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Inefable domingo de noviembre

INEFABLE DOMINGO DE NOVIEMBRE [1]

A Ángel

A Myriam

Joaquina y Jesús [2]

HOY ES AYER [3]

  1. L. Borges

I

HOSPEDAJE DE LUZ [4]

PERFIL DE NOCHE

Es de agradecer haber despertado

una vez más, siempre única,

a Dios.

Cautivos estamos, noche aún,

maitines, frío recogido

en rincones de plazuelas,

penumbras de nostalgias,

en celosa armonía de perfiles.

Desnuda vida de sábanas,

sudario de lecho desvelado,

por si estuviésemos muriéndonos

en ellas.

Filo de amanecer, en surcos

arrincona viento suave,

imágenes de antes.

Supervivencias dejadas al olvido

cuando vamos sin saber adónde.

Ojos, nace la mirada,

abandonan el cuerpo

a la casualidad de lo encontrado.

La palabra es gesto

donde quisiéramos

otra manera de escuchar

contemplando ratos no poseídos

que fueron recuerdos vaciados

que otro hombre no dijo.

Nos encontramos con quien nos esperaba

en la puerta de la melancolía

velando el ritmo

donde no sabemos cuándo estuvimos

solos. Sencillamente unidos.[5]

Murmullos orillan una pasión[6]

que crece cuando avanzas a tientas,

navegando contenidos de secretos,

nombres inefables, inmersos

en el recuerdo no nacido.

Y no supimos nada más.

Surgen tapices, arboledas,

donde paisajes y hombres

se conjugan en suntuoso latir.

Sombra que cubre cuerpos de gentes,

volumen de enamorado viento,

publica desengaños, noticias

de cosario, estrellas,

dudosas y trémulas siluetas

esparcidas en suelo manuscrito.

Contagiamos sorpresas y misterios.

Ropa interior del aire

colgada en las llanuras

y en tremendas montañas dilatadas.

Dentro, algo que no acaba de decir

identidades; tejados, tapias, calles,

transeúntes emparedados asilos.[7]

Miras a lo que esperas

y no aparece nadie.

Desdoblando circunstancias

los momentos coinciden

con la historia.[8]

Ausencias de espaldas a la vida:

es la hora de los fusilamientos

y estallan paredones

que circundan camposantos.[9]

El estruendo, siempre de ayer,

nos sobrecoge.

Cementerios perdidos,

curiosa antología del destino del hombre,

en un nuevo silencio.

En el ambiente ha quedado

flotando

la muerte del paisaje

y el vuelo de los sueños.[10]

Dios invade con su presencia

el candor del jazmín

mientras el hombre sigue

deshojando calendarios

de su estancia en el mundo.

Provocamos milagros en ausencias

temidas y quedamos, desérticos,

de tinieblas cubiertos.

RINCÓN DE BOSQUE [11]

Umbral de la memoria,

sosiego y espanto

estremecidos al unísono,

descalza nuestro pie,

pisada sentida sobre desnudos,

al entrar.

Humilde servidumbre

nuestro oficio de hombre.

Ejercemos destinos de esperanzas

sin conocer la sentencia a la alegría,

la sentencia al dolor,

presente y ya futuro

y ya la espalda de cada día

mirándonos ayer.

Nos refugiamos donde nacemos.

Porque no sabemos adónde ir.[12]

Siempre estamos jugándonos

en sitios que estuvimos

sometidos.

Polvo de estrellas

en los cristales de las añoranzas,

existencias ganadas a la muerte,

extrañas verdades nos asombran,

se aviva el ansia

de haber tenido sed

y ser saciada donde se ahogaba

el mismo rostro nuestro

de ahora y de antes.

Nos recordábamos quizás

para morirnos.

Abres un libro y lees con emoción[13]

donde te encuentras:

salón de espectadores,

trozos desparramados de niños

para arqueólogos ambiciosos,

Confundimos lo que fuimos perdiendo

con lo que fuimos hallando.

Amamos lo que escribieron

sobre el agua.

Gotas de mar quedan temblando

en el rumor sin ramas sostenidas

de deseos frustrados.

Y la selva del día va

ganándonos para su origen.

Pueblo que solo va,

suplicatorio de lo desconocido,

en busca de contagios.

Nunca logran llegar.

Nunca pueden.

Y siempre el mismo pueblo.

Y siempre otro.

PLENITUD DE SOL [14]

Te esperan por descubrirte

en su manera de ser

y nace el otro

que comienza a seguirte en el camino,

de vísperas y vigilias,

para perderte en tu historia absoluta.

Y no logras llegar

donde querías.

De todas las superficies afloran súplicas,

por eso nace la yerba

en el sendero no andado,

y se pierde el amor

en tanta claridad vertida.

Y no acabas jamás de darte cuenta

de que has llegado por fin

donde trasciendes.

Dentro de ti nos observa,[15]

de incógnito,

indiferente y distante,

a sus vivencias,

otra mujer.

Trapera figura pensativa

-sótano habitado del espíritu-

melancolía recóndita.

Ropa vieja amontonada,

tacto de grises olorosos,

gozosamente consentidos,

curiosa felicidad.[16]

Sondada hace tiempo en la gacela

huida del otoño,

al recordar condesciende

nuestra doméstica ignorancia,

acariciándonos.

Vierte perfume vegetal

donde se queda

a engendrar vida donde su casa,

donde su mundo.

Llora después porque al cuello

un negro lazo le aprieta

y le envejece.

Sobre el tiempo intacto,

pergamino de Dios,

escribe cartas.

La luz hospeda la mañana,

reclama desvelos vacilantes

de sueños recorridos:[17]

rincones ambiguos del salón,

piano cuyas notas

suenan en el aljibe

de luna verde disuelta en el espejo.

Arca esperando guardar

la soledad del verso

con olor de gastadas palabras.

Hojas de nieblas caen

en otoño perdido.

Las cosas reclaman la mirada.

Cosen pañales de alboradas

perdidas en los sueños.[18]

Una vara de nardo se imagina

fantasía de cielo no estrenado.

Se duerme una muñeca

en la nostalgia de una madre.

Cuerpo de regresos lleno.

El patio, cada vez más profundo,

sostenía columnas y se cansaba.

II

DONDE EL OTRO [19]

SOMBRA DE PIE

Alguien está rezando

con nosotros.

No sabemos quién es,

él tampoco lo sabe,

ni siquiera un nombre necesita.

Estuvo y no volvió

dejó su voz temblando

hasta apagarse.

Prodigio del retrato.

Hemos perdido no sabemos qué

y lo buscamos.

No sabemos si fue esta mañana

y cuándo.

Nos engañamos en los descubrimientos.

Siempre nos engañamos

para no sentirnos defraudados.

Destruimos lo que somos

para caer en otros brazos,

vigilando desengaños,

presentimiento de lo imposible,

laberinto para luego jugar

al escondite del amor.

DUELE YA LA MAÑANA

Súbita viene una vieja mañana

de imposibles amigos

fragantes añoranzas

en reflexiones de reproches:

una estampa posee la cariñosa

mirada que perdimos

y sin darnos cuenta

la hemos llevado por calles y por plazas

como una penitencia del refugio.

Sombras vagan las estancias

como letras rotas que danzan

en los razonamientos.

Confusión de sentidos

a través de propias controversias.

Casas rotas enseñando

dormitorios de enfermos,

cuarto de estar con vida almacenada

en las costuras de la imaginación.

Biblioteca con voces apagadas.

La vida perturbada de unas manos.

Sabores en sigilos de sagrario

comunicándonos el misterio humano

que existió, parece,

y no se ha ido.

Estrenamos instantes.

Pasa una paloma

y su vuelo queda atrás [20]

hecho encaje azul,

esencia de pinar,

apodamiento.

Pasea Dios soledades

tremendas de un anciano

cuando nadie lo ve

en la iglesia vacía.

Lo mismo que cualquiera

en el amén del conformismo.

Y hace de sus horas

habitación de estar en los recodos.

Huele a procesión de sol,

a aurora de viático,

detrás, a invernadero.

A pozo donde hay juntos

huesos dormitando y astros,

submundo de noticias

que escuchamos con emoción.

LAS TRASERAS DEL TIEMPO

El hombre investiga esperanzas

en sus diarios soportales,

en conventos y cárceles,

con otros hombres perseguidos.

Juega al claustro

olor a albahaca y enredaderas

con franciscanas manos

acariciantes de piedras

ensombrecidas.

Se alzó por dentro para alcanzar

estatura de deseos.

Para sentirse observador de Dios.

Y velaba en la alcoba del bosque

indescifrable mundo acongojado.

Recóndito el huerto de las monjas,

bóveda de cielo para arcángeles,

Dios, melodía que llena los espacios,

única soledumbre en la mañana.

Nostalgias de memorias

en una claridad de encendidos

jazmines. El lenguaje es puro

verso aleteando en lo que acaba.

Donde dejamos lo mejor que fuimos.

Donde el otro.

Entramos en casa desconocida [21]

e inauguramos indecisiones

que guardábamos sin saberlo

en vilezas de ayer.

Subimos escaleras, tramo a tramo,

acompañados del temor

a lo ignorado,

a nuestros pasos en su crujir

sobre silencios

que dejaron vertidos

fanáticos,

pasiones en la arena.

Nos avergonzamos de estar vigilados,

ojo de la mirilla,

de robar y profanar

y sorprender intimidades.

Nos denuncian. Nos juzgan.

Extraña sensación de prisionero

en el confesionario.

Quedamos aturdidos en el límite del hombre.

Y en la propia novela acobardado.

Cuando, por fin, volvemos a la calle

nos alegra confundirnos

con la gente que va de prisa

sin saber adónde el río.

La calle estaba llena de gente

que no conocíamos:

extraños, distantes, inocentes,

inculpados, inexplicables.

Un tiempo absurdo caminaba

al lado de cada cual.

Entonces fue cuando se apoderó

de nosotros

una triste existencia ya vivida.

Tanta que no nos importaría

morir en el olvido

de nuestro nombre.

TODO CAE

Siempre estamos esperando a alguien

porque no sabemos quiénes somos

y necesitamos revelarnos en otros.

Impresionante bodegón humano,

autopsia a la persona,

brochazo de color enaltecido,

nos funde y nos confunde.

Voz baja de paréntesis.

Malherida la imagen.

Así será porque así era.

Una tragedia suntuosa.

Después, cuando vuelva la noche,

subirán los gatos al tejado de enero,

a maullar, cerrando calabozos

que guardan los crepúsculos,

emblemas y canciones,

en arca del albor.

Nos ha dicho: «Vámonos».[22]

Y nos fuimos con él

a recorrer la ciudad.

Hemos hablado de muchas cosas

que carecían de importancia:

de mujeres que pisaban

caídas palabras otoñales

que deseaban ser recogidas

como todo lo que cae y no siembra.

Hemos visto pasar hombres

que iban o venían

con cuentas en la boca

y cánceres rondándoles los sueños.[23]

Al regresar oíamos pájaros gritar

buscando sitio para dormir en una acacia.

Nos hemos mirado fijamente, cara a cara,

religiosamente.

Atardecía cuando nos despedimos.

Y, ahora, ya solo, me pongo a pensar

en quién sería ése que nos dijo: «Vámonos».

Regresamos entristecidos y cansados,

nos inclinamos dócilmente hacia la tierra

buscando un escondrijo,

apenas nada.

VOLVER ES NO LLEGAR [24]

Dios iba delante de nosotros

siguiendo a un hombre solo

de caminos inéditos.

Hombre agonizante

que transportaba obligaciones.

Corría Dios, corría el hombre,

corríamos nosotros

con ansia de alcanzarlos.

No lográbamos llegar,

Dios era inacabable calvario derramado,

herida suplicante,

necesario peregrino.[25]

Dios procediéndose

para dar lo que tiene a quien

le continúa.

El hombre a quien seguía

éramos nosotros

que a la vez le seguíamos:

incesante misterio acompañándonos.

Vertical muro se levanta

delante de nosotros.

Cae nube polvorienta

que levantó el rebaño

del mediodía.

Alto, sonoro, álamo a medio decir,

lírica sombra de pie.

Ave María: riqueza de amor,

florecida azucena,

se abre la palabra

y se evapora.

Minuto inabordable

esboza el mismo número.

La noria del saludo

saca del fondo la primera

oración.

Siempre la misma flor

se esconde en su perfume.

Se mistifican soledades.

Dios pone sobre la mesa

pan caliente de sol.

Alegría esparcida por el mundo

es una bendición de nuevo hablada:

resucitar a los vivos.

El que iba delante,

entonces no lo sabíamos,[26]

éramos nosotros.

Hombre del hombre

agonizante poseyéndose.

Febril andar por descubrir

en los demás su anhelo.

¿Todo hombre es igual entre los hombres?

Y sin embargo, si no sabes

estar solo

estás perdido.

Y perdido andábamos

la oscura existencia de vivirnos.

Persiguiéndonos,

aunque ermitaños,

en el recinto de una frase.

En la orilla contemplándose un árbol [27]

bajó hasta el agua

y el agua reflejada se hizo árbol

surgiendo lleno de ramas y de trinos.

Así el manantial de la memoria

llega amorosamente

al cielo del recuerdo.

Se perdía para caer de nuevo

y volver a surgir. A suplicar.

Jamás supo que estábamos

jugando simplemente a desvivirnos.

Nada quedaba oculto

ni siquiera el sentir mineral

cuando cristaliza.

Sólo nosotros nos huíamos

por encontrarnos de nuevo

publicados.

Piel de madre. Mañana de domingo.

Campiña evaporada.

Barranco herido de sombra

penetrándole la humedad

del recelo.

Fosa común que cualquiera ha encargado

para enterrar lo que fuera de otro

se le ha caído.

La luz es enorme construcción de ideas

que al monte vivifica

cuando el hombre sube

a cimas de inagotables mañanas

de ayer.

(Blancas espumas de sal

trasparentan pueblos superpuestos.)

Viaje desconcertante.[28]

Descendemos a una sala de espera,

olor a alcantarilla,

revés de casa,

donde dormitan los pobres del mundo

y ancas sudosas de mulas fatigadas.

Fantásticas y dudosas prolongaciones

donde nunca acabamos de llegar

porque ya estábamos sin saberlo.

Habitamos pesadillas de la espera

sin sentido, crucificada en la cuerda

que ahorca, constantemente,

lo que somos

para ser cadáver,

lo que fuimos.

Hablan para evitar profundidades

de sus meditabundos.

Sonámbulo amargo de olivo

reza su abandonado tiempo.

La niebla anuda arboledas con ríos.

Milagro los ojos de Dios

por donde ver la claridad

de nuestra existencia.

Volvemos a poner nombre a cada cosa.

Por eso caminamos.

Por eso nos perdíamos

para encontrar nuestro propio

amparo de noviembre.

Suelo de cielo escondía

para que nadie lo encuentre

lo que jamás lloramos,

lo que quedó de vida distinta,

tremolando en polvo cercado

por el tiempo,

en vivencia evadida

donde todos nos pisan

en sitios que estuvimos

en un ahora de antes.

Volver, recoger olvidos,

perdurar todavía

despertando quejidos de sonrisas.

Leer interrogantes

del hombre que volvía

a recoger miradas.

Del que temblaba de luz

en la raíz de súplicas.

MANTO AZUL [29]

Esparcidos trozos de mañana

se juntan en sus horas.

Calendarios rotos, abandonados,

hazañas memorables,

recogían los hombres en las calles.

Enterrados quedaban

nombres propios,

caballos en su jopar.

Sobre tejados esperanzas

a la serenidad amenazada.

Pobreza de golondrina

era un insaciable instante

bebiendo místicos azules.

Recordatorios de noticias.

Segados amarillos

consumen ojos de fieras.

Dios nos llena de biografías

de mágicas leyendas

e inmensos panoramas

que ya fueron.

Como rosas metidas

dentro de crisantemos.

Dios incesante.

Años para regalo de Dios

en su creación incesante.

En su incesante destrucción.[30]

Sorprendente eternidad

en la muerte que nos acompaña:

Sentimos que nos anuncian.

III

INCESANTE MISTERIO [31]

[PLAZA PÚBLICA DE LA TARDE] [32]

Plaza pública de la tarde:

Cuerpo de Cristo.

Comulga el sol con hombres del pueblo.

Callejas de últimas manifestaciones

del esplendor del día.

Sangra la luz

por todas las rendijas

quedando lecho íntimo

de palpitante confusión.

Víctimas somos nosotros

en silencio hermoso que Dios mana.

Pueblos, colmenas amenazadas [33]

de mal catedralicio,

se estremecen de emoción

porque no acaban de llegar

entretenidos en abrir ventanas a la vida

en la agonía de cada uno de los hombres.

Se aniquilan incapaces de liberar

su ruidoso círculo.

Se revuelven contra sí mismo

impresionándose, destruyéndose

impasiblemente.

Son niños que no saben

lo que quieren y pierden

lo que lloran.

Antes que lo averigüen

serán ruinas de voces contenidas

en un corral de piedras.

Nadie conocerá la verdadera tragedia

y encenderán inmensas luces

para que nadie vea y sepa

que la noche está encima,

inexorable. Y duele.

SIEMPRE VUELVE EL OTRO A ESTA HORA

¡Cuánta alegría el regresar al abandono!

Vivificante devenir

que nadie se esperaba.

Queda insobornable, prodigiosamente,

la rebeldía.

El libro sigue abierto

por donde pensábamos

volver algún día

a leer a partir del capítulo[34]

que dejamos perdido, indiferente,

sobre el mundo y sus cosas,

en los siempres de nadie.

Echa la llave a tus sueños

para que no te perturben.

Huérfano y encontrado al fin

de tanta vaguedad en los enigmas.

-¡Están locos, dejadlos!

-¡Matad sus fantasías!

Y se ríen y se alejan.

Entonces es cuando escribimos,

niño de recreos castigados,

cien veces la palabra silencio

en el cuaderno.

Paseamos un país de indiferencias[35]

ahorramos lo abandonado,

lo inexplicable,

lo no acordado,

las posibilidades

cuando tenemos las manos llenas

de una secreta y rara indignación

por la palabra no encontrada.

Porque soy uno de vosotros

nunca os entenderé.

Juntos cruzamos senderos

que bajaron de la montaña al mar

girando al viento su andariega existencia.

Vuelo de lo incierto

por conseguir cenizas esparcidas

en un paisaje donde estaremos

analizándonos.

Nadie va a saber tu verdadera identidad.

Ni que llevas adioses de tardes

todavía.

Pero es igual, alguna vez,

todos los hombres que fuimos

se fundirán en un solo dios perdido

en los brazos del tiempo.

Dichoso aquél que encuentre

un hombre solo.

Y sea él.

EL VUELO BUSCA CUERPO [36]

Sala de espera, en la estación,

adormilada.

Pasan trenes, sobre arcos de puentes,

hacen vibrar cigarras,

árboles, canarios amarillos,[37]

la vía que pisaste.

Entra por la puerta

el campo ardiendo.

Las hojarascas se arrinconan.

Traseras de casas

con yerba avergonzada.

Tábanos preñan de temblor

el aire sucio, cansado.

Estelas de caminos huelen

a añoranzas de cañadas.

Traslucen náufragos

las almas de las gentes

en el atardecer perdido.

Juntos, unidos,

escuchamos, muy lejos,

la música nostálgica,

la llamada, el nombre.

Agua honda y cristalina

guarda estampas esmaltadas

de cielo que caído

nos envuelve.

La posada del día nos cobija,

limita nuestro cuerpo a tanta huida.

Somos objetos olvidados

en mágico desván de algún cadáver.

Nos convertimos en leyendas

de sangrantes heridas

que parecen de ayer

y nunca fueron.

Muros de cristal de atardeceres

son continentes de paseos.

Bebe el sol, alondra en los trigales,[38]

aire enjaulado de la espiga.

Amapola sueña en la solapa de Dios

sus razones.

Tardamos mucho tiempo en enterarnos [39]

que la que nos esperaba en el rincón

de su pasado

se convertía en discordia

de las indiferencias.

Y ponía debajo de la luz

sombras para arroparse.

Pasa el último tren

convocando lejanas ansiedades:

el mundo se mantiene de quienes le destruyen

para ganar de nuevo la ausencia

de la espera.

Rompe el sigilo la canción

y las trompetas persiguen

al ciervo huido de la tarde.

El tren debe estar lejos,

ajeno a nuestro oído,

camino de algún túnel[40]

haciéndose murmullo de ciudad.

Dónde inocencias perdidas.

Dónde ganar al hombre

que juega a contemplarse

en reloj sin agujas.

La tarde ornamenta

con inmensas columnas

el templo de la vida.

La huella donde buscamos

lo que fuimos nos lleva

a comulgar, en el altar

que levantaron en el paisaje,

con nuestra propia soledad,

con la solidaridad humana.

En el reflejo del espejo

no nos reconocemos

imitándonos.

Aire bajo y sucio,

deshoja los espacios guardados

en lo temido,

dentro de una muchacha

violada entre la yerba

oscura del anochecer.

Riegan lágrimas rostros

de vírgenes alzadas, cáliz de palabras,

en las que habitamos, bebemos.

Hambrientos sueños

en las garras de rapaces

rasgan entrañas de desencantos.

Destrucción de lo encontrado.

Desolación de lo probable.

Desierto infinito del amor

que no fue

crepúsculo de bella melancolía.

Baja hasta nosotros

la habitación del campo

donde dormitan las tardes

de domingo.

Niebla, momia velatoria

sin futura libertad,

es mueble para tacto solemne,

sólidas y profundas

voces apagadas.

Que un día alguien encenderá.

ALGO HEMOS QUEDADO AHÍ [41]

Abandonamos para prodigarnos

en la ternura que nace de la tarde

en su trasparencia de encuentros

añadidos.

Recuerdos y nadas nos resumen.

Creemos en la resurrección de los fracasos

cuya culpabilidad ha sido sólo nuestra.

De los deicidios.

De los que se fueron y nunca volverán.

De las impaciencias y de las sinceridades.

Nosotros somos los únicos culpables

de crucificar alegrías en los cipreses.

Y por otras cosas que callamos

al no vivificar a vivos

antes que a muertos.

Nos entierran en ellos pluralizándonos

porque saben que uno sólo

ha sido lo que todos.

Esperamos la noticia que nos sorprenda.

Deseamos juntar lo que somos

con lo que nunca conseguimos ser,

en un anochecer de propia sepultura.

Besamos cenizas mezcladas con arena

en nuestro cuerpo

y no nos atrevemos a escupirla.

Suena canción de amor [42]

en la colina

que canta una niña perdida y sin camino.

Seguíamos atentamente

escuchando su voz

cuando ella no estaba

ni entre las ramas de la armonía

ni jugando en la sombra

caída del aroma.

Ni en la cueva que acostada

en el monte anida

agua oscura.

Nunca la vimos por cotidiana.

Insistencia inacabable

de esas tardes que ves

y ya la noche.

Pisamos algo muerto que se nos ha caído.

Nos sobresalta.

Una mano nos para en mitad del camino

para hacernos nuestra propia noche,

es decir, pequeño y allegado.

Nos devora una carcajada

desprendida de la laguna de las horas.

La voz de Dios retumba.

Para vernos apagamos la luz.

Nos escuchamos donde antes.

Nos dormimos en otro cuerpo

que no es el nuestro y nos cobija.[43]

Quizás la muerte sea

unas horas, cualesquiera,

de recuerdos y olvidos

encontrados.

