Skip to main content

¿Dónde ponemos los asombros?

¿DÓNDE PONEMOS LOS ASOMBROS?

A Joaquina [2]

I

ASOMBROS [3]

¿A quién contamos los asombros?

¿Dónde ponemos los fracasos?

¿A quién que mañana es domingo

y no lo sepa?

                                   Un mal trago

para beberlo solo

y solo pasearlo.

¿A quién contamos ese cuento

hermoso del milagro

que hacemos cada día

sin querer ni pensarlo,

en el verso, en la suma

de dos y dos son cuatro?

¿No habrá quién nos aguante

para pasar un rato

bebiendo con nosotros

canciones, vino y llanto?

A todos nos importa

que el cielo del tejado

se coma por la noche

la gloria de los pájaros.

A todos nos importa

lo que hemos ganado

y saber libremente

de memoria gastarlo.

Quizás encontremos alguno

que nos llame su hermano

y nos traiga la paz

que hemos soñado tanto.

Y cambiaríamos palabras

tan grandes como abrazos.

La vida muchas veces

tiene sorpresa a mano.

A todos nos importa

un mundo libre y sano

donde amar y vivir

simplemente llevando

«una palabra a tiempo»,

una luz en la mano

para soñar de nuevo

lo que jamás soñamos.

Debe de haber un día

que no tenga escenario

ni nosotros careta

de risas de payaso.

Para el asombro nuestro

para nuestro descanso

debe de haber un día

que no hemos estrenado.

BUSCANDO MI INFANCIA

EN LA CIUDAD DONDE NACÍ [4]

A José María Pemán [5]

Ando buscando un niño en mi desvelo

por la calle de la melancolía,

como perro perdido en noche fría

sin amo, sin cobijo, sin consuelo.

Ando por los recuerdos noche y día

buscando un tiempo niño, quizás cielo

que subir a los labios desde el suelo

y conformarlo con la sangre mía.

No lo encuentro en mi calle; estoy seguro

de que está todavía. Lo mantengo

de corazón, con alma, de la herida

hecha de amor eternizado y puro

en los años que ya ganados tengo

a la sombra de Dios y de mi vida.

TIEMPO PERDIDO

I

Se nos pasó de rosca el tiempo

-mi pobre de Dios y de siempre-

puse las manos sobre el día

se me quedó como la nieve.

Se nos quedó el camino incierto,

en la amargura de repente.

Notamos vida tan vacía

que más que vida era una muerte.

Las palabras se nos quedaron

hecha estropajo entre los dientes.[6]

II

Hemos perdido tanta vida

a generosas manos llenas

que loco andamos preguntando

si alguien la tiene, la devuelva.

Ponemos bando en nuestra frente

escrito a canas de existencia:

«Buscamos tiempo que perdimos

en no sabemos qué contiendas».

(Nos dijeron, como a hombre:

«barajar y paciencia».

Y barajamos nuestras cartas

y nos sentamos a la puerta).[7]

Pero aún nos queda la esperanza,

como a una nube de tormenta

que al descargar en pleno campo

hace la tierra más ligera,

poder hallarlo alguna vez

como el árbol, la primavera.

TÉRMINOS MEDIOS

No vale ignorar que nacimos hombres

que no querer saberlo

es cruzarse de brazos y palabras

en la tragedia que está viendo.

(Hay quien se encoge de hombros

importándole un bledo

este mundo que da vergüenza

vivir y sostenerlo).

Todos vuelven la espalda.

Ponen en marcha el tiempo.

Dicen: «la vida que llevamos

no es para más ni para menos».

De cualquier modo que lo mires

ir arrastrando sentimientos

es vivir de mala manera

sin paz, sin luz y sin remedio.

El mundo es de unos cuantos

-esto de sobra lo sabemos-

que aseguran tener

a Dios de su parte y su cuento.

¡O milagros al canto [8]

o a nadie escucharemos!

Las cosas en su punto

ya no hay término medio.

PORQUE SOMOS DE TIEMPO [9]

A Manolo. A Paqui [10]

Porque somos la tierra que servirá otro día

para que nazca yerba de nueva primavera

debemos ser reflejos alegres en vosotros

caídos en la cumbre de la derrota nuestra.

Porque somos el paso sobre la roca dura,

sobre la densa vida, sobre raíz de tiempo,

debemos ser destinos, vientos que apenas rozan

el abril de los años que siempre está en nosotros.

Porque somos un tiempo a montones de siglos

con el dolor ganado a tropezón con Dios,

encerrado en la piel, como en la jaula el canto,

esperamos que un día nos deshaga la luz.

