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Gévora. Estudio de una revista poética de Extremadura.

GEVORA

 Gévora. Estudio de una revista poética de Extremadura de Antonio Salguero Carvajal

                                A mi familia. A mis amigos

 ÍNDICE

CAPÍTULO I.-INTRODUCCIÓN.

Historia y Literatura en España y Extremadura de 1952 a 1961.

Ambiente cultural de Badajoz en los años 50 y comienzos de los 60.

CAPÍTULO II.-ORIGEN.

Título.

Directores.

CAPÍTULO III.-PERSONALIDAD.

Fines.

Ideología.

Temas.

Corrientes literarias en Gévora.

CAPÍTULO IV.-TRAYECTORIA.

Selección de las colaboraciones.

La crítica de Enrique Segura Otaño.

Nombres claves.

El número sobre Picasso.

CAPÍTULO V.-COLABORADORES.

Difusión.

Seguidores y críticos.

Mujeres en Gévora.

Clásicos, poetas olvidados y noveles extremeños.

CAPÍTULO VI.-EDICIÓN.

Sumario.

Tirada.

Financiación.

CAPÍTULO VII.-CONTENIDO LITERARIO.

Contenido habitual.

Homenajes.

Monográficos.

Navidad-Semana Santa.

Prosa.

EPÍLOGO.

BIBLIOGRAFÍA.

APÉNDICE

Índice cronológico del contenido de Gévora.

Índice alfabético de colaboradores de Gévora.

CAPÍTULO I

 INTRODUCCIÓN

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1952 A 1961

Cuando nace la revista Gévora en 1952, Estados Unidos y la Unión Soviética han iniciado una etapa de distensión, que permite una recuperación económica en Europa por medio del Plan Marshall y la creación del Mercado Común europeo en 1957.

España, que nota esta mejoría económica, inicia un proceso de apertura al exterior y consigue ingresar en la UNESCO (1952), firmar un Concordato con la Santa Sede (1953), establecer un acuerdo militar con EE.UU. (1953) e ingresar en la O.N.U. (1955). Estos hechos positivos, unidos al turismo, la mayor actividad industrial, el Plan de Desarrollo de 1959 y la emigración del campo a la ciudad contribuyen a la aparición de una clase media, al aumento de los universitarios y a la intensificación de las reivindicaciones laborales.

La Poesía aprovecha la apertura realizada por el régimen y la menor presión de la censura para adoptar una postura más combativa y escribir una “Literatura para la vida”, que intenta llegar al Pueblo con el fin de que cambie su actitud pasiva ante la triste realidad donde la libertad no existe y abundan las injusticias. Esta Literatura, denominada del “Realismo social”, se caracteriza por una escasa preocupación formal en beneficio del contenido con el fin de llegar al lector de una forma directa y fácil. Los poetas más representativos de la poesía social fueron Ramón de Garciasol, Victoriano Crémer, Leopoldo de Luis, Gabriel Celaya, Vicente Aleixandre, Blas de Otero y Eugenio de Nora. No obstante, al final de la década el desencanto de estos escritores es patente, porque con tales planteamientos no habían conseguido cambiar la realidad.

Durante la década de los años 50, la actividad cultural se reactiva en los tres focos que coexisten en Extremadura: Badajoz, en torno a la Revista de estudios extremeños, Alor, Gévora, el periódico Hoy, la Diputación Provincial, el Ayuntamiento y la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Cáceres, alrededor de Alcántara y de la Diputación Provincial. Y Mérida, en torno a Olalla, la revista y el semanario Mérida, el Ayuntamiento y el Liceo.

La relación entre estos focos se produce, principalmente, por medio de las Asambleas de Estudios Extremeños y otras actividades conjuntas como ciclos de conferencias, Fiestas de la Poesía y edición de revistas y páginas poéticas en el periódico Hoy. Este diario también dio a conocer un gran número de narradores extremeños, a través de la publicación de numerosos relatos de Juan José Poblador, Arsenio Muñoz de la Peña, Jesús Delgado Valhondo, Fernando Villalba Diéguez, Juan Pedro Vera Camacho, Fernando Pérez Marqués y Antonio Zoido Díaz y, en 1958, creó un dominical que se interesó por los asuntos artísticos y literarios de la región.

Paralelamente, las publicaciones citadas contribuyeron a ambientar el panorama literario propiciando o difundiendo homenajes de poetas extremeños, nacionales e hispanoamericanos. La imprenta Arqueros creó la Biblioteca de Autores Extremeños y apoyó a las revistas Alor y Gévora. Y el Centro Cultural de Badajoz fundó la Asociación Cultural Iberoamericana, que consiguió traer a Camilo José Cela, Manuel Fraga y Leopoldo Panero a la capital pacense para impartir conferencias.

Un hecho social de grandes proporciones, la realización del Plan Badajoz (1952-1956), contribuyó decididamente a que se respirara en el ambiente cultural de la capital pacense un gran optimismo, pues este magno proyecto transformó las secas y despobladas vegas del Guadiana en un vergel lleno de vida y actividad: «La tierra extremeña era antes parda, cenicienta, oculta. Ahora es verde, olorosa, sonora. Su sed ha sido apagada. Nuevos árboles, nuevas hojas, nuevas frutas. Han nacido pueblos. Pueblos limpios con tierno olor de cal y de sol. Han brotado fábricas como hongos, como musgos, como músculos, nervios de gigantes empresas, tensos, firmes, seguros»[1].

Un dato patente del resurgir cultural extremeño, en los años 50, fue el número elevado de revistas que se crearon y editaron en esta década. Según Ángel Sánchez Pascual, el florecimiento de estas publicaciones no fue casual, porque «en toda España también empezaban a surgir por aquellos años multitud de revistas de poesía: Ágora, Umbral, Ámbito, Calandria, Deucalion, Aturuxo, Capitel, Ansi, Doña Endrina, Aljibe, Desde el Empotro y muchísimas más -se cuenta hasta sesenta y tres-. Sucedía que por entonces comenzaban a aparecer los jóvenes poetas que luego constituirían la llamada ‘segunda generación de postguerra’ -o ‘generación del príncipe’ o ‘generación desheredada’- quienes necesitaron fundar unas revistas que sirvieran como vehículo de expresión a aquella promoción exenta de fobias o fidelidades de cualquier signo […]. En este sentido, Extremadura mostró una personalidad poética innegable»[2].

Es cierto, pues un simple repaso de las revistas extremeñas de la mitad del siglo XX da idea de esta inusitada actividad editorial en la región. Alcántara apareció en Cáceres el 10 de octubre de 1945 con un exiguo capital de 200 pesetas, aportado por sus fundadores Fernando Bravo, José Canal, Jesús Delgado Valhondo y Tomás Martín Gil. La aparición de Alcántara se debió a que «El ambiente cultural de nuestra región acusa en los tiempos presentes un tan elevado nivel de inquietudes y realizaciones en todos los órdenes, que se hace imprescindible crear el instrumento idóneo que recoja todo ese movimiento y, a la vez, actúe como su difusor eficaz»[3]. Alcántara fue adoptada por la Diputación Provincial de Cáceres a partir del número 15. Actualmente sigue difundiendo la cultura extremeña con una perseverancia digna de elogio.

Alor fue una revista de Badajoz creada por Francisco Rodríguez Perera en febrero de 1950, que publicó 54 números hasta noviembre de 1958. Alor tuvo una amplia difusión en Hispanoamérica gracias al empeño y al esfuerzo económico de su director Rodríguez Perera que se arruinó en parte por los gastos que le ocasionaba la edición de la revista.

Anaconda fue publicada en Cáceres de enero a julio de 1954 y sólo editó dos números. Emiliano Durán, José María Gil y Pedro María Rodríguez fueron sus directores. La oposición que encontró en sectores literarios tradicionales y su pobre sistema de financiación, basado en las aportaciones voluntarias de sus directores y colaboradores, constituyeron la causa de su efímera existencia.

Ángelus apareció en febrero de 1953 en Zafra (Badajoz) y desapareció en septiembre de 1960 después de editar 13 números. El último se tituló Primera antología de poetas pacenses, donde participaron Jesús Delgado Valhondo, Francisco Cañamero, Manuel Pacheco, Francisco Rodríguez Perera, Luis Álvarez Lencero, Antonio Zoido, Manuel Monterrey, Eugenio Frutos, Luis González Willemenot y Juan Bautista Rodríguez. Su director fue el Padre Francisco Juberías y tuvo el apoyo del Padre Martín Sarmientos. La revista dependía del Seminario de Teología de los Padres Claretianos de Zafra. Las colaboraciones procedían de poetas de la Orden, que escribían una poesía en consonancia con su estado religioso, y de otros laicos que participaban circunstancialmente.

Arcilla y pájaro, creada y dirigida por Jacinto Berzosa, Juan Ángel Iglesias y Prudencio Rodríguez, publicó cinco números de diciembre de 1952 a noviembre de 1953. Fue costeada por los jóvenes que, junto a los directores, formaban el grupo fundador (José María Gil, Pedro Pacheco, Emiliano Durán y Pedro María Rodríguez). La fragilidad de sus fuentes financieras y el rechazo de sectores opuestos a su joven proyecto editorial provocaron la desaparición de la revista.

Capela fue creada por Bernardo Víctor Carande en Almendral (Badajoz). Llevaba el subtítulo de “Boletín de información de un hombre que vive en el campo”. Tuvo una vida corta, pues apareció en 1959 y sólo editó hasta 1960.

Gévora fue una revista de poesía creada y editada en Badajoz por Manuel Monterrey y Luis Álvarez Lencero de 1952 a 1961. Gévora. Hojas de poesía en prosa y verso tiene el mérito de ser la revista poética extremeña que superó al resto de las publicaciones de su época en tiempo de publicación, en números editados y en amplitud de difusión.

Jaire, revista de Mérida, fue fundada y dirigida por Juan María Robles Febré y Francisco Horrillo. Publicó su primer número en enero de 1954, aunque Febré sitúa su nacimiento «en la fiesta de la primera misa de Francisco Cañamero -Castuera, junio de 1953-. Allí, de común acuerdo, nos decidimos a sacar a la luz nuestras vivencias poéticas del hombre y de la vida»[4]. Se subtituló «Poesía de Dios, editada por sacerdotes pacenses». Sus creadores y colaboradores, que constituían en palabras de Robles Febré «un grupo de sacerdotes, recién esparcidos por la diócesis», fueron Francisco Cañamero, Pedro Belloso, Francisco Horrillo, Ramón Gimó, Francisco Sánchez, Juan José Jurado y el mismo Juan María Robles. Jaire publicó tres números y desapareció en mayo de 1955.

Olalla apareció en Mérida. Fue dirigida por Félix Valverde Grimaldi y Carlos María Fernández y costeada por el Ayuntamiento de la ciudad. Publicó seis números de abril a septiembre de 1957.

Paralelamente a la actividad de estas publicaciones, poetas pacenses como Francisco Rodríguez Perera, Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero, Manuel Terrón Albarrán y Jesús Delgado Valhondo son invitados a dar recitales en diversos lugares del país (Madrid, Universidad de Salamanca y Cádiz, Sevilla). Poetas cacereños como Juan Luis Cordero, José Canal o Fernando Bravo consiguen premios en certámenes poéticos repartidos por la geografía nacional. Juan Ramón alaba la poesía de Valhondo[5] y Francisco Cañamero publica en la revista Estría de Roma.

También el teatro experimenta gracias a grupos de aficionados una reactivación con la puesta en escena de autores clásicos, contemporáneos (españoles y extranjeros) y extremeños como Antonio Zoido, Antonio Orio-Zabala y Antonio Soriano, que estrenan piezas teatrales donde tratan la conquista de América, temas regionales y asuntos religiosos.

Cuando en 1953, Luis Álvarez Lencero publica su primer libro El surco de la sangre, comienza a forjarse el llamado “triángulo poético extremeño”, cuyos restantes lados estaban formados por Jesús Delgado Valhondo, que había publicado su primer libro, Hojas húmedas y verdes, en 1944, y por Manuel Pacheco, cuya primera obra poética, Ausencia de mis manos, fue editada en 1949. La confluencia de varios hechos humanos y literarios dieron lugar a esta denominación: Las estrechas relaciones personales y literarias que establecieron entre ellos; sus caracteres humanos y poéticos complementarios (Lencero, impetuoso; Valhondo, íntimo y, Pacheco, alucinante[6]); sus deseos de no salir de Extremadura (salvo la ausencia de Lencero durante un tiempo); la participación conjunta en publicaciones y recitales; su capacidad para vencer el aislamiento regional y el hecho de que sus libros de poemas fueron los más editados y difundidos.

Sin embargo, frente a la continuidad y proyección de la obra poética del “triángulo”, otros como Terrón Albarrán[7], Fernando Bravo o Carlos Callejo desaparecieron del panorama lírico extremeño sin dejar rastro. Idéntica suerte corrieron poetas más jóvenes nacidos en los años 20 y 30, que abandonaron la actividad literaria por falta de apoyo institucional y la necesidad de sobrevivir con su trabajo diario. Por esta razón, se les ha denominado “la generación perdida”.

El problema que agravó su situación fue las dificultades que encontraron para publicar en la región por falta de editoriales que difundieran sus obras. Esta carencia llegó a ser tan aguda que incluso afectó a los poetas más relevantes, que se vieron obligados a editar fuera de Extremadura partiendo de cero, pues les faltó la proyección adecuada que debían haberle proporcionado instituciones y editoras extremeñas[8]. Este problema, unido a la inexistencia de promociones anteriores con figuras destacadas, hizo que los poetas de esta década fueran autodidactas y basaran su creación lírica en lecturas personales. No obstante, esta circunstancia no minimiza la actividad cultural y literaria de la década en nuestra región, pues el hecho de que se mantuviera, a pesar de las dificultades, demuestra su vitalidad.

En los primeros años de la década de los 60 continúa la distensión entre las dos potencias. La clase media se afianza, debido principalmente al aumento de los salarios y las mejoras asistenciales. Occidente se instala en la sociedad del consumo. España nota también esta nueva situación, experimenta un fuerte crecimiento entre 1950 y 1973 al entrar masivamente capital extranjero y vive una etapa de desarrollo, que la sitúa entre los primeros países industriales de Europa. Además se realizan numerosas obras públicas, aumenta el turismo, sube el empleo y se produce un cambio de mentalidad. El progreso material, sin embargo, trae consigo la degradación de la calidad de vida (masificación, contaminación, materialismo, falta de espiritualidad) y la aparición, al final de la década, de movimientos de protesta pacífica (hippies) y revolucionaria (mayo del 68 francés, sindicatos clandestinos y ETA).

En esta década, se impone la Generación del 60, producto del cansancio del Realismo Social. El hecho generacional que hizo aflorar a los poetas de esta generación fue el XX Aniversario de la muerte de Antonio Machado, al que rindieron homenaje en Collioure (1959). En esta generación, se produjo una sustitución del “nosotros” por el “yo” y, como consecuencia, una vuelta al individualismo, a la intimidad y a temas como el fluir del tiempo, la amistad y la evocación nostálgica de la infancia, motivada por un deseo de transmitir la experiencia personal, la soledad, la marginación personal, el inconformismo, la sensualidad, la visión escéptica de la existencia y la preocupación por el ser humano universal. A la vez, se llega a una mayor elaboración del lenguaje y a indagar en la Poesía a través de la misma Poesía (metapoesía). El interés de los poetas de esta generación por profundizar en la realidad y en sí mismos ha llevado a denominar “poesía del conocimiento” a la lírica de esta época.

En la amplia nómina de poetas representativos de esta generación, nacidos entre 1924 y 1938, se encuentran José Agustín Goytisolo, Ángel González, J. Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Carlos Barral, Eladio Cabañero, Jaime Gil de Biedma, Carlos Murciano, Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún, Francisco Brines, Ángel Crespo y Mariano Roldán. A esta Generación están adscritos por edad los poetas extremeños José Mª Valverde, Félix Grande, Alfonso Albalá, Francisco Cañamero, Luis Álvarez Lencero y Manuel Pacheco.

En Extremadura, baja la intensidad del activo ambiente cultural de la década anterior. Este hecho se observa en la desaparición de las revistas literarias surgidas en aquel momento, excepto Gévora que sólo editaría hasta octubre de 1961. No obstante, la Real Sociedad Económica de Amigos del País continúa organizando actividades entre las que destaca la creación de un cine-club, que lleva a la ciudad películas no exhibidas por las salas comerciales y que, al final de la proyección, se comentan. La Diputación Provincial sigue publicando libros y el periódico Hoy interesándose por la Literatura y la Poesía que se hace en la región y, además, editando relatos a narradores jóvenes como Tomás Martín Tamayo, Bernardo Víctor Carande y Cándido Sanz Vera.

La nómina de escritores extremeños, a final de los años 60, está formada por Antonio Hernández Gil, Francisco Elías de Tejada, José Díaz-Ambrona, Julio Cienfuegos, Francisco Vaca, Arsenio Muñoz de la Peña, Manuel Terrón Albarrán, Eugenio Frutos, Antonio Zoido, Juan Pedro Vera Camacho, Luis González Willemenot, Manuel Martínez Mediero, Félix Grande, Félix Valverde Grimaldi, Francisco Rodríguez Perera, Manuel Pacheco, Jesús Delgado Valhondo, Luis Álvarez Lencero, Celestino Vega, María de la Hiz Flores (“Mahizflor”), Javier Zoido, Mª José Sánchez Benito y Antonio Rodríguez Moñino[9].

Esta amplia relación de escritores indica que, a pesar de producirse un descenso en la actividad cultural de la década de los 60, a Extremadura no le faltaban individualidades. Sin embargo, éstas no fueron proyectadas al exterior en forma de conciencia regional sino a través de colaboraciones aisladas en publicaciones nacionales donde aparecían con frecuencia Pedro de Lorenzo, Jesús Delgado Valhondo, Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero, Luis Apostua, Santiago Castelo o Isabel Montejano, o por medio de ediciones personales como Primera antología de Jesús Delgado Valhondo, Hombre de Luis Álvarez Lencero (1961), Los insonetos del otro loco de Manuel Pacheco y El último gallinero de Manuel Martínez Mediero (1969).

AMBIENTE CULTURAL Y LITERARIO DE BADAJOZ EN LOS AÑOS 50 Y COMIENZOS DE LOS 60

El ambiente cultural y literario de Badajoz desde 1952, año en que nació Gévora, hasta 1961, fecha en que desapareció, mostró una interesante y variada dinámica a través de numerosas actividades culturales, que eran propiciadas por el Ayuntamiento, las cátedras de cultura Donoso Cortés y López Prudencio de la Diputación, el periódico Hoy, las revistas Alor, Gévora y Revista de estudios extremeños, la Real Sociedad Económica de Amigos del País y grupos de intelectuales, escritores y artistas pacenses, que se relacionaban a través de tertulias.

La Fiesta de la Poesía se conmemoraba anualmente el 21 de marzo coinciendo con la entrada de la primavera por sus connotaciones literarias. Los poetas organizaban actos, que comenzaban con una misa en la iglesia de San Andrés en honor de San Juan de la Cruz, su patrón. Después, al mediodía, se celebraba una comida de hermandad a la que asistían poetas de la capital y de la provincia. Y, por la tarde, se realizaba una actividad literaria que, en 1952, consistió en un festival poético donde actuó la Schola Cantorum del Seminario Diocesano interpretando obras clásicas ambientadas en la época de San Juan de la Cruz. Manuel Cortés, catedrático de la Universidad de Murcia, disertó sobre el tema «La virtud poética de San Juan». Manuel Terrón Albarrán, Francisco Rodríguez Perera, Baldomero Díaz de Entresoto y Luis Gálvez leyeron poemas propios. Y, por último, Meme Chacón completó el acto con un concierto de guitarra[10] y la Schola Cantorum lo cerró con dos canciones.

En 1953, la actividad literaria de la Fiesta de la Poesía consistió en un coloquio poético celebrado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. En él intervinieron Araceli Spínola, Luis Álvarez Lencero, José Díaz-Ambrona, Luis Gálvez, Francisco Rodríguez Perera, Antonio Soriano y Manuel Terrón Albarrán. Abrió el coloquio Enrique Segura Otaño y a continuación los poetas respondieron a las preguntas del público.

En 1954, la llegada de la primavera no se conmemoró con la brillantez de los años anteriores, pues hubo que suspender por contratiempos accidentales un recital lírico y un homenaje a Carolina Coronado junto al río Gévora, organizado por las revistas Alor y Gévora que, por aquellas fechas, realizaban una campaña para trasladar sus restos a un nicho más decente y colocar sendos bustos de la poeta en Badajoz y Almendralejo. El único acto que se consiguió realizar fue un recital en Radio Extremadura a cargo de varios poetas.

En 1955, la Fiesta de la Poesía se conmemoró también en la citada emisora de radio con un recital de poesía presentado por el locutor Julio Mojedano, en el que participaron Araceli Spínola, Eladia Morillo-Velarde, Manuel Monterrey, José Díaz-Ambrona, Francisco Rodríguez Perera, Juan José Poblador, Manuel Veiga, Antonio y Eloy Soriano, Pedro Belloso, Bernardo del Carpio, Manuel Pacheco y Julio González, que cerró el recital declamando el poema «Dos nidos» de José María Gabriel y Galán.

De 1956 y 1957 no aparecen noticias en las fuentes consultadas sobre actos culturales relacionados con la Fiesta de la Poesía, excepto la página lírica del periódico Hoy. Este hecho induce a pensar que esta celebración debió sufrir una crisis y quedó reducida a la edición de la citada página o bien que los esfuerzos de instituciones y organizadores particulares se centraron en celebrar otras actividades, que aparecen comentadas en otras épocas de estos años.

En 1958, la Fiesta de la Poesía se festejó con una velada lírica en la Económica y un ciclo poético, que se celebró en casa de José Díaz-Ambrona y fue dirigido por Gonzalo Fausto, periodista y locutor de Radio Badajoz, desde el 21 de marzo al 2 de abril de 1958.

En 1959, la actividad organizada para celebrar la Fiesta de la Poesía fue la presentación de Pétalos de sombra del poeta Manuel Monterrey, libro de poemas publicado con las aportaciones económicas del Ayuntamiento, Araceli Spínola y José Díaz-Ambrona.

En 1960, un grupo de poetas celebraron la Fiesta de la Poesía con sencillez reuniéndose en un céntrico restaurante de Badajoz, donde celebraron un recital. Después visitaron a Luis Álvarez Lencero que se encontraba enfermo.

Y, en 1961, esta celebración consistió en un homenaje a Carolina Coronado en Badajoz, por la mañana, y en Almendralejo por la tarde, con motivo del Cincuentenario de su muerte. Las actividades fueron una ofrenda de flores ante su tumba en Badajoz y un acto literario en el Teatro Espronceda de su pueblo natal, cuyo contenido fue una conferencia de Gerardo Diego y un recital poético de María Antonieta Amoriu, Luis Álvarez Lencero, Fernando Bravo, Jesús Delgado Valhondo y Manuel Pacheco.

Simultáneamente a la celebración de la Fiesta de la Poesía, el periódico Hoy publicaba una página dedicada a la llegada de la primavera, donde intervinieron numerosos poetas extremeños de 1952 a 1961 en una o varias ocasiones: Luis Álvarez Lencero, Pura Ávalos, Pedro Belloso, Teófilo Borrallo, Fernando Bravo, Francisco Cañamero, Julio Cienfuegos, Rufino Delgado, Jesús Delgado Valhondo, Alfonso y José Díaz-Ambrona, Baldomero Díaz de Entresoto, Augusto Ginés, Luis González Willemenot, María Guadalupe, F. Herranz,  Antonio Holgado, Alfonso Iglesias, Juan Iglesias Velasco, Juan José Jurado, Manuel Monterrey, León Moriche, Eladia Morillo Velarde, Manuel Muñoz, Matías Nieto, Manuel Pacheco, Juan José Poblador, Juan María Robles, Francisco Rodríguez Perera, Manuel Ruiz González-Valero, Antonio Sánchez, Enrique Segura Otaño, M. G. Sito, Antonio y Eloy Soriano, Araceli Spínola, Juan de Dios Tena, Manuel Terrón Albarrán, María del Pilar Torres, María Pilar Trevijano, Francisco Vaca Morales, Celestino Vega, Manuel Veiga y Antonio Zoido.

Otra actividad literaria, que muestra la atención de los poetas de Badajoz por artistas del pasado y del presente tanto de dentro como de fuera de Extremadura, fueron los homenajes que dedicaron a escritores y pintores. En 1952, le ofrecieron un homenaje a Juan Donoso Cortés[11] con motivo de la celebración del Centenario de su muerte, en cuya memoria se impartieron conferencias patrocinadas por la Diputación Provincial sobre su vida, su obra literaria y su condición política, se difundieron sus escritos y se le dedicaron ensayos en revistas como Gévora, que se sumó al acontecimiento.

En junio de 1953 se cumplía el segundo año de la muerte del pintor Adelardo Covarsí y su recuerdo se mantuvo vivo con un programa en la emisora de Radio Extremadura, en el que intervinieron varios poetas que recitaron poemas en homenaje al gran pintor extremeño.

El 7 de febrero de 1957, en el salón de actos de la Económica, se celebró un homenaje a Pío Baroja. En la primera parte del acto intervinieron Enrique Segura Otaño, Leonor Trevijano de Pruneda, Juan José Poblador y Antonio Zoido, que disertaron sobre aspectos de la personalidad y la obra del escritor de la Generación del 98. En la segunda parte, hubo un recital poético a cargo de Juan Antonio Cansinos, José Nieto, Manuel Pacheco, Francisco Rodríguez Perera y Luis Álvarez Lencero.

El 25 de junio de este año se inauguraron dos monumentos dedicados a Carolina Coronado y Luis Chamizo en el Parque de Castelar de Badajoz. El acto comenzó con el descubrimiento del monolito ofrecido a la poeta de Almendralejo, donde aparece sentada y con una inscripción en la base: «La sensibilidad de la mujer, en ti se hizo poesía». A continuación, Enrique Segura Otaño realizó una breve biografía de Carolina y, posteriormente, Ricardo Carapeto pronunció unas palabras y se congratuló de ser el autor de la inscripción. Terminado el acto ante el busto de Carolina, se pasó a inaugurar el monumento a Luis Chamizo, en cuya base se podía leer: «Porque semos asina, semos pardos». A continuación varias personalidades pronunciaron palabras destacando la figura del poeta de Guareña y, por último, se recitaron varios poemas suyos.

En 1959, se dedicaron sendos homenajes a Eugenio Hermoso y a Manuel Monterrey[12] Y, en octubre de 1961, se celebró otro en honor de Antonio Juez, Jardinero Mayor de Badajoz, que mejoró y embelleció los jardines de la capital y creó otros nuevos[13].

Otra de las actividades, que se celebraron durante estos años, fueron los concursos literarios. En 1955, el Ayuntamiento convocó el certamen “Ciudad de Badajoz” con motivo de las Fiestas de San Juan. La entrega de premios se realizó el día 28 de junio en el Parque de Castelar. El primer premio de poesía se le concedió a «Himno a Badajoz» de Francisco Rodríguez Perera; el segundo a «Badajoz y el Guadiana» de Eladia Morillo-Velarde y el tercero a «Canto a Badajoz» de Manuel Pacheco. El primer premio de artículos periodísticos se otorgó a «La ciudad de Badajoz y su término» de Luis Gálvez; el segundo a «Poesía del pasado» de Fernando Pérez Marqués y el tercero a «El barrio y la torre» de Luis Apostua.

En 1956, el Ayuntamiento de Badajoz también debido a las Fiestas de San Juan convocó unos Juegos Florales. La entrega de premios se celebró el día 27 de junio de 1956 en el teatro López de Ayala de Badajoz. El mantenedor del acto fue el agregado cultural de la Embajada de Colombia en España, Eduardo Carranza, escritor y poeta[14]. El primer premio se le concedió al poema «Cantando a Extremadura. Cielo y tierra» de Jesús Delgado Valhondo, que recibió la Flor Natural y 5000 pesetas[15]; la Rosa de Oro correspondió a «Cuando Dios miró al Hombre y aún no era una llaga» de Francisco Cañamero y la Rosa de Plata se otorgó a «Tríptico del Hombre» de Leopoldo de Luis.

Otras actividades se realizaron de 1952 a 1961 complementando a las anteriormente citadas: En 1952, se emitió un recital de poesía por las antenas de Radio Extremadura, en el que intervinieron Araceli Spínola, Manuel Monterrey, Manuel Pacheco, Antonio Juez, Luis Álvarez Lencero, Gabriel Moreno, Manuel Delgado y Manuel Ruiz.

En 1955, se montaron dos exposiciones de pintura: Una titulada «Del Impresionismo al Arte Abstracto», que fue ilustrada con una conferencia del crítico de arte Camón Aznar y, otra, del artista portugués Dias Sanches. Carlos Angulo Cavade impartió una conferencia sobre cultura e historia de Hispanoamérica en la cátedra Donoso Cortés. Los pianistas Tetley Kardos y André Perret ofrecieron sendos conciertos patrocinados por la Delegación de Cultura de la Diputación Provincial y la soprano Teresa Berganza dio un recital.

En 1956, actuó el orfeón mejicano en el teatro López de Ayala. Se expusieron pinturas de Eugenio Hermoso en los salones de la Diputación. Se celebró un recital poético luso-español en el Auditorio de la Delegación de Cultura y, meses más tarde, se realizó otro en el salón de actos de la Económica. Y un grupo de teatro universitario interpretó una obra leída.

El 16 de marzo de 1958, Arturo Gazul pronunció dos conferencias en la cátedra Donoso Cortés. Una, sobre la vida y la obra de Adelardo López de Ayala y, otra, sobre la época en que vivió este político y escritor. Se proyectaron en la Casa de la Cultura varias películas premiadas en el Festival de Cine de Cáceres y en el de Cannes. En  los escaparates de la Librería Doncel fueron expuestas las 108 portadas del número sobre Picasso que publicó la revista Gévora[16]. Se emitió un reportaje radiofónico sobre esta revista en Radio Sindical, conducido por el locutor Gonzalo Fausto, y se celebró un recital poético de Julián Báez, Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero en la Galería del Arte, organizado por Rabanal Brito.

Este activo panorama se enriqueció con las tertulias que se celebraban en Badajoz. La decana de la capital fue la tertulia de don José López Prudencio, cuyas reuniones se iniciaron en 1946 en torno a este intelectual extremeño que, desde Badajoz, logró mantener una prestigiosa tribuna de crítica literaria en el periódico madrileño ABC. En su casa se reunían Enrique Segura Otaño, Juan Alcina, Isabel Benedicto, Juan Antonio Cansinos, Julio Cienfuegos, Asunción Delgado, Manuel Pacheco, Francisco Rodríguez Perera, Luis Rojas, Manuel Ruiz González-Valero, Enrique Segura Covarsí, Manuel Terrón Albarrán y Francisco Vaca.

La tertulia de la Real Sociedad Económica de Amigos del País surgió al final de los años 40, cuando un grupo de amigos se propuso reactivar esta institución, que había perdido la actividad de antaño. El presidente era Manuel Jiménez Cierva y el vicepresidente Enrique Segura Otaño, a los que se unió más tarde el activo Juan Navlet. Comenzaron las actividades preparando cada tertuliano una conferencia con el título general de “Lente viajera”, cuyos contenidos eran recogidos por Julio Cienfuegos, cronista de esta actividad. Una de las charlas fue pronunciada por Arsenio Muñoz de la Peña, que la tituló «Reflexiones en torno a la mujer».

Cuando finalizó el ciclo de conferencias, Juan Antonio Cansinos, secretario de la Económica, organizó unas charlas de tema cinematográfico, Fiestas del Libro y el citado homenaje a Pío Baroja, escritor proscrito en aquellos años. Martínez Carrillo, secretario de los Jóvenes Musicales, programó varios conciertos y José Benito Díaz Canseco, catedrático de Instituto, preparó otras actividades con inteligente inquietud. Este dinámico grupo influyó positivamente en el ambiente de libertad, que existía en el panorama cultural de la capital pacense.

Durante una época, los martes se leía un libro editado por un autor extremeño, que se comentaba al martes siguiente, y los miércoles fueron dedicados a la lectura de poemas en los llamados “miércoles poéticos de la Económica”[17] por donde pasaron numerosos poetas para realizar lecturas comentadas de sus poemas. La última gran actividad de la tertulia de la Económica fue una conferencia de Camilo José Cela sobre las cartas que intercambiaron Baroja y Azorín[18].

La tertulia de Manuel Monterrey se inició a principios de los años 50, cuando un grupo de jóvenes comenzaron a reunirse con el poeta modernista en su casa los domingos por la mañana. A veces las reuniones de esta tertulia (de donde surgió la revista Gévora) se celebraban en el Café Mundial o en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. El contenido de esta reunión se llenaba con la lectura y el comentario de lo último que cada participante había escrito.

La tertulia de Esperanza Segura, también llamada “de los sabáticos”[19], se celebraba en casa de esta interesante mujer, que era hija de Enrique Segura Otaño. Esperanza, que gozaba de una atractiva personalidad, era el centro de la tertulia, fumaba en pipa y se tocaba con exóticos turbantes. Con ella se reunían Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero, Luis López Lago, Carlos Villarreal, Francisco Pedraja, Manuel Sito Alba, Eva Callejo García, Eladia Morillo-Velarde, Juan José Poblador, Antonio Vaquero Poblador, García de Pruneda y Juan Antonio Cansinos, entre otros.

La tertulia “Los trascachos” fue creada por Arsenio Muñoz de la Peña[20] y el periodista salmantino Antonio Santander de la Croix, que vino a Badajoz contratado por el periódico Hoy. Sus reuniones se celebraban en “El mesón de los castúos”, que estaba situado en la calle Manuel Cancho Moreno. El mesonero vestía el traje típico extremeño y organizaba actuaciones de cantaores y bailaoras. El local tenía conos de barro de Salvatierra a los lados y mesas bajas y tajos de madera de encina en el centro.

El primer trascacho literario, celebrado en la segunda mitad de los años 50, se dedicó a Jesús Delgado Valhondo, Luis Álvarez Lencero, Francisco Rodríguez Perera y Manuel Pacheco. Le siguió una comida a base de caldereta extremeña, ajo de peces del Guadiana, migas y café. Y como colofón Demetrio Barrero, excelente recitador de Chamizo, declamó varios poemas del poeta de Guareña. Un año después se celebró el siguiente trascacho, que se hizo coincidir con la Fiesta del Libro celebrada en honor a Cervantes. Este trascacho se dedicó a los humoristas extremeños Marta, Luis Gervas, García Orio Zabala, Alberto, José Alba y José Calle, que asistieron a la reunión. Fueron espectadores, entre otros, Federico Alba, Damián Téllez, Serrano Bulnes, Isauro Luengo y García Sancho. Un trascacho posterior se dedicó a la promoción de la Universidad.

La tertulia del Centro Cultural se celebraba en la sede de la Asociación de la Prensa, que estaba situada frente al Instituto de Enseñanza Media. En el Centro Cultural se reunían después de comer periodistas, literatos y políticos como Esteban Rodríguez, Juan Murillo, Herminio Pinilla, Manuel Almeida, José Díaz-Ambrona, José y Arturo Sanabria, Narciso Campillo y Francisco Sierra. De las actividades organizadas por la tertulia del Centro Cultural, Arsenio Muñoz de la Peña recordaba una conferencia de Julio Cienfuegos sobre el habla extremeña, la lectura de la Cruz de rubíes de Antonio Zoido, una conferencia de Terrón Albarrán, varias exposiciones del pintor Barjola, el relato del canónigo Medina Gata sobre su peregrinar con la Virgen de Fátima por Extremadura, la narración realizada por Francisco Vaca sobre su visita a Roma para presentar a Pío XII un estudio realizado por el periódico Hoy sobre el Plan Badajoz y la actuación de una gran compañía de ópera en Badajoz con el apoyo económico de José Díaz-Ambrona.

La tertulia del Casino comenzaba a las doce cuando los profesores del cercano Instituto Bárbara de Braganza aprovechaban el recreo para tomar café y charlar sobre asuntos profesionales, sociales y literarios. Según Arsenio Muñoz de la Peña, aquella tertulia gozaba de un ambiente activo y agradable, donde Ricardo Carapeto, director del Instituto y centro de la tertulia, organizaba su cátedra Donoso Cortés. Francisco Rodríguez Perera, catedrático de Latín y creador de Alor, proyectaba un nuevo número de su revista y, de cuando en cuando, leía sus poemas. Francisco Rodríguez Vázquez, catedrático de Filosofía, que organizaba Seminarios para alumnos, daba el toque intelectual a la reunión, y Carlos Pérez, catedrático de Griego, hacía puntualizaciones sobre la cultura clásica cuando el asunto comentado lo requería. Completaban el grupo de tertulianos José Solo de Zaldívar, secretario del Instituto y profesor de Matemáticas, Miguel Pérez Carrascosa, catedrático de Geografía e Historia y, ocasionalmente, Manuel Terrón que solía entrevistarse con Rodríguez Perera para preparar el siguiente número de Alor y Juan Antonio Cansinos que iba a charlar con Juan Alcina.

Hubo otras tertulias que, aunque no de contenido eminentemente literario, tuvieron la misma finalidad que las anteriores, es decir, el encuentro de personas con aficiones semejantes, el intercambio de conocimientos, el trasvase de experiencias enriquecedoras, la organización de actividades y la charla animada. Estas tertulias, que también ayudaron a ambientar el panorama cultural de Badajoz en los años 50 y primeros de los 60, fueron las del doctor Moreta[21], la cafetería La Marina[22] y el hotel Zurbarán[23].

Gévora se hizo eco de muchas de las actividades comentadas, organizó algunas y participó directamente en el desarrollo de otras dedicándole un lugar en sus páginas o colaborando personalmente en ellas sus responsables y los miembros de su grupo fundador.

NOTAS

[1] Jesús Delgado Valhondo, «Volver sobre nuestros pasos», Hoy (Badajoz), 31-12-57, p. 5.

[2] Ángel  Sánchez Pascual, «Revistas poéticas de los 50», Alminar (Badajoz), nº 25, 1981, pp. 20-22.

[3] José Canal Rosado, «Noticia del proyecto de publicación de ‘Alcántara’ «, Extremadura (Cáceres), 10-9-45, p. 7.

[4] Juan María Robles Febré, «Jaire, poesía sacerdotal», Alminar (Badajoz), nº 16, 1980, p. 19. Después de la desaparición de Jaire, este activo sacerdote siguió realizando una extraordinaria labor difusora de la poesía de autores extremeños con los Cuadernos Kylix y la Colección Uziel hasta su muerte en febrero del año 2001.

[5] Carta de Juan Ramón Jiménez a Jesús Delgado Valhondo, Río Piedras (Puerto Rico), 22-2-54, archivo particular de J. D. Valhondo.

[6] «Cruzaron aquella noche, por el aire, con sus voces, los restallantes trallazos de los látigos de menta de Lencero; los féretros con forma de guitarra de Pacheco; el hombre muerto que Valhondo ve en el fondo de todas las ciudades». En Arsenio Muñoz de la Peña, «Literatura pacense», Hoy (Badajoz), 1-11-61, p. 5.

[7] Al que Arturo Gazul, en un principio, incluyó en el “triángulo” junto a Valhondo y Pacheco: «Estoy contento […] veo que nuestra provincia florece en poetas nuevos, fragantes y raros [A continuación aparece dibujado un triángulo, donde Pacheco ocupa la parte de arriba; Terrón, la de abajo a la izquierda y Valhondo la de abajo a la derecha]. Pacheco es vértice; tú y Terrón base, tierra». En carta de Arturo Gazul a Jesús Delgado Valhondo, Llerena, 9-4-50, archivo particular de J. D. Valhondo.

[8] Por ejemplo, Jesús Delgado Valhondo no consiguió que le publicaran un libro de poemas en su tierra hasta 1955 (La muerte del momento, Gévora, nº 32, 30-6-55), después de editar tres libros fuera ante la imposibilidad de hacerlo en la región. Luego tendrían que pasar seis años más para que una institución pública extremeña le editara su Primera antología (Badajoz, Diputación Provincial, 1961).

[9] Según el Diario SP (Madrid), Año II, nº 348, 20-10-68.

[10] Manuel Monterrey le dedica el poema “Tu guitarra” en el nº 10 de Gévora, p. 10.

[11] Valle de la Serena, 1809-París, 1853. Escritor que en su juventud se inscribió en el neoclasicismo enciclopedista y, posteriormente en su madurez, fue ejemplo del romanticismo más tradicional. Su marcado temperamento levantó apasionadas adhesiones y repulsas (incluso mucho años después de su muerte), cuando en sus intervenciones orales y en sus escritos expuso sus fuertes convicciones ideológicas con acentuados razonamientos.

[12] El Ayuntamiento de Badajoz dio su nombre a una glorieta de los jardines del Parque de la Legión. El acontecimiento fue celebrado con un almuerzo en el hotel Madrid de Badajoz, donde intervinieron José Díaz-Ambrona, Antonio Zoido, Julio Cienfuegos, Francisco Vaca, Jiménez Cierva, Juan José Poblador, Francisco Pedraja y, por último, Manuel Monterrey. Al día siguiente se descubrió una placa colocada en la glorieta, donde se podía leer el nombre del poeta homenajeado. En el acto intervinieron varios poetas que recitaron poemas propios y de Pétalos de sombra de Monterrey.

[13] Las revistas de Badajoz tuvieron un gran interés en difundir estos homenajes y no escatimaron espacio para darles publicidad como en el caso de Gévora que, aparte de recoger un buen número de ellos en sus páginas (ver “Homenajes” en Capítulo VII) dedicó su último número a difundir el ofrecido a Antonio Juez. Además estas publicaciones promovieron otros homenajes como los dedicados por Alor a José López Prudencio (nº 7-8, septiembre 1950) y a José Ortega y Gasset (nº 37-38, noviembre 1955).

[14] Máximo representante del grupo poético colombiano “Piedra y cielo” (1939), nombre cogido de un título fundamental de Juan Ramón Jiménez que muestra una clara preferencia de esta agrupación lírica por la poesía pura. Carranza es autor del libro de poemas titulado Canciones para iniciar una fiesta.

[15] Valhondo denominaba comúnmente a este poema con el nombre reducido de “Canto a Extremadura” y ésa es la razón de que así aparezca titulado posteriormente.

[16] Nº 63-67, editado en octubre de 1958.

[17] Francisco Cañamero dejó constancia de esta actividad en el poema “A los poetas de los miércoles en Badajoz”, Gévora nº 29, p. 3.

[18] El 13 de diciembre de 1972.

[19] Por ser los sábados.

[20] A quien se debe la más amplia información que se conserva sobre las tertulias de Badajoz, que editó en varios ensayos cuyos datos se encuentran recogidos en la Bibliografía de esta edición.

[21] La tertulia del doctor Moreta, médico salmantino, fue la de mayor nivel cultural de Badajoz y se celebró durante los años 50 y 60. A esta tertulia asistieron Celso Bravo, Damián y José Téllez, José Díaz-Ambrona, Juan Antonio Cansinos, Manuel Terrón, Julio Cienfuegos, Francisco Rodríguez Perera, Juan Rincón, García de Pruneda, Julio Santamaría y José Celdrán, entre otros.

[22] La tertulia de La Marina, cafetería situada en el Paseo de San Francisco de Badajoz, era el lugar de reunión de un grupo en el que predominaban los médicos como, por ejemplo, Juan Enríquez Anselmo, colaborador de Gévora. También asistían Tomás Rabanal Brito, periodista; Enrique Segura Covarsí, catedrático de Literatura,  y Manuel Terrón Albarrán, abogado y escritor.

