El secreto de los árboles
EL SECRETO DE LOS ÁRBOLES [1]
[PRESENTACIÓN]
No hace falta esforzarse mucho para hacer una presentación del poeta cuyo libro damos hoy a la consideración y a la lectura de los habituales de ROCAMADOR. Jesús Delgado Valhondo está ya perfectamente definido y encuadrado en la poesía española de nuestro tiempo y no es el momento de reivindicar lo que está suficientemente sabido y recordado.
Por ello vamos a hablar de su nuevo libro, de éste que hoy ofrece la Colección palentina ROCAMADOR. Nosotros conocemos toda la obra de Delgado Valhondo. Esta obra que está cimentada en una sencillez expresiva, tan difícil en nuestro tiempo, en el que tan dados somos a meter ruido lo mismo quemando petardos que escribiendo un poema. Pero que nadie traduzca sencillez por ingenuidad o por simpleza. La bondad extraordinaria -la poética y la otra de Jesús Delgado Valhondo- le sobrevienen no solamente de ser así sino de pensar el mundo hondamente de haberlo conocido y vertido al poema. Y en este libro que nosotros queremos creer por lo que nos toca que es el mejor de todos los que han salido de su pluma, todas las virtudes poéticas de Valhondo permanecen pero ahondan más y se conjuntan más hasta formar un todo armónico.
He aquí un nuevo libro de Jesús Delgado Valhondo que esperamos confiadamente reafirme más aún su personalidad ya bien ganada.
I
A Juan Antonio Cansinos [2]
LA CALLE [3]
A Federico Carlos Sainz de Robles [4]
Debe de hacer mucho tiempo
que paso por esta calle.
(Es un secreto de muerte
casi como el de los árboles).
Consumiendo luz a gotas
le debo al viento la sangre.
(¡Cuántos sueños van nadando
en nuestro recuerdo, mares!).
¡Aquí fue precisamente
lo que no se cuenta a nadie!
(Escucho una voz de siempre
entre las hojas del aire).
¡Donde el asombro primero
todavía está salvándome!
(¡Qué ganas tengo, Señor,
de echar el alma a la calle!).
De echar el alma a los dientes
del primer perro que pase,
del hambriento que esté a punto
o de los que están sin nadie.
(Con tu permiso, Señor.
Claro está, con tu permiso:
en el nombre de la calle).
LA CARICIA [5]
Eres animal en busca
de la mano azul del alma.
(Te suenan los cascabeles
dentro del cofre del agua).
Sólo cintura de música
doblándote en la palabra
pareces. Se rasga el viento,
de tu silencio, si pasas.
Si vuelves cuando te vas,
si vienes cuando te callas.
Si quieres que yo te tenga
en la memoria doblada.
(Escrita y doblada ya.
Metida en sobre la carta).
CALLEJÓN SIN SALIDA [6]
Se cerró la calle. El muro
se alzó sobre lo vivido.
Nos condenamos, dolor,
en la cárcel del camino.
El cielo alto y pequeño:
yo contra el muro apretándome.
La sangre en el corazón
luchando por escaparse.
El callejón sin salida.
Yo sin salida. Volver
sobre pasos a la vida.
Y yo no quiero volver.
No vale dar voz y luz
en las piedras. Nada vale.
Están gritando a mi oído:
«¡Por aquí no pasa nadie!».
(Sangre que das en el muro
del corazón con la carne).
NOMBRE [7]
No puedo pronunciarte
porque la voz me duele.
Y es que tu nombre tiene
sabor de largas horas,
de cielo removido
desde mi fondo oscuro.
Es que no sé escribirte
porque me faltan letras
para poder contarte
una cosa cualquiera.
A veces, se me olvida
todo lo que aprendimos
mirándonos tan sólo
las manos, las palabras.
LA GRAN CIUDAD DORMIDA [8]
A Juan José Poblador [9]
Cuando las calles cierran
sus puertas por la noche
creo que mucha gente
andará bajo el mundo
buscándose las muecas,
el dinero olvidado,
a perros vagabundos,
a novias perseguidas,
a gritos que quedaron
naufragando el anuncio.
Cuando las calles cierran
puertas y cielos rasos,
pared y escaparate,
me recojo en la celda,
medito en el cadáver
que flotando estará
esta noche en el frío.