Y ponga en libertad nuestras ansias de tiempo,

nuestras horas ganadas en buena lid un día,

la voz que está en la sangre hecha grito de alerta,

y el último remedio para un primer milagro.

LA CICUTA [11]

La cicuta por las venas

a Sócrates lo lamía,

era una serpiente fría

entre calientes arenas.

Hoy las cosas están llenas

de saber, sólo se inmuta

la planta cuando conmuta

veneno gris por un nombre

y Sócrates es hecho hombre

soñado de la cicuta.

ALGO OLVIDADO Y OSCURO [12]

Empecé siendo un árbol de montaña lejana,

una noche de fiebre delirante y absurda,

un árbol cuyo vértigo en la raíz estaba

junto a la fuente seca y la cabaña muda.

Los pájaros cantaron en la rama cortada.

En la rama cortada los pájaros lloraron.

Florecía el recuerdo en la rama cortada.

En la rama del viento que los hombres cortaron.

Algún desconocido, olvidado y oscuro,

se me tendió en la sangre a consumirme a solas.

Nunca sabré quién es ni cuál será su rumbo

ni qué estará diciendo en mi oído a estas horas.

Puedes hacer de mí  lo que bien te parezca

desconocido fondo, cadáver del silencio,

estoy abandonado en esta cruel paciencia

donde la antigua lucha, donde se pudre el cuervo.

Donde se gana el llanto el desdichado hombre

que navega en la calle bajo cualquier asunto[13]

de religión sonámbula y solitarias cuentas

para vivir tirando como bestia del mundo.

Primero fui, te dije, árbol de una montaña

y, después, simple tronco rodando amarga vida

y, ahora, cara al muro, en otra vida extraña

soy la sombra pisada de aquella rama huida.

CALLE DE LA NADA [14]

En esta calle de la nada solos

nos quedamos para siempre jamás.

Larga como la muerte en el camino.

Sin raíz y sin cielo que nos tenga

una manera de cantar la vida.

Nadie nos escucha, nadie nos sabe,

es inútil quemar a las palabras

que ya de nada sirven. El oscuro

silencioso pasillo de la calle

por donde no se va a ninguna plaza,

a ningún sitio que sepamos. Noche

total sin conocer a un compañero.

LA CUERDA DEL RELOJ

Dándole vueltas al ovillo,

no sé cómo ni desde cuándo,

paso los días confundiendo

esperanzas con desengaños.

(Que no andamos, anda el camino.

Huimos para quedarnos).

Y nos parece que la vida

es cuento hecho de encargo.

Somos una copa de vino

puesta en la mesa del milagro

para el primero que nos vea

y quisiera tomarse un trago.

¡Cualquiera sabe quién vendrá!

Ni quién será amo del llanto.

El bien o el mal en un momento

a cara o cruz nos lo jugamos.

(Yo le doy cuerda a mi reloj

todas las noches en mi cuarto).

POBRE ESPIRITUAL [15]

Miran sin luz y sin quejarse

de su ceguera y su mudez

que le cosieron las miradas

y las palabras a la vez.

Firme mientras lo nombras, dice:

«presente o servidor de usted».

Luego cabalga lentamente

en el caballo de su hiel.

Tuvo la duda de que un día

Cristo lavó y besó sus pies

porque ha bajado y nunca aprende

para subir cómo ha de hacer.

Ha perdido lo que tenía:

aquella antigua y buena fe

como se pierde una moneda

que va rodando en los por qué.[16]

Los bolsillos lleva vacíos

del alma enferma y de la piel.

Pobre de espíritu que trabaja

para que otros vivan bien.

No es que padezca yo contigo

es que me pasa a mí también.

Y no hay remedio a nuestros males

ni volveremos a nacer.[17]

CATEDRAL [18]

A Juan Ruiz Peña[19]

Mar sacado del fondo de la luz,

flor de noria, barroca, del romance.

Hueco de caracol, murmullo lento

de paz enferma, oscuro y vacilante.

Piedra que llora siglos.

(El aullido

se hace serpiente interminable).

Arco sin río, puente que no alcanza

sed del alma ni luminoso cauce.

Se oyen, debajo de las losas, manos

en busca de arpas de cadáveres.

Ecuaciones y escuadras piedra a piedra

en el triángulo de la tarde:

tres esquinas, un ojo, tres vertientes.

Juega centro un compás.

Suena una salve.

(Pusieron en el centro santo y seña

y en las vidrieras la invención del aire).

Un tiempo mueble de sepulcros reza

responso y letanía en los altares.

Las ánimas benditas se calientan

entre llamas y súplicas de baile

que nadie escuchará, que a nadie importa,

¡que nadie sabe ya nada de nadie!

