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Aurora. Amor. Domingo

 

AURORA. AMOR. DOMINGO [1]

 

CIUDADES-PALABRAS [2]

 

Vamos a inventar un mundo

con sólo decir palabras.[3]

Un mundo que cante y gire

en una nueva alborada.

Plantaremos muchos árboles

en el viento y en la entraña

de la luz. Que goce el cielo

un nuevo mundo a sus anchas.

Y que tenga Dios la tierra

soñándole la mirada.

Después bastará decir

cualquier cosa, y ya lograda

tendremos a la ciudad

con sus calles, con sus plazas,

con la gente que va y viene

de su corazón a lágrimas.

Limitaremos regiones:

Galicia: yerba mojada.

Cataluña y Aragón,

piedra y río en las espaldas.

Valencia, jarra de flores.

Uña de mar, Vascongadas.

Y Extremadura y Castilla,

editando nuestras almas.

Regiones que parirán

pueblos y pueblos sin mancha

de pecado original,

letra a letra; por ejemplo:

Andalucía, garganta,

gorgorito, grito y flor

en el patio y la ventana.

Ya está el espíritu campo

cuajando en la yerba casas.

Ya está la estrella en el aire.

Ya está la vida cercada.

Y el hombre -fracaso eterno-

con su historia meditada

y con su monotonía

de paredes hechas páginas,

que va leyendo y leyendo

cada día, cuando pasa

con su pan y su trabajo,

su cáncer creciendo entrañas,[4]

de este lado para el otro:

melancólica nostalgia.

Y va buscando la muerte

como quien busca almohada.

No hay que pensar en el hombre.

-Somos hombre, somos nada-.

Lo del hombre para Dios,

por ser un hecho de magia.

La ciudad es lo que importa.

Ciudades y más ciudades

con sólo decir palabras.

 

DOBLAR UNA ESQUINA [5]

 

Yo sé que en cada esquina

un ojo mira las pequeñas muertes,

que, cada vez que paso, siento

sus aldabazos en mis sienes.

Y sé que en cada esquina

el tiempo roto y triste duerme,

y un viento frío, que me queda

el alma llena de dobleces.[6]

Yo sé que en cada esquina

alguien me espera y me detiene:

mi corazón le da su bolsa

llena de sangre, casi siempre.

Yo sé que cada esquina,

que voy salvando en mis quehaceres,

es un paisaje que atravieso,

es que he pasado por un puente.

 

CIUDAD DE SIEMPRE [7]

 

Estoy pisándote, ciudad, el alma

de calle a casa, de la noche al día,

sin darme cuenta que me vas ganando,[8]

sin darme cuenta de mi tiempo y vida.

Estoy, ciudad, andando por andarte,

sin darme cuenta que la sangre es mía,

sin apenas saberte ni escucharte

la queja dulce de tu piedra fría.

Estoy, ciudad, en ti, sobre tu mano,

que introduce los dedos en mi herida,

y vas oyendo los latidos locos

a latigazos de melancolías.

Tantos años, ciudad, por ti muriendo,

por ti rezando solo mi agonía,

por ti dejando lo mejor que tengo,

de calle a plaza, de rincón a esquina.

 

LA CIUDAD DE LOS HOMBRES [9]

 

Pasan hombres. Los turbios

hombres que solos hablan,

quejidos entre dientes,

dolor en las entrañas.

Llevan sello en la frente

de dichas o desgracias,

tienen inconfundibles

señales en las caras.

Andan aires podridos

en medio de nostalgias.

No pueden con problemas

que solucionan lágrimas.

Triste ciudad de hombres,

de estos hombres que pasan,

como los ríos vidas

llenos de sucias aguas.

Da pena verlos siempre

pasar, tarde y mañana,

murmurando su vida,

masticándose el alma.

 

CIUDAD DE PIEDRA [10]

 

Primer  misterio: la luna.

Un Padre Nuestro a los pasos

de nadie por el silencio,[11]

de nadie por el espacio.