Y entonces me entristezco
sin poder remediarlo
pensando en la muchacha
que se quedó en la calle
con el muerto en la boca
y la sangre filtrándola.
ACASO
Hay un olor a ti
que la materia anula.
Un olor casi a mar
que nos invita a ahogarnos
ya sin cuerpo en sus aguas.
La sombra todavía
está delante, intacta,
esperanzada acaso.
Contemplo despoblados
que tengo entre mis manos
vencidos, solitarios.
Escucho cómo cierran
sus puertas esos hombres
como si fuesen páginas
del libro de su día.
Me encuentro allá en el fondo
de mis ojos y duermo
recuerdos deliciosos
que a nadie he confesado
porque a nadie le importa
que yo descubra un alma
explorando la arcilla
de siglos donde vivo.
CALLE DE LOS VIVOS MUERTOS [10]
A Antonio Vaquero Poblador
A Juan Antonio Ferreiro
En esta calle viven cuarenta y tres mil muertos.
Los he contado a todos, desde el primero al último.
Nadie faltó a la cita. Los muertos nunca faltan,
están a Dios y a punto.
Hay quien se come muertos o los borra del mapa
o los tira al huerto en montones confusos.
Y, luego, ya se sabe, rezando se consuelan
y se ponen de luto.
Pero yo los aprecio tanto como a borrachos,
tanto como a la ahogada, tanto como al absurdo.
Tienen los vivos muertos mi cordial simpatía.
Yo los aprecio mucho.
MAR [12]
Como la mar.
La mar viviente:
labio, sangre y sal.
¿Por qué me estás mirando
desde ese balcón?
Amargo mar divino.
Llanto de Dios nutriéndome.
Te siento inabordable.
Lejana y misteriosa.
¿Quién navega
dentro de mí?
¡Oh, pobre hombre que piensa, quiere y grita:
mar!
ALAMEDA
A Moríñigo del Barco[13]
Árboles en claustro donde
los monjes se continúan
jugando luz a la sombra
y a la sombra con la música.
Manos que van y que vienen
leyendo buenaventuras
entre los troncos, las ramas,
las hojas, bajo la lluvia.
Tendremos que averiguar
quién es la mujer desnuda,
dónde está la flor que huele
y qué significa nunca.
Tendremos que averiguar
quiénes somos, quién nos busca,
qué hacemos en la alameda
crucificando preguntas.
EL POETA SE MUERE EN EL MOMENTO
A Manuel Lozano Fuego[14]
Se hizo mi voluntad a boca tierra.
Me sembré, me deshice, estuve oculto
a golpe de azadón, a lluvia y tiempo,
a pasto que pisar en el desnudo.
Dormí la nada donde el viento es barro.
Soñé la espera en el misterio tuyo.
Dejé sin más remedio mi abandono
en todos los sentidos. Estaba a gusto.
Era sólo el momento de mi muerte,
hueco y vacío, aunque yo era un truco.
Se gastan los recuerdos tan generosamente
que se queda el ayer lejos y oscuro.
Se duerme bien, la muerte es el descanso,
es buena vocación la de difunto.
LAS SIETE DE LA TARDE [15]
A Manuel Sanabria
A Anita Pérez-Flórez[16]
I
Miré el reloj
y eran las siete de la tarde:
angustia, soledad: moría
la luz en nuestra sangre.
Mi corazón vacío
de pronto. Sin amor. Sin nadie.
Pasaba Dios muy lejos: alas
abiertas del paisaje.
II
Miro el reloj
y cuento uno a uno los instantes
en el alma otra vez. Devuelvo
al corazón sus soledades.
Si muero es porque vivo.
Echo las penas por delante
y olvido el nombre de las cosas
que son las siete de la tarde.
Siempre que son las siete tengo
el corazón de antes.
SOMBRAS [17]
Tengo las sombras en la frente
y no las puedo ni pensar:
están en mí constantemente
como camino a despertar.
El corazón lleno de sombras,
unas vienen y otras van,
algunas llenas de nostalgias
como novela que velar.
Esa tormenta que me nombras
es pura sangre a vendimiar.
Tengo las sombras en los ojos
y no las puedo ni mirar.
Sombra de sombras, mis fantasmas,
mis vivas sombras en el altar.
Ando con sombras en abismos
por esta noche de penar.
Todas vosotras soy yo mismo:
debo ponerme a meditar:
que sobre sombras cualquier día
he de acostarme a descansar.