Un muchacho en la puerta da un silbido

y entra en la catedral olor a calle,

a gente que se arrastra por la acera,

a muchachas que van mayo adelante.

Se irrita un sacristán, se duerme un cura,

se aburre un santo de su misma imagen,

se preguntan los muertos cuatro cosas:

a cuánto estamos y si faltaba alguien,

si merecía la pena

volver al mundo unos instantes,

si estar muriendo

era tan importante.

Domesticada y condenada historia,

siglos y siglos, de pasión y cárcel.

La sombra de un ciprés buscando un sitio

anda la catedral de nave a nave.

Rincones hondos, de sudor de noches,

musgan la soledad de unos amantes.

Polvorientas arañas van cediendo

un temblor pendular de fruto al aire.

El nocturno plegó su sinfonía,

más arriba murciélagos gigantes

arropan el latín de unos canónigos

en una eterna digestión de tarde.

(El órgano despierta a cinco viejas

y se asustan los sueños y los ángeles.

Suspira una beata y se confiesa

el tiempo que no supo enamorarse).

Miles de ratas, en la sacristía

del más allá, royendo se deshacen

en busca de un infierno de ironía

en trapos sucios de cloaca y hambre.

Un Cristo -siglo trece- abre sus llagas

para que moscas beban de su sangre.

Parece un signo, que colgaron hombres

en campo de dolor, interrogante.

Bostezan los canónigos, obispo,

en sociedad de cantos y balances.

Una Virgen contempla cómo reza

una estatua yacente y venerable.

(Aunque anochece, corazón, temprano,

debe de haber aún sol en muchos árboles).

II

LA NOVELA

A José Ledesma Criado [20]

En la mañana vieja, manos

de Dios buscando las arrugas

del tiempo en los rincones. Dios

de los lastimados insectos

del mundo de la música.

Luz sin sentido alguno. Sombra

de Dios como sangre arrojada

en latidos de tierra

calcinada en recuerdos. Busco

un ayer nuevo y lo que encuentro

es nostalgia de mí. Agonía

-paz- entre el polvo, solamente.

Abro de par en par las horas. Entra

por la ventana un nuevo sol.

Nuevo día.

Tiempo encerrado entre paredes

que se le da la libertad

del pájaro. Ya no puedo alcanzarlo.

Soy como un niño sin juguete.

Sólo pienso que una novela

es poca cosa todavía.

FIGURA

Por la luz sin figura yo canto de alegría.

Por la sonrisa clara, yo canto de alegría.

Al vivir estas horas te regalo sentidos

y atravesando espejos

me diluyo en tu carne.

O me pierdo en el sueño de la calle que cruzo,

cuando el alba es un gesto, unas cuantas palabras

sin pronunciar un nombre, una memoria apenas,

el vuelo de la vida

que descubre el amor.

EL LOCO [21]

Que se nos pudra la palabra blanca

el aliento, el camino y el reposo,

si cuando pase por la calle y hable

no le gritemos con la gente a coro,

culpándole del mal que nos parezca,

de la tremenda dentellada al hombro,

que nos estorba como hombre bueno

y nos irrita como hombre loco,

que su presencia es un pecado grave,

pecado capital de tomo y lomo.

Descargaremos nuestra voz-conciencia

en el portal de los despojos,

acusando a pájaros y laureles

y al hombre tal de los responsos.

Confesaremos para estar tranquilos

y pasar por la vida carne y cómodos

hay que echarle la culpa a quien se pueda

y torearle a salario y modo.

Nosotros siempre al margen de las cosas.

Nada supimos, en verdad, nosotros.

Alguien como el poeta ha de encargarse

de sacudir con su plumero el polvo.

A lo mejor los buenos le recluyen

o lo clavan en cruz como a aquel otro.

En la cruz del andamio o del pupitre,

del barrio de absorción lejano y solo.

Vaya a saber usted de lo que el hombre

es capaz cuando tiembla frente a un loco.

DIOS EN LA NOCHE [22]

Se duerme Dios en la noche,

rama final de alegría,

bebiendo no sé qué tiempo

de catedral de horas íntimas.

Habito de mundo a mundo,

de sueño a luz fugitiva,

desentrañada la araña

de turbia sombra dormida.

Vivo un puñado de siglos

para ser centro y partida

como cualquiera que sepa

algo de melancolía.

Voy sin llegar donde voy,[23]

llego donde no quería,

donde colgada una lágrima,

de tanto dolor, legítima.

Todas las cosas se quedan,

de pronto, tras de la esquina.