[23] La tertulia del hotel Zurbarán fue creada por Matías García Gonzalo, que reunió a un grupo de personas escogidas de la intelectualidad de Badajoz. Esta selecta tertulia se celebraba los sábados en el salón grande del citado hotel. A ella asistían, entre otros, García de Pruneda, Damián Téllez, Juan Antonio Cansinos, Antonio Zoido, Jesús Delgado Valhondo, Manuel Terrón, Julio Cienfuegos, Ignacio Maynar, Fernando Pérez Marqués, Francisco Pedraja y Francisco Rodríguez Perera.

CAPÍTULO II

 

ORIGEN 

Gévora nació el 10 de septiembre de 1952 por una iniciativa de Manuel Monterrey Calvo y Luis Álvarez Lencero que, desde hacía tiempo, venían madurando publicar en una revista la producción lírica de los poetas de Badajoz a semejanza de otras publicaciones que, en muchos lugares de la geografía nacional, difundían la poesía de su entorno inmediato: «Gévora nació entre aquel mueble escritorio que tenía el poeta relojero Manuel de Monterrey[1] y la mesa de trabajo de Luis Álvarez Lencero, en el Instituto Nacional de Previsión. El [río] Gévora brotó de las zapatillas de paño de orillo de Monterrey y la juventud de Luis»[2].

El germen de esta empresa editora se localiza en el deseo de Monterrey de crear una publicación parecida a un periódico de antaño y editarla a ciclostil. La idea, largamente madurada por el viejo poeta, sedujo a Lencero y el empeño de ambos tomó cuerpo cuando los dos amigos comenzaron a difundirlo y encontraron una acogida entusiasta entre los escritores de la capital pacense: «Y un buen día pensaron en crear unas hojas de poesía, hechas por ellos en ciclostil y lanzarlas al mundo poético, gratuitamente. Cada uno puso cuarenta duros en el negocio. Y el número 1 de Gévora salió a la calle […]. Luis debía andar por los veintinueve años y don Manuel frisaba en los setenta»[3]. El proyecto editorial enseguida contó con la colaboración del “grupo de Gévora” y el beneplácito de los poetas de Badajoz, que necesitaban una revista donde poder publicar sus escritos.

El alma de la nueva revista fue Manuel Monterrey hasta el número 56-57, que apareció en noviembre de 1957: «Toda esta labor desinteresada se la impone este poeta insigne que se llama Manuel de Monterrey»[4]. Sin embargo, en Gévora no aparece en ningún momento su nombre como responsable directo de la edición, porque su humildad no le permitía atribuirse honor alguno. No obstante, él mismo descubre su paternidad en una carta que le dirigió a Jesús Delgado Valhondo: «Desde luego la revista gusta y se lee porque raro es el día que no me trae el cartero 3 ó 4 cartas con colaboradores nuevos lo mismo de España que de América. En fin creo que mientras yo viva GÉVORA vivirá»[5].

A partir de la fecha citada, Lencero aparece en Gévora como realizador y más tarde también como director, porque Monterrey se encontraba enfermo y el poeta social se tuvo que hacer cargo de la revista. Hasta entonces, es lógico que el viejo poeta llevara el peso de la publicación pues, por su condición de jubilado y por encontrarse solo después de la muerte de su esposa, podía dedicarse a ella totalmente y, además según sus propias declaraciones, le servía de distracción. Mientras que Lencero debía atender a su trabajo en el Instituto de Previsión y a sus múltiples ocupaciones artísticas.

Sin embargo, en mayor o menor medida, los dos poetas fueron los que se preocuparon y ocuparon directamente de la revista: Contactaban con los colaboradores, recibían los trabajos, mecanografiaban los originales[6], hacían las copias en la máquina multicopista de la Delegación de Obras Públicas[7], confeccionaban y distribuían los ejemplares. Era un duro trabajo que ambos compartían con gran entusiasmo. Así, mientras Lencero montaba la revista en el salón de su casa ayudado por su mujer, Monterrey se encargaba de enviar los ejemplares con la ayuda de su criada.

Después de Monterrey y Lencero, hubo otra persona fundamental para Gévora, Enrique Segura Otaño, que se contagió enseguida del entusiasmo de los impetuosos creadores, se hizo cargo del apartado crítico-bibliográfico y dio prestigio a la publicación con sus agudos comentarios.

Estas tres personas se vieron apoyadas moral y económicamente por el “grupo de Gévora”, que estaba formado por Juan Alcina, Francisco Arqueros, Isabel Benedicto, Juan Antonio Cansinos, Julio Cienfuegos, Asunción Delgado, Manuel Pacheco, Francisco Rodríguez Perera, Manuel Terrón y Carlos Villarreal. Estos jóvenes implicados directamente en la fundación de la revista pacense eran aquellos amantes de la Literatura que se reunían los domingos en torno a Monterrey, al que consideraban patriarca de las Letras extremeñas: «Su casa era un refugio diario. Allí leíamos nuestros poemas y escuchábamos atentos los suyos. Allí intercambiábamos revistas y libros»[8]. Como en esta reunión se gestó la creación de la revista, a sus componentes se les denomina “grupo fundacional de Gévora”. Este grupo daba ideas a Monterrey y Lencero, los ponían en contacto con colaboradores de dentro y fuera de España, les hacían comentarios sobre los números publicados proponiéndoles mejoras, los animaban e, incluso, los ayudaban a cubrir el déficit de la edición.

Este reducido grupo inicial enseguida aumentó a quince componentes debido al entusiasmo que suscitó el nacimiento de Gévora y el impacto positivo que produjo en su entorno inmediato: «Bueno, como tú me has dicho que quieres participar en los gastos de GÉVORA te mando el recibo del número extraordinario que como verás ha salido un poco más caro que los anteriores porque lleva 12 hojas. Ya los otros serán menos, pues la cantidad total se reparte entre quince que somos los que la fundamos»[9]. El grupo fundacional se amplió con José Canal, Juan Luis Cordero, Jesús Delgado Valhondo, Esperanza Segura y Luis González Willemenot, personas cercanas a Monterrey y Lencero que se identificaron con su proyecto editorial y se mostraron dispuestos a contribuir económicamente para que siguiera adelante.

Según declararon los responsables, la revista surgió por «un imperativo divulgador de la Poesía en nuestra región»[10] con el único deseo de «despertar curiosidad y entusiasmo, con un viva estentóreo a la Poesía»[11] tomando como únicas referencias las connotaciones históricas, religiosas y líricas, que les sugería el río inspirador. Por tanto, en el nacimiento de Gévora, no hubo pretensiones extraliterarias ni influencias de modas o escuelas, pues Monterrey era un hombre de edad situado en el Modernismo y Lencero un poeta con preocupaciones sociales.

La publicación, según palabras del impetuoso Lencero, nació para dar a los extremeños la oportunidad de ser conocidos por otros motivos que no fueran los de ser “belloteros”. Este deseo aparece reelaborado en el comentario que él mismo realizó en sus páginas cuando, años más tarde, se alegraba del descubrimiento del poeta Teófilo de Marcos Pérez: «Con él otra nueva estrella se enciende en esta Extremadura de hombres auténticos y poetas de vanguardia, pese a quien pese, y así como bailan en nuestras espaldas esos látigos de la indiferencia y el olvido, además de señalársenos reyes de las bellotas y los cerdos también somos poetas por la gracia de Dios o del diablo (palabras de Federico) y aún queda mucho por decir»[12].

Otro motivo fundamental, que impulsó decididamente el nacimiento de la revista pacense y consiguió su fulminante aceptación, fue el hecho de que venía a llenar un vacío editorial que impedía a numerosos escritores la edición de sus creaciones, pues los medios para editar eran escasos y altas las exigencias. Monterrey, consciente de esta penuria, respondió a sus deseos de publicar ofreciéndoles las páginas de la publicación sin excepción y sin condiciones: «Ahí tenéis los poetas extremeños un modesto palenque para las justas de la Poesía»[13].

Por tanto, la revista nació con unos objetivos literarios alejados de cualquier partidismo o planteamiento elitista («GÉVORA nació de un impulso noble, libre, desinteresado e independiente»[14]) y por la necesidad de transmitir, dentro y fuera de Extremadura, el sentir de los poetas de su entorno que, por aquel entonces, no tenían un medio de expresión abierto a todas las tendencias y calidades. Gévora infundió confianza a través de sus altruistas promotores, y los escritores cercanos a ella se volcaron literalmente enviando colaboraciones. Después, entre unos y otros difundieron ese entusiasmo a numerosas zonas literarias de dentro y fuera de Extremadura y de España.

Con esta amplitud de miras, Gévora realizó el arriesgado trabajo de una editora que publicó a todos y consiguió que la poesía de autores extremeños fuera conocida en amplias zonas de España, Portugal e Hispanoamérica a través de una presentación modesta que contenía un fondo trascendente: «No sé por qué recordamos ahora voces de aquel camarero del ‘Puesto de Paco el de la Once’. Cuando pedían vasos de agua los clientes en las noches de verano franciscano, repetía los gritos de: ‘Un carta Gévora’. Como si la parroquia solicitase vinos de marca. Así nuestras voces de estas modestísimas HOJAS DE POESÍA, como si fuesen las mejores del mundo: ‘¡Un carta Gévora! … Un vaso de agua cristalina de regalo»[15].

 

TÍTULO

El título de la revista pacense procede del nombre del río Gévora, afluente del Guadiana que desemboca cerca de Badajoz. Este río tuvo (y sigue teniendo) una significación espiritual por encontrarse en sus orillas la ermita de la Virgen de Bótoa que congrega todos los años, desde tiempos lejanos, a miles de romeros atraídos por una celebración festivo-religiosa: «GÉVORA. Es el nombre de nuestro río familiar, sometido, en cuyas aguas la Ciudad aplaca su sed de Vida. Gévora antesala de la Virgen de Bótoa y escenario de calderetas y trasegar de vino, con sus orillas de juncos y poleo, entre encinares, con murmullo de tórtolas amorosas en la siesta del fogoso verano»[16].

También, el río Gévora fue centro de inspiración literaria, porque la musa de los promotores de la revista pacense, Carolina Coronado, había compuesto muchos de sus poemas inspirada por el rumor de sus aguas y el aroma de las adelfas que jalonan sus riberas: «Río de cascajales, remansos y bisbiseos, entre flores de adelfas de la Coronado; plumerío encendido de Carolina, de libertad y de romanticismo»[17]. Y, además para los responsables de la publicación, este río poseía connotaciones míticas porque fue escenario de gestas heroicas: «Humilde río con historia de batallas, como la gran derrota de Mendizábal donde murió De Gabriel […]. Alturas de Santa Gracia, en su Fuerte de San Cristóbal; en él encerróse Filipón a llorar la pérdida de la plaza que ganó Wellington»[18]. Estos tres fundamentos, que Enrique Segura en nombre de la Redacción expone en la introducción del número 1, constituyen los motivos que llevaron a los creadores de Gévora a elegir este título, que contiene el sentido profundo de una de la publicaciones más singulares de la historia literaria de Extremadura.

Gévora es, por tanto, un título con un contenido trascendente para una revista poética que nació con humildad pero con pretensiones «de lanzar a todos los cuadrantes palabras de anunciación de estas HOJAS DE POESÍA»[19]. Además, Gévora como publicación reúne sin proponérselo los tres adjetivos con que se ha definido al río: «mítica», por su heroica resistencia al paso del tiempo durante casi una década; «mística», por su deseo idealista de alcanzar la belleza y «literaria», por ser una publicación de carácter exclusivamente poético.

Es decir, “Gévora” fue un título escogido porque contenía un triple sentido para sus responsables que, como a Carolina en su soneto («Una corona no; dadme una rama / de la adelfa del Gévora querido / y mi genio, si hay genio, habrá obtenido / un galardón más grande que la fama»), les traía a la mente dulces recuerdos y les aportaba una fuerza espiritual superior a cualquier reconocimiento institucionalizado. Si para los clásicos de la antigüedad el Olimpo o la Arcadia fueron lugares de inspiración y espiritualidad, para los creadores de Gévora el río del mismo nombre fue ese lugar idealizado que constituía el soporte necesario y real de planteamientos líricos, generalmente abstractos y etéreos: «GÉVORA nace como la adelfa florida, nutrida de la linfa clara y cristalina del río histórico y bello»[20].

De estas reflexiones se deduce que sus promotores escogieron este significativo título, porque la empresa que emprendían necesitaba ese poso espiritual sin el que cualquier proyecto altruista y romántico fracasa por falta de un ideal, que le sirva de guía y de norte:

 

Tu nombre es como un pájaro,

como el latido azul de un pájaro en la tarde

cuando el cielo extremeño se inunda de jardines

y la flor del Guadiana se deshoja.

Tu nombre tiene adelfas encendidas

y te nombra la voz de Carolina

poniendo en tus orillas sus pétalos de Amor.[21]

Seguramente en más de una ocasión la contemplación o el pensamiento en el río Gévora alentó a los responsables de la publicación en momentos de desánimo y les sirvió de referencia humilde en el triunfo cuando la modestia tiende a convertirse, por obra y gracia de la adulación y los parabienes, en vanidad: «Sus ramas brillantes de color, pero sin perfume propio, se tienden hasta el beso de las aguas, envueltos en el aroma de poleos y mestrantos; de madreselvas y zarzamoras … y en el ensueño de los tenues tamarindos, escuchando el murmullo que en los rizos de cristal escribió el Tiempo, en historia brava y poesía dulce»[22].

También muchos colaboradores se sintieron atraídos por el sonoro nombre de la revista, cuyos ecos llegaron con nitidez a tierras lejanas donde los recibieron con fraternal emoción reafirmando, de esta manera, el sentido trascendente que su título suscitaba y la pasión de sus responsables que consiguieron, con su constancia y su humildad, que la modesta publicación fuera apreciada no sólo por los colaboradores cercanos sino también por los que se hallaban más apartados. Así se puede comprobar en el poema titulado «Gévora» del argentino Carlos Alberto Larumbe, que termina con estos versos emocionados:

Gévora del agua joven

revista de sol y luna

Hojas de inquietudes líricas

campanas de Extremadura

todos los ecos repiten

canto, poesía, música.

Gévora de la revista

tamaña locura empujas

Gévora, Gévora, Gévora

Gévora de sol y luna.[23]

 

DIRECTORES

La relación, que Monterrey y Lencero mantuvieron, fue muy estrecha a pesar de la diferencia de edad. Cuando comenzaron a editar Gévora en 1952, el poeta modernista tenía 65 años y el poeta social contaba con 29.

La entrañable amistad que se estableció entre ambos procedía de la comprensión y el interés que el anciano poeta mostró desde el principio por el joven y ardiente artista: «El viejo poeta agradecía el aire nuevo y cálido que Luis derrochaba con […] su parla inflamada de amor por el hombre y la hormiga, por el río y la alondra, por la dalia y el molino, […] por el pan de los pobres y las lágrimas con piel de mujer. Luis iba de un lado para el otro […] mostrando sus últimos versos […]. Y había quien no le hacía caso. Pero un buen hombre, un viejo poeta de gorrilla bilbaína y gruesas gafas, se emocionaba con ellos y le abrazaba como a un hijo dilecto»[24]. Y Lencero se sintió atrapado por la calidez humana y la dulzura lírica del viejo poeta: «Yo tuve la suerte de vivir cerca de su bondad durante varios años y su lección de hombre bueno y de poeta de corazón grande, exquisito y delicado, con un alma que resplandecía en todas sus acciones cotidianas, perdurará toda mi vida en mi recuerdo»[25].

Este doble interés se convirtió en mutua atracción y de esta manera llegaron a congeniar profundamente a través de su amor común por la Poesía, con el que crearon y mantuvieron viva a Gévora durante una década, y de su carácter generoso que, incluso, sirvió de refugio a muchos poetas (algunos de dudosa calidad). Muestra de este sensible carácter es la petición de auxilio que lanzaron a sus seguidores, para que ayudaran urgentemente a Manuel Ostos Gabella, poeta e infatigable editor de la revista valenciana Malvarrosa, que se encontraba entre los damnificados de unas inundaciones: «[…] en brevísimo plazo, realizaremos nuestra ayuda desde una mano sin que se entere la otra. Estamos seguros -que por algo sois POETAS- también iréis vosotros ocultos por los pétalos de la rosa de los vientos a derramar estrellas sobre sus heridas de cuerpo y alma ¡Que la POESÍA os lo pague!»[26].

No obstante, a pesar de coincidir en ciertos rasgos personales, tenían temperamentos distintos. Monterrey gozaba de una serena madurez y Lencero poseía una impetuosa espontaneidad. Pero estas diferencias, lejos de ser un obstáculo, fueron complementarias y los unieron fuertemente: «Monterrey era tímido y Luis apasionado, volcánico, orgulloso, cordial y muy generoso. Monterrey envolvía su vergüenza en la parda capa de paño y Luis derramaba su corazón, por doquier, a manos llenas»[27].

Monterrey era un anciano venerable, que portaba una figura singular por llevar en invierno capa, boina vasca, bastón y zapatillas de paño. Lencero lo consideraba su padre y, cuando Monterrey enfermó, incluso le ponía las inyecciones: «Yo no sé ni cómo ni cuando se conocieron el viejo poeta de los ‘Medallones Extremeños’ y el joven arrollador que era Lencero. Debió presentarles la diosa generosidad. Monterrey era un hombre que elogiaba a todas las personas. No hablaba mal de nadie. […] Para Monterrey todo el mundo era bueno. Debieron simpatizar muy pronto el viejo y el nuevo poeta. Luis era muy sensible al halago y también a la frase mordaz. Y todas las palabras de Monterrey eran pura miel»[28].

La sincera relación de amistad, que se estableció entre ellos, queda reflejada en estas letras que Lencero escribió a su amigo el poeta navarro Alberto Barosain, hablándole de Monterrey: «Aquí tenemos al decano de los poetas extremeños, el buen D. Manuel Monterrey, viejo violín con las cuerdas intactas. Es el anciano más niño que conocí. Algunas veces voy a su casa para hacerle compañía. Está siempre solo. Se le fue para siempre su paloma. No tiene hijos. Sus amigos son los libros, los poetas y los canarios que cuida con el mayor esmero. Ahora estuvo enfermo. Manda algún poema bueno para su GÉVORA querido. Su corazón brilla como un ánfora de abrazos. Es el hombre más bueno que conozco».

El anciano poeta, al morir, dejó a Lencero la capa y otras prendas personales, y éste le dedicó su libro de poemas Tierra dormida que, escrito en un tono elegíaco, rebosa de dolor sincero por la pérdida irreparable de quien quería como a un padre: «[…] y desde mis raíces humanas, lleno de dolor y angustia, pero con la esperanza de encontrarnos un día a la orilla de la luz, le escribí un libro que titulo ‘Tierra dormida’ […] y con mis ojos llenos de lágrimas le esculpí desgarrado esta lápida:

 Aquí duerme un corazón

 en la paz de este agujero,

 que quiso ser jilguero

 cuando era ruiseñor.

 Jilgueramente voló

 cantando toda su vida,

 y ya sólo es una herida

 espantosa y empolvada

 en esta tumba callada

 como una rosa dormida”[29].

Manuel Monterrey Calvo nació en Badajoz en el año 1887. Fue relojero y viajante de la joyería Álvarez Buiza desde que se fundó este negocio en la capital pacense hasta su jubilación.

El joven Monterrey perteneció a un grupo de teatro aficionado, que estaba formado por otros jóvenes como Josefa y Magdalena Blanco, José Monterrey y Salustiano Sanabria. Ensayaba en la Sociedad Espronceda de la calle Madre de Dios y representaba obras neorrománticas como En el seno de la muerte de Echegaray. Su éxito más sonado fue la representación del drama Juan José de Dicenta, que estrenaron en el Teatro López de Ayala de Badajoz. Este grupo, incluso, llegó a representar zarzuelas como El gitanillo, que fue puesta en escena por el bajo Camilo Márquez, el tenor Benigno López y la tiple Mercedes Lluel.

 Además, asistía a una tertulia que se celebraba en el Café de la Estrella de la calle San Juan, en donde se reunía con otros jóvenes entre los que se encontraban incipientes artistas, escritores y poetas de la ciudad como Adelardo Covarsí, Fernando García Jimeno, Vicente Neria y Antonio Reyes Huertas. Monterrey llevó el Modernismo a Badajoz y entusiasmó a los jóvenes extremeños de principios de siglo descubriéndoles Azul de Rubén Darío. Luego, durante el otoño de 1904, Francisco Villaespesa residió una temporada en la capital pacense e intimó con Monterrey y sus jóvenes amigos que, atrapados en un principio por el Romanticismo, terminaron seducidos finalmente por el Modernismo.

Monterrey cuando dirigía Gévora, a pesar de su avanzada edad, era una persona entusiasta y, por ese motivo, fue muy querido por los poetas y escritores de Badajoz que, además, apreciaban su humildad: «A mí este galardón no me envanece. Sé lo que soy y lo que valgo. Siempre lo mismo desde joven que ahora ya viejo, he repetido siempre tanto en público como en privado que soy sólo un modesto poeta provinciano, y mi único mérito es el haber sido fiel a la Poesía. Ésta es la pura verdad. Mi verso en esta hora, ya huele a mohoso; además Dios no me dio pico de ruiseñor, como a vosotros los grandes poetas […] tú, Lencero y Pacheco. A mí, Dios, y loado sea, sólo me concedió un alma sensible para recibir la emoción que se necesita para expresarla como vosotros lo hacéis en vuestros magníficos poemas. Sé que mis cantos no han tenido la suficiente resonancia para traspasar los límites de la región; en mi fuero interno me siento avergonzado, porque no soy poeta de homenaje y, sobre todo, haberme concedido este honor en vida […].

El día de la fiesta de la poesía sólo hablaré unas palabras para expresar al Alcalde mi gratitud y después leeré el siguiente soneto que dedicaré al pueblo de Badajoz y en él, como verás, seré sincero y después, nadie me verá el polvo por la glorieta que llevará mi nombre, para que no diga la gente: ¡qué pedante, viene a lucirse!; mi retiro será, como siempre lo fue, el parque infantil donde sentado en un banco tomando el sol en invierno o la sombra en verano he escrito en su silencio y calma mis humildes poesías. El soneto dice así:

«Cómo fui poeta»

                    Al pueblo de Badajoz

En el bosque ideal de la Poesía

por la gracia de Dios nací jilguero.

Cuando quise volar, fui prisionero,

y encerrado pasó la vida mía.

Badajoz  fue mi jaula; su alegría

o nostalgia canté fiel y sincero.

Mi oficio oficial de relojero,

amasando mi pan de cada día.

El campo de San Juan lo tuve enfrente,

llegaba a mí el aroma de sus flores,

el misterioso canto de la fuente,

y ya al atardecer, amante, inquieta,

la serenata de los ruiseñores …

y, así, soñando … ¡amanecí poeta!».[30]

Por su adscripción al Modernismo, en Gévora colaboraron muchos poetas modernistas coetáneos invitados por él y otros poetas jóvenes que se sintieron atraídos por su apacible personalidad y su decidido apoyo, aunque se encontraran lejos de sus planteamientos líricos: «Monterrey fue un ejemplo, fue un padre, un conductor, un guía de nuestros primeros pasos poéticos, y por ello le debemos gratitud y reconocimiento sin límite»[31].

Además, por su comportamiento intachable y su sincero afecto por la Poesía, Monterrey fue el punto de referencia moral de muchos poetas que empezaban: «Su franciscano proceder y su presencia en este mundo nos enseñó que la hermana hormiga, o el aletazo poderoso del águila, o el arrullo de la paloma enamorada, o la luz cuando se arrodilla y besa el suelo, o el corazón cuando se empuña humanamente, son páginas del libro inmenso de Dios en donde debiéramos beber hasta saciar el alma para ser mejores, para enfrentarnos a la lucha diaria humana matando a la guerra por el amor viril de nuestros tuétanos»[32]. Y no sólo alentó a los jóvenes personalmente y a través de Gévora sino también fue el que les abrió el camino para trascender las reducidas fronteras en las que vivían, poniendo en contacto a Extremadura con el resto de España e Hispanoamérica.

Su obra lírica está compuesta por trece poemarios y un gran número de composiciones, que aparecieron en la prensa regional (Correo de la mañana, Correo extremeño, Diario de Cáceres, El norte de Extremadura, El defensor del Pueblo, La coalición, La libertad, La voz de Extremadura, Noticiero extremeño y Nuevo diario) y en revistas (Alcántara, Alma emérita, Alor, Ángelus, Archivo extremeño, Brisas nuevas, El monasterio de Guadalupe, Feria de las Mercedes, Norma y Revista de estudios extremeños).

Según Manuel Simón Viola Morato, la obra poética de Monterrey se divide en dos partes[33]. La primera comienza con su primer libro de poemas editado, que se titula Mi primer ensayo[34] y tiene características propias de su primera adscripción al Romanticismo.

A este libro le siguieron Mariposas azules[35], prologado por José López Prudencio que define la poesía de Monterrey como «melancólica, pero dulce y deliciosamente melancólica»: «¡La tristeza otoñal! … Melancolía / reflejada en el alma de las cosas …/ Desmayos de la alegre luz del día … / Deshojamientos de marchitas hojas … / […] / ¡La tristeza otoñal! … Melancolía / reflejada en el alma de las cosas!…»[36]. El libro se compone de poemas juveniles de tema amoroso con características modernistas del primer Juan Ramón (dolor, melancolía, nostalgia y ensoñación) y otras propias del Modernismo más acentuado (referencias clásicas y experimentos métricos con alejandrinos, serventesios y pies métricos latinos), que despertaron profunda admiración «entre una minoría de jóvenes pacenses, confirmándolo, como la aparición de una nueva estrella en el cielo romántico de la ciudad»[37].

Madrigales floridos. Salmos[38], cuyo prólogo fue realizado por el poeta modernista Francisco Villaespesa, se estructura en treinta y cinco madrigales y treinta y ocho salmos. Monterrey sigue al Rubén Darío de Prosas Profanas y realiza un acercamiento a la lírica amorosa del Renacimiento: «[…] Y para que vengarme no pudiera / de la crueldad con que me hirió Cupido, / hizo su maña artera, / que el dardo disparara / la dulce Filis de hermosura rara. / Así que de esta suerte / vengo a adorar a quien me da la muerte»[39]. En los madrigales, el poeta destaca la belleza femenina, el desdeño de una amante, el amor gozoso o la tristeza por la ausencia de la amada en un ambiente bucólico, cuyas protagonistas (Cloris, Filis, …) son idealizadas con metáforas parecidas a las empleadas por Garcilaso. Los Salmos, que son profanos, relatan episodios soñados por el poeta en contraposición a la vida prosaica y anodina que lleva: «[…] / Quiéreme, que yo te ofrezco / mis ardientes arrebatos, / y mirarás en mis ojos / la gloria del sol de mayo. / Yo no le temo, mi vida, / yo no le temo al tirano. / Para mí hay sol ¡Tus pupilas! / Y rosas ¡Tus frescos labios!»[40].

Nostalgias[41] es un libro compartido con Antonio Reyes Huertas por haber ganado a dúo el primer premio del certamen poético convocado por la Congregación de Luises de Badajoz. Monterrey incluye nueve romances y dos sonetos, que siguen la pauta de sus libros anteriores con recuerdos infantiles y juveniles desamores, ambientados en atardeceres melancólicos: «Hoy torno a mi pueblecito. / Corro alegre a su ventana / entre blancos azahares / miro su carita pálida. / Tiene los ojos cerrados / y las manos enlazadas / y sus labios sonriendo / al misterio que no alcanza / a descifrar la razón / ni a sondear la mirada … / qué verdad dijo la niña: ¡Las ausencias cómo matan!»[42].

Lira provinciana[43], que fue prologado por Andrés González Blanco, muestra a un Monterrey que ya ha fijado su estilo poético personal pues, para Viola Morato, es «una obra que debe ser considerada, a la postre, como valiosa aportación al Modernismo español de su época: una visión neorromántica de la naturaleza y de su intimidad comunicada mediante procedimientos formales marcadamente modernos»[44]. En este libro, Monterrey mezcla sensaciones variadas, que imprimen al poemario una atractiva diversidad. Así junto a poemas de amores no correspondidos, cuyo origen es meramente literario, aparecen otros de amores esperanzados, que se basan en su propia experiencia amorosa. Sin embargo, los poemas más destacados se sitúan en tristes ambientes otoñales, propios del Modernismo más apesadumbrado: «Dios ha hecho esta hora de penumbra, / la mística penumbra del ocaso, / para que el alma del poeta brille / con la soberbia magnitud de un astro. / Y ha posado el silencio / en la tranquila soledad del campo, / para que vibren puros sus suspiros / y escuchen los espíritus su canto»[45].

Palabras líricas[46], cuyo prólogo fue realizado por Marcos Suárez Murillo, es un poemario donde Monterrey da muestras de haber agotado su línea poética, pues vuelve a reiterar temas y enfoques y, además, los expone desordenadamente con un estilo poco preciso: «¿Fuiste acaso, señora, la princesa de Imberal? / Me hizo soñar tal estirpe vuestro gusto soberano. / Quien así cuaja un jardín con pompa primaveral / debe tener el secreto de la belleza en su mano. / […]»[47].

Los quince abriles. Madrigales[48] está compuesto por tres poemas prologales, veintiún madrigales, el poema extenso «Mensaje»[49] y once sonetos. Su contenido es circunstancial, pues está dedicado a Mariquita Álvarez López, nieta del propietario del negocio donde Monterrey trabajaba, al cumplir 15 años: «Tu nombre es todo pureza, / y más que nombre oración / de una inefable belleza. / No se pronuncia ¡se reza / con cristiana devoción!»[50].

El viajante de vía estrecha[51], subtitulado «El viaje en broma y bromas del viaje», lleva un prólogo de Julio Acha y un epílogo de Manuel Alfaro. El poemario se estructura en dos partes: La primera es un conjunto de romances, cuyo contenido son las anécdotas que le sucedieron al poeta como representante de relojería por la región andaluza. Está formado, por tanto, con poemas de circunstancias, donde líricamente relata sus viajes por la sierra de Huelva, el encuentro con los amigos y el trato con los clientes. El estilo es cercano a la prosa rimada y el mismo Monterrey era consciente de su baja calidad. La segunda parte se titula “Galería lírica” y tiene el subtítulo de «Retratos femeninos», que es un conjunto de sonetos amorosos impregnados de un dulce erotismo: «A través de la blusa de tul fino / se clarea la carne sonrosada / de tu espalda, perfecta y modelada / en un hermoso escorzo femenino. / Sobre tus hombros pende el sedalino / tirante de la enagua perfumada / y la cinta de seda plateada / de tu ideal camisolín divino. / El níveo brazo ebúrneo y torneado / desnudo muestra toda su blancura / con su cutis de seda delicado. / La pulsera lo abraza con ternura, / y en su broche de oro cincelado / la llama viva de un rubí fulgura»[52].

Rosas de amor y pasión (Madrigales)[53] está compuesto con quince madrigales, once poemas amorosos y ocho estampas donde describe el sacrificio, la muerte y la resurrección de Jesucristo bajo el título de Rosa de Pasión[54]. Es, por tanto, un poemario de circunstancias: «Paso a paso camina el Nazareno / por la calle erial de la Amargura / llevando el peso de la Cruz, sereno / al soez insulto de la plebe oscura. / La turba en ver su angustia se distrae. / En sus hombros la Cruz tan grave pesa / que el Nazareno, ya sin fuerza, cae / y con su frente los peñascos besa. / Una tierna mujer, flor sensitiva, / se acerca ante Jesús y compasiva / le enjuga el rostro de sudor bañado. / Y queriendo Jesús pagar aquella / hermosa caridad de la doncella / deja el semblante en su cendal copiado»[55].

La segunda parte de su poesía se abre con Medallones extremeños, que es un conjunto de retratos poéticos publicados en distintos medios, donde Monterrey destaca las cualidades humanas y líricas de artistas, escritores y personajes de la región[56]. El Medallón dedicado a Fernando García Jimeno, que es un soneto en alejandrinos, puede servir de muestra: «Sus cejas arqueadas dan impresión de asombro; / sus ojos, escrutando, mas sin saber a quién; / barba frailuna; espesa; algo cargado el hombro; / su espíritu tranquilo, el de un hombre de bien. / La doctrina y los libros que le dio el Seminario / basaron su cultura sobre recia moral; / allí el arrobo místico le volvió visionario, / dejándole un anhelo de belleza inmortal. / Con su prosa de un limpio y terso castellano / ilustró las columnas de un diario provinciano. / Fue poeta de honda y dulce idealidad / trazó recias y vivas estampas humanistas. / Una de las más bellas fueron LOS EGOÍSTAS / donde se hicieron arte la vida y la verdad»[57].

Y cierra su producción lírica Pétalos de sombra[58], cuyo prólogo fue compuesto por Enrique Segura Otaño. El poeta lo estructuró en cuatro partes tituladas «Corazón», «Jardines», «Nostalgias» y «Ofrendas», que recogen una muestra antológica de sus libros anteriores y una serie de poemas marcados por la tristeza vivida por el poeta en su ocaso: «[…] / ahora, sobre mi lecho, recostado, / los días paso en solitaria vela, / escuchando el monótono tic-tac / del reloj […]»[59].

El estilo de Monterrey presenta las características propias del movimiento modernista con raíces románticas: Intimismo, misterio, fantasía, ensueño, gusto por la naturaleza, subjetivismo, riqueza métrica, buen manejo del soneto, lenguaje elegante, léxico cuidado, melancolía y delicadeza: «Su estilo es dulce y suave, amoroso y tierno. Manuel Monterrey es, sin duda, el último poeta modernista […]. Sigue anclada su nave lírica en el mismo puerto donde iniciara su viaje poético, en busca del vellocino de oro»[60].

Por sus poemas publicados en Gévora, se deduce que sus últimos años fueron tristes y nostálgicos, pues se quedó solo al enviudar pronto y no tener descendencia ni apenas familia. El consuelo de su etapa crepuscular lo encontró en su fe religiosa, los libros, los animales y sus amigos poetas que lo atendieron cuando se encontraba enfermo. En Gévora aparecen varios poemas suyos, en los que muestra su soledad y una honda nostalgia por la desaparición de su mujer:

   Aquí donde tú misma te sentabas

al lado del balcón, en la camilla,

estoy yo ahora y en la misma silla

en que a veces, tranquila reposabas.

   La calle, enfrente la recorre el vuelo

en un juego fugaz y enardecido

de las aves del parque, que a su nido

han de volver muy pronto con anhelo.

   Es la hora del Ángelus; la sombra

poco a poco tejiendo va su alfombra

que extiende desde el llano a las colinas.

   Mientras tú en vergeles sin confines

verás volar los blancos serafines

como yo veo volar las golondrinas.[61]

Para no sentirse tan solo, pidió a su recién casada sirvienta que se fuera a vivir a su casa y, como el espacio disponible para él quedó muy reducido, muchos de sus escritos fueron quemados en la azotea de la casa por la criada. De esta manera se han perdido documentos imprescindibles para conocer con más detalle no sólo su actividad lírica, sino también el ambiente cultural de Badajoz y de Extremadura a final del siglo XIX y la primera mitad del XX.

Monterrey recibió numerosas muestras de aprecio en Gévora como este soneto, donde Hugo Emilio Pedemonte lo recuerda con gratitud y nostalgia desde la distancia:

Ya, don Manuel, de la amistad me viste

no el pie dudoso por tu firme vía

gozarme de tu senda compañía

pisando alegre donde vivo triste.

Hoy tu recuerdo a mi memoria asiste

y estamos juntos ambos todavía

una tarde de octubre que tenía

la ventana a la luz que tú le abriste.

Badajoz era el cielo, era la aguda

silueta de una sola golondrina

sobre el agua del Gévora azogada.

Tu corazón una campana muda

que asomaba en silencio repentina

un ángelus de amor en tu mirada.[62]

Además, José Díaz-Ambrona[63], Antonio Juez[64], Manuel Pacheco[65], Luis Álvarez Lencero[66] y otros allegados le dedican en la revista sendos poemas, donde destacan sus cualidades humanas y líricas. También en el entorno de Gévora, al final de su vida, se le reconoce su entrega a la Poesía. Badajoz le rinde un homenaje poniéndole su nombre a una glorieta del parque más atractivo de su ciudad y le publica su último libro: «El poeta es tímido como un mendigo de amor y generoso como un príncipe valiente, blando por fuera, de algodón de la moderna Extremadura, fuerte por dentro, cual un viejo medallón extremeño. […] El poeta tiene un hijo, entrañable como todo hijo, sencillo, modesto, como lo es él mismo, humano, muy humano, que se llama GÉVORA, linfa clara de su vida ejemplar, de sus poéticas inquietudes […]»[67].

El viejo poeta murió en Badajoz el 15 diciembre de 1963, cuando contaba 76 años de edad. Lencero diecisiete años después de la muerte de Monterrey lo recordaba con estas sentidas palabras, que ayudan a conocer más profundamente a esta entrañable persona: «Fue un hombre bueno. Y fue un poeta dulce, lírico, lleno de ternura y de paz interior, de amor a los seres y a las cosas; irradiaba comprensión y humildad hacia los demás, y en todo momento tenía la palabra mejor, a punto, para arropar cualquier herida del alma o el desconsuelo de alguien, para dejar una estrella de alegría en la mano de todos, o la esperanza abierta como dos alas sobre el corazón angustiado de muchos de los que lo visitábamos»[68].

Luis Álvarez Lencero nació en Badajoz en 1923. Su padre era agricultor y Luis creció entre la gente sencilla del campo, la naturaleza y los animales. Realizó la carrera de ingeniero técnico industrial y trabajó en diversos oficios. Desde 1952 a 1961 dirigió Gévora con Monterrey: «Te uniste, por vida y muerte, con el viejo relojero de Buiza, Manuel de Monterrey, tan padre, tan hijo, tan abuelo tuyo y os inventasteis allá por el año 1952 aquellas humildes hojas de poesía que se llamaron ‘Gévora’, porque erais unos románticos. Y allí admitisteis a todo lo bueno y no tan bueno que había en el extremeño panorama poético. Porque eras generoso y alentador como nadie. No cobrabais ni una peseta por vuestra revista, la escribías a máquina toda ella y luego te la pasabas a multicopista y hasta hacías un dibujo de portada original y variada para cada número»[69].

En 1965 se encontraba en Alemania, adonde había emigrado buscando nuevos horizontes, pero siente una fuerte y dolorosa nostalgia por Extremadura. A su vuelta ingresa en el Instituto Nacional de Previsión y se dedica de lleno a la Poesía. Escribe El surco de la sangre, Hombre y Juan Pueblo, después de realizar frecuentes visitas a La Talanquera, finca de su amigo y mecenas José Díaz-Ambrona, donde escribía sin descanso a la vez que se dedicaba a la escultura.

En enero de 1972 expone en Madrid sus esculturas de hierro con gran éxito y la embajada de Estados Unidos le ofrece un millón de pesetas por su obra «Vietnam»[70], pero el trato no se llegó a cerrar y Lencero sufrió una gran decepción. Por estas fechas el periodista Emilio Romero se sintió atraído por su obra y lo llevó al Círculo Literario del periódico Pueblo, donde obtuvo un éxito clamoroso.

En noviembre de 1972 se marcha a Colmenar (Madrid), agobiado por un proceso de nulidad matrimonial contra Carmen, su mujer. En este nuevo exilio, se encuentra en unas lamentables circunstancias lleno de tristeza, porque se agrava su penuria económica y la enfermedad de su madre, que muere poco después. Regresa a Extremadura ya enfermo y, en Mérida, el Ayuntamiento le cede un taller, donde trabaja sus esculturas.

En la última etapa de su vida fue consolado por las atenciones de Marifé Baigorri, una mujer que lo supo comprender, apreció su persona y su obra sobremanera y, hoy día, continúa atenta a que su memoria no caiga en el olvido ayudada por personas que lo apreciaron por su carácter encendido y su pasión por la Poesía y el Arte. Luis Álvarez Lencero murió en Mérida el 10 de junio de 1983. Sus restos reposan en el cementerio de Badajoz.

Luis tenía una personalidad apasionada y noble, que le hizo entregarse en cuerpo y alma a todos los proyectos que comenzaba con un compromiso y un ímpetu especial. Este carácter fue el que lo llevó a culminar empresas de la magnitud de Gévora. De acuerdo con esta forma de ser tan singular, su estilo lírico es vehemente, estremecedor y sincero: «Te enseñaba una hendidura mía dolorida y chorreabas sangre por todos los costados de tu cuerpo. Porque Luis nació para sufrir y así llenar la vida de los demás. Buscaba, agigantaba sus sufrimientos, porque Dios quería que hiciese inefables versos […]. Te pasaste la vida muriendo. Muriendo la vida de tus padres, de tus suegros, de Monterrey, de todos. Sufriendo para chorrear sangre de versos»[71].

Su lengua se caracteriza por el uso de magníficas y originales imágenes literarias, los términos contundentes y el simbolismo animal. Sus temas giran en torno a la atracción sentida por Extremadura y su gente, que se mezcla con una fuerte preocupación por su presente y su futuro. En sus últimos libros, aparece insistentemente el tema de Dios con el que establece una estrecha y directa relación. Completan las características de su estilo lírico un buen manejo del idioma y una poderosa capacidad creativa.

La obra de Lencero, que no es extensa pero sí honda, evoluciona desde una poesía existencial con fuertes sentimientos religiosos hasta una poesía social y popular. Su primer libro fue El surco de la sangre[72] que se abre con un poema a Antonio Machado y otro a Miguel Hernández. Es un poemario intimista, lleno de imágenes típicamente surreales como «príncipe de los trigos y de las tórtolas», «domador de la víbora y la yerba» o «sacerdote del surco y la semilla».

Los metros empleados pertenecen tanto a la tradición (romances, quintetos, décimas, …) como a la métrica libre: «Escupimos los tibios zumideros, delgado el vuelo con las alas tensas. / Trémulas y engolfadas en la luz se duermen las avispas de los ojos / y los verdes cadáveres de las adelfas húmedas sorprenden»[73]. Sus imágenes proceden de una mezcla donde confluyen deseos insatisfechos, injusticias, proyectos y sueños, muchas veces enlazados por medio de asociaciones metafóricas ilógicas y alucinantes. En este libro se hace patente la atracción que sintió por Extremadura y su concepción religiosa, cuya base fue una relación muy fluida con un Dios cercano: «Señor que con tu látigo / bendices a la oveja. / Que por tu mano limpia / come paja el toro. / Que mulles los tejados / para acostar la luna / y sueñas en la espiga / violines de tu cuerpo. / […]»[74].

En Sobre la piel de una lágrima[75], que está adornado con dibujos de Julio Cienfuegos, Lencero utiliza con la misma soltura metros tradicionales que alejandrinos. Hay en este libro influencias de Alberti, Miguel Hernández, Blas de Otero y Lorca: «Los gallos de las estrellas / despertaron a mi carro. / Todavía un aire negro / ladraba por los tejados»[76]. Los temas, que se caracterizan por la trascendencia, tratan sobre el Hombre, la tierra y el hambre: «[…] / Tan pronto que dejamos su vientre dolorido / una espada de leche se nos hunde en la boca, / para matar el hambre sobre el rincón perdido / de nuestra propia sangre que nos devora loca. / […]»[77].