Y estar solo.

En la mano que extendemos

un gigantesco lunes

amanece.[44]

NOTAS

[1] Este título anuncia el lamentable estado emocional del poeta, que se encuentra desorientado en la sordidez de una existencia sin  Dios. En la portada de IDN aparece el nombre y los dos apellidos del poeta, el título en tinta azul y un dibujo (el mismo que ilustró el poema «Sepulcro del inquisidor Corro» de La montaña). En la portada de IN, sobre un fondo verde, se encuentra el nombre y el primer apellido del poeta, el título y «Colección Bahía. Algeciras. 16». Las medidas de la edición de IDN son 24 X 17 cms. y de la de IN, 20 X 13´5 cms. La redacción transcrita es la de IDN, porque era la auténtica para JDV. No obstante, cuando es necesario se recurre a la edición de IN.

[2] Se trata de Ángel Sánchez Pascual, promotor de la edición; de su esposa María López Ollero (Myriam); de Joaquina, la esposa del poeta, y de Jesús, su primer hijo. La dedicatoria en IN añade «Mª» a «Joaquina”. Ángel Sánchez Pascual es profesor, poeta, premio Adonais 1975 con Ceremonia de la inocencia (1976) y autor de otros poemarios como 10 poemas de amor y otros versos (1971) y Epopeyas ínfimas (1990). Mantuvo con JDV una afable relación que se manifestó en la edición de IDN e IN, varios artículos como «Jesús Delgado Valhondo, un poeta en Extremadura» (Alcántara, nº 15, 1982) y poemas como «Un árbol solo» (Badajoz, Kylix, nº 29, 1993). JDV, en correspondencia, lo incluyó en la despedida de Huir. Sánchez Pascual ha mostrado recientemente su aprecio en la promoción de la Fundación Jesús Delgado Valhondo (27-9-02). María López Ollero es profesora y dedicó a JDV la comunicación «Religiosidad en Un árbol solo de Jesús Delgado Valhondo» (II Congreso de Escritores Extremeños, Badajoz, 1982).

[3] Esta cita anuncia la fuerte preocupación que JDV siente por el rápido paso del tiempo a esta altura de su vida y de su obra. La escogió de la última estrofa del poema titulado «Rubaiyat» del libro Elogio de la sombra (1964) de Jorge Luis Borges: «Que la luna del persa y los inciertos / Oros de los crepúsculos desiertos / Vuelvan. Hoy es ayer. Eres los otros / Cuyo rostro es polvo. Eres los muertos». Esta expresión afirmativa apareció redactada a la inversa («Ayer es hoy») en el v. 26 de la elegía «A mi hermano Juan» de La vara de avellano y concluida en el poema «Me están llamando desde África» de su siguiente libro Ruiseñor perdido en el lenguaje: «y donde es ayer y es hoy, todo es ida».

[4] La palabra “hospedaje” significa “dinero que se abona por un alojamiento temporal”. Metafóricamente, este sentido es aplicado por el poeta al título de esta parte con el significado de “Tributo que se paga a la luz”: La luz del amanecer libera al poeta de la angustia provocada por las sombras de la noche. Pero, a cambio, tiene que afrontar las circunstancias de una realidad anodina y desesperanzada, que le hace presente la luz del día.

[5] En ambas ediciones, este verso tiene una falta de concordancia pues dice: «donde no sabemos cuándo estuvimos / solo. Sencillamente unido».

[6] IN: Antes de este verso, hay un título «El día seca la mar», que no aparece en IDN.

[7] IDN: «transeúntes emparedado asilos». IN: Esta falta de concordancia está corregida.

[8] IN: “Desdoblamos circunstancias / y los momentos coinciden / con la historia”. Quizás este ajuste pretenda sustituir “Desdoblando”, que convertía la acción en impersonal cuando el poeta venía empleando la primera persona del plural.

[9] IDN: «que circulan camposantos», expresión que no tiene sentido. IN: Se corrige este error de transcripción.

[10] IN: «y vuelos de Cristos». Este cambio indica una progresión desde los sueños a una realidad más concreta de contenido religioso. Esto se debe a que el poeta se resiste a caer en el escepticismo y, una y otra vez después de momentos de dudas, siente la necesidad de Dios a pesar del fracaso de su búsqueda.

[11] Ed. Hoy (Badajoz, 28-11-93). IN: No aparece este título aquí sino más tarde encabezando otros versículos.

[12] En ambas ediciones pone “donde ir”, pero resulta evidente que el poeta quiere indicar indirectamente su desorientación y, por tanto, debe usar el adverbio interrogativo “adónde”.

[13] IN: Antes de este verso, aparece el título «Música entre hojas de libro».

[14] IN: No aparece este título.

[15] IN: Antes de este verso, aparece el título «Rincón del [sic] bosque».

[16] IN: Los cuatro últimos versos dicen: «Ropa vieja amontonada, / tacto de grises olorosos, / gozosamente consentida, / curiosa felicidad». La variante supone un simple cambio de concordancia: En IDN, «consentidos» se refiere a «grises olorosos»; ahora el poeta hace concordar «consentida» con «ropa vieja amontonada» quizás porque la versión de IDN podía interpretarse mal (suena a ropa sucia y maloliente), sin embargo, la de IN no presenta ambigüedad y es mucho más sugerente, pues tal expresión se refiere al paso del tiempo, que encaja con el contenido del libro.

[17] IN: «La luz hospeda la mañana, / reclama desvelos vacilantes / de sueños». Esta reelaboración es una muestra de que en esta edición existe un mayor grado de síntesis en la expresión debido a un trabajo de lima posterior a la edición de Cáceres. La supresión de «recorridos» en la de Bahía se debe a que resulta más sugerente dejar «de sueños» en un verso solo y a que «recorridos» era una redundancia, porque se sobreentiende que, cuando se entra en un sueño, también se recorre.

[18] IN: «Cosen pañales de alboradas / perdidas». La supresión de «en los sueños», se debe a que es más sugerente dejar «perdidas» sola en un verso porque alarga la idea de este adjetivo, que indica las alboradas perdidas en la realidad y evita la repetición de «sueños» que aparece unos versos antes. Esto supone también la confirmación de la tendencia hacia la síntesis, que se produce en IN, y una vuelta del poeta a la realidad desde regiones abstractas.

[19] Este título tiene un doble sentido: El otro es la voz de la conciencia del poeta y es también el tú. Ambos se relacionan íntimamente con él: Su otro yo, en su mente y el tú, en la realidad. Pero ninguno de los dos le aliviarán su angustia, pues el primero es el espejo de sí mismo, es decir, de su imperfección, finitud y soledad, y el segundo es la reproducción de este cúmulo de negatividad en otro ser humano. El título viene a constatar que el poeta se siente un ser humano más y que, por tanto, ya sabe cuál es su triste e inexorable destino.

[20] IN: «y su vuelo queda detrás». Esta variante resulta más estética, porque en la edición de Cáceres el vuelo se pierde en el espacio y, sin embargo, en la de Bahía el vuelo deja una estela detrás de la paloma y el verso gana en plasticidad.

[21] Este versículo y el siguiente fueron editados como un poema independiente con el título de «La casa desconocida» en RFF de Badajoz, 1982: «ojos de mirilla» (v. 14); «extrañas sensaciones de prisioneros» (v. 18) y «Cuando, por fin, salimos a la calle» (v. 22). Se trata de ajustes de estas expresiones, a las que modifican sutilmente.

[22] IN: Antes de este verso aparece la dedicatoria: «A Manuel Pecellín Lancharro» que, teniendo en cuenta la existencia de anotaciones del poeta en el original, aparecería en él escrita a mano (quizás como nota recordatoria del poeta sobre un asunto ajeno al libro) y, por ese motivo, fue tomada como definitiva por el editor de Bahía. Este dato confirma el respeto de este editor al texto original que, al no aparecer tachada la dedicatoria, la reprodujo sin pensar en nada más.

[23] Los cuatro últimos versos tienen una elaboración parecida en «Ciudades-palabras» de Aurora. Amor. Domingo: «Y el hombre -fracaso eterno- / […] / que va leyendo y leyendo / cada día, cuando pasa / con su pan y su trabajo, / su cáncer creciendo entrañas / de este lado para el otro:».

[24] IN: Este título no aparece. Como poema independiente con el título que tiene en IDN, fue editado en El pozo de la comunidad (Mérida, nº 6, 1984).

[25] IN: «necesario peregrino sucediéndose». Este cambio rompe la tendencia hacia la síntesis y, además, resulta extraño el añadido de esta palabra, porque el verso siguiente dice: «Dios procediéndose» con lo que se encuentran la rima de dos palabras que, además de ser extensas y estar en gerundio, fracturan el ritmo. Quizás por este motivo el editor la suprimiera en su edición creyendo que era un desliz del poeta, pues no debió aparecer tachada en el original ya que la respeta el editor de Bahía.

[26] IN: «lo sabíamos». Esta reducción vuelve a la expresión sintética, pero esta vez no por deseos de concisión, sino porque el poeta ajusta este verso a lo que dijo anteriormente en los vv. 16 y 17: “El hombre a quien seguía / éramos nosotros”. Esta idea ya aparece en Un árbol solo y significa que el ser humano es consciente de la necesidad de verse reflejado en los demás para conocerse, pues sabe que no puede vivir en la más absoluta soledad.

[27] IN: «Un árbol en la orilla contemplándose». Se trata de la reestructuración del hipérbaton para destacar la imagen del árbol solo que se encuentra a la orilla de un río, contemplándose en sus aguas. Colocado al final, estaba perdido en el verso.

[28] IN: Antes de este verso, aparece el título «Volver es no llegar».

[29] IN: Este título no aparece.

[30] También JDV expuso esta concepción de la existencia como un proceso de creación y destrucción en el relato «José y Joselito» de Cuentos (1986): «El problema de Joselito consistía en ser un hombre como José. José le decía: ‘Ya llegarás. El tiempo pasa constantemente, sobre todo, destruyendo y construyendo. Matando hombres y matando niños cuando los convierte en hombres», p. 41.

[31] En este título el poeta expresa su angustia y su decepción, después de comprobar que es imposible entender la existencia ni siquiera realizando un esfuerzo de íntima reflexión, pues sus múltiples y complicados enigmas lo desbordan como si padeciera ceguera intelectual. Y tampoco le ha valido pedir ayuda a sus semejantes, porque se encuentran tan ciegos como él.

[32] Tanto la primera como la segunda parte comienzan con un poema titulado. Por este motivo, sorprende que el primer poema de la tercera parte no tenga título en la edición de IDN ni en la de IN. Esta omisión puede tratarse de un olvido del poeta o de la imprenta y por ello lo titulamos con el primer verso.

[33] IN: Antes de este verso hay una anotación manuscrita del poeta a lápiz: «Mérida romana. Teatro romano», que se refiere a los tres últimos versos de este versículo y debió tener una finalidad recordatoria para el poeta sobre un punto clave de su libro cuando lo comentó en algún acto.

[34] IN: «leer / a partir del capítulo». Con esta leve variación el poeta evita el encuentro de la rima interna «volver-leer» y la perífrasis «Volver algún día a», que era innecesaria y, además, deja «leer» en un verso solo con lo que hace más sugerente esta acción y alarga el sentido trascendente de esta palabra en el texto.

[35] Se refiere al desencanto que le produce su entorno donde no encuentra más que desinterés por resolver los problemas trascendentes, desidia por la cultura y, en definitiva, indiferencia cuando se trata de construir una sociedad más justa y solidaria.

[36] IN: Este título no aparece.

[37] Este verso recuerda otros del poema “Notas del viaje” del borrador de Pulsaciones: “Bajo un álamo / de pájaros que reverdecen, / la canariera amarilla / se torna de color verde”.

[38] IN: Antes de este verso, aparece el título «El vuelo busca cuerpo».

[39] IN: «Tardamos mucho tiempo en darnos cuenta». Esta variante persigue el objetivo de evitar el encuentro de «en» con la primera sílaba de «enterarnos» y adapta el significado, pues «enterarnos» es producto de un proceso intelectual, mientras que «darnos cuenta» es un asunto de conciencia, que es lo que predomina en este libro.

[40] En el relato «El descanso» de Ayer y ahora (1978), el protagonista cuenta un hecho relacionado con la concepción que JDV tenía de este concepto simbólico: El tiempo destruye al ser humano y lo abandona inservible al final de su vida, para que sea atrapado por la muerte: «Cogí la maleta. Atravesé el pasillo. Respiré en la calle. En la estación me dijeron: ‘Ahora llega el tren de usted’. Era un tren raro. Se entraba en él como en una sombra humana. ‘¡El túnel!’ ‘El túnel’. Se hizo noche interminable. Noche y abismo. ‘¿Adónde vamos?'», p. 124.

[41] IN: Este título no existe.

[42] IN: Arriba de este verso aparece una anotación manuscrita del poeta: «Anochecer», que resume el contenido de este versículo en general y de los tres últimos versos en concreto.

[43] IN: «Apagamos la luz para vernos. / Nos escuchamos desde lejos. / Nos dormimos en otro cuerpo / que no es el nuestro». Es otra reelaboración que reestructura un hipérbaton, esta vez para colocar la acción de apagar la luz, idea principal, al comienzo de la oración y destacarla sobre la razón del hecho («para vernos»), que es secundario. Con tal alteración, la imagen resulta más estética y la paradoja queda más remarcada mostrando la desorientación en que está inmerso el poeta. «donde antes» es cambiado por «desde lejos», para indicar esa misteriosa realidad en que vive el poeta que, en esta ocasión, gana terreno a lo concreto haciendo más sugerente la expresión al distanciarla en el tiempo. La supresión de «y nos cobija» sigue la línea sintética de este libro y, además, evita una contradicción pues el poeta habla de su doble identidad que le da constantemente problemas, pero nunca cobijo.

[44] La edición de IDN no tiene índice, en cambio la de IN lleva uno después de estos versos donde se especifican los títulos de las tres partes del libro. Además, debajo del índice, aparecen estos versos: «Todo es / sólo un día, / apenas un rato» que, según declaración del propio poeta, recogen la idea central del libro. Por tanto, su colocación al final llama la atención y más si se tiene en cuenta que el poeta los ha manuscrito en la edición de IDN debajo de la cita de Borges («Hoy es ayer»). Estos hechos indican que la idea primera del poeta fuera colocarlos como una segunda cita para recalcar más su preocupación por el tiempo al abordar el poemario. En la página final de IN, aparece un breve estudio biobibliográfico y, en la contraportada, se pueden leer, en tinta verde, los versos finales de «Sombra de pie», primer poema de la segunda parte, desde «Hemos perdido no sabemos qué» hasta «al escondite del amor».

Fotografía cabecera: Presa romana del embalse de Proserpina

Un árbol solo

UN ÁRBOL SOLO 

 

DESNUDA SOLEDAD [2]

A José Miguel Santiago Castelo [3]

«Eres tú y no lo sabes

tu corazón te late y no lo sientes …

¡Qué plenitud de soledad, mar solo!»

J.R.J.[4]

Se tiende el campo a descansar.

Subiendo está mi cuerpo de hombre solitario

la montaña

en esta hora del día que deja caer

frutas entre los labios del paisaje.

Todavía una luz dulcemente

quema unas palabras

en busca de su nombre y apellidos.

Sube el silencio, cadáver del sonido,

a cimas deseadas,

brotando donde no se duerme jamás.

Se desangran estrellas y caen sobre los árboles,

sobre la yerba fresca,

sobre piedras en color vencido,

depositando larvas estelares

por la rendija del alma de las cosas.

Se vencen los senderos

ante pisadas invisibles,

humanas huellas enterrando flores,

debajo de la piel del universo.

Se quiere lo que no se amó,

a su debido tiempo,

lo que vuelto de espaldas

se desnuda de historias

y futuros,

como el olor de la rosa que no sabe

lo que ha perdido una tarde de invierno en primavera,

los infinitos dejados a la aventura,

esconden los instintos,

marchitan los besos olvidados,

los escritos de yerbas en el aire.

Alas heridas de la idea

igual que ese sonido

incapaz de encontrar pentagrama

que lo salve.

(De pronto desciendes al fondo

a contemplarte

y en un espejo roto encuentras una[5]

figura de ti mismo tan llena de sorpresas

que hasta te desconoces

encontrando otra vida,

otra manera de multiplicarte.)

Alto es el monte que debes subir, Jesús.

Un insondable abismo de hombre solo.

Ahí está el origen del vientre,

la madre del sustento,

regresos a horas que nunca fueron tiempo,

donde quemas memorias de un dios

que eres tú mismo.

Y otra vez en caminos solitarios,

como siempre.

Sólo la tiniebla tiene llaves

para cerrar la noche de una alcoba,

presencia ciega.

Menesterosos somos de Dios,

muertes vidas,

recuerdos y lágrimas,

paisajes que volando la memoria

trae tragedias de inmensas alegrías,

en sucesión continua,

repartidas,

en existencias de días y plegarias,

clausura de secretos,

de casa que perdimos.

(Todo es un desierto

que pueblo a mi manera.)

Vosotros me diréis quién soy

que yo me desconozco hasta el punto

fatídico de estar siempre esperándome.

«A donde me esperaba»

Juan de la Cruz

Llevamos subiendo montes mucho tiempo,

tanto que nadie me recuerda cuando subo,

escondido, infatigable,

olvidado, féretro de momentos,

camposanto de puertas derrumbadas,

de las tumbas abiertas, profanadas

por los nadies del mundo.

(Pongo la frente en el barro obstinado,

la palma de las manos, mi corazón dormido,

implorando la voz que me responda.)

Sigo buscando la cima …

En la ladera un lagarto devora grillos,

relámpago, urgencias, abuelos empapados de vino,

la amarillenta carta del campo.

Quisiéramos ser el rayo verde del lagarto

tendido en playas de evidencias,

en playas insultadas,

meditando sol, arañas,

la vuelta de la esquina.

El pasado

como la luz olvidada de unos ojos

que acechan el último desnudo

de mi animal posible.

Y el espacio, es todo donde cabe

un cuerpo consumido solemnemente,

solamente en su ritmo.

Así la soledad acariciando

la misteriosa e inagotable esencia

de la vida,

incomparable compañera

de las horas que caen en el vacío.

«La música callada».

Juan de la Cruz

Dichosamente cabalgan potros de lluvia,

fugas de fragancias campesinas

entre ramas de almendro que florecen

en el fondo ubérrimo de la gloria.

Libres golpean el agua, la yerba húmeda,

orillas de caminos;

felices van

escribiendo poemas de verdes yerbabuenas

que tropiezan con el son de un viento subterráneo.

Sueñan cumbres. Y la cumbre se deja contemplar

cada vez más lejos, más huida,

y nace una nueva soledad del tiempo muerto.

Hemos perdido la cuenta de las llamadas,

de la piedra que tiramos

para convertirla en mundo,

de tanto tiempo que llevamos subiendo esta montaña:

¡tanto! que no acabamos de llegar.

Quizás la cima esté aquí,

en cada uno de nosotros

donde no pusieron bandera,

ni mirada, ni pie,

y no nos atrevemos a encontrar

nuestra propia destrucción.

Debe de haber un momento,

un instante supremo

que se repita

y ser esa la cumbre de la montaña

que anhelamos perdida

sin saberlo.

Cuando regreso a mí, noto que soy auténtico

ser viviente, recién llovido suelo, cama,

intento subir a la ambición

de mi impaciencia.

Siglos hace que voy buscando solo,

nadas de mi soledad,

infinita pobreza, deshojadas distancias,

fosa del ser que está ya dentro.

A solas peno, a solas voy

con bagaje de cuentos y poemas

intentando encontrarme,

tener mi ser extraño,

sentimental,

conmigo.

«¿Cómo llenarte, soledad,

sino contigo misma?»[8]

Luis Cernuda

En pleno campo me desnudo

(desnudo me avergüenzo)

intentan mi piel y mi nombre,

entran en mi casa,

encienden la luz

(¡me miran muchos!)

Me acarician dulcemente.

Me tapan unas manos invisibles.

Descubro los que pisan la noche

profundamente conmovida.

Me asomo a ver la calle

y vuelan mariposas amarillas.

En todas las ventanas

agoniza un enfermo

que llena las aceras de lepra

y cera virgen.

Yo también soy enfermo

que deja por las calles podredumbre,

vomitadas noticias de borracho,

soledad prostituida

en cada esquina.

Distante, enardecido, fervoroso,

está lo que deseo.

Nieva en la noche de bosque no habitado.

Así mi soledad,

amante casta del momento mío

para olvidar lo que no tengo.

Y cae la nieve en mí y en la distancia mía.

¿Qué vamos a dejar a Dios de herencia

sino mapas en blanco, ilusiones frustradas,

soledad y esa nieve que nos cubre

perdonando al tapar nuestras preguntas?

La voz no sale de mi cuerpo,

quiero pedir ayuda y ya no puedo,

(¡la voz me pesa tanto!).

No van a oírme; nadie, aquí;

pierdo mi espacio una vez más:

todo, lejos: mundo, cumbre, espinas,

agudas indiferencias,

huecos de gritos de lamentos.

Y es que el cielo se abre para que todo pase

y seamos el imposible gobernador

del barco que navego.

Sangran las venas de mis años

prodigios tras prodigios,

hasta inundar mis ojos de mar muerta,

hasta escuchar una oración fantástica

de una prostituta en el recinto

de los abrazos perdidos

en un estercolero de jardines.

La fiebre sube la montaña,

sólo mi fiebre, delante de mí,

alcanza la montaña,

¿no soy yo quien va delante?

Mi cuerpo es banco de piedra

que se ha quedado en el otoño

del parque del olvido.

Se anuncian abandonos, contagios, maldecidos,

condenados, ley de vida,

la realidad de los objetos.

Mi soledad, aurora luminosa,

encontrada ahora mismo,

ya no la pierdo, la contengo.

Con su dolor de hembra asesinada

en altar que mantiene sacrificios

de hombre fecundado de verdades.

Yo soy mi soledad.

En ella habito altura y me confieso,

me desprendo de tierra, como el águila,

aunque una mano extraña me lo impida

tapando la vergüenza del desnudo

encarcelando carne en los instintos.

Refugio del terror en donde el día

siempre se ve detrás estremecerse.

SOLEDAD HABITADA [9]

A Manuel Pecellín Lancharro [10]

«Al borde del sendero

un día nos sentamos».

Machado

Sin respuesta posible:

noche plena para vivir la casa,

cuerpo silente, baño que habitar se desea.

Abrimos de par en par nuestros cansancios:

no ocultar la noticia de hombre solo:

fruto enterrado bajo tejas:

donde gentes devoran vírgenes;

inventamos victorias y fracasos;

honran, enorgullecen, alardean.

Y la vida no es nuestra, nos la roban.

El sueño es una pregunta.

¡Qué extraño es el silencio!

Estoy debajo, oculto. ¿Nada espero?

Con mi lamento doy, áspera roca,

no me vale arañar. El dolor de esas uñas

que gasté en el camino hace ya siglos,

me convoca.

Subo al lado de alguien que no conozco,

siempre tiene la cara de perfil,

un compañero que me condiciona

constantemente, pisando donde beso,

muriendo donde vivo,

viviendo donde muere mi palabra.

¿Quién se va? ¿Quién se queda? ¿Quiénes son?

¿Es que mana de mí dolor de tiempo?