VENTANA [18]
A Guillermo Silveira[19]
Esperando a cualquiera por si llama,
escuchando, ¿dónde el rumor del tiempo?
Acodo vidas en el alma,
siembro mis voces en el viento,
pueblo mi culto a la esperanza.
Decidido el oficio del silencio,
decidido el plural de la mañana,
la luz, la flor, el sentimiento.
Ver lo que viene y lo que pasa
por esta calle de los versos.
Meditando las cosas que nos ganan,
las cosas que nos pierden sin remedio,
en hombres que no tienen nada
y a los que yo siempre les dejo
la puerta abierta de mi casa.
II
A José María Fernández Nieto [20]
NOCHE Y ALBA
Aquí vino …
y se fue.
L.F. [21]
I
No puedo yo descifrarte.
No lo debo de saber.
Mañana seguramente
temprano te lo diré.
Tengo el mundo de la noche
hecho una flor en la mano.
Noche en ti.
¡Ya ves si te estoy amando!
¡Qué poco trabajo cuesta
consumir tanta distancia,
tener esta noche abierta
de par en par en el alma!
Árboles puestos de pie
en la orilla de la sangre.
¡Puestos de pie! ¡Qué secreto
están guardando los árboles!
Cómo canta el campo. Cómo
suena la yerba, alas y brazos,
voces y miedos, del campo.
Sube el olor de la tierra.
Se pisa el cielo del campo,
de la noche de este campo,
a dos pasos,
de tan cerca
y de tan bajo.
II
Iré corriendo hacia ti
honda noche de algo mío
donde volverte a vivir
(Abre el lecho. Traigo frío).
III
Y tú no estabas … De pronto …
Fue de pronto. ¿Dónde has ido?
Al despertar tú no estabas.
(La primera vez que pasa).
En mis ojos tú no estabas.
IV
¡Qué pena que no estuvieras
ahogándote en una lágrima!
¡Qué pena que tú te fueras!
¡Qué pena me da y qué lástima
despertar de esta manera
tan rara!
V
Crece la luz y a todos le dicen cosas,
palabras y más palabras
y le señala esto y aquello
y a mí no me dice nada de nada.
La noche se me ha quedado
como una flor apagada
en las manos y en tus sábanas.
(Y es que en la cima del sueño
ocurren cosas extrañas).
SOLO [22]
A mis compañeros:
Luis A. Lencero
Manuel Pacheco [23]
Dolor en carne viva.
Ciudad de espaldas. Lobos
del amor. Lejanías.
Sombras en abandono.
Labios, puertas de sangre
de par en par. No nombro
a nadie. Las palabras
quedaron sin nosotros.
Hombre de soledad
que pasa silencioso
a tu lado, soy yo:
el señalado, el loco,
el prologuista del responso
que llama al vino mar
y necesita estar
indispensablemente solo.
ESE ESPEJO [24]
A Federico de Onís[25]
Hombre que estás delante de nosotros
rumiando pensamientos y conflictos
de salario, del hijo enfermo, de la
hija que regresa, cansada y rara,
tan tarde que la cena se le enfría,
de la mujer haciendo los oficios
con otros menesteres que no cuentan
las crónicas escritas en el barro.
Ése que va calle tras calle; digo,
ése que va contándose la historia
de sabe Dios en dónde su esperanza,
de si quiere comer tendrá trabajo
arrimando los hombros a paciencias,
arrastrando su cruz por los caminos,
como los buenos cuentos de los tontos
donde prometen cielo a mil pesetas.
Compañero de penas y de lágrimas
dándole vueltas a la vida, broma
pesada que explicarse quiere como
sea: por qué la gente se suicida,
por qué el hombre enloquece o se acobarda
y por qué las prostitutas saltaban
a la comba de madrugada en parques
cantando soledades del barquero
y años que vienen a juntar los pétalos
de la rosa que deshojó el demonio.
Amigo, no te pierdas de mi vista
nunca jamás. Eres capaz de cualquier
cosa; te noto en la mirada modos
del lobo que perdió su gran camada.
Que la vergüenza se te vuelve sangre
porque llegaron todos una noche
a confundirte con un perro sucio
en la doblez del alma.