Dios en la noche se duerme

como una mar de agua tibia.

EL FANTASMA [24]

¿Soy, sabiendo quién soy, y que no quiero nada,

el que pidiese a gritos algo que me faltaba?

¿Acaso, quién estuvo bebiendo cara a cara

el cielo azul escrito en el revés del agua?

¿El que quedaba abierta la puerta de su casa

para que Dios entrase a pasearle el alma

y hablar con él de cosas, invitarle a miradas

para que escudriñase mi pequeña esperanza?

De ninguna manera. Seré el que me dudaba,

el que escucha en el viento la lejana llamada

y le vibra en la mente como si fuese un arpa

y le entierra en el tiempo las mejores palabras.

Puede ocurrir que muerto o ausente de mi casa

estuve mucho tiempo y no recuerdo nada.

Posiblemente estuve soñando que soñaba,

viviendo de una renta o de vida prestada.

Hasta el hombre del hombre alguna vez se cansa

o vas a decirle algo y te vuelve la espalda.

Una historia nos hace y nos nace un fantasma

que nos llena la sangre de una inmensa nostalgia.

CUALQUIER DÍA SUCEDERÁ

Un día cualquiera

-¡tiene que suceder forzosamente!-

he de echarme a morir

haciéndome una casa de paz

y de ternura.

Después -el predecir es fácil-

alguno al recordarme

dirá que me gustaba el vino tinto,

hablar en la taberna con obreros,

soñar en un futuro donde todos

nos sintamos mejor

y, desde luego, hombres.

Alguno ha de tener

la feliz ocurrencia

de decir que yo era un hombre absurdo

o raro o tendencioso

que puso tienda un día

y regalaba versos

porque ya me estorbaban.

Que otro día lloraba

por cualquier tontería

como niño que pierde

la mano de su padre.

Otros dirán -¿los buenos?-

que yo era religioso,

que contemplaba estrellas

meditando en un mundo

mejor que el que sufrimos.

Todos tendrán razón.

Hasta aquél que me ponga

como un trapo de pobre

o me pise hasta hacer

de mi sangre barro de su camino.

No faltarán motivos

en la vida del hombre

que simplemente pasa

con su verdad a solas

para que digan lo que quieran

y tengan su razón.

(Los ocurrentes es otro cantar).

Pero desde la tumba,

quiero decir, la casa,

he de reírme mucho

hasta quedar dormido

dentro de mi cabeza

profundamente.

DENTRO DEL ALMA VIVO AL HOMBRE [25]

Dentro del alma vivo al hombre

cantando y padeciendo:

pobre de mí que he madurado

en soledades y silencios.

Duele la luz que nos deshoja

año tras año los momentos

y me desnuda de las sombras

y del desnudo me avergüenzo.

Se marchitaron los suicidios

junto a la flor de los almendros

como una fruta que no cae

ni ya caerá en ningún huerto.

Otra llamada más, o latido

sin razón, tiempo sobre el tiempo.

Otro día sin hacer nada,

ir y venir por el mismo sendero.

Pierdo miradas más allá del número,

en la entraña infiel del Universo,

para arrancar tan sólo la palabra

del pan, del vino y del lamento.

Es inútil llegar donde querría

llegar. Donde no quiero llegar, llego.

Casi nadar contra corriente

para creer en lo que nunca creo.

Sólo cruzar los brazos

para apretar el corazón al pecho

me hace notar que vivo todavía

aunque parezca que me estoy durmiendo.

Aún me queda que descifrar el hombre

de última paz y de misterio.

FINAL DEL CAMINO [26]

Debía haber llegado al final del camino

para quitar la yerba y sueño donde yaces

y hablar de aquellas horas que amando hemos vivido

al pasar por la vida recorriendo la calle.

Debía haber llegado a ganar el silencio

con la voz encarnada en la muerte insaciable

y sólo he conseguido en un camino incierto

un tiempo de recuerdos donde no habita nadie.

Debía haber llegado al final de mí mismo,

-¡qué profundo el pesar!-, jubiloso a encontrarte.

Haber llegado ya pero ando perdido

en sabe Dios qué mundo turbulento y distante.

ANÉCDOTA

Me dieron una tierra para que la sembrase

y construyese en ella un pozo y una casa.

Y construí sin límites de canciones o sangre

con la luz satisfecha de una limpia mañana.

Esperanza en la lluvia, los hijos, lo perdido,

recostado a la sombra del árbol del recuerdo,

el tiempo contemplado en lo que se quedaba

hecho lugar de cosas para huidos momentos.