Ave María: la torre,

y Gloria Patri al palacio

y amén al hierro del aire,

espada del hijodalgo.

Segundo misterio: sombra.

Tercer misterio: el legajo.

Cuarto misterio: el convento.

El quinto: ventana y rapto.[12]

Desde la esquina al rincón:

santo, santo, santo y árbol.

(Un Credo para la piedra

y una Salve al campanario.)

La piedra: ora pro nobis.

(La piedra, la sombra, el arco.)

La piedra: ora pro nobis.

(El aldabón del lagarto.)

La piedra: ora pro nobis.

(La estrella bajo la mano.)

La piedra: ora pro nobis.

(Palmera, lechuza y gato.)

La piedra: ora pro nobis.

(Cuentas de piedra el rosario.)

La piedra: ora pro nobis.

(Imprevisto tanto y llanto.)

Ora pro nobis: amén.

Sobre la piedra, los años.

 

LA PRISA [13]

(FIEBRE DE CIUDAD)

 

Media vuelta a la llave,

mi casa está cerrada

y voy dentro creando

mi mundo y mis fantasmas.

Medito sobre cosas,

pongo delante el alma,

me confieso a mí mismo:

mi penitencia es larga.

Cuando escribo leyéndome

despierto de mi nada

y entonces voy con Dios

recorriendo la estancia.

Le enseño lo que escribo,

hablo de lo que haré mañana,

le cuento mil historias

que ya sabe y se calla.

Después, abro la puerta,

me suelta Dios, se marcha.

Yo ando por las calles

buscándolo. Son vanas

las vueltas que le doy

a la ciudad soñada.

Si alguna vez lo veo

va lejos, se me escapa.

 

AMANECER EN BADAJOZ [14]

 

Siento la luz latiendo debajo de mis párpados,

viene del manantío que brota de mi alma,

del amor a la vida abrazando mi cuerpo,

del corazón subiendo la escalera soñada.

Abro los ojos, nada; la luz es más profunda.

El muro de las sombras a mis manos agranda.

Voy buscando el milagro que presiento en noticias

de un nuevo sol vertiendo su dorada palabra.

Ya respiran los árboles en la luz de los pájaros,

en donde está la estrella dulcemente cansada,

en donde está el recuerdo llamando en todas partes:

catedral, río, puente, torre de la Alcazaba.

Resplandece en la sangre la claridad del día.

Ha despertado el aire remansos de nostalgias.

Solamente dos pasos, alargar los sentidos,

descubrir tras la noche Badajoz en el alba.

Huele el paisaje a limpio, a tierra y cielo limpio,

el silencio se rompe en trozos de mañana.

Dios me mira contento desde sus grandes horas

en el momento justo de abrir yo mi ventana.[15]

 

CÁCERES [16]

 

Cáceres, te recorro

misteriosa y lejana:

sueños, gestos, silencios cargados con mis años.

Tarde: violeta pálida.

Mi madre, mis hermanos.

Ya sólo Juan. Mi casa.

Los surcos de la luna. El aroma de siempre.

La calleja soñada.

Mis amigos: la frente

del tiempo: las espaldas

del tiempo. Las esquinas esperan la memoria,

y al final, la Montaña.[17]

Recorto cielos, torres,

rejas, sombras. El alma

del domingo. Vencejos que nacen de la piedra.

Dorada la espadaña.

Más cigüeñas y más

azul. Hundo miradas

en el fondo del aire, en la sangre vivida,

en las viejas palabras.

Cáceres vuela y vuelve

conmigo. A mi nostalgia

un niño cojo viene y alcanza la tristeza

al borde de mis lágrimas.[18]

 

MEDITACIÓN ANTE UN AMIGO MUERTO [19]

(FONDO DE CIUDAD)

 

Se escuchan las campanas y tu nombre,

fondo de la ciudad y de los huertos,

las espinas de sol en las estrellas,

la entraña amiga, el corazón adentro.