Hoy te encuentras en mí, de mí naciendo,
de mí comiendo a dentelladas, vida;
de todos los que dicen -¡claro!- que son hombres
que cada cual ha puesto lo que puede.
Si meditas despacio lo que ocurre
es que todos nosotros, codo a codo,
como el que no quiere la cosa,
mirándonos estamos al espejo.[26]
MIRADA DE DIOS
A Antonio Zoido[27]
Ando sobre montones de preguntas,
en esta noche larga de pasillo,
no sé, tú, corazón, si te barruntas
a Dios contigo y, como tú, sencillo.
Llevo una carga enorme de tristeza,
cada tristeza suma mis angustias
para dar con el hombre que me reza
arrodillado en las palabras mustias.
Hasta que quiera Dios abrir los ojos,
verme la libertad que me mantiene,
devolverme la vida y los despojos
que va en la noche y por el alba viene.
Y por el alba viene y yo no puedo
deshacerme de mí para una muerte.
Tiene mirada Dios cerrada y quedo
dentro esperando hasta que Dios despierte.
ALGO NO ANDA BIEN [28]
El poeta invita a un amigo que sea crítico,
Carlos Luis Álvarez, por ejemplo, para que
venga a visitarlo.[29]
Ahora mismo me entero que soy mi casa, amigo,
entra a verme, te invito, te ayudo con mis manos.
Hay un salón de sangre por donde Dios pasea
dulce y tierno cansancio.
Enciende tú la luz con la palabra. Mira
y escucha atentamente. Dentro todo el cuidado
es poco, no tropieces, no me vagues a ciegas
porque debe ser algo …
Algo que no anda bien. Ya sabes, cosas raras
que nadie explica nunca. Cosas de mil diablos.
Cosas que yo creía que se las llevaba el viento
y siguen en mi ánimo.
Tengo un desván de quejas y un oscuro pasillo
por donde el desconsuelo anda suelto y reinando.
Tú entra y curiosea. Hay un salón de baile
y el corazón bailando.
También hay biblioteca donde amontono versos
y habitación de sueños que está junto al despacho.
Entra que yo te espero sentado aquí en la puerta
con los brazos cruzados.
Nos emborracharemos los dos en la bodega
de mi tristeza hecha, a pecho desgarrado,
de oxidada alegría. Romperemos recuerdos
y paisajes, borrachos.
No pises esa calle que se quita la falda
por arriba como una mujer mala. Cuidado
no vayas a venirte por el paisaje mundo
de todos los humanos.
Si te parece bueno que dos hombres se digan
mutuamente que sufren, lloraremos un rato.
Si te parece bueno te daré lo que tengo
llamándote mi hermano.
Delante hay un jardín -te enteraré de todo-
de amargas margaritas y de cipreses altos:
grises recordatorios que borran los senderos
que se pierden andando.
Es en mi casa solo donde te espero ahora,
más tarde si tú quieres, saldremos por el campo.
Ayúdame primero a descifrar mi vida
porque yo tengo algo
que lo busco hace tiempo en todos mis asuntos
y no sé lo que pasa y estoy desesperado.
Intranquilo y muriendo analizo mis días
y no logro encontrarlo.
A lo mejor tú vienes y de pronto descubres
todos los imposibles donde yo me deshago:
una melancolía, una simple congoja,
esperando un milagro.
Porque no cabe duda
en el hombre en que vivo
está ocurriendo algo.
DORADA MEDIOCRIDAD [30]
(Poema para leerlo con énfasis de mediocre)
A José María Osuna [31]
«Aurea mediocritas» [32]
Horacio
¡Oh, dorada mediocridad! Doradas
uvas para gozar el vino humano
de la sangre. Mi vino, tinto y loco,
tan solo como el hombre en que me engaño.
Mi dorada mediocridad. Doradas
cruces; sabrosos sueños regalando.
Borracheras que desperezo en penas
y desespero en alma trago a trago.
Sombra que vas delante; luego, cuerpo
de atardecer que pasas a mi lado
en una vida que a nadie ha de importarle
un bledo y a mí me importa tanto.
El tanto es la verdad de lo que cuento,
además, tengo el vino de los sábados,
lo que viví y lo que no he vivido
que puede ser un crédito en mi saldo.
Lo que quiero decir en el silencio,
lo que jamás diré, ni cómo aguanto
lo inaguantable a gusto, a mi manera,
y a disgusto de tente y ves tirando
con dorada mediocridad, con tiempo
del corazón rondándote el costado
en forma de puñal, con Dios que, a veces,
habla conmigo por pasar el rato.