Entro en busca de vosotros, voy hacia vosotros

los que habitáis, solos,

desde el principio, en las calles,

en las plazas públicas, en moradas

azules, entre papeles, en pleno bosque,

entre yedra creciente lamiendo el muro

del castillo encantado de aquel cuento,

en los asombros,

entre el musgo sombrío de la catedral,

secretos de sombra,

paredes de remansadas aguas,

fondos percibidos

seres despoblados.

Cuando os encuentro desaparecéis,

quedo vacío, roto en mil pedazos.

Peno sobre pedazos.

Y camino …

Me persigo, que es perseguir lo que no existe.

Es que ¿también la muerte pare?

¡Qué luz pare la muerte tan de noche!

Cuántas ansias de alcanzar el monte mío,

lo que me vence. Subo enloquecido,

lleno de impaciencias

parezco un suicida enamorado,

lleno de confusiones,

no puedo ver los pies que me pisaron.

Habito de nuevo mi soledad.

Hoy me fluyen seres extraños,

no entiendo su lenguaje

pero sí la colmena de doliente armonía.

Venid. Tengo la puerta abierta.

Entrad, fantasmas del recuerdo,

semblantes agónicos,

cadáveres líricos,

travesuras de Dios.

¡Todos al barco de mi mar!

Que de todos los niños que yo fui,

detrás de atardeceres de embalsamados días,

una pasión me sube a la esencial vivencia

de enamorada niña muerta.

Venid y descubrid la fuente serena

que brota en mi tristeza.

Sentaos a mi lado

para pasar las hojas

en un libro de estampas.

Escuchemos estampas

en sus ocios suaves.

Contemplemos estampas

inquilinas del tiempo.

Desde una mirada veremos aquello

que no fuimos

y quisiéramos haber sido

inventando cimas,

deformadas ausencias.

Ayuda que nunca llega.

Espesura salvada

a base de mentiras.

Inexplicablemente obstinado,

Dios naciendo, va sucediéndome.

Y ese Dios es mi historia y mi destino.

«En los escombros suena

una sinfonía familiar»[12]

Escombros nos vigilan.

Muchos montones de escombros

sosteniendo borrosas agonías

donde andan carcajadas humanas,

carcajadas antiguas;

quejidos agresivos,

herrumbrosos.

Nadie escucha a los escombros

las dolidas preguntas

de su soledad arropada

a cambio de buscarnos por sorpresas.

Nosotros somos escombros,

un fondo de la ciudad y de los gestos,

esparcidos y convocando un mundo

extraño y familiar.

Se deshacen los dedos,

alas dentro del cielo de la mano.

Hueco en la mano que tiene algo que no vemos:[13]

lenguajes de silencios,

al que nunca entendí

mientras estaba con vosotros,

que lo cierro en el puño

hecho pequeño dios,

para el bolsillo del alma,

en el pañuelo de los adioses.

Soy la tumba de mis muertos.

Los olvidados me desprecian,

-huele mal el olvido-

se pudren confundidos.

Podredumbre y despojos

tras la tapia de ancianas condiciones.

Aún escucho la música soñada

en misteriosa, tibia,

interna resonancia

en feliz mañana embarazada,

rojiza miel del día.

Me encuentro sin espacio,

cogida entre las manos la memoria,

estremecidamente,

hacia mi soledad.

Y me miraban.

Vendrán, dirán: «¿quién es?».

Es bastante decir.

Huiré para volver de nuevo

y, entonces, florecer en soledades

con dolor de existencia.

Cumplido todo en la derrota victoriosa.

Todo.

(Me lleno de imposibles

riquezas melancólicas.)

¿Quién viene conmigo esta noche sin tiempo

a pisar calendarios que secaron

sus días de oscuras esperanzas?

Estar solo: vivir dudas.

Mantenerme de dudas.

¿Vivir es, simplemente,

andar en uno mismo,

en sucesión de hombres

que vas amontonando?

Estar entre recuerdos.

Inventar un momento.

Descubrir el paisaje

que me habita en el alma,

en historias de siempre

que heredé de vosotros,

me llaman todavía

donde todo es posible meditando.

Asciendo hasta la cumbre.

Y bajo hasta mí mismo.

Me entierro en vientre de regreso.

Más cobijo de madre necesito.

Más tierra que cavar dentro del cielo.

(Una madre me invita,

y no es mía sino vuestra,

de todos los que solos

rompen muro de callejón sin salida,

asomarse a un pasado

que entrevemos de templo,

de ruinas, de restos no barridos.)

Subir es desprenderse de algo

que estorba: las raíces,

los despojos del cuerpo,

la vanidad fragante,

hasta alcanzar la cumbre

de nuevo nacimiento.

(Tengo tristeza tan costosa

que su valor inmenso me traiciona.

Penumbra de este bosque desvalido

que atraviesa, sin rostro, mis palabras.)

Llego, entro, demando.

Me siguen vigilando ojos, estrellas, ramas

alzadas, vuelos, invisibles luciérnagas.

Incomprensibles ojos de silencio.

Llevo mi muerto, con los otros muertos,

junto con los demás, dentro de mí.

Fosa común donde viene Dios

a oler mi podredumbre,

a escarbar con sus manos la tormenta

que a punto de estallar llevo conmigo,

voraz amor de mis criaturas.

(Mi Dios es insaciable

de hombres solitarios).

Vuelvo de no sé dónde

-nunca supe dónde estuve-

me multiplico fines y agonías,

me destrozo en vosotros

y no sabéis cuánto dolor me queda reflejado.

Reparto lo vivido:

escenas de tragedias,

paisajes engendrados

en cuadros que no pinto.

Cadenas de momentos donde vivo,

restos de casas y de calles,

supuestos del absurdo razonado,

a cambio de lecturas y lecciones.

Están todos. Nadie falta a la cita.

Hasta los sueños olvidados

que en busca de su imagen me persiguen.

Formas que reclaman mi soledad.

Vivencias que se pierden

en su propia existencia,

alzando ruiseñores,

fértiles, novelados,

para manjar de reflexiones.

En el nombre del hombre:

¿quién me concibe?

Anido soledad

con muebles nuevos, limpios;

con hechizados viejos muebles

en el desván del tiempo.

Habito mi soledad y la soledad me habita.

Es un milagro que hago cada día,

cada noche;

siempre que quiero, puedo;

lo sé.

La ilusión de vivir está

en crear la soledad a mi manera.

Mi doble soledad.

Un sapo entre la yerba

escucha, en mis oídos,

lo que no vemos,

lo que nos contempla,

lo que no somos.

Nos llenamos de cumbres

hasta perdernos en cualquier parte,

voces creciendo,

hombres que indagan quiénes son,

hombres perdidos misteriosamente.

Nunca se hace de noche

en esta habitación

inagotable.

Y siempre es noche fuera

si se agotan los grises

y los sueños.

Penetro

atravesando el bosque de los días,

me pueblo en la fuga,

sigilosamente.

Es que vivo

porque me viven

esta hora de vuelo

en las palabras.

Acabo de romper una mañana vieja

en la memoria que el ayer creaba,

haciendo mil pedazos a los dioses,

hiriendo y maltratando a la viejísima

manía que heredé de pesadumbre.

Porque presiento el día primaveral y alto

aún dentro de la noche a que me pertenezco

y un rastro de existencia perfecta en su candor

me tropieza el contorno de la espera en perfume.

Me roza el contenido abismado de un mundo

sin la pasión exacta, con la tiniebla dulce,

que ponen en mis manos.

Plenitud arrugada que semilla se ordena

y el alma es tacto que palpa la aureola

de cosas con sus ojos cegados e infinitos.

Aquí la libertad recogida en principio

de corazón temprano, nacido de la llama,

edad donde el recuerdo no ha sido todavía

enfermedad del hombre ni concepción de tiempo

ni cauce de la entraña presentida del sol.

Un viento de crisálida espiando venturas

late fidelísimo cerrando el horizonte.

Poco a poco nos nacen locuras y camino,

dependemos del aire que nos tiene cogido,

-araña en crisantemo- la pulpa de la carne.

Agrio momento eterno de la creación vivida

-el ayer no ha nacido porque nadie recuerda-.

El mundo en su principio se nota en las pupilas

que tiene por delante la aurora en el abrazo.

No me acobardaba el frío de perder lo ganado,

los dientes en acecho -la sangre me defiende-

y todo está tan cerca que lo tengo en la entraña.

Siento, amor, los almendros empapados de flores

tus cabellos de sombra en mi trigal de carne.

Visiblemente sola el alma que madruga

y Dios besando todo para lucir su día

primaveral y largo, ancho y granado de brindis.

Mi soledad anida en tristeza que se hace alegría

cuando quiere ser la paz donde golondrina muerta

canta cada mañana su melodía mágica.[14]

GENTE [15]

A Víctor Gerardo García-Camino[16]

«Junto a aquel otro río de noche y de días

corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías».

Jorge Luis Borges[17]

Me llevan con ellos,

humanamente me arropan y cobijan,

vamos camino adelante,

arrastrando los pies, hollando tiempo,

avanzando fijos en una idea

que nadie sabe ni conoce,

la luz arrancada del suelo,

cuando pasamos,

es una vía láctea llena

de impalpables estrellas,

y hacemos tardes, noches, mañanas …

Mi gente.

Mi gente que va y nunca viene.

Mi gente es un río que pasa y siempre pasa.

Siempre pasa la misma gente el mismo agua.

(El sapo se ha escondido

en la verde humedad de mi rincón

y respira conmigo el mismo aire

y me roba la música que invento).

No puedo liberarme, ni siquiera.

Empujan: causa, roca, duele el sueño.

Subimos todos juntos la montaña,

es por ahora el común deseo.

Vamos sordos, ciegos, por tierras

desoladas que habitamos -momentáneamente-

abrazadores del espacio,

y seguimos andando …

Ninguno se conoce a sí mismo;

ninguno somos todos.

Con ellos voy

cabalgo el caballo blanco del tío-vivo.

Me dan su pan y su vino.

Canto, bailo, grito. Vuelvo a bailar.

Vuelvo a gritar. Vuelvo a cantar.

Siempre volvemos a nuestra semejanza.

Pierdo dentro de mí algo que era

como un pájaro en un libro.

No sabría reconocerlos nunca uno a uno,

a todos juntos sí,

porque van sin caretas,

tienen la misma voz.

Una voz de sustento que constante

en oleadas rumorea despedidas

inmensas sin orillas.

Amargan los augurios,

las rosas de la espuma,

los labios secos, los pregones.

Brillan más las estrellas

cuando caen en los árboles y en las cimas.

Nos bañamos en cuerpos,

mar, río, laguna negra, adentro,

en un solo cuerpo que jubiloso se acrecienta,

frente a la fantasía

de otro crecer enaltecido.

Aumenta cada vez más el cuerpo común.

Nos hundimos, nos perdemos juntos.

Y nos volvemos a encontrar.

Es como un juego que inventan sabios

buscadores de muchedumbres.

Rugido de fieras en no sabemos dónde

-será la selva que viene por nosotros-

nos aprieta en el muro

invisible de sombras.

Somos náufragos que nos salvamos siempre

juntos, unidos, abrazados,

con la monotonía de la intriga

aún dentro del silencio,

celosamente guardado, que vivimos.

No me dejan huir

ni acordarme de mí unos instantes.

Sobran recuerdos, trozos, restos,

se tiran al camino,

se estrujan, se maltratan.

Deshechos, despilfarros,

van quedando detrás,

biografía del polvo

para ser estudiada.

Van quedando detrás los excrementos,

estela humana estremecida,

que denuncia el dominio

bochornoso del hombre.

(Ignorado me encuentro.

Más desnudo que antes.

Nadie me mira ni me escucha.

Pertenezco a los otros

a quienes reconozco,

sin querer destruirlos,

porque posiblemente me destruya).

(El perfume del mundo

está rozando el cielo).

Nos vertemos en fiestas

olor humano de las ferias.

Bestia que llega y se cambia,

hecha un temblor de grises,

una montaña que se aleja.

Gente que se sucede.

Agua que empuja al agua

viento que empuja al viento,

hombre que empuja al hombre,

la costumbre que empuja a la costumbre.

Sinfonía de pasos y latidos,

ganamos y perdemos,

nos arrastramos alegremente,

masa de luz que rueda el mundo.

Todos somos cada uno de nosotros:

cuerdos, locos, lisiados,

libres, encarcelados …

Y monte arriba, monte abajo,

para empezar otra vez: montes, peñas,

penas, muros, rejas, calles, nubes,

anhelando la cima.

El que se canse que se vaya.

Nadie se va. ¿Adónde ir?

La encina maternalmente cunea

el vuelo de la paloma enamorada, campesina,

que huyó de indiferencias.

Miro para no veros

(os veo a cada uno de vosotros

en mí mismo si os contemplo).

Miré para enterarme …

y escuché una alondra

escondida en el pan

que me comía.

Esperaban mujeres en esquinas,

hombres en plazas y niños

en jardines y recreos,

con los ojos abiertos a la noche.

En un rayo del alba

colgamos ilusiones los que vamos

a un mundo codiciado,

a un tiempo sin nostalgias,

a tierras de pensadas lejanías.

(Venimos si añoramos

rodando unos momentos de nostalgia).

Querer es voluntad

de vino encarnizado.

Hacen planos: todos nos reímos.

Hacen proyectos y todos nos reímos.

Hacen historia y todos nos ponemos a llorar

al mismo tiempo.

Monte que crece de sí mismo.

Tormentosa amenaza: la guerra.

Hacemos mundos: el mundo.

Allanamos sembrados.

Destruimos a los otros.

Empujamos la tierra,

llenamos los vacíos

de vírgenes y de dioses,

sembramos en el cieno

una nueva simiente

y seguimos subiendo.

Sabiendo que nadie nos espera

en la otra orilla de la vida

que no habrá banderas ni pañuelos,

ni adioses de amapolas,

ni siquiera el suicida

en rama florecida del ramo de la gente.

Vamos buscando algo perdido,

cambiando nadas de esperanzas,

dudas a las respuestas,

quién tuvo alguna vez

una sórdida zahúrda para él solo.

Enardecidos, de misterios, vamos.

Vuelan vísperas, frutos,

pájaros asustados.

A media altura estrellas transparentes

y espíritus de arañas,

que tejen el sol del medio-día.

Se cubren muertes, muertos,

se ordenan, se abandonan

-no sirven- y se guardan

en aguas turbias de encharcadas ausencias,

conmovidas por peces invisibles.

Se cultiva la muerte

y nace de la muerte

-¡oh vocación voraz!-

la humanidad entera.

La cima que buscamos estará

en otro sitio,

en otro monte, más allá;

en otra fábula,

en otra forma ahorcada,

supuesta se dilata.

Aunque lleguemos a esa cima

habrá que subir a otra

para empezar de nuevo

un bosque en primavera.

Sea. Voy con vosotros.

No me esconderé jamás

en la alcoba del cerebro,

en el confesionario,

en el ¡ay! de los lamentos,

en el silencio,

en lo oscuro y bajo de la raíz,

en yerbas de construidas tardes,

en rastreado cielo de yacija.

Quiero ser vosotros

con quien pueble.

Vamos juntos, codo a codo,

hombro a hombro,

llenos de certidumbre,

fecundas canciones

aprendidas después de la tormenta,

cuando la tierra huele

a hembra entre las manos,

a fondo de pasiones muy antiguas

que quedaron detrás de las vidrieras.

Las cosas olvidables

las llevamos, de más, en los bolsillos.

Inmensa muchedumbre,

que viene desde dentro,

nacido manantial

en rocas de montaña,

resto de no existencia,

que selvas vírgenes va arrollando

en la celeste nube de la aurora,

masa con la que Dios construye

su morada de universos.

(La soledad: sólo medida de estatura,

caída, derrumbada,

columna de una ruina

que sostuvieron templo

donde azahares de sol

doran imágenes inventadas).

Llueve sobre el monte: llueve cristal.

Llueve cristal sobre cristales rotos.

Abandonados panoramas.

Todos bailamos al son de lo que tocan.

Vamos unidos, por un invisible

cordón umbilical,

a no sabemos qué.

Nadie oculto en la enramada.

Hay una inmensa mañana

que busca el mediodía.

Cantamos a coro.

Ardemos en una sola llama.

Nos prestan, les prestamos.

Soltamos alegrías anunciando

la nueva buena de la gente.

Descubrimos paraísos.

Inventamos frutas de esperanzas

para aliento común de tantos hombres.

Hospital latiendo en la alameda

mana amorosamente sangre,

vibra, palpa, toca campanas,

enreda dedos en la luz del día.

Delante,

en medio,

detrás.

Caemos según vientos.

Somos nosotros: simplemente.

-¡Pasajeros al tren!-.

Un tren que siempre marcha

dejando inquietas estaciones

al lado del camino.

Nosotros somos mundo.

Construimos.

Atravesamos espejos,

tejados, abismos,

edades, escarnios, historias,

arrancando de cuajo

toro, roca, horizonte,

que se nos ponga por delante.

Nosotros: la gente.

«¿Qué adelanta el hombre

saciar en este mundo sus deseos

ver realizadas sus esperanzas?»

Omar Khaiame [18]

Llevamos a los muertos.

Muertos que están en nosotros

mejor que no dejados

en ese campo entumecido

de pergamino a marchitar

en animal sediento,[19]

abrimos la puerta del espíritu

para que entre el aire

y respiréis amor de huerto limpio.

Tomad lo que tenemos,

besos perdidos

tras la tapia del cuerpo

y poco más nos queda

que daros porque nada tenemos.

Juntaremos la tierra con el cielo,

en la línea de las alas

cuando la tierra vuela.

Como la vemos

desde el fondo del sótano.

Hay quien viene por su sonrisa,

hasta llegar al fin que no queremos,

humillando el sendero de los versos.

Los hay que vienen tristes,

cansados, soñolientos,

servidores sin amo,

arrastrando las venas,

cadenas de otro tiempo,

en busca de misterios

que están dentro de todos,

lago de sombras

añorando cuerpos.

Hay quien viene

con trozos de canciones románticas

para ver si en el coro

encuentra lo que falta.

Hay quien viene descalzo,

perdido

y nos encuentra.

Y quien trae semillas

de hiel en los bolsillos

para pagar las deudas

de otros hombres al hombre.

Aquí todo nos sobra.

Juntos repartiremos

sufrimiento,

por nada;

repartiremos iracundia,

por nada;

repartiremos alegría

felizmente lograda

para todos.

Corren delante

sabios de la piedad,

filósofos del cuento,

jueces de penas,

científicos de probetas,

obreros del color y del aroma,

poetas limosneros,

los que medran …,

no los alcanzaremos.

Ver nuestros ojos,

detrás noche cerrada,

luz de tiempos,

animal de sí mismo,

que nos guía.

Venid los que faltáis,

humildemente,

para ser la soberbia

que jamás se detiene.

«Hablan las aguas y lloran

lloran las almas y cantan»

J.R.J.[20]

Escuchad esas ramas

de sombra encaramadas

en la tarde del barrio.

Escuchad esas aguas

de miradas inciertas

que se asoman a veros.

Escuchad los latidos

del corazón del otro

que contigo amanece santuario.

(Escucha antes que nazca

la música en tu oído).

Dejad a las palabras

podrirse a su manera.

Despójate insensato

del niño de nubes que navega en ti,

de fantasmas, de velos,

del ayer, de la suerte.

Purifica intenciones,

para subir

locuras de quijotes,

pueblos de sanchopanza,

sueños que ascienden tramo a tramo

en escaleras de alas y de ramas,

abismándote en cumbres.

Somos la fe de la existencia,

la esencia de la vida

gente que se refleja

llenando tierras

hasta el más pequeño hueco,

que reserva el instante

hermoso en su fatiga.

(Un hombre solo no cabe

en el ancho y profundo

universal espacio).

Levantamos un polvo amarillo de aurora

que nos sigue y envuelve.

Quien salta la comba azul del horizonte

se da de cara con el cementerio de su aldea.

Lo mejor es seguir como hasta ahora.

Dios baja tanto, tanto, tanto,

que parece uno más;

gente entre la gente.

Uno cualquiera que se alegra

bebiendo vino con nosotros.

Nos fundimos en danzas

de la marcha común.

Dios late en medio de la multitud

y nos abre puertas de ciudades y campos.

Camino hacia la aurora.

Estrenamos trajes, cal y arena,

de domingo.

Hacemos avenidas

de imposibles mañanas,

de pasiones sorprendentes.[21]

Y damos lo que sobra.

Y ya nos bastaría.

Repartimos misterios

en comunión de asombros,

ganadas aleluyas

en comunión de asombros.

Todo lo que tenemos,

lo mejor que tenemos

lo damos a los hombres

inéditos

del mundo.

Seguimos eternamente subiendo

juntos la montaña,[22]

humana masa de pan que a Dios mantiene.

La cima está tan cerca

como esa soledad que mana de nosotros,

cuando pasamos la gente,

los que vamos andando tierras,

silencios, noches, días, tiempo,

sin regreso posible.

Los que vamos.

El destino es así.

Nuestro destino.

Y de nuevo a cantar en el coro.[23]

Danzar en la armonía

de la arboleda de los pájaros.

Y un llorar hacia dentro

para que nadie sepa

que una espina pequeña

se nos clavó en el pie

y anoche no dormimos.

En medio del paisaje,

en la llanura,

trémulo de emoción,

un árbol solo.[24]

NOTAS

[1] El título representa el símbolo central de la obra poética de JDV, la soledad, que el poeta considera el destino natural del ser humano, pues su intelecto no le permite llegar al contacto con Dios. «Un árbol solo», por tanto, significa «un hombre solo», «una conciencia sola». Las críticas supieron reconocer las cualidades espirituales y líricas de este libro capital: «Un árbol solo es un espléndido y conmovedor discurso […] que le deja a uno un hormigueo de inquietud, por su apasionamiento, por su impresionante sinceridad» (carta de Ricardo Senabre a JDV, 31-12-79, APJDV). Fue reeditado en 1982 por la misma editorial y presentaba algunas modificaciones: la portada de la 1ª ed. lleva un dibujo de Zamorano (el mismo dibujo que ilustra la p. 17 de La montaña); la 2ª ed. está adornada por un dibujo de Bonifacio Lázaro. La 1ª ed. no tiene dedicatoria; la 2ª ed. tiene dedicada cada parte a una persona distinta. La 2ª ed. presenta algunas variantes, que se comentan en las notas siguientes. La contraportada de la 2ª ed. lleva un comentario biobibliográfico sobre JDV. La redacción transcrita corresponde a la 2ª ed.

[2] JDV en Un árbol solo describe las tres etapas de su evolución espiritual. En la primera, “Desnuda soledad”, indica que comenzó la búsqueda de Dios aislado de sus semejantes, solo en su conciencia y lejos de las circunstancias de su entorno. En el original la maquetación presenta problemas con los intervalos entre tiradas de versículos.

[3] Nació en Granja de Torrehermosa (Badajoz, 1948). Es subdirector del periódico ABC, escritor, conferenciante, periodista , director de la RAEx y poeta (Tierra en la carne, 1976, La sierra desvelada, 1982, Cuerpo cierto, 2001). En 1971 conoció a JDV y con él estableció una cálida relación, que ha dejado patente en artículos como «Delgado Valhondo» (ABC, 29-5-79) y «Siempre esa voz, maestro, tu palabra» (Hoy, 22-5-88), el prólogo de Huir y dos poemas póstumos («Soneto desde el mar para JDV», Kylix, nº 29, 1993 y «Tragedia de Extremadura», Tribuna del Liceo, nº 1, 2000). JDV le dedicó además su libro de relatos Cuentos y narraciones (Cáceres, Extremadura, 1975).