Sembró la primavera (que como siempre llega)

muchachas entre hierbas, entre la noche flores,

dentro ya de la pálida alegría del alba

como lumbre guardada en la mano del hombre.

A veces el paisaje se quedaba en un nido

o en un vuelo robando los límites del mundo.

Era cuando el latido anunciaba de pronto

que no vería los sueños que puse al lado suyo.

Era el amor anécdota de amapola entre el trigo,

de pasiones que buscan descansar en un lago,

lo que nos hace falta para poder vivirnos

y que cuando nos llega, sin querer, naufragamos.

Antes de que pensáramos en el fruto maduro

llegó el verano un día, fatigado y solemne,

como si fuese padre de mí mismo en la tumba

del surco primitivo que quiso recogerme.

Y me saqué del alma cuanto conmigo estuvo:

vida que me crecía para llegar a verte.

Vida que me manaba desde lo más profundo

a la más alta cumbre sagrada de la muerte.

COMUNIÓN

Era casi de madrugada

cuando nací de nuevo al nuevo día.

Un despertar de ojos en el alma

anunciaban un sol

recién nacido.

Sonaba un alentar de yerbas

y entre la yerba del trigal, la alondra.

Ya deberá estar la cigüeña estudiando

en la rendija azul

el libro de las alas.

¿Qué color la montaña tendrá ahora?

¿Quién en la cima de rodillas reza?

¿A qué mar llegará quien a ningún sitio se dirige?

Toqué la luz y entre los dedos

hecha una condición me los besaba.

Rodeaba no sé qué pensamientos de sencillos.

Sonaba un gallo

-alerta cresta roja de su gallinero-

que desafía al culpable

de sombras sobre el muro.

Dios me miró

-¡Ay, yo bien que lo veía!-

y desperté contento

para sentirme vivo

entre vosotros.

SELVA VIRGEN [27]

Selva virgen que escucha latido de la yerba,

por donde va subiendo aroma de almohada,

claustro para el misterio. Flotando estremecida

una eterna pregunta dentro de la palabra.

Hay en el cielo un campo lleno de flores rotas,

de atardeceres muertos y de llaves en llamas.

Un campo donde tiende el cuerpo de los días

alguien que silencioso siempre nos adelanta.

Mientras van desnudándose de tanta piel inútil

y de tanto secreto que en la lluvia guardara

hay un temblor de tarde que amortaja el concierto

de sostenidas notas para una vida mágica.

Unos ojos vigilan tras persianas de tigres,

pasos de ramas secas, olor de hojas quemadas,

una mujer tendida en la pradera verde

busca un limón perdido entre siesta y cigarra.

Serpentea la arcilla los espacios inciertos

para hacerse amapola de luz en la plegaria

y suspirando crecen unos nocivos sueños

como inquietud antigua resumida en nostalgia.

Maduran en los árboles unos frutos extraños

que la tierra convierte en casa para arañas

para intimar la muerte que jamás se termina

en una sorda voz indescifrable y larga.

Hay gozos que desprende el bosque de los pájaros

con recodos de calles y plazas olvidadas

por donde viene altiva la muchacha del mundo

mordiendo alegremente la tarde y la manzana.

NOTAS

[1] Este título muestra la desesperanza del poeta, que ya no tiene ilusiones de descubrir nada nuevo ni posibilidad alguna de calmar su angustia existencial. Las buenas relaciones entabladas por JDV con José Ledesma Criado y Juan Ruiz Peña, directores del Grupo Álamo de Salamanca, después de haber participado en varias de sus actividades en los últimos años (conferencia sobre Federico de Onís, participación en los Cursos de Verano de la Universidad), dan como resultado la edición de ¿Dónde ponemos los asombros? el  29 de junio de 1969. El libro recibe críticas muy positivas, entre otros, de Aleixandre y Juan Ruiz Peña que descubre en el libro “una resonancia interior, tierna y humanísima, que yo llamaría ‘valhondiana'» (carta a JDV, Salamanca, 31-10-69, APJDV). La contraportada contiene  un dibujo del busto del autor y debajo unas breves notas de su vida, una opinión de Sainz de Robles sobre su personalidad poética y una relación de sus obras. Es el número 9 de la Colección, tiene 68 páginas, una medida de 19´5 X 13´5 cms. y una tirada de 300 ejemplares.

[2] JDV dedica este libro a su esposa, cuyo nombre completo es María Joaquina Oncins Hipólita, con la que contrajo segundas nupcias el 5 de agosto de 1967 en Badajoz. De este matrimonio nacerían Jesús en 1970, Felipe Juan en 1971 y Sofía en 1972. JDV le dedicará, además, Inefable domingo de noviembre, Inefable noviembre y el soneto «Ortigal oscuro» de Ruiseñor perdido en el lenguaje.