Se ve el dedo de Dios que enciende el alma.

Se deja descifrar Dios en silencios.

Se notan las señales de los vivos

en el oscuro aroma de los muertos.

Crucificadas tienes ya las manos

en las serenas albas de tu pecho

y el olvido en tu frente. Conjugando

vas el verbo morir por todo el cuerpo.

Te enfrían los paisajes de la sangre,

mineralizas tu mirar por dentro,

eres ofrenda de semilla y polvo,

el mármol y el suplicio de los huesos.

Se te llena la boca de raíces.

Te resumes en cuadro: tierra y cielo.

Vas arrastrando el paso de la sombra.

Vas floreciendo tu llorado tiempo.

Acaso, ¿sabes tú que estás dormido?

¿Sabes que ya deshojas a los sueños?

¿Que pesas en el mundo más que nunca?

¿Que se te hiela el ave de los besos?

Señalas cal y piedra, mueble y casa,

la madrugada gris y los bostezos,

cada paso de vida que tú diste,

cada suspiro que costó el aliento.

Tu sonrisa en el aire está encendida,

más cristal y más cierta de sucesos,

y tu bondad se queda en la fatiga

de la carne comida por el viento.

Estás donde te miro, donde siempre,

detrás de las esquinas del momento,

en todos esos sitios que estuvimos

andando juntos la luz y los recuerdos.[20]

También estás ahí, callado y tuyo,

midiéndote en el frío de este suelo,

sujetando murmullos y rosarios

y mundo de responso y de misterio.

Estás ahí, te miro, llegas pronto,

alma camino de poblados gestos,[21]

que nadie ha de creer que te contiene

al par la tierra dura y mi lamento.

Oh, muerto amigo, te pienso y te medito

y te vuelvo a llamar. Yo te confieso

que todo me es igual cuando te lloro,

que todo me es indiferente y bueno.

 

COMO SI FUESES UNA FLOR [22]

 

Como si fueses una flor,

desnúdate.

Sacúdete el rocío.

¡Enciéndete!

¡Enciéndeme!

Ven alba, suplicado rayo.

Nombre.

¡Ven!

Quiero verte venir

desde el principio de la carne.

Antes aún.

Te esperaré con los brazos abiertos,

pero no te abrazaré.

Seré la cruz.

Humana cruz clavada en tu camino.

Dejarás cuando pases el aroma de tu ternura al hombre.

Hombre crucificado en tu secreto,

clavado ahí, donde lo dejas,

para siempre.

 

PAISAJE DEL SUR [23]

 

El camaleón:

mínima prehistoria,

viejísimo son.

La mosca y la araña

se juegan el sol

sobre la espadaña.

Olivos y viñas,

el trigal. Amor

de tierra. Campiña.

En el caracol,

al revés, sonaban

palabras de Dios.

 

LEVÁNTATE Y ANDA [24]

 

¡Se cayó! Pobre chiquillo.

Iba de prisa, corría,

casi volaba la tierra,

casi no rozaba el día.

Lloraba. Salí a cogerlo.

-¿Te hiciste daño? Sufría.

-¿Dónde te duele? Sangraban

su cielo y su fantasía.

Dije: «Levanta. No llores».

«No llores tú, vida mía».

Me miró. La sangre, ¡nada!

Y el suelo no le dolía.

Salió corriendo otra vez.

Yo casi Dios. ¡Qué alegría!

 

EL FONDO [25]

 

Oscuras manos andan

el fondo de la fría

memoria de las cosas

que fueron tierra, mina.

La cara boca abajo,

apretada agonía

del silencio. La vida

que se esconde. La noche

en punto de partida.

Tiempo ahogado. Tiempo

sin voz. Luz negra, antigua.

Sobresalta la piedra

caída.