Ya ves si uno es feliz siendo un mediocre
que hasta puede llorar de vez en cuando
y morirse queriendo o sin quererlo
a plazos cortos o a desprecios largos.
Después, cualquiera sabe lo que viene
después, en una lápida de mármol
o en oscura pizarra (esto es lo mismo),
bajo un ciprés o en la raíz de un cardo,
junto a un rosal, escrito a hierro y fuego,
debe poner, si el mundo piensa en algo:
aquí yace un señor que se murió de nada:
hombre mediocre que se murió de asco.
SÉ QUE ESTÁS ESPERÁNDOME [33]
A Luis Pizarro Peñas [34]
Sé que estás esperándome al final de mi nombre
con palabras que acusan y con mirar que ampara.
Tú sabes lo que puede contarte cualquier hombre
que exponga las verdades sin miedo cara a cara.
Señor, he de decirte cuando estemos a solas
hechos que sucedieron en mi ansiedad suicida,
cómo me ahogaba el mar o me azotaban olas
y por qué en un poema me sangraba la vida.
He de empezar la historia del hombre arrepentido
por aquello que atañe al soplo que me diste,
por el niño que tengo al lado malherido,
por la insaciable sed que en mi boca pusiste.
Te seguiré diciendo: ¡la culpa es sólo mía!
Esperaré tu voz negando lo que digo.
Escucharás palabras que tendré todavía
en la garganta quietas y anudadas contigo.
Puede ser que hasta pase por la vergüenza larga
de que me compadezcas pensando en mi fracaso
y darme la razón sobre la mucha carga
para llevarla solo.
Yo pensaré que acaso
el perdón es la tumba de estar tiranizado
en el combate duro de un dios y un animal
en los que me he movido y, a veces, me he matado
sin saber dónde empieza ni dónde acaba el mal.
Te pagaré la cuenta de lo que me has prestado,
la otra cuenta imposible que la pueda pagar,
cóbrate con tus manos el corazón llagado,
toma el dolor si quieres y mi oscuro cantar.
Y verás qué terrible es la angustia que tengo,
la amargura que queda al perder la partida
-si a una tristeza voy de otra tristeza vengo-,
que no he sabido nunca cómo ganar la vida.
Sé que estás esperándome al volver esa esquina
a que vaya a tu lado y comience a llorar.
Te diré que en el alma tengo una aguda espina
y que no logro nunca el poderla arrancar.
Te contaré las cosas que al mundo están pudriendo,
la comedia que tuve yo que representar,
lo que hacen del hombre mientras se está muriendo
y ese cuento que nunca termino de contar.
He de hablarte si quieres en esta madrugada
que señala el momento de la amada indecisa
de todos los motivos …
(Aunque ya la llamada.
Y es que el tiempo se marcha fantástico y deprisa).
TIERRA Y AMOR PARA EL OLVIDO [35]
Desde la vida del sueño se ven las cosas pequeñas,
a la ciudad como a celda, al hombre como a una hormiga.
Se ven las cosas pasar nubladas y misteriosas
en el azul encharcadas.
El mundo es un fruto amargo que va rodando en el tiempo
hasta caer en la boca fantástica de la noche,
en el abismo insondable donde se funde la flor
o en las heridas abiertas que esperan ser marchitadas
por los besos del silencio.
La tierra es una almohada para los que están durmiendo
un recuerdo, unas palabras, un corazón o un cadáver.
(Es lo mismo: cara o cruz. Todo es lo mismo).
La tierra es un grito agudo que se levanta temprano
cuando se escriben las cartas pidiéndole a Dios juguetes.
Húmeda tierra acunada entre yerba por la brisa
que tiembla como hoja al viento.
Ala de sangre que vuela
de este lado para el otro, de este lado para el otro.
A veces la tierra es dura y nos duele en las entrañas
hecha monte de agonía cuya cumbre ya se sabe
a donde nos va a llevar.
Ves florecer en jardines al amor que luego muere[36]
lúgubremente perdido en una gota de mar,
en un aliento de vida sin explicación posible,
en la tragedia viejísima del payaso tras su máscara.
O en la triste sinrazón que la razón no señala.