[4] Las cuatro citas de la primera parte guían al lector por la soledad interior del poeta que, en un principio, anhela la plena soledad (se recoge en estos versos de Juan Ramón Jiménez, que son los tres últimos del poema “Soledad» de Diario de un poeta recién casado) debido al recuerdo del fracaso de su búsqueda de Dios (1ª cita de San Juan de la Cruz) y a las dudas, provocadas por esa melodía universal que, paradójicamente, lo convoca a seguir buscándolo (2ª cita de San Juan de la Cruz). Al final, duda porque, aislado, comprueba que la soledad no puede llenarla de conocimiento sino de más soledad (cita de Luis Cernuda).

[5] 1ª ed.: «Y en un espejo roto encuentras una misma / figura de ti mismo». 2ª ed.: Es suprimida la palabra «misma» para evitar la reiteración innecesaria “misma … mismo”.

[6] La cita es el v. 18 de su poema “Noche oscura del alma”.

[7] El verso de la cita es el 73 de su “Cántico espiritual”. Los versículos que siguen a esta cita del poeta carmelita fueron editados como un poema independiente en el periódico Hoy (Badajoz, 22-5-88).

[8] vv. 1 y 2 del poema «Soliloquio del farero» de Invocaciones, poemario de Luis Cernuda.

[9] El título de la segunda parte de Un árbol solo muestra el contenido de la segunda fase de su evolución espiritual: El poeta sale de su “desnuda soledad” para ir al encuentro de los demás, pues no ha conseguido hallar a Dios en su conciencia y necesita de sus semejantes para  rearmarse anímicamente e intentarlo de nuevo.

[10] Manuel Pecellín Lancharro (Monesterio, 14-9-44) es profesor, escritor, promotor de actividades culturales e investigador (Bibliografía extremeña, 1997 y 1999, Pensadores extremeños, 2001), cuya Literatura en Extremadura (1980 -I-, 1981 -II- y 1983 -III-) ha sentado las bases para la reconstrucción de la historia literaria de Extremadura. JDV le mostró su aprecio con esta dedicatoria, el poema «Canción para Manuel Pecellín» (ver en «Y otros poemas») y su inclusión en la despedida de Huir. El afecto de Pecellín se detecta en el estudio que le dedica en el tomo III de su manual, en varios artículos como «Mi Jesús Delgado Valhondo» (Hoy, 22-5-88) y en el poema «Nocturnos» (Badajoz, Kylix, nº 29, 1993).

[11] Las dos citas de la segunda parte de Un árbol solo son puntos referenciales, que muestran la necesidad sentida por el poeta de salir desde su soledad interior al encuentro con los demás, porque sabe que solo no podrá resistir su aislamiento y, antes o después, tendrá que ir en su búsqueda (los versos de esta cita de Antonio Machado pertenecen al poema XXXV de «Del camino» incluido en Soledades, 1899-1907). Pero, cuando el poeta se decide, advierte que no puede soltar el lastre de su pasado ni de sus recuerdos (cita propia de Jesús Delgado Valhondo: «En los escombros suena / una sinfonía familiar”). De ahí que, finalmente, opte por romper con su pasado para unirse a sus semejantes.

[12] Esta cita anónima encierra una idea que JDV debió tomar de sus lecturas de la poesía oriental -Tagore, Khaiame- relacionada con la filosofía budista, para la que las vivencias experimentadas por todos los seres permanecen en los lugares donde han existido. De tal manera que la vida es una especie de película sin revelar que perdura imborrable hasta el fin del mundo, momento en que la divinidad procederá a revelarla.

[13] 1ª ed.: «Hueco en la mano que tiene algo de que no vemos». 2ª ed.: Se suprime la preposición «de» para corregir un error gramatical.

[14] La RO de los dos últimos versículos es el poema “Presentimiento del día primaveral (Resurrección)», que JDV incluyó en la RO de La esquina y el viento y, posteriormente, suprimió en la RP cuando realizó la selección pedida por José Hierro. Quizás JDV lo quitara porque ya tuviera en mente Un árbol solo y reservó estos versos para utilizarlos en el momento propicio, que llegó con la elaboración de su libro cumbre. Este poema ha sido transcrito en “Poemas de la redacción original de La esquina y el viento” de “Y otros poemas” por su larga extensión.

[15] La tercera etapa en la evolución espiritual del poeta es el encuentro con los demás; de ahí su título. El poeta se ilusiona con su abandono de la soledad, pues piensa que con sus semejantes podrá hallar a Dios. Pero esta ilusión de ver unidos a todos los seres humanos hacia el encuentro con Dios terminará en el estado de soledad inicial, pues no todos sus semejantes valoran la espiritualidad ni todos quieren actuar solidariamente en beneficio del bien común.

[16] Director de la biblioteca pública de Cáceres durante muchos años y autor de estudios sobre la lírica de poetas cacereños como los titulados Antología de José Canal (1980 y La poesía de Fernando Bravo: Estudio crítico (1999). Se relacionó con JDV cuando coincidieron en Cáceres y le dedicó un ensayo titulado «Jesús Delgado Valhondo: Aportación para un comentario» (REEx, nº 1, 1982) sobre Un árbol solo el mismo año de la 2ª ed.

[17] Las citas de la tercera parte de Un árbol solo son tres referencias que indican el encuentro gozoso con los demás (estos versos de Borges son de su poema «Al vino» de El otro, el mismo) y, enseguida, el desencanto de la duda sobre la inmortalidad, que apaga la euforia (cita de Omar Khaiame), y la tristeza de comprobar que no hay solución posible a la soledad sufrida por el ser humano, que se ahoga en el llanto y se ve obligado a continuar solicitando ayuda para resolver el enigma indescifrable en que se encuentra (cita de Juan Ramón Jiménez).

[18] Omar Khaiame, matemático y astrónomo persa (1050-1122), es el autor de uno de los más famosos poemas de la Literatura universal, «Rubaiyyat», que versa sobre la relación entre la naturaleza y el ser humano. JDV debió llegar a su lectura después de conocer en 1933 a Rabindranat Tagore, que le impresionó por su sensibilidad y lo hizo interesarse por la poesía oriental («Tagore», Hoy, 14-6-61), o por medio de la lectura de la poesía de Jorge Luis Borges.

[19] 1ª ed.: los seis primeros versos de este versículo dicen: «Llevamos a los muertos. / Muertos que están en nosotros / mejor que no enterrados / en ese campo yerto / de pergamino ajado, / de animal consumido». 2ª ed.: JDV reelabora estos versos para destacar con más seguridad que el anhelo de Dios sigue existiendo aun en los cuerpos muertos.

[20] Son los vv. 7 y 8 de la quinta tirada de versos del poema «Generalife» de Unidad, libro de Juan Ramón Jiménez: «Pero se vuelve otra vez / del lado de la desgracia; / mete la cara en las manos, / no quiere a nadie ni nada, / y clama para morirse, / y huye sin esperanza. / … Hablan las aguas y lloran, / lloran las almas y cantan”.

[21] 1ª ed.: «de pasiones extrañas». 2ª ed.: el poeta cambia «extrañas» por «sorprendentes» para recalcar las vanas ilusiones que el ser humano se forma cuando no quiere darse cuenta de la magnitud de sus problemas existenciales.

[22] En el relato «Mastín, cállate; que ya la noche» de Cuentos y narraciones (1975) aparece este texto: «Sigo, subiendo, como antes, a la montaña con mi mastín. Nunca conseguimos coger el cielo», que es una síntesis de los dos últimos versículos de Un árbol solo, editado en 1979, cuatro años después de publicar Cuentos y narraciones. Por tanto el relato es el germen de esa parte del poema.

[23] En este versículo JDV adelanta el sentido del título de su libro Los anónimos del coro.

[24] En el relato «El descanso» de Ayer y ahora (1978), JDV realiza una reflexión que orienta a la hora de entender a qué tipo de soledad se refiere y adelanta su idea de la huida: «Entre un hombre aislado y un hombre solo hay mucha distancia. A mi isla, llegan; a mi soledad, no. He decidido poner mi isla un poco lejos. Huir. Voy a ir a pasar unos días a un pueblo donde nadie me conozca para descansar. Quiero estar conmigo mismo. Aislado y a solas», p. 120. Los dos últimos versículos de Un árbol solo han sido editados como un poema independiente en “Jesús Delgado Valhondo o la espiritualidad de un hombre cualquiera” del autor de esta edición (II Otoño literario … y solidario, Badajoz, Santa Marina, 2000).

Fotografía cabecera: Presa del pantano de Alange

La vara de avellano

LA VARA DE AVELLANO [1]

 

[PRESENTACIÓN]

 

La colección Ángaro publicó, en 1972, la Antología primera, para la que seleccionamos más de 160 poemas repartidos entre 19 autores. Con este motivo pedimos entonces, a cada poeta, unas palabras sobre su propia obra y persona. Del texto remitido por Jesús Delgado Valhondo, uno de los poetas antologados, nos servimos hoy para hacer su presentación:

«Me llamo Jesús Delgado Valhondo porque me parece que no podía llamarme de otra manera. Nací en la ciudad de Mérida, de lo que me encuentro orgulloso. He vivido en Cáceres; ahora, en Badajoz. Soy extremeño de pura cepa como mis padres, como mis abuelos, como mis hijos …

He rodado por pueblos. He tropezado muchas veces y me he caído. Me he levantado siempre. Unas, con dolor; otras, con pena; otras, con amargura. Después de una caída de éstas, nunca me he reído.

Y me he reído, algunas veces, de mí mismo. He llegado, incluso, a no tomarme en serio. Esto hace que tenga un fino humor, aunque padezco un genio de postín. No tengo enemigos, por lo menos declarados, y si los tengo deben ser imbéciles. Sin embargo tengo buenos y muchos amigos.

……………………………………………………………………

Creo en el pueblo, en el hombre -no en los hombres- y en Dios. Y en algunas pocas cosas más.

…………………………………………………………………….

Me conozco a mí mismo y esto me trae disgustos y satisfacciones. Más disgustos que satisfacciones.

Duermo mal y sueño bien. Fumo mucho. Me encanta un vaso de vino bueno, hablar con un amigo, leer un libro interesante, jugar con mis hijos, oír a Beethoven … Y el cante jondo, claro».

Con La vara de avellano, interviene por cuarta vez, el poeta extremeño, en nuestras publicaciones. En 1971 y con el número 23 de nuestra Colección, figura su título Canas de Dios en el almendro. En 1972, como ya hemos indicado, interviene en nuestra Antología primera. Y finalmente en Cerrada claridad -monográfica antología del grupo Ángaro, publicada en 1973- firma tres de los cuarenta y dos poemas que componen el libro.

Además de Yo soy el otoño, libro de cuentos editado en 1953 por la Colección Alcántara, Jesús Delgado Valhondo tiene en su haber de poeta los siguientes títulos: Hojas húmedas y verdes (Col. Leila. Alicante, 1944); El año cero (Col. Norte. San Sebastián, 1950); La esquina y el viento (Col. Tito hombre. Santander, 1952); La muerte del momento (Revista Gévora. Badajoz, 1955); «Canto a Extremadura» (periódico Hoy, 1956); La Montaña (Col. La cigarra. Santander, 1957);[2] El secreto de los árboles (Col. Rocamador. Palencia, 1963); ¿Dónde ponemos los asombros? (Col. Álamo. Salamanca, 1969); Canas de Dios en el almendro (Col. Ángaro. Sevilla, 1971).

No podemos olvidar aquí su Primera antología publicada en 1961 por la Diputación Provincial de Badajoz, con un magistral prólogo-ensayo de Eugenio Frutos Cortés[3].

 

 

A Manuel Fernández Calvo[4]

 

 

I

 

La soledad era eterna

y el silencio inacabable.

Me detuve como un árbol

y oí hablar a los árboles.

J.R.J.[5]


 

LA VARA DE AVELLANO [6]

 

Guardé una vara de avellano

en el cajón de la memoria;

trozo de sierra no perdida,

la mano amiga del aroma.

Un buen día saqué la vara

y azoté el aire de la alcoba,

sonaban lámparas vacías,

caían cristales de la sombra.

Sangraba el músculo del viento

instigado por el castigo

mientras silbaba una serpiente

siempre delante del camino.

Atravesábamos espejos.

Yo nunca supe dónde fuimos.[7]

 

 

ÁLAMOS [8]

 

Ángeles vuelan por los álamos

en jilgueros de avemarías.

Los álamos que, con el viento

entre las ramas, se encendían.

Por el río abajo la tarde

incomprensible se marchita.

Una tarde, como cualquiera

otra tarde, que se perdía.

Cuán ancha y larga la palabra campo

con álamos en las orillas.

Bello paseo por un hombre.

Simple paseo por la vida.

Y Dios parece que no quiere

hablar conmigo o se le olvida.

 

 

EL PINAR [9]

 

Verde (frescor olía)

donde colgar la luz de la mirada

el ciervo cuando huye.

Copa de aire,

de nido azul, entre las ramas.

La crisálida es música entre las redes

del romero. Encarcelada canción.

El tiempo cuenta historias

y Dios florece en cualquier sitio

donde miras.

Una muchacha se desnuda y corre

pinar adentro, sombra adentro.

Entra y sale como agua que se juega

la alegría.

Se confunde con todo lo perdido.

Huye, muchacha, que pronto no volverás a nacer.

Sangre volumen hace, muchacha todavía,[10]

fuga de luz hambrienta,

prisa que se vacía y, sola, sin ella, corre

y corre donde miramos.

El cuerpo queda atrás

olvidado,

casa deshabitada

del alma de la huida.

Y queda entre la yerba

su desnudo hospital.

Van las procesionarias

hilvanando las veredas

y a la muchacha llevan a enterrar

a la orilla del día.

El pinar es una voz de mar

que quiso una paloma.

Estampa caída boca abajo

y allí nosotros.[11]

 

 

VIAJE

 

Dijo un poeta:

«Cada vez que pasa un tren

me quiero ir a alguna parte».

Se me han quedado estos versos

metidos en la huida,

en ese más allá en que dormimos,

en una lejanía de apariencias.

Suena el tren en el desmonte

-dicen que va a llover-

y me voy en él a recorrer

la noche.

Aventuras de campos.

La luz en la ladera

de la sombra,

casa-candil, misterio pequeño

y sábado.

(Mi niño también cuenta.)

Ojos verdes en la cortina de la lluvia

son caramelos de estrellas para el sueño.

Sigue rodando el tren.

(Me olvido de que voy en el tren

desde hace años.)

Luces cuelgan

a un pueblo condenado a muerte

por aburrimiento.

En el costado de Dios

árboles recién llorados se pierden.

Palabras nunca dichas

flotan en la alameda

que debe haber detrás de todo esto.

Un río, espejo del revés,

suena a lata de carnaval

solanesco.

Ahogadas voces entre los juncos.

Un cuerpo negro crece

en el filo de la sierra

y un dios pequeño y sordo

hace puntillas en los hilos del frío.

Enciendo la luz de la mesilla

que una mariposa vuela a muerte.

Sigue corriendo el tren

y yo aún no sé si ya me he ido

a alguna parte.

 

 

EL TONTO DEL POZO [12]

 

Se ha caído en el pozo.

Iba a coger pájaros de luz

y su mano encontró la sombra

que tiró de su sangre.

Y ahí está, en el pozo,

por los siglos de los siglos del agua.

Las golondrinas lo llevan en la garganta

y hacen con él gárgaras de lirios.

El culantrillo[13] le crece por la piel

y la humedad le mantiene

sin raíces.

Hoy ha cogido un gorrión por las patas

y ríe a reventar.

Igual que cuando el cubo se sale

y el agua le da en la cara

arrugada como una carta que se tira

al fondo del tiempo.

 

 

GUADIANA [14]

 

«Viene una música lánguida,

no sé de dónde en el aire».

J.R.J.[15]

 

Guadiana cuerpo tendido, cuerpo desnudo bañándose,

labios en flor que besando hasta el mismo borde bajan.

Agua que se despereza, agua que canta y que olvida,

agua que vuelve y que va entre la yerba del aire.

Agua que encuentra caminos en espuma de amapolas.

Agua amiga, amante acaso; agua puente, hermana lúcida.

Agua milagro, agua rostro: ojos, pulso, boca fértil.

Aguadiós[16], antigua luz; agua escrita; tú, poema.

Donde mueren los rincones aparecen las esquinas.

Donde un nombre se ha olvidado otros nombres amanecen.

Donde el agua se ha dormido la tierra misma despierta.

Enciende con la palabra el fondo ciego del campo.

Paisaje doblado y, luego, carta promesa venida.

En el regazo la tórtola, encina maciza y sorda.

Hombre recién bautizado: país del agua imposible.

Rabia de espuma en los dientes, puente del agua morando

en una casa de ayer, en el hueco de la mano

de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Agua con la puerta abierta y entramos dentro

hondo tiempo, tiempo hablado:

años

años

años

años.[17]

 

 

Y POBRE Y TRISTE

 

I

 

Y pobre y triste caminaba

sin saber dónde andando iría,

sólo en el alma se notaba

que lentamente atardecía.

Una palabra nunca hablada

temblaba oscura y le seguía.

 

II

 

Ha debido venir por ese frío

del tiempo vivo en donde yo me muero

en medio de la fiebre en que me crío.

Has venido otra vez porque te siento

en campo abierto del dolor baldío

como a las ramas del azul el viento.

 

III

 

En el rincón humano casi.

Yo nadie era y estaba ya.

Queja del árbol que recuerdo.

No acaba el viento de pasar.

 

IV

 

Se enredaba una voz en el romero,

confuso monte cuesta arriba y roto,

cima para un cadáver de mirada

sin enterrar, absurda y sin nosotros.

 

V

 

Suena la tarde al caer

en la tierra, la ciega

fe del fruto cuando cae.

Voy a caer también

y todavía.

 

 

TRIBULACIÓN [18]

 

«Seis veces te sacará de la tribulación

y la séptima no te alcanzará mal»

Job[19]

 

Hemos robado días. Hemos tirado días

en música sin fondo, calderilla de días,

concierto que soñaba contigo en la celeste

pradera que nos vive detrás de la mirada.

Tiramos ilusiones casi sin darnos cuenta,

sin darnos cuenta casi del ojo del suicida,

enterrando las vivas ideas que persigue

nuestra razón de ser, como hombre colgado

del hilo con que juegan caras de marionetas

del misterio. Dolor de no encontrar el sitio

para encajar el hombro, andar por esta sangre,

como un hombre cualquiera arrinconado al muro

del anuncio que grita que pensar es pecado

del hombre que va solo. Del hombre solo. Culpa

del hombre.

Siempre solo.

 

 

CRUCIFICADA SANGRE

 

Vivo

crucificada sangre

nervio

cavo vuelvo hundo

huyo vengo abrazo

pierdo

entro

duelo

niego

ruego

niego

escondo a Dios.

 

 

DE ESTA CALLE NUNCA JAMÁS SALDRÉ

 

De esta calle nunca jamás saldré,

larga como una muerte en el camino,

sin raíz y sin cielo que sostenga

nuestra manera de entender la vida.

No conocemos nada. Nadie escucha

y es inútil quemar la voz gritando

desesperadamente en el vacío.

Calle de la nada. Larga calle.

Oscuro y silencioso pasa el hombre

todos los días por el mismo sitio

de siempre.

 

 

ABRE EN EL AIRE UN HUECO

 

¿Quién nos liberará del miedo

a nosotros mismos. Del otro yo

que cuando ve caernos, goza;

que, cuando ve morirnos

cava la fosa con un gesto

de burla y de desprecio;

que cuando ve gozarnos

abre en el aire un hueco

por donde cabe el cuerpo

sin regreso posible;

que, cuando ve esperanza

nos tapia las salidas

al verso, a la palabra,

a sueños y a memorias?[20]

Lo sé, no tardará ni tanto

porque serán los huesos

superficie del alma.

Libéranos, si puedes

del yo que en el altar

nos tiraniza y grita.

Y tú -el tú del yo- sabes

que Dios nos preocupa demasiado.

 

 

TARDE DE DOMINGO [21]

 

«Así murió aquella tarde solo

 y quejándose al sol».

José María Gabriel y Galán [22]

 

Puede ser que tú seas

en los ratos perdidos

esta tristeza absurda

de tarde de domingo.

Una pasión cualquiera

que no tiene sentido,

un recuerdo de música

entre ramas de olvidos.

Puede ser que te piense

sin encontrar camino

en este día hermoso

por el amor vencido.

¿Quién quedará en nosotros

si cobardes huimos?

¿Quién quedará esta tarde

en lo desconocido?

Pregunto: ¿qué será

lo que llaman destino?

Deben de ser los sueños

colgados en racimos.

Mañana el vino espléndido[23],

Dios de pan y de vino,

comer, beber las horas

de lo nunca acaecido.

En la cima se mudan

los pájaros de nido

en esta tarde tibia

de orillas y de abismos.

¿Quién quedará en nosotros

si nosotros dormimos?

¿Quién quedará detrás

de lo que ayer hicimos?

Va escondiéndose el tiempo

en la esquina del frío,

cansado como un hombre

que ha segado su trigo.

Suenan cerca campanas

de platas en el quicio

de la puerta del alma,

en un cielo escondido

donde sangran vencejos

grises nubes de gritos.

La calle queda sola

como un cerrado libro

y yo amueblo mi vida

con la vieja tristeza

de tarde de domingo.[24]

 

 

RETRATO DE MUCHACHA EN UNA CASA DE HUÉSPEDES [25]

 

Me está pesando tu cadáver

que aún lo llevo en la mirada al mediodía.

De su retrato a mí hay un momento de compás.

De su crucificado aburrimiento a mí

casi no hay nada.

Acaba de decírmelo una anciana:

«Era delgada como un hilo de luz,

hermosamente pálida;

era una flor que se gastaba

su perfume a las cartas».

«La sentaron en la cama,

le hicieron ese retrato

y se murió diciendo …»

(Y se murió de amor.)

(Su sonrisa es la última

arruga concebida.)

Supongo que regresaste anoche

a recoger olvidos en tu cama.

En esta misma cama en donde yo he dormido.

Donde huelen las moscas a piel de cartulina.

He leído:

«Enamorada muerte».

Tengo dolor en no sé dónde.

(Yo todo lo comprendo

menos estas cuestiones

metidas de rondón

en mis asuntos.)

… ¡Y tengo que hacer hoy tantas cosas!

 

 

MUJER DE VIDA FÁCIL [26]

(FÁBULA CON MORALEJA)

 

Nada sabe de ella

porque jamás estuvo a solas.

Ni dónde el hospital

para morir el día

que se sobra.

Del alba, sucia y agria,

como charcos de sueños,

podridos y malgastados,

llena todos los días

a rebosar su copa.

(De eso desayuna.)

Los hombres se arrastran

en su piel, por dentro de su piel,

buscando calor de nido

en el trigal del cuerpo.

Por las rendijas del robo se filtra

un olor a esencia tan pisada

que se hace nube gris,

casi de vómito.

Un día le cantó una copla

uno cualquiera que por allí pasaba

y de lágrimas se quedó bañada

para siempre.

Cuando pasaba, los buenos se decían:

«He ahí una mujer de vida fácil».