Hombre[78], dedicado a Ricardo Carapeto, está formado con poemas escritos en Badajoz desde el otoño de 1957 a la primavera de 1958. Es un libro de poemas existenciales, que giran en torno a la preocupación por el ser humano. De ahí que el libro se abra con esta significativa frase: «Oigo gemir y palpitar los mundos en una terrible y desgraciada ola de sangre». Los títulos de muchos poemas indican la denuncia realizada por el poeta de los males que sufre la gente común: «Hombre acorralado», «Grito», «El hambre», «Con el alma en los dientes», …: «[…] / Hay uñas que se clavan en los ojos / y se beben al Hombre a picotazos. / Chupan como sedientas sanguijuelas / la raíz más profunda de su llanto. […]»[79]. El estilo se caracteriza por la dolorosa indignación que le produce la injusticia, aunque Lencero no deja en ningún momento de ser lírico. Todos los poemas de Hombre llevan dedicatorias a escritores nacionales o de la tierra como Martín Sarmiento, Rodríguez Perera, Francisco Pedraja, Francisco Vaca, Antonio Soriano, Hugo Emilio Pedemonte y Eladia Morillo-Velarde.

Tierra dormida[80] está dedicado a su gran amigo Manuel Monterrey, ya difunto. Este libro, que tardó seis años en ser publicado, contiene sonetos de carácter elegíaco y algunas composiciones en arte menor: «Monje del camposanto, / de rodillas y quieto, / en oración de pájaros / delante de los muertos. / […] / Monje siempre rezando. / Árbol callado y bueno, / que te pasas la vida / pastoreando muertos»[81].

Juan Pueblo[82] es la obra que dio popularidad a Lencero. Circulaba manuscrita entre estudiantes y obreros, antes de que su autor se decidiera a autopublicarla, pues había tenido problemas con la censura. En este poemario, el autor quiso reivindicar a los seres intrahistóricos de su tierra, víctimas de la injusticia y el atraso, que denominó metafóricamente “Juan Nadie”, “Juan Tonto”, “Juan Llanto”, “Juana Negra”, “Juana Libertad”, … Juan Pueblo, su libro clave, confirmó su compromiso como poeta social que, no obstante, supo compensar con la calidad estética: «Te amo y te familio, hierro mío, / porque duro es tu pecho, como de hombre. / Te llaman hierro, pero no es tu nombre, / sino pueblo, mejor, pueblo con brío. / A golpes te retuerce el cortafrío, / te devora el martillo, y no es su nombre, / sino verdugo que devora a un hombre / que tiene el corazón dulce y bravío. / […]»[83].

Canciones en carne viva[84] se lo dedicó a Jesús Delgado Valhondo y a Joaquina, su mujer. Componen este libro poemillas de corte popular por la métrica y el ritmo empleado, aunque en un tono trascendental, vehemente y reflexivamente filosófico: «Con el fusil has matado / mi pájaro de alegría …, / pero en la jaula vacía / de mi pecho malherido, / aunque la muerte ha hecho nido, / ¡canta más la pena mía!»[85].

Poemas para hablar con Dios[86] lleva dibujos de su amigo el pintor Cañamero. En este libro Lencero, ya enfermo, siente renacer sus vivencias religiosas, profundas y sinceras. La mayor parte de los poemas son oraciones de un alma sensible, dolorida y desgarrada, que tratan el tema de la relación entre el dolor, el hombre y Dios: «Tengo en paz mi conciencia y mis asuntos, / y de luz y de esperanza me mantengo. / Me sobra corazón. Y de Dios vengo, / y con Él me acompaño. Los dos juntos / hablamos con la hormiga y con la estrella / sin palabras, tranquilo, paso a paso / […]»[87]. Se caracteriza este libro por los neologismos («padre-estiércol», «madremaría», «estrellamente», «lázara alegría»), las metáforas deslumbrantes («Me huele la carne a pena», «La golondrina parece un pañuelo negro», «El aire moreno de la encina») y la alegoría animal («y pájaro me siento», «y se convierta en un lobo»).

Humano[88] fue prologado por Tomás Martín Tamayo y dedicado a Marifé «luz y esperanza de mi destino». El libro se abre con el poema «Carta a Marifé» y se cierra con otro titulado «A Cañamero, extremeñamente pintor universal». En medio aparecen poemas que recuerdan su espíritu impetuoso («Toros bravos»), su preocupación social («Juan Campesino»), el amor por su tierra («Canto a Extremadura»), su denuncia de la falta de libertad («La cadena») y la preocupación por la muerte («El muerto»: «Un hombre que se ha muerto es menos que la nada, / es la sombra del viento que se arropa con barro, / es el dolor con sueño que se traga la tierra / para que nadie nunca ya pueda despertarlo»).

En 1980, había aparecido su Antología poética editada por Universitas Editorial con poemas de todos sus libros hasta Canciones en carne viva (incluido). Póstumamente, Ricardo Senabre preparó la edición de sus Obras Escogidas[89], que es una antología donde recopila una selección de sus mejores poemas e incluye, además, otros no recogidos en libros y varios textos en prosa[90]. En años sucesivos, trabajos de investigación[91], ediciones y homenajes, que han destacado periódicamente la personalidad humana, lírica y artística de Luis Álvarez Lencero, han contribuido decididamente a mantener viva su memoria[92].

NOTAS

[1] La preposición “de” entre el nombre y el apellido se la colocó Arturo Gazul por estas razones: «Este ‘de’ con que yo lo nombro no es signo de una nobleza heredada, con ser su apellido ilustre, sino signo de una nobleza de alma connatural en el hombre y el de la ejemplaridad de una vida, cuyo ocaso más bien parece una aurora de primavera, según la luz de la bondad y la perenne lozanía creadora que proyecta en cuanto lo rodea». En Arturo Gazul, «Gévora ha cumplido tres años de publicación», Hoy (Badajoz), 29-12-54, p.6.

[2] Arsenio Muñoz de la Peña, «La revista Gévora de Lencero y Monterrey», Revista de estudios extremeños (Badajoz), XL, III, 1984, pp. 485-492.

[3] Ibidem.

[4] Arturo Gazul, «Gévora ha cumplido tres años de publicación», Hoy (Badajoz), 29-12-54, p. 6.

[5] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 30-7-55, archivo particular de J. D. Valhondo.

[6] Salvo los de algún número como el 83 que fue mecanografiado por «G. Narváez».

[7] Que se les ofrecía desinteresadamente por mediación de Juan Antonio Cansinos, funcionario de este organismo.

[8] Luis Álvarez Lencero, «Palabras en torno al poeta Manuel Monterrey», Alminar (Badajoz), nº 19, 1980, p. 7.

[9] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-1-53, archivo particular de J. D. Valhondo.

[10] Gévora nº 4, p. 9.

[11] Gévora nº 1, p. 1.

[12] Gévora nº 61-62, p. 00.

[13] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 15-9-52, archivo particular de J. D. Valhondo.

[14] Gévora nº 9, p. 1.

[15] Gévora nº 1, p. 1.

[16] Ibidem.

[17] Ibidem.

[18] Ibidem.

[19] Ibidem.

[20] Ibidem.

[21] «A Gévora» de Manuel Pacheco, Gévora nº 5, p. 7. El número 22 comienza con un poema de Pacheco, «Carta a GEVORA», donde alaba a la revista pacense que ha cumplido tres años de existencia y concluye con este deseo: «Y naciste de pronto como un verso de pluma. / Poetas de ilusión escriben tus papeles / y pido que la miel que ha caído en tus páginas / se levante en tu boca con un ritmo caliente».

[22] Gévora nº 1, p. 1.

[23] Gévora n º 33-34, p. 9.

[24] Arsenio Muñoz de la Peña, «La revista Gévora de Lencero y Monterrey», Revista de estudios extremeños (Badajoz), XL, III, 1984, pp. 485-492.

[25] Luis Álvarez Lencero, «Palabras en torno al poeta Manuel Monterrey», Alminar (Badajoz), nº 19, 1980, p. 7.

[26] Gévora nº 22, p. 11.

[27] Arsenio Muñoz de la Peña, «La revista Gévora de Lencero y Monterrey», Revista de estudios extremeños (Badajoz), XL, III, 1984, pp. 485-492.

[28] Ibidem.

[29] Luis Álvarez Lencero, «Palabras en torno al poeta Manuel Monterrey»,  Alminar (Badajoz), nº 19, 1980, p. 7.

[30] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 18-2-59, archivo particular de J. D. Valhondo. Se refiere Monterrey al homenaje que le tributó el Ayuntamiento de Badajoz en este año.

[31] Luis Álvarez Lencero, «Palabras en torno al poeta Manuel Monterrey», Alminar (Badajoz), nº 19, 1980, p. 7.

[32] Ibidem.

[33] En 1997, Manuel Simón Viola Morato presentó en la Universidad de Extremadura su tesis doctoral titulada La obra poética de Manuel Monterrey, donde analiza detalladamente la poesía del poeta modernista, realiza la edición completa de su obra lírica y la estudia críticamente en un acertado y amplísimo trabajo que ocupa cuatro tomos.

[34] Se tiene constancia de su edición en 1906, pero no se encuentra el libro.

[35] Badajoz, Imprenta Arqueros, 1907.

[36] «Sensación de otoño».

[37] Enrique Segura Otaño, Prólogo de Pétalos de sombra, Badajoz, Arqueros, 1959, pp. 11-17.

[38] Badajoz, Imprenta Arqueros, 1908.

[39] Madrigal nº XX.

[40] Poema V.

[41] Badajoz, Imprenta Arqueros, 1910. La edición fue patrocinada por la Congregación que convocó el concurso lírico.

[42] Poema V.

[43] Badajoz, Imprenta Vicente Rodríguez, 1910.

[44] Manuel Simón Viola Morato, Medio siglo de Literatura en Extremadura, Badajoz, Diputación Provincial, 1994, p. 93.

[45] «La hora mística».

[46] Badajoz, Imprenta Vicente Rodríguez, 1916.

[47] «La exposición de muñecas».

[48] Valencia, 1925.

[49] Primer premio de los Juegos Florales de Lugo en 1912.

[50] «María».

[51] Badajoz, Artes Gráficas, 1929.

[52] Poema XII.

[53] Badajoz, Artes Gráficas, 1931.

[54] Esta parte de Rosas de amor y de pasión fue editada independientemente en una edición de lujo por la misma empresa editora y en el mismo año.

[55] «La Verónica».

[56] Dos libros de Medallones fueron editados en la Imprenta Arqueros de Badajoz en 1945 (1ª edición, que lleva una presentación de Enrique Segura y “cuadros” de Francisco Vaca) y 1949 (2ª edición, que es presentada por un prólogo de Francisco Vaca), otros se publicaron en revistas de la época como Alcántara, Alor y Gévora y algunos quedaron inéditos.

[57] Gévora nº 44-45, p. 7.

[58] Badajoz, Imprenta Arqueros, 1958.

[59] «Enfermo».

[60] Enrique Segura Otaño, Prólogo de Pétalos de sombra. Badajoz, Arqueros, 1959, pp. 11-17.

[61] “En tu sitio”, Gévora nº 58/60, p. 5. Otros poemas de Monterrey, que tienen el mismo tono emocional, se titulan “El solitario”, “Soledad del poeta” y “Soliloquio” y fueron editados en los números 46, 51 y 56/57, pp. 1, 9 y 14 respectivamente.

[62]  “Segundo soneto a don Manuel Monterrey”, Gévora nº 58/60, p. 8.

[63] “Semblanza de Manuel Monterrey”, Gévora nº 1, p. 7.

[64] “Dolor y gozo. A Manuel Monterrey, Poeta y Amigo –que es ser Poeta dos veces- como felicitación cariñosa por el día de su santo”, Gévora nº 4, pp. 1 y 2.

[65] “Carta blanca al poeta Manuel Monterrey (Amante fiel de la Poesía)”, Gévora nº 18, p. 5.

[66] “Oración por tus 80 años”, Gévora nº 56-57, p. 7.

[67] Arsenio Muñoz de la Peña, «El poeta», Hoy (Badajoz), 21-3-59, p. 5. Esta alabanza aparece en la página del periódico Hoy, que conmemora la Fiesta de la Poesía de 1959 y que, por coincidir con el homenaje, está dedicada a Monterrey.

[68] Luis Álvarez Lencero, «Palabras en torno al poeta Manuel Monterrey», Alminar (Badajoz), nº 19, 1980, p. 7.

[69] Arsenio Muñoz de la Peña, «Lágrimas por Luis Álvarez Lencero», Nuevo Alor (Badajoz), nº 3, 1983, pp. 1-8. Muñoz de la Peña se refiere a los números 63/67 y 68/82, cuyas portadas fueron pintadas a mano por Luis Álvarez Lencero Lencero y Julián Báez Sánchez.

[70] Actualmente esta escultura se encuentra en el almacén del Ayuntamiento de Mérida, sin que nadie se decida a exponerla en un lugar adecuado de la ciudad. La Asociación de Vecinos de la barriada que lleva su nombre ha pedido que sea trasladada al Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Badajoz.

[71] Arsenio Muñoz de la Peña, «Lágrimas por Luis Álvarez Lencero», Nuevo Alor (Badajoz), nº 3, 1983, pp. 1-8.

[72] Guadalajara, Colección Doña Endrina, 1953.

[73] “La estatua rebelde”.

[74] «Amigo Dios».

[75] Badajoz, Imprenta Arqueros, 1957. Este libro también fue publicado en la revista venezolana Lírica hispana el mismo año.

[76] «Amanecer».

[77] «Los campesinos».

[78] Madrid, Trilce, 1961.

[79] «Sepulcros blanqueados».

[80] Badajoz, Diputación Provincial, 1969.

[81] «Ciprés».

[82] Badajoz, Gráficas Doncel, 1971.

[83] «Juan Hierro».

[84] Madrid, ZYX, 1980.

[85] «Con el fusil has matado».

[86] Madrid, Gráficas Ibarra, 1982.

[87] «Humano».

[88] Badajoz, Grafisur, 1982. Una guía imprescindible para conocer sintetizada la trayectoria lírica de Lencero es Literatura en Extremadura de Manuel Pecellín, Tomo III, Badajoz, Universitas, 1983, pp. 99-106.

[89] Badajoz, Diputación Provincial, 1986.

[90] La obra fue presentada por el autor de la edición el 12 de enero de 1987 en el salón de actos de la Económica. A continuación Jaime Álvarez Buiza recitó dos poemas dedicados a su madre recientemente fallecida. Jesús Delgado Valhondo leyó su «Carta a un poeta en Alemania» (Hoy, 27-4-66, p. 14), que escribió a Lencero cuando éste se encontraba en aquel país extranjero, pidiéndole que volviera porque «en nuestra patria chica es más necesario un poeta que un pantano», y terminó recitando un poema emocionante escrito a Luis esa misma mañana. Y, por último, Manuel Pacheco leyó un texto en prosa titulado «Los espejos del recuerdo» y recitó «Poema para nombrar tu sueño», que dedicó a Lencero.

[91] El más importante es la tesis doctoral titulada La obra poética de Luis Álvarez Lencero (1995) de Francisco López-Arza y Moreno, en la que realiza un detenido y agudo análisis de su personalidad humana y de su trayectoria lírica.

[92] En la primavera de 1988 se le dedicó en la Taberna Bohemia de Mérida un emotivo homenaje, en el que participaron Jesús Delgado Valhondo, Manuel Pacheco, José Antonio Zambrano y otros poetas jóvenes. El acto llegó a su punto culminante cuando se pudo oír la voz grabada de Luis Álvarez Lencero que, con su palabra encendida, emocionó a los presentes. Después, se le dedicaron también en Mérida una barriada y un parque que llevan su nombre.

El 11 de junio de 1993 se le volvió a homenajear en un acto que, presentado por Abel Hernández, contó con las intervenciones de Francisco López-Arza, que realizó un repaso de su vida y de su lírica, y de Antonio Salguero Carvajal, que descubrió su faceta de editor de Gévora. Además, no se ha dejado de ahondar en su figura humana y literaria pues, aparte de los actos y trabajos citados, se le han dedicado estudios colectivos como el coordinado por Feliciano Correa, El yunque de un poeta. Visión espacial de Luis Álvarez Lencero (Badajoz, Tecnigraf, 1995), que incluye varios ensayos sobre su faceta de escultor y poeta. En 1999, el grupo “Ventana literaria” de Almendralejo y, en el año 2000, la Asociación Cultural “La Antigua” de Mérida le dedicaron sendos homenajes. Y, actualmente, recitadores como Antonio Lozano y Paco Galán llevan en sus repertorios poemas encendidos del inefable artista.

CAPÍTULO III

 

PERSONALIDAD

Toda publicación periódica generalmente dispone de un editorial donde sus responsables opinan sobre temas candentes del momento, exponiendo su visión personal de los hechos e, indirectamente, la línea ideológica que sigue la publicación. Pero no dispuso de un editorial. Sus responsables, sin embargo, suplieron la falta de esta atalaya ideológica con la inserción informal de breves notas, de donde se puede deducir la línea literaria que siguió la publicación y, por tanto, los rasgos definitorios de su personalidad. Estas notas, que en conjunto constituyen una declaración de principios, son editadas anónimamente por la Redacción de la revista en determinados números sin ocupar un lugar fijo y sólo cuando determinados hechos las hacen necesarias.

El rasgo de la personalidad de Gévora, que más destacaron sus responsables, fue su desvinculación de cualquier ideología extraliteraria, su apertura a todas las tendencias artísticas y su atracción especial por la Poesía que estuviera presidida por la Belleza y el Sentimiento, los dos pilares que sostuvieron su personalidad lírica: «Estas Hojas las lanzan al viento un grupo de buenos extremeños. La colaboración queda abierta a todas las direcciones del Arte, la Belleza, la Poesía y el Sentimiento»[1].

Otra peculiaridad del carácter personal de la publicación fue la libertad que se respiraba en su entorno y en sus páginas, donde no existían límites para la libre expresión: «GÉVORA no impone dirección a ningún viento. Los señala únicamente con la flecha de su espadaña»[2]. Con esta nota se ofrecía a todas las manifestaciones literarias e indicaba que ella se limitaba a ser su transmisora de acuerdo con los tres conceptos básicos de su personalidad: Poesía, Belleza y Sentimiento. Por tanto, Gévora se declaraba una publicación abierta donde nada estaba vedado dentro de esos amplios principios fundamentales. Esto explica el alto número de colaboradores que se sintieron animados a participar, pues no existía el freno impuesto por otras publicaciones de la época que sólo editaban a poetas de unas determinadas tendencias y de un cierto nivel lírico.

Una vez aclarado en qué puntos de apoyo se asentaba la personalidad de la revista, la Redacción insistió sobremanera en destacar su carácter eminentemente lírico y en defender un tipo de poesía caracterizada por la transparencia, la sinceridad, la sencillez y una motivación más humana que literaria. Con esta insistencia se situaba en el camino de una poesía desprovista de complicaciones conceptuales, adornos innecesarios y connotaciones extralíricas. Es decir, tomaba como norte la autenticidad y la trascendencia exclusivamente, aunque no despreciaba ningún tipo de poesía: «Siempre partimos con los demás nuestro pan y nuestra agua, reconociendo la aportación que han hecho y hacen a la poesía todas y cada una de las tendencias más dispares. Y ello sin menoscabo de haber seguido firmemente nuestra propia trayectoria»[3].

Ésta fue la declaración que más relevancia tuvo para Gévora pues, aparte de repetirla en otros números, defiende esta concepción de la Poesía en varias ocasiones. Cuando publica la «Carta a Ramón -Crítica a unas décimas-«[4] de Donoso Cortés, lo hace «por las eficaces definiciones y enseñanzas que de ellas se desprenden», es decir, la defensa a ultranza del sentimiento y de una poesía transparente y sin exceso de medios retóricos, que empañaran su nitidez significativa. La Redacción editó esta carta para defender ese tipo de poesía aparentemente sencilla, facilona y falta de calidad que publicaba en sus páginas como respuesta a sus detractores, pues la misiva aparece después de una nota donde contesta destempladamente a los que criticaban la baja calidad de algunas colaboraciones.

Poco después, Monterrey edita un sencillo poema donde expone el modelo de poesía que él defiende y, como consecuencia, el que es bien recibido en la publicación que dirige:

Poesía no es el arte

de medir las palabras

ni darle los acentos

cual notas de pentagrama

ni el lenguaje cribado

ni la bella metáfora;

eso sólo es el marco

para poner la estampa.

La estampa es el espejo

limpio y claro, que capta

y cautiva en su luna

de cristal azogada,

el fugaz centelleo

del diamante del alma.[5]

Varios números más tarde, Gévora publica un comentario de la revista Adelfos, que supone otra defensa de la poesía sencilla frente a la artificiosa: «en Poesía lo permanente está en lo claro, en lo sencillo y lo humano, frente a la fugacidad de lo inextricable, lo artificioso, lo rebuscado y lo cerebral»[6]. Y en otra nota donde se anuncia con tristeza la muerte del poeta cacereño Juan Luis Cordero, se vuelve a defender la poesía traslúcida, cálida, de golpes de corazón, frente a la rebuscada lírica de poetas intelectuales: «La poesía de Juan Luis Cordero, de su época, de nuestro tiempo, era entrañablemente popular. Muy alejada de los pulidos y extraños versos de la actualidad, su musa tenía el rotundo vigor del alma de la gleba extremeña, tan fuerte en la apariencia y tan suave y espiritual en su interior»[7].

En otras ocasiones, los responsables de la revista pacense no son tan directos en sus notas porque se expresan metafóricamente, aunque este modo de decir imprime a sus palabras un sentido más profundo del que se deduce en una primera lectura. La expresión velada es el medio de defensa que adoptaron ante propuestas líricas que no tenían como referencia la autenticidad, condición que debía poseer quien participara en su proyecto editor: «GÉVORA no es intransigente, pero se ha parado sobre el latido acompasado y sereno de lo auténtico. ¿Aires nuevos?… Vengan en buena hora aunque sean huracanes o ciclones… ¡pero de auténtico viento! Lo que GÉVORA no soporta son los soplidos de fuelle de cocina, con pretensiones de vendaval»[8]. Esta enigmática advertencia, por tanto, defiende la poesía regida por los sentimientos sinceros frente a otros enfoques líricos sin guía ni norte emocional.

Insistiendo en esta condición ineludible, Gévora en el mismo número edita varias reflexiones sobre la Poesía que, firmadas por Antonio Juez, constituyen una defensa de la lírica como medio transmisor de ideas de una forma límpida y genuina: «La Poesía es como el agua corriente del arroyo: Aparta de sí, cualquier impureza que pretenda enturbiarla»[9]. No querían, por tanto, los responsables de la publicación que sus páginas se convirtieran en un caótico campo de experimentación, sino en el soporte de cualquier manifestación lírica que llevara intrínseca el respeto a este principio que conformaba la base de su idiosincrasia.

Gévora también tuvo interés en declararse al margen de rivalidades literarias, pues no nació para enzarzarse en disputas sino que prefirió dejarlas a un lado y aprovechar las fuerzas, que hubiera tenido que dedicar a ellas, para buscar la belleza que en la naturaleza se encuentra. Es, por tanto, un afán idealista el que preside su personalidad, que se aparta así de objetivos alejados de la Literatura: «GÉVORA no es un dardo de guerra … Es mejor una flecha de amor disparada del arco del AMOR mismo … su punta no va empozoñada de odios ni rencores …; ni del feroz y terco encono de los ismos … saltó de su arco modestamente … graciosamente …; con la ingenua gracia de un niño recién nacido… y con la ilusión de ir a posarse en una estrella … En aquella que brilla tanto … Cruzó las nubes y el sol… y los álamos del río… y la cumbre nevada; y saltó mojándose de espumas, sobre las olas del mar… Ahora va a clavarse en el corazón mismo de la Rosa de los Vientos, donde, dicen, que ha nacido una Flor…»[10].

La personalidad de la revista pacense, por tanto, se caracterizó por la apertura a todas las manifestaciones artísticas y, en especial, a la Poesía, los deseos de no imponer vetos, el apoyo a la expresión lírica sencilla, honesta y trascendente, el rechazo de esnobismos sin objetivos definidos, la oposición a las guerras literarias y la pasión por la Belleza.

FINES

Mientras Alor declaró en su aparición que nacía «sin saber por qué» e, incluso, ignoraba «para qué», Gévora sin embargo se propuso desde el primer momento un fin estrictamente literario: Buscar la Belleza a través de la Poesía. Así nacía con un objetivo definido y concreto, que la desvinculaba de otros fines de tipo político y religioso. A largo de su existencia, Gévora siempre fue fiel a este objetivo prioritario.

Otros fines, según declararon sus responsables, se propuso su proyecto editorial: Divulgar la Poesía en la región, ayudar a los noveles, rescatar del olvido a poetas desconocidos y favorecer el desarrollo de la cultura extremeña: «Creemos seriamente que realizamos una obra de caridad espiritual: Dar de comer al hambriento. Extremadura, como otras muchas regiones, está necesitada de estas libertades literarias, liberalidades que favorecen el desarrollo cultural de las gentes. Y éste es nuestro afán»[11]. De ahí que Lencero, en carta a Francisco Gómez, poeta madrileño que deseaba editar en su publicación, la definiera como «una revista de vanguardia en la poesía actual española».

Los responsables de Gévora eran conscientes de la necesidad de crear un medio escrito que sirviera de cauce a la poesía de la región y, para llevar a cabo este deseo, debian editar una publicación abierta a todas las tendencias y a todos los poetas, en un momento que ninguna de las publicaciones literarias existentes divulgaba toda la poesía. También sabían de las dificultades sufridas por los noveles para darse a conocer igual que muchos poetas provincianos, que se encontraban aislados lejos de la capital. La conciencia de esta penuria los llevó a ofrecer incondicionalmente su revista a estos poetas olvidados por otras publicaciones más selectivas y con planteamientos más elitistas.

El fin más trascendente de todos los que se propuso Gévora fue una vieja preocupación de Lencero: Elevar el nivel cultural de Badajoz y Extremadura, favoreciendo su desarrollo por el camino de la Poesía. El apasionado poeta sentía con dolor cómo fuera se trataba por desconocimiento con desprecio a los extremeños y a su tierra, en buena medida porque su cultura se encontraba anclada en el pasado por falta de un sentimiento regional y de su proyección más allá de sus fronteras: «[…] Yo prometo firmemente que daré mi vida por ella [Gévora], y colocaré a nuestro rumoroso Badajoz anciano en el sitio que le corresponde en España, en el mundo, en el universo»[12].

Gévora quería conseguir este objetivo por el camino de la Literatura reivindicando a Extremadura a través de sus escritores que, en conjunto, recogían en sus obras las claves del ser extremeño y del entorno donde habitaban: «Unos de los fines para los cuales GÉVORA se fundó fue para sacar del injusto olvido en que yacen poetas que […] supieron contar con inspiración, ternura y sentimiento a su querida tierra extremeña»[13]. Así, para conseguir tan loable propósito, buscó a escritores-poetas que habían sabido captar el sentir extremeño de una forma trascendente como Carolina Coronado, Luis Chamizo, José María Gabriel y Galán, Antonio Reyes Huertas y otros menos conocidos, que se encontraban perdidos en la memoria de la historia literaria de Extremadura. Luego, consciente de que una vez atendido el pasado había que preocuparse por el presente y el futuro, atendió a los noveles tan comprometidamente que, incluso, aceptó el riesgo de defender a algunos que, al menos en aquel momento, no gozaban de la calidad necesaria para que su protección no se tramutara en autoperjuicio.

Por tanto, Gévora no fue concebida por sus creadores como una publicación exclusivamente literaria, sino más bien como un proyecto cultural cuyo objetivo era la transmisión de los valores extremeños: «[…] enviamos a nuestros colaboradores nuestro agradecimiento por su importante ayuda en nuestra empresa cultural»[14]. Éste es el motivo de que a Gévora nunca le importara en exceso la calidad de lo publicado, sino que se interesó más bien porque, a través de la criba de sus páginas y de poner en juego su prestigio, fueran surgiendo escritores que, animados con la perspectiva de la publicación, supieran captar el sentir extremeño, plasmarlo en sus escritos y proyectarlo hacia el exterior a través de sus páginas. Este proceso, por tanto, es parecido a la tarea de regeneración realizada por los escritores de la Generación de 98 con Castilla.

La mejor prueba del objetivo reivindicador, que Gévora se marcó respecto a Extremadura, fue la obsesión de Lencero por cambiar la mentalidad que se tenía de los extremeños fuera de su región: «¡Es hora ya de que a los extremeños nos dejen de llamar belloteros!», se le oía exclamar con pasión. «Belloteros» es sinónimo de incultos, atrasados, paletos. Este insulto, que surgía de personas que despreciaban a Extremadura y a los extremeños sin conocerlos, sólo se podría evitar consiguiendo que, fuera de los límites regionales, se escuchara la voz de Extremadura. Con el tiempo tal propuesta fue una realidad, pues la región fue mejor conocida en el resto de España, en países cercanos y en toda Hispanoamérica desde que comenzó a editar Gévora.

Y no sólo alcanzó a cumplir este fin sino también los demás que se marcó, pues divulgó durante una década la poesía de los poetas regionales y, además, la de un buen número de poetas nacionales, portugueses e hispanoamericanos; revalorizó a clásicos de la región; ayudó a los noveles, ofreciéndoles un medio de difusión; rescató del olvido a poetas que, de otra forma, no hubieran sido conocidos y favoreció el desarrollo cultural, porque el fomento de la Poesía, el intercambio de sentimientos y la interrelación de distintos modos de vida es Cultura.

 

IDEOLOGÍA

Manuel Monterrey y Luis Álvarez Lencero, como editores de Gévora, mantuvieron una posición ideológica neutral cumpliendo con su objetivo de dedicarse a la búsqueda de la Belleza exclusivamente por el camino de la Poesía y en ningún momento, como directores de la publicación, expusieron sus opiniones personales sobre la Religión o la Política.

Sin embargo, en alguna ocasión aparece el sentimiento religioso conservador a través de colaboradores, que relacionaban íntimamente la actividad literaria con el Creador. La primera vez que se localiza este hecho en la revista es en un tríptico de excelentes sonetos alejandrinos que, repletos de fervor religioso, conmemoraban la celebración en España del XXXV Congreso Eucarístico Internacional: «[…] / Señor, Señor Sublime, rosal siempre lunario, / mi oscura golondrina ya sin nido precario, / dormir quiere en tus llagas, cinco rojos joyeles»[15].

Posteriormente, otro colaborador ofrece una visión partidista de España, que imaginaba protegida por Dios, con un estilo ardoroso parecido al empleado por la propaganda del régimen: «Y en el medio siglo que nos pauta nuestro imaginado reloj, España mira hacia atrás … Pero entonces, era triste el paisaje porque luchaban hermanos contra hermanos. Mas aquel error habría de esclarecerse por el esfuerzo de las gloriosas figuras -heroicidades de una idea cristiana- señaladas por Dios; renaciendo la paz equívocamente perdida. De nuevo Dios puso sus manos en los privilegiados hijos de España, no olvidó que era la elegida para su Reino y ella extendió su mirada de amor»[16].

En el homenaje a Donoso Cortés se destacan las cualidades cristianas del político extremeño, llamando la atención sobre determinados valores de la ideología de la época: «[…] entre sus ropas se encontraron dos cilicios con indudables señas de uso personal […] bajo la bordada casaca de su uniforme de embajador, la carne era de barro mortal, sensible al dolor, y sirvieron también de freno a toda posible vanidad y orgullo»[17].

En otras ocasiones se pueden localizar enfoques religiosos extremos, cuyos autores son personas muy religiosas, que escriben poemas o ensayos fervorosos acordes con la ideología cristiana más acérrima. Así, por ejemplo, en una ocasión se presenta al mundo unificado en torno a la omnipresencia de Dios: «Bajo la curva, sideral grandeza / del azul infinito y estrellado, / la tierra es templo; en él, todo el sagrado / silencio de la noche, sueña y reza»[18]. En un ensayo sobre la virtud en las mujeres cristianas se concibe el matrimonio exclusivamente para procrear y el amor dentro de los cánones religiosos más tradicionales: «[…] Sabemos que la mujer no fue creada para servir de pasatiempo al hombre. Ellas, entre otras, tiene la nobilísima tarea de formar una familia. […]. Un amor santificado es el precursor de la verdadera vida. […]»[19]. Y en otro momento se admite que la virtud de la mujer se encuentra en el trabajo del hogar:

Sois ángeles buenos en vuestros hogares,

mueven vuestros dedos ruedas y telares,

cubrís de bordados

gasas vaporosas y regios brocados,

sois vida y acción;

y es en vuestra carne morena y fecunda

del santo trabajo la huella profunda

glorioso blasón.[20]

Aparte de estos casos aislados, el ardor religioso aparece en Gévora sobre todo en los números que conmemoran la Navidad y la Semana Santa, aunque generalmente se trata de manifestaciones religiosas circunstanciales, que tienen una motivación más literaria que ferviente, pues vienen provocadas por estas celebraciones típicas. No obstante, este tipo de colaboraciones y las anteriormente comentadas debieron ser las que indujeron a la revista madrileña Índice a elogiar a la revista de Badajoz definiéndola como un «valioso movimiento espiritual de la provincia»[21].

Tampoco los responsables de Gévora tuvieron interés por hacer o porque se hicieran comentarios políticos. La Política en sus páginas aparece en raras ocasiones y siempre de una forma indirecta y fugaz. Así, por ejemplo, en un artículo se destaca el hecho de que España se mantuviera en paz mientras que el mundo se batía en dolorosos conflictos, con un lenguaje inflamado de ardores patrióticos y fervores religiosos: “España mira al espejo del mundo y ve a los soldados de Corea, que no tienen ¡tampoco este año! Navidad. Ve a Europa herida en sus hogares aún de llameantes escombros. Y fragua en el frío de diciembre, un mensaje de paz”[22].

Este mismo colaborador, en el número siguiente, recuerda la desaparición de los Carnavales en aras de un mundo conservador que ha desterrado toda celebración pagana: «[…] Ella tal vez, en sus vacíos ojos mantenga aún la visión de un lejano domingo de Carnaval cuando al romper la piñata, explotaba un torrente de risas y música y las serpentinas se entrelazaban en la orgía de color, al compás de una lluvia de brillante de coloridos ‘conffetis’. […] No pido la reivindicación de la máscara al teatro de nuestra existencia, el mundo no lo permitiría, sólo el recuerdo de ella, que perdió su vida en holocausto de la conservación de las buenas costumbres»[23].

A pesar de estas manifestaciones de tono político, llama mucho la atención que el final de una nota, donde Sabaté Mill reivindica un busto para Carolina Coronado, sea el típico «¡ARRIBA ESPAÑA!» porque es la única vez que aparece una expresión totalitaria en Gévora[24].

Quizá lo más destacado que, desde el punto de vista político, se puede localizar en su interior sea el modo con que aprovechó el homenaje a Donoso Cortés para atacar a Rusia que, por aquel entonces, se encontraba despertando de su letargo de siglos y comenzaba a suponer una amenaza para Occidente, utilizando un discurso pronunciado por el político extremeño en el Parlamento. Aparte de su contenido antirruso, el hecho de que sea editado en dos ocasiones delata la intencionalidad del uso partidista que se hace del texto: Una, en el número 10 y, otra, en el número 12-13. La proximidad de estos números induce a pensar que la doble edición fue hecha a conciencia, porque su contenido encaja perfectamente con el sentimiento anticomunista que imperaba en España cuando se edita Gévora y Donoso Cortés, prestigioso estadista extremeño, servía a la perfección los intereses de la política del momento.

Además, se vuelve a insistir en este asunto editando otro discurso de Donoso Cortés sobre las relaciones de España con el extranjero, en el que llama la atención sobre Rusia de nuevo, presentándola como un monstruo dispuesto a fagocitar a Europa por sus deseos imperialistas: «[…] Al mismo tiempo, otros bárbaros más temibles que los bárbaros musulmanes se levantan en el Norte; un Imperio, el más colosal de cuantos existen en la tierra, se dirige en todas direcciones a la conquista del globo; medio asiático, medio europeo, aspira a la conquista del Asia, aspira a la conquista de Europa; el Imperio ruso, señores»[25].

No obstante, como compensación, ocurrieron en la revista pacense hechos relacionados con la Política, que resultaron muy audaces para la época como, por ejemplo, la reivindicación de artistas proscritos: Garcés Cortijo llama la atención de las autoridades, para que trasladen los restos de Machado a España. Se difunde el homenaje a Pío Baroja, que se celebró en la Real Sociedad Económica de Amigos de País de Badajoz en plena década de los 50. El número 63/67 está dedicado abierta y completamente a Picasso y, en sus páginas, Juan Navlet denuncia en un artículo mordaz que España tenga sus genios fuera.

También algunos colaboradores publican en Gévora poemas en los que denuncian, buscan responsabilidades o tratan de encontrar soluciones a problemas existenciales o sociales. Los poetas preocupados por la existencia, que adoptaron una postura desarraigada, aparecen en sus páginas desde el primer momento e, indirectamente, socavaron los pilares inamovibles de la fe cristiana, pues se quejan de la soledad y la imperfección del ser humano que se ve obligado a vivir en un mundo incomprensible donde Dios no se manifiesta. Y, al final de la década de los años 50, confluyen en ella escritores con preocupaciones sociales, que denuncian la situación de pobreza y de atraso en que vive la gente normal de la calle soportando injustas desigualdades.

Sin embargo, no manifestó Gévora una ideología política ni religiosa definida, a pesar de estos ejemplos aislados porque, para sus responsables, fue estrictamente una revista poética que, por su apertura a todas las tendencias y a todos los escritores, admitió todas las colaboraciones que, de algún modo, intentaban alcanzar la Belleza: «Nuestra revista está abierta a todos los poetas españoles de cualquier ideología que tengan que decir algo y lo digan bellamente»[26].

Si a esto se le une que el resto de los colaboradores, que son mayoría, se circunscribieron a este ofrecimiento limitándose a exponer sus sentimientos de una forma lírica sin comprometerse ideológicamente, resulta que Gévora supo mantener su objetividad, a pesar de publicarse en una época eminentemente religiosa y con un rumbo político muy definido. De esta forma evitó problemas con el poder y, a la vez, consiguió que no se la acusara de haber sido trasmisora de la ideología del momento, pues se presentaba así como una revista exclusivamente literaria que daba cabida a todas las posiciones ideológicas sin crear conflictos en ninguno de los extremos.

De todas formas, como se puede deducir de los datos anteriores, pocos problemas religiosos o políticos dio Gévora al orden establecido, porque Monterrey y Lencero estaban francamente decididos a seguir un único camino, el de la Poesía; las vías que se encontraban fuera de ella sobraban. Así, la posición neutral que mantuvo la publicación al margen de la ideología religiosa y política de aquellos años fue un beneficio para la Poesía: Los poetas despreocupados por temas de Religión o Política (que, de tratarlos, los hubieran obligado a expresarse sin libertad) poetizan sobre todos los tipos de asuntos sin ningún prejuicio. De esta manera la creatividad de los numerosos colaboradores de la publicación se sintió libre de ataduras ideológicas y, por tanto, menos mediatizada y más al servicio de la Literatura y de la Poesía.

TEMAS

Son tantos los colaboradores y tantas las colaboraciones que aparecen en la larga vida de Gévora, que los asuntos tratados abarcan un extenso muestrario. No obstante, la mayor parte de los poemas giran en torno a unos conceptos básicos, que sirven para confeccionar una relación de los temas más relevantes empleados en sus páginas.

La admiración por ciudades españolas, hispanoamericanas y portuguesas o por algún lugar concreto de ellas son el centro de muchos poemas editados en Gévora como los titulados «Coimbra» de Leonor Trevijano, «Compostela en el recuerdo» de Baldomero Díaz, «Barrio de San Mateo» de Jesús Delgado Valhondo, «Sevilla» de Leonor Trevijano, «¡Ay plaza Monumental!» de Mahizflor, «A la catedral de Burgos» de Jesús Terradillos, «A Cumana» de Eduardo Carreño, «Granada» de Eladia Morillo-Velarde, «El paseo de San Antonio» de Augusto Gil, «A la torre de Espantaperros» de Fernando Villalba u «Oración por la torre» de Pedro Belloso:

Señor, por esa torre que levanta sus párpados

(los párpados de bronce: sus cuatro campanarios)

a todas las auroras del cielo de tus albas,

a todas las estrellas de tus noches soñando.

Señor, por esa torre sin arte y sin historia,

sencilla como el vuelo del ave en el espacio,

como el olmo a la orilla del agua sosegada

por donde va la luna su tronco acariciando.

Señor, por esa torre de cal y de ladrillo

-blanca y roja, encendida, como un dedo sangrando-

que se mira en tus cielos y de tus cielos tiene

toda la claridad azul de su costado.[27]

La alabanza aparece con frecuencia en Gévora sobre todo en aquellos números que dedican homenajes a escritores y artistas. Ejemplos de este tema son los poemas dedicados a los clásicos extremeños fallecidos (Donoso Cortés, Reyes Huertas, Adelardo Covarsí, José María Gabriel y Galán, Juan Luis Cordero), a poetas extremeños destacados del momento (Monterrey, Pacheco, Lencero, Valhondo), a maestros de la lírica española (Machado, Juan Ramón) o a líricos cercanos a la publicación como, por ejemplo, «Al poeta Antonio Machado» de Moisés Garcés, «En el homenaje a Gervasio Melo» de Manuel Delgado, «A don Vicente Sánchez-Arjona» de José Antonio Ochaita, «Oración por tus ochenta años. A Manuel Monterrey» de Lencero u «Ofrenda al Marqués de Santillana» de José Antonio Suárez:

Desde la luz de un nardo, de un clavel, de una rosa

múltiple, abiertamente penetra el florecido

campo, donde ese rayo -cinco siglos dormido-

hoy dilata una ausente primavera amorosa.

Retorne la enviudada vaquera Finojosa

junco que tantas veces al aire ha estremecido;

a escanciar en la noble vasija de su oído

el néctar que otro día negara pudorosa.

Decante la postura de su silencio trágico

el ruiseñor doliente, con su tesoro mágico.

El monocorde y grave metal de una campana

redoble sobre el aire su queja lastimera:

regresa milenario Marqués de Santillana

trayendo de tu mano la nueva primavera.[28]

El amor es un asunto tratado en abundantes poemas, pues no en vano es tradicionalmente uno de los argumentos más repetidos en la lírica nacional. De todas formas, los poetas que tratan este tema en la revista pacense suelen ser originales pues, en general, no caen en lugares comunes. Ejemplos de poemas amorosos son «Canto al amor» de Dora Isella Russell, «Amor» de Fernando Rivera, «Aquel amor» de Cecilio Sáez, «Veinte sonetos inéditos» de Hugo Emilio Pedemonte, «Sonetos de inspiración amorosa» de Eduardo Cerro, «Retrato a la amada» de José Maqueda, «Vuelta al amor» de Antonio Murciano y «Tus ojos» de Rodríguez Perera:

Tus ojos de violeta y de rocío

me aroman y serenan. Odio, miedo

se ahuyentan de mi luz. Todo lo puedo:

coger la estrella, dirigir mi río.

Si el corazón me hieren, yo sonrío;

si cadenas me cargan, libre quedo;

si me abraza la angustia, no le cedo;

si me truena la vida, alegre fío.

Todo por tus miradas me florece:

rosas de luz esparce, y el silencio

abre, como una dalia su armonía.

Mirado por tus ojos, se me crece

la dicha de tu amor, con que presencio

en cada cosa amanecer el día.[29]

Son frecuentes también en Gévora los temas que se refieren a asuntos sencillos, expresados en metros cortos, rima asonante y estrofas tradicionales como seguidillas, cuartetas, redondillas o letrillas, influidos por la lírica tradicional. Algunos ejemplos de poemas populares son «Canciones» de Lencero, «Nana» de Araceli Spínola, «Villancicos» de Eladia Morillo-Velarde y «Cantigas para la Virgen niña» de Nélida Aurora Oviedo:

El ángel sí, el ángel se anunciaba

Apenas luz y ala y palabra,

La niña se dormía y era

Su lirio su canción lejana.