[3] Ed. Álamo (Salamanca, nº 17-18, 1969), Alcántara (Cáceres, nº 158, 1970) y Segunda antología (Entre la yerba …, 1979). En Álamo: «y solo barajarlo» (v. 7); «se coma por las noches» (v. 20) y «y saber de memoria / libremente gastarlo» (vv. 24 y 25). RD: Los cambios realizados en estos versos tienen el objetivo de ajustar expresiones con las que el poeta no había quedado conforme.

[4] Red. Segunda antología (1979).

[5] José María Pemán fue autor teatral (Cuando las Cortes de Cádiz, Callados como muertos, Edipo), escritor de artículos y ensayos. JDV lo conoció a través del grupo Platero y se entrevistó con él en varias ocasiones, cuando se desplazaba a Cádiz para examinarse del 2º curso de Practicante, que aprobó en 1954. De esta época son un comentario de Pemán sobre la poesía de JDV (CME, APJDV) y la selección de una cita del escritor gaditano, que acompaña a la dedicatoria de la III parte de la ROEV (ver en “Y otros poemas” en la nota del índice de la ROEV). Pemán invitó a JDV en 1967 a dar un recital en la universidad junto a Lencero y Pacheco (este detalle quizás motivara la dedicatoria).

[6] En este verso hay una falta de concordancia pues «hecha» debe ser «hechas», porque se refiere a «Las palabras». Posiblemente JDV la cometió a conciencia para evitar que el verso tuviera una sílaba más y fuera decasílabo cuando los restantes son eneasílabos (excepto el décimo de la segunda parte que es heptasílabo).

[7] La acción de barajar las cartas como metáfora de la responsabilidad que, unas veces, tiene que asumir el ser humano corriente cuando se ve obligado a tomar decisiones cruciales en su vida y, otras, sólo tiene que asentir porque otros las toman por él coartando su libertad, aparece también en el poema «Jesús Delgado» de Ruiseñor perdido en el lenguaje.

[8] RO: Este verso se inicia con la interjección «Oh» pero debe tratarse de una errata, pues en este verso y el siguiente el poeta plantea una disyunción y, por tanto, debe ser «O».

[9] En Segunda antología (1979) este poema se titula «Porque somos de tierra». En principio, parece una confusión pero, atendiendo a que el v. 1 del poema dice: «Porque somos la tierra […]», puede tratarse de una modificación posterior del poeta al que le gustaba esa relación telúrica del hombre con la tierra.

[10] Se trata de Manuel Martínez-Mediero Díaz y de su esposa, con los que JDV mantuvo una grata amistad. Mediero nació en Badajoz (1939) y es un autor teatral que goza de un merecido prestigio en la escena española por su comprometida y amplia producción teatral (El último gallinero, 1971, Las hermanas de Búfalo Bill, 1974, Juana del amor hermoso, 1982). Por estas razones la Junta le concedió la Medalla de Extremadura en 1999. La buena relación entre ambos hizo que JDV colaborara con Mediero en varias obras con cantos espirituales en verso y éste asegurara en su discurso por la concesión de la Medalla: «Jesús Delgado Valhondo es el hombre más sabio que he conocido».

[11] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 15, 1949). PROEV, NRP: “Hoy las hojas están llenas” (v. 5) y “silencioso en la cicuta” (v. 10). RD: Las leves alteraciones quizás tengan la finalidad de hacer más universal el saber y convertir en más lírica la figura del pensador, respectivamente. En la ROEV está dedicado a José Luis Cano, que fue el director de Ínsula y fundador de la Colección de Poesía Adonais, donde JDV quiso publicar algunos libros sin éxito. Posiblemente su decepción explique la desaparición de la dedicatoria.

[12] Ed. Álamo (Salamanca, nº 9, 1966. «Empecé siendo un árbol de montaña soñada», v. 1, y «para vivir tirando del miserable mundo», v. 20) y Segunda antología (1979). RD: Las reelaboraciones de estos versos imprimen realismo a un poema puramente existencial. En Segunda antología: «se me tendió en la sangre a consumirse a solas» (v. 10). El cambio del enclítico “me” por “se” debe tratarse de una errata, teniendo en cuenta el sentido de los versos siguientes.

[13] La monotonía de la vida cotidiana con sus problemas y sin esperanza es un asunto insistente en JDV, incluso en sus relatos: «Mi vida es un día nublado, gris y frío. No me soliqueo conmigo, no; me dejo llevar por la corriente de lo vulgar y cotidiano, no por el río de la prisa, sino por la calle despacio. Calle adelante. Calle adelante. […] Calle adelante vamos. Calle adelante. Y, hoy, deprisa», «Calle adelante» (Alcántara, nº 39, 1951).