Y la mujer de vida fácil

tiene la amargura y la vergüenza

de su alcoba saliéndose a la calle.

Una persona que se mantiene

de un animal interminable.

Y le envidian suponiéndola

bailando amor mentido, que es lo bueno.

(Y casi lo decente.)

Recuerda lentamente

y fluye por una fiebre larga

de luces removidas

desde sus siete años

-¡oh, la primera comunión!-

un campo de amapolas.

Y delira con vírgenes

de cintas y de flores

y le pisan -no sabe quién- la carne

del campo de su cuerpo.

A coro se dicen:

«He ahí una mujer de vida fácil».

Y la mujer de vida fácil,

bajo el aliento de tratantes

se muere más difícil

que cualquiera.

(Igual le pasa

al mundo).

 

 

EL OLVIDO [27]

 

Cuando pienso en las cosas

que me dejé en el aire

vacías, olvidadas,

buscándome el instante

por una luz vencida

en donde están los árboles

echándose a dormir

sobre su propia imagen,

creo que no he vivido

mi vida lo bastante.

Cuando intento perderme

se me alzan en la sangre,

llenas de luz y flores,

mis recordadas tardes.

En el gesto del mundo

quisiera yo ganarme

un jornal de silencio

blanco, caliente y grave.

El tiempo va corriendo,

nunca logro alcanzarle,

caballo desbocado

que no puede domarse.

Lo que dejé olvidado

son dos interrogantes:

en medio, las heridas

y alguna mala frase.

 

 

ESPÍRITU DE ÁRBOLES [28]

 

Cayeron desangrados

muchos hombres. Podridos

de mundo. Las rodillas

rotas. Ojos vertidos

en cerebro de luz.

Las palabras cortadas,

carnaval en astillas.

Cuerpos que van buscándose

sin encontrarse nunca.

Bosque en la mano izquierda

de Dios. Paloma muerta,

desalada y vacía.[29]

Después de la batalla

barrieron el paisaje

muchas veces. Jamás

lo barrerán bastante

para que no se vea

el alerta hecho madre

arrullando el arroyo,

para que no se vea

el alba del silencio

sin mortaja de tierra,

para que no se vea

creciendo en la mirada

hombres que ya se hicieron

espíritu de árboles.[30]

 

 

TIRAR DE LA MANTA [31]

 

I

 

Voy a tirar de la manta

para ver lo que debajo vive.

Hay que deshacer entuertos

para que reine la hermosa vergüenza

del cansancio.

Lo hondo quedará en la cima

cara sin piel

-cartel de anatomía-,

como una mano de sangre

o sabe Dios si como un ala

que de pronto va a volar.

Luego lo contaré. Será gracioso.

Será la fábula del mar en la trompeta.

Será romance de plaza con señoras.

Preocupación del árbol en la orilla.

Asombro de uno mismo.

Pero hasta mañana, si Dios quiere,

no tiraré de esta manta

que tanto tapa.

 

II

 

Llegó mañana.

(Será mejor callarme.)

Pasa una mujer dejando olor a fresas y a manzanas.

Un niño está llorando en un payaso.

Agoniza un anciano en el oído

que tengo en el bolsillo.

Me sorprende una voz.

(Era la mía.)

Me noto un poco extraño.

Un tanto raro.

Un pobre hombre de «buenos días, amigo»,

de «usted lo pase bien don Ildefonso».

 

 

EL MUNDO-GENTE [32]

 

A José María Rodríguez Méndez [33]

 

I

 

Nadie se olvida ya.

Ninguno olvida su pasado.

Una muralla de palabras

ahoga tiempo y mata espacio.

Todos saben perfectamente

que dos y dos siempre son cuatro,

que lo ocurrido no se borra

y que será cantado

hecho romance en plena plaza,

ante toros descuartizados,

venga del lado que viniere,

voz y puntero señalando,

en un cartel de moscas tinto

y con tierra barro de llanto.

Nadie se olvida nunca,

es pena de hombre desalado.

Va por dentro la procesión,

las velas encendidas, Cristo recién matado.

 

II

 

No olvida el pueblo judío.

Ni tampoco los negros ni los blancos.

Ni el rojo ni el católico.

Ni los americanos.

Nadie se olvida y pasan

años, más años y más años.

Es terrible justicia bíblica:

ojo por ojo, pie por mano

y diente por simiente

y en venta Juan el Santo.

Que las aguas pasadas

van a un lugar de espanto.

Van al mar a amargarse.

A dar más sed a labios.

 

III

 

La historia de la Humanidad,

abierta llaga de paisajes:

sin montañas, sin ríos,

sin llanuras, sin cables,

sin caminos, sin cielo abierto,

sin árboles.

Sólo la sola flor

de la calle,

como una hoja caída

de una ciudad inhabitable.

¿Qué dirán si nos miran

las hormigas, las zorras, los caimanes,

el fuego, el viento, el mar

o aquello que aplastaste?

¿O seres invisibles

que cavan en la vida instantes tras instantes

o el ángel de la guarda

para que Dios nos guarde?

Quejas y gritos por el suelo,

bajos fondos, altos desastres.

Todo tan a mano que dudas

dónde está el mundo que pensaste.

Preguntamos: ¿dónde está el hombre

entero, vero y responsable?

Ninguno quiere saber nada

y no contesta nadie.

Si nos contemplan otros mundos

daremos risas. Aunque

también dirán: «pobres seres que abrazan,

aman, matan y tienen llaves».

Tener llaves es un castigo:

el castigo de tener llaves.

Seguro que dirán: Mejor será que olviden

que son imagen

de Dios. Mejor es olvidarse.

Y al mundo-gente se le olvida.

¡Pero nunca jamás lo que le hacen!

 

LETANÍA DE LA CULPA [34]

 

Calle adelante. Vuelves.

Calle adelante. Mientes.

Calle cerrada. Muro.

Calle muerta. Punto

y parte: Campos. Árboles.

Cumbre. Abismos. Respiras

ansiando lo imposible.

La culpa es sólo mía.

Te engañas dulcemente.

Sueñas lo que no eres.

Vives del cuento. Debes

tantos engaños. ¡Tantos

a tantos! que no sabes

a quién pagar primero.

Perdido y devorado.

La culpa es sólo mía.

Profundo. Más hundido

todavía. No sepas

quién eres. Ser el suelo

que pisan. Hombre-nombre.

Te llaman y respondes

por tu nombre. Vas y vienes.

Cumples. No sabes más.

La culpa es sólo mía.

La mano que te acuesta

es nana de dormir

todas las noches. Todas.

El sueño no vendrá,

que se esconde en la sombra

detrás de alguna tapia.

Te arropas con escombros.

la culpa es sólo mía.

De la miseria tuya

agarrado al silencio

del camastro. Amapola

que se deshoja lenta

y se desboca en trigos.

Tú que pariste lumbre

para quemarte viva.

¡Hija!: la culpa es mía.

Del horror de esos hijos

que nacieron vestidos.

Viento vestido. Cielo

a trozos, en jirones.

Trapos. Hijos de trapo.

Hijos mundos de cuerpos.

Desesperadamente.

¡Hijo!: la culpa es mía.

Poner alma en razón

es matar boca abajo.

Razón todos la tienen.

Condenan con razón.

Perdonan con razón.

Comemos de razones.

Escucho a la razón.

La culpa es sólo mía.

Vierte y convierte. Siente.

Siente y simiente. Vientre.

El mundo es ancho vientre

redondo. Sanchovientre.

La madre es una casa

vientre.

             Y no regresas

jamás hasta que mueres.

¿De quién la culpa mía?

Siempre que te digan

esto y lo otro. Silencien.

Olviden o te ignoren.

Ni siquiera en voz baja

te maldigan. Estorbas.

Ni te habían pensado.

Ni yo te tuve en cuenta.

La culpa es sólo mía.

Vamos como va el río

al mar. Nos lo dijeron.

No estamos un momento

con nosotros. Pobre hombre

que no es él, sino el otro

el que trabaja y goza.

Nunca te encontrarás.

Debe ser culpa mía.

 

 

II

 

«Has bajado a la tierra cuando nadie te oía

y has mirado a los vivos y contado a los muertos.

Señor: duerme sereno, ya cumpliste tu día,

puedes cerrar los ojos que tenías abiertos».

 

«Soy el poeta. Me pregunto:

¿qué es lo que anoche sentí arder?

Miro mis manos, trastornado,

y no lo puedo comprender».

 

José Luis Hidalgo [35]

 

 

MI HERMANO JUAN [36]

 

Mi madre, mis hermanos.

Ya sólo Juan. Mi casa …[37]

Ya no está Juan allí, donde quería

verle y hablarle de cualquiera cosa.

Es un caído sol de mediodía

que en mi costado como cruz reposa.

¿Quién si no estás? Ya Cáceres vacío.

Por no encontrarte a ti a nadie encuentro.

Sólo una tumba en mí, hermano mío,

y aquella vieja casa y nadie dentro.

Pasando un tiempo antiguo por nosotros

como el agua que vuelve al mismo río,

como ese espejo de escaleras roto

o madrugada de cadáver frío.

Callas y piensas: lento es un poema,

de Machado, con versos del camino.

Lento es tu paso que de amor se quema

hecho montaña con dolor de trino.

¿Quién a mi sangre llega y me requiere?

¿Qué mano está en la mía cuando escribo

en el recuerdo donde vuelvo a verte?

¿Qué espacio encarcelado donde vivo?

¿Recuerdas la oropéndola del pino

desde el fondo sombrío de aquel huerto?

Sé que recuerdas todo. Que el destino

es un vivir en otros cuando muerto.

El tiempo es sólo golpes de paciencias,

ayer es hoy, tu tiempo con el mío

se juntan como ramos de palabras

y hablo contigo por hablar conmigo.

O estamos en silencio, ¡cuánto dice!

Nosotros que supimos entenderlo

cuántas cosas nos dijo, cuántas cosas

supimos de nosotros en silencio.

Ya sé que tú me esperas, como siempre;

el tiempo va, Dios mío, tan de prisa

que buscando la vida de tu muerte

hoy me encuentro la muerte de mi vida.

 

 

NOTAS

[1] El título recoge la nostalgia por el pasado que JDV materializa en un trozo (una vara de avellano) de aquella naturaleza ideal donde intuía a Dios y encontraba esperanzas de hallarlo. La vara de avellano fue publicado en 1974 por el Grupo Ángaro de Sevilla en la Editorial Católica, que imprimía su Colección Poética donde el libro de JDV tenía el nº 40. La portada lleva las letras del título en color rojo, un dibujo a plumilla del pintor pacense Francisco Pedraja en la p. 27, que representa la Plaza Alta de Badajoz, y mide 21´3 X 15 cms. El precio de venta fue de 75 pesetas. La aparición de La vara de avellano suscitó comentarios loables, entre otros, de Juan Ruiz Peña y Antonio Buero Vallejo.

[2] Al autor de la Presentación se le ha olvidado citar Aurora. Amor. Domingo, libro editado en Primera antología (1961) que, como se puede comprobar, pasó desapercibido aunque es un poemario fundamental en la trayectoria lírica de JDV.

[3] Titulado «Jesús Delgado Valhondo o la poesía de un poeta sincero».

[4] Sacerdote y poeta, que dirigía el Grupo Ángaro de Sevilla y a quien JDV dedica el libro correspondiendo a sus atenciones. Fue autor de libros de poemas como los titulados Del corazón acelerado (1969), Arena y Dios (1969) y La palabra infinita (1971). JDV, que también participó en antologías del grupo sevillano, aparece incluido en la relación de sus componentes. Este dato constituye su única adscripción conocida a un colectivo poético, aunque no le obligó a someterse a normas ni estilo de grupo.

[5] vv. 7-10 de la segunda estrofa del poema «Árboles hombres» de En el otro costado (1936-1942) de Juan Ramón Jiménez. Su contenido se relaciona con el título de El secreto de los árboles y viene a describir el ambiente de serena melancolía, en que se va a desarrollar La vara de avellano. El poeta se resigna a abandonar la lucha mantenida para hallar a Dios en los libros anteriores, consciente de que ya sólo le queda naufragar en el enigma de la vida como un solitario (árbol) cuya irónica tabla de salvación son otros solitarios (árboles).

[6] Red. en el artículo «Jesús Delgado Valhondo» de autor anónimo (Mérida, septiembre 1974) y en Segunda antología (1979).

[7] Los dos últimos versos tienen su precedente en el poema «Ese espejo» de El secreto de los árboles: «Si meditas despacio lo que ocurre / es que todos nosotros, codo a codo, / como el que no quiere la cosa, / mirándonos estamos al espejo.» (vv. 39-42). En “Y otros poemas”, hay transcrito un poema titulado «Hoy he roto un espejo» que es la continuación del anterior y del poema de La vara de avellano. Más tarde, en el poema «Trece» y «Quince» de Huir, aparece finalmente el espejo relacionado con la decepción y el desencanto.

[8] Ed. Mérida (septiembre 1972) y Segunda antología (1979). En Alcántara (Cáceres, nº 59-61, 1952) JDV ya había publicado un poema, «Los álamos del río», con momentos semejantes: “I / Cuántos ángeles van llegando / con mieses de la serranía. // Cabalga a caballo el aire / amarillento de la brisa. // El cielo lava su costado / en aguas de melancolías. // Peinan las olas a las sombras / cabellos de la atardecida. // Ángeles posan en los álamos / esperando a que Dios sonría. // Los álamos que con sus hojas, / con sus ángeles, se encendían. // II / Temblorosas almas esperan / por los ángeles ser vividas. // Muchas almas como los álamos / que están plantadas en la vida. // Y Dios parece que no quiere. / Y Dios parece que se olvida. // III / Por el río abajo la tarde / incomprensible se marchita. // Una tarde, como cualquiera / otra tarde, que se perdía. // Dorado río de mis sueños … / los álamos en las orillas».

[9] Red. Segunda antología (1979).

[10] op. cit.: «Color volumen hace, muchacha todavía,». El cambio se debe a una precisión del poeta, que no desea destacar ningún color, pues ve a la muchacha de una forma imprecisa.

[11] op. cit.: «dentro, nosotros». Con esta reelaboración el poeta quiere resaltar que su concepción negativa del mundo afecta a todos.

[12] Red. Segunda antología (1979), Hoy (Badajoz, 22-5-88) y Alcántara (Cáceres, nº 33, 1994). El relato «Celo, el tonto» de Ayer y ahora (1978) es una versión en prosa de este poema: «A media noche Celo se levantó sobresaltado. Llevaba unas tijeras. Cortó la red en pedazos. […]. Dio voces […] y empezaron a salir los pájaros asustados ante tanta noche por delante. Uno de ellos se quedó enredado entre unas ramas secas cerca del brocal. […]. Entró su mano. No llegaba. Descolgó medio cuerpo y consiguió rozarlo con los dedos. Intentó alargar más el brazo y … «, p. 8.

[13] Esta palabra ya había sido utilizada por JDV en el v. 4 del poema titulado “Autopsia” del El año cero.

[14] JDV compuso varios poemas con TI, DC como el incluido en «Canto a Extremadura» y el editado en el periódico Hoy donde alaba el Plan Badajoz. Este poema, que debe ser la base del de La vara de avellano, ha sido transcrito en “Poemas de Extremadura” de “Y otros poemas” ante la imposibilidad de hacerlo en esta nota por su larga extensión.

[15] Son los primeros versos del poema nº 5 de Arias tristes (1902-1903), cuyo autor es Juan Ramón Jiménez. Esta cita hace referencia al manso curso del Guadiana, que provoca la melancolía del poeta por su semejanza con el lento pero imparable discurrir del tiempo.

[16] En el relato «La rana» de Cuentos (1986) aparecen otras palabras creadas por JDV cuando el narrador dice: «Saltaba avanzando cuando nadie la veía, hacía un olor a yerbamenta, a yerbanube, a yerballuvia, a yerbabuena», p. 50.

[17] Años antes de editar La vara de avellano, JDV adelantó el contenido del poema «Guadiana» en su artículo «El poeta y el Guadiana» (Hoy, 5-1-61).

[18] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 175, 1974).

[19] Job 5, 19 (2ª parte). Esta cita se localiza en la Biblia dos versículos después de la otra cita del mismo libro, que presidía el poema «El corazón en la vida» de La muerte del momento. La cita que nos ocupa plantea un contraste irónico entre lo que asegura su contenido y la experiencia relatada en el poema por el poeta, que muchas veces (más de las que se dice en el texto) ha solicitado ayuda al cielo y no ha obtenido respuesta, y él se encuentra más desorientado y solo que nunca.

[20] En el original este verso termina en punto y coma y la interrogación no se cierra por descuido.

[21] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 163, 1971; «en mar desconocido?», v. 16, «que beber en las horas», v. 23; «de platas entre el quicio», v. 38, «y de un cielo escondido», v. 40 y «entre nubes de gritos», v. 42) y REEx (Badajoz, nº 3, 1992; «en este hermoso día», v. 11, los vv. 13 y 14 han sido suprimidos y «Mañana el vino espléndido», v. 19). Estas reelaboraciones indican el interés de JDV por este poema que debió considerar fundamental, pues lo incluyó en su agradecimiento por la concesión del título de hijo predilecto en Mérida, pocos días antes de morir.

[22] Esta cita viene a justificar el presentimiento, que tiene JDV de que su final será como la muerte en soledad del ahogado (símbolo ya empleado en «El fondo» de Aurora. Amor. Domingo y «Acaso» de El secreto de los árboles).

[23] En el original este verso comenzaba por la palabra “Maña”, que es una errata. JDV escribió el artículo «Saber beber» (Hoy, 14-9-60 y 28-11-93), donde expone los beneficios espirituales del vino, si se bebe con moderación: «[…] la mente se aclara. El corazón se ensancha. La conversación surge, se anima. Los ojos avivan su mirar. La boca sonríe agradecida».

[24] JDV explica el sentido de estos versos en el artículo «Domingo»: «La mañana de domingo termina quedándosenos en las manos como un canario dormido. Por la tarde, la ciudad queda vacía. […] Es como si recorriésemos un cementerio de gritos, de vocinazos [sic], de discusiones, de barullos, de intranquilidades, de angustias. […] Tristeza de tarde de domingo. Cóncavo. Hueco. Inmenso hueco de la mano de Dios» (Hoy, 29-3-70). Esta reflexión en prosa y los últimos versos del poema «Tarde de domingo» son el germen de sus libros Inefable domingo de noviembre e Inefable noviembre.

[25] Red. Segunda antología (1979). El artículo «Retratos» de JDV explica el contenido de este poema: «Estoy en la habitación de una casa de huéspedes en un pueblo cuyo nombre no hace al caso. Colgados de la pared, retratos. […] Pero el retrato que más me intranquiliza y no me deja pegar el ojo es el de una muchacha de unos 25 años, que parece esperar la muerte a la vuelta de ser retratada. […] Esta muchacha debió padecer de amor. […] No deja de mirarme. Me está dando la noche. […] La sacaron de la cama dos días antes de morirse. Mi madre decía que para tenerla. El médico dijo que de gástricas. Pero la gente decía que de penas. Tuvo un novio. […]» (Hoy, 12-7-60). Años más tarde, JDV vuelve a referir este hecho real, que lo impresionó, en su relato «El retrato» de Cuentos y narraciones (1975), pp. 9-11.

[26] Red. Segunda antología (1979). Este poema es el preludio de «Jaula de atardecer», IV parte de Los anónimos del coro donde JDV realiza una defensa de las prostitutas, pues entendía que su papel de seres marginales les había deparado un destino ingrato en el coro del mundo.

[27] Ed. Poesía española (Madrid, nº 211, 1970): «Cuando intento perderte / se levanta la sangre / llena de sol y flores / y recordadas tardes» (2ª estrofa) y «El tiempo va creciendo» (v. 19). RD: Las variantes introducidas corrigen un descuido formal, que se localiza en la segunda estrofa de la edición citada donde el poeta se expresa en segunda persona mientras que en el resto del poema lo hacía en primera. Red. Segunda antología (1979), Poesía (1988, p. 359) y musicado por el cantautor extremeño Nando Juglar que lo ha incluido en dos CD: Hechicera (Sevilla, Melody Record, 1995) y Extremadura, música y poesía (Utrera, Bajañí, 2001).

[28] Ed. Poesía hispánica (Madrid, nº 224, 1971), Mérida (septiembre 1971), Segunda antología (1979) y Poesía (1988, p. 360), donde aparece dedicado a Vicente Aleixandre.

[29] En Segunda antología: «desolada y vacía». Teniendo en cuenta que en el v. 16 de “El mundo-gente” vuelve a aparecer el concepto “desalado” con el sentido de “hombre sin sal, sin espíritu”, “desolada” debe ser una errata.

[30] Los cuatro últimos versos se relacionan con la cita de Juan Ramón Jiménez que preside esta parte y ayudan a entender el título El secreto de los árboles: Los árboles no son meros objetos decorativos de la naturaleza, sino seres que tienen un alma con capacidad de guardar secretos, pues son los seres humanos, «árboles solos» en vida que, cuando mueren, se reencarnan en espíritu de árboles.

[31] JDV en varios artículos vierte una dura crítica contra el estancamiento y la sumisión, que detecta en el ambiente de la ciudad provinciana donde vive: «Te lo dicen en todos los sitios y a boca jarro: no se puede decir la verdad. Para decir la verdad hace falta valor. Y hasta parece una falta de educación decir la verdad. […] El cronista declara que ha sido y sigue siendo un mal ‘diplomático’. Que es ese barniz que quieren poner a las cosas y hechos de la vida para tapar sinceridad y, sobre todo, medros» («La verdad», Hoy, abril 1964).

[32] RO: CME con el título de “Nadie olvida”, APJDV. Este poema ha sido transcrito en “Poemas dispersos” de “Poemas de carácter existencial” (“Y otros poemas”), por su larga extensión y las múltiples variantes que presenta.

[33] Componente de la generación de autores teatrales del realismo social. Es autor de obras  Los inocentes de la Moncloa (1960), Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga (1965) e Historia de unos cuantos (1970). Esta dedicatoria de JDV posiblemente estuvo motivada por la conexión que existe entre el contenido del poema «El mundo-gente» y la obra teatral Ciudadanos de tercera de Rodríguez Méndez, con el que mantuvo una relación epistolar, propiciada por Martínez-Mediero, en las fechas que estaba componiendo los poemas de La vara de avellano.

[34] Ed. Poesía española (Madrid, 253, 1974) y Poesía (1988, p. 361).

[35] Estas dos citas, que anuncian el triste estado con que JDV aborda la elaboración de la elegía a su hermano desaparecido, pertenecen a Los muertos del poeta santanderino José Luis Hidalgo, que le impresionó según cuenta en su artículo “Donde las cigüeñas tienen su casa» (Hoy, 1-3-92). JDV supo de José Luis Hidalgo cuando publicó Hojas húmedas y verdes y entró en contacto con el grupo valenciano de Vicente y Alejandro Gaos, al que el poeta santanderino pertenecía. Él fue quien puso en contacto a JDV con Hierro para la edición de La esquina y el viento (1952).