El ángel sí, el ángel se anunciaba

Jesús venía en su celeste día

Jesús entre su ángel y su agonía

Para encender la gloria de María.[30]

El tema elegíaco se emplea en Gévora cuando se muestra el dolor por personas fallecidas, que se relacionaban estrechamente con la publicación como, por ejemplo, Francisco Arqueros o Manuel Alfaro. Además, tratan este asunto otros poemas llenos de dolor por la tristeza en que viven sus autores debido a la desaparición de personas próximas como «Elegía. A mi madre muerta» de Armando Rojo, «Elegía. A Manuel Burguete de Sanmartín» de Lencero o «Elegía» de Eladia Montesino:

Todas, todas las tardes con tu libro en la mano

me esperas en el banco del alegre paseo,

donde gritan los niños, hablan bajo los novios

y solos y en silencio toman el sol los viejos.

¿Dónde está nuestra infancia, patrimonio florido,

nube color de rosa porque el sol la ilumina,

y nuestra juventud y bellas ilusiones?

¡Oh dulces, adoradas ilusiones perdidas!

Todo pasa y no vuelve, y nosotros seguimos

nuestra ruta en el mundo camino de lo eterno.

¡Cuántas veces al tiempo le decimos: ‘¡Espera!’

y el tiempo insobornable responde: ‘¡No puedo!’.[31]

La existencia es un tema que expone la preocupación por el paso del tiempo y por la muerte, la soledad del ser humano y su desamparo ante un Dios silencioso o ante algunos semejantes que provocan injusticias, porque no tienen en cuenta el bien común. Algunos poemas que tratan este asunto en Gévora son «Hombre» de Antonio Murciano, «Cerrada existencia» de Mario Ángel Marrodán, «Dios-Hombre» de Julio Mariscal, «Sed de Dios» de Armando Rojo, «Hombre» de Antonio Rebordao, todos los poemas de La muerte del momento de Jesús Delgado Valhondo y «Gotas de hiel» de Gabriela Mistral:

No cantes; siempre queda

a tu lengua apegado

un canto: el que debió ser entregado.

No beses: siempre queda,

por maldición extraña,

el beso a que no alcanzan las entrañas.

Reza, reza que es dulce, pero sabe

que no acierta a decir tu lengua avara

el sólo Padre Nuestro que salvara.

Y no llames la muerte por clemente,

pues en las carnes de blancura inmensa,

un jirón vivo quedará que siente

la piedra que te ahoga

el gusano voraz que te destrenza.[32]

Extremadura es el origen temático de otros poemas editados en Gévora aunque, a pesar de tratarse de una revista de la tierra, no abundan los poemas dedicados a la región. Este hecho muestra, junto al amplio abanico de temas tratados en sus páginas, que no fue una publicación local ni regionalista y, por tanto, que su temática es de contenido universal. Las voces que se oyen en ella no son las de poetas prisioneros en sus lugares de origen pues en sus hojas, generalmente, sólo se escucha la voz del poeta sin fuertes influencias del entorno. El ejemplo más destacado de poemas referidos a este asunto es el «Canto a Extremadura» de Jesús Delgado Valhondo[33]. Otras muestras son «Letanía del Guadiana» de Pacheco, «Evocación de Extremadura» de Manuel Delgado, «Pincelada de mi Extremadura» de Araceli Spínola, «Campo extremeño» de Alejandro Cano y «Este río llamado Guadiana» de Alfonso Ramos:

¿Tu nombre, Guadiana, dónde arraiga?

¿Qué es un río? ¿El agua que discurre?

¿El lecho sinuoso que la encauza?

¿El paisaje que exulta a sus costados

y, arrobado, en su espejo se retrata?

Pasa, incesante, el agua, mansa y verde,

yo, ensimismado, pienso: Guadiana …

Mas no puedo fijar el bello nombre

al agua fugitiva, que se escapa;

porque el agua lo arrastra, fatalmente,

a la avidez del monstruo que le aguarda.

(Me quedaré, perenne, junto al río,

diciendo: Guadiana, Guadiana …

Y así llevará el agua, toda ella,

impuesto por mis férvidas palabras

en singular y lírico bautismo,

ese mágico nombre: Guadiana).[34]

El tema festivo también es tratado en poemas que festejan acontecimientos arraigados en sus autores. Algunos ejemplos de este tema alentador, que venían a alegrar las (a veces tristes) páginas de Gévora, son «Sevilla en fiesta» de Manuela Pérez, «Carnaval» de Conchita Castell y «Los ángeles del vino de Jerez» de Antonio y Carlos Murciano:

Sobre la mesa está la copa llena.

La copa tiene un ángel escondido.

ángel para beber, ángel bebido

que salta y suelta al vino su melena.

Vacía ya la copa. No. No suena

el ángel por aquí ¿Por dónde ha ido?

Pasó el puente del labio y va perdido

sangre arriba y abajo, por la vena.

Sangre arriba y abajo canta, encanta,

viene, se va, se tumba, se levanta

y trina treinta trinos de jilguero.

Caballero de sol, luego galopa,

y en su capa se escapa, ya sin copa,

camino … de Dios sabe qué lucero.[35]

La melancolía producida por el otoño, la nostalgia por el pasado, la fugacidad del tiempo y el desamor son asuntos frecuentes en poetas rescatados por Gévora, que se vieron influidos por el Romanticismo (Carmen Solana, Arturo Gazul Uclés) o en otros que se sintieron atraídos por el Modernismo de Rubén Darío y de Juan Ramón Jiménez (en su primera etapa). Ejemplos de este tipo de poemas son «Niebla» de Monterrey, «En esta irrevocable lejanía» de Eduardo Cerro, «Crepúsculo otoñal» de Pacheco, «Banco solitario» de Willemenot, «Llueve sobre la ciudad» de Pedro Belloso y «Del alma» de María Lope-Bello:

Como si todo se derrumbara

como si apareciera frente a estos ojos

el día desesperado de las culpas

así se siente el alma

ante el caos de sus visiones:

se afianza un sentimiento

que no pudo ser

que huye en lo mutable

al sentirse herido.

Indecisa por el incógnito

arrastrada por la duda

está vagando el alma:

es el Amor que se apresura

-desde un ámbito de pasiones-

calcinando otros tiempos.[36]

La muerte es un asunto presente en la lírica de todos los tiempos. Sin embargo, no es un tema frecuente en Gévora, aunque existen en sus páginas poemas que lo tratan como los titulados «Tu muerte pequeña» de Amílcar Uralde, «Los muertos» de Alfonso Pintó y «Está la muerte» de Mariano Roldán:

Está la muerte, sin sentirse, a un paso.

(El caminar es torpe) No se aprende

nada que no sea incierto, ni se entiende

más, sin que sea oscuro y hasta escaso.

Llega un soplido y se nos rompe el vaso

de nuestro cuerpo, donde pronto prende

la mirada de Dios, con lo que enciende,

por entre sombras, nuestro gran fracaso.

Y sigue el sueño y sigue la carrera.

Se busca siempre donde asir las manos.

(Ellas se quedan desasidas, solas)

Todo es igual, invierno o primavera,

igual nos da el contrario o los hermanos

que al fin la sombra engullirá las olas …[37]

La naturaleza es un argumento recurrente en Gévora, pues muchos colaboradores notan profundamente la atracción que el entorno natural ejerce en ellos con sus colores, aromas, belleza y alteraciones. Los siguientes poemas son una muestra de los que tratan este tema en sus páginas: «¡Oh pinos de Castilla!» de Moisés Garcés, «Paz en el campo» de Ramos Aparicio, «Canto a un almendro» de Cesáreo Ruiz, «A una mariposa» de Juan Berbel, «Castillo», «Olivar», «Encinas», «Trigal»[38], … de Jesús Delgado Valhondo, «Río» de Armando Rojo y el número 83 completo, que es un canto a la naturaleza porque está dedicado a los jardines de Badajoz y a homenajear a Antonio Juez, el jardinero que los mimaba:

Reductos del laurel y el limonero,

baluartes de pájaros y flores,

con heridas de rosas en el muro,

y trozos de azul cielo en las troneras.

De malva dulce el cinamomo nieva

sus fosos cuando mayo llega:

oscuro bronce de cipreses ciñe

la miel dorada de la heroica piedra;

el boj recorta sus exactas rectas.

Dedos de aguas pasan en tus fuentes

el rosario inefable de las horas.

Y nos brindas, Antonio, tú buen samaritano,

tu paz, tu sombra, tus sonetos en forma

de azucenas, las rotundas octavas de las rosas.[39]

Los poemas dedicados a seres queridos son bastantes asiduos en Gévora, si se tiene en cuenta que no es normal en la lírica que los poetas dediquen versos a sus hijos, al cirujano que los operó (e, incluso, al médico de cabecera y enfermeras), a su mujer o a su novia. Una muestra de poemas que tienen como protagonistas a seres queridos es «Mi Manuel Carlos» de Manuel Montaño, «Hija y madre» de Antonio Fernández Molina, «Versos a mis amigos» de Prudencio Rodríguez y «Carta al gran cirujano y amigo don Federico Alba Quesada» de Manuel Pacheco:

Le escribo en un jardín donde existen palomas,

donde la luz es blanca como el aire de un templo,

donde un libro de versos tiene pasos de niño

y mis pasos de hombre caminan sobre pétalos.

[…]

Y escribo como un libro manchado de violetas,

la tarde es como un río llevándose mi cuerpo,

mi carta es como un pájaro de corazón amigo

y a sus manos valientes le dedico mi verso.[40]

Si el uso del tema anterior es poco frecuente, menos resulta que se dediquen poemas a asuntos curiosos. Sin embargo, en Gévora llaman la atención poemas dedicados a animales y objetos como «Hablando con mi gato» de González-Castell, «A un banco de mi jardín» de Mahizflor, «Oración de juguete» de María de los Reyes Fuentes, «Las llaves» de Ilka Sanches o «Espantapájaros» de Juan Berbel:

Con las primeras luces

azul-rosa del alba,

cuando apenas despierta

la tórtola en su rama;

aquí el espantapájaros,

entre la mies dorada …

No es el grotesco y sucio

monigote sin alma,

hecho de viejos trapos

sobre una cruz de caña:

es un niño chiquito,

ángel de las aradas,

que parece nacido

de la noche lunada,

el que va por los trigos

voceando con gracia

a los mil pajarillos

que trasvuelan y cantan.

-¡Ladronzuelos!- les dice,

voz de lirio soñada-

dejad esas espigas …

que yo vengo a guardarlas

con las primeras luces

azul-rosa del alba.[41]

Otros poemas se dedican a un serrucho, a un hormiguero, a un árbol con nido, … El tratamiento de estos asuntos infrecuentes en la Poesía suponen una muestra de que también los colaboradores de Gévora buscaban nuevos caminos temáticos y, además, resultan un ejemplo de su humildad, pues lo mismo tratan temas trascendentes que asuntos sencillos y entrañables. Es decir, lo importante para ellos era la expresión sentida y lo de menos el lucimiento artificial basado en una temática deslumbrante.

La Poesía es el tema elegido por algunos poetas que dedican sus versos al mismo soporte, que usan para exponer sus sentimientos. Llama la atención que la mayor parte de los poemas que versan sobre la Poesía estén dedicados a la forma métrica más apreciada, el soneto. Ejemplos de poemas que tratan este tema son «Homenaje a la Poesía» de Conie Lobell y Jean Aristeguieta, «El poema en mis manos» de Julio Cendal y «El soneto» de Vicente Sánchez-Arjona:

¡Salve Soneto! ¡Qué bien te llamaron

Ave Fénix de la Literatura …!

¿En dónde está tu clásica estructura

con la que los poetas no acertaron …?

¡Por miles sus empeños te forjaron

poniendo en acortar su ansia más pura

no comprendiendo que es vana locura,

y en su magia ignorada, fracasaron …!

Eres la luz radiante de la Aurora …

La armonía del habla seductora,

el embrujo mayor del Dios Apolo …

Yo por miles de veces lo he intentado …

y entre tantas … ¡qué pena! no he logrado

conseguir sea Perfecto … ¡ni uno solo![42]

La primavera es el asunto central de los números publicados por Gévora en el mes de marzo, porque en ellos se conmemora la llegada de la estación en que renace la naturaleza con su explosión de colores, aromas y otras diversas sensaciones. La primavera supone el resurgimiento puntual de la vida y los poetas de Gévora recogen esta resurrección en versos emocionantes, dedicados al cambio que se produce en su entorno natural y, paralelamente, en su espíritu de seres humanos. Una muestra de poemas que tratan este tema es «Alba de primavera» de Manuel Delgado Fernández, «Primavera marchita» de José Díaz, «Primavera» de Rufino Saúl y «Poemas en primavera» de Eladia Morillo-Velarde:

Toma una flor jardinero,

por la mata que regaste

ayer …

¿Y por esta fuente vieja,

por este rosal de luna,

qué …?

Toma leña guardabosque;

sé que nevó en la colina

ayer …

¿Para mi árbol niño y fuerte

que tiene nieve en las ramas

qué …?

Toma Primavera lirio

que has entreabierto los ojos

ayer …

Sí, pero ayer Primavera

¿qué me das por la esperanza

qué?[43]

La Navidad y la Semana Santa son el núcleo temático de poemas que exaltan estas celebraciones tradicionales, cuyos autores sienten con fervor el nacimiento o la Pasión de Cristo. Los poetas extremeños destacan en los poemas navideños, tipo villancico; en cambio, quienes mejor saben poetizar sobre la Semana Santa son los poetas andaluces debido al extraordinario arraigo, que tiene desde tiempos inmemoriales esta conmemoración en su tierra. Muestras de este tema son «Nochebuena» de Enrique Sansinena, «Cristo de la Expiración» de Eva Cervantes, «La Virgen de Fátima» de Monterrey, «La Eucaristía y el niño enfermo» de Amantina Cobos, «El mal ladrón» y «El buen ladrón» de José Canal, «Al Santísimo Cristo de la Espina» de Mercedes Lluel, «Nacimiento de Jesús» de Rufino Delgado, «El crucificado» de Eduardo Cerro y «Navidad en la sierra» de José Martínez:

Al lagrimal de un regato

lo ha biselado el sereno

y las estrellas coquetas

les guiñan a los luceros.

Una camarera blanca …

¿Habrá banquete en el cielo?

A la cofia de la luna

le está almidonando el hielo.

En las ruecas de los pinos

queda el estambre del cierzo

¿Habrá que tejer pañales

para algún Infante tierno?

Entre suspiros de un búho

viene un tan tan de cencerros

de una majada lejana.

Nochebuena de cabreros.[44]

El estado de la sociedad es un tema frecuente en poemas típicos del Realismo Social, que denuncian la injusticia, la miseria, la opresión y la falta de libertad sufrida por muchas personas en la época que se edita Gévora. Ejemplos de este tipo de poemas son «Paz en carne viva» de Lencero, «Carta a los albañiles de una gran ciudad» de José Antonio Novais y «Padre Nuestro» de José Esteban Gonzalo:

El pan nuestro de cada día

dánoslo hoy, pero dánoslo a todos.

Da tu pan como un niño da su risa

y medita

lo que es el pan para nosotros.

Redondo como el pecho

de la persona amada. Pan del pobre.

Aquí quiero

dejar mi voz palpable. Escrita

mi palabra.

No quiero ya pensar lo que pensé.

Quiero ver claro. Pido pan para todos.[45]

De este repaso temático se deduce que en Gévora prevalecen los tratamientos estrictamente literarios y, por tanto, que el fin marcado por sus responsables fue también el de la mayoría de sus colaboradores pues, en general, sólo buscaban la Belleza a través de la Poesía. Lo normal en Gévora es emplear cualquier tema, por extraño o poco lírico que parezca, y hacerlo literario (aunque no siempre con la misma fortuna). Con esta abierta y variada temática, Gévora ganó en diversidad y se convirtió en una plataforma donde no sólo se trataron todos los temas sino también se dieron cita los más diversos enfoques.

La temática de la revista globalmente no se caracteriza por su trascendente grandiosidad, pero deja traslucir a un amplio y diverso grupo de escritores, que escriben en un ambiente distendido, sensible y apasionado. Gévora a través de sus temas muestra a casi tres centenares de poetas en su mayoría personas sencillas y anónimas de la calle, cuya poesía es, contrariamente a la de élite, la auténtica voz del hombre cotidiano. Por eso es común en sus páginas un estilo cercano y natural que, en aquel momento, fue valorado por algunos detractores como de mediana calidad pero que, en realidad, constituye una de las muestras más sinceras, directas y naturales de poesía que comunica e intenta comulgar con sus semejantes a través de los universales del sentimiento.

CORRIENTES LITERARIAS EN GÉVORA

Desde el primer número, Gévora se abrió a todas las corrientes literarias de la época con una rotunda afirmación, que repite con frecuencia a lo largo de su existencia: «La colaboración queda abierta a todas las direcciones del Arte, la Belleza, la Poesía y el Sentimiento». No obstante, teniendo en cuenta las fechas en que se editó, es lógico que las dos tendencias literarias, que más prevalecen en las colaboraciones, sean la de la poesía existencial y la de la poesía social.

Como corresponde a una época eminentemente existencialista, en casi toda la vida de Gévora son abundantes los poemas que tratan la preocupación del ser humano por el enigma de la vida, la muerte y la inmortalidad. Los poetas que se inscriben dentro de esta corriente se muestran apesadumbrados por la existencia, donde naufragan en un mar de preguntas sin respuestas, preocupados por el destino del hombre, la razón de sus imperfecciones y la aclaración de los misterios que lo angustian sobre su caducidad y su finitud:

Nos buscamos ávidamente

desde la piel a lo más dentro

y nunca conseguimos, nunca,

el descifrarnos los misterios.

Desconocemos dónde estamos

(no tenemos remedio)

nuestras ansias son devoradas,

cada latido, por el tiempo.

Todos con la misma pregunta

de par en par abriéndonos

la mendigante llaga

en el hablar y comprendernos

¿Quiénes somos? ¿Por qué existimos?

¿Dónde, Señor, iremos?

Nunca sabremos nada

mar insondable de momentos.[46]

Sin embargo, no todos los poetas existenciales que participan en Gévora adoptan el mismo enfoque pues, como sucedió en la lírica nacional, se encuentran muestras de las dos vertientes en que se bifurcó la poesía existencial. La “poesía arraigada” en la revista pacense expone de una forma intimista y serena los problemas trascendentes del ser humano, que está situado en medio de una naturaleza dominada por Dios, al que los poetas arraigados (Monterrey, Eva Cervantes, Armando Rojo, Terrón Albarrán y otros que se encuentran también en la otra vertiente como Jesús Delgado Valhondo) necesitan desesperadamente:

Como ardiente paloma se levanta

mi alma sobre el mar de altos consuelos,

nocturno, astral, redondo, en ígneos vuelos

de encandecida lumbre. Abierta y santa

mar donde en triunfos flotan anhelos.

Muda canción se anuda en la garganta

de Dios que en la agua del silencio canta,

en la ondulación fiel de los cielos.

Marinos de la noche, con paisaje

de peces de hermosura en su oleaje.

Y hacia Dios mi alma es fuego que arde, hacia

Dios con tremenda sed de ígnea herida,

¡ay!, siempre en Dios bebiendo, y no se sacia

jamás, Oh, sed de Dios nunca extinguida.[47]

La “poesía desarraigada” en Gévora expone de una forma menos lírica y más desconforme que la arraigada las preocupaciones trascendentales del ser humano en un tono decepcionado, que es producto de la desencantada concepción de la existencia que tienen sus autores (Vasco Miranda, Manuel Pacheco, Jorge Ramos, Antonio y Carlos Murciano, Antonio Fernández Molina, Manuel Ruiz González-Valero, Julio Mariscal Montes, Antonio Rebordao, José María Gil Encinar o Miguel Torga):

Apetece cantar, mas ninguém canta.

Apetece chorar, mas ninguém chora.

Um fantasma levanta

A mao do medo sobre a nossa hora.

Apetece gritar, mas ninguém grita.

Apetece fugir, mas ninguém foge.

Um fantasma limita

Todo o futuro a este dia de hoje.

Apetece morrer, mas ninguém morre.

Apetece matar, mas ninguém mata.

Um fantasma percorre

Os motins onde a alma se arrebata.

Oh! maldiçao do tempo em que vivemos.

Sepultura de grades cinzeladas

Que deixam ver a vida que nao temos

E as angústias paradas![48]

El enfoque existencial en Gévora baja en intensidad al final de la década de los años 50, cuando se intensifican las colaboraciones de poetas que escriben una poesía de marcado contenido social. Este cambio en el tono de ciertas colaboraciones, que sucede en los últimos números de Gévora, indica la llegada tardía de esta corriente lírica a Extremadura, pues la poesía social era la nueva tendencia que imperaba en España desde comienzos de la citada década.

No obstante, los antecedentes de este nuevo enfoque literario en la revista pacense se encuentran en el número 14-15, editado el 30 de noviembre de 1953, en el «Poema a este muchacho» de José Berzosa:

Voy a trastocar las bases

de mi hacer trasnochado

de ideas y palabras.

Voy a leer versos a la gente:

en la calle o mejor en el vertedero

de sombras humanas.

Y hablar al camarero de poesía

y al rico nuevo.

Y al grupo de muchachas y muchachos

que se alimentan de minutos muertos

tras su dorada mercancía.

Y al matrimonio de domingo.

Luego, en el número 28 publicado el 28 de febrero de 1955, Manuel Pacheco defiende la poesía combativa para cambiar planteamientos sociales injustos hasta el momento inamovibles en su poema «Autorretrato»:

[…]

ser poeta, amigos,

no es ser una palabra.

Es llevar en la boca

un sonido de espada

y decir la verdad

aunque caiga quien caiga.

Y, en el mismo número, Antonio García López publica un soneto titulado «El hombre de la calle», que denuncia la miseria en la España de la época:

Te llamas Pedro u otro nombre cualquiera.

Uno sesenta y cinco en gabardina

de trescientas pesetas; la boina

tapándole la fiebre de la espera.

Tiene en ti nombre la mujer primera:

Juana, Rosario, Antonia o Agustina.

Tus hijos son la flor sobre tu espina;

trece años o quince en primavera.

Tu sueldo sólo es pan para tus hambres,

un pedazo de pan que te amasara

el trabajo que suda por tu frente.

En tu casa se huelgan las fiambres,

sólo cocido sucio sin cuchara

y un caldo con verduras mal caliente.

Unos números más adelante, en el 37, que fue editado el 30 de noviembre de 1955, Enrique Segura, comentando Presencia mía de Pacheco, destaca «su grito de rebeldía en defensa del trabajador de una intensidad temible. Manuel Pacheco es un apasionado retardario del romanticismo más puro».

Y en el número 43, publicado el 31 de mayo de 1956, el crítico de Gévora en su comentario de Paz y concierto de Gabriel Celaya destaca unas de las frases claves de la poesía social y, de esta forma, indica que en la revista pacense comienza a tenerse conocimiento del giro que se está produciendo en la poesía española hacia el Realismo Social: «Toda su obra, […], revela un espíritu sumergido en esta angustiosa soledad terrena cargada de negaciones y escepticismo. Todas sus poesías están impregnadas de esta nueva amargura que, en este caso, no se entrega a una desesperación leopardiana, así dice en un poemita ‘Pasa y sigue’: ‘Mientras haya en la tierra un solo hombre que cante, / quedará una esperanza para todos nosotros'».

Sin embargo, la corriente social en Gévora no se manifestará con intensidad hasta el número 51, editado el 28 de febrero de 1957 y dirigido en solitario por Lencero, cuando los temas con planteamientos sociales surgen nítida y habitualmente en colaboraciones, que van precedidas de esta arenga propia de la poesía social, cuyo autor anónimo invita a la acción para erradicar desigualdades: «GÉVORA camina con los brazos abiertos a la luz. Hermanos y poetas sentaos sobre la yerba y comed con ella la fruta del sol que llora la carne por entre las grietas de las nubes. Bebed el vino de los astros. Encended vuestro esqueleto con rosas y pisad las víboras … simplemente cara al viento llorando, ladrando o como os dé la gana. En vuestros corazones rugen los pétalos del amor»[49].

Seis páginas más adelante se vuelve a editar el mismo texto de Gabriel Celaya[50] que, sin duda, otra vez impactaría en el espíritu de muchos poetas concienciados de que debían comprometerse y denunciar la mala situación en la que vivía la gente normal de la calle. Lencero, que debió ser el autor de la arenga y de la segunda edición del texto, comenzaba a imprimir en las páginas de la revista su poderoso sello personal, que de antiguo se inclinaba por una poesía que sirviera para cambiar la situación de atraso y pobreza, que existía en su tierra y afectaba a la mayor parte de su gente por la que se sentía muy preocupado. Además la concepción que Gabriel Celaya tenía de la poesía encajaba con la de Gévora, pues coincidían en la defensa de una poesía natural, sencilla y traslúcida, aunque la publicación extremeña con objetivos culturales y el poeta social con fines reivindicativos.

En el número siguiente, Pacheco dedica un poema al pintor extremeño Ortega Muñoz y alaba su capacidad para captar con sus colores ocres y sus formas desfiguradas la situación penosa del campesino extremeño:

El labriego se alza,

como una estaca seca,

como un árbol de barro

sobre la oscura tierra.

El ciervo lo ha lamido,

la lluvia lo ha lamido,

el hambre lo ha lamido,

el sol ha convertido en cuero triste

el agua azul de su cabeza.[51]

También los poetas sudamericanos se sumaron al tema social por estas fechas. En el número 58/60, correspondiente al período de diciembre de 1957 a marzo de 1958, el poeta uruguayo Hugo Emilio Pedemonte, en «Del segundo discurso que dijo Juan descalzo en la plaza pública», quiere abrir los ojos de los desheredados, para que se fijen en la riqueza de unos cuantos y reaccionen contra su propia miseria, y la poeta ecuatoriana Ileana Espinel, en “Visión del suburbio”, denuncia la situación lamentable de los habitantes marginales de la gran ciudad:

Las piedras enlunadas y grises del suburbio

son hermosas con una hermosura de pena.

Pero allí no hay glamour. Ni bulevares sucios.

Ni calles pretenciosas de conocer sus nombres.

Hay vías proletarias por donde va, sonámbula

y perenne, la Vida …

Ayer vi el corazón de las grutas desiertas.

Vi ropas que no cubren ni la sombra de un sexo,

colgando de zapatos y de cordeles negros;

la faz acanelada de un muchacho desnudo

durmiendo bajo el lauro de nieve de su pecho

(Nuevo Adán suburbano masticando en la luna

pan de arena y de nada).

[…]

Y, de repente, un grito galvanizó mi éxtasis:

un ebrio vomitaba un Viva al Presidente …

Pero las piedras, suburbanamente,

se rieron de pena.

Y el aire se reía más que ellas.

En el mismo número, Lencero describe la vida inhumana y miserable de los obreros de las minas en el poema “Los mineros”:

Amasados con tierra como oscuras lombrices

estos hombres que tienen dos toros genitales

siembran la dinamita llenos de cicatrices

y escriben a los muertos sus cartas minerales.

[…]

Y al salir de las minas enjutos y apagados

con la sangre reseca y el corazón sediento

ellos los que trabajan en los hondos sembrados

beben el aguardiente, la vida, el asco, el viento.

Y Manuel Ruiz González-Valero dedica a Lencero un poema combativo titulado «El verso presentido de la gloria»:

Hagamos metralletas nuestras plumas.

Cada verso una ráfaga de fuego

y una bomba H,

sea el Poema. Caerán de una en una

-como el agua vertida de los cielos-

arcaicas permisiones criminales.

Más adelante, en el número 68/82, Lencero publica esta arenga repleta de conciencia social: «¡¡¡GÉVORA desentumece otra vez sus alas y se expande por el mundo chorreando sangre. Que nadie se quede sin el mendrugo de su corazón. Brindemos todos con el grito en carne viva y sudemos por los ojos la raíz más honda del alma. Mientras exista un solo hombre en pena no nos habléis de la rosa ni de la primavera».

Estas manifestaciones llenas de solidaridad resultan aún más llamativas si se tiene en cuenta que el aumento del enfoque social se produce cuando Gévora agoniza. El número 58/60, junto con el 68/82, es donde aparece más esta temática comprometida, que denuncia la desigualdad, la miseria, la incultura y la opresión en poemas como «Pregunta» de Langston Hughes o «Las cuatro tablas» de Juan Porcar.

Después de estas dos corrientes, la línea poética que aparece con más intensidad en Gévora es la modernista, favorecida por inscribirse en ella el director de la revista, Manuel Monterrey. Unas veces se trata de un Modernismo inflamado, sonoro, típico de Rubén Darío; otras, melancólico, sereno, influido por Juan Ramón Jiménez. En las páginas de la revista se localizan bastantes poetas, que escriben de acuerdo con los fundamentos de la poesía modernista como Fernando Bravo, el conde de San Miguel, Amantina Cobos, Rafael González Castell, Julio Acha, Adolfo Vargas, Antonio López y Juan Luis Cordero:

A ofrecerle sus flores a la Virgen

pasan las niñas con sus trajes blancos

y más que niñas me parecen ángeles

que al azul van a alzar su vuelo ingrávido.

Es como una oleada de esperanzas

para mis doloridos desencantos

lo que siente mi pecho

al ver pasar los ángeles humanos.

¡Oh bendita inocencia!

¡Dulce inocencia de los tiernos años:

En los revueltos mares de la vida

eres iris de paz, limpio remanso!

¡Bella, inefable aurora …!

¡Veo tu resplandor pristino y diáfano

mientras sigo mi éxodo

de cara hacia las lindes del Ocaso![52]

Otras corrientes líricas confluyen en Gévora, aunque casualmente y con menos intensidad que las ya comentadas. La influencia renacentista se reduce a poemas como «Canción del alma entre el dolor y el gozo» y «La escala de Fontiveros» de Eva Cervantes[53] y «Versos para Santa Teresa» de Moisés Garcés Cortijo: “Allá, en la paramera castellana, / entre Segovia y Ávila, una hermana / paloma se desangra en roja luz. / Y en el deslumbramiento más divino / Santa Teresa lee un pergamino / de versos que escribió Juan de la Cruz”[54].

El Barroco aparece en los poemas de dos poetas extremeños del siglo XVII que Gévora rescata del olvido: El conde de Torrespilares, Rafael Rico y Gómez de Terán, poeta de los Santos de Maimona con «Como te quiero» y la poeta llerenense Catalina Clara Ramírez de Guzmán con «Al temor»: “Deja vivir, temor, a mi esperanza / que apenas nace cuando apenas muere; / y si no ha de lograr, deja que espere / ya que está el bien del mal en la tardanza”[55].

El Neoclasicismo se advierte en el homenaje a Donoso Cortés y, concretamente, en un texto lírico de la primera adscripción al citado movimiento de este intelectual extremeño, titulado «El nacimiento de Venus», cuya primera octava real dice:

Yo canto el nacimiento de la Diosa,

que rompiendo del Ponte el seno airado,

salió a la luz, más que el Olimpo hermosa,

el rostro en grana y expledor [sic] bañado:

la que a naturaleza pavorosa

vertió del seno cual jazmín nevado

la risa, y el placer, y los amores,

las ricas frutas, y las gayas flores.[56]

El Romanticismo también tiene en Gévora algunas manifestaciones en los poemas de otros dos poetas rescatados por ella: Carmen Solana, poeta extremeña del siglo XIX («No hay más que tú para la vida mía» y «Lejos de tu ausencia yo creía»[57]), y su marido Arturo Gazul Uclés (“Ayer, hoy y mañana”[58]). También se nota la influencia del movimiento romántico en poemas de poetas coetáneos de Gévora como, por ejemplo, «Día de Ánimas» de Rafael González Castell:

Noviembre. Día segundo.

Canta responso el viento.

Un chaparrón iracundo

le hace el acompañamiento.

Cada gota es un lamento

como toques mortuorios

que consumen las entrañas.

En las caras, velatorios.

En los teatros, Tenorios.

En los hogares castañas.[59]

La aparición de estos últimos movimientos en las páginas de Gévora se debe al interés que mostraron sus responsables por rescatar a escritores extremeños del pasado, adscritos a tales corrientes literarias, o bien a la influencia ejercida en escritores del momento por la tradición lírica, cuyas referencias suponen una conexión con la rica historia literaria española.

El Vanguardismo es una manifestación con breves aunque interesantes huellas en Gévora, que tienen una influencia indudable de Ramón Gómez de la Serna. «Al puente de Badajoz» de Fernando Villalba, que es un ejemplo del paso efímero del Vanguardismo por la revista pacense, destaca por el uso de sorprendentes imágenes como «Puente romántico, que contemplas todas las tardes cómo la roja moneda del sol se hunde en la hucha del monte lejano» o greguerías como «El río, tan quieto, parece preparar oposiciones a lago»[60].

También se inscriben dentro de las Vanguardias varias colaboraciones de Juan José Poblador, donde defiende y explica el Arte Nuevo. Una muestra aparece editada en el número 28 en forma de relato irónico que, titulado «El chaleco rojo (Cuadro de Paul Klee)», critica a ese público que adopta una actitud realista cuando intenta entender el nuevo arte, no lo consigue y termina rechazándolo: «‘Pichufi’ es una mujer, pero gracias a Dios todas las mujeres no son ‘Pichufi’. Entiende mucho de pintura, es un don innato en ella. Se pinta las uñas de los pies y de las manos, se pinta los ojos, las cejas, el rostro, el pelo, … Todo esto le da cierta autoridad para ser crítico de arte. […] Pero ella  no oye ni piensa, sólo habla. Habla diciendo que jamás colocaría uno de esos cuadros en el salón verde de su casa, no lucirían nada; además ¡qué marcos tan horrorosos! ni para eso han tenido gusto los pintores. […]».

El número 29 incluye otro artículo del mismo autor sobre el Arte Nuevo titulado «El estilo de Dios», que explica el sentido original de la poesía nueva: Incitar al lector a que profundice en el poema, que lo trabaje y no asista pasivamente a su lectura como sucede, por ejemplo, con un poema realista. La difícil tarea, que se impuso Juan José Poblador en esta colaboración, la superó con maestría utilizando procedimientos originales. Así, para explicar el sentido de las nuevas metáforas, denomina a la Virgen «Nieve blanca de la nieve pura», califica a Dios de «poeta moderno» y recomienda a los incrédulos que se lean la Biblia y los Evangelios: «El Arte moderno pretende hacer artista a todo aquel que lo percibe. La obra artística moderna no termina en la escultura, en el cuadro, en la partitura o en el poema, sino que continúa en el espíritu capacitado de quien la siente».

Más tarde, en el número 52-53, es publicado el ensayo «Tenemos que procurar entenderlos» de Vicente G. Montero, que también es una defensa del arte vanguardista: «Pero ocurre una triste cosa. Y es que los públicos medios del mundo crearon y mantienen una actitud hosca, desfavorable, casi hostil diríamos, con los frutos últimos del arte […]. Es menester ir procurando entenderlas y amarlas de buena disposición y con buena voluntad de enterarse de su porqué y de su cómo». Y el número 63/67 dedicado completo a Picasso es, en conjunto, una defensa del Arte Nuevo y, por extensión, del Vanguardismo.

El Surrealismo, que fue el movimiento vanguardista más importante y perdurable, está presente en Gévora en poemas como el titulado «Estoy de luz mojado» y en un texto en prosa de Lencero: «He visto un Hombre en la calle que echaba a volar su corazón como una estrella. Luego se quitaba los ojos y los enterraba en una cartera de piel de azucena. Una hilera de hormigas le seguía como perros color de hambre […]»[61].

También en el número 68/82 aparece un poema creacionista de Antonio Leyva, titulado «Fragmentos del circo»:

Otra vez. Otra vez. Otra vez.

La pirueta otra vez.

El saltimbanqui otra vez

se partió el cráneo

consciente y conciso,

cuando la cuerda floja,

cuando la trompeta triste,

cuando el vendedor de girasoles.

Otra vez. Otra vez.

La última vez del mundo.

La última vez sin sueño.

La última vez sin ganas

de reír.

La última vez de dormir

envuelto

en la lona celeste

sin sombra ni cuerpo ni vida ni nada.

La influencia de la poesía de los años 60 se refleja en poetas de Gévora que, superada la poesía social, desembocan en la llamada «Poesía del conocimiento». En esta corriente literaria se inscriben poetas como Antonio Rebordao, Cesáreo Ruiz, Antonio Leyva y Antonio Fernández Molina, cuyo poema «Hija y madre» comienza de esta manera:

-Este perro huele a perro, madre.

-Déjalo, hija, hija.

-Este perro huele a perro, madre.

-Hija, hija.

-Huele a perro.

-Hija.

-Anoche un perro me mordía el brazo.

-Eso son figuraciones. No te quedan señales.

-Era un mastín enorme. Sus dientes se clavaban hasta el hueso.

-Las corrientes de aire te perjudican, voy a cerrar la ventana.

-No hagas ruido, podrías despertarme.

-Duerme tranquila, hija, acabo de matar al perro.[62]

Estas corrientes de la literatura culta, que se manifiestan en los contenidos expuestos, formalmente coinciden en el uso de liras, décimas, cuartetos, sonetos (el poema más utilizado), silvas, combinaciones de metros diversos, el verso libre y el versículo. Además se detectan en algunos autores, que escriben una lírica culta, influencias de la poesía de Cancionero, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Rubén Darío, Juan Ramón, Machado, Lorca, Aleixandre, Miguel Hernández, Celaya y Blas de Otero:

Porque esto no. Ser hombre es diferente.

Ser hombre es ser clamor, carne mordida,

palparse la honda llaga de la herida

y ganarse el mañana en el presente.

Ser hombre es serlo a secas, llanamente;

más hombre alzarse de cada caída

y convertir la tierra removida

en surco, y en espiga de simiente.

Ser hombre es serlo así y no otra cosa

es este hundirse, alzarse y este empeño

de ser estiércol antes de ser rosa.

Pero, ay, del hombre aquel que frunza el ceño

que labre casa y entre viga y losa

no le abra un solo ventanal al sueño.[63]

Paralelamente, también aparecen en Gévora numerosas manifestaciones de la lírica popular, que se materializan en el empleo reiterado del verso octosílabo y otros metros de arte menor y en la formación de romances y otras distribuciones tradicionales como redondillas, cuartetas, quintillas, romancillos, nanas, letrillas, canciones y villancicos:

I

La seda es fragosa

cerca de tu piel,

y amargo el panal

tras probar tu Bien.

Aquí pandereta

y rabel.

¡Toquemos alegres

al Niño en Belén!

II

Tras tu aliento puro

miasma es la flor,

y junto a tus ojos

una sombra el sol.

Aquí cascabel

y tambor.

¡Toquemos alegres

al Hijo de Dios![64]

Muchos colaboradores de Gévora no se inscriben en ninguna de las corrientes citadas, pues se mantienen en una situación que se puede denominar de «la Literatura por la Literatura», es decir, crean sin tener en cuenta la tendencia de moda. Son mayoría los escritores que adoptan esta postura, arropados por el ambiente de libertad que se respiraba en la publicación y que no exigía escribir de acuerdo con unas determinadas direcciones literarias. De esta manera, Gévora se caracteriza por su diversidad y, a la vez, por ser el medio donde confluyen personalidades líricas diversas que, sin embargo, conviven en sus páginas sin conflictos.

NOTAS 

[1] Gévora nº 1, p. 8, y en otros números.

[2] Gévora nº 5, p. 2.

[3] Gévora nº 9, p. 1.

[4] Gévora nº 6, pp. 1-3.

[5] “El marco y la estampa”, Gévora nº 9, p. 6.

[6] Gévora nº 9, p. 1.

[7] Gévora nº 38, p. 9.

[8] Gévora nº 10, p. 10.

[9] Ibidem.

[10] Gévora nº 12-13, p. 10.

[11] Gévora nº 22, p. 12.

[12] Carta de Luis Álvarez Lencero a Arturo Gazul, Badajoz, febrero de 1954, archivo particular del autor.

[13] Gévora nº 17, p. 2.

[14] Gévora nº 22, p. 8.

[15] Segundo terceto de «II. La espiga» de Antonio López Martínez, Gévora nº 1, p. 2.

[16] «Mensaje de Navidad» de Antonio Pino, Gévora nº 4, pp. 7, 8 y 9.

[17] «Una carta familiar e inédita de D. Juan Donoso Cortés» de Celestino Vega, Gévora nº 8, p. 1.

[18] Primer cuarteto del soneto titulado «Nocturno estival de Extremadura» de Miguel Muñoz de San Pedro, Gévora nº 2, p. 2.

[19] El ensayo es de Manola Pérez, se titula «Perfiles» y va encabezado por este proverbio indio: «A la mujer no se le debe golpear ni aun con una rosa», Gévora nº 3, p. 7.

[20] “Manos morenas” de Amantina Cobos, Gévora, nº 7, p. 5.

[21] Gévora nº 10, p. 7.

[22] “Mensaje de Navidad” de Antonio Pino, Gévora nº 4, p. 7.

[23] Gévora nº 5, p. 7.

[24] Gévora nº 22, p. 9.

[25] «El vidente extremeño. Fragmento del discurso que Donoso Cortés pronunció en el Congreso el día 4 de marzo de 1847 acerca de las relaciones de España en el extranjero», Gévora nº 14-15, p. 1.

[26] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 30-11-52, archivo particular de J. D. Valhondo.

[27] Gévora nº 68/82, p. 10.

[28] Gévora nº 68/82, p. 13.

[29] Gévora nº 43, p. 7.

[30] Gévora nº 48/50, p. 11.

[31] Gévora nº 48/50, p. 9.

[32] Gévora nº 36, p. 5.

[33] Gévora nº 44-45, pp. 1-6.

[34] Gévora nº 68/82, p. 2 y 3.

[35] «El ángel de la copa», Gévora nº 12-13, pp. 2 y 3.

[36] Gévora nº 42, p. 5.

[37] Gévora nº 48/50, p. 10.

[38] Poemas de «Canto a Extremadura».

[39] «A Antonio Juez y sus jardines» de María del Pilar Trevijano, Gévora nº 83, p. 10.

[40] Gévora nº 8, p. 9.

[41] Gévora nº 56-57, p. 4.

[42] Gévora nº 28, p. 8.

[43] Gévora nº 41, p. 4.

[44] Gévora nº 48/50, p. 14.

[45] Gévora nº 68/82, p. 20.

[46] «Morir habemos» de Jesús Delgado Valhondo, Gévora nº 32, p. 8.

[47] “Sed de Dios” de Armando Rojo, Gévora nº 8, p. 9.

[48] “Dies Irae” de Miguel Torga, Gévora nº 68/82, p. 8.

[49] Gévora nº 51, p. 5.

[50] Ahora lleva la anotación de su procedencia acompañada de un elocuente adjetivo: “Del libro maravilloso ‘PAZ Y CONCIERTO’”.

[51] Gévora nº 52-53, p. 5.

[52] «Fulgor de aurora» de Juan Luis Cordero, Gévora, nº 43, p. 7.

[53] Gévora nº 5, p. 4 y nº 18, pp. 1 y 2  respectivamente.

[54] Gévora nº 17, p. 4.

[55] Gévora nº 5, p. 1.

[56] Gévora nº 11, p. 1.

[57] Gévora nº 19, p. 1.

[58] Gévora nº 23, p. 1.

[59] Gévora nº 56-57, p. 3.

[60] Gévora nº 2, p. 7.

[61] Gévora nº 52-53, p.8.

[62] Gévora nº 7, p. 6.

[63] «Hombre» de Antonio Murciano, Gévora nº 2, p. 6.

[64] “Villancicos” de Fernando Bravo, Gévora nº 4, p. 4.