Profundo y misterioso

mundo del todavía:

algas y ese cadáver

incapaz de la orilla.[26]

 

MOTIVOS DE SOBRA PARA QUE PICASSO ME PINTE UN CUADRO [27]

 

¡El viento está tan frío!

La risa se ha parado.

No sé cómo empezar

a pintar este cuadro.

Ni el dolor que le pongo

a estos garabatos.

Ni de qué color pinto

el traje de los sábados.

La habitación del ojo,

dentro verde lagarto,

meditando el invierno

en su puño cerrado.

La angustia de sentirse

sin nadie mis abrazos.

El silencio que sella

con su fuego los labios.

La mano en la barbilla.

El corazón temblando.

De la sangre mi niño

me lleva ya arrastrando.

El mar es una lágrima

y, Dios mío, me baño

en ella tan desnudo

que sólo nos quedamos

la bendita tristeza,

los años que he gastado

y el hombro donde llevo

la cruz de los relámpagos.

¿De qué color la angustia?

Y, dime tú, Picasso:

¿de qué color se pinta

el alma del payaso?

Porque no valen cuentas

ni cuentos ni fracasos:

la sangre cuando vuela

es que la lleva un pájaro.

Nosotros en la tierra

clavados como el árbol,

hundiendo la raíz

en el mismo cansancio.

El huracán por cima …

Y también por debajo.

Y dentro de la sombra

nos vamos conjugando.

El verbo es el amor

y, después, nos odiamos.

¿De qué color se pinta

la mona en este caso?

Inventemos la rosa,

las tardes, el gusano,

el azul que se sube

a la mirada andando.

Y luego los bolsillos

de carne, mientras vamos

a pintar en la nieve

a Dios entresoñando.

 

EL SILENCIO [28]

 

Alguien anda la noche oscura,

noche crecida en la distancia;

escucho acobardado donde

vivo los misterios del alma.

Y miro dentro de mis ojos

a unas estrellas que se apagan:

caigo profundamente

dentro del mundo de la nada.

Ponen los pies sobre mis sienes;

luego, sobre mi pecho llaman.

No sé quién es, no puedo conocerlo,

no dice ni palabra.

Rasga mi piel y queda en carne

viva la angustia en mis entrañas.

No sé quién es: bajo mi oído

desesperadamente calla.

Tal vez es el latido de la sangre,

alguien, quien por mis venas anda,

alguien que por la noche oscura

secretamente doloroso pasa.

 

CIMA [29]

 

Subo a la cima azul de la mañana,

paso a paso mi cuerpo, buen anciano,

hasta dar con mis huesos en la desgana

y tirar la mirada sobre el llano.

Sobre la alfombra de la tierra el hombre

que viene y va de su misterio a cosas,

buscando el pan y deseando un nombre

que ponerle a la hormiga y a las rosas.

Mis versos, mis candiles, un manojo

de súplicas, de asombros y de pena.

Desde la cima de mi vino rojo

pienso que bebo de la sangre buena.

Desde la cima de la voz primera,

del claro día o de la luz pisada,

de peregrinos en la primavera,

vuelvo a pedir a Dios hoy su mirada.

Subo a mis horas agarrado al alma,

bajo a mi tierra donde arcilla dejo,

tiendo mis ansias por el mar en calma

y duelo en rocas pardas mi reflejo.

El pecho de la noche está partido

por la mitad. Ojo sin nadie mira,[30]

mano sin nadie, pasos del huido,

mundo de espalda que despierta y gira.

Sin darme cuenta qué montaña subo,

ando mi vida a costa de mi vida,

no más el corazón que se detuvo

a libar el amor que se suicida.[31]

Vamos, hermanos, subiremos juntos,

que el último escalón casi se alcanza,

que llevamos dolor y unos asuntos

y debajo del brazo la esperanza.

Está Dios escuchándonos, amigo,

pidamos que al final tengamos suerte,

un paso más y estamos al abrigo,

en lo alto del sueño con la muerte.