[36] Esta elegía fue editada en Segunda antología (1979) con variantes no siempre afortunadas: “Pasando un tiempo antiguo, cómo noto / este agua que vuelve al mismo río, / es un espejo de escaleras roto / en madrugada de cadáver frío. [estrofa 3] // Callas y piensas: lento es el poema, / […] / Lento es tu peso que de amor se quema / […] [estrofa 4] // ¿Quién a mi sangre llega y allí se vierte? / […] / […] / ¿Espacio encarcelado donde vivo? [estrofa 5] // […] / ayer es hoy, el tiempo con que labras / se juntan como ramos de clemencia / y hablo contigo por contar palabras. [estrofa 7] // O estamos en silencio, ¡cuántas cosas! / […] / […] / supimos de nosotros al perderlo. [estrofa 8] // Ya sé que tú me esperas, no perderte, / el tiempo va, Dios mío, tan de huida / […] / […]” [estrofa 9].

[37] Son los vv. 5 y 6 de su poema «Cáceres» de Aurora. Amor. Domingo, que advierten la soledad total en que se encuentra el poeta pues, muerto Juan, no le queda nadie de su familia directa.

 

Fotografía cabecera: Plaza del Rastro de Mérida

¿Dónde ponemos los asombros?

¿DÓNDE PONEMOS LOS ASOMBROS?

A Joaquina [2]

I

ASOMBROS [3]

¿A quién contamos los asombros?

¿Dónde ponemos los fracasos?

¿A quién que mañana es domingo

y no lo sepa?

                                   Un mal trago

para beberlo solo

y solo pasearlo.

¿A quién contamos ese cuento

hermoso del milagro

que hacemos cada día

sin querer ni pensarlo,

en el verso, en la suma

de dos y dos son cuatro?

¿No habrá quién nos aguante

para pasar un rato

bebiendo con nosotros

canciones, vino y llanto?

A todos nos importa

que el cielo del tejado

se coma por la noche

la gloria de los pájaros.

A todos nos importa

lo que hemos ganado

y saber libremente

de memoria gastarlo.

Quizás encontremos alguno

que nos llame su hermano

y nos traiga la paz

que hemos soñado tanto.

Y cambiaríamos palabras

tan grandes como abrazos.

La vida muchas veces

tiene sorpresa a mano.

A todos nos importa

un mundo libre y sano

donde amar y vivir

simplemente llevando

«una palabra a tiempo»,

una luz en la mano

para soñar de nuevo

lo que jamás soñamos.

Debe de haber un día

que no tenga escenario

ni nosotros careta

de risas de payaso.

Para el asombro nuestro

para nuestro descanso

debe de haber un día

que no hemos estrenado.

BUSCANDO MI INFANCIA

EN LA CIUDAD DONDE NACÍ [4]

A José María Pemán [5]

Ando buscando un niño en mi desvelo

por la calle de la melancolía,

como perro perdido en noche fría

sin amo, sin cobijo, sin consuelo.

Ando por los recuerdos noche y día

buscando un tiempo niño, quizás cielo

que subir a los labios desde el suelo

y conformarlo con la sangre mía.

No lo encuentro en mi calle; estoy seguro

de que está todavía. Lo mantengo

de corazón, con alma, de la herida

hecha de amor eternizado y puro

en los años que ya ganados tengo

a la sombra de Dios y de mi vida.

TIEMPO PERDIDO

I

Se nos pasó de rosca el tiempo

-mi pobre de Dios y de siempre-

puse las manos sobre el día

se me quedó como la nieve.

Se nos quedó el camino incierto,

en la amargura de repente.

Notamos vida tan vacía

que más que vida era una muerte.

Las palabras se nos quedaron

hecha estropajo entre los dientes.[6]

II

Hemos perdido tanta vida

a generosas manos llenas

que loco andamos preguntando

si alguien la tiene, la devuelva.

Ponemos bando en nuestra frente

escrito a canas de existencia:

«Buscamos tiempo que perdimos

en no sabemos qué contiendas».

(Nos dijeron, como a hombre:

«barajar y paciencia».

Y barajamos nuestras cartas

y nos sentamos a la puerta).[7]

Pero aún nos queda la esperanza,

como a una nube de tormenta

que al descargar en pleno campo

hace la tierra más ligera,

poder hallarlo alguna vez

como el árbol, la primavera.

TÉRMINOS MEDIOS

No vale ignorar que nacimos hombres

que no querer saberlo

es cruzarse de brazos y palabras

en la tragedia que está viendo.

(Hay quien se encoge de hombros

importándole un bledo

este mundo que da vergüenza

vivir y sostenerlo).

Todos vuelven la espalda.

Ponen en marcha el tiempo.

Dicen: «la vida que llevamos

no es para más ni para menos».

De cualquier modo que lo mires

ir arrastrando sentimientos

es vivir de mala manera

sin paz, sin luz y sin remedio.

El mundo es de unos cuantos

-esto de sobra lo sabemos-

que aseguran tener

a Dios de su parte y su cuento.

¡O milagros al canto [8]

o a nadie escucharemos!

Las cosas en su punto

ya no hay término medio.

PORQUE SOMOS DE TIEMPO [9]

A Manolo. A Paqui [10]

Porque somos la tierra que servirá otro día

para que nazca yerba de nueva primavera

debemos ser reflejos alegres en vosotros

caídos en la cumbre de la derrota nuestra.

Porque somos el paso sobre la roca dura,

sobre la densa vida, sobre raíz de tiempo,

debemos ser destinos, vientos que apenas rozan

el abril de los años que siempre está en nosotros.

Porque somos un tiempo a montones de siglos

con el dolor ganado a tropezón con Dios,

encerrado en la piel, como en la jaula el canto,

esperamos que un día nos deshaga la luz.

Y ponga en libertad nuestras ansias de tiempo,

nuestras horas ganadas en buena lid un día,

la voz que está en la sangre hecha grito de alerta,

y el último remedio para un primer milagro.

LA CICUTA [11]

La cicuta por las venas

a Sócrates lo lamía,

era una serpiente fría

entre calientes arenas.

Hoy las cosas están llenas

de saber, sólo se inmuta

la planta cuando conmuta

veneno gris por un nombre

y Sócrates es hecho hombre

soñado de la cicuta.

ALGO OLVIDADO Y OSCURO [12]

Empecé siendo un árbol de montaña lejana,

una noche de fiebre delirante y absurda,

un árbol cuyo vértigo en la raíz estaba

junto a la fuente seca y la cabaña muda.

Los pájaros cantaron en la rama cortada.

En la rama cortada los pájaros lloraron.

Florecía el recuerdo en la rama cortada.

En la rama del viento que los hombres cortaron.

Algún desconocido, olvidado y oscuro,

se me tendió en la sangre a consumirme a solas.

Nunca sabré quién es ni cuál será su rumbo

ni qué estará diciendo en mi oído a estas horas.

Puedes hacer de mí  lo que bien te parezca

desconocido fondo, cadáver del silencio,

estoy abandonado en esta cruel paciencia

donde la antigua lucha, donde se pudre el cuervo.

Donde se gana el llanto el desdichado hombre

que navega en la calle bajo cualquier asunto[13]

de religión sonámbula y solitarias cuentas

para vivir tirando como bestia del mundo.

Primero fui, te dije, árbol de una montaña

y, después, simple tronco rodando amarga vida

y, ahora, cara al muro, en otra vida extraña

soy la sombra pisada de aquella rama huida.

CALLE DE LA NADA [14]

En esta calle de la nada solos

nos quedamos para siempre jamás.

Larga como la muerte en el camino.

Sin raíz y sin cielo que nos tenga

una manera de cantar la vida.

Nadie nos escucha, nadie nos sabe,

es inútil quemar a las palabras

que ya de nada sirven. El oscuro

silencioso pasillo de la calle

por donde no se va a ninguna plaza,

a ningún sitio que sepamos. Noche

total sin conocer a un compañero.

LA CUERDA DEL RELOJ

Dándole vueltas al ovillo,

no sé cómo ni desde cuándo,

paso los días confundiendo

esperanzas con desengaños.

(Que no andamos, anda el camino.

Huimos para quedarnos).

Y nos parece que la vida

es cuento hecho de encargo.

Somos una copa de vino

puesta en la mesa del milagro

para el primero que nos vea

y quisiera tomarse un trago.

¡Cualquiera sabe quién vendrá!

Ni quién será amo del llanto.

El bien o el mal en un momento

a cara o cruz nos lo jugamos.

(Yo le doy cuerda a mi reloj

todas las noches en mi cuarto).

POBRE ESPIRITUAL [15]

Miran sin luz y sin quejarse

de su ceguera y su mudez

que le cosieron las miradas

y las palabras a la vez.

Firme mientras lo nombras, dice:

«presente o servidor de usted».

Luego cabalga lentamente

en el caballo de su hiel.

Tuvo la duda de que un día

Cristo lavó y besó sus pies

porque ha bajado y nunca aprende

para subir cómo ha de hacer.

Ha perdido lo que tenía:

aquella antigua y buena fe

como se pierde una moneda

que va rodando en los por qué.[16]

Los bolsillos lleva vacíos

del alma enferma y de la piel.

Pobre de espíritu que trabaja

para que otros vivan bien.

No es que padezca yo contigo

es que me pasa a mí también.

Y no hay remedio a nuestros males

ni volveremos a nacer.[17]

CATEDRAL [18]

A Juan Ruiz Peña[19]

Mar sacado del fondo de la luz,

flor de noria, barroca, del romance.

Hueco de caracol, murmullo lento

de paz enferma, oscuro y vacilante.

Piedra que llora siglos.

(El aullido

se hace serpiente interminable).

Arco sin río, puente que no alcanza

sed del alma ni luminoso cauce.

Se oyen, debajo de las losas, manos

en busca de arpas de cadáveres.

Ecuaciones y escuadras piedra a piedra

en el triángulo de la tarde:

tres esquinas, un ojo, tres vertientes.

Juega centro un compás.

Suena una salve.

(Pusieron en el centro santo y seña

y en las vidrieras la invención del aire).

Un tiempo mueble de sepulcros reza

responso y letanía en los altares.

Las ánimas benditas se calientan

entre llamas y súplicas de baile

que nadie escuchará, que a nadie importa,

¡que nadie sabe ya nada de nadie!

Un muchacho en la puerta da un silbido

y entra en la catedral olor a calle,

a gente que se arrastra por la acera,

a muchachas que van mayo adelante.

Se irrita un sacristán, se duerme un cura,

se aburre un santo de su misma imagen,

se preguntan los muertos cuatro cosas:

a cuánto estamos y si faltaba alguien,

si merecía la pena

volver al mundo unos instantes,

si estar muriendo

era tan importante.

Domesticada y condenada historia,

siglos y siglos, de pasión y cárcel.

La sombra de un ciprés buscando un sitio

anda la catedral de nave a nave.

Rincones hondos, de sudor de noches,

musgan la soledad de unos amantes.

Polvorientas arañas van cediendo

un temblor pendular de fruto al aire.

El nocturno plegó su sinfonía,

más arriba murciélagos gigantes

arropan el latín de unos canónigos

en una eterna digestión de tarde.

(El órgano despierta a cinco viejas

y se asustan los sueños y los ángeles.

Suspira una beata y se confiesa

el tiempo que no supo enamorarse).

Miles de ratas, en la sacristía

del más allá, royendo se deshacen

en busca de un infierno de ironía

en trapos sucios de cloaca y hambre.

Un Cristo -siglo trece- abre sus llagas

para que moscas beban de su sangre.

Parece un signo, que colgaron hombres

en campo de dolor, interrogante.

Bostezan los canónigos, obispo,

en sociedad de cantos y balances.

Una Virgen contempla cómo reza

una estatua yacente y venerable.

(Aunque anochece, corazón, temprano,

debe de haber aún sol en muchos árboles).

II

LA NOVELA

A José Ledesma Criado [20]

En la mañana vieja, manos

de Dios buscando las arrugas

del tiempo en los rincones. Dios

de los lastimados insectos

del mundo de la música.

Luz sin sentido alguno. Sombra

de Dios como sangre arrojada

en latidos de tierra

calcinada en recuerdos. Busco

un ayer nuevo y lo que encuentro

es nostalgia de mí. Agonía

-paz- entre el polvo, solamente.

Abro de par en par las horas. Entra

por la ventana un nuevo sol.

Nuevo día.

Tiempo encerrado entre paredes

que se le da la libertad

del pájaro. Ya no puedo alcanzarlo.

Soy como un niño sin juguete.

Sólo pienso que una novela

es poca cosa todavía.

FIGURA

Por la luz sin figura yo canto de alegría.

Por la sonrisa clara, yo canto de alegría.

Al vivir estas horas te regalo sentidos

y atravesando espejos

me diluyo en tu carne.

O me pierdo en el sueño de la calle que cruzo,

cuando el alba es un gesto, unas cuantas palabras

sin pronunciar un nombre, una memoria apenas,

el vuelo de la vida

que descubre el amor.

EL LOCO [21]

Que se nos pudra la palabra blanca

el aliento, el camino y el reposo,

si cuando pase por la calle y hable

no le gritemos con la gente a coro,

culpándole del mal que nos parezca,

de la tremenda dentellada al hombro,

que nos estorba como hombre bueno

y nos irrita como hombre loco,

que su presencia es un pecado grave,

pecado capital de tomo y lomo.

Descargaremos nuestra voz-conciencia

en el portal de los despojos,

acusando a pájaros y laureles

y al hombre tal de los responsos.

Confesaremos para estar tranquilos

y pasar por la vida carne y cómodos

hay que echarle la culpa a quien se pueda

y torearle a salario y modo.

Nosotros siempre al margen de las cosas.

Nada supimos, en verdad, nosotros.

Alguien como el poeta ha de encargarse

de sacudir con su plumero el polvo.

A lo mejor los buenos le recluyen

o lo clavan en cruz como a aquel otro.

En la cruz del andamio o del pupitre,

del barrio de absorción lejano y solo.

Vaya a saber usted de lo que el hombre

es capaz cuando tiembla frente a un loco.

DIOS EN LA NOCHE [22]

Se duerme Dios en la noche,

rama final de alegría,

bebiendo no sé qué tiempo

de catedral de horas íntimas.

Habito de mundo a mundo,

de sueño a luz fugitiva,

desentrañada la araña

de turbia sombra dormida.

Vivo un puñado de siglos

para ser centro y partida

como cualquiera que sepa

algo de melancolía.

Voy sin llegar donde voy,[23]

llego donde no quería,

donde colgada una lágrima,

de tanto dolor, legítima.

Todas las cosas se quedan,

de pronto, tras de la esquina.

Dios en la noche se duerme

como una mar de agua tibia.

EL FANTASMA [24]

¿Soy, sabiendo quién soy, y que no quiero nada,

el que pidiese a gritos algo que me faltaba?

¿Acaso, quién estuvo bebiendo cara a cara

el cielo azul escrito en el revés del agua?

¿El que quedaba abierta la puerta de su casa

para que Dios entrase a pasearle el alma

y hablar con él de cosas, invitarle a miradas

para que escudriñase mi pequeña esperanza?

De ninguna manera. Seré el que me dudaba,

el que escucha en el viento la lejana llamada

y le vibra en la mente como si fuese un arpa

y le entierra en el tiempo las mejores palabras.

Puede ocurrir que muerto o ausente de mi casa

estuve mucho tiempo y no recuerdo nada.

Posiblemente estuve soñando que soñaba,

viviendo de una renta o de vida prestada.

Hasta el hombre del hombre alguna vez se cansa

o vas a decirle algo y te vuelve la espalda.

Una historia nos hace y nos nace un fantasma

que nos llena la sangre de una inmensa nostalgia.

CUALQUIER DÍA SUCEDERÁ

Un día cualquiera

-¡tiene que suceder forzosamente!-

he de echarme a morir

haciéndome una casa de paz

y de ternura.

Después -el predecir es fácil-

alguno al recordarme

dirá que me gustaba el vino tinto,

hablar en la taberna con obreros,

soñar en un futuro donde todos

nos sintamos mejor

y, desde luego, hombres.

Alguno ha de tener

la feliz ocurrencia

de decir que yo era un hombre absurdo

o raro o tendencioso

que puso tienda un día

y regalaba versos

porque ya me estorbaban.

Que otro día lloraba

por cualquier tontería

como niño que pierde

la mano de su padre.

Otros dirán -¿los buenos?-

que yo era religioso,

que contemplaba estrellas

meditando en un mundo

mejor que el que sufrimos.

Todos tendrán razón.

Hasta aquél que me ponga

como un trapo de pobre

o me pise hasta hacer

de mi sangre barro de su camino.

No faltarán motivos

en la vida del hombre

que simplemente pasa

con su verdad a solas

para que digan lo que quieran

y tengan su razón.

(Los ocurrentes es otro cantar).

Pero desde la tumba,

quiero decir, la casa,

he de reírme mucho

hasta quedar dormido

dentro de mi cabeza

profundamente.

DENTRO DEL ALMA VIVO AL HOMBRE [25]

Dentro del alma vivo al hombre

cantando y padeciendo:

pobre de mí que he madurado

en soledades y silencios.

Duele la luz que nos deshoja

año tras año los momentos

y me desnuda de las sombras

y del desnudo me avergüenzo.

Se marchitaron los suicidios

junto a la flor de los almendros

como una fruta que no cae

ni ya caerá en ningún huerto.

Otra llamada más, o latido

sin razón, tiempo sobre el tiempo.

Otro día sin hacer nada,

ir y venir por el mismo sendero.

Pierdo miradas más allá del número,

en la entraña infiel del Universo,

para arrancar tan sólo la palabra

del pan, del vino y del lamento.

Es inútil llegar donde querría

llegar. Donde no quiero llegar, llego.

Casi nadar contra corriente

para creer en lo que nunca creo.

Sólo cruzar los brazos

para apretar el corazón al pecho

me hace notar que vivo todavía

aunque parezca que me estoy durmiendo.

Aún me queda que descifrar el hombre

de última paz y de misterio.

FINAL DEL CAMINO [26]

Debía haber llegado al final del camino

para quitar la yerba y sueño donde yaces

y hablar de aquellas horas que amando hemos vivido

al pasar por la vida recorriendo la calle.

Debía haber llegado a ganar el silencio

con la voz encarnada en la muerte insaciable

y sólo he conseguido en un camino incierto

un tiempo de recuerdos donde no habita nadie.

Debía haber llegado al final de mí mismo,

-¡qué profundo el pesar!-, jubiloso a encontrarte.

Haber llegado ya pero ando perdido

en sabe Dios qué mundo turbulento y distante.

ANÉCDOTA

Me dieron una tierra para que la sembrase

y construyese en ella un pozo y una casa.

Y construí sin límites de canciones o sangre

con la luz satisfecha de una limpia mañana.

Esperanza en la lluvia, los hijos, lo perdido,

recostado a la sombra del árbol del recuerdo,

el tiempo contemplado en lo que se quedaba

hecho lugar de cosas para huidos momentos.

Sembró la primavera (que como siempre llega)

muchachas entre hierbas, entre la noche flores,

dentro ya de la pálida alegría del alba

como lumbre guardada en la mano del hombre.

A veces el paisaje se quedaba en un nido

o en un vuelo robando los límites del mundo.

Era cuando el latido anunciaba de pronto

que no vería los sueños que puse al lado suyo.

Era el amor anécdota de amapola entre el trigo,

de pasiones que buscan descansar en un lago,

lo que nos hace falta para poder vivirnos

y que cuando nos llega, sin querer, naufragamos.

Antes de que pensáramos en el fruto maduro

llegó el verano un día, fatigado y solemne,

como si fuese padre de mí mismo en la tumba

del surco primitivo que quiso recogerme.

Y me saqué del alma cuanto conmigo estuvo:

vida que me crecía para llegar a verte.

Vida que me manaba desde lo más profundo

a la más alta cumbre sagrada de la muerte.

COMUNIÓN

Era casi de madrugada

cuando nací de nuevo al nuevo día.

Un despertar de ojos en el alma

anunciaban un sol

recién nacido.

Sonaba un alentar de yerbas

y entre la yerba del trigal, la alondra.

Ya deberá estar la cigüeña estudiando

en la rendija azul

el libro de las alas.

¿Qué color la montaña tendrá ahora?

¿Quién en la cima de rodillas reza?

¿A qué mar llegará quien a ningún sitio se dirige?

Toqué la luz y entre los dedos

hecha una condición me los besaba.

Rodeaba no sé qué pensamientos de sencillos.

Sonaba un gallo

-alerta cresta roja de su gallinero-

que desafía al culpable

de sombras sobre el muro.

Dios me miró

-¡Ay, yo bien que lo veía!-

y desperté contento

para sentirme vivo

entre vosotros.

SELVA VIRGEN [27]

Selva virgen que escucha latido de la yerba,

por donde va subiendo aroma de almohada,

claustro para el misterio. Flotando estremecida

una eterna pregunta dentro de la palabra.

Hay en el cielo un campo lleno de flores rotas,

de atardeceres muertos y de llaves en llamas.

Un campo donde tiende el cuerpo de los días

alguien que silencioso siempre nos adelanta.

Mientras van desnudándose de tanta piel inútil

y de tanto secreto que en la lluvia guardara

hay un temblor de tarde que amortaja el concierto

de sostenidas notas para una vida mágica.

Unos ojos vigilan tras persianas de tigres,

pasos de ramas secas, olor de hojas quemadas,

una mujer tendida en la pradera verde

busca un limón perdido entre siesta y cigarra.

Serpentea la arcilla los espacios inciertos

para hacerse amapola de luz en la plegaria

y suspirando crecen unos nocivos sueños

como inquietud antigua resumida en nostalgia.

Maduran en los árboles unos frutos extraños

que la tierra convierte en casa para arañas

para intimar la muerte que jamás se termina

en una sorda voz indescifrable y larga.

Hay gozos que desprende el bosque de los pájaros

con recodos de calles y plazas olvidadas

por donde viene altiva la muchacha del mundo

mordiendo alegremente la tarde y la manzana.

NOTAS

[1] Este título muestra la desesperanza del poeta, que ya no tiene ilusiones de descubrir nada nuevo ni posibilidad alguna de calmar su angustia existencial. Las buenas relaciones entabladas por JDV con José Ledesma Criado y Juan Ruiz Peña, directores del Grupo Álamo de Salamanca, después de haber participado en varias de sus actividades en los últimos años (conferencia sobre Federico de Onís, participación en los Cursos de Verano de la Universidad), dan como resultado la edición de ¿Dónde ponemos los asombros? el  29 de junio de 1969. El libro recibe críticas muy positivas, entre otros, de Aleixandre y Juan Ruiz Peña que descubre en el libro “una resonancia interior, tierna y humanísima, que yo llamaría ‘valhondiana'» (carta a JDV, Salamanca, 31-10-69, APJDV). La contraportada contiene  un dibujo del busto del autor y debajo unas breves notas de su vida, una opinión de Sainz de Robles sobre su personalidad poética y una relación de sus obras. Es el número 9 de la Colección, tiene 68 páginas, una medida de 19´5 X 13´5 cms. y una tirada de 300 ejemplares.

[2] JDV dedica este libro a su esposa, cuyo nombre completo es María Joaquina Oncins Hipólita, con la que contrajo segundas nupcias el 5 de agosto de 1967 en Badajoz. De este matrimonio nacerían Jesús en 1970, Felipe Juan en 1971 y Sofía en 1972. JDV le dedicará, además, Inefable domingo de noviembre, Inefable noviembre y el soneto «Ortigal oscuro» de Ruiseñor perdido en el lenguaje.