CAPÍTULO IV

 

TRAYECTORIA

El recibimiento dispensado al primer número de Gévora fue apoteósico, según se deduce de esta nota de la Redacción: «GÉVORA se siente contenta del balance del primer vuelo de sus Hojas. Son muchas y muy valiosas las felicitaciones que recibimos y sin fatuidad, pero con satisfacción, hemos de consignar que donde quiera que una de nuestras Hojas se posó, fue recogida con verdadero agrado y atención»[1].

Como el segundo número también fue acogido calurosamente, Manuel Monterrey le transmite a Jesús Delgado Valhondo su confianza en que «la revista tiene asegurada la vida, porque los gastos son pocos y el entusiasmo mucho»[2]. El resultado de los números siguientes siguió siendo tan alentador que, en el quinto, la euforia de sus responsables se convierte en inmodestia: «Sin vanagloria pero con satisfacción, contemplamos los éxitos que de número a número va alcanzando ‘GÉVORA’. Sería necio que dijéramos por un pujo de falsa pudicia que nacimos sin esperanzas de éxito; nada de eso: el entusiasmo con que dimos al viento el primer ramo de nuestras hojas era grande, sentido y sincero. Hicimos las cosas como entendimos que las debíamos hacer y justo es notar que el resultado hasta ahora, no puede ser más halagüeño. Podemos cantar victoria»[3].

En el mismo número, Enrique Segura afirma que siguen llegando poesías «en una profusión encantadora»[4]. Y, cuando Gévora celebra su tercer aniversario, la Redacción se vanagloria de que es conocida no sólo en Extremadura sino también en el resto del país y en Hispanoamérica: «GÉVORA cumple tres años, y su nombre de pájaro y adelfa, tiene el sonido del agua acariciada por los dedos azules de la brisa. Su nacimiento fue humilde, y ya crecida, ha llevado sus aguas a los más lejanos lugares de España y América mojando con sus canciones el alma limpia de los hombres que tienden sus manos hacia la rosa que se llama POESÍA»[5].

El orgullo, que emana de estas palabras, estaba justificado porque las previsiones de las tres personas, que cuidaban la salud editora de la publicación, se habían visto desbordadas por la gran cantidad de colaboraciones y peticiones de ejemplares recibidas, que mostraban el aprecio por su naciente empresa. Su tono inmodesto, por tanto, resulta comprensible si se tiene en cuenta estos resultados, que superaron con creces las mejores previsiones, y el reconocimiento temprano que suponían para el esfuerzo realizado en mantener su altruista proyecto. También indujo a sus promotores a sentirse orgullosos y a manifestarlo de este modo el gran esfuerzo que exigía sacar cada número a la calle. Además de estos hechos, la Redacción de Gévora tenía otro buen motivo para vanagloriarse: Había conseguido en tan sólo tres años expansionarse mucho más que otras revistas de renombre.

Por tanto, las colaboraciones para los números editados durante los tres primeros años llegaron espontáneamente y en tal cantidad que la Redacción se veía obligada constantemente a recordar que los trabajos no publicados guardaban necesariamente turno. Este éxito inicial de Gévora, en cuanto a afluencia de colaboraciones, se debió a que Monterrey y Lencero, ayudados por Enrique Segura, Valhondo, Pacheco y otros componentes del grupo fundador, previamente prepararon el terreno informando a sus amigos y conocidos de la inminente aparición de la revista. De tal manera que, cuando nació, ya era conocida en el mundillo literario extremeño. Además realizaron fuera de Extremadura una campaña propagandística de lanzamiento de Gévora a través de la correspondencia, que mantenían con poetas y grupos repartidos por España, Portugal e Hispanoamérica, a los que pidieron colaboraciones para que la publicación en proyecto tuviera fuerzas desde su nacimiento.

Así, no es extraño que se noten muchos deseos de publicar en esa afluencia de trabajos desde la aparición de la revista. Incluso, más lógicos resultan si se tiene en cuenta las escasas oportunidades de editar que tenía buena parte del numeroso plantel de escritores extremeños y, como consecuencia, el aislamiento y el desencanto en que se encontraban. Por tanto, es razonable que el primer número de Gévora fuera una explosión de júbilo y la muestra fehaciente de que muchos habían querido comunicarse y no les había sido posible hasta entonces. Además, el motivo de que acogieran a la revista como un medio de difusión y relación largamente esperado se debía también a que un buen número de los que la recibían con ilusión sabían que las posibilidades de editar eran reales cuando, hasta el momento, habían sido escasas o nulas.

El tono de seguridad, que se aprecia en los textos citados, se mantendrá hasta el número 36 en numerosas notas que aireaban la abundancia de colaboraciones recibidas en la sede de la publicación: «Los originales de nuestros colaboradores guardan turno de recepción. Si no los ven publicados en este número, es que aún hay otros delante». Pero, a partir de este número, las colaboraciones bajan debido a enfado o cansancio de los colaboradores por la tardanza en publicar los trabajos enviados y ya la Redacción no tiene en sus declaraciones el tono de seguridad de su primera etapa: «GÉVORA, los originales que recibe de sus colaboradores guardan riguroso turno; lo hacemos saber para que no se extrañen si no los ven publicados enseguida, porque a veces tenemos mucho exceso de original». Este cambio tonal se debe a que, en la Redacción de la revista, se recibían protestas de escritores molestos, cuyo interés por participar no se había visto recompensado con la edición de sus colaboraciones.

Esta problemática situación dio lugar a que las 36 colaboraciones del número 36 se redujeran a 12 en el número 39. Tal descenso provocó que, en el número 41, la Redacción publicara una nota en la que lamentaba la falta de colaboraciones cercanas que, hasta ese momento, eran las que habían mantenido la revista: «Nos entristece el silencio por que atravesamos los corredores de nuestra propia casa»[6]. Gévora también sufrió esta huelga de colaboradores próximos porque, últimamente, venía atendiendo más a los poetas hispanoamericanos que a los españoles y éstos se sintieron dolidos. En el siguiente número, la Redacción por medio de otra nota se justifica y se disculpa comenzando con una súplica que intenta restablecer la afluencia de colaboraciones: «Rogamos, pues, a nuestros amables colaboradores que nos escriban enviándonos originales, que no tomen a desatención si no acusamos recibo de sus cartas; es sólo falta material de tiempo. Los originales guardan turno y serán publicados a su debido tiempo»[7].

Es significativo que, cuando Gévora se ve en esta situación preocupante, la Redacción mencione en sus notas al grupo fundador. Tal detalle muestra que la crisis por la que pasa la publicación es aguda y se quiere dar idea de cohesión en ese difícil momento que la huelga de los colaboradores asiduos amenaza con echar por tierra su proyecto editorial: “El grupo fundador de GÉVORA agradece de todo corazón …”.

Además, una nota editada en el número 19 indicaba que existía otra causa de descontento, la baja calidad de ciertas colaboraciones. Por este motivo la Redacción advierte que “todos los trabajos recibidos que tengan valor literario y honestidad serán publicados”[8]. No obstante esta nota, que indica el origen remoto de la crisis de Gévora, fue una advertencia aislada para calmar a los que protestaban y el asunto fue olvidado por la Redacción. Sin embargo, ahora se ha convertido en un problema que pone en peligro la existencia de la revista y, en el número 33-34, la Redacción reacciona editando dos notas donde incide en la calidad de las colaboraciones: Una va dirigida a los noveles (“Las Hojas de Poesía de GÉVORA están abiertas a los noveles. Pueden enviar sus versos, que si están capaces de publicarlos, lo haremos con sumo gusto”) y otra al resto de colaboradores (“Ponemos en conocimiento de nuestros colaboradores espontáneos, que si los poemas que nos envían merecen por su valor  publicarse los verán en nuestras Hojas de Poesía”)[9]. Finalmente la Redacción se ha convencido de que, en buena medida, la supervivencia de la revista se halla en la exigencia de calidad.

A pesar de este cambio de actitud, a partir del número 44 empiezan a ser normales los números dobles y triples hasta llegar al penúltimo, en el que se agrupó desde el número 68 al 82. Es decir que no se volvió a recuperar el nivel anterior en la afluencia de colaboraciones, que antes había permitido editar la mayoría de los números con una periodicidad mensual. Sin embargo, en el número 46 se consigue reactivar los envíos de originales momentáneamente, pues se observa que, además de contener este número más poemas, no aparece ni una sola nota (en otros números tan abundantes) porque la Redacción necesita todo el espacio disponible para publicar más colaboraciones.

Pero, a pesar de esta recuperación, la agonía de Gévora se detecta nítidamente a partir del número 48/50, que es su primer número triple. Este dato indica que algo grave le está sucediendo: Monterrey es muy mayor y se encuentra enfermo; el dúo se descompenetra, el conjunto se resiente y la publicación no sale a tiempo: «Con motivo de la enfermedad que ha sufrido nuestro director el poeta Manuel Monterrey se ha retrasado la salida de GÉVORA siempre tan exacta y puntual. Dentro de breves días se reanudará la publicación de nuestra revista una vez desaparecida la causa que originó estas interrupciones. El próximo número de GÉVORA corresponderá a los meses de noviembre y diciembre de 1956 con objeto de ponerlo al día inmediatamente»[10].

Este precipitado deseo es la razón de que el mencionado número salga un mes después de lo previsto y, además, se note elaborado con prisas: Los poemas dedicados a la Navidad no aparecen agrupados. Algunos de ellos son villancicos que no tratan los temas propios de esta fiesta; por ejemplo, Pacheco escribe uno hablando de su hijo Manolito. Y también llama la atención el desequilibrio del número: Abundantes poemillas de corte tradicional se mezclan con otros más extensos sin orden ni concierto.

En el contenido del número 54-55, que está dedicado a Carolina Coronado y a Luis Chamizo, poetas homenajeados anteriormente en la revista, se nota que la situación de la revista es crítica, pues se trata de un número de relleno. A la Redacción le faltan colaboraciones y, mientras le llegan, lo publica para ganar tiempo. Y, aunque en una nota se vanagloria de haber conseguido sendos bustos para Carolina y Chamizo, después de varios años intentándolo, no puede ocultar lo evidente: Las páginas se llenan de poemas muy conocidos de los dos clásicos extremeños, sin introducción aclaratoria ni comentarios de los poemas, y no se incluye apartado bibliográfico, que es sustituido por una escueta lista de benefactores. A Gévora, sin duda, le favoreció que se concedieran y colocaran los bustos pues, en un momento que los números se distanciaban cada vez más en el tiempo, era una buena justificación para editar uno más con el mínimo esfuerzo y sin necesidad de colaboraciones externas.

Pero ya no se podía ocultar que la revista había comenzado su agonía. Así el número 61-62 es un número doble y, una vez más, de relleno pues está dedicado a Teófilo de Marcos Pérez, un poeta desconocido de Cabeza del Buey, sin suficiente entidad lírica para dedicarle un monográfico. Además, cuando Gévora en un principio se publicaba mensualmente, la media era de diez páginas y, ahora, en este número elaborado en un tiempo superior, se cuenta una cantidad idéntica.

Otros datos muestran el final inminente de la publicación: Los números, a partir del último citado, se distancian mucho en el tiempo: El 61-62 se publica en mayo de 1958; el 63/67 en octubre del mismo año; el 68/82, en enero de 1960 y, el último, en octubre de 1961. Y, de los tres números finales, que publica después del citado monográfico, sólo el penúltimo es literario, pues el antepenúltimo está dedicado a Picasso y el último es un homenaje a Antonio Juez. Aparte de estas circunstancias negativas, Lencero declara por estas fechas en cartas a sus amigos que Gévora, después del número sobre el pintor malagueño, «estaba enferma» por problemas económicos. Sin embargo, no aparecía vencido sino que mostraba su esperanza de que la revista superara estas dificultades monetarias y continuara regularmente publicando, a pesar de la gravedad de la situación.

Las opiniones de personas que vivieron la muerte de la revista son muy diversas, pues Juan Antonio Cansinos y Jesús Delgado Valhondo aseguraban que se debió a cansancio. Otras como Manuel Pacheco, a que Luis Álvarez Lencero se fue a Alemania y Manuel Monterrey cayó enfermo. Y otras, como Isabel Benedicto, a que por la enfermedad del viejo poeta Lencero se quedó solo y no tenía la suficiente amistad con José Díaz-Ambrona para pedirle el dinero que necesitaba y mantener viva su publicación. Incluso Marifé Baigorri afirma que personas adversas a Lencero y a la revista influyeron negativamente sobre el mecenas, para que se desinteresara por la revista y dejara de subvencionarla.

Sea como fuere, lo cierto es que Gévora era Monterrey más Lencero. Ambos se compenetraron perfectamente durante casi una década; cuando, por causas adversas, no se pudo mantener esa compenetración, la revista murió. Sin duda, los problemas económicos ejercieron una presión decisiva en su desaparición igual que el cansancio de los responsables, que estaban agotados por su largo trabajo y era difícil que, incluso, en circunstancias favorables hubieran seguido publicando.

Otros directores y colaboradores podían haber seguido con su edición pero, como tantas otras empresas altruistas donde manda el sentimiento y la pasión, Gévora desapareció por no encontrar relevos.

SELECCIÓN DE COLABORADORES

Mientras Alor seleccionaba mucho y, por tanto, estaba cerrada a un buen número de colaboradores potenciales, Gévora abrió sus puertas a todos los escritores y les publicaba sus colaboraciones en cuanto que alcanzaban un mediano nivel lírico: «Gévora mantiene un criterio ecléctico en cuanto a sus colaboradores. No tiene prejuicio alguno de escuela ni apoya ni rechaza ningún ‘ismo’. Publica cuanto le mandan con tal de que tenga un mínimo valor estético. Y hay que reconocer que ni un solo número ha dejado de ofrecer algunas poesías de verdadero mérito»[11]. Por eso la calidad de las colaboraciones editadas en sus páginas a veces se resentía, pero tuvo el mérito de no excluir a ningún poeta en el momento que muchos empezaban a editar, pues los responsables de la revista de Badajoz pensaban que era, precisamente, cuando había que ayudarlos.

Los trabajos de los colaboradores llegaban en mano o por carta a Monterrey y Lencero, que decidían de una manera informal y espontánea cuál era el guión de cada número, unas veces solos y otras acompañados por Enrique Segura o algún miembro del grupo fundador. No existía, por tanto, un Consejo de Redacción que celebrara reuniones periódicas y diseñara concienzudamente cada número: «Hemos de confesar en honor a la verdad que la dirección y cuadro de redactores pertenecen al anonimato y que son un grupo de amigos sin distinción de cargos ni de méritos los que infunden este espíritu generoso y poético a GÉVORA»[12].

Ese talante idealista es el que hacía que la censura casi no existiera en la revista y que el valor de lo publicado fuera muy diverso. Así, junto a excelentes composiciones aparecen poemas de baja calidad. No obstante, para Juan Antonio Cansinos existía una censura tácita pues, por ejemplo, no se hablaba de la Generación del 27, porque no lo permitía el ambiente político. Pero, sin embargo, esta autocensura se olvidó en el número sobre Picasso, que fue un acto valiente de Luis Álvarez Lencero porque el pintor malagueño era un artista mal visto en aquella época. Manuel Pacheco aseguraba que no existía censura en la revista pacense por la bondad de Manuel Monterrey, que deseaba complacer a todos publicándoles las colaboraciones que enviaban sin excepciones: «A pesar de que la rosa poética de GÉVORA, se ha abierto hoy más que nunca, se ha iluminado de primaveras radiantes más que nunca y se ha evaporado en perfumes de fraternidad y Amor, más que nunca, no han podido ser Todos hoy en las humildes páginas de nuestra revista, pero todos, absolutamente todos, están en la gloria de nuestro gozo y nuestro corazón. Los que hoy faltan, irán apareciendo en otros números para honor y gozo y deleite de nuestro amor de hermanos»[13]. La Redacción cumplió su compromiso y en números sucesivos fueron apareciendo colaboraciones de poetas que, por falta de espacio, no pudieron ser incluidos en este número.

También los donativos obligaban moralmente a la Dirección de la revista que, a veces, publicaba colaboraciones a benefactores ignorando la calidad, porque los necesitaba para aumentar el número de ejemplares y de las páginas que los componían: «Agradecemos los donativos que se nos envían. […] Estas cantidades las destinamos a aumentar la tirada de GÉVORA, a fin de complacer a cuantos de todas partes nos la solicitan y a incrementar sus HOJAS para dar cabida al mayor número de originales»[14].

Además, Gévora se veía presionada por colaboradores que criticaban la edición de trabajos de baja calidad[15] y la actitud negativa de poetas de renombre que se negaron a publicar en ella por este motivo. Así por ejemplo, Gerardo Diego le asegura a Luis Álvarez Lencero en una carta de 1959 que pronto le mandará alguna colaboración, pero nunca lo cumplió: «Algunos nos escriben para que seleccionemos más las firmas, pues dicen que al lado de firmas reconocidas hay otras que no se conocen y son flojos los trabajos»[16]. Aunque, curiosamente, mientras unos la despreciaban otros, como Jesús Delgado Valhondo, preferían publicar en ella antes que en otras de más prestigio: «Prefiero Gévora se reparte mejor, va a gente que sabe leer […] ya lo estás viendo, es una revista [Alcántara] mediana. Yo, cuando quiero salvar un poema lo envío allí [Gévora[17].

No obstante, con el paso del tiempo se fue seleccionando algo más y la calidad de los trabajos editados aumentó. Las notas de la Redacción indican este cambio: En el número 1, se dedica una página exclusivamente a destacar que «la colaboración queda abierta a todas las direcciones del Arte, …». Pero, en esta nota que es editada en varias ocasiones posteriores, no se alude a la calidad. Sin embargo, cuando constata que algunos colaboradores habían entendido mal el ofrecimiento enviando trabajos pobres, a partir del número 19, los responsables de la publicación empiezan a llamar la atención sobre el nivel de calidad y ponen la condición de que los trabajos tengan valor literario para ser publicados. En los números 20, 25, 33-34 y 36, vuelven a insistir sobre este punto y comienzan a exigir calidad desde la base advirtiendo a los noveles que «GÉVORA vino también para en sus Hojas de Poesía dar a conocer a los noveles y publicará los poemas que tengan un mínimo de valor literario»[18].

También, la correspondencia de Lencero descubre que hubo un tiempo en que los responsables de Gévora se interesaron por seleccionar las colaboraciones devolviendo a sus autores aquéllas que no llegaban a un nivel mínimo: «Pero siento decirle que ni uno ni otro puedo darlos [poemas] en GÉVORA. No, no se alarme. Verá: Por nada ni por nadie la revista llena sus alforjas de poesías malas. Me pone usted en un trance difícil, puesto que es muy duro tener que devolverle sus versos»[19]. O escogiendo los mejores entre las colaboraciones recibidas: «Yo no me acordé de ti para publicar tu poema en GÉVORA. Es que tu poema se lo merece. Ganó su sitio en buena batalla y mira que recibo versos y versos, pero no publico nada de nadie por amistad sino porque el poema que me llega a las manos, aunque sea de mi mayor enemigo, ese sale si tiene autenticidad poética»[20]. O, incluso, publicando poemas a autores cuya calidad lo merecía, aunque hubieran mostrado su impaciencia con exabruptos: «Podría en esta ocasión rechazarle sus poemas y su amistad por el arrebato de ligereza, pero entonces yo sería injusto […]. Francamente me han gustado sus poemas […]»[21].

Pero las circunstancias, en determinados momentos, mandaban y la Redacción en el número 43 tuvo que plantear este tema de una forma diplomática para eludir la problemática responsabilidad de la selección, pasándosela a terceros: «GÉVORA quiere extremar su amplitud de criterio y dar un máximo de facilidad a los autores de cualquier matiz que sean cuyo aplauso o censura quiere dejar exclusivamente a la sanción soberana del público que los lee»[22].

Por tanto, tres actitudes se distinguen en la selección de los originales: Primero, Gévora se abre a todas las corrientes y a todos los poetas sin ánimos de seleccionar. Después, exige calidad presionada por las críticas. Y, por último, como esta exigencia también le trae problemas con los poetas no publicados, hace recaer esa responsabilidad en el público. No obstante, la actitud que prevalece es la primera, que aparece citada en quince ocasiones, y las restantes sólo seis.

Lo cierto es que Monterrey era anciano, Lencero estaba muy ocupado con su trabajo y con sus dedicaciones artísticas. Ninguno de los dos tenían ganas ni tiempo de seleccionar ni ánimos para enemistarse con los colaboradores mediocres. Además eran dos personas de un gran corazón y sinceridad: Querían publicar una revista para que los escritores extremeños pudieran comunicarse con los demás a través de ella, y no pusieron impedimentos insalvables a nadie; cuando se vieron obligados a hacerlo, se les notaba una dureza fingida. De ahí que se les ocurriera pasar la incómoda labor de selección al público y continuaran publicando casi todo, que era lo que deseaban.

En resumen, no existió dentro de Gévora una censura impuesta por sus responsables. Sin embargo, en la época en que fue editada todo lo que se publicaba debía contar con el permiso de la censura oficial. Pero la revista pacense no debió pasarla, porque no contiene ningún dato que lo muestre como el número de depósito legal o un sello del permiso concedido para la edición por el organismo correspondiente. Parece ser, por tanto, que la publicación pasó inadvertida para los censores. Tampoco se hacen comentarios al respecto en sus páginas a problemas con la censura ni a que estuviera exenta de pasar por ella.

Estos datos indican que oficialmente no se debió tener conocimiento de su existencia, quizás porque Gévora fue una publicación difundida exclusivamente en el mundillo literario. Si en alguna ocasión un censor ajeno a ese ambiente leyó la revista, posiblemente no se enterara de mucho cuando determinados poetas publicaron poemas comprometidos o problemáticos para la época como, por ejemplo, los de carácter social que denunciaban injusticias o los que hicieron referencia a temas tabú, porque empleaban un lenguaje muchas veces camuflado en la metáfora y el surrealismo.

Tres ejemplos de textos publicados, que podrían haber dado problemas con la censura de haber existido, son un poema de Ángel Crespo titulado «Al piano», que trata sin tapujos el tema del sexo:

 Sobre el piano, un caballero

 devora su ración de orquídeas

 mientras el sexo de la joven

 es una orquídea de gran precio.

 Unas enormes nalgas golpean las baldosas.[23]

Otro poema de Manuel Ruiz González-Valero, en el que insulta al dictador que dominaba España en aquel momento:

Es preciso, poeta, amigo, hermano

hacer con nuestros versos la trinchera

donde se entierre al Ogro

-que a Dios ofende y al mundo aterra-.[24]

Y unas declaraciones de Picasso, que defendían el compromiso del artista con el mundo que lo rodea: «No la pintura no se ha hecho para decorar viviendas. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo»[25].

Posiblemente, la pertenencia al entorno de la publicación de ciertos seguidores, colaboradores y entusiastas, adictos al régimen como José Díaz-Ambrona, mantuvo tranquila a la censura pues, indirectamente, sus consejos sobre lo que oficialmente estaba permitido orientarían a los responsables de la revista para que no transgredieran los límites tolerados.

No obstante, la Redacción tempranamente advierte que «GÉVORA no se responsabiliza ni se hace solidaria ni del fondo ni de la forma de los escritos que publica y que van todos suscritos por sus autores, únicos responsables de lo que firman»[26]. Aunque el hecho de que tal advertencia no vuelva a ser publicada lleva a pensar que este aviso fue editado por la Redacción una vez con el único fin de “guardarse las espaldas” porque, en realidad, no tenía interés en censurar nada.

De todas formas Gévora no dio motivos para tener problemas con la censura. La mayoría de los colaboradores se limitaron a convertir en literarios temas no comprometidos y los que plantearon denuncias aisladas, que no fueron frecuentes, se diluyeron en el conjunto sin producir conflictos.

LA CRÍTICA DE ENRIQUE SEGURA OTAÑO

Enrique Segura Otaño fue el comentarista crítico de Gévora, que desarrolló un trabajo admirable durante toda la vida de la publicación, pues sus comentarios y opiniones dieron a conocer el contenido de los numerosos libros de poemas recibidos en la sede de la revista de Badajoz, así como de muchas de las revistas literarias intercambiadas, descubrieron la personalidad lírica de muchos autores del momento y dejaron para la posteridad una abultada e interesante documentación sobre la crítica y la actividad literaria y editora de la época.

Enrique Segura Otaño era natural de Estella (Navarra) y militar de profesión. Ascendió a capitán por méritos de guerra en la campaña de África y fue trasladado a Badajoz en 1898, donde compartió la dirección de El noticiero extremeño y El correo de la mañana con José López Prudencio y fue cronista, articulista y crítico del periódico Hoy. Por esta doble dedicación se le puede considerar como un moderno ejemplo renacentista de hombre de armas y letras.

Enrique Segura se encargaba de revisar y publicar las colaboraciones espontáneas que llegaban a los diarios citados. Tenía un criterio excesivamente tolerante, porque intentaba que aquellos periódicos realizaran una labor cultural, estimulando a los escritores que comenzaban, pues una de sus virtudes fue el interés en proteger a los noveles. Su carácter bondadoso y altruista, por tanto, encajaba a la perfección con el de Lencero y Monterrey, con el que había colaborado en la creación de periódicos pacenses a comienzos del siglo XX.

Durante muchos años se dedicó a la tarea de elevar y divulgar la cultura extremeña: Compartió varios años la dirección de la Revista de estudios extremeños también con López Prudencio, colaboró asiduamente en Alcántara y organizó actos culturales en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Además, escribió poemas y editó el libro titulado Ríos al mar con una calidad reconocida por críticos de la categoría de Zamora Vicente[27] y Arturo Gazul[28]. Además escribió una biografía de Eugenio Hermoso; otra de su cuñado Adelardo Covarsí, titulada Un montero genial; la novela Amor entre ruinas; el ensayo Cuentos, Extremadura y Cervantes y Biografías 3 sobre López Prudencio, Adolfo Vargas y Francisco Valdés. Y, aunque su incansable tarea crítica y literaria se centró en Extremadura, fue uno de los más profundos conocedores de la cultura de Portugal, donde era apreciado por su biografía sobre Eça de Queiroz.

Su amplia experiencia literaria explica que su estilo crítico se caracterizara por la concisión, la claridad y la contundencia, detalles fáciles de detectar en cualquiera de los numerosos comentarios donde da su opinión: “La poesía de Juan Luis Cordero es […] profundamente humana, nacida del alma extremeña, de raíces ancestrales, duras, ásperas; de íntima savia amorosa que fluía de su corazón. Rebelde, fuerte en su sentir, con la fortaleza de los elegidos, de entusiasmos y pasiones, capaces de levantar sobre la dura tierra un tierno paraíso. Poesía gruesa y tiesa del traje que luce el labriego. Bronco, rezumaba en castellano su alma extremeña»[29].

La crítica, que ejerció Enrique Segura en Gévora, se distinguió además por su condescendencia que procedía no sólo de su carácter permisivo sino también del ambiente familiar y amistoso que se respiraba en el mundillo de la acogedora publicación: «GÉVORA nuestra revista, es algo que ha colmado mi deseo de poeta y de extremeño pues además de sus buenas firmas, se respira en ella una grata familiaridad»[30]. Nunca se hallará en sus páginas una crítica feroz o negativa; por el contrario, siempre serán comentarios comprensivos que, cuando hacen referencia a alguna deficiencia del autor en cuestión, normalmente ya la ha superado: «Poeta hasta ahora. Desde hoy poeta y prosista superior a sus versos» asegura en el comentario de «Mirando al cielo» de Araceli Spínola[31] o «Se van desprendiendo sus sentires de superfluidades y abalorios y sus emociones de ganga inútil», dice en la crítica de Ausencias del corazón de Eduardo Cerro[32]. Con esta postura el crítico benevolente muestra su sagacidad e inteligencia en el comprometido trabajo de valorar publicaciones ajenas sin herir sensibilidades.

Los comentarios críticos de Enrique Segura se caracterizan, además, por su profundidad, agudeza y suspicacia. Ya en el año 1952 calificó a Jesús Delgado Valhondo de «recio valor extremeño con aire universal» o aseguró que la calidad de la poesía de Gabriel y Galán radicaba en «saber captar el alma de la gente sencilla y humilde del campo» o animó a Eulalia García Rubio (Laly del Coral), autora novel de teatro de Fuente del Maestre, a continuar cimentando su formación y a no cometer los errores en que suelen perderse los noveles que consiguen éxitos iniciales: «La observación, el estudio, la lectura de autores modernos, de autores clásicos y extranjeros, […] habrá de ser el pan nuestro de cada día. […]. Y sobre todo se debe frenar la vanidad de los primeros elogios que son estimulantes para una verdadera labor aún sin crear»[33].

Enrique Segura, buen conocedor de los clásicos de la tierra y consciente de que eran la base de su historia literaria, fue el que llevó el peso de su difusión en Gévora y el que llamaba la atención cuando no se atendía su memoria justamente («Así mismo debió celebrar nuestra ciudad, como se merece, la memoria del ilustre vate de Ribera del Fresno, Meléndez Valdés, en su tricentenario, como lo han recordado las revistas y diarios de toda España») o proponía agudamente «en nombre de GÉVORA que se recopilasen todos los estudios y trabajos que se han publicado en España con motivo de esta fecha señaladísima en una obra de divulgación y de cultura que honrase a Extremadura», cuando se lamentó de que Badajoz no se hubiera adherido a la conmemoración del Cincuentenario de la muerte de José María Gabriel y Galán[34].

A estas virtudes hay que añadir el buen manejo del idioma del que hizo gala: «Mucho más interesante que cualquier geografía pedagógica sirve para estudiar la topografía y la flora venezolana, porque en las páginas inspiradas por el alma sensitiva de esta mujer seductora, se aprende y aprehende el alma de Caracas, y de los pueblos y de los rincones de su contorno»[35]. O la responsabilidad que mostró en su ardua tarea crítica, preparando los comentarios a conciencia: «Enrique Segura me ruega te diga que sólo espera para hacerte un ensayo biográfico que le mandes los recortes que guardas de los diarios y revistas que hayan hecho críticas a tu obra poética, hablan de tus libros, también te sugiere le envíes enseguida todos tus libros publicados para conocerlos y enseguida se pondrá a hacer el trabajo para terminarlo dentro de este mes y publicarlo […], pues ahora está él en un momento de hacer ese trabajo. No te digo más sino que le envíes todos los datos para que haga uno de esos agudos trabajos críticos que él sabe hacer»[36].

Luego, se le debe reconocer otro mérito: Su capacidad para ser objetivo y, a la vez, quedar bien con todos en una posición tan difícil, por comprometida y complicada. Así, mientras en el comentario de Estampas campesinas extremeñas de Antonio Reyes Huertas destaca el valor moral y cristiano de esta obra, tres números más tarde reconoce abiertamente que la revista cacereña Arcilla y pájaro estaba formada por los poetas vanguardistas de Extremadura y España, que luchaban con ardor en un constante deseo de renovación. En otro número, donde comenta En la tierra del cáncer de Pacheco, rechaza la filosofía existencialista de Sartre y la poesía que nace de ella, pero reconoce que en determinados momentos consigue una alta calidad[37]. Más tarde en la crítica a Presencia mía también de Pacheco, no elude hablar del aspecto erótico del libro, abordando el tema sin ambigüedades ni rodeos[38]. O cuando en la semblanza que le dedica a Hugo Emilio Pedemonte para introducir sus «Veinte sonetos inéditos» comenta sin tapujos los aciertos y las deficiencias de la poesía de este poeta sudamericano: «Es Pedemonte un sonetista, inspirado y fantástico, facilísimo […] pero tiene también sus perjuicios, porque en una primera sorpresa emotiva pueden escaparse errores vulgarísimos que deslucen el valor extraordinario, cuando se puede volver sobre la obra inédita muchas veces antes de ver la luz y, aún después de verla, como trabaja nuestro Juan Ramón Jiménez, apasionado pulidor. Perderá la obra tal vez en frescura, pero gana en perfección».

Es cierto que, en alguna ocasión, el estilo crítico de Enrique Segura es pomposo y tópico, pero este desliz se debe generalmente a la urgencia con que se veía obligado a preparar varios comentarios para cada número de la revista. Era normal, por tanto, que para tenerlos listos en un corto espacio de tiempo, se tuviera que servir a veces de frases hechas y lugares comunes como, por ejemplo, en algunas fórmulas de despedida que parecen más propias de actos benéficos o concursos radiofónicos que del cierre de un comentario crítico: «Enviémosle nuestra felicitación más entusiasta por tan brillante obra» o «Un aplauso y un elogio muy merecido a tan humano soñador».

Y, por último, también se debe reconocer que algunas de sus críticas pecan de superficiales, pero no hay que olvidar que su trabajo como crítico formaba parte del planteamiento de Gévora, donde tenían cabida todos los escritores y todas las tendencias en un afán por ser el medio de expresión más asequible para los que compartían el objetivo común de buscar la Belleza a través de la expresión lírica. En una publicación abierta como ella no tenía sentido una crítica implacable, pues existía una predisposición a valorar más la buena intención de los poetas por escribir decentemente que a destacar los fallos cometidos.

Sin lugar a dudas, el apartado crítico de Enrique Segura es uno de los valores más preciados de la revista de Badajoz por su originalidad, calidez, equilibrio y comprensión.

 

NOMBRES CLAVES

Indudablemente los nombres más relevantes en la trayectoria vital de Gévora primero fueron sus directores por la pasión y el coraje mostrado durante su existencia y, después, su crítico Enrique Segura Otaño, por su persistente y eficaz tarea. Pero ellos por sí solos no hubieran podido mantener y sostener una trayectoria tan productiva y larga. Lógicamente necesitaron de otros personas que, con su inquebrantable fidelidad, su apoyo moral y sus contribuciones literarias y económicas, los ayudaron a que su revista consiguiera publicar durante casi una década. Por tanto es justo reconocer que, después de la tríada citada, hubo otros nombres que apoyaron decididamente a la revista y, por eso mismo, fueron también claves en su trayectoria como los componentes del grupo fundador, que resultaron imprescindibles sobre todo en su nacimiento, y los 284 colaboradores que, con su mayor o menor grado de participación, la mantuvieron viva.

Muchos colaboradores dieron prestigio a la publicación por el simple hecho de enviar sus trabajos, pues eran escritores apreciados y conocidos dentro y fuera de Extremadura y, en el caso de algunos escritores hispanoamericanos, también en toda Sudamérica como Jean Aristeguieta, poeta venezolana, que fundó y dirigió la revista Lírica hispana en Caracas. Editó numerosos libros de poemas entre los que destacan Vitral de fábula (1954), El país de las mariposas (1969), Ebriedad del delirio (1954-1979) y La carpeta de las ilusiones (1994). En Madrid fundó la revista Árbol de fuego y fue colaboradora de otras publicaciones españolas. Enrique Segura incluyó su poesía en la corriente del Neorromanticismo americano. Jean Aristeguieta fue colaboradora de Gévora en múltiples ocasiones con poemas como la serie de endecasílabos titulada «Siempre el amor» y el poema en versos libres «Dimensión vital».

Fernando Bravo Bravo (Garrovillas, 1906) fue abogado, periodista, poeta y arqueólogo cacereño. Fundó la revista cacereña Alcántara con Tomás Martín Gil, Jesús Delgado Valhondo y José Canal, y participó en muchos números de Gévora con poemas de registros variados como «Villancicos» y el soneto «Yuste».

José Canal Rosado (Arroyo de la Luz, 1913) fue maestro nacional y ejerció varios años en Cáceres. Consiguió el Premio Nacional del Ministerio de Educación y Ciencia, el primer premio en el Certamen Gabriel y Galán de 1956 y la Flor Natural en varios Juegos Florales. Recogió sus poemas en libros como los titulados El mar cercano y Viento amarrado. Su lírica se caracteriza por la humanidad, la ternura y el intimismo. Escribió también narraciones en prosa, algunos cuentos y Llamas de capuchina, que son una especie de greguerías. Canal, fundador de la revista Alcántara junto a Bravo, Martín Gil y Valhondo, participó en Gévora frecuentemente con poemas como la décima «El ciprés», el romance «Amanecer» y el soneto «El mal ladrón».

Juan Luis Cordero (Cáceres, 1882), poeta adscrito al Modernismo, comenzó siendo peón caminero y terminó como secretario de administración local. Obtuvo la Flor Natural en los Juegos Florales celebrados en Cuenca, Alicante, Sevilla, Elche, Béjar y Cáceres. Fue autor de muchos libros de poemas (Mi torre de Babel, Cosas de la vida, Clara luna, Hojas de árbol caídas, …) y poeta de fuerte inspiración clásica. Publicó varias veces en Gévora poemas de corte tradicional como los romances «Yo busco las margaritas» y «Tirando a arreglarse».

Jesús Delgado Valhondo nació en Mérida el 19 de febrero de 1909, donde su padre era notario. Como maestro nacional ejerció en Trevejo, Gata (Cáceres), Zarza de Alange (donde también fue practicante), Mérida y Badajoz adonde se trasladó en 1965 buscando un ambiente literario más activo. Allí vivió hasta su muerte el 23 de julio de 1993. Fue un poeta existencial desde el principio al fin de su obra lírica con una fuerte raíz religiosa y filosófica. La búsqueda de Dios con el fin de que le explicara las razones de la imperfección y la soledad humana es la base trascendente en torno a la que gira su extensa, unitaria y coherente obra lírica. Su técnica se caracteriza por la economía de medios, la tendencia a una poesía cada vez más esencial y el uso natural de recursos poéticos.

Su larga obra lírica está formada por diesiete libros de poemas: Canciúnculas, Las siete palabras del Señor, Pulsaciones (inéditos), Hojas húmedas y verdes (1944), El año cero (1950), La esquina y el viento (1952), La muerte del momento (1955), La montaña (1957), Aurora. Amor. Domingo (1961), El secreto de los árboles (1963), ¿Dónde ponemos los asombros? (1969), La vara de avellano (1974), Un árbol solo (1979), Inefable domingo de noviembre / Inefable noviembre (1982), Ruiseñor perdido en el lenguaje (1987), Los anónimos del coro (1988) y Huir (1994)[39]. También fue autor del extenso poema “Canto a Extremadura” (1956), donde expone su amor por su tierra y su gente, y varios libros de relatos, que destacan por su misterioso lirismo: Yo soy el otoño (1953), Cuentos y narraciones (1975), Ayer y ahora (1978), Cuentos (1986) y El otro día (1990). Además escribió artículos, semblanzas, comentarios de libros, pregones de Feria y Semana Santa, prólogos, ensayos, conferencias y crónicas.

Colaborador de importantes revistas de España (Corcel, La isla de los ratones, Álamo, Intimidad poética, Poesía española, Índice, …), participa muchas veces en Gévora por su estrecha relación con los responsables de la revista y la presión que ejercían en él pidiéndole continua y apremiantemente colaboraciones. Las más destacadas fueron la publicación del libro La muerte del momento y del extenso poema «Canto a Extremadura».

Antonio Fernández Molina fue un poeta de la Generación del 50 que, durante muchos años, trabajó como secretario de Camilo José Cela y de su revista Papeles de Son Armadans. Fundó y dirigió la revista Doña Endrina, donde Lencero publicó El surco de la sangre (1953). Colaborador de importantes revistas de España (Arquero de poesía, Poesía española, Tolosa, Halitenses, El molino de papel, El pájaro de paja, Anaconda, …) y en el manifiesto del Postismo, publicó varias veces en Gévora poemas de distintas medidas como «Hija y madre» y un relato poético «A Picasso».

María de los Reyes Fuentes era una poeta sevillana, que fundó la revista Isbiliah y perteneció al grupo sevillano de poetas jóvenes. Su poesía se caracteriza por su dulce feminidad. Colaboradora de Tolva, La muestra, Liza, … llevó con Antonio Luis Baena la revista hablada Poesía en la radio sevillana. Colaboró en Gévora con poemas de distintas medidas entre los que destacan «Serenata-deseo» y «Serenata-arrepentimiento».

Marosa di Giorgio de Medicis, natural de Salto (Uruguay) y residente en Montevideo, fue una de las mejores poetas de Sudamérica que, además, escribió relatos en prosa e hizo teatro con grupos independientes. Participó en Gévora, por mediación de Manuel Pacheco, con poemas en prosa y otros en verso como «Ángel» y «Luna».

Rafael González Castell nació en Madrid el 6 de septiembre de 1885. En su juventud frecuentó los ambientes modernistas de la capital y, especialmente, el de Fornos con sus amigos César González Ruano y Andrés González Blanco. Fue muy apreciado por Vicente Blasco Ibáñez. Estudió Derecho y fue destinado como secretario de ayuntamiento a Montijo (Badajoz), donde se casó con Margarita Zoydo Duque y vivió hasta su muerte el 6 de enero de 1965.

González Castell fue un escritor polifacético, que cultivó la novela, el teatro, el humor, el dibujo caricaturesco y la poesía. Persona vitalista, sincera y honrada, no soportaba el egoísmo ni la mentira, de ahí que muchos de sus poemas critiquen estos vicios. Entre sus obras destacan los libros de poemas Entre mis cuatro paredes, Tic-Tac,Tic-Tac -Poemas contrarreloj-; las piezas teatrales Las flores del mal y Las Carapelas -zarzuela que compuso con Rabanal Brito- y las novelas Cuando la cuarta de Apolo, La gentil Mariana, Curdoterapia y Santa cigüeña mártir. En Gévora publicó el extenso poema titulado “Entre los dos azules” y colaboró en múltiples ocasiones generalmente con poemas de distintas medidas como «Hablando con mi gato» y «Hasta muy pronto».

Luis González Willemenot nació el 5 de marzo de 1911 en Badajoz. Fue maestro nacional y periodista, que escribía en el periódico Hoy. Impartió clases en Jerez de los Caballeros, desde donde mandaba colaboraciones a Gévora como el soneto alejandrino «La voz de la tierra» o el «Romance de la niña y la nube».

Emeterio Gutiérrez Albelo era un poeta tinerfeño, que formó parte del movimiento surrealista de las islas canarias. Fundó y dirigió la revista Gánigo de Santa Cruz de Tenerife en 1953. Colaborador de La Venencia, El molino de papel, Pleamar, Mijares, Dabo, … participó en Gévora varias veces con poemas como el soneto «El cirujano», la silva «En esta tibia noche» y el romance «¡Ay cómo cantan!».

Juana Ibarbourou, poeta uruguaya nacida en 1895, se caracterizó por una fuerte voz humana, cuyas raíces autóctonas le valieron el apelativo de «Juana de América». Entre sus obras destacan Las lenguas del diamante (1919), Raíz salvaje (1920) y La rosa de los vientos (1930). Colaboradora de Grímpola, Árbol de fuego, Aljaba, … participó en Gévora con un comentario poético, «De Dora Isella»; un soneto, «Regreso», y poemas de distintas medidas como el titulado «La reina».

Antonio Juez Nieto fue pintor, escritor, Jardinero Mayor de Badajoz y profesor de la Escuela de Arte y Oficios Artísticos. La capital pacense le debe el embellecimiento de sus parques y jardines con escasos recursos económicos, pero con mucho entusiasmo, dedicación y sensibilidad artística. Gévora, que le ofreció un multitudinario homenaje en su último número, recoge colaboraciones suyas como el artículo elegíaco, «Antonio Reyes Huertas», o poemas en versos libres, «Nada», o de corte popular, «Vuelo».

Mario Ángel Marrodán nació en Portugalete en 1932. Poeta muy prolífico, editó más de cien libros, colaboró en Arquero, Grímpola, Quaderna vía, Tolva, El molino de papel, Arcilla y pájaro, … y fue director de una Colección de Poesía en Bilbao. Publicó varias veces en Gévora sonetos como «Cerrada insistencia» y «Sombra de la huida».