Ya van nuestras palabras ordenando:

detrás de los despojos yo distingo

a Dios sentado allí, como esperando

nuestro cansado rostro de domingo.[32]

 

 

NOTAS

[1] En 1958, JDV acaba el libro Ciudades (que luego titula Abriendo mi ventana) y en 1959 termina Pequeña angustia. Intenta editar el primero en Adonais y fracasa. Entonces funde los dos libros en Aurora. Amor. Domingo, pero tampoco consigue su edición en Índice. Ante esto, prepara una selección de poemas que titula Primera antología, donde incluye Aurora. Amor. Domingo. Su título es el único no original de JDV. Se trata del último verso del poema “Poeta” del libro Bonanza (1911-1912), que Juan Ramón Jiménez incluyó en su Tercera antolojía poética. JDV lo seleccionó como muestra de admiración al maestro, después de realizar una visita a su casa (JDV, «Moguer de Juan Ramón», Hoy, 16-8-81). Aurora. Amor. Domingo pasó desapercibido, pues ocupaba el último lugar de la edición (como le correspondía por orden cronológico) y tenía una presentación muy sencilla (en la portada pone simplemente el título, después aparece un dibujo en blanco y negro de Antonio Vaquero Poblador y le siguen los 16 poemas que lo forman).

[2] Ed. Alor (Badajoz, nº 41-42, 1956) y Entre la yerba… (1979). JDV no estructura visiblemente Aurora. Amor. Domingo, pero significativamente tiene dos partes. La primera acoge los nueve primeros poemas y la segunda, los siete restantes. Se distinguen porque la segunda padece en mayor grado la angustia sufrida por el poeta. La elaboración del libro estuvo condicionada porque en 1958, cuando JDV compone sus poemas, lleva destinado en pueblecitos veinticuatro años y añora fervientemente la ciudad.

[3] JDV utiliza estos dos versos como cita propia en el poema titulado “Las capitulaciones de un poeta” (ver en “Y otros poemas”).

[4] Estos últimos versos tienen una reelaboración parecida en «Todo cae» de Inefable …: «Hemos visto pasar hombres / que iban o venían / con cuentas en la boca / y cánceres rondándole los sueños» (vv. 27-30).

[5] Ed. Olalla (Mérida, mayo 1957), Euterpe (Buenos Aires, nº 35, 1958), Arriba y Entre la yerba … (1979). En Olalla, el poema está dedicado a Manuel Arce, director de la revista santanderina La isla de los ratones, lleva una anotación («del libro inédito Ciudades«), «y cada vez que paso siento» (v. 3) y «que sólo el eco me sostiene» (v. 4). En Euterpe lleva otra anotación: «del libro inédito Capital de provincia» y «sus latigazos en mis sienes» (v. 4). RD: Los ajustes indican que JDV no quedó conforme con estos versos y los moldea hasta dejarlos a su gusto. Ciudades y Capital de provincia son títulos que barajó para denominar al libro que luego titularía Aurora. Amor. Domingo.

[6] En los versos de esta estrofa, se encuentra el sentido del título de su tercer libro editado La esquina y el viento.

[7] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 90-92, 1955), Arriba (Madrid, 7-9-58), Las provincias (Madrid, 28-9-58) -en las dos últimas ediciones con el título de «Cáceres, ciudad de siempre»- y Cáceres (28-9-58). Red. Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1967), ABC (Madrid, 25-11-71), Poesía extremeña actual (II) (1978), Hoy y Entre la yerba … (1979). En Alcántara: «Estoy ciudad andando por tus nervios» (v. 5), «la queja dulce de su sombra fría» (v. 8) y «Estoy ciudad por ti, sobre tu mano / que introduce los dedos en mi herida / Llueve rosas de Abril, llueve la tarde / puras estrellas de melancolía» (3ª estrofa). RD: El poeta ajusta detalles concretos con los que no estaba conforme.