¡Qué delgada la luz crece en el quicio del crepúsculo!
¡Qué hermosura la de ayer! ¡Todavía qué hermosura!
¡Duelen los ojos de ver este bendito recuerdo!
Y es un clavo la mirada del dolor que nos conforta.
Ya no recuerdo su cara ni sus maneras paisajes
ni el color que denunciaba a su nombre entre paréntesis.
Hasta el labio que pusimos ayer mañana al amor,
para la voz que se arrastra por el barro amado y tibio,
por esa lluvia abrazada a los troncos de mi noche,
hasta lo que yo tenía guardado bajo mis ojos
me dejan abandonado.
Amor y tierra de olvido
huyendo van a esconderse
tras las espaldas de Dios.
NOTAS
[1]RimasEl secreto de los árboles
[2] Fue una persona muy apreciada por JDV a la que ya ha dedicado el poema «La iglesia» de La muerte del momento.
[3] Ed. Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1967) y Segunda antología (Entre la yerba …, 1979).
[4] Fue un editor que sintió un gran aprecio por la poesía de JDV como indica el interés que mostró incluyéndole poemas en las sucesivas ediciones de su Historia y antología de la literatura española, publicadas por la editorial Aguilar de Madrid.
[5] Ed. Mérida (septiembre 1963) y Segunda antología (1979).
[6] Ed. Hoy (Badajoz, 21-3-62) y Segunda antología (1979). En Hoy: «No vale dar puñetazos», v. 13. RD: La reelaboración evita una palabra malsonante que estaba lejos del tono sin exabruptos, que venía caracterizando la poesía de JDV.
[7] Ed. Mérida (septiembre 1963) y Hoy (Badajoz, 21-3-64).
[8] Ed. Mérida (septiembre 1963) y Segunda antología (1979).
[9] Maestro, escritor y amigo de JDV con el que participó en la Campaña de Educación Fundamental contra el analfabetismo en la Siberia extremeña (1958). Juan José Poblador ganó el premio Elisenda de Montcada con su novela Pensión (Madrid, Alhambra, 1957) y publicó otra con el título de Canal (Sevilla, Ixbiliah, 1961). También dedicó al poeta extremeño ensayos como «La soledad. A Jesús Delgado Valhondo» (Hoy, 31-1-80) y «A la memoria de un poeta» (Kylix, nº 29, 1993), donde muestra su aprecio por el poeta y por su poesía. JDV valoró su prosa y le dedicó un artículo titulado «Vuelvo a leer Canal» (Hoy, 5-10-62), donde destaca la trascendencia del agua.
[10] Red. Arriba, Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1967), Segunda antología (1979) y Hoy (Badajoz, 22-5-88).
[11] Eran dos pintores, que fueron alentados por JDV en sus comienzos y le dibujaron las portadas de Primera antología. Pertenecían a una nueva generación pictórica, que superó el realismo buscando nuevos caminos expresivos. JDV sintió por la pintura una fuerte atracción, que procedía de su original concepción del cuadro al que consideraba un «libro para leer e interpretar, un mundo por el que andar y meditar, una manera de escuchar los silencios del paisaje que en el cuadro se hacen sinfonía, y una forma de desentrañar el mundo misterioso del pintor, es decir, un medio estético, paralelo a la poesía, para entender el mundo» («Meditar sobre la pintura de Nieves Luengo», Hoy, 19-11-78).
[12] RO: Ed. Alor (Badajoz, nº 51-52, 1958): “Como una mar. / Trozo de una mar viviente, de pie, / de sangre, de tu boca, / de tus alondras en el pecho. // Amargo mar: / llanto de Dios en la amargura mía. // Te siento mar ante mis ojos: / tu inabordable cuerpo, / lejana siempre (como mar). // Mujer o mar o lamento. // Estás ahí, aquí. Tiendes tu playa / para dar limosnas de sol, de arena, de aire, / con tu mano. // Oh, pobre ser, hombre que piensa y dice: / ¡mar!”. RD: Es una síntesis de este poema, producto de la tendencia hacia la concisión que JDV venía imprimiendo a su poesía por medio de la supresión de elementos superfluos. Red. Segunda antología (1979) y Alor novísimo (Badajoz, nº 25-26, 1991).