[3] Ed. Álamo (Salamanca, nº 17-18, 1969), Alcántara (Cáceres, nº 158, 1970) y Segunda antología (Entre la yerba …, 1979). En Álamo: «y solo barajarlo» (v. 7); «se coma por las noches» (v. 20) y «y saber de memoria / libremente gastarlo» (vv. 24 y 25). RD: Los cambios realizados en estos versos tienen el objetivo de ajustar expresiones con las que el poeta no había quedado conforme.

[4] Red. Segunda antología (1979).

[5] José María Pemán fue autor teatral (Cuando las Cortes de Cádiz, Callados como muertos, Edipo), escritor de artículos y ensayos. JDV lo conoció a través del grupo Platero y se entrevistó con él en varias ocasiones, cuando se desplazaba a Cádiz para examinarse del 2º curso de Practicante, que aprobó en 1954. De esta época son un comentario de Pemán sobre la poesía de JDV (CME, APJDV) y la selección de una cita del escritor gaditano, que acompaña a la dedicatoria de la III parte de la ROEV (ver en “Y otros poemas” en la nota del índice de la ROEV). Pemán invitó a JDV en 1967 a dar un recital en la universidad junto a Lencero y Pacheco (este detalle quizás motivara la dedicatoria).

[6] En este verso hay una falta de concordancia pues «hecha» debe ser «hechas», porque se refiere a «Las palabras». Posiblemente JDV la cometió a conciencia para evitar que el verso tuviera una sílaba más y fuera decasílabo cuando los restantes son eneasílabos (excepto el décimo de la segunda parte que es heptasílabo).

[7] La acción de barajar las cartas como metáfora de la responsabilidad que, unas veces, tiene que asumir el ser humano corriente cuando se ve obligado a tomar decisiones cruciales en su vida y, otras, sólo tiene que asentir porque otros las toman por él coartando su libertad, aparece también en el poema «Jesús Delgado» de Ruiseñor perdido en el lenguaje.

[8] RO: Este verso se inicia con la interjección «Oh» pero debe tratarse de una errata, pues en este verso y el siguiente el poeta plantea una disyunción y, por tanto, debe ser «O».

[9] En Segunda antología (1979) este poema se titula «Porque somos de tierra». En principio, parece una confusión pero, atendiendo a que el v. 1 del poema dice: «Porque somos la tierra […]», puede tratarse de una modificación posterior del poeta al que le gustaba esa relación telúrica del hombre con la tierra.

[10] Se trata de Manuel Martínez-Mediero Díaz y de su esposa, con los que JDV mantuvo una grata amistad. Mediero nació en Badajoz (1939) y es un autor teatral que goza de un merecido prestigio en la escena española por su comprometida y amplia producción teatral (El último gallinero, 1971, Las hermanas de Búfalo Bill, 1974, Juana del amor hermoso, 1982). Por estas razones la Junta le concedió la Medalla de Extremadura en 1999. La buena relación entre ambos hizo que JDV colaborara con Mediero en varias obras con cantos espirituales en verso y éste asegurara en su discurso por la concesión de la Medalla: «Jesús Delgado Valhondo es el hombre más sabio que he conocido».

[11] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 15, 1949). PROEV, NRP: “Hoy las hojas están llenas” (v. 5) y “silencioso en la cicuta” (v. 10). RD: Las leves alteraciones quizás tengan la finalidad de hacer más universal el saber y convertir en más lírica la figura del pensador, respectivamente. En la ROEV está dedicado a José Luis Cano, que fue el director de Ínsula y fundador de la Colección de Poesía Adonais, donde JDV quiso publicar algunos libros sin éxito. Posiblemente su decepción explique la desaparición de la dedicatoria.

[12] Ed. Álamo (Salamanca, nº 9, 1966. «Empecé siendo un árbol de montaña soñada», v. 1, y «para vivir tirando del miserable mundo», v. 20) y Segunda antología (1979). RD: Las reelaboraciones de estos versos imprimen realismo a un poema puramente existencial. En Segunda antología: «se me tendió en la sangre a consumirse a solas» (v. 10). El cambio del enclítico “me” por “se” debe tratarse de una errata, teniendo en cuenta el sentido de los versos siguientes.

[13] La monotonía de la vida cotidiana con sus problemas y sin esperanza es un asunto insistente en JDV, incluso en sus relatos: «Mi vida es un día nublado, gris y frío. No me soliqueo conmigo, no; me dejo llevar por la corriente de lo vulgar y cotidiano, no por el río de la prisa, sino por la calle despacio. Calle adelante. Calle adelante. […] Calle adelante vamos. Calle adelante. Y, hoy, deprisa», «Calle adelante» (Alcántara, nº 39, 1951).

[14] Red. Segunda antología (1979).

[15] Ed. Poesía española (Madrid, nº 193, 1969), Alcántara (Cáceres, nº 165, 1971), Segunda antología (1979) y Poesía (1988, p. 357). JDV había advertido la falta de espiritualidad en su entorno y la conversión del individuo en un ser mediocre: «El hombre va quedándose sin espíritu en pobre hombre» («Hay que pensar que se vive», Hoy, agosto 1950).

[16] Sin duda el poeta aquí fue consciente de la regla gramatical que obliga a escribir “porqué” cuando es sustantivo, pero lo escribió separado y en singular para indicar las numerosas y reiteradas preguntas que se hacía sin obtener respuestas.

[17] En carta de JDV a Rodríguez Moñino (Badajoz, 10-4-67), este verso dice: “No volveremos a nacer”. En Segunda antología (1979), la última estrofa del poema cambia el último verso y añade dos más, separándolos de la estrofa anterior por un espacio en blanco: «No es que padezca yo contigo / es que me pasa a mí también. / Y no hay remedio a nuestros males / por muchas vueltas que le des. // Y si algún día amaneciese / ya no sería amanecer». Esta ampliación quiere alargar el final, quizás porque el poeta pensó que en el libro termina bruscamente.

[18] RO: Ed. Álamo (Salamanca, nº 1, 1964). “en la flor de la noria del romance”, v. 2, “se hace serpiente inagotable”, v. 6 y, al verso 20 del poema de Álamo, le siguen las estrofas 9, 10, 11, 12, 4, 5, 6, 7-8, 13 y 14 de ¿Dónde ponemos los asombros? Red. Poesía extremeña actual (II) (1978) («en un infierno de ironía / en trapos sucios de cloaca y hambre», vv. 35-36; «Un muchacho en la calle da un silbido», v. 45 y «a muchachas que van mayo adelante», v. 48) y Segunda antología (1979; casi idéntico a la versión de Álamo): «se hace serpiente interminable)» (v. 6), «Un templo mueble de sepulcros reza» (v. 17) y «arropan el latín de unos canónigos» (v. 25). Estos ajustes indican el interés de JDV por este poema (su antecedente es “Canciones” de El año cero). JDV editó en Poesía (1988, p. 351) un poema con TI, DC, donde en un tono más espiritual se refiere a la catedral de Badajoz: “Sombra de pie: catedral. / Se escucha una sinfonía / alta de azul en el cielo: / coronación: mediodía. // (Y en la corona volando / como diamantes palomas / dentro del Ave María)”.

[19] Catedrático en Salamanca, director de Álamo, poeta de la generación de Garciasol, Leopoldo de Luis y José Luis Cano y autor de La vida misma (1956) y Nudo (1966). Mantuvo con JDV una relación epistolar, donde se encuentran agudas opiniones sobre su poesía, y le escribió el artículo «Un poeta extremeño» (Diario de Burgos, 28-3-63).

[20] Abogado salmantino, que codirigía con Juan Ruiz Peña el Grupo Álamo, en cuya Colección Poética editó un libro de poemas con el título de Biografía de urgencias (nº 3). También mantuvo con JDV una amplia relación epistolar, que contiene positivas reflexiones sobre su poesía, y le dedicó el artículo «Yo soy el otoño» (El adelanto, 28-9-69).

[21] RO, CMA, APJDV: “A voces le diremos cuando pase, / a gritos de cartón, mil veces, loco. / Porque quien no comulga con la misma / rueda de molino será algún lobo. / De ninguna manera que se ponga / y mucho menos con el alma al hombro. // Que se nos pudra la palabra buena, / el acento, el camino y el reposo / si cuando pase por la calle y hable / no le gritamos con el pueblo a coro, / culpándole del mal que nos parezca, / diciéndole nos causa gran enojo, / que su presencia es un pecado grave, / un pecado mortal de tomo y lomo. / Descargaremos nuestra voz-conciencia; / ¡oh, la voz!: voz del pueblo, voz de todos. / Acusando a pájaros y laureles / besar la soledad del hombre solo. / Confesaremos para estar tranquilos / y pasar por la vida carne y cómodos. / Hay que echarle la culpa a quien se pueda / y al que se pueda se torea a modo. / Alguien debe tener la culpa de esto / sin duda sin remedio y sin nosotros, / nosotros siempre al margen de las cosas, / son ellos los que estorban, los incómodos. // Gritad de nuevo muchedumbre hambrienta / que lo claven en cruz como aquel otro: / en la cruz del pupitre o del andamio: / asqueado, dolido, silencioso. / Escupidle en la cara / y azotad a ese loco”. RD: Es el resultado de una reelaboración posterior, pues es más sintética y presenta un mayor ajuste en ciertas expresiones. Pulsaciones contiene un poema TI, DC.

[22] Ed. Canas de Dios en el almendro (1971), donde aparece dedicado a Antonio Díaz Rodríguez, lector de JDV y dinámico organizador en Almendralejo de actividades literarias (recitales, conferencias, revista hablada Prisma), donde lo invitó a participar. Red. Segunda antología (1979) y El pozo de la comunidad (Mérida, nº 5, 1983).

[23] En Canas de Dios en el almendro (1971) y Entre la yerba … (1979): «voy sin saber dónde voy». Esta variante introduce una mejora, pues se ajusta más a lo que el poeta expresa en el verso. En Segunda antología (1979): «desentrañando la araña» (v. 7), expresión que imprime movilidad al estatismo del verso.

[24] Ed. Poesía española (Madrid, nº 193, 1969), Alcántara (Cáceres, nº 155, 1969) y Poesía (1988, p. 356).

[25] RO: Ed. Alcántara (Cáceres, nº 41, 1951) con el título de «Inclinar la cabeza sobre el pecho»: “Dentro del alma vivo al hombre / cantando y padeciendo; / ¡ay, de los pobres hombres que maduran / en soledades y silencios! // Duele la luz que me deshoja / año tras año mis momentos / y me desnuda de las sombras … / … y ya desnudo me avergüenzo. // Se marchitaron los suicidios / junto a la flor de los almendros / y en las orillas de la vida / troncos talados son los cuerpos. // Otro latido más, otro latido / corazón, carne viva para el viento: / esta angustia es nacer en otro día, / es ir y no venir por el sendero. // Pierdo miradas, sí, pierdo miradas / en la entraña vital del Universo, / quiero arrancar a todo la palabra / y es la palabra sola mi cerebro. // Quiero saber y comprender las cosas / y soy yo mismo el que aterrado quedo, / es inútil ahondar sobre mí mismo, / cuanto más profundizo menos llego. // Yo sé, Señor, por qué agonizo siempre: / por ansia de vencer lo que naciendo, / me disuelve, confunde y atormenta, / me va colmando de secretos. // Anularme, Señor, solo en la muerte / podré anularme de misterios. / Hacer lo que hizo Cristo al entregarse: // inclinar la cabeza sobre el pecho”. RD: El cierre es distinto tal vez para evitar la alusión a Jesucristo en la cruz, pues a JDV le supondría un paso atrás volver a usar imágenes ya empleadas en Las siete palabras del Señor.

[26] Ed. Boletín del militante de Badajoz. JDV debió enviarlo para su edición desde Zarza de Alange, pues contiene una anotación: «Practicante». APJDV, CMA con el título de «Camino»: “Debía haber llegado al final del camino / para quitar la tierra y sueño donde yaces / y hablar de aquellas horas que amando hemos vivido / mezclando nuestras vidas en nuestra misma sangre. // Debía haber llegado a ganar tu silencio / con mi voz encarnada en tu muerte insaciable / y sólo he conseguido en un camino incierto / un tiempo de recuerdos y una nube en el aire. // Debía haber llegado al final de mí mismo. / Debía haber llegado jubiloso a encontrarte. / Debía haber llegado pero ando perdido / en sabe Dios qué mundo turbulento y distante”. Debe ser una reelaboración posterior al poema del libro, pues presenta una expresión más ajustada y una creatividad mayor.

[27] Ed. Álamo (Salamanca, nº 19, 1969), Segunda antología (1979) y Lanza (Ciudad Real, nº 594, 1984). En Álamo: «pasos de vientos secos, olor de hojas quemadas,» (v. 14); «y tú, muchacha, creces desde tus mismos sueños / como recuerdo antiguo de una dulce nostalgia» (vv. 19 y 20); «donde una muerte crece y jamás se termina» (v. 23) y «con recodos de calles y agonía encantada» (v. 26). El hecho de que estas reelaboraciones sean más acertadas que las expresiones originales inducen a pensar que la versión de Álamo, editada el mismo año que el libro, es posterior. En Segunda antología (1979) el primer verso de la cuarta estrofa dice: «Unos ojos vigilan tres persianas de tigres,». El cambio de «tras» por «tres» puede ser un error de la imprenta.

Fotografía cabecera: Parque de los Centollos de Mérida

El secreto de los árboles

EL SECRETO DE LOS ÁRBOLES [1]

[PRESENTACIÓN]

No hace falta esforzarse mucho para hacer una presentación del poeta cuyo libro damos hoy a la consideración y a la lectura de los habituales de ROCAMADOR. Jesús Delgado Valhondo está ya perfectamente definido y encuadrado en la poesía española de nuestro tiempo y no es el momento de reivindicar lo que está suficientemente sabido y recordado.

Por ello vamos a hablar de su nuevo libro, de éste que hoy ofrece la Colección palentina ROCAMADOR. Nosotros conocemos toda la obra de Delgado Valhondo. Esta obra que está cimentada en una sencillez expresiva, tan difícil en nuestro tiempo, en el que tan dados somos a meter ruido lo mismo quemando petardos que escribiendo un poema. Pero que nadie traduzca sencillez por ingenuidad o por simpleza. La bondad extraordinaria -la poética y la otra de Jesús Delgado Valhondo- le sobrevienen no solamente de ser así sino de pensar el mundo hondamente de haberlo conocido y vertido al poema. Y en este libro que nosotros queremos creer por lo que nos toca que es el mejor de todos los que han salido de su pluma, todas las virtudes poéticas de Valhondo permanecen pero ahondan más y se conjuntan más hasta formar un todo armónico.

He aquí un nuevo libro de Jesús Delgado Valhondo que esperamos confiadamente reafirme más aún su personalidad ya bien ganada.

I

A Juan Antonio Cansinos [2]

LA CALLE  [3]

A Federico Carlos Sainz de Robles [4]

Debe de hacer mucho tiempo

que paso por esta calle.

(Es un secreto de muerte

casi como el de los árboles).

Consumiendo luz a gotas

le debo al viento la sangre.

(¡Cuántos sueños van nadando

en nuestro recuerdo, mares!).

¡Aquí fue precisamente

lo que no se cuenta a nadie!

(Escucho una voz de siempre

entre las hojas del aire).

¡Donde el asombro primero

todavía está salvándome!

(¡Qué ganas tengo, Señor,

de echar el alma a la calle!).

De echar el alma a los dientes

del primer perro que pase,

del hambriento que esté a punto

o de los que están sin nadie.

(Con tu permiso, Señor.

Claro está, con tu permiso:

en el nombre de la calle).

LA CARICIA [5]

Eres animal en busca

de la mano azul del alma.

(Te suenan los cascabeles

dentro del cofre del agua).

Sólo cintura de música

doblándote en la palabra

pareces. Se rasga el viento,

de tu silencio, si pasas.

Si vuelves cuando te vas,

si vienes cuando te callas.

Si quieres que yo te tenga

en la memoria doblada.

(Escrita y doblada ya.

Metida en sobre la carta).

CALLEJÓN SIN SALIDA [6]

Se cerró la calle. El muro

se alzó sobre lo vivido.

Nos condenamos, dolor,

en la cárcel del camino.

El cielo alto y pequeño:

yo contra el muro apretándome.

La sangre en el corazón

luchando por escaparse.

El callejón sin salida.

Yo sin salida. Volver

sobre pasos a la vida.

Y yo no quiero volver.

No vale dar voz y luz

en las piedras. Nada vale.

Están gritando a mi oído:

«¡Por aquí no pasa nadie!».

(Sangre que das en el muro

del corazón con la carne).

NOMBRE [7]

No puedo pronunciarte

porque la voz me duele.

Y es que tu nombre tiene

sabor de largas horas,

de cielo removido

desde mi fondo oscuro.

Es que no sé escribirte

porque me faltan letras

para poder contarte

una cosa cualquiera.

A veces, se me olvida

todo lo que aprendimos

mirándonos tan sólo

las manos, las palabras.

LA GRAN CIUDAD DORMIDA [8]

A Juan José Poblador [9]

Cuando las calles cierran

sus puertas por la noche

creo que mucha gente

andará bajo el mundo

buscándose las muecas,

el dinero olvidado,

a perros vagabundos,

a novias perseguidas,

a gritos que quedaron

naufragando el anuncio.

Cuando las calles cierran

puertas y cielos rasos,

pared y escaparate,

me recojo en la celda,

medito en el cadáver

que flotando estará

esta noche en el frío.

Y entonces me entristezco

sin poder remediarlo

pensando en la muchacha

que se quedó en la calle

con el muerto en la boca

y la sangre filtrándola.

ACASO

Hay un olor a ti

que la materia anula.

Un olor casi a mar

que nos invita a ahogarnos

ya sin cuerpo en sus aguas.

La sombra todavía

está delante, intacta,

esperanzada acaso.

Contemplo despoblados

que tengo entre mis manos

vencidos, solitarios.

Escucho cómo cierran

sus puertas esos hombres

como si fuesen páginas

del libro de su día.

Me encuentro allá en el fondo

de mis ojos y duermo

recuerdos deliciosos

que a nadie he confesado

porque a nadie le importa

que yo descubra un alma

explorando la arcilla

de siglos donde vivo.

CALLE DE LOS VIVOS MUERTOS [10]

A Antonio Vaquero Poblador

 A Juan Antonio Ferreiro

En esta calle viven cuarenta y tres mil muertos.

Los he contado a todos, desde el primero al último.

Nadie faltó a la cita. Los muertos nunca faltan,

están a Dios y a punto.

Hay quien se come muertos o los borra del mapa

o los tira al huerto en montones confusos.

Y, luego, ya se sabe, rezando se consuelan

y se ponen de luto.

Pero yo los aprecio tanto como a borrachos,

tanto como a la ahogada, tanto como al absurdo.

Tienen los vivos muertos mi cordial simpatía.

Yo los aprecio mucho.

MAR [12]

Como la mar.

La mar viviente:

labio, sangre y sal.

¿Por qué me estás mirando

desde ese balcón?

Amargo mar divino.

Llanto de Dios nutriéndome.

Te siento inabordable.

Lejana y misteriosa.

¿Quién navega

dentro de mí?

¡Oh, pobre hombre que piensa, quiere y grita:

mar!

ALAMEDA

A Moríñigo del Barco[13]

Árboles en claustro donde

los monjes se continúan

jugando luz a la sombra

y a la sombra con la música.

Manos que van y que vienen

leyendo buenaventuras

entre los troncos, las ramas,

las hojas, bajo la lluvia.

Tendremos que averiguar

quién es la mujer desnuda,

dónde está la flor que huele

y qué significa nunca.

Tendremos que averiguar

quiénes somos, quién nos busca,

qué hacemos en la alameda

crucificando preguntas.

EL POETA SE MUERE EN EL MOMENTO

A Manuel Lozano Fuego[14]

Se hizo mi voluntad a boca tierra.

Me sembré, me deshice, estuve oculto

a golpe de azadón, a lluvia y tiempo,

a pasto que pisar en el desnudo.

Dormí la nada donde el viento es barro.

Soñé la espera en el misterio tuyo.

Dejé sin más remedio mi abandono

en todos los sentidos. Estaba a gusto.

Era sólo el momento de mi muerte,

hueco y vacío, aunque yo era un truco.

Se gastan los recuerdos tan generosamente

que se queda el ayer lejos y oscuro.

Se duerme bien, la muerte es el descanso,

es buena vocación la de difunto.

LAS SIETE DE LA TARDE [15]

A Manuel Sanabria

A Anita Pérez-Flórez[16]

I

 Miré el reloj

y eran las siete de la tarde:

angustia, soledad: moría

la luz en nuestra sangre.

Mi corazón vacío

de pronto. Sin amor. Sin nadie.

Pasaba Dios muy lejos: alas

abiertas del paisaje.

II

Miro el reloj

y cuento uno a uno los instantes

en el alma otra vez. Devuelvo

al corazón sus soledades.

Si muero es porque vivo.

Echo las penas por delante

y olvido el nombre de las cosas

que son las siete de la tarde.

Siempre que son las siete tengo

el corazón de antes.

SOMBRAS [17]

Tengo las sombras en la frente

y no las puedo ni pensar:

están en mí constantemente

como camino a despertar.

El corazón lleno de sombras,

unas vienen y otras van,

algunas llenas de nostalgias

como novela que velar.

Esa tormenta que me nombras

es pura sangre a vendimiar.

Tengo las sombras en los ojos

y no las puedo ni mirar.

Sombra de sombras, mis fantasmas,

mis vivas sombras en el altar.

Ando con sombras en abismos

por esta noche de penar.

Todas vosotras soy yo mismo:

debo ponerme a meditar:

que sobre sombras cualquier día

he de acostarme a descansar.

VENTANA [18]

A Guillermo Silveira[19]

Esperando a cualquiera por si llama,

escuchando, ¿dónde el rumor del tiempo?

Acodo vidas en el alma,

siembro mis voces en el viento,

pueblo mi culto a la esperanza.

Decidido el oficio del silencio,

decidido el plural de la mañana,

la luz, la flor, el sentimiento.

Ver lo que viene y lo que pasa

por esta calle de los versos.

Meditando las cosas que nos ganan,

las cosas que nos pierden sin remedio,

en hombres que no tienen nada

y a los que yo siempre les dejo

la puerta abierta de mi casa.

II

A José María Fernández Nieto [20]

 

NOCHE Y ALBA

 

Aquí vino …

y se fue.

L.F. [21]

I

No puedo yo descifrarte.

No lo debo de saber.

Mañana seguramente

temprano te lo diré.

Tengo el mundo de la noche

hecho una flor en la mano.

Noche en ti.

¡Ya ves si te estoy amando!

¡Qué poco trabajo cuesta

consumir tanta distancia,

tener esta noche abierta

de par en par en el alma!

Árboles puestos de pie

en la orilla de la sangre.

¡Puestos de pie! ¡Qué secreto

están guardando los árboles!

Cómo canta el campo. Cómo

suena la yerba, alas y brazos,

voces y miedos, del campo.

Sube el olor de la tierra.

Se pisa el cielo del campo,

de la noche de este campo,

a dos pasos,

de tan cerca

y de tan bajo.

 

II

Iré corriendo hacia ti

honda noche de algo mío

donde volverte a vivir

(Abre el lecho. Traigo frío).

III

Y tú no estabas … De pronto …

Fue de pronto. ¿Dónde has ido?

Al despertar tú no estabas.

(La primera vez que pasa).

En mis ojos tú no estabas.