[8] A este verso y al segundo de la siguiente estrofa le falta «de» entre «cuenta y «que»: «sin darme cuenta de que me vas ganando, / […] / sin darme cuenta de que la sangre es mía». Pero el poeta se tomó la licencia de omitirlos para que estos versos no tuvieran una sílaba más que el resto.

[9] Ed. Cuadernos de ágora (Madrid, nº 7-8, 1957) y Canas de Dios en el almendro, donde es dedicado a José López Martínez, corresponsal de publicaciones españolas e hispanoamericanas, que dedicó a JDV numerosos artículos como los titulados «El poeta y los asombros» (Ya, Madrid, 18-1-70), «Jesús Delgado Valhondo y la simbología del árbol» (Todo, Méjico, 27-10-80) y «Aquel día en Mérida» (Hoy, Badajoz, 28-11-93). Red. Alcántara (Cáceres, nº 137, 1976), Mérida (septiembre 1976) y Entre la yerba… (1979). En estas ediciones suele aparecer con el título de «Ciudad de los hombres».

[10] Ed. Gévora (Badajoz, nº 25, 1954), Arriba (Madrid, 7-9-58), Cáceres (28-9-58), Las provincias (Madrid, 28-9-58), Alcántara (Cáceres, nº 145, 1965; con el subtítulo «Rosario”), Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1967; no aparecen los vv. 17-20), Canas de Dios en el almendro (1971), Poesía extremeña actual (II) (1978) y Entre la yerba … (1979).

[11] En Cáceres, Gévora y Arriba: «de nadie por el misterio» y, después del v. 22, aparecen dos que no están en la edición de Aurora. Amor. Domingo: «La piedra: ora pro nobis. / (El cielo curvado y bajo)». RD: El ajuste del v. 3 evita la repetición de la palabra «misterio» que ya apareció en el v. 1 y la supresión de los dos versos citados quizás tuviera el fin de eliminar la repetición innecesaria de “La piedra: ora pro nobis” y de “bajo”, que aparecía en el v. 22.

[12] En Gévora: «El quinto: ventana y árbol». RD: «rapto» es un concepto que concuerda mejor con el misterio que ambienta el poema.

[13] Ed. Índice (Madrid, enero 1958), Entre la yerba … (1979) y en “Jesús Delgado Valhondo o la espiritualidad de un hombre cualquiera” del autor de esta edición (II Otoño literario … y solidario, Badajoz, Santa Marina, 2000). En Índice: «y dentro voy creando / […] / […] / delante pongo el alma» (vv. 3 y 6) y en Entre la yerba …: «y voy creando dentro» (v. 3). RD:  Los cambios en estos versos son un ejemplo de cómo el poeta probaba una y otra vez buscando la expresión más adecuada.

[14] Red. ABC (Madrid, 9-8-71) con el título de «Amanecer» (en Pulsaciones hay otro poema TI, DC), Entre la yerba … (1979) y RFF de Badajoz de 1983. Badajoz fue otra de las ciudades, junto a Cáceres y Mérida, de las que JDV dejó varias muestras de aprecio en verso y en artículos como «Calles (Badajoz, capital de provincias)»: «Me divierte pasear las calles de Badajoz. Ir descubriendo en ellas asombros. Doblar esquinas» (Hoy, 24-6-70).

[15] En Gévora (Badajoz, nº 46, 1956), el poema «Abriendo mi ventana», editado cinco años antes, ya apareció con los dos últimos versos idénticos (ver en “Y otros poemas”). En la revista de Feria de San Juan (Badajoz, 1967), estos versos presentan unas variantes con las que el poeta hace extensivo el amor de Dios a todos: “Dios nos mira contento desde sus grandes horas / en el momento justo que abrimos la ventana”. El artículo «Amanecer de abril» de JDV guarda un contenido semejante a este poema de Aurora. Amor. Domingo: «El mundo vuelve a nacer en el amanecer de cada día. […] Es un canto maravilloso a la vida esta mañana. […] Y abrimos nuestra ventana. Larga y ancha mirada para que el mundo crezca ante nuestros ojos. Y Dios nos mira contentos, esta mañana de abril, desde sus grandes horas» (Hoy, 13-4-61).