[13] Pintor de Mérida, amigo de JDV. El interés del poeta extremeño por la pintura llegó a su culmen cuando él mismo organizó en Mérida la I Bienal de Pintura Extremeña (1963), que resultó un acontecimiento pictórico de alcance nacional y contó con la colaboración de pintores locales como Moríñigo del Barco y Ferreiro.
[14] Catedrático de Literatura y director del Instituto Nacional de Enseñanza Media Santa Eulalia de Mérida, que participó activamente en el ambiente cultural de la ciudad y congenió con JDV.
[15] Ed. Cuadernos de ágora (Madrid, nº 46-48, 1960), Primera antología (1961), Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1969), ABC (Madrid, 22-1-69), Canas de Dios en el almendro (1971), Poesía extremeña actual (II) (1978), Boletín del militante, Segunda antología (1979) y, parcialmente, en «Sentimiento y expresividad en la poesía extremeña» de Juan Pedro Vera Camacho (REEx, Badajoz, XXIX, 1973).
[16] Manuel Sanabria era un médico de Mérida con interés por la cultura y afición por escribir artículos sobre los más variados temas (literatura, medicina, toros, vivencias), que recogió en una autoedición titulada Escritos. Un médico en Extremadura. Este talante fue el que propició su contacto con JDV y la cercana relación establecida entre ambos, que se hizo extensiva a Anita Pérez-Flórez, la esposa de Sanabria.
[17] RO: Ed. Arriba: “Tengo las sombras en la frente / y no las puedo ni pensar; / están en mí constantemente / como camino a caminar. / Tengo unas sombras como palmas / donde sentarme a descansar. / Tengo las sombras en el alma / (donde estuvimos para amar). / Tengo en la sangre muchas sombras, / mucha novela que velar. / Esa tormenta que me nombras / es sangre pura a vendimiar. / Tengo las sombras en los ojos / y no las puedo ni mirar. / Nubes y nubes en manojos / y fantasías que volar. / Algunas veces me entusiasma / tener yo sombras en mi altar, / sombra de sombras, mi fantasma, / mi viva sombra que adorar. / Ando con sombras en mi abismo / en esta noche de penar. / Todas vosotras sois yo mismo: / debo ponerme a meditar”. RD: Sintetiza la RO tendiendo a una expresión más esencial.
[18] Red. Segunda antología (1979).
[19] Es otro pintor que participó en la I Bienal de Pintura Extremeña organizada por JDV que, en la crónica del acontecimiento, lo definió líricamente diciendo: «Silveira es un pintor que dramatiza la dulzura».
[20] Esta dedicatoria es un agradecimiento por la edición de El secreto de los árboles en su Colección de Poesía. Fernández Nieto le dedicó a JDV el artículo «Primera antología» (Rocamador, nº 24-25, 1961), detalle que propició el contacto entre ambos y, en 1963, la edición del libro.
[21] Esta cita de León Felipe, un poeta apreciado por JDV, resume la decepción vertida en el poema, donde el poeta cuenta que ha tenido el sueño de hallar a Dios, pero que se ha disipado al despertarse como un deseo inalcanzable. Los dos versos de la cita son los dos primeros de «Aquí vino y se fue», poema XVIII del segundo libro de Versos y oraciones del caminante (1920) de León Felipe. Este poema lleva una cita de Fray Luis de León: «Y dexas, Pastor Santo, / tu grey en este valle hondo, escuro», que son los vv. 1 y 2 de su poema «En la ascensión», escrito en liras.
[22] Red. Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo, Mérida, IFP Emerita Augusta, 1994.
[23] Formaron con JDV el triángulo poético extremeño, centro de la poesía del medio siglo en Extremadura. La dedicatoria recuerda la estrecha relación mantenida en la época que en sus recitales encandilaban a los oyentes con sus estilos distintos: Lencero, apasionado (por el humanismo y la justicia social, que reivindicó en El surco de la sangre, 1953, Juan Pueblo, 1971, Humano, 1982), Pacheco, alucinante (con una portentosa capacidad creativa, que puso al servicio de la dignidad humana en Ausencia de mis manos, 1949, Nunca se ha vivido como se muere ahora, 1977, El libro de las odas, 1995) y Valhondo, íntimo: «Cruzaron aquella noche, por el aire, con sus voces, los restallantes trallazos de los látigos de menta de Lencero; los féretros con forma de guitarra de Pacheco; el hombre muerto que Valhondo ve en el fondo de todas las ciudades», en Arsenio Muñoz de la Peña, «Literatura pacense», Hoy, 1-11-61.