Gabriela Mistral, poeta chilena nacida en 1898, cuyo seudónimo fue “Lucila Godoy”, es el ejemplo del paso del Modernismo a una poesía sencilla, pero llena de imágenes profundas e íntimas en las que mezcla el sufrimiento y el amor. Desolación (1922), Ternura (1924), Tala (1938), Lagar (1954), … son los títulos de algunos de sus libros. En el año 1945 recibió el Premio Nobel de Literatura. Colaboradora de El laberinto, Grímpola, Sentir, … participó en Gévora con una silva titulada «Gotas de miel».

Eladia Morillo-Velarde, poeta extremeña casada con el poeta y crítico uruguayo Hugo Emilio Pedemonte, nació en Badajoz el 18 de agosto de 1935. En sus comienzos fue una poeta modernista, que admiraba a Juan Ramón Jiménez, y fue animada por Esperanza Segura, Lencero y Pacheco. Su poesía muestra una sutil espiritualidad, relacionada con un deseo de evasión de la realidad que le preocupa y la arrastra a la tristeza. Esta poeta, que perteneció al grupo sevillano Ángaro, es autora de varios libros de poemas, entre los que destacan, A orillas del Guadiana, Escrito sobre el tiempo y Memoria de la tierra. Colaboró repetidas veces en Gévora, donde publicó su libro de poemas Cristal.

Antonio Murciano, poeta del grupo de Arcos de la Frontera, intervino en los “Mapas literarios” editados por La estafeta literaria. Colaborador de Punta Europa, Arquero de poesía, Rumbos, Ágora, Poesía española, Cuaderna vía, Trilce, Álamo, Alcántara, Grímpola, Arista literaria, Pliego crítico, La Venencia, … participa en varios números de Gévora con poemas de distintas formas entre los que destacan el soneto «Hombre» y la décima «… para un arlequín de Picasso».

Carlos Murciano, hermano del anterior y, como él, poeta del grupo de Arcos de la Frontera, intervino también en los “Mapas literarios”. Colaborador de Arquero de poesía, Cuadernos de Ágora, Grímpola, Arista literaria, Álamo, Pliego crítico, La Venencia, … participa en Gévora con un soneto, «Duda»; un romance endecha, «Treinta versos para Pablo Picasso» y en la serie de sonetos titulada «Los ángeles del vino de Jerez», que compuso a dúo con su hermano.

Manuel Ostos Gabella, poeta y director de la revista valenciana Malvarrosa, nació en Ecija (Sevilla) el 4 de febrero de 1902. Hijo de un jornalero del campo, se crió en cortijos andaluces donde trabajaba su padre y por esa razón no pudo asistir a la escuela. A pesar de esto tuvo una afición poética muy temprana. A los 12 años publicó sus primeros poemas en una revista de Puente Genil (Córdoba). A partir de este momento no dejó de editar en revistas del sur y de otras regiones. Más tarde emigró al Levante y se afincó en Valencia donde consiguió el trabajo de listero en una fábrica. Allí comenzó a trabajar en su revista Malvarrosa con una enorme ilusión: Pasaba a máquina uno a uno los cien ejemplares, que formaban cada tirada de la revista. Los gastos los cubría él mismo y también los que le originaban los viajes en tranvía a la fábrica, antes de que llegaran las mecanógrafas para poder pasar la revista, y los de vuelta porque se quedaba mecanografiando después de que se marchaban los obreros. Entre sus colaboraciones en Gévora destaca su silva «Al poeta».

Manuel Pacheco Conejo formó parte del grupo fundador de la revista pacense, y tenía contactos con poetas portugueses e hispanoamericanos que, por su intermediación, participaron en sus páginas. Además fue un poeta muy apreciado por los escritores hispanoamericanos que colaboraron en Gévora, donde aparecen poemas laudatorios dedicados a su poesía arrasadora en defensa de la dignidad del ser humano. Pacheco nació en Olivenza el 19 de diciembre de 1920. Por ser huérfano de padre, pasó diez años en el hospicio de Badajoz. Fue poco a la escuela y comenzó a trabajar desde muy niño en las más diversas ocupaciones. Posteriormente consiguió un puesto de administrativo en la pagaduría militar. Murió el 13 de marzo de 1998 en Badajoz.

Pacheco tenía amplios conocimientos literarios y musicales. Fue un ferviente lector de lo que él llamaba la antiliteratura de Joyce, Ducasse, Miller, Kafka, César Vallejo, … Su producción poética es muy extensa; entre sus libros de poemas destacan Presencia mía, Para curar el cáncer no sirven las libélulas, Nunca se ha vivido como se muere ahora y Azules sonidos de la música[40]. En prosa tiene, entre otros títulos, “El huevo y otros relatos», «Molinillo y otras historias» y «Diario de Laurentino Agapito Agaputa»[41]. Fue corresponsal de las revistas Calandria, Atalaya y Tina y colaborador de Acento cultural, El pájaro de paja, Arquero de poesía, Aldonza, Deucalión, Doña Endrina, Álamo, Orejudín, Hontanar, Liza, Pleamar, entre otras. Muchos de sus poemas han sido traducidos a numerosos idiomas por su tremenda facilidad para la imagen alucinante y combativa, que despierta una gran admiración.

Colaboró en numerosísimas ocasiones en Gévora con poemas como el soneto «Pesebre de cristal», el romance «A Jean Aristeguieta», la décima «Glosas a Jesús crucificado», poemas en prosa como el titulado «Prosema en forma de Picasso» e, incluso, con la reedición de su libro de poemas Ausencia de mis manos.

Hugo Emilio Pedemonte, poeta uruguayo nacido en Montevideo, fue profesor, crítico y conferenciante. Editó libros como Metodología de la Literatura, La poesía de Delmira Agustini, Poesía y Poética de Jean Aristeguieta, Con sombra de un vuelo y Música de hojas muertas. Viajó a España, donde conoció a la poeta extremeña Eladia Morillo-Velarde con la que contrajo matrimonio. Formó parte del grupo sevillano Ángaro; fue gran amigo de Monterrey, Lencero y Valhondo y participó en varios números de Gévora generalmente con sonetos como los titulados «Veinte sonetos inéditos».

Juan José Poblador Santos, novelista extremeño, Premio Isenda de Moncada con su novela Pensión[42] y articulista del periódico Hoy, colabora en Gévora con textos en prosa como los relatos «El chaleco rojo» y «Picasso», donde realiza una aguda y apasionada defensa del Arte Nuevo.

Francisco Rodríguez Perera, poeta de Villanueva del Fresno, nació el 31 de enero de 1901. Estudió Magisterio en Badajoz e impartió clases en varios pueblos de la provincia. Posteriormente se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid, donde fue discípulo de Ortega y Gasset. Impartió clases de Latín en los Institutos de Villafranca de los Barros, Vélez (Málaga) y Badajoz. Murió el 19 de marzo de 1969. Editó dos libros de poemas titulados Rex (1946) y Alba del gozo (1954) y un diálogo de contenido filosófico que denominó Sobre los valores humanos (1963). Además fue director de Alor, componente del grupo fundador de Gévora y colaborador con sonetos como «Tus ojos» y las décimas tituladas «Silencio».

Y Francisco Vaca Morales, arquitecto y colaborador de El molino de papel (Cuenca) y otras revistas españolas, participa en Gévora con trabajos en prosa como los dos ensayos que titula «Sentimiento sabiduría».

Otros nombres de peso fueron colaboradores asiduos, que ayudaron a los responsables de Gévora a mantener un nivel de participación aceptable como Julio Acha, poeta vasco, que fue redactor del Noticiero extremeño en 1909 con Mirabal, Reyes Huertas y Rodríguez Taribó. Colaboró en varios números de la revista pacense con poemas como el soneto «El conde de Luxemburgo» y el romance «Alfonso VIII en San Sebastián».

Pedro Belloso Rodríguez nació en Alange (Badajoz) el 3 de febrero de 1926. Era un sacerdote que componía una lírica de tipo tradicional, cuya máxima calidad la alcanzaba con temas rurales y paisajísticos. Autor de varios libros de poemas (Campo y pueblo, Entre encinas, …), colabora en Gévora varias veces con sonetos como «Estás» o romances como «Llueve sobre la ciudad».

Juan Berbel, maestro de escuela, residía en Cantoria (Almería). Sus ideas estéticas procedían de Machado y Juan Ramón. Rechazaba por eso todas las escuelas modernas que se caracterizaban, según él, por su falta de sinceridad y afectación. Su poesía, que es breve, intensa y sensitiva, destaca por la sencillez, la ingenuidad, el amor a la naturaleza y a las pequeñas cosas que lo rodeaban. Colaboró repetidas veces en Gévora con poemas como el soneto «A una mariposa» y la décima «La amorosa entrega».

Aida Berenguer, poeta sevillana, participó en Gévora con el monólogo poético «Escucha, soy yo»; la reseña de un homenaje a Salvador Rueda; el relato «La frase inacabada» y unas cancioncillas tituladas «A la Virgen».

Carlos Callejo nació el 28 de enero de 1911. Fue autor de obras literarias como El lobo negro y El abeto azul. También tiene libros dedicados al estudio de Extremadura: Guadalupe y la Hispanidad; Extremadura, Badajoz y su provincia; El origen y el nombre de Cáceres. De sus colaboraciones en Gévora destacan tres sonetos titulados «Ofrenda», «Panetela» y «Pureza».

Francisco Cañamero fue un sacerdote y poeta muy sensible, que ejerció de párroco en Esparragosa del Caudillo. Su capacidad lírica fue descubierta en el Seminario de Badajoz por Jesús Delgado Valhondo[43]. Dos veces colabora en Gévora con un poema en endecasílabos titulado «A los poetas de los miércoles en Badajoz» y el soneto «La fe».

Eva Cervantes, poeta sevillana, dirigió y celebró en su casa la tertulia Reuniones Literarias del Paraíso, a la que asistieron Vicente Sánchez-Arjona, Amantina Cobos y María Muntanar. Según Enrique Segura, cultivó la «poesía cargada de sales humorísticas y de esa gracia andaluza que cuando es natural supera todas las esencias del espíritu». Colaboró mucho en Gévora con poemas generalmente de contenido religioso, que solía dedicar a la Semana Santa sevillana de la que era una apasionada. Sus poemas adoptan formas variadas como las liras «La escala de Fontiveros», el soneto «La Virgen de los Reyes» y las décimas «A Jesús de Pasión».

Amantina Cobos fue una poeta sevillana, que asistía a la tertulia de Eva Cervantes. Colaboró en bastantes números de Gévora con poemas como «La gran dama», «La única verdad» y «El trabajo».

Iverna Codina de Giannoni era una poeta argentina, cuya participación en Gévora se concretó en un romance heroico, «Nadie podrá decir»; un poema de distintas medidas, «Poema para tu recuerdo», y dos silvas, «Canto de mañana» y «Elegía última».

Manuel Delgado Fernández, poeta cacereño, fue autor de Rimas que brotan (1909), A ratos perdidos (1911), Romancero del coronel Villalba (1949) y Los mensajes del sol y la luna (1963). Colabora en Gévora en varias ocasiones con poemas como el romance «Alba de primavera», la silva «Pinceladas furtivas» y una serie de endecasílabos titulada «Evocación de Extremadura».

Carlos Alberto Larumbe, poeta argentino, participa con mucho entusiasmo en varios números de la revista pacense con poemas como el romance «Gévora«; otros de distintos metros como «Jean» y una silva titulada «In fine».

Antonio López Martínez, catedrático de Francés en el Instituto Santa Eulalia de Mérida, fue colaborador de Olalla y Alcántara. Su calidad de buen autor de sonetos la muestra en Gévora publicando varios como los titulados «Glosa o recuerdo» y «Destino».

María de la Hiz Flores, “Mahizflor”, fue esposa de Carlos Pérez Alonso, discípulo de Chamizo. Poseían tierras de labor en Aceuchal (Badajoz), donde residían en tiempo de recolección. Fundaron un museo taurino en 1948, que llegó a contar con más de 200 piezas de interés de los más famosos toreros españoles de todos los tiempos. “Mahizflor” participa en Gévora generalmente con romances de tema taurino como «La tarde le dijo al sol», «¡Ay, plaza Monumental!» y «La oración de los toreros».

Julio Mariscal Montes era un poeta gaditano del grupo de Arcos de la Frontera y director de la revista Platero, que colabora en Gévora con el soneto «Dios-Hombre» y la silva «Poema».

Manuela Pérez de Pérez de Villar era una poeta extremeña nacida en Jerez de los Caballeros, que fue presentada por Amantina Cobos en el Ateneo sevillano. Participó en la revista pacense sobre todo con trabajos en prosa como el artículo poético «Pincelada»; el monólogo «En brazos de la quimera y los relatos «La cita de los miércoles» y «Luz que disipa sombras».

Pedro Romero Mendoza fue un escritor que, durante más de 20 años, dirigió la revista cacereña Alcántara. Edita en Gévora romances como el titulado «Romance del amor imposible» y sonetos como, por ejemplo, «El concierto».

Manuel Ruiz González-Valero, poeta exiliado en Badajoz, escribió en la cárcel Musa entre hierros. Fue el descubridor de Manuel Pacheco; defendió su poesía e intentó que la publicaran. De su triple participación en Gévora, destaca el romance «Los vencejos».

Dora Isella Russell fue una poeta argentina descendientes de navarros. En Gévora colabora sobre todo con sonetos como los titulados «Regreso» o «Recuento».

Gladys Smith fue una poeta argentina, que colaboró en varios números de Gévora con poemas como una serie de endecasílabos titulado «Heraldo» y un romance dedicado «A Lírica hispana«.

Leonor Trevijano de Ramallo fue una poeta y escritora de Badajoz, que en varias ocasiones colaboró en la revista de su ciudad con romances como los titulados «Romance de viento y sol» y «Coimbra».

Y Amílcar Uralde, poeta argentino, participó en varios números de Gévora con poemas de metros diversos y una silva titulada «Jardinero».

Otros nombres también fueron fundamentales porque, además de colaborar en Gévora, la apoyaron económicamente como Eduardo Cerro que fue el benefactor que más donativos envió a Gévora, abogado del Estado y poeta madrileño. Enrique Segura destaca de él «la constancia y la voluntad de evolucionar hacia la perfección, dejando lo superfluo, hasta alcanzar intimidades espirituales de una sencillez perfecta». Participó en varios números de Gévora con la silva «Atardecer», el artículo «El hombre bueno» y sonetos como «Las luces del alba».

José Díaz-Ambrona fue un abogado con vocación poética. Pacheco lo definió como «el gran mecenas de los poetas de Badajoz»; a él incluso le proporcionó la casa donde vivía. Según Jesús Delgado Valhondo, Ambrona fue el primero que habló del «triángulo poético extremeño». Es la persona que más hizo por Lencero y Pacheco dentro y fuera de Badajoz y fue el promotor de la edición de la Primera antología de Valhondo. José Díaz-Ambrona fue un hombre inteligente, que intervino en múltiples manifestaciones culturales e, incluso, escribió libros de poemas como el titulado Lo eterno. En la revista pacense aparece una «Semblanza de Manuel Monterrey», un pregón de Ferias y unos tercetos titulados «El alma de la noche» de este amante de la Cultura.

Araceli Spínola de Gironza, aunque llegó tarde a la Poesía, mostró tal pasión por ella que se autoeditaba sus libros. Colaboró muchas veces en Gévora con poemas de distintas formas como unas tercerillas tituladas «Cantos breves», el romance «Pinceladas de mi Extremadura» o los proverbios «Cantares».

Hubo otros nombres primordiales para Gévora, aunque colaboraron en contadas ocasiones y al final de su trayectoria, porque ayudaron a alargar su vida y a que terminara su existencia con dignidad como fue el caso de Manuel José Arce y Valladares, que fue director de La isla de los ratones, revista poética santanderina, y colaborador de muchas revistas importantes como Raíz (Madrid), La calandria (Barcelona) y Rocamador (Palencia). En Gévora participó sólo una vez con el romance heroico, «Corazón nudo troncal».

Gabriel Celaya, máximo representante de la poesía social junto a Blas de Otero, abandonó su profesión de ingeniero para dedicarse a la Poesía, que creía un medio para cambiar la vida. A pesar de sus numerosas decepciones fue siempre fiel a su vocación, escribiendo libros como Cantos iberos y manteniendo Colecciones de Poesía como Norte, donde publicó Jesús Delgado Valhondo su libro El año cero en 1950. En su vejez se encontró en la indigencia y el Ministerio de Cultura le tuvo que conceder una ayuda económica para que pudiera sobrevivir. Colaboró en Gévora en dos ocasiones con un poema de su libro Paz y concierto que comienza con este verso: «No me hagáis más preguntas. Cantad cara al mañana» y con otro de distintas medidas titulado «Con, de, en, tras, Pablo Picasso».

Y los participantes en el número dedicado a Picasso también entran en esta hornada de nombres claves. José Camón Aznar fue crítico de Arte, que editó varios ensayos sobre el pintor en Gévora: «La línea picassina», «Síntesis de la pintura picassiana» y «El espectáculo Picasso».

Juan Antonio Gaya Nuño, crítico de Arte y colaborador de La isla de los ratones, Planas de poesía, … nació en 1913 en Tardelduende (Soria) y colaboró en la revista pacense con un ensayo titulado «Del libro: Picasso».

Juan Navlet, poeta y médico, asistió a las tertulias de Esperanza Segura y dio conferencias en Badajoz; posteriormente se trasladó a Madrid. En Gévora colaboró con el ensayo titulado «Picasso, hombre español».

José María Pemán, poeta, crítico y autor teatral gaditano, comenzó escribiendo obras con las que conquistó el favor del público conservador, pues tenían un propósito propagandístico de las ideas tradicionales (El divino impaciente, Cuando las Cortes de Cádiz, Cisneros, La santa virreina). Posteriormente cultivó un teatro de ambiente contemporáneo con intención moral (Callados como muertos, Vendimia). Y también realizó adaptaciones del teatro griego (Edipo, Antígona). Colaborador de Cuadernos de Literatura contemporánea, Vértice, Redención, Cuadernos de poesía, Arquero de poesía, Espadaña, Yedra, Aljibe, Cauce, Torre Tavira, Cántico, Ilíberis, Caracola, Mediterráneo, Mensaje, mantuvo relación con Pacheco, Valhondo y Lencero, a los que invitó a dar varios recitales en Cádiz. El ensayo titulado «El antipicassiano» es su aportación al homenaje dedicado a Picasso.

Otros nombres pueden ser considerados valiosos para Gévora, porque le imprimieron la elegancia intelectual de su nobleza como Miguel Muñoz de San Pedro, conde de Canilleros, abogado, historiador, poeta, crítico y extremeño muy amante de su tierra, que se interesó por el estudio de su cultura y por la elevación de su nivel intelectual ayudando a crear la Universidad de Extremadura. De su obra histórica pueden destacarse títulos como Crónicas trujillanas del siglo XVI; Noticias históricas de la villa de Cáceres; Cáceres, la ciudad vieja y Extremadura. La tierra donde nacen los dioses. Sus cuentos y poemas juveniles fueron publicados en la revista Juventud católica de Cáceres; sus Estampas cacereñas, en el periódico Extremadura, y sus Recuerdos, en Alcántara. Intervino en Gévora con  un romance, «En el azul de la noche», y tres sonetos, «Nocturno estival de Extremadura», «Vencido» y «Al pintor Fernando Moreno Márquez».

Y Vicente Sánchez-Arjona, marqués de Paterna del Campo y poeta extremeño residente en Sevilla, fue autor de una obra amplísima. En su mansión sevillana celebraba las Reuniones Literarias del Paraíso, a la que asistían también mujeres poetas como Eva Cervantes y Amantina Cobos. Colabora en Gévora sobre todo con sonetos como «A la venida del Mesías» o «Suplicio eterno».

Y, por último, algunos nombres, aunque sólo colaboraron esporádicamente en Gévora, en conjunto pueden ser calificados como claves porque, con su mínima aportación, también contribuyeron a su mantenimiento: Pedro Caba y su hijo Rubén, filósofos; Antonio Cabral, poeta portugués; Juan Cervera Sanchís, director de la revista sevillana Axati; Ángel Crespo, director de la Revista de cultura brasileña; Rufino Delgado, poeta cacereño; Casimiro de Brito, poeta portugués; Ileana Espinel, poeta ecuatoriana; Ángela Figueras, catedrática y poeta social; Fernando García Jimeno, poeta pacense; Lola Mejías, poeta y mujer de Eugenio Frutos; Garciasol, poeta existencial y social; Marcelino García Velasco, poeta palentino del grupo Rocamador; Rafael Jaume, director de la revista Dabo de Palma de Mallorca; Conie Lobell, poeta venezolana; Leopoldo de Luis, discípulo de Aleixandre; Eladia Montesinos, poeta y esposa de Pedro Romero Mendoza; Rafael Morales, premio Adonais; Arsinoe Moratorio, director de Cuadernos de Julio Herrera Reissig; Gabriel Moreno, director de la revista cordobesa Arkángel; Arsenio Muñoz de la Peña, escritor; Antonio Rebordao, poeta portugués; Ilka Sanches, poeta brasileña; Manuel Terrón, abogado y escritor de Badajoz; Monserrat Vayreda, poeta catalana, y Antonio Zoido, crítico de arte y escritor pacense.

Aparte de estos nombres, que tienen en común haber colaborado con Gévora líricamente, hay otros cuya contribución, aunque fue extraliteraria, también resultó beneficiosa para ella pues, por ejemplo, los dibujantes Julián Báez Sánchez, Antonio Juez Nieto, Ignacio López de Haro, Antonio Tirado Carbonero, Francisco Pedraja Muñoz y Antonio Vaquero Poblador ayudaron a que su presentación fuera más atractiva y los impresores Arqueros y Mangas contribuyeron en su edición con el regalo de la portada y la contraportada.

EL NÚMERO SOBRE PICASSO

El número 63/67, editado en octubre de 1958, fue dedicado por Gévora a ensalzar la figura del pintor Pablo Ruiz Picasso que por entonces se encontraba exiliado en Francia.

El motivo, que tuvo la revista pacense para arriesgarse a editar este número sobre un artista proscrito, fue una durísima crítica de Baldomero Díaz de Entresoto contra el pintor malagueño, que Manuel Pacheco contó a Jesús Delgado Valhondo de esta manera: «Y ahora pon atención, creo que conoces el desgraciado artículo que escribió en HOY Baldomero Díaz de Entresoto sobre Picasso en fecha 8 de mayo de este año. En él decía que Picasso no era de España, que se debía regalar para que se cagara el mundo en él (decía educadamente hiciera el mundo sus necesidades inferiores) que todos los que admiramos su obra somos unos cretinos y nos debían arrojar de España al son de una cencerrada, porque somos mugre y estupidez, le decía a Picasso pellejo, despojo de pudridero, y que era un tío pachucho con su panza gelatinosa, en fin yo no he visto jamás barbaridades y falta de caridad cristiana escritas en prensa y para más católica […] en desagravio a esto vamos a hacer un gran número extraordinario en Homenaje a Picasso en Gévora, con dibujos de Vaquero, Pérez Muñoz, Pedraja y otros y colaboración de Camón Aznar al cual escribí y me escribió, pedí colaboración a Moñino, Gaya Nuño, Blas de Otero y otros buenos poetas, ya tenemos algunos buenos poemas, así que MANDA ALGO SOBRE PICASSO, pero ajeno al artículo y sólo sobre el artista, así el número adquirirá categoría, otra cosa sería ponernos por debajo de Baldomero»[44].

Según Isabel Benedicto el número de Gévora sobre Picasso fue una iniciativa de Luis Álvarez Lencero, al que escuchó comentársela a Manuel Monterrey. Lencero, que se caracterizó por su espíritu luchador y comprometido, quiso homenajear a un español en el exilio como compromiso propio de un poeta inscrito, al final de los años 50, en el Realismo Social.

El número dedicado a Picasso se consiguió publicar porque contó con el consentimiento tácito de José María Pemán y Camón Aznar, prestigiosos intelectuales cercanos al régimen, cuando Pacheco les comentó el proyecto, les propuso colaborar y aceptaron su invitación. A continuación, se pidió colaboración a los mejores críticos de Arte de España y el número fue elaborado y distribuido sin problemas a pesar de que, en aquellos tiempos, era impensable hablar públicamente de Picasso y menos homenajearlo en una revista destacando su combativa personalidad artística.

Tanto Picasso como los colaboradores recibieron ejemplares de este número especial, pero ni el pintor ni muchos participantes respondieron al envío y, por tanto, no agradecieron a Lencero el esfuerzo y el riesgo que había corrido como coordinador del número. Por esta razón el impetuoso poeta se quejó amargamente de este injusto olvido: «Tampoco he recibido el acuse de recibo […] por parte del homenajeado. Como comprenderá usted buen amigo esto duele bastante, pues no merece uno el silencio […] máxime habiendo puesto tanto amor y tanta sangre en hacer tal número de GÉVORA»[45].

Jesús Delgado Valhondo calificó este número como el mejor realizado por la revista pacense por su valentía y su calidad. Ciertamente, Gévora fue muy audaz al publicar el número sobre Picasso, cuando el ambiente era muy contrario tanto al artista proscrito como al Arte Nuevo. José María Pemán, en la colaboración que aparece en el número, cita dos hechos conflictivos sucedidos en la época contra las nuevas tendencias artísticas: La agresión sufrida por una escultura vanguardista de Ángel Ferrant en Barcelona y la campaña del poeta sevillano García Viñó en defensa del Arte Nuevo, que terminó «con aire de bronca en el sol»[46]. Finalmente, Picasso a través de su secretario Jaime Sabartés felicitó a Lencero y a los colaboradores del número que Gévora le dedicó[47].

Este número despertó tanto interés dentro y fuera de la región que, hasta hace unos años, se ha estado solicitando ejemplares desde puntos distantes como Barcelona y París. Tal éxito compensó a Lencero sus desvelos («El último número dedicado a Picasso fue comentadísimo y he recibido infinidad de cartas y periódicos de juicios entrañables de todo el mundo»[48]) pues, además, intelectuales de la talla de Vicente Aleixandre lo felicitaron efusivamente: «Muchas gracias mi querido Álvarez Lencero, por el número picassiano de GÉVORA. Realmente ha obtenido usted un conjunto que es todo un movimiento de amor, y ello desde una revista que arde en su ropa pobre pero dando una magnífica lumbre. Verso, prosa, reproducciones, picassianas: todo armonioso en el votivo resultado. Le felicito cordialmente»[49].

Varias razones hacen que, el número dedicado a Picasso, sea el mejor en calidad de los publicados por Gévora. Por primera vez cambia la portada. La fotografía tradicional del puente sobre el río Gévora es sustituida en la parte izquierda por una reproducción en color de un cuadro de Picasso, que fue realizado uno a uno por Luis Álvarez Lencero desde el ejemplar número 1 al 54 y por Julián Báez Sánchez desde el 55 al 108. En la parte derecha, aparece el título de la revista dispuesto de arriba abajo y, en la parte inferior, la palabra «badajoz».

Otros dibujos ilustran el interior del número: La página siguiente a la portada está llena de firmas del pintor y pone en letras grandes «Homenaje a Picasso». La que va a continuación contiene un dibujo de su busto realizado por Francisco Pedraja, la lista de colaboradores, el autor de la realización del número, «Luis Álvarez Lencero», la fecha a la que corresponde el número, «Junio a octubre de 1958», el número correspondiente, «63 al 67», y la tirada, «200 ejemplares». También otras páginas (4, 13, 21, 25 y las nueve últimas) están ilustradas con reproducciones de dibujos y cuadros de Picasso, entre los que se encuentran “El viejo judío», «El loco», «El aperitivo», «Las demoiselles d’Avignon», «Los tres músicos», «Mujeres de Argel» y «Busto femenino».

La nómina de colaboradores es selecta: Joaquín Albalate, Luis Álvarez Lencero, Alberto Barasoain, José Camón Aznar, Gabriel Celaya, Jesús Delgado Valhondo, Casimiro de Brito, Paul Eluard, Antonio Fernández Molina, Marcelino García Velasco, Juan Antonio Gaya Nuño, Mario Ángel Marrodán, Antonio y Carlos Murciano, Juan Navlet, Manuel Pacheco, José María Pemán, Juan José Poblador, Juan Porcar Montoliu, Francisco Rodríguez Perera, Leonardo Rosa Hita, Francisco Vaca Morales, Miguel Valdivieso y Antonio Zoido.

En esta ocasión, se observa que se ha realizado una selección, pues faltan muchos colaboradores asiduos de Gévora que se autoexcluirían ante la responsabilidad de participar en un número tan selecto o fueron apartados diplomáticamente. Resulta llamativo que no participe ninguna escritora, quizás porque en general no debían estar muy al tanto de las corrientes vanguardistas, si se tiene en cuenta el tono de sus colaboraciones en la revista de Badajoz, y ellas mismas decidirían no participar. También se echa en falta a algunos escritores hispanoamericanos que, posiblemente, prefirieron no colaborar por estar muy lejos de las vanguardias europeas y no poder elaborar con conocimientos suficientes trabajos de calidad.

También la disposición de las colaboraciones está más cuidada, pues no se amontonan los poemas ni los escritos en prosa y se dejan abundantes márgenes. Es de las pocas ocasiones en que se incluye un índice donde aparecen los colaboradores, los títulos de los trabajos publicados, el número de las páginas donde se encuentran y abundantes datos técnicos: Los autores de los dibujos, que reproducen obras de Picasso, fueron Francisco Pedraja Muñoz, Julián Báez Sánchez, Ignacio López de Haro, Antonio Vaquero Poblador y Antonio Tirado Carbonero. Lencero pasó a máquina todo el número y José María Viera lo tiró a ciclostil. Y, finalmente, se reconoce el interés de los colaboradores con este texto de Lencero: «Gévora agradece hondamente a todo el que intervino su pedazo de pan bueno con el que alimentó sus alas para escribir en el viento: ‘Pablo Ruiz Picasso'». Las librerías Doncel, Arqueros y Mangas expusieron los ejemplares de la tirada en sus escaparates y sufragaron los gastos de las portadas. Y Gonzalo Fausto y Rabanal Brito, locutores de Radio Sindical de Badajoz, ayudaron a difundir el número. Además, el número 63/67 tiene veintiséis páginas de colaboraciones, una extensión muy apropiada. Las restantes páginas del número se encuentran llenas de dibujos que adornan y completan las colaboraciones.

Sin duda se trata de un número especial, en el que culmina el interés renovado de la Redacción de Gévora por embellecer los números con dibujos y por hacerlos más atractivos y completos. Este número es también el intento de sus responsables por “hacer algo sonado» con el fin de recuperar el prestigio perdido. Quizás la crisis de colaboraciones permitiera a la Redacción organizar la elaboración de este número concienzudamente y, a la vez, conseguir la participación de firmas acreditadas de la época que, en esta ocasión, aportaron trabajos sin problemas pues, previamente, se les aseguraría que no iban a aparecer en este número otros de baja calidad.

Sin embargo, el número sobre Picasso es, poéticamente hablando, el “canto de cisne” de Gévora que no volverá a recuperarse a pesar del excelente trabajo realizado y del prestigio que le reportó.

NOTAS

[1] Gévora nº 2, p 1.

[2] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 30-11-52, archivo particular de J. D. Valhondo.

[3] Gévora nº 5, p. 1.

[4] Gévora nº 5, p. 9.

[5] «En el tercer aniversario de GEVORA», Nota de la Redacción, nº 22, p.1.

[6] Gévora nº 41, p. 4.

[7] Gévora nº 42, p. 2.

[8] Gévora nº 19, p. 7.

[9] pp. 11 y 12 respectivamente.

[10] Gévora nº 48/50, p. 12.

[11] Arturo Gazul, «Gévora ha cumplido tres años de publicación», Hoy (Badajoz), 29-12-54, p. 6.

[12] Gévora nº 18, p. 10.

[13] Gévora nº 36, p. 10.

[14] Gévora nº 4, p. 5.

[15] Es cierto que algunas colaboraciones no tenían una mínima calidad como se puede comprobar en esta pretenciosa alabanza a la Virgen, que está repleta de tópicos: «Porque eres la más bonita. / Por ser la más poderosa. / Y además de morenita … / no hay otra más milagrosa».

[16] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-1-53, archivo particular de J. D. Valhondo.

[17] Carta de Jesús Delgado Valhondo a Rubén Caba, Mérida, 27-12-60, archivo particular de R. Caba

[18] Gévora nº 36, p. 11.

[19] Carta de Luis Álvarez Lencero a Antonio Herrero, Badajoz, 17-6-60, archivo particular del autor.

[20] Carta de Luis Álvarez Lencero a Graciano Peraita, Badajoz, 28-8-60, archivo particular del autor.

[21] Carta de Luis Álvarez Lencero a Alejandro Cano, Badajoz, 28-6-59, archivo particular del autor. En la página 13 del número 68/82, Lencero editó el poema titulado “Campo extremeño” a este impaciente colaborador.

[22] Gévora nº 43, p. 6.

[23] Gévora nº 42, p. 3.

[24] “… el verso presentido de la gloria”, Gévora nº 58/60, pp. 11 y 12.

[25] Gévora nº 63/67, p. 28.

[26] Gévora nº 3, p. 3.

[27] «‘Ríos al mar’, miscelánea de serenidad y sentimiento. Enrique Segura nos habla de cosas que fueron con la vibración profunda de la buena fe humana y la intachable dignidad de un estilo. Escuchar a Enrique Segura, siempre asomado al margen de sus páginas, siempre velada su expresión por una sobria modestia, es asomarse a la certeza de lo permanente», Gévora nº 43, p. 12.

[28] «Hay en todo el libro tanta y tanta sensibilidad, tan certeras pinceladas, tan afortunadas aleaciones de ironía y poesía, tan delicada fusión entre inteligencia y sentimiento que reunidas yo no las encuentro sino en contados escritores españoles», Gévora nº 43, p. 12.

[29] Gévora nº 39, p. 1.

[30] Opinión del escritor cacereño Juan Ramos Aparicio, Gévora, nº 11, p. 11.

[31] Gévora nº 19, p. 9.

[32] Gévora nº 39, p. 8.

[33] Gévora nº 23, p. 11.

[34] Gévora nº 26, p. 6.

[35] Comentario crítico de Paisajes venezolanos de Jean Aristeguieta, Gévora, nº 19, p. 9.

[36] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 8-12-54, archivo particular de J. D. Valhondo.

[37] Gévora nº 14-15, p. 10.

[38] Gévora nº 37, p. 10.

[39] Antonio Salguero Carvajal es el autor de la tesis doctoral La poesía de Jesús Delgado Valhondo (Caceres, UEX, 1999), donde ha expuesto un profundo y extenso análisis de la experiencia vital, la Poética y la obra lírica del poeta emeritense.

[40] Antonio Viudas Camarasa ha confeccionado la edición de la Poesía completa de Manuel Pacheco, 3 tomos, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1999. Aparte del buen trabajo realizado por Viudas, esta edición tiene la virtud de haber sido verificada por el poeta antes de morir.

[41] Anteriormente Antonio Viudas Camarasa preparó la edición de la Obra en prosa (1949-1995) de Manuel Pacheco, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1995.

[42] Barcelona, Garbo, 1957.

[43] Jesús Delgado Valhondo, «Ha muerto un extraordinario poeta: Francisco Cañamero, sacerdote». En Literatura en Extremadura de Manuel Pecellín Lancharro, Tomo III, Badajoz, Universitas Editorial, 1983, pp. 78-80.

[44] Carta de Manuel Pacheco a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 7-7-58, archivo particular de J. D. Valhondo. Valhondo publicó el poema «Motivos de sobra para que Picasso me pinte un cuadro», que más tarde incluiría en su libro de poemas Aurora. Amor. Domingo, editado en Primera antología, Badajoz, Diputación Provincial, 1961, pp. 147-149.

[45] Carta de Luis Álvarez Lencero a Camón Aznar, Badajoz, 8-7-59, archivo particular del autor.

[46] «El antipicassiano», p. 3.

[47] Carta de Jaime Sabartés a Luis Álvarez Lencero, París, 20-8-59, archivo particular de L. Á. Lencero.

[48] Carta de Luis Álvarez Lencero a Carmen Santos, Badajoz, 5-7-59, archivo particular del autor.

[49] Carta de Vicente Aleixandre a Luis Álvarez Lencero, Badajoz, 10-12-58, archivo particular de L. Á. Lencero.

CAPÍTULO V

 

COLABORADORES

Los colaboradores de procedían de la tupida red de relaciones, que establecen en torno a la actividad literaria los escritores cuyos talantes, generalmente abiertos, se caracterizan por entablar espontáneos y cálidos contactos con aquéllos que se sienten como ellos atraídos por la Literatura y, a la vez, por poner en contacto a otros que no se conocen. Así, partiendo del reducido número de componentes del grupo fundador, que fue el difusor del proyecto editorial y quien cursó las primeras invitaciones a participar entre sus amigos de dentro y fuera de España, el número de colaboradores creció progresivamente hasta llegar a la cifra de 284 al final de la vida de la revista.

No obstante, la publicación en un principio surgió como un medio de transmisión de la poesía de Badajoz y no figuraba entre sus objetivos difundirse mucho más allá de los límites de Extremadura. Pero estas previsiones iniciales se vieron enseguida desbordadas a causa del entusiasmo mostrado por algunos de sus fundadores, que comentaron la existencia de la revista, enviaron ejemplares e invitaron a colaborar a sus amigos escritores de España, Portugal e Hispanoamérica. Y éstos, a su vez, actuaron espontáneamente con sus allegados de la misma forma. De tal manera que la Redacción de la revista de Badajoz enseguida comenzó a recibir colaboraciones remitidas desde numerosos y distantes puntos de la península e Iberoamérica.

Los colaboradores de Gévora, en consecuencia, forman un conjunto variopinto de procedencias debido a varias razones. Por motivos de proximidad a los directores y al grupo fundador, muchos de los participantes vivían en Badajoz capital como Manuel Alfaro, José Díaz-Ambrona, Fernando García Jimeno, Eugenio Hermoso, Antonio Juez, Arsenio Muñoz de la Peña, Juan Navlet, Juan José Poblador, Francisco Rodríguez Perera, Enrique Segura Covarsí, Araceli Spínola, Manuel Terrón, Manuel Ruiz González-Valero, Francisco Vaca  y Antonio Zoido. Otros eran de la provincia como Pedro Belloso, Francisco Cañamero, Eulalia García Rubio, Rafael y Conchita González Castell, Luis González Willemenot, Mahizflor, Teófilo de Marcos Pérez, Eladia Morillo-Velarde, Manuela Pérez de Pérez de Villar, Vicente Sánchez-Arjona y Celestino Vega.

De Cáceres hubo abundantes colaboradores, que participaron en Gévora por mantener estrechas relaciones anteriores con escritores del entorno de la revista como Fernando Bravo, José Canal, Pedro y Rubén Caba, Juan Luis Cordero, Manuel y Rufino Delgado Fernández, Lola Mejías, Miguel Muñoz de San Pedro, Vicente Neria, Juan Ramos Aparicio y Pedro Romero Mendoza. Otros como José Berzosa, Emiliano Durán, José Gil Encinar y Juan Ángel Iglesias participaron en bloque por pertenecer al grupo de la revista cacereña Arcilla y pájaro.

Y de Mérida colaboraron en Gévora poetas como Jesús Delgado Valhondo, Baldomero Díaz de Entresoto, Antonio López Martínez y Luis Agustín Pizarro por la necesidad de trascender los reducidos límites de la ciudad bimilenaria y buscar nuevos y más activos horizontes literarios en el ambiente cultural de Badajoz que, por entonces, gozaba de un considerable dinamismo.

Muchos de los colaboradores citados de las tres ciudades extremeñas habían coincidido en la I (Badajoz, 1948) y II (Cáceres, 1949) Asamblea de Estudios Extremeños, donde se conocieron o bien estrecharon relaciones de amistad y colaboración.

Bastantes colaboradores del resto del país se relacionaron con los responsables de Gévora por ser directores de revistas como Julio Mariscal Montes y Antonio Sánchez, de las gaditanas Platero y Alcaraván respectivamente. Ángel Crespo, cofundador de Poesía de España y director de Revista de cultura brasileña y Pájaro de paja. Antonio Leyva, de la madrileña Trilce. Manuel José Arce y Valladares, de la santanderina La isla de los ratones. Antonio Fernández Molina, de la guadalajareña Doña Endrina. Cervera Sanchís, de la sevillana Axati. Gabriel Montero, de la cordobesa Arkángel. Ostos Gabella, de la valenciana Malvarrosa y Rafael Jaume, de la mayorquina Dabo. Con ellos los responsables de la revista pacense intercambiaban ejemplares y se invitaban mutuamente a participar en sus respectivas publicaciones.

Otros colaboradores pertenecían a grupos poéticos cuyos componentes, en ocasiones, colaboraban o participaban en actividades literarias con otros de Badajoz como Antonio y Carlos Murciano, que pertenecían a los grupos gaditanos Platero y Alcaraván de Arcos de la Frontera. María de los Reyes Fuentes, al grupo sevillano Ángaro y Marcelino García Velasco, al palentino Rocamador. Incluso algunos colaboradores eran promotores de tertulias como Eduardo Alfonso de Versos a medianoche de Madrid. Pedro Bargueño de Mentivíaco de Zamora y Aida Berenguer, Ramón Charlo, Vicente Sánchez-Arjona, Eva Cervantes, Amantina Cobos y Eladia Montesino, que pertenecían a la tertulia Reuniones literarias del Paraíso de Sevilla.

Otras razones circunstanciales llevaron a la colaboración de algunos escritores en Gévora: Camón Aznar, Pemán, Juan Antonio Gaya Nuño, Juan Navlet, Leonardo Rosa Hita y Miguel Valdivielso participaron en el número dedicado a Picasso. Pedro Caba se sumó al homenaje de Juan Donoso Cortés. Feliciano Martín colaboró en el dedicado a Juan Luis Cordero. Felipe Carbajo hizo lo propio en el Cincuentenario de Gabriel y Galán. Francisco Tomat-Guido comentó Presencia mía de Pacheco. Sabaté Mill solicitó un monumento para Carolina Coronado. Gabriel Celaya entró en contacto con Gévora y participó en ella por su relación con los componentes del “triángulo poético extremeño”. Hugo Emilio Pedemonte, escritor sudamericano, se casó con la poeta extremeña Eladia Morillo-Velarde, que mantenía excelentes relaciones con escritores de Badajoz, y ambos colaboraron con entusiasmo. El vasco Julio Acha era redactor de El noticiero extremeño y el gallego Fernando Villalba trabajaba con Lencero en el Instituto Nacional de Previsión.

La presencia de escritores portugueses como Marcos Ferro, Antonio Cabral, Casimiro de Brito, Vasco Miranda, Antonio Ramos, Augusto Gil, Antonio Rebordao y Miguel Torga fue propiciada por las estrechas relaciones establecidas con el país vecino por Manuel Monterrey, el director de la revista, su crítico Enrique Segura o importantes colaboradores como Manuel Pacheco.