IV

¡Qué pena que no estuvieras

ahogándote en una lágrima!

¡Qué pena que tú te fueras!

¡Qué pena me da y qué lástima

despertar de esta manera

tan rara!

V

Crece la luz y a todos le dicen cosas,

palabras y más palabras

y le señala esto y aquello

y a mí no me dice nada de nada.

La noche se me ha quedado

como una flor apagada

en las manos y en tus sábanas.

(Y es que en la cima del sueño

ocurren cosas extrañas).

SOLO [22]

A mis compañeros:

Luis A. Lencero

Manuel Pacheco [23]

Dolor en carne viva.

Ciudad de espaldas. Lobos

del amor. Lejanías.

Sombras en abandono.

Labios, puertas de sangre

de par en par. No nombro

a nadie. Las palabras

quedaron sin nosotros.

Hombre de soledad

que pasa silencioso

a tu lado, soy yo:

el señalado, el loco,

el prologuista del responso

que llama al vino mar

y necesita estar

indispensablemente solo.

ESE ESPEJO [24]

A Federico de Onís[25]

Hombre que estás delante de nosotros

rumiando pensamientos y conflictos

de salario, del hijo enfermo, de la

hija que regresa, cansada y rara,

tan tarde que la cena se le enfría,

de la mujer haciendo los oficios

con otros menesteres que no cuentan

las crónicas escritas en el barro.

Ése que va calle tras calle; digo,

ése que va contándose la historia

de sabe Dios en dónde su esperanza,

de si quiere comer tendrá trabajo

arrimando los hombros a paciencias,

arrastrando su cruz por los caminos,

como los buenos cuentos de los tontos

donde prometen cielo a mil pesetas.

Compañero de penas y de lágrimas

dándole vueltas a la vida, broma

pesada que explicarse quiere como

sea: por qué la gente se suicida,

por qué el hombre enloquece o se acobarda

y por qué las prostitutas saltaban

a la comba de madrugada en parques

cantando soledades del barquero

y años que vienen a juntar los pétalos

de la rosa que deshojó el demonio.

Amigo, no te pierdas de mi vista

nunca jamás. Eres capaz de cualquier

cosa; te noto en la mirada modos

del lobo que perdió su gran camada.

Que la vergüenza se te vuelve sangre

porque llegaron todos una noche

a confundirte con un perro sucio

en la doblez del alma.

Hoy te encuentras en mí, de mí naciendo,

de mí comiendo a dentelladas, vida;

de todos los que dicen -¡claro!- que son hombres

que cada cual ha puesto lo que puede.

Si meditas despacio lo que ocurre

es que todos nosotros, codo a codo,

como el que no quiere la cosa,

mirándonos estamos al espejo.[26]

MIRADA DE DIOS

A Antonio Zoido[27]

Ando sobre montones de preguntas,

en esta noche larga de pasillo,

no sé, tú, corazón, si te barruntas

a Dios contigo y, como tú, sencillo.

Llevo una carga enorme de tristeza,

cada tristeza suma mis angustias

para dar con el hombre que me reza

arrodillado en las palabras mustias.

Hasta que quiera Dios abrir los ojos,

verme la libertad que me mantiene,

devolverme la vida y los despojos

que va en la noche y por el alba viene.

Y por el alba viene y yo no puedo

deshacerme de mí para una muerte.

Tiene mirada Dios cerrada y quedo

dentro esperando hasta que Dios despierte.

ALGO NO ANDA BIEN [28]

El poeta invita a un amigo que sea crítico,

Carlos Luis Álvarez, por ejemplo, para que

venga a visitarlo.[29]

Ahora mismo me entero que soy mi casa, amigo,

entra a verme, te invito, te ayudo con mis manos.

Hay un salón de sangre por donde Dios pasea

dulce y tierno cansancio.

Enciende tú la luz con la palabra. Mira

y escucha atentamente. Dentro todo el cuidado

es poco, no tropieces, no me vagues a ciegas

porque debe ser algo …

Algo que no anda bien. Ya sabes, cosas raras

que nadie explica nunca. Cosas de mil diablos.

Cosas que yo creía que se las llevaba el viento

y siguen en mi ánimo.

Tengo un desván de quejas y un oscuro pasillo

por donde el desconsuelo anda suelto y reinando.

Tú entra y curiosea. Hay un salón de baile

y el corazón bailando.

También hay biblioteca donde amontono versos

y habitación de sueños que está junto al despacho.

Entra que yo te espero sentado aquí en la puerta

con los brazos cruzados.

Nos emborracharemos los dos en la bodega

de mi tristeza hecha, a pecho desgarrado,

de oxidada alegría. Romperemos recuerdos

y paisajes, borrachos.

No pises esa calle que se quita la falda

por arriba como una mujer mala. Cuidado

no vayas a venirte por el paisaje mundo

de todos los humanos.

Si te parece bueno que dos hombres se digan

mutuamente que sufren, lloraremos un rato.

Si te parece bueno te daré lo que tengo

llamándote mi hermano.

Delante hay un jardín -te enteraré de todo-

de amargas margaritas y de cipreses altos:

grises recordatorios que borran los senderos

que se pierden andando.

Es en mi casa solo donde te espero ahora,

más tarde si tú quieres, saldremos por el campo.

Ayúdame primero a descifrar mi vida

porque yo tengo algo

que lo busco hace tiempo en todos mis asuntos

y no sé lo que pasa y estoy desesperado.

Intranquilo y muriendo analizo mis días

y no logro encontrarlo.

A lo mejor tú vienes y de pronto descubres

todos los imposibles donde yo me deshago:

una melancolía, una simple congoja,

esperando un milagro.

Porque no cabe duda

en el hombre en que vivo

está ocurriendo algo.

DORADA MEDIOCRIDAD [30]

(Poema para leerlo con énfasis de mediocre)

A José María Osuna [31]

«Aurea mediocritas» [32]

Horacio

¡Oh, dorada mediocridad! Doradas

uvas para gozar el vino humano

de la sangre. Mi vino, tinto y loco,

tan solo como el hombre  en que me engaño.

Mi dorada mediocridad. Doradas

cruces; sabrosos sueños regalando.

Borracheras que desperezo en penas

y desespero en alma trago a trago.

Sombra que vas delante; luego, cuerpo

de atardecer que pasas a mi lado

en una vida que a nadie ha de importarle

un bledo y a mí me importa tanto.

El tanto es la verdad de lo que cuento,

además, tengo el vino de los sábados,

lo que viví y lo que no he vivido

que puede ser un crédito en mi saldo.

Lo que quiero decir en el silencio,

lo que jamás diré, ni cómo aguanto

lo inaguantable a gusto, a mi manera,

y a disgusto de tente y ves tirando

con dorada mediocridad, con tiempo

del corazón rondándote el costado

en forma de puñal, con Dios que, a veces,

habla conmigo por pasar el rato.

Ya ves si uno es feliz siendo un mediocre

que hasta puede llorar de vez en cuando

y morirse queriendo o sin quererlo

a plazos cortos o a desprecios largos.

Después, cualquiera sabe lo que viene

después, en una lápida de mármol

o en oscura pizarra (esto es lo mismo),

bajo un ciprés o en la raíz de un cardo,

junto a un rosal, escrito a hierro y fuego,

debe poner, si el mundo piensa en algo:

aquí yace un señor que se murió de nada:

hombre mediocre que se murió de asco.

SÉ QUE ESTÁS ESPERÁNDOME  [33]

A Luis Pizarro Peñas [34]

Sé que estás esperándome al final de mi nombre

con palabras que acusan y con mirar que ampara.

Tú sabes lo que puede contarte cualquier hombre

que exponga las verdades sin miedo cara a cara.

Señor, he de decirte cuando estemos a solas

hechos que sucedieron en mi ansiedad suicida,

cómo me ahogaba el mar o me azotaban olas

y por qué en un poema me sangraba la vida.

He de empezar la historia del hombre arrepentido

por aquello que atañe al soplo que me diste,

por el niño que tengo al lado malherido,

por la insaciable sed que en mi boca pusiste.

Te seguiré diciendo: ¡la culpa es sólo mía!

Esperaré tu voz negando lo que digo.

Escucharás palabras que tendré todavía

en la garganta quietas y anudadas contigo.

Puede ser que hasta pase por la vergüenza larga

de que me compadezcas pensando en mi fracaso

y darme la razón sobre la mucha carga

para llevarla solo.

                              Yo pensaré que acaso

el perdón es la tumba de estar tiranizado

en el combate duro de un dios y un animal

en los que me he movido y, a veces, me he matado

sin saber dónde empieza ni dónde acaba el mal.

Te pagaré la cuenta de lo que me has prestado,

la otra cuenta imposible que la pueda pagar,

cóbrate con tus manos el corazón llagado,

toma el dolor si quieres y mi oscuro cantar.

Y verás qué terrible es la angustia que tengo,

la amargura que queda al perder la partida

-si a una tristeza voy de otra tristeza vengo-,

que no he sabido nunca cómo ganar la vida.

Sé que estás esperándome al volver esa esquina

a que vaya a tu lado y comience a llorar.

Te diré que en el alma tengo una aguda espina

y que no logro nunca el poderla arrancar.

Te contaré las cosas que al mundo están pudriendo,

la comedia que tuve yo que representar,

lo que hacen del hombre mientras se está muriendo

y ese cuento que nunca termino de contar.

He de hablarte si quieres en esta madrugada

que señala el momento de la amada indecisa

de todos los motivos …

                                        (Aunque ya la llamada.

Y es que el tiempo se marcha fantástico y deprisa).

TIERRA Y AMOR PARA EL OLVIDO [35]

Desde la vida del sueño se ven las cosas pequeñas,

a la ciudad como a celda, al hombre como a una hormiga.

Se ven las cosas pasar nubladas y misteriosas

en el azul encharcadas.

El mundo es un fruto amargo que va rodando en el tiempo

hasta caer en la boca fantástica de la noche,

en el abismo insondable donde se funde la flor

o en las heridas abiertas que esperan ser marchitadas

por los besos del silencio.

La tierra es una almohada para los que están durmiendo

un recuerdo, unas palabras, un corazón o un cadáver.

(Es lo mismo: cara o cruz. Todo es lo mismo).

La tierra es un grito agudo que se levanta temprano

cuando se escriben las cartas pidiéndole a Dios juguetes.

Húmeda tierra acunada entre yerba por la brisa

que tiembla como hoja al viento.

Ala de sangre que vuela

de este lado para el otro, de este lado para el otro.

A veces la tierra es dura y nos duele en las entrañas

hecha monte de agonía cuya cumbre ya se sabe

a donde nos va a llevar.

Ves florecer en jardines al amor que luego muere[36]

lúgubremente perdido en una gota de mar,

en un aliento de vida sin explicación posible,

en la tragedia viejísima del payaso tras su máscara.

O en la triste sinrazón que la razón no señala.

¡Qué delgada la luz crece en el quicio del crepúsculo!

¡Qué hermosura la de ayer! ¡Todavía qué hermosura!

¡Duelen los ojos de ver este bendito recuerdo!

Y es un clavo la mirada del dolor que nos conforta.

Ya no recuerdo su cara ni sus maneras paisajes

ni el color que denunciaba a su nombre entre paréntesis.

Hasta el labio que pusimos ayer mañana al amor,

para la voz que se arrastra por el barro amado y tibio,

por esa lluvia abrazada a los troncos de mi noche,

hasta lo que yo tenía guardado bajo mis ojos

me dejan abandonado.

                                   Amor y tierra de olvido

huyendo van a esconderse

tras las espaldas de Dios.

NOTAS

[1]RimasEl secreto de los árboles

[2] Fue una persona muy apreciada por JDV a la que ya ha dedicado el poema «La iglesia» de La muerte del momento.

[3] Ed. Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1967) y Segunda antología (Entre la yerba …, 1979).

[4] Fue un editor que sintió un gran aprecio por la poesía de JDV como indica el interés que mostró incluyéndole poemas en las sucesivas ediciones de su Historia y antología de la literatura española, publicadas por la editorial Aguilar de Madrid.

[5] Ed. Mérida (septiembre 1963) y Segunda antología (1979).

[6] Ed. Hoy (Badajoz, 21-3-62) y Segunda antología (1979). En Hoy: «No vale dar puñetazos», v. 13. RD: La reelaboración evita una palabra malsonante que estaba lejos del tono sin exabruptos, que venía caracterizando la poesía de JDV.

[7] Ed. Mérida (septiembre 1963) y Hoy (Badajoz, 21-3-64).

[8] Ed. Mérida (septiembre 1963) y Segunda antología (1979).

[9] Maestro, escritor y amigo de JDV con el que participó en la Campaña de Educación Fundamental contra el analfabetismo en la Siberia extremeña (1958). Juan José Poblador ganó el premio Elisenda de Montcada con su novela Pensión (Madrid, Alhambra, 1957) y publicó otra con el título de Canal (Sevilla, Ixbiliah, 1961). También dedicó al poeta extremeño ensayos como «La soledad. A Jesús Delgado Valhondo» (Hoy, 31-1-80) y «A la memoria de un poeta» (Kylix, nº 29, 1993), donde muestra su aprecio por el poeta y por su poesía. JDV valoró su prosa y le dedicó un artículo titulado «Vuelvo a leer Canal» (Hoy, 5-10-62), donde destaca la trascendencia del agua.

[10] Red. Arriba, Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1967), Segunda antología (1979) y Hoy (Badajoz, 22-5-88).

[11] Eran dos pintores, que fueron alentados por JDV en sus comienzos y le dibujaron las portadas de Primera antología. Pertenecían a una nueva generación pictórica, que superó el realismo buscando nuevos caminos expresivos. JDV sintió por la pintura una fuerte atracción, que procedía de su original concepción del cuadro al que consideraba un «libro para leer e interpretar, un mundo por el que andar y meditar, una manera de escuchar los silencios del paisaje que en el cuadro se hacen sinfonía, y una forma de desentrañar el mundo misterioso del pintor, es decir, un medio estético, paralelo a la poesía, para entender el mundo» («Meditar sobre la pintura de Nieves Luengo», Hoy, 19-11-78).

[12] RO: Ed. Alor (Badajoz, nº 51-52, 1958): “Como una mar. / Trozo de una mar viviente, de pie, / de sangre, de tu boca, / de tus alondras en el pecho. // Amargo mar: / llanto de Dios en la amargura mía. // Te siento mar ante mis ojos: / tu inabordable cuerpo, / lejana siempre (como mar). // Mujer o mar o lamento. // Estás ahí, aquí. Tiendes tu playa / para dar limosnas de sol, de arena, de aire, / con tu mano. // Oh, pobre ser, hombre que piensa y dice: / ¡mar!”. RD: Es una síntesis de este poema, producto de la tendencia hacia la concisión que JDV venía imprimiendo a su poesía por medio de la supresión de elementos superfluos. Red. Segunda antología (1979) y Alor novísimo (Badajoz, nº 25-26, 1991).

[13] Pintor de Mérida, amigo de JDV. El interés del poeta extremeño por la pintura llegó a su culmen cuando él mismo organizó en Mérida la I Bienal de Pintura Extremeña (1963), que resultó un acontecimiento pictórico de alcance nacional y contó con la colaboración de pintores locales como Moríñigo del Barco y Ferreiro.

[14] Catedrático de Literatura y director del Instituto Nacional de Enseñanza Media Santa Eulalia de Mérida, que participó activamente en el ambiente cultural de la ciudad y congenió con JDV.

[15] Ed. Cuadernos de ágora (Madrid, nº 46-48, 1960), Primera antología (1961), Historia y antología de la poesía española (Madrid, Aguilar, 1969), ABC (Madrid, 22-1-69), Canas de Dios en el almendro (1971), Poesía extremeña actual (II) (1978), Boletín del militante, Segunda antología (1979) y, parcialmente, en «Sentimiento y expresividad en la poesía extremeña» de Juan Pedro Vera Camacho (REEx, Badajoz, XXIX, 1973).

[16] Manuel Sanabria era un médico de Mérida con interés por la cultura y afición por escribir artículos sobre los más variados temas (literatura, medicina, toros, vivencias), que recogió en una autoedición titulada Escritos. Un médico en Extremadura. Este talante fue el que propició su contacto con JDV y la cercana relación establecida entre ambos, que se hizo extensiva a Anita Pérez-Flórez, la esposa de Sanabria.

[17] RO: Ed. Arriba: “Tengo las sombras en la frente / y no las puedo ni pensar; / están en mí constantemente / como camino a caminar. / Tengo unas sombras como palmas / donde sentarme a descansar. / Tengo las sombras en el alma / (donde estuvimos para amar). / Tengo en la sangre muchas sombras, / mucha novela que velar. / Esa tormenta que me nombras / es sangre pura a vendimiar. / Tengo las sombras en los ojos / y no las puedo ni mirar. / Nubes y nubes en manojos / y fantasías que volar. / Algunas veces me entusiasma / tener yo sombras en mi altar, / sombra de sombras, mi fantasma, / mi viva sombra que adorar. / Ando con sombras en mi abismo / en esta noche de penar. / Todas vosotras sois yo mismo: / debo ponerme a meditar”. RD: Sintetiza la RO tendiendo a una expresión más esencial.

[18] Red. Segunda antología (1979).

[19] Es otro pintor que participó en la I Bienal de Pintura Extremeña organizada por JDV que, en la crónica del acontecimiento, lo definió líricamente diciendo: «Silveira es un pintor que dramatiza la dulzura».

[20] Esta dedicatoria es un agradecimiento por la edición de El secreto de los árboles en su Colección de Poesía. Fernández Nieto le dedicó a JDV el artículo «Primera antología» (Rocamador, nº 24-25, 1961), detalle que propició el contacto entre ambos y, en 1963, la edición del libro.

[21] Esta cita de León Felipe, un poeta apreciado por JDV, resume la decepción vertida en el poema, donde el poeta cuenta que ha tenido el sueño de hallar a Dios, pero que se ha disipado al despertarse como un deseo inalcanzable. Los dos versos de la cita son los dos primeros de «Aquí vino y se fue», poema XVIII del segundo libro de Versos y oraciones del caminante (1920) de León Felipe. Este poema lleva una cita de Fray Luis de León: «Y dexas, Pastor Santo, / tu grey en este valle hondo, escuro», que son los vv. 1 y 2 de su poema «En la ascensión», escrito en liras.

[22] Red. Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo, Mérida, IFP Emerita Augusta, 1994.

[23] Formaron con JDV el triángulo poético extremeño, centro de la poesía del medio siglo en Extremadura. La dedicatoria recuerda la estrecha relación mantenida en la época que en sus recitales encandilaban a los oyentes con sus estilos distintos: Lencero, apasionado (por el humanismo y la justicia social, que reivindicó en El surco de la sangre, 1953, Juan Pueblo, 1971, Humano, 1982), Pacheco, alucinante (con una portentosa capacidad creativa, que puso al servicio de la dignidad humana en Ausencia de mis manos, 1949, Nunca se ha vivido como se muere ahora, 1977, El libro de las odas, 1995) y Valhondo, íntimo: «Cruzaron aquella noche, por el aire, con sus voces, los restallantes trallazos de los látigos de menta de Lencero; los féretros con forma de guitarra de Pacheco; el hombre muerto que Valhondo ve en el fondo de todas las ciudades», en Arsenio Muñoz de la Peña, «Literatura pacense», Hoy, 1-11-61.

[24] Red. Segunda antología (1979).

[25] Salamanca, 1885-San Juan de Puerto Rico, 1966. Crítico literario y autor de la Antología de la poesía española e hispanoamericana (1882-1932) (Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1934). La dedicatoria de JDV es un agradecimiento al autor de la antología que le descubrió la poesía hispanoamericana y poetas que lo impresionaron como Alfonsina Storni, Juana Ibarbourou, César Vallejo, Amado Nervo, Luisa del Valle, Benjamín Taborga y José Asunción Silva (poeta colombiano, que lo conmocionó).

[26] En su artículo «La careta», JDV realiza unas consideraciones sobre la necesidad que tiene el ser humano de sus semejantes, pues todos guardan los mismos anhelos y todos sufren las mismas preocupaciones: «La lucha consigo mismo es siempre heroica y nos traduce en héroes de nosotros mismos. Porque si meditamos sobre las máscaras, sobre las caretas o los capirotes y nos fijamos en ellos detenidamente es que, unidos, codo a codo y sangre a sangre, mirándonos estamos a un espejo. Por dentro y por fuera» (Hoy, 27-2-63).

[27] No es la primera dedicatoria de JDV a su amigo, pues ya le ofreció el poema “Noche” de El año cero. En la época que JDV elabora los poemas de El secreto de los árboles, mantiene una estrecha relación con Antonio Zoido (de ahí la dedicatoria) por sus profesiones afines y su gusto por el Arte y la Literatura. El inspector por estas fechas anima al poeta a que se traslade de Mérida a Badajoz, para que se integre en su activo ambiente literario. JDV cumpliría en 1965 el deseo de su amigo.

[28] Ed. Hoy (Badajoz, 1959), Alcántara (Cáceres, nº 139, 1961), Mérida (septiembre 1964) y Segunda antología (1979). En Hoy: «Hay salones de sangre por donde Dios pasea» (v. 3); «grises recordatorios que borran los caminos» (v. 35); «que lo busco hace tiempo en todos mis caminos» (v. 41); «y no sé lo que pasa que estoy desesperado» (v. 42) y el antepenúltimo y penúltimo verso aparecen formando uno solo. En Alcántara la undécima estrofa dice «que lo busco hace tiempo, hasta el fondo del alma / y no sé lo que pasa y estoy desesperado. / Es algo que me tiene intranquilo y muriendo / y no sé encontrarlo» y el verso antepenúltimo: «Porque no cabe duda, me los sé de memoria». RD: Los ajustes en los versos citados indican que este poema-confesión preocupó sobremanera a JDV.

[29] Escritor que se relacionó con JDV y le dedicó el ensayo «Primera antología» (Blanco y negro, 23-6-62). En Segunda antología (1979) la dedicatoria sólo dice: «El poeta invita a un amigo para que venga a visitarle».

[30] Red. Segunda antología (1979). JDV critica la hipocresía, la sumisión y la mediocridad que nota en su entorno en artículos como «Vivir del cuento» (Hoy, 12-2-66), «Capital de provincia» y «Dorada mediocridad de la vida provinciana» (Nuestra Ciudad, 1970).

[31] Médico y poeta sevillano, que estableció con JDV una cálida y cercana amistad como se deduce de la despedida de Huir. Osuna mostró su aprecio por JDV en el ensayo «Jesús Delgado Valhondo, claridad y misterio» (ABC, 29-9-68).

[32] Esta cita del poeta Horacio contiene una propuesta de vida sencilla, austera y natural (desarrollada en sus Odas), pues proponía vivir en una dorada mediocridad (tópico clásico del Beatus ille). JDV usa esta sentencia en un tono irónico, porque en la ciudad le resulta imposible alcanzar ese nivel de vida serena.

[33] Este poema anuncia el último de su obra lírica titulado “Y dieciséis” de Huir.

[34] Maestro y amigo de JDV con el que le gustaba conversar de Literatura durante su estancia en Mérida de 1960 a 1965.

[35] Red. Segunda antología (1979).

[36] En Segunda antología: «Ves florecer en jardines el amor que nunca muere». Posiblemente “nunca” es un desliz del poeta o de la imprenta, porque no encaja con el significado de los versos siguientes.

Fotografía cabecera: Museo de arte romano de Mérida