riqueza de matices, emociones, sentimientos y valores humanísticos, sociales y literarios.

asalgueroc

Fotografía cabecera: Presa de Alange