[16] Ed. Índice (Madrid, octubre 1958), Alcántara (Cáceres, nº 123-125, 1959) -con el subtítulo «(Viejo país del alma»)-, ABC (Madrid, 30-7-71; con el título «Misteriosa y lejana») y Entre la yerba … (1979). Este poema ha sido musicado por el cantautor extremeño Miguel Ángel Gómez Naharro y lo ha convertido en una hermosa canción (tema nº 3 de su Paseo literario por Extremadura, Badajoz, Dodo Records, 1992).

[17] Se refiere al lugar elevado de Cáceres donde se encuentra el santuario de la Virgen de la Montaña.

[18] El sentido plástico de este poema es recogido por JDV en artículos como «Cáceres (viejo país del alma)»: «Cáceres tiene un cielo alto, azulean miradas, el aire es limpio como una página sin escribir para que en ella dibujen atardeceres de sábado los vencejos. Cáceres estrena cielo todos los días» (Hoy, 17-11-61).

[19] Ed. Alor (Badajoz, nº 43-44, 1956; con el subtítulo como título y viceversa), Índice (Madrid, 1958), Alcántara (Cáceres, nº 135, 1960), Ángelus (Zafra, nº 13, 1960), Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1967; no aparece la antepenúltima estrofa), Canas de Dios en el almendro (1961), ABC (Madrid, 2-11-72), Poesía extremeña actual (II) (1978) y Entre la yerba … (1979). JDV explica indirectamente el contenido de este poema en el artículo “Campos”: «Escuchamos al campo. […] Debajo de cada piedra existe el drama o el amor. […] Y ya otra vez en la ciudad. […] En el fondo de la ciudad un hombre muerto» («Campos», Hoy, 26-7-59). También aborda el tema en el artículo «Manuel Monterrey» (Hoy, 8-1-64) y en su intervención oral en el homenaje a la poeta María Rosa Vicente, celebrado en Don Benito (7-9-72).

[20] En las dos últimas estrofas, JDV vuelve a incidir en el sentido del título de su tercer libro La esquina y el viento.

[21] En Alcántara: «camino-espíritu de poblados gestos». RD: Quizás este ajuste pretendiera eliminar el guión y hacer el verso más sugerente.

[22] RO: “Como si fueses una flor / desnúdate. / Sacúdete el rocío. / ¡Enciéndete! / ¡Enciéndeme! / Ven alba plena, suplicante rayo. / Nombre. / Ven. / Desde lejos verte venir. / Desde el principio de la carne. / Antes. / Yo esperaré con los brazos abiertos, / pero no te abrazaré. / Seré la cruz. Te dejaré pasar. / Seré la cruz. Humana cruz clavada en tu camino. / Ven. / Yo te veré venir. / Dejarás cuando pases el aroma de tu ternura al hombre. / Al hombre crucificado en tu secreto, / clavado ahí donde lo dejas / para siempre”, ed. Alcántara (Cáceres, nº 136, 1960) y Gévora (Badajoz, nº 68-82, 1960) con el v. 14 suprimido («Seré la cruz. Te dejaré pasar»), porque evitaba la repetición de «Seré la cruz», suprimía la expresión que le sigue por ser contradictoria con lo que dice tres versos más adelante: «Yo te veré venir» y, además, la cercanía de dos conceptos parecidos «dejar» y «pasar». RD: Resulta de más calidad, porque es producto de una síntesis que elimina elementos superfluos.

[23] Ed. Alor (Badajoz, nº 39-40, 1956) y Entre la yerba … (1979).