Y los poetas sudamericanos colaboraron con entusiasmo en Gévora generalmente por sus enormes deseos de relacionarse con escritores de la “madre patria”. De ahí que sus nombres aparezcan frecuentemente en sus páginas y sus diversas procedencias impriman a la revista un carácter cosmopolita: Julio Arístides, Iverna Codina de Giannoni, Carlos Alberto Larumbe, Nélida Aurora Oviedo, Enrique Dauchs, Gladys Smith, Gustavo García Saraví, Ana Emilia Lahitto, Angélica Villar, Ida Réboli y Amílcar Uralde de Argentina. Lalita Curbelo, Baldomero Raúl, Ana Luz Sotolongo y Julio Sanchimont de Cuba. Boris Calderón de Chile. Eduardo Carreño y Helcías Martán de Colombia. Cristóbal Garcés, Ileana Espinel y Felipe de Santiago de Ecuador. Demetrio Fábrega de Panamá. Alejandro Flores y Violeta López Suría de Puerto Rico. Ricardo Palma de Perú. Luis G. Urbina de Méjico. Arsinoe Moratorio, Paulina Medeiros, Julio J. Casal, Marosa di Giorgio Medicis, Pedro Leandro Ipuche, Juvenal Ortiz, María Eugenia Vaz Ferreira, Artigas Milans, Clara Silva, Dora Isella Russell, Enrique Amorín y Hugo Emilio Pedemonte de Uruguay. Andrés Eloy Blanco, Conie Lobell, Enrique Arvelo, Odalí Beaumont, Benito Raúl, Pedro Rivero y Jean Aristeguieta de Venezuela.

También los poetas hispanoamericanos participaron en la revista de Badajoz por ensanchar los reducidos límites de sus lugares de residencia, donde muchos vivían aislados y perdidos en el extenso continente americano: «Los meridianos y paralelos ya hablan de un mundo prisionero. Quienes vivimos dentro de esta prisión aprisionada y nos duele el encierro, tenemos algunos senderos que admiten la luminosa ofrenda lírica, el verbo de color, la altura desatada. Gracias, amigos, gracias por esta GÉVORA -agua del cielo- que acercáis a mi sed por la difícil rúa de la Belleza»[1].

Otros poetas hispanoamericanos establecieron contactos con Gévora, además, por ser directores de revista: Jean Aristeguieta y Conie Lobell fueron las promotoras de la revista venezolana Lírica hispana. Juvenal Ortiz y Arsinoe Moratorio, de la uruguaya Cuadernos de Julio Herrera Reissig, y Artigas Milans, de la también uruguaya Papel de poesía.

Varios escritores hispanoamericanos importantes aparecen en las páginas de Gévora: Juana de Ibarbourou, César Vallejo, Gabriela Mistral, Amado Nervo, Alfonsina Storni, Vicente Huidobro y Julio Herrera Reissig, aunque se sabe que sólo la primera envió con Hugo Emilio Pedemonte una colaboración a Gévora. El resto, excepto Gabriela Mistral, no pudo hacerlo porque murió antes de comenzar a editarse. Por tanto, la inclusión de poemas de estos grandes escritores sudamericanos en la revista pacense se debe al interés personal de sus responsables por su poesía y a la conveniencia de incluirla para dar prestigio a la publicación y gusto a sus lectores, en los que lograron despertar el entusiasmo por estos clásicos de la literatura hispana.

El resto de los colaboradores, que no entran en ninguna de las circunstancias comentadas, participaron en Gévora respondiendo a un temprano ofrecimiento de su Redacción: «GÉVORA ofrece sus HOJAS a todos los poetas de España y América»[2].

También aparecen en la revista pacense colaboraciones circunstanciales o textos seleccionados de escritores que no pertenecen al mundo hispano: Los franceses Paul Eluard y René Menard, el inglés Langston Hughes, el checo Rainer María Rilke, los brasileños Mario Newton e Ilka Sanches, el árabe Mahfrid Masis y el japonés Enomoto Kikaku. Con estas variopintas y exóticas inclusiones, Gévora ganó en liberalidad e imprimió más consistencia a su ya reconocido carácter mundano.

DIFUSIÓN

Gévora consiguió una amplia difusión no sólo por el esfuerzo de sus directores y de ciertos colaboradores, que se preocuparon de darla a conocer, sino también por los intercambios establecidos con numerosas publicaciones literarias de puntos geográficos muy diversos. Por los datos que Gévora difundió de ellas al editar listas de las revistas recibidas, se conoce desde dónde se las enviaron y, a la vez, adónde llegó y cuál fue la intensidad de las conexiones que mantuvo con determinados puntos geográficos, donde existía un ambiente cultural y una publicación que difundía sus creaciones literarias.

De esta forma se sabe que la revista de Badajoz mantuvo vínculos con zonas culturales de España, Portugal, varios países de Europa occidental, Marruecos, Estados Unidos e Hispanoamérica y que, en concreto, la publicación llegó a veintiuna provincias españolas (Ávila, Badajoz, Barcelona, Burgos, Cáceres, Cádiz, Castellón, Córdoba, Cuenca, Granada, Gran Canaria, Guipúzcoa, Huelva, León, Madrid, Málaga, Mallorca, Palencia, Sevilla, Tenerife y Valencia), trece países hispanoamericanos (Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Honduras, Méjico, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela) y siete países extranjeros (Bélgica, Brasil, Estados Unidos, Francia, Italia, Marruecos y Portugal).

En España, Gévora mantuvo contacto con focos culturales de casi la mitad de las provincias españolas, pero fue con grupos de Badajoz, Cáceres, Cádiz, Madrid, Málaga, Palencia, Sevilla, Tenerife y Valencia con los que más intensamente estableció intercambios. Y de estas provincias, se relacionó más estrechamente con el ambiente cultural del lugar donde nació y vivió (Badajoz); con el de la provincia hermana (Cáceres); con el centro cultural de España (Madrid) y con el foco cultural andaluz más inquieto en aquella época (Cádiz). Las revistas españolas con las que Gévora cambió más ejemplares fueron Caracola (Málaga), Malvarrosa (Valencia), Rocamador (Palencia), Alor (Badajoz), El molino de papel (Cuenca) y Alne (Madrid)[3].

En Hispanoamérica, Argentina, Méjico, Perú y Uruguay fueron los países que mantuvieron con Gévora una mayor conexión, aunque llegó a casi todos los países de habla hispana. Las revistas hispanoamericanas con las que Gévora más canjeó fueron Lírica hispana (Venezuela), Cuadernos Julio Herrera Reissig (Uruguay), Papel de poesía (Uruguay), Euterpe (Argentina), Armenia futura (Colombia), Metáfora (Méjico), Virtud y letras (Colombia) e Índice cultural (Colombia)[4].

Los focos culturales extranjeros, que mantuvieron una mayor relación con Gévora, se localizan en Portugal y Bélgica. No obstante, también se difundió en Brasil, Estados Unidos, Francia, Italia y Marruecos. Las revistas extranjeras que más intercambiaron con Gévora fueron Bandarra (Portugal), Intus (Brasil), Ketama (Marruecos) y Courrier du centre internacional d’etudes poetiques (Bélgica)[5].

Los libros recibidos por la Redacción de Gévora, que suman 255 y fueron comentados por Enrique Segura Otaño en el apartado bibliográfico de la revista, también aportan datos sobre su difusión. No obstante, aunque interesan más para conocer la personalidad lírica, el estilo y las corrientes literarias en las que estaban inscritos sus autores que, en su mayoría, fueron colaboradores de Gévora, los numerosos libros comentados y la diversidad de sus procedencias dan una idea de las amplias relaciones establecidas por ella.

En el número 5, aparece el primer comentario editado que fue sobre La esquina y el viento de Jesús Delgado Valhondo y, en la misma página, se edita el segundo sobre Navidad de Antonio Murciano. A estas glosas críticas de Enrique Segura Otaño, siguieron en los números sucesivos otras sobre títulos como Antología poética de Dora Isella Russell, El hombre solo de Antonio Leyva, El surco de la sangre de Lencero, Paisajes venezolanos de Jean Aristeguieta, El arcángel sonámbulo de Pacheco, Tierra caliente de Pedro Leandro Ipuche, Humo de Marosa di Giorgio Medicis, Ilha solidao de Mario Newton Filho, Los argonautas que vuelven de Manuel Arce Valladares y A orillas del Guadiana de Eladia Morillo-Velarde.

También ayuda a completar el conocimiento de la difusión de Gévora una lista de periódicos recibidos en su Redacción por intercambios: A planicie de Moura, Folha do domingo de Faro, Jornal do Algarve de Algarve y Jornal de Elvas de Elvas (Portugal). El Reporter de Santiago (Chile). El Sol de Alajuela (Costa Rica) y Tribuna universitaria (Honduras).

Intenso y diverso canje, que la Redacción de la revista pacense destacó justamente con orgullo, pues sus sencillas y modestas hojas llegaban a una asombrosa diversidad de lugares que, además, se encontraban muy distanciados. Estos hechos, sin embargo, no fueron obstáculos para que, a través del vehículo común de la Poesía y del español, unieran y relacionaran a un número considerable de escritores que coincidían en mantener candentes sentimientos comunes.

El hecho más sorprendente de la difusión de Gévora fue la relación tan intensa que estableció con Hispanoamérica, a pesar de que en aquella época la distancia constituía un gran obstáculo y un problema añadido cubrir los gastos de envío. Sin embargo, la conexión entre la revista de Badajoz y Sudamérica fue muy estrecha durante toda la vida de la publicación.

Aquellas latitudes aparecen mencionadas por primera vez en la página 11 del número 6 por medio de una nota de la Redacción, que ofrecía sus páginas a los poetas españoles e hispanoamericanos. El ofrecimiento no se hace repetir y, en el número siguiente, ya se incluye la primera colaboración de una poeta de la América hispanohablante titulada «Canto al amor» de la uruguaya Dora Isella Russell: «Canto al amor, su oscura maravilla, / el cuerpo dócil de la gracia, el duro, / despiadado ademán de la vigilia, / y la ternura de la diaria entrega / al insaciable oficio de la carne»[6]. Dos números más tarde, se edita la segunda colaboración proveniente de aquellas tierras titulada «Un canto de flama y esperanza» de la venezolana Jean Aristeguieta: “Cuando pienso en tus días de violetas cerradas /  Cuando pienso en tus ojeras tristes por la fatalidad /  Oh corazón maravillado de mi corazón / Oh música que recorres mis arterias /  Entonces te quiero con el frenesí de las olas”[7]. Esta poeta es la hispanoamericana que más colaborará en Gévora y la que recibirá más muestras de admiración no sólo por su poesía sino también por la actividad editora que desarrolló con sus revistas.

Al poco tiempo, ambas poetas calan en el ambiente de Gévora y enseguida reciben muestras de aprecio no sólo de poetas españoles como Manuel Pacheco, que dedica a la segunda el poema «Letanía a Jean Aristeguieta» («Tu poesía de timbre y amapola / como un arpa de sol para acoger el llanto / de los tibios jazmines / mojados por el cieno; / tu poesía de vino atormentado / en el rubio pleamar de las mejillas / donde la flor del beso se desliza / como un ciervo de luz por el otoño; / […] / Yo te llamo JEAN, / corazón de alga nueva / sobre el fango del mundo»[8]) sino también de poetas hispanoamericanos como Juana de Ibarbourou y Ventura García Calderón, que firman sendos comentarios sobre Oleaje, libro de la poeta uruguaya Dora Isella Russell[9].

La Redacción de Gévora con el fin de fomentar estas relaciones crea un apartado que titula «Poetas de América», donde incluye a Jean Aristeguieta, y en el siguiente número otro denominado «Poetas americanos», en el que destaca a Dora Isella[10]. Pero este apartado no fue continuado, quizás porque la gran afluencia posterior de colaboraciones americanas lo convirtió en innecesario y así se evitaban agravios comparativos con otras poetas hispanoamericanas.

La relación entre Extremadura e Iberoamérica la comenzó Monterrey según un comentario de Enrique Segura que lo rubrica expresamente en la revista: «Monterrey nos enredó en tales lirismos americanos y así hemos descubierto una colección de poetas excepcionales en aquellos sitios de ensueños ‘nunca vistos'»[11]. Manuel Pacheco, que impresionó a los poetas hispanoamericanos con sus imágenes alucinantes, sería el más beneficiado con un gran prestigio, que empleó para aumentar y estrechar las relaciones ya establecidas. Desde allí Jean Aristeguieta y Conie Lobell, codirectoras de Lírica hispana, fueron las que la dieron a conocer en todas las tierras hermanas: «Quien nos ha dado a conocer la revista en América son las Directoras de LÍRICA HISPANA Conie y Jean, ellas han sido las que han difundido el nombre de GÉVORA por todas esas repúblicas americanas»[12].

Este estrecho vínculo entre Gévora e Hispoamérica fue siempre muy productivo como indica Enrique Segura en el comentario crítico de La quebrada de los cuervos del uruguayo Pedro Leandro Ipuche, donde dice con orgullo que «GÉVORA ha entablado con América del sur un pugilato de intercambio de revistas y libros valiosísimos»[13]. Los poetas hispanoamericanos estaban entusiasmados con la publicación de Badajoz y colaboraban abundante y frecuentemente a la vez que enviaban libros y revistas, que luego aparecían comentados en el apartado bibliográfico. La intensidad de este intercambio explica que una buena parte de los libros reseñados por Enrique Segura procedieran de aquellas lejanas tierras y, al mismo tiempo, aporta interesantes datos sobre su activo ambiente literario en los años 50: «GÉVORA continúa su camino ascendente hacia el reino inaccesible de la Belleza. Más allá de los mares extiende GÉVORA sus dominios por las repúblicas americanas, aquí engendradas en su mayoría. Sus poetas, críticos y escritores recogen con cariño nuestra modesta labor que se distingue al menos, por su amor y su constancia, siempre atentos a los latidos del corazón humano»[14].

Cuando a partir del número 36 bajan considerablemente las colaboraciones de poetas del entorno de Gévora, los poetas sudamericanos siguieron manteniendo la intensidad de sus envíos y consiguieron que la revista superara el bache con su participación: «[…] nos compensa este dolor, el cariño y el entusiasmo en que los de fuera y, sobre todo, nuestros hermanos de América acogen con fruición nuestra modesta obra»[15]. Ciertamente estos escritores hermanos estaban deseosos de tener amigos en España a la que profesaban un sincero aprecio igual que a su idioma, del que se sentían orgullosos: «Yo no he dudado nunca del porvenir de esta América nacida de España. Yo he creído siempre que, mediante América, el genio de España, y la más sutil esencia de su genio, que es su idioma tiene puente seguro con que pasar sobre la corriente de los siglos y alcanzar hasta donde alcance en el tiempo la huella del hombre»[16].

La mejor muestra de este inusitado interés fue la participación en la revista pacense de poetas hispanoamericanos importantes cuando, objetivamente, no ganaban nada apareciendo en sus modestas páginas, mientras poetas españoles de semejante nivel de calidad se negaron a participar en ella. Sus responsables agradecen esta fidelidad publicando todas las colaboraciones que le llegaban desde aquellas latitudes o editando a Hugo Emilio Pedemonte “Veinte sonetos inéditos” con sincero cariño y entusiasmo o conmemorando la Fiesta de la Raza con un número extraordinario (el 36) donde participan treinta «firmas de los más prestigiosos poetas hispanoamericanos, del pasado y del presente. Como buenos extremeños estamos obligados a ellos por nuestros antepasados, los Conquistadores»[17].

Estas atenciones con los poetas sudamericanos dan fe de la labor de puente realizada por Gévora entre España y Sudamérica, pues ella dio la oportunidad de conocer a muchos escritores hispanoamericanos y, a la vez, difundió la poesía de autores extremeños en aquellas latitudes, realizando de esta manera una labor de conexión y transmisión encomiable: «GÉVORA tiene el honor de dedicar esta ‘Separata’ a nuestros hermanos los poetas hispanoamericanos, para que conozcan el CANTO A EXTREMADURA, original de nuestro dilecto amigo, colaborador y gran poeta extremeño, Jesús Delgado Valhondo»[18].

 Indudablemente no fue Gévora la única revista extremeña y española que estableció contacto con Hispanoamérica, pero sí fue una de las revistas pioneras que ayudaron a mantener esta fecunda relación entre la madre patria y sus descendientes americanos a través de la Poesía, con su amplia actividad y su larga existencia. El origen de esta relación se encuentra en este comentario, que muestra el interés de sus responsables por los poetas sudamericanos: «GÉVORA por ser netamente extremeña, lleva a la América de habla española en su corazón. Por esto, desde su aparición acogió con todo amor las publicaciones de los poetas americanos que nos dieron con su envío inequívocas pruebas de entrañable fraternidad»[19].

Fue tal la afluencia de colaboraciones, que le llegaban a Gévora desde aquellas tierras que, en el número dedicado a la Fiesta de la Raza, se vio obligada a justificar que no aparecieran todas las recibidas y a editarlas en números sucesivos para demostrar que la exclusión le había sido impuesta por el exceso de colaboraciones y que su sincero interés no era otro que publicarlas sin excepciones[20].

Gévora, intuyendo el valor de esta fructífera relación y sintiéndose orgullosa de la ardua labor que necesitaba desarrollar para mantenerla, se vanagloria de haber sido Extremadura la pionera a nivel nacional que entabló intercambios de revistas y libros con Hispanoamérica: «Extremadura, como antaño, ha sido adelantada mayor de estos descubrimientos poéticos»[21]. Pero esta relación no se quedó en un mero trueque de poemas o publicaciones, sino que resultó una reconexión, interrumpida durante décadas, entre el latido de la madre patria y el de sus vástagos americanos, con la que se sentían hondamente enraizados: «GÉVORA dilata las rutas de España y una medida geográfica y una medida lírica caben en sus Hojas. GÉVORA es Extremadura y la península toda, pero GÉVORA es también aquel hidalgo de lanza en armadura, el que vivía en cierto lugar de la Mancha. GÉVORA -alguna vez lo afirmó- es locura  o poesía»[22].

SEGUIDORES Y CRÍTICOS

Como se merece una empresa exclusivamente literaria y altruista, Gévora tuvo seguidores fervorosos que con donativos, colaboraciones o palabras de ánimo alentaron a sus promotores a mantener su edición durante una década. Sus responsables supieron valorar este apoyo y, repetidas veces, les agradece su aprecio: «Son muchas y muy valiosas las felicitaciones que recibimos y sin fatuidad, pero con satisfacción, hemos de consignar que dondequiera que una de nuestras Hojas se posó, fue recogida con verdadero agrado y atención»[23].

Monterrey y Lencero eran conscientes de la importancia de sus colaboradores y la reconocen en múltiples ocasiones desde el primer momento, respondiendo a colaboraciones, aportaciones económicas y felicitaciones con palabras emocionadas. Más tarde, incluso, crearon en el número 9 una sección titulada «Buzón y posta de Gévora«, que justificaron con estas palabras: «Porque desde que nacimos huimos de todo bombo y vanidad, hemos venido callando los elogios que constantemente recibimos de nuestros lectores. Hoy que GÉVORA se afirma en su estructura y en su fondo, no tenemos inconveniente en sacar a la luz estas ideas de nuestros lectores, más como una comunicación espiritual que mantenga echados y estreche cada vez más estos lazos espirituales que en GÉVORA a todos nos unen, que como halago a nuestra labor, que para ser constante y firme, no los necesita»[24].

En este apartado publicaban las felicitaciones encendidas de entusiastas seguidores, que supieron destacar, entre otros valores, la perseverancia de la revista extremeña («Su revista me complace bastante, y es un digno esfuerzo que merece todas las simpatías»[25]), su emotividad («También yo me honro publicando en sus hojas, hechas con ese calor emocional y esa vocación […]. Contad siempre los de GÉVORA con un amigo que sabe valorar y apreciar vuestras obra»[26]) y su trascendencia («[…]  en GÉVORA qué bien alto dice su voz, de la alteza de vuestros espíritus , de vuestro heroísmo tan lejos del YO que por desgracia consume a la mayoría de los mortales … […]»[27]).

La publicación de estas alabanzas por parte de Gévora puede inducir a pensar que pecó de inmodestia, pero una tarea laboriosa y muchas veces ingrata como la que desarrollaba siempre necesita apoyarse en tales satisfacciones, porque sin estos reconocimientos no hubiera podido mantener el ánimo suficiente para publicar durante tanto tiempo: «GÉVORA agradece de todo corazón la colaboración que de toda España recibe»[28]. El idealismo de sus promotores, en momentos de dificultad y desánimo, recibía una inyección de moral con estas manifestaciones espontáneas, escritas con el corazón por personas que sabían apreciar el impagable trabajo que realizaban los que hacían posible la edición de la revista: «El grupo fundador de GÉVORA agradece de todo corazón al gran poeta argentino Carlos Alberto Larumbe sus frases de encendido elogio para nuestra modesta GÉVORA»[29].

Pero los responsables de la revista pacense también recibieron críticas de colaboradores que llamaban la atención sobre aspectos de la publicación que creían mal planteados: «Aquellos críticos que […] hacen llegar hasta nosotros el acerbo de una crítica que más parece nacida de enconos particulares que juicio formal, desinteresado y sereno, de los trabajos que publicamos y que justo es decirlo, merecen la general condescendencia o aplauso de nuestros numerosos entusiastas y cultos lectores»[30].

Las críticas a Gévora, cuya existencia se conocen por las respuestas escuetas y en clave que la Redacción publica en notas circunstanciales, atacaban cuatro aspectos de la publicación. El punto que más críticas recibió fue la baja calidad de algunas colaboraciones publicadas. La cantidad de notas, editadas sobre este asunto espinoso a lo largo de sus 83 números, indican que se trató de un tema conflictivo, cuya responsabilidad fue desviada por la Redacción hacia los autores de los trabajos publicados o sobre el público.

Los colaboradores, que criticaban a la Redacción por la baja calidad de algunas colaboraciones editadas, eran los escritores consagrados: «He visto GÉVORA de diciembre y creo, compartiendo este parecer con Canal, que los versos de nosotros tres, salvan el número, con alguna otra cosa más, porque el resto es bastante flojo»[31]. Los responsables de la revista enseguida reaccionaron ante las protestas e intentaron atajarlas con una nota donde se invita a los escritores noveles a participar pero, en vez de exigirles calidad, solicitan comprensión para ellos a los escritores consolidados: «[…] Por eso pedimos la benevolencia para ellos a los que forman la selecta minoría»[32].

Monterrey en una carta dirigida a Jesús Delgado Valhondo le explica las razones de la firmeza que muestra en apoyar a los noveles «ya que por desgracia en Badajoz el único diario que existe sólo atiende a su negocio de ganar pesetas y a los poetas los deja al margen. Así es que la selecta minoría, como la llama Juan Ramón, debe tener un poco de benevolencia para los principiantes, que en algún lado tienen que hacer sus primeros pinitos poéticos. Ellos también fueron noveles y les gustó y buscaron afanosamente sitio donde editar sus primeros balbuceos poéticos»[33].

La Redacción, más tarde, continúa firme en su deseo de ayudar a los noveles y advierte a través de una lírica y extensa metáfora que seguirá admitiendo sus colaboraciones: «GÉVORA sólo quiere ser, como el rojo alero de una blanca casita que se airea y solea a los vientos y luces de los cuatro meridianos, donde pueden posarse el candor de las dulces palomas, sin horas de vuelo … y también las otras que vuelan de retorno de todos los horizontes … siempre que vengan con el ramo de olivo en su pico»[34].

Sin embargo, no fueron los escritores noveles el único blanco de estas críticas, pues las acusaciones también se refieren a otros poetas que adolecían generalmente de falta de calidad en sus colaboraciones[35]. La Redacción, no obstante, cuando llama la atención sobre este delicado tema se refiere frecuentemente a los noveles, porque no quería citar directamente a los criticados que sin duda se darían, de esta forma tan diplomática, por aludidos y, de paso, evitaba situaciones violentas con ellos y que, en algún caso, dejaran de colaborar económicamente.

El formato de la revista fue otro asunto, que causó problemas a la Redacción, porque los críticos arremetían contra su pobre presentación exigiendo que mejorara su diseño para imprimir una apariencia más atractiva a la modestia y austeridad de su aspecto. Pero sus responsables se negaron expresa y rotundamente a modificarlo, porque lo consideraban un valor intrínseco de su publicación, mientras los partidarios de alterarlo únicamente se fijaban en la forma y no en la magnitud de su sobrio pero significativo proyecto del que la revista era su soporte material: «Nos resistimos a la sugerencia de modificar el formato […]. Alguien la encontrará en aire ramploncillo […]. Así nació y así vivirá hasta que muera, como vino al mundo, en ropas menores y sin artilugios tipográficos»[36].

Además, Monterrey y Lencero contribuían con los planteamientos sencillos de su proyecto editorial a que se difundiera una idea humilde de la presentación de su revista. «No crea usted que se encontrará con una catedral [Gévora] a todo órgano lujosamente revestida de pan de oro» le advierte Lencero a un poeta que deseaba editar en ella[37] e, incluso, Enrique Segura declara en la misma revista que es la publicación “más jacarandosamente modesta de todo el orbe cristiano”[38]. Esta discreta concepción, sin embargo, tenía un fondo trascendente relacionado con los deseos de sus responsables de que fuera una publicación que reflejara en su personalidad las características de la Extremadura de la época, es decir, humilde en el aspecto y honda en el contenido: «Efectivamente Gévora es una revista poética pobre de ropaje, enjuta y atormentada como uno de esos campesinos calcinados de mi Extremadura. Se entrega al servicio de la Poesía […] y vomita su alarido cara al mundo […] diciendo la verdad a bocajarro […]. Como verá su porte es sencillo y varonil. De ninguna de las maneras se podría tolerar al mirarse al espejo del corazón de sus lectores verse con cuello duro y anillos de millonario. Dejaría de ser quien es»[39].

Lencero llevaba razón, Gévora con una presentación impecable no hubiera sido ella sino otro tipo de publicación porque los valores, que la distinguieron especialmente de las revistas de la época, se encontraban en su contenido entregado “al servicio de la Poesía” y presentado sencillamente en “hojas multicopistas”[40]. Y esto únicamente lo entendieron aquéllos que conectaron con la noble tarea de los románticos promotores de la humilde publicación.

La tardanza en la edición de trabajos recibidos es otro punto que tuvo que justificar la Redacción insistentemente en notas dirigidas a los colaboradores, que se impacientaban ante la demora de la impresión de sus colaboraciones. La acumulación de originales provocó que muchos participantes pasaran bastante tiempo guardando turno y que su descontento se hiciera patente. De ahí que la Redacción necesitara con frecuencia solicitarles calma: «LOS ORIGINALES de nuestros colaboradores guardan turno de recepción. Si no los ven publicados en este número, es que aún hay otros delante»[41].

No obstante, este problema se podía haber remediado en buena medida si no se hubiera dado prioridad a la edición de varios monográficos que provocaron una mayor acumulación de originales, mientras las protestas arreciaban y la Redacción se veía en la necesidad de adoptar un tono contundente para neutralizarlas: «GÉVORA, los originales que recibe de sus colaboradores, guardan riguroso turno; lo hacemos saber para que no se extrañen si no lo ven publicado enseguida, porque a veces tenemos mucho exceso de original»[42].

La gratuidad de Gévora, que la Redacción anuncia permanentemente con orgullo editando en la contraportada la advertencia “la edición es reducida, numerada y gratuita”, fue otro motivo de crítica. En un momento determinado, la Redacción comenta «No quieren otros que sea gratuita»[43] con un tono que lleva a pensar que alguna de las protestas caían en la infantilidad o en la mala fe. Los críticos de este asunto no entendieron a los responsables de Gévora que tenían una máxima: “La Cultura no se debe vender” y, por este inteligente y generoso impulso, tuvieron además la valentía de ser capaces de sobrevivir sin necesidad de cobrar los ejemplares ni su envío, a pesar de que les ocasionaban gastos superiores a sus limitados ingresos.

Quizás algunas de las críticas a la gratuidad pretendieran dar una solución a este problema opinando que se debía cobrar los ejemplares para cubrir los gastos de edición de la revista, mejorar su aspecto, aumentar su calidad y ampliar el número de ejemplares de la tirada. Pero Monterrey y Lencero se mostraron pertinaces en no hacer caso de las críticas y cometieron un error al seguir defendiendo su postura inflexiblemente, cuando sus fuentes financieras eran frágiles e inseguras y la publicación tenía contados sus días si no daban solución a tal inestabilidad presupuestaria.

Sin embargo, los responsables de Gévora no estaban dispuestos a ceder en este punto («Así nació y así vivirá hasta que muera, …») y, enfadados, responden con un idealismo contundente a sus críticos: «GÉVORA nació de un impulso noble, libre, desinteresado e independiente y advierte a todos los censores, que con buena intención indudablemente nos apuntan ideas que constriñan estos impulsos que entendemos constituyen por sí un credo y una gloria»[44]. Así, cuando la publicación cumple tres años de existencia, se vanaglorian de que es «la primera revista de POESÍA que se reparte gratis al público»[45] y destacan este hecho, porque no todos lo valoraban justamente y, sin embargo, a ellos les estaba costando un gran esfuerzo mantenerlo. De ahí que varios números más adelante definan a la revista “con la que agraciamos a nuestra clientela” como “buena, bonita y barata”[46].

No obstante, Monterrey y Lencero no estaban solos en su defensa a ultranza de la publicación, pues sus colaboradores y simpatizantes también la ayudaban contra sus detractores. La mejor muestra de esta unión son las alabanzas incluidas en el apartado «Buzón y posta de Gévora«, que contrarrestaban las críticas, y otras fuera de esta sección como, por ejemplo, la de Antonio Juez que defiende a la revista apostando por la trascendencia, cuando dice a los que hablaban mal de la calidad: «El verso, puede ser mejor o peor, siempre que esté dominado por la Idea»[47].

De todas formas las críticas no pudieron con Gévora. Ganaron los que creían en una publicación abierta, aunque la calidad media de las colaboraciones no fuera alta ni la presentación impecable. Sus defensores eran las mayoría de sus colaboradores y por esa razón la Dirección, apoyada en ellos, siguió publicando sin inmutarse más de lo necesario y con el orgullo de llevar a cabo una empresa humilde pero trascendente y, además, gratuita.

MUJERES EN GÉVORA

La lista de mujeres que publican en Gévora se caracteriza por una amplia diversidad tanto por la variedad de sus nombres y apellidos (unos familiares y otros exóticos) como por la multiplicidad de sus procedencias que se reparten por toda España e Hispanoamérica: Jean Aristeguieta, Enriqueta Arvelo Larriva, Odaly Beaumont, Aida Berenguer Barosain, Conchita Castell Zoido, Eva Cervantes, Amantina Cobos, Iverna Codina de Giannoni, Lalita Curbelo Barberán de Holguín, Ileana Espinel, Loly Fernández Villamarciel, Ángela Figuera Aymerion, María de la Hiz Flores, María de los Reyes Fuentes, Carmina Gamero de la Vega, Eulalia García Rubio, Marosa di Giordio Médicis, Juana de Ibarbourou, Ana Emilia Lahitto, Conie Lobell, Mercedes Lluel, Violeta López Suria, Clara Luna, Paulina Medeiros, Lola Mejías, Gabriela Mistral, Eladia Montesino, Eladia Morillo-Velarde, Manuela Pérez de Pérez de Villar, Mari Carmen Portillo, Ida Reboli, Dora Isella Russell, Ilka Sanches, Gladys Smith, Ana Luz Sotolongo, Araceli Spínola, Alfonsina Storni, Leonor Trevijano de Ramallo, Monserrat Vayreda, María Eugenia Vaz Ferreira, María Angélica Villar y Rolina Ypuche Riva.

Esta variada y amplia participación de mujeres en Gévora llama la atención porque, en una época de predominio absoluto del hombre como fueron los años 50, resulta sorprendente que aparezcan con frecuencia escritoras en sus páginas y, además, que sean tratadas en igualdad de condiciones que el sexo dominante. La explicación de este tratamiento igualitario, que recibe la mujer apasionada por la Poesía en la revista de Badajoz, se encuentra en el comentario realizado por Enrique Segura del libro Un jardín para la muerte de Paulina Medeiros, que anuncia un resurgimiento de la mujer como ser autónomo y lleno de vitalidad a mediados del siglo XX: «[…] posee un talento de novelista superior al de muchos hombres. La mujer combate frente al hombre en todos los órdenes de la vida y en muchos de ellos triunfa»[48].

Por las fechas en que se edita Gévora, las mujeres se encontraban relegadas a las tareas de la casa y al cuidado de los hijos y, en general, no mostraban cualidades artísticas, aunque las tuvieran, porque el ambiente ideológico no les daba oportunidad de manifestarlas. Sin embargo, en el espacio democrático que, a través de la Poesía, crearon los promotores de la revista pacense, la mujer pudo mostrar libremente sus intimidades emocionales en forma de sentimientos arraigados y, en sus páginas, no aparece el tópico modelo femenino sino un ser autónomo y digno con una poderosa personalidad, que se abre sin tapujos a los demás a través de la Poesía:

Yo no sé donde está, pero su luz me llama

¡oh, misteriosa estrella de un inmutable sino! …

me nombra con el eco de un silencio divino

y el luminar oculto de una invisible llama.

Si alguna vez acaso me aparto del camino,

con una fuerza injusta de nuevo me reclama;

gloria, quimera, fénix fantástico oriflama

a un imposible amor extraño y peregrino …

Y sigo eternamente pro la desierta vía

tras la fatal estrella cuya atracción me guía

mas nunca, nunca, nunca a revelarse llega.

Pero una luz me llama, en silencio me nombra,

mientras mis torpes brazos, rastrean en la sombra

con la desolación de una esperanza ciega.[49]

Además, varias de las colaboradoras de Gévora ejercían influencias en su entorno literario como, por ejemplo, Jean Aristeguieta y Conie Lobell, que eran muy apreciadas no sólo en Hispanoamérica sino también en España por su actividad editora, Eva Cervantes, que era muy conocida en los círculos literarios sevillanos, o Araceli Spínola y Eladia Morillo-Velarde, que se movían con facilidad en los de Badajoz.

Los mismos responsables de Gévora, aparte de publicar las colaboraciones de estas poetas, destacaron a otras del pasado como Catalina Clara Ramírez de Guzmán, Carmen Solana de Gazul y, sobre todo, a Carolina Coronado. A Eladia Morillo-Velarde le editaron su libro de poemas Cristal o a Eulalia García Rubio (Laly del Coral) la presentaron con gran satisfacción como una joven promesa literaria. Es decir, los responsables de la revista de Badajoz tuvieron un interés sincero en que la participación de mujeres en sus páginas fuera un hecho natural. De ahí también la presencia en su revista de numerosas poetas hispanoamericanas, a las que se les permitió participar sin obstáculo alguno, o la edición de textos de otras en aquel momento ya fallecidas que, sin embargo, la Redacción quiso destacar como poetas que continuaban viviendo a través de su poesía:

Mi alma, en su vaso humano incontenida,

va quemando mi cuerpo a llamaradas

y es un tallo de luz mi carne ardida,

un velo, transparente a las miradas.

Ya se me puede ver, tras aquel velo,

crecer el corazón, y en sus canales,

no ya rojizos, que color de cielo,

rodar mi sangre a saltos desiguales:

Que de un gemido soy la vestidura,

me yergo, rama heroica, hacia la altura,

y zumba en mi pasión toda pasión.

Música dulce fluyen mis entrañas,

y si el viento me roza las pestañas

ya muerde carne de mi corazón.[50]

En Gévora, la mujer con cualidades literarias no sólo encontró un refugio y un ambiente propicio para expresar sus sentimientos más íntimos a través de la Poesía, sino que también, como tema literario, fue siempre tratada con el máximo respeto, pues en sus páginas se destacó en frecuentes ocasiones el amor de la madre, la fidelidad de la esposa, la fortaleza de su temperamento en la adversidad, las peculiaridades femeninas de su singular carácter, el apoyo que ofrecía al hombre en una época difícil o sus más íntimas emociones que, ahora, no se veía obligada a ocultar:

Yo te mando mi poema.

Un poema ensangrentado

por el puñal de tu ausencia.

Un poema detenido

en las huellas de tu arena.

Un poema suspirando

en tus rizos y en mis penas.[51]

 

La mujer aportó a Gévora mesura, delicadeza y elegancia, tres virtudes femeninas de las que el hombre suele adolecer o por las que acostumbra a desbordarse. La participación de la mujer en la revista de Badajoz, por tanto, imprimió equilibrio aportando sutileza y atemperando exabruptos líricos y pasionales.

Pasaban …

Sonriendo, candorosamente audaces,

Quebrando su sonrisa

Contra el viento y la lluvia.

Pasaban con el día, acompañándolo

Con sus pieles de incienso

Y su aire sin frío.

De pronto yo los vi,

Dividiendo

En las pupilas,

El sueño desbocado del sumiso.

Pasaban …

Tirando entre el silencio dos preguntas,

que alguno, sólo alguno comprendía.

Claramente pasaban …[52]

 

CLÁSICOS, POETAS OLVIDADOS Y NOVELES EXTREMEÑOS

Paralelamente a la difusión de la poesía que se realizaba en el presente, los promotores de Gévora se propusieron también resaltar el valor de escritores y artistas de la tierra, porque deseaban cimentar el nivel cultural de Extremadura en una base consistente cuyos pilares debían estar asentados en la obra de intelectuales extremeños dignos de ser imitados. También destacaron a clásicos de la cultura nacional para apoyar más sólidamente la concepción de la poesía y del arte que difundieron insistentemente en las páginas de su revista.

El medio empleado para atraer la atención sobre los clásicos extremeños y nacionales fue el homenaje (en muchos casos, reiterado). Así, en las páginas de la revista pacense, fueron destacados los pintores Adelardo Covarsí[53], Fernando Moreno Márquez[54], Ortega Muñoz[55] y Picasso[56]. Los escritores Antonio Reyes Huertas[57], Salvador Trevijano[58], Manuel Alfaro[59] y Francisco Valdés[60]. Los poetas Enrique Sansinena[61], Espronceda[62], Carolina Coronado[63], Luis Chamizo[64], Donoso Cortés[65], Adolfo Vargas[66], Salvador Rueda[67], José Ramírez López-Uría[68], Gabriel y Galán[69], Rubén Darío[70], Juan Luis Cordero[71], Vicente Sánchez-Arjona[72], Fernando García Jimeno[73], Juan Ramón Jiménez[74] y Francisco Villaespesa[75]. El editor Francisco Arqueros[76]. Y el artista Antonio Juez[77].

Además, quisieron rescatar a poetas olvidados, cuya memoria se había perdido en la memoria del tiempo, para que no se ignorara a nadie que hubiera contribuido, aunque fuera discretamente, a construir la historia literaria de Extremadura. Esta razón llevó a Gévora a realizar una labor de rescate, buceando en el pasado y descubriendo a poetas como Catalina Clara Ramírez de Guzmán[78], que fue una llerenense nacida a comienzos del siglo XVII, cuyas características líricas se sintetizan en la espontaneidad significativa, la habilidad versificadora y un temperamento satírico parecido al de Quevedo. Rafael Rico y Gómez de Terán[79], conde de Torrespilares, fue natural de Los Santos de Maimona, diputado en las Cortes y senador del Reino. A pesar de ser un hombre del siglo XIX, se inscribió en la tradición clásica destacando por su ingenio y el hondo sentido musical que le imprimía a sus versos. Carmen Solana de Gazul fue la madre de Arturo Gazul Sánchez-Solana[80] y poeta romántica del último tercio del siglo XIX, cuyo carácter lírico se traduce en la transcripción de delicadas pasiones, típicas del romanticismo tardío de Bécquer y Rosalía. Arturo Gazul Uclés[81], marido de la poeta anterior, fue un médico que ejerció en Cala (Huelva) y en Llerena, donde pasó casi toda su vida. Publicó El libro gris, que es muestra del Romanticismo más idealizado. Y Adolfo Vargas[82], poeta regionalista pacense nacido en 1836, es el autor de Toros y juegos de cañas (1866) y La romería de Bótoa (1870).

La presentación de estos poetas en Gévora corrió a cargo de Enrique Segura Otaño que, generalmente, realiza una semblanza de cada uno y, a continuación, transcribe una muestra de sus respectivas líricas seleccionando textos escritos en soneto: “Al temor” de Catalina Clara, “Cómo te quiero” de Rafael Rico, “Sonetos” de Carmen Solana, «Ayer, hoy y mañana» de Arturo Gazul Uclés y “El jardín de Felisa” de Adolfo Vargas.

A la vez, los responsables de Gévora ayudaron a los noveles, porque eran conscientes de que constituían el futuro de su proyecto cultural, que necesitaba de savia nueva para asegurar su continuidad. Con esta atención, cumplían con uno de sus fines prioritarios, que fue servir a los poetas noveles de cobijo y catapulta «para que tuvieran unas hojas volanderas donde pudieran darse a conocer, estimulándolos»[83]. En la correspondencia de Manuel Monterrey existe una carta dirigida a Jesús Delgado Valhondo, donde el viejo poeta muestra la importancia fundamental que tuvo este objetivo para los responsables de la revista pacense: «las Hojas de Poesía es para el público en general y además, para dar cabida a los noveles, fin primordial por la que fueron creadas las Hojas»[84].

 A lo largo de sus 83 números, Gévora mostró especial interés por los jóvenes valores, aunque su intención de ayudarlos sin limitaciones no la consiguió plenamente, pues no son muchos los noveles que publican en la revista, a pesar de que incluyera notas invitándolos a participar en varios de sus números («Las Hojas de Poesía de GÉVORA están abiertas a los noveles. Pueden enviar sus versos [para] publicarlos [y] estimularlos a que prosigan en su labor de poetas»[85]) o les indicara dónde podían publicar con una cierta facilidad («Jóvenes valores de las letras y la Poesía, vuestros originales serán publicados en ventajosas condiciones. Dirigirse a Colección Sagitario. Gerona 39, Sevilla»[86]).

La Redacción, presionada por las críticas recibidas sobre el bajo nivel de algunas colaboraciones, tuvo que exigir calidad y se vio obligada a insistir en este asunto más de lo que deseaba. Esta presión, seguramente, desanimaría a más de un novel que, ante el temor de que sus creaciones no alcanzaran la calidad exigida, se abstendría de enviarlas: «GÉVORA vino también para en sus Hojas de Poesía dar a conocer a los noveles y publicarán los poemas que tengan un mínimo de valor literario»[87].

Además, en algunos casos la condescendencia de los responsables de Gévora hizo que erraran en la selección de ciertos poetas de la tierra[88] que no se merecen los elogios de los que son objeto pues adolecen de falta de calidad. Y aunque son destacados como poetas castúos, sus manifestaciones líricas están muy lejos de la fuerza y la originalidad de la poesía de Luis Chamizo. En cambio, acierta Gévora al presentar a noveles como Eladia Morillo-Velarde[89], poeta inmadura en aquel momento pero con detalles de calidad que, posteriormente, la convirtieron en una escritora de un aceptable nivel. Quizás, en la selección de ésta, la Redacción usara más la crítica objetiva y en la de aquéllos el sentimiento regionalista, que no es apropiado para la crítica literaria pues ésta se debe basar en datos concretos (forma original, sentido trascendente, contenido enjundioso) y no en hechos etéreos (idealismo regionalista, pasión forzada, pseudolenguaje) que nada tienen que ver con la Literatura y menos con la Poesía.

Sin embargo, no se debe dejar de reconocer la positiva labor realizada por la revista pacense en defensa de los noveles por el riesgo que entrañaba, pues la dedicación de números completos a poetas que empezaban conlleva múltiples riesgos: La valoración negativa de la Crítica, el fracaso del número, el desprestigio para la revista y el enfado de exigentes colaboradores que se impacientaban por el aplazamiento de la edición de sus colaboraciones.

Pero los responsables de Gévora eran firmes en sus decisiones y no les importaba el posible fracaso ni la impaciencia de sus colaboradores, con tal de cumplir con unos de sus objetivos primordiales. Esa forma de actuación sólo se explica atendiendo a la sinceridad de la que siempre hicieron gala: Su fin era únicamente llegar a la Belleza por el camino de la Poesía. Los riesgos de este tipo y otros fueron asumidos por ellos con una gran valentía literaria y una insólita pasión por la Poesía: «Gévora siente en su carne traspasada de sol la alegría de dedicar su vuelo de hoy a un nuevo poeta: Teófilo de Marcos Pérez. […] Es un motivo sincero de júbilo el descubrimiento de un diamante en Cabeza del Buey; con él otra nueva estrella se enciende en esta Extremadura de hombres auténticos y poetas de vanguardia»[90].