[14] Red. Segunda antología (1979).

[15] Ed. Poesía española (Madrid, nº 193, 1969), Alcántara (Cáceres, nº 165, 1971), Segunda antología (1979) y Poesía (1988, p. 357). JDV había advertido la falta de espiritualidad en su entorno y la conversión del individuo en un ser mediocre: «El hombre va quedándose sin espíritu en pobre hombre» («Hay que pensar que se vive», Hoy, agosto 1950).

[16] Sin duda el poeta aquí fue consciente de la regla gramatical que obliga a escribir “porqué” cuando es sustantivo, pero lo escribió separado y en singular para indicar las numerosas y reiteradas preguntas que se hacía sin obtener respuestas.

[17] En carta de JDV a Rodríguez Moñino (Badajoz, 10-4-67), este verso dice: “No volveremos a nacer”. En Segunda antología (1979), la última estrofa del poema cambia el último verso y añade dos más, separándolos de la estrofa anterior por un espacio en blanco: «No es que padezca yo contigo / es que me pasa a mí también. / Y no hay remedio a nuestros males / por muchas vueltas que le des. // Y si algún día amaneciese / ya no sería amanecer». Esta ampliación quiere alargar el final, quizás porque el poeta pensó que en el libro termina bruscamente.

[18] RO: Ed. Álamo (Salamanca, nº 1, 1964). “en la flor de la noria del romance”, v. 2, “se hace serpiente inagotable”, v. 6 y, al verso 20 del poema de Álamo, le siguen las estrofas 9, 10, 11, 12, 4, 5, 6, 7-8, 13 y 14 de ¿Dónde ponemos los asombros? Red. Poesía extremeña actual (II) (1978) («en un infierno de ironía / en trapos sucios de cloaca y hambre», vv. 35-36; «Un muchacho en la calle da un silbido», v. 45 y «a muchachas que van mayo adelante», v. 48) y Segunda antología (1979; casi idéntico a la versión de Álamo): «se hace serpiente interminable)» (v. 6), «Un templo mueble de sepulcros reza» (v. 17) y «arropan el latín de unos canónigos» (v. 25). Estos ajustes indican el interés de JDV por este poema (su antecedente es “Canciones” de El año cero). JDV editó en Poesía (1988, p. 351) un poema con TI, DC, donde en un tono más espiritual se refiere a la catedral de Badajoz: “Sombra de pie: catedral. / Se escucha una sinfonía / alta de azul en el cielo: / coronación: mediodía. // (Y en la corona volando / como diamantes palomas / dentro del Ave María)”.

[19] Catedrático en Salamanca, director de Álamo, poeta de la generación de Garciasol, Leopoldo de Luis y José Luis Cano y autor de La vida misma (1956) y Nudo (1966). Mantuvo con JDV una relación epistolar, donde se encuentran agudas opiniones sobre su poesía, y le escribió el artículo «Un poeta extremeño» (Diario de Burgos, 28-3-63).

[20] Abogado salmantino, que codirigía con Juan Ruiz Peña el Grupo Álamo, en cuya Colección Poética editó un libro de poemas con el título de Biografía de urgencias (nº 3). También mantuvo con JDV una amplia relación epistolar, que contiene positivas reflexiones sobre su poesía, y le dedicó el artículo «Yo soy el otoño» (El adelanto, 28-9-69).

[21] RO, CMA, APJDV: “A voces le diremos cuando pase, / a gritos de cartón, mil veces, loco. / Porque quien no comulga con la misma / rueda de molino será algún lobo. / De ninguna manera que se ponga / y mucho menos con el alma al hombro. // Que se nos pudra la palabra buena, / el acento, el camino y el reposo / si cuando pase por la calle y hable / no le gritamos con el pueblo a coro, / culpándole del mal que nos parezca, / diciéndole nos causa gran enojo, / que su presencia es un pecado grave, / un pecado mortal de tomo y lomo. / Descargaremos nuestra voz-conciencia; / ¡oh, la voz!: voz del pueblo, voz de todos. / Acusando a pájaros y laureles / besar la soledad del hombre solo. / Confesaremos para estar tranquilos / y pasar por la vida carne y cómodos. / Hay que echarle la culpa a quien se pueda / y al que se pueda se torea a modo. / Alguien debe tener la culpa de esto / sin duda sin remedio y sin nosotros, / nosotros siempre al margen de las cosas, / son ellos los que estorban, los incómodos. // Gritad de nuevo muchedumbre hambrienta / que lo claven en cruz como aquel otro: / en la cruz del pupitre o del andamio: / asqueado, dolido, silencioso. / Escupidle en la cara / y azotad a ese loco”. RD: Es el resultado de una reelaboración posterior, pues es más sintética y presenta un mayor ajuste en ciertas expresiones. Pulsaciones contiene un poema TI, DC.