[24] RO: Ed. Olalla (Mérida, abril 1957), donde tiene el título de «El porrazo (levántate y anda»), la anotación «Del libro en preparación Pequeña angustia«, «su carne y su fantasía» (v. 8), «(La culpa es tan sólo mía)» (v. 10) y «El dolor, ¡nada! … Vivía» (v. 12). RD: El título es más lírico y los versos reelaborados ajustan ciertas expresiones que mejoran la calidad del conjunto. Red. Canas de Dios en el almendro (1971) y Entre la yerba … (1979).

[25] Ed. Cuadernos de ágora (Madrid, nº 46-48, 1960), Alcántara (Cáceres, nº 142, 1964), Entre la yerba … (1979) y Poesía (1988, p. 365).

[26] JDV siempre se sintió impresionado por la imagen del ahogado, pues la entendía como la muerte en el abandono más absoluto sin consuelo y sin amparo igual que cuando el ser humano es abandonado por Dios. Esta preocupación la manifiesta en repetidas ocasiones en su obra literaria como, por ejemplo, en el relato «Cuento de agosto (Un chico de luto)» de Ayer y ahora (1978) cuando dice por medio de su protagonista: «Estas sombras se nos hacían muertos que, también, flotaban, en un lago, como ahogados suicidas», p. 95.

[27] Ed. Hoy (Badajoz, 1958) y Gévora (Badajoz, nº 63-67, 1958) en el número homenaje a Pablo Ruiz Picasso, Mérida (septiembre 1959) y Entre la yerba … (1979). En Gévora: «Ni qué dolor le pongo» (v. 5); «y yo, Señor, me baño» (v. 22); termina en punto el v. 24; la estrofa siguiente comienza con mayúscula y va separada por un blanco de la anterior y «a la copa del árbol» (v. 52). RD: Estos cambios tienen el objetivo de hacer más precisas las expresiones reelaboradas.

[28] Ed. parcialmente en Hoy (Badajoz, marzo 1959) en una página donde los poetas extremeños homenajean a Manuel Monterrey, con la siguiente dedicatoria: «A Manuel Monterrey, amigo del silencio, con veneración». Sólo aparecen las dos últimas estrofas y la primera de ellas con el v. 2 distinto: «viva, en el frío, mis entrañas». RD: Quizás la modificación tuviera el objetivo de evitar tópicos y mejorar la redacción del verso. Red. Euterpe (Buenos Aires, nº 37, 1959). Red. completo en Entre la yerba … (1979) y Manxa (Ciudad Real, nº 14, 1980).

[29] Ed. Canas de Dios en el almendro (1971; dedicado a «Felipe y Pepita») y Entre la yerba … (1979). «Cima» es un poema clave en la obra lírica de JDV, pues describe el fracaso de su búsqueda de Dios. En el relato «Mastín, cállate; que ya la noche» de Cuentos y narraciones (1975) se localiza una versión en prosa de este poema fundamental “Cima”. JDV tiene otros dos artículos  «San Pedro de Alcántara clava su cruz» (Extremadura, octubre 1948) y «Subir» (Hoy, 9-11-63) sobre este tema.

[30] En Canas de Dios en el almendro: «por la mitad. Ojo, sin nadie, mira;». El añadido de las dos comas tiene el objetivo de conseguir una entonación más adecuada a lo que desea expresar el poeta.

[31] En Entre la yerba … (1979): «y libar el amor que se suicida». El cambio de «a» por «y» posiblemente se trate de una errata de imprenta.

[32] De entrada el título del libro, Aurora. Amor. Domingo, adelanta un contenido placentero pero, una vez conocida la angustia que encierra y que JDV pensaba titularlo Aurora. Dolor. Sábado, se deduce que su significado positivo es aparente: «Aurora» es sólo un momento necesario para desprenderse de la angustia padecida en la noche. «Amor» se refiere al que siente por Dios pero no es correspondido y, por tanto, es desamor. Y «Domingo” es una metáfora del final de su camino a la montaña, que no le ha proporcionado descanso sino angustia.

 

Fotografía cabecera: Plaza Mayor de Mérida