[24] Red. Segunda antología (1979).
[25] Salamanca, 1885-San Juan de Puerto Rico, 1966. Crítico literario y autor de la Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1932) (Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1934). La dedicatoria de JDV es un agradecimiento al autor de la antología que le descubrió la poesía hispanoamericana y poetas que lo impresionaron como Alfonsina Storni, Juana Ibarbourou, César Vallejo, Amado Nervo, Luisa del Valle, Benjamín Taborga y José Asunción Silva (poeta colombiano, que lo conmocionó).
[26] En su artículo «La careta», JDV realiza unas consideraciones sobre la necesidad que tiene el ser humano de sus semejantes, pues todos guardan los mismos anhelos y todos sufren las mismas preocupaciones: «La lucha consigo mismo es siempre heroica y nos traduce en héroes de nosotros mismos. Porque si meditamos sobre las máscaras, sobre las caretas o los capirotes y nos fijamos en ellos detenidamente es que, unidos, codo a codo y sangre a sangre, mirándonos estamos a un espejo. Por dentro y por fuera» (Hoy, 27-2-63).
[27] No es la primera dedicatoria de JDV a su amigo, pues ya le ofreció el poema “Noche” de El año cero. En la época que JDV elabora los poemas de El secreto de los árboles, mantiene una estrecha relación con Antonio Zoido (de ahí la dedicatoria) por sus profesiones afines y su gusto por el Arte y la Literatura. El inspector por estas fechas anima al poeta a que se traslade de Mérida a Badajoz, para que se integre en su activo ambiente literario. JDV cumpliría en 1965 el deseo de su amigo.
[28] Ed. Hoy (Badajoz, 1959), Alcántara (Cáceres, nº 139, 1961), Mérida (septiembre 1964) y Segunda antología (1979). En Hoy: «Hay salones de sangre por donde Dios pasea» (v. 3); «grises recordatorios que borran los caminos» (v. 35); «que lo busco hace tiempo en todos mis caminos» (v. 41); «y no sé lo que pasa que estoy desesperado» (v. 42) y el antepenúltimo y penúltimo verso aparecen formando uno solo. En Alcántara la undécima estrofa dice «que lo busco hace tiempo, hasta el fondo del alma / y no sé lo que pasa y estoy desesperado. / Es algo que me tiene intranquilo y muriendo / y no sé encontrarlo» y el verso antepenúltimo: «Porque no cabe duda, me los sé de memoria». RD: Los ajustes en los versos citados indican que este poema-confesión preocupó sobremanera a JDV.
[29] Escritor que se relacionó con JDV y le dedicó el ensayo «Primera antología» (Blanco y negro, 23-6-62). En Segunda antología (1979) la dedicatoria sólo dice: «El poeta invita a un amigo para que venga a visitarle».
[30] Red. Segunda antología (1979). JDV critica la hipocresía, la sumisión y la mediocridad que nota en su entorno en artículos como «Vivir del cuento» (Hoy, 12-2-66), «Capital de provincia» y «Dorada mediocridad de la vida provinciana» (Nuestra Ciudad, 1970).
[31] Médico y poeta sevillano, que estableció con JDV una cálida y cercana amistad como se deduce de la despedida de Huir. Osuna mostró su aprecio por JDV en el ensayo «Jesús Delgado Valhondo, claridad y misterio» (ABC, 29-9-68).
[32] Esta cita del poeta Horacio contiene una propuesta de vida sencilla, austera y natural (desarrollada en sus Odas), pues proponía vivir en una dorada mediocridad (tópico clásico del Beatus ille). JDV usa esta sentencia en un tono irónico, porque en la ciudad le resulta imposible alcanzar ese nivel de vida serena.
[33] Este poema anuncia el último de su obra lírica titulado “Y dieciséis” de Huir.
[34] Maestro y amigo de JDV con el que le gustaba conversar de Literatura durante su estancia en Mérida de 1960 a 1965.
[35] Red. Segunda antología (1979).
[36] En Segunda antología: «Ves florecer en jardines el amor que nunca muere». Posiblemente “nunca” es un desliz del poeta o de la imprenta, porque no encaja con el significado de los versos siguientes.
Fotografía cabecera: Museo de arte romano de Mérida