[22] Ed. Canas de Dios en el almendro (1971), donde aparece dedicado a Antonio Díaz Rodríguez, lector de JDV y dinámico organizador en Almendralejo de actividades literarias (recitales, conferencias, revista hablada Prisma), donde lo invitó a participar. Red. Segunda antología (1979) y El pozo de la comunidad (Mérida, nº 5, 1983).

[23] En Canas de Dios en el almendro (1971) y Entre la yerba … (1979): «voy sin saber dónde voy». Esta variante introduce una mejora, pues se ajusta más a lo que el poeta expresa en el verso. En Segunda antología (1979): «desentrañando la araña» (v. 7), expresión que imprime movilidad al estatismo del verso.

[24] Ed. Poesía española (Madrid, nº 193, 1969), Alcántara (Cáceres, nº 155, 1969) y Poesía (1988, p. 356).

[25] RO: Ed. Alcántara (Cáceres, nº 41, 1951) con el título de «Inclinar la cabeza sobre el pecho»: “Dentro del alma vivo al hombre / cantando y padeciendo; / ¡ay, de los pobres hombres que maduran / en soledades y silencios! // Duele la luz que me deshoja / año tras año mis momentos / y me desnuda de las sombras … / … y ya desnudo me avergüenzo. // Se marchitaron los suicidios / junto a la flor de los almendros / y en las orillas de la vida / troncos talados son los cuerpos. // Otro latido más, otro latido / corazón, carne viva para el viento: / esta angustia es nacer en otro día, / es ir y no venir por el sendero. // Pierdo miradas, sí, pierdo miradas / en la entraña vital del Universo, / quiero arrancar a todo la palabra / y es la palabra sola mi cerebro. // Quiero saber y comprender las cosas / y soy yo mismo el que aterrado quedo, / es inútil ahondar sobre mí mismo, / cuanto más profundizo menos llego. // Yo sé, Señor, por qué agonizo siempre: / por ansia de vencer lo que naciendo, / me disuelve, confunde y atormenta, / me va colmando de secretos. // Anularme, Señor, solo en la muerte / podré anularme de misterios. / Hacer lo que hizo Cristo al entregarse: // inclinar la cabeza sobre el pecho”. RD: El cierre es distinto tal vez para evitar la alusión a Jesucristo en la cruz, pues a JDV le supondría un paso atrás volver a usar imágenes ya empleadas en Las siete palabras del Señor.

[26] Ed. Boletín del militante de Badajoz. JDV debió enviarlo para su edición desde Zarza de Alange, pues contiene una anotación: «Practicante». APJDV, CMA con el título de «Camino»: “Debía haber llegado al final del camino / para quitar la tierra y sueño donde yaces / y hablar de aquellas horas que amando hemos vivido / mezclando nuestras vidas en nuestra misma sangre. // Debía haber llegado a ganar tu silencio / con mi voz encarnada en tu muerte insaciable / y sólo he conseguido en un camino incierto / un tiempo de recuerdos y una nube en el aire. // Debía haber llegado al final de mí mismo. / Debía haber llegado jubiloso a encontrarte. / Debía haber llegado pero ando perdido / en sabe Dios qué mundo turbulento y distante”. Debe ser una reelaboración posterior al poema del libro, pues presenta una expresión más ajustada y una creatividad mayor.

[27] Ed. Álamo (Salamanca, nº 19, 1969), Segunda antología (1979) y Lanza (Ciudad Real, nº 594, 1984). En Álamo: «pasos de vientos secos, olor de hojas quemadas,» (v. 14); «y tú, muchacha, creces desde tus mismos sueños / como recuerdo antiguo de una dulce nostalgia» (vv. 19 y 20); «donde una muerte crece y jamás se termina» (v. 23) y «con recodos de calles y agonía encantada» (v. 26). El hecho de que estas reelaboraciones sean más acertadas que las expresiones originales inducen a pensar que la versión de Álamo, editada el mismo año que el libro, es posterior. En Segunda antología (1979) el primer verso de la cuarta estrofa dice: «Unos ojos vigilan tres persianas de tigres,». El cambio de «tras» por «tres» puede ser un error de la imprenta.

Fotografía cabecera: Parque de los Centollos de Mérida