Gévora, con el interés por los clásicos, el rescate de los poetas olvidados y la defensa de los noveles, consiguió el triple objetivo de revalorizar el pasado, dar fe del presente y, a la vez, atender al futuro con una perspicaz visión globalizadora que, hoy día, impresiona por su liberalidad y su amplia concepción del hecho poético.

NOTAS 

[1] Felicitación de Carlos Alberto Larumbe, poeta argentino, Gévora nº 25, p. 8.

[2] Gévora nº 6, p. 11.

[3] Las otras revistas españolas con las que Gévora realizó intercambios fueron El Cobaya (Ávila), Ángelus, Capela, Mérida, Olalla (Badajoz), Borodón, Dabo, Ocio (Mallorca), Alan, Arquero, El portillón (Barcelona), Estrofa (Burgos), Alcántara, Anaconda, Guadalupe, Nuestro colegio, Separata de Alcántara (Cáceres), Alcaraván, Arrecife, Caleta, Capitel, Cauce (Cádiz), Gánigo (Gran Canaria), Mijares (Castellón), Cántico, Cartas líricas, Mediodía (Córdoba), Veritas (Granada), El pez (Guipúzcoa), La niña (Huelva), Reflejos (León), Ágora, Bejaren, Constelación, El hogar extremeño, Laberinto, Poesía española, Punta Europa, Revista de urgencia infantil (Madrid), Sentir (Málaga), Axati, Cazalla de la Sierra, Espacio, Hontanar, Ixbiliah, Loreley (Sevilla), Glorieta y Verbo (Valencia).

[4] Las otras revistas hispanoamericanas que cambiaron ejemplares con Gévora fueron Boletín -Buenos Aires-, Murales poéticos, Guión -Mar de Plata-, Laurel -Córdoba-, Mairena, ¿Por qué …?, Tierra viva -Mendoza- (Argentina), Crítica, Polémica (Chile), Esfuerzo -Girardot-, Revista Bolívar -Manizales- (Colombia), El noticiero -San José-, Repertorio americano (Costa Rica), Cántico, Ciclón, El renuevo (Cuba), Cuadernos de Guayas -Guayaquil- (Ecuador), Universidad (Honduras), El Centavo -Morelia-, Espiral, Nivel paralelo -Aguas calientes-, Pórtico -Sahuayo- (Méjico), Alcor, Cuadernos trimestrales de poesía (Paraguay), Cuadernos trimestrales de poesía -Trujillo-, Idea –Lima-, Liberación -Tagara-, Raíz del Agua -Trujillo- (Perú), Horizontes, Orfeo -Ponce- (Puerto Rico), El chúcaro -Montevideo-, Poesías –Salto- (Uruguay) e Índice literario del Universal (Venezuela).

[5] Las otras revistas extranjeras que intercambiaron con Gévora fueron Biennales internacionales de poesies, Poesies, Maison internacionale de la Poesis (Bélgica), Narceja -Sao Paulo- (Brasil), Élite (EEUU), Profil litteraire de la France -Niza-, Revue moderne -París- (Francia), L´Italia Illustrata -Nápoles- (Italia), Al.Motamid -Tetuán- (Marruecos), Almena, Cadernos do medio dia -Faro-, Calesa, Coordenada -Porto-, Horizonte –Campos. Felha do povo-, Noticias do bloqueio -Porto- y Poesia Ensaio Critica -Faro- (Portugal).

[6] Gévora nº 7, p. 3.

[7] Gévora nº 9, p. 3.

[8] Gévora nº 10, p. 2.

[9] Gévora nº 10, p. 3.

[10] Gévora nº 9, p. 3 y nº 10, p. 3 respectivamente.

[11] Gévora nº 35, p. 1.

[12] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-3-54, archivo particular de J. D. Valhondo.

[13] Gévora nº 25, p. 10.

[14] Gévora nº 41, p. 4.

[15] Gévora nº 41, p. 4.

[16] Del ensayo titulado «La España niña» del uruguayo José Enrique Rodó, Gévora nº 36, p. 3.

[17] Gévora nº 35, p. 1.

[18] Gévora nº 44-45, p. 3.

[19] Gévora nº 36, p. 7 y 38, p. 5.

[20] Gévora nº 36, p. 10.

[21] Gévora nº 25, p. 10.

[22] Carta a Gévora del argentino Carlos Alberto Larrumbe, Gévora nº 38, p. 7.

[23] Gévora nº 2, p. 1.

[24] Gévora nº 9, p. 11.

[25] Alabanza del poeta tinerfeño Gutiérrez Albelo, Gévora nº 9,  p. 11.

[26] Alabanza del poeta Antonio Murciano, director de la revista gaditana Alcaraván, Gévora nº 11, p. 11.

[27] Alabanza de la poeta sevillana Eva Cervantes, Gévora nº 12-13, p 10.

[28] Gévora nº 3, p. 3.

[29] Gévora nº 33-34, p. 9.

[30] Gévora nº 6, p.1.

[31] Carta de Fernando Bravo a Jesús Delgado Valhondo, Cáceres, 11-1-52, archivo particular de J. D. Valhondo.

[32] Gévora nº 4, p. 9.

[33] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-1-53, archivo particular de J. D. Valhondo.

[34] Gévora nº 9, p. 1.

[35] J. P. Holguera, M. Montaño, M. Pérez, C. Sáez, …

[36] Gévora nº 22, p. 12.

[37] Carta de Luis Álvarez Lencero a Francisco Gómez, [s.l.], [s.a.], archivo particular del autor.

[38] “Rubén Darío”, Gévora nº 36, p. 1.

[39] Carta de Luis Álvarez Lencero a Javier Miguel Padró, [s.l.], [s.a.], archivo particular del autor.

[40] “Rubén Darío” de Enrique Segura, Gévora nº 36, p. 1.

[41] Gévora nº 25, p. 5.

[42] Gévora nº 36, p. 18.

[43] «Gévora en su tercer aniversario», Gévora nº 22, p. 12.

[44] Gévora nº 9, p. 1.

[45] Gévora nº 30, p. 10.

[46] “Rubén Darío” de Enrique Segura, Gévora nº 36, p. 1.

[47] Gévora nº 10, p. 9.

[48] Gévora nº 28, p. 10.

[49] “La estrella misteriosa” de María Eugenia Vaz Ferreira, Gévora nº 36, p. 17.

[50] “Afinamiento” de Alfonsina Storni, Gévora nº 36, p. 5.

[51] «Envío. A Nina» de Pedro Antonio Sánchez, Gévora nº 28, p. 3.

[52] “El nombre preferido” de María Angélica Villar, Gévora nº 30, p. 9.

[53] Gévora nº 1, 10, 21, 22, 23, 33-34 y 44-45.

[54] Gévora nº 21, 22 y 23.

[55] Gévora nº 52-53.

[56] Gévora nº 63/67.

[57] Gévora nº 1, 10, 21, 22, 23, 29, 33-34 y 44-45.

[58] Gévora nº 17.

[59] Gévora nº 41.

[60] Gévora nº 44-45.

[61] Gévora nº 1.

[62] Gévora nº 3.

[63] Gévora nº 1, 3, 18, 22, 54-55 y 56-57.

[64] Gévora nº 4, 54-55.

[65] Gévora nº 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12-13 y 14-15.

[66] Gévora nº 5.

[67] Gévora nº 6 y 52-53.

[68] Gévora nº 17.

[69] Gévora nº 18 y 26.

[70] Gévora nº 36.

[71] Gévora nº 39 y 40.

[72] Gévora nº 40.

[73] Gévora nº 44-45.

[74] Gévora nº 47, 48/50 y 58/60.

[75] Gévora nº 56-57.

[76] Gévora nº 39. La razón del homenaje fue que «GÉVORA tenía con él una deuda de gratitud. Fue el primero, al fundarse nuestra revista, que acudió a ofrecer su generosa ayuda con la cesión de las cubiertas impresas que guardaban las hojas de nuestra publicación».

[77] Gévora nº 83.

[78] Gévora nº 5, p. 1. Por esta poeta (Llerena, 1611-1654) ya se había interesado Joaquín de Entrambasaguas en su edición de Poesías de doña Catalina Clara Ramírez de Guzmán (Badajoz, Imprenta Arqueros, 1929).

[79] Gévora nº 17, p. 1.

[80] Gévora nº 19, p. 1. Arturo Gazul Sánchez-Solana fue un intelectual muy influyente en el ambiente de Badajoz cuando Gévora se editaba, a pesar de realizar sólo visitas esporádicas a la capital pacense. Nació en Cala (Huelva), pero fue llerenense por vocación. Gozó de una amplia cultura que procedía de ser licenciado en Derecho, un viajero impenitente y un gran amante de la Cultura y el Arte. Fue cronista del periódico ABC y El noticiero universal, donde destacó por la elegancia y la consistencia de su prosa.

[81] Gévora nº 23, p. 1.

[82] Gévora nº 5, p. 1.

[83] Gévora nº 4, p. 9.

[84] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-1-53, archivo particular de J. D. Valhondo.

[85] Gévora nº 33-34, p. 11.

[86] Gévora nº 11, p. 5.

[87] Gévora nº 36, p. 11.

[88] Como por ejemplo Enrique Sansinena y López-Uría.

[89] Gévora nº 17, p. 6.

[90]Gévora” de Luis Álvarez Lencero, Gévora nº 61-62, p. 00.

CAPÍTULO VI

 

EDICIÓN

El primer número de Gévora fue editado el 10 de septiembre de 1952 y el número 83, que fue el último, en octubre de 1961, casi una década después. Larga trayectoria para una modesta revista de poesía que, sin embargo, mostró una extraordinaria vitalidad aventajando a la mayoría de las publicaciones de este tipo (incluso a muchas de prestigio) que, frecuentemente, llegan con dificultad a una docena de números.

En un principio, la periodicidad de la revista pacense era mensual y con este intervalo de tiempo se editaron 39 números pero resultaba difícil, por falta material de tiempo, que lo mantuviera. Así el número 14-15 se demoró tres meses en salir y el 16, 21 y 33-34, dos. No obstante, los números 36 y 37 sólo tardaron en editarse 12 y 18 días respectivamente, porque el 36 es el número dedicado a la Fiesta de la Raza para el que la Redacción había ido acumulando colaboraciones anticipadamente, y el 37 es un número normal que se llenó con las colaboraciones recibidas mientras se editaba y distribuía el anterior. A partir del número 44-45, sin embargo, Gévora se publica cuando logra acumular las colaboraciones necesarias que, en aquel momento, le llegaban con cuentagotas. Esta es la razón de que el número 48/50 aparezca a los tres meses de publicarse el anterior y el número 56-57 y el 63/67, a los cinco meses, y de que el intervalo cada vez se agrande más hasta llegar al número 68/82, que tardó quince meses en editarse y el 83, veintiún meses.

Razones parecidas explican que Gévora comenzara editando números simples y que, al año de nacer, se viera obligada a publicar números dobles (12-13, 14-15, 33-34, 44-45, 52-53, 54-55, 56-57 y 61-62); posteriormente, triples (48/50 y 58/60)[1] y, finalmente, múltiples (63/67 y 68/82). También el cansancio, que hizo mella en los responsables, es otra razón de que la periodicidad no se pudiera mantener tal como se había proyectado y de que los números se editaran acumulados, sobre todo, al final de la vida de la publicación.

La portada de Gévora se imprimió sobre papel blanco, excepto las de los números 23 y 24 que se imprimieron sobre papel rosa; la del 40, sobre morado, y las de los números 61-62 y 83, sobre papel rojo. La cantidad de páginas de los números simples oscila entre las 7 del número 1 y las 50 del 83; no obstante, la extensión media de este tipo de números se sitúa entre las 10 y 12 páginas. Los números 61-62 y 68/82 son los únicos que aparecen con las páginas numeradas. Y el dedicado a Picasso (63/67) tiene las pastas de cartulina y cambia el diseño de la portada sustituyendo la fotografía típica del puente sobre el río Gévora por un dibujo a color, que imita a una obra del pintor malagueño. La portada del número 68/82 es parecida.

Los originales se escribían a máquina en clichés de cera y las copias de los ejemplares se tiraban a ciclostil, el sistema de reproducción más barato. Sin embargo, esta sencillez formal, lejos de ser un perjuicio, llamaba la atención sobre su contenido. Así Manuel Pacheco, en el tercer aniversario de la revista, destaca la autenticidad que guardaba su interior: «A estas hojas volanderas, golpeadas por un máquina de escribir y pasadas por el negro rodillo de una multicopista […] dedico esta carta, humilde como Ella, pero llena de verdadera sinceridad»[2]. Y Arturo Gazul alaba el sentimiento y la emoción, que contenían sus hojas de papel impresas: «Gévora se publica en multicopista. Ello le confiere una especie de humildad franciscana. Y, sin embargo, si la vestidura es pobre cubre un tesoro sentimental y emotivo inapreciable»[3].

Sin embargo, las páginas de Gévora, a pesar de ser tiradas a ciclostil, tienen una buena nitidez que se consiguió imprimiéndolas por una sola cara con el fin de evitar que se transparentara la tinta. Además, los editores hicieron gala de una extraordinaria habilidad para el maquetaje, a pesar de la dificultad que conllevaba pasar los textos y grabar los dibujos en clichés de cera. Estos detalles dan a la revista el aspecto de una publicación humilde pero presentada con decoro, pues sus editores supieron utilizar los escasos recursos de que disponían con una considerable eficacia, resultado sin duda de una labor paciente e ilusionada. Para hacer su trabajo más llevadero, la Redacción solicitaba a los colaboradores que le enviaran los originales «escritos a máquina y a un espacio, con objeto de ganar tiempo en el trabajo del ‘formato’ de GÉVORA»[4].

Gévora se editó en folios blancos de 31 x 21 cms., que con el tiempo han pasado a un marrón claro. Los folios son ásperos al tacto y de mediana calidad. Algunas páginas llevan dibujos relativos a los escritores comentados o al tema de alguna colaboración y los números que festejan la Navidad, la Semana Santa u otras fechas señaladas del año suelen ir adornados con ilustraciones referidas a ellas. No obstante, lo normal es que las páginas no lleven dibujos, porque se necesitaba todo el espacio disponible para publicar el mayor número de colaboraciones o bien por la dificultad de dibujar en el cliché. Las hojas de la portada y de la contraportada estaban unidas, formando un pliego. Las hojas interiores se introducían ordenadas entre éstas dos y se sujetaban con una o dos grapas, aunque en alguna ocasión aparecen sueltas.

Dos imprentas de Badajoz subvencionaron las portadas de Gévora: La librería-imprenta Arqueros y la imprenta Mangas. La primera estaba situada en la calle Hernán Cortés, donde luego se instaló la librería Doncel. Todos los documentos escritos de las actividades culturales de esta empresa editora desaparecieron en un incendio, en el que también se perdieron ediciones muy importantes de libros de escritores extremeños.

La imprenta Arqueros colaboró con Gévora a través de la edición gratuita de la portada y de la contraportada hasta el número 38, publicado en diciembre de 1955, fecha de la muerte de Francisco Arqueros que fue uno de los miembros de su grupo fundador. En Gévora se le define como una persona entusiasmada por la Cultura, que ayudó a sostener la actividad literaria en la región y, posiblemente, el único editor sensible a los escritores y poetas extremeños a los que, con altruismo, les publicó sus libros[5]. Además, creó la Biblioteca de Autores Extremeños[6] y, cuando murió, tenía en cartera la publicación de libros de los más destacados poetas extremeños del momento.

La imprenta Mangas, que subvencionó y editó las portadas y contraportadas de Gévora después de la muerte de Arqueros, es decir, a partir del número 39, estaba situada en la esquina de la calle Arias Montano y Montesinos. Hace años la adquirió la librería-editorial Universitas y no quedan testimonios escritos de la actividad de la imprenta ni, por tanto, de su relación con la revista.

La edición de Gévora fue motivo de críticas comenzando por la portada, cuya reiteración le restaba variedad formal y no informaba, aunque fuera visualmente, del contenido de los números. También la disposición de las páginas fue objeto de protestas, porque aparecían generalmente congestionadas de colaboraciones para ahorrar espacio. Este era el motivo de que la Redacción recordara insistentemente a sus colaboradores que «nos envíen sus originales escritos a máquina a un espacio, de esta forma, contribuyen a aminorar el trabajo del formato de las Hojas de Poesía»[7]. También la falta de adornos era otro asunto criticado, pues las páginas se llenaban monótonamente de textos escritos. Sin embargo, este punto no debió ser enjuiciado negativamente porque resultaba muy difícil dibujar en los clichés de cera. Además, como no fue posible aumentar el número de páginas, resultó inviable editar los textos más holgadamente.

La carencias de Gévora en estos aspectos, no obstante, se encontraban también íntimamente relacionadas con el deseo de sus promotores de editarla sin “artilugios tipográficos”, porque no pretendieron en ningún momento el lucimiento externo sino conseguir el objetivo de transmitir la Poesía. Es decir, Monterrey y Lencero antes que editores eran poetas que, además, perseguían la realización de un proyecto cultural cuya materialización escrita era una preocupación menor para ellos: «Creemos seriamente que realizamos una obra de caridad espiritual; dar de comer al hambriento. Extremadura, como otras muchas regiones está necesitada de estas libertades literarias, liberalidades que favorecen el desarrollo cultural de las gentes»[8].

Paradójicamente, este aspecto constituye otro de los valores de Gévora, pues con sencillez y pobreza de medios fue capaz de cautivar durante toda una década a muchos colaboradores, que no necesitaban publicar en sus páginas pero que, si lo hicieron, fue porque se sentían atraídos por esta humilde y austera publicación. También es cierto que escrupulosos poetas conocidos declinaron la invitación de participar, por considerarla demasiado «simple» pero este dato, si se sabe captar la trascendencia de la revista pacense, no tiene importancia alguna.

Es cierto que en cuanto a la presentación, Gévora se caracterizó por su monotonía hasta el número 51: Sólo en dos de sus 83 números cambió la portada y, únicamente, en media docena de ocasiones alteró su color. El interior era igual de sobrio: Algún dibujo al principio y, después, letras y más letras. En cambio, a partir del número citado, se observa un mayor interés en mejorar la presentación y en editarla más atractivamente.

Este cambio, al final de su trayectoria, se debió a que los últimos números son, como mínimo, dobles y sus responsables tuvieron más tiempo para prepararlos y cuidar su aspecto externo. Las novedades introducidas vinieron a romper con lo que había sido tópico en Gévora a lo largo de muchos números y se consiguió un mayor atractivo en la edición con el embellecimiento interior a base de dibujos, que llenan páginas enteras o las adornan parcialmente. La distribución de los textos en dos columnas, que hacen más atractivas las páginas interiores. El mayor cuidado en la maquetación de la revista, que mejora la presentación general. El aumento de la calidad de los contenidos, que ahora parecen más seleccionados. Y nuevos datos de interés, que se incorporan a los índices de colaboradores y a las listas de revistas y libros recibidos para informar sobre el nombre de sus directores, las editoriales donde se publican o la procedencia de los participantes.

Todo estos detalles, que necesitaban de un tiempo extra para su confección, inducen a pensar que, desde un principio, Gévora debió ser publicada trimestralmente para evitar la precipitación de los primeros números, no escasear las colaboraciones y cuidar más su presentación. Sus responsables hubieran evitado numerosas críticas y, a la vez, ahorrado las fuerzas que debieron emplear para neutralizarlas en beneficio de su publicación.

En la transformación de Gévora influyeron, además de los cambios formales mencionados, otras novedades beneficiosas como la incorporación de colaboradores de la talla de Juan José Poblador, Leopoldo de Luis y Manuel Terrón Albarrán, que aumentaron el nivel ya conseguido por los poetas de calidad que publicaban en ella desde su nacimiento. Y también influyó la inclusión de textos breves con ideas poéticas de Julio Herrera Reissig, René Menard, Paul Eluard y Rainer María Rilke, que se intercalan con los poemas y equilibran los números a la vez que los hacen más extensos y variados.

El esfuerzo transformador del aspecto físico de la revista, que se produce en su etapa crepuscular, quiso ser reforzado con una edición radiofónica paralela: «en breve será echada a volar GÉVORA por las antenas de la emisora Radio Sindical de Badajoz, como complemento de nuestra revista»[9]. Pero este anuncio se debió quedar en proyecto, pues no se volverá a tener noticias de él.

No obstante, este vuelco positivo no afectó a la portada, aunque el cambio de las de los números 63/67 y 68/82 llevó a pensar en un principio que la Redacción quería renovarla definitivamente. Pero esta presunción resultó vana porque, en el número siguiente (y último), se volvió a emplear la portada tradicional quizás porque, sabiendo que era el cierre de su andadura, se decidió volver a los orígenes.

De todos modos, la modestia de Gévora en su forma y en sus pretensiones es uno de sus más genuinos valores, que se puede sintetizar en forma de lema: «Eficacia a base de sencillez». Y es que, sin lucimientos externos, consiguió mucho más de lo que solían alcanzar otras publicaciones con mejores medios y colaboradores de mayor renombre. La muestra es el número 83 con el que realizó un loable esfuerzo para poner fin a su larga trayectoria. Y lo hizo con decencia pues, aunque no es estrictamente literario, necesitó de una considerable capacidad de organización para recopilar numerosísimas colaboraciones, declaraciones de afecto, discursos y, además, grabar en clichés abundantes y exquisitos dibujos hasta llenar 50 páginas.

El número 83 es un excelente broche de oro, porque Gévora supo terminar su vida con la emoción que había comenzado haciendo una encomiable alabanza de la Belleza, a la que había servido con dignidad formal y con pasión literaria.

 

SUMARIO

Los números normales de Gévora no se encuentran distribuidos en secciones claramente delimitadas y sólo la portada, el apartado bibliográfico y la contraportada se presentan de forma semejante en los 83 números. El resto de las páginas se llenan anárquicamente con poemas y textos en prosa, aprovechando todo el espacio disponible sin responder, por tanto, a una distribución prefijada.

Esta disposición informal, sin embargo, era la mejor manera de ahorrar espacio para incluir la mayor cantidad de colaboraciones en cada número y de reducir las que esperaban turno. También suponía una manera de ganar tiempo, porque los editores no se veían obligados a respetar una estructura, editaban los trabajos acumulados cuanto antes y, a la vez, cumplían con el compromiso inicial de publicar en el plazo ajustado de un mes y, posteriormente, en un espacio temporal razonable.

No se debe olvidar que los responsables de la revista pacense disponían de poco tiempo, pues debían atender primero a sus ocupaciones profesionales: «GÉVORA es un fervor poético. Su grupo fundador tiene que ganarse su ración de pájaro, como diría el argentino Lugones, en el taller o en la oficina; sólo en ratos de asueto nos dedicamos a GÉVORA»[10]. La falta de tiempo hacía que pidieran con frecuencia a los colaboradores que transcribieran los originales de un modo determinado para ahorrarse trabajo en la maquetación (“Rogamos a nuestros distinguidos colaboradores que nos envíen sus originales escritos a máquina y a un espacio. Así nos facilitan la confección de estas hojas”[11]) e, incluso, que arbitraran un sistema para ahorrarse la elaboración y el envío de acuses de recibo: “[…] les enviaremos el número de GÉVORA donde se publican sus poemas. Con esto nos ahorramos cartas de acuse de recibo de originales”[12]. El exceso de trabajo también les sirvió para justificarse cuando los colaboradores se impacientaban: “Rogamos a todos los que están pendientes de la publicación de sus originales tengan paciencia y en cuenta los límites y formato de nuestras HOJAS que exigen un acoplamiento especial”[13].

Aparte de los números normales estaban los monográficos, que fueron dedicados a publicar libros de poemas o a homenajear a poetas y artistas vivos, fallecidos o noveles. En los primeros, la Redacción se limitaba a publicar el libro de poemas en el mismo orden que se lo entregaba el autor y, en los homenajes, las colaboraciones se pasaban atendiendo únicamente al orden de recepción.

No obstante, analizando detenidamente la estructura de sus 83 números, se pueden localizar, aunque no de una forma nítida, unas partes fijas en la distribución de la revista, que dan una idea de que los responsables de alguna manera se atenían a un diseño intuitivo.

La portada lleva, en la parte superior ocupando una tercera parte del espacio, una fotografía en blanco y negro del puente sobre el río Gévora, que todavía se puede contemplar a 8 kilómetros de Badajoz por la carretera de Cáceres desde el puente nuevo por el que pasa la carretera nacional, que une las capitales de las dos provincias extremeñas. En la base de la fotografía está situada la mitad superior de las letras del título y la mitad inferior sobresale por debajo de la fotografía[14]. En el resto de la página se puede ver el subtítulo de Gévora: «HOJAS DE POESÍA EN PROSA Y VERSO», que se encuentra dentro de un recuadro doble. Y debajo se lee «Badajoz». El hecho de que todos los números, excepto dos, presenten la misma portada tiene un sentido de ahorro de trabajo, tiempo y dinero, pues se eludía la incómoda tarea y los gastos de diseñar una portada para cada número y, a la vez, se conseguía que se hiciera familiar por su reiteración.

La introducción de cada número suele ser distinta, pues únicamente los números 1, 2, 4, 5 y 6 son encabezados por unos textos breves de presentación, que cumplen una mera función introductoria. Este hecho indica que los responsables de Gévora no tuvieron interés en escribir editoriales, donde se hubieran visto obligados a decantarse ideológicamente, y prefirieron ocultar sus opiniones personales en notas, que aparecen en el interior de los números entre poemas y textos en prosa y están camufladas en una lengua poética incomprensible para profanos (y, también, para censores incultos): «GÉVORA continúa su camino ascendente hacia el reino inaccesible de la Belleza. […] Por eso perseveramos en nuestras decisiones y propósitos sin desmayos pueriles cada día con más entusiasmo»[15].

Los números corrientes suelen comenzar con textos de poetas conocidos para atraer la atención de los lectores. Unas veces son versos de poetas del pasado (Donoso Cortés, Carolina Coronado, Espronceda, …), o de poetas coetáneos desaparecidos (Chamizo, Reyes Huertas, …), o de escritores nacionales, preferentemente modernistas (Rubén Darío, Salvador Rueda, Francisco Villaespesa, Juan Ramón Jiménez, …) o poetas sobresalientes del momento (Pacheco, Lencero, Valhondo, …) o escritores olvidados de la tierra que Gévora quería recuperar del olvido (Rafael Rico y Gómez de Terán, Carmen Solana, …). Otras veces encabezan el número poetas hispanoamericanos de la época como Jean Aristeguieta, Amílcar Uralde o Hugo Emilio Pedemonte. Generalmente, todos suelen ser presentados por una semblanza de Enrique Segura, donde analiza su personalidad lírica y explica el motivo del interés por ellos.

También en la parte introductoria, Gévora intentó en varias ocasiones crear unos apartados con el fin de continuarlos en los siguientes números y establecer de esa manera una sección fija que sirviera de presentación. Pero estos apartados desaparecieron sin más explicaciones («Laurel y mirto»[16], «Visitas de honor», «Poetas castúos», «Maestros de la Poesía», «Poetas de América» o «Poetas de España»).

A partir del número 52-53, varios comienzan con un dibujo que ocupa toda la página (54-55, 56-57, 58/60, 63/67 y 83). Y, en los números 63/67 y 68/82, se incluye una lista de los colaboradores que participan en sus páginas.

El núcleo de Gévora se llena con la transcripción de colaboraciones generalmente en verso (sólo de cuando en cuando se intercalan textos en prosa) que, en conjunto, forman la parte central de cada número. Su disposición informal, sin embargo, hacía más espontáneo y familiar el desarrollo del número, porque se evitaba de esa manera el carácter fragmentario que caracteriza a otras publicaciones literarias, donde cada colaborador es aislado del resto. Además, de ese modo se suscitaba el interés por cada número antes de abrirlo, pues el lector no sabía con qué se iba a encontrar.

El núcleo llena la mayor parte de cada número, pues suele ocupar de 8 a 10 páginas de las 10 ó 12 que suelen tener los números normales. Aunque a veces el núcleo se encuentra adornado por dibujos que representan a poetas que colaboran en esa página o por ilustraciones cuya única misión es la de adornar, lo normal es que se aproveche todo el espacio disponible y las páginas aparezcan sólo con textos.

Las colaboraciones publicadas en el núcleo llevan escuetamente el nombre y uno o dos apellidos del autor y es raro que se empleen seudónimos. Tampoco suelen ir acompañadas por comentarios pues éstos sólo se hacen en determinadas ocasiones. De esta forma, los editores dejaban libertad crítica al lector, para que enjuiciara cada número según su visión personal y, de paso, ahorraba trabajo y espacio.

El apartado bibliográfico se llena con los comentarios de libros, que se agrupan en una sección cuyo título varía a lo largo de la vida de la publicación («Reseña», «Libros recibidos», «Notas bibliográficas», «Bibliografía» y «Sección crítica») y con otro apartado donde se publica una relación de las revistas recibidas por medio de intercambios, que lleva el título de «Revistas recibidas» o «Revistas de cambio». A veces, el apartado bibliográfico no tiene título, aunque se localiza sin dificultad por su forma y su contenido.

Globalmente el apartado bibliográfico es una sección muy interesante, porque a través de ella se puede recabar abundante información sobre autores, estilos, editoriales y procedencias en el caso de los libros, y datos sobre directores, colaboradores, grupos poéticos y focos culturales de la época en el caso de las revistas. Además, este interesante apartado es una fuente de referencias sobre las relaciones entabladas por Gévora y también un banco de testimonios sobre la actividad poética, la crítica y la vitalidad editora de la época.

En este apartado fueron comentados por Enrique Segura 255 libros que, divididos entre los 53 números reales que publicó la revista[17], resulta una media de cinco libros por número aproximadamente. Arduo trabajo el realizado por el crítico de la revista, aunque no todos los libros fueron comentados con igual extensión, pues a unos los analiza detenidamente y a otros simplemente los reseña.

Este apartado no aparece en todos los números editados por Gévora, pues se localiza por primera vez en el número 5 y el 1, 2, 3, 4, 6, 10, 12-13, 16, 17, 32, 36, 63/67 y 83 no lo incluyen. En una ocasión, se advierte en una nota que su falta es debida a que el crítico de la revista, Enrique Segura, se encontraba fuera de Badajoz y el comentario de varios libros recibidos de España y América se aplazaba hasta el siguiente número[18]. Cuando el apartado bibliográfico aparece, normalmente va al final del número y ocupa de una a tres páginas aunque, a veces, se inserta a trozos en varios lugares como sucede en el número 30, que se reparte entre las páginas 1 y 4.

La contraportada de la revista lleva arriba un anuncio publicitario de la librería-imprenta Arqueros, que dice «COLABORA EN ESTAS HOJAS CON LA EDICION DE LA PORTADA». En el número 39, esta empresa librera y editora es sustituida por la imprenta A. Mangas, que se anunciará también con el segundo apellido, «Cuenda».

Debajo del anuncio aparece la leyenda: «La edición de GEVORA es reducida, numerada y gratuita» y la fecha que corresponde a cada número. Y en los extremos inferiores, a la derecha, se especifica el número del ejemplar en la tirada y, a la izquierda, el número correspondiente de la edición. Los tres últimos datos siempre aparecen manuscritos con pluma.

En el primer número la contraportada es doble. La primera de ellas lleva esta inscripción: «Estas HOJAS las lanza al viento un grupo de buenos extremeños. La colaboración queda abierta a todas las direcciones del Arte, la Belleza, la Poesía y el Sentimiento». Debajo aparecen dos direcciones para el envío de la correspondencia: «GÉVORA. Muñoz Torrero 13, 3º Centro. Vicente Barrante, 16. Principal. Badajoz». Estas direcciones se cambiarán por otras: “Manuel Monterrey. C)Vasco Ñúñez, 28. Badajoz”, a partir del número 24, y “Luis Álvarez Lencero. Grupo José Antonio 15, 3º derecha. Badajoz”, después del número 54-55.

Además, entre estos apartados que se pueden considerar fijos en líneas generales, se intercalan notas de la Redacción que, aparte de las más frecuentes referidas a advertencias y agradecimientos, contienen noticias culturales («Hacía muchos años que no celebraba la ciudad sus Juegos Florales. Con motivo de la feria pasada tuvo lugar tan culta fiesta en el escenario del López de Ayala […]»[19]), pésames («A última hora recibimos la noticia del fallecimiento de nuestro querido amigo y compañero del grupo fundador de GÉVORA, Don Francisco Arqueros. Sin tiempo ni espacio, sólo daremos nuestro sentido pésame a la viuda, hijos y hermanos. […]»[20]), lista de benefactores («NUESTROS BENEFACTORES: Sra. Morillo-Velarde, 100 ptas. Don Ernesto Vivas, 100 ptas.»[21]), dirección para el envío de originales («Dirigir la correspondencia tanto particular como literaria a […]»[22]), arengas («¡Malagueños!, nuestra humilde GÉVORA os envía un rebaño de lágrimas. […] Que no se despierte Salvador. No hagáis ruidos hermanos. Sabe Dios cuánta poesía estará escribiendo vuestro paisano con la muerte al hombro cara a la eternidad. Porque SALVADOR RUEDA late en las estrellas para siempre»[23]) y bases de concursos literarios («La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la capital hermana, celebrará un concurso para premiar un trabajo en prosa y una poesía exaltando la práctica del Ahorro, con mil quinientas pesetas cada premio. Termina el plazo de admisión el seis de marzo a las doce de la mañana»[24]).

TIRADA

La tirada del primer número de Gévora fue de 100 ejemplares. Los gastos sumaron 245 pesetas y los diez socios del grupo fundador aportaron 30 pesetas cada uno[25]. La tirada del número dos tuvo un coste de 177´30 pesetas, cantidad inferior a la del primero porque se ahorró el gasto del cliché de la portada, que era la misma. Esta cifra también fue repartida por Monterrey entre los socios que, por entonces, habían aumentado a quince[26]. Veinticinco ejemplares de la tirada de este número fueron intercambiados con revistas poéticas españolas e hispanoamericanas y el resto se envió a colaboradores y al público en general.

Como el recibimiento de Gévora fue entusiasta, la tirada inicial de 100 ejemplares quedó enseguida corta: “Ante la demanda de números de Gévora, reiteramos a todos los que nos leen y tan vivamente se interesan por nuestra modesta publicación, que de momento no es posible atender a todos; que hemos de seguir haciendo una edición reducida –reducidísima- ya que nuestros medios económicos actuales no nos permiten otra cosa”[27]. Por este motivo, a principios de 1953, sus responsables pensaron en aumentar 25 ejemplares más en la tirada de cada número para llegar sucesivamente a los 200 ejemplares. Es decir, ya en el quinto número se vieron desbordados por la gran demanda de ejemplares que llegaba a la Redacción de la revista pues, por entonces, entre los ejemplares intercambiados y los enviados a los colaboradores, sólo sobraban unos cuantos para atender las numerosas peticiones de personas interesadas en recibir la revista, que mostraban su enfado cuando las quedaban sin su ejemplar[28].

Pocos meses después, las previsiones de los editores se hacen realidad y la tirada llega a los doscientos ejemplares con los donativos de colaboradores espontáneos, que permiten atender a la gran demanda de ejemplares proveniente de puntos geográficos dispares («Nos escriben del norte, de Levante, del sur, hasta de Casablanca -marrum francés-, nos escriben mandando original y pidiendo las Hojas. Nosotros procuraremos corresponder al público”[29]) y, sobre todo, de Hispanoamérica desde donde la publicación era solicitada con entusiasmo («Ya tiramos 200 ejemplares y para América salen cerca del centenar, pues constantemente estamos recibiendo cartas de poetas de todas las repúblicas pidiéndonos el cambio y enviando original”)[30].

Pero estas previsiones optimistas se vinieron abajo cuando se desmembra el grupo fundador y las ayudas económicas que llegaban a la Redacción sólo sirvieron para mantener la tirada en 150 ejemplares a duras penas, pues a los gastos de edición había que sumarle los de envío: “De los diez fundadores que éramos sólo quedan cuatro, gracias a los benefactores y a Ambrona que paga el papel GÉVORA vive. Sólo en sellos de Correos con la nueva subida, me gasto más de 30 pesetas sin contar las cartas que tengo que escribir a los de América por avión que vale cada carta 4´80 pts. me suponen más de otras 30 pts.”[31].

No obstante la demanda de ejemplares era tan alta que Monterrey, el encargado de su distribución, tuvo que dosificar los ejemplares disponibles para que nadie se quedara sin el suyo: «Dime, para no mandar dos números a una misma persona […], los nombres de los que piensas tú enviar el libro dedicado, para si lo tenemos en nuestro casillero borrarlo y tú se lo envías, así podremos tener para todos los que reciben la Revista mensualmente”[32]. Después sólo se recuperó el listón de los 200 ejemplares en la tirada del número dedicado a Picasso. Tampoco se logró aumentar la cantidad de páginas de los números, cuya media se situaba entre las 10 y 12. Sólo los números 24, 31, 33-34, 36 y 83 lograron sobrepasarla con 14, 13, 13, 18 y 50 páginas respectivamente.

La distribución de la tirada de un número corriente de Gévora se conoce por una carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo: «GÉVORA tiene gran difusión en América donde mandamos entre el cambio de revistas y colaboradores poetas más de 30 ejemplares. En España enviamos cambio a las principales revistas de Madrid y provincia que se llevan 40 números y los demás los repartimos entre el grupo fundador y los colaboradores de toda España; solamente a Madrid enviamos 15, 10 a Sevilla, total que los 150 números se van todos y más que hubiera»[33].

Como la tirada de los números de Gévora se repartía dispersamente, pues se enviaban a diversos y distantes puntos de España, Portugal, Europa, Marruecos, Estados Unidos e Hispanoamérica, la publicación fue denominada con el nombre metafórico de «Hojas volanderas»: «GÉVORA es la revista extremeña que echa a volar sus HOJAS, como el sembrador, a voleo, recogidas por los vientos que la llevan a muy distintas y lejanas tierras»[34].

FINANCIACIÓN

La edición de Gévora fue gratuita y así se recuerda con orgullo en su tercer aniversario: «GÉVORA cuenta ya tres años de existencia y fue la primera revista de poesía que se reparte gratis al público»[35]. Este dato del que presume la Redacción tendría una cierta importancia si la revista sólo se hubiera repartido en la misma capital, pero cubrir los costes de edición y enviar la mayoría de sus ejemplares fuera de Extremadura a distantes y numerosos lugares, conllevaba gastos que, por su cuantía, los responsables debían cubrir número a número, convirtiendo así la edición de cada uno de ellos en una proeza.

Como Gévora fue una empresa altruista que, por su sinceridad y apasionamiento, logró atraer a un gran número de colaboradores, todos aportaron colaboraciones literarias y muchos contribuyeron en la medida de sus posibilidades al mantenimiento económico de la revista. De esta manera sus responsables pudieron disponer de tres fuentes de financiación para cubrir sus gastos.

Los llamados «benefactores» eran los colaboradores cuyas aportaciones económicas permitieron que la tirada de Gévora pasara de los 100 ejemplares iniciales y, cuando el grupo fundador se deshizo, no sólo no descendiera sino que se estabilizara en 150 ejemplares: «Espontáneamente nos [llegan gran número] de pesetas para ayuda de las Hojas de Poesía. He tenido que abrir una cuenta corriente para ir llevando la cuenta y que sepan los donantes en qué se gasta el dinero donado. De Sevilla hemos recibido 100, 50 y 25 pts. de tres colaboradores. De Cáceres 50, 26 y 25 pts. también de colaboradores. Aquí en Badajoz, Araceli Spínola nos ha entregado también 100 pts. para los gastos»[36]. Ante el éxito de Gévora, también el alcalde del Ayuntamiento de Badajoz se animó a concederle una subvención[37].

En el número 4, la Redacción publica una nota donde cuenta que el dinero de los benefactores se utilizaba para aumentar el número de páginas de cada número con el fin de que cupieran más colaboraciones y para tirar un mayor número de ejemplares y así llegar a más lugares y personas interesadas en recibir la publicación[38]. Y, en el número 5, agradece sus generosas aportaciones voluntarias comenzando a publicar una «Lista de benefactores»: «RECIBIMOS DE: Eva Cervantes, 50 pesetas. Excmo. Señor Marqués de Paterna del Campo, 100 pesetas. D. Rufino Delgado, 50 pesetas. D. José Canal de Cáceres, 25 pesetas. D. Fernando Bravo de Cáceres, 25 pesetas. D. Enrique Sansinena de Hornachos, 25 pesetas. De Dª Manola Pérez y Pérez del Villar de Sevilla, 25 pesetas. Don Antonio Pino de Sevilla, 25 pesetas. De A. S. de Badajoz, 100 pesetas».

Este tipo de lista aparecerá frecuentemente a lo largo de los restantes números con el título de «Nuestros benefactores» o «Nuestros benefactores espontáneos» y el agradecimiento de la Redacción a los que han enviado donativos: «NUESTROS BENEFACTORES ESPONTÁNEOS: Seguimos recibiendo giros postales para ayudar a GÉVORA, la que agradece de corazón los donativos que se envían y que servirán para aumentar el número de HOJAS DE POESÍA Y PROSA».

Los editores querían ser agradecidos con los simpatizantes de la revista, porque eran conscientes de que sin ellos no se hubiera difundido lo suficiente por falta de recursos económicos para aumentar la tirada: «Confío en que con el tiempo aumentarán los socios protectores hasta que lleguemos [los componentes del grupo fundador] a pagar dos o tres pesetas cada uno y la Revista tendrá vida propia»[39]. Estas ayudas resultan más importantes aún si se tiene en cuenta que no sólo contribuían a difundir una publicación literaria, sino también apoyaban un movimiento intelectual en torno a ella: «[…] enviamos a nuestros colaboradores nuestro agradecimiento por su importante ayuda en nuestra empresa cultural» afirma la Redacción que, a veces, se emociona hasta el punto de agradecer los donativos metafóricamente: «GÉVORA les agradece con las alas encendidas sus generosas aportaciones».

Sin embargo, estas contribuciones económicas voluntarias, según Manuel Pacheco, eran un arma de doble filo pues, como la publicación las necesitaba, sus responsables tenían que aceptarlas y, a cambio, se veían moralmente obligados a publicar a los benefactores. Incluso Isabel Benedicto afirma que alguno de ellos enviaban donativos para que le publicaran, pues en una ocasión oyó que Luis Álvarez Lencero comentaba a Manuel Monterrey: «Esto, Monterrey, es comprarse el sitio». Incluso algún colaborador, según personas próximas a la publicación, daba dinero a Gévora con el fin de que le publicaran con frecuencia. Y en el epistolario de Lencero existen casos de nuevos colaboradores que le solicitan la edición de sus poemas y, para ganarse su voluntad, se muestran partidarios de suscribirse a la revista: «[…] estoy dispuesto a ayudar al mantenimiento firme de tan atractiva bandera poética»[40].

No obstante, Lencero negaba con vehemencia que Gévora dependiera de los benefactores pues en una ocasión declaró que, incluso, había rechazado muchas colaboraciones que venían acompañadas de donativos: «Pero no tiende la mano a nadie ni mendigo las suscripciones. He recibido infinidad de ofertas para suscripción pero he de decirle que fueron siempre rechazadas así como, tampoco paga a nadie las colaboraciones, aunque sean firmas de primera magnitud. Como verá todo en ella es espontáneo y firme aun en estos tiempos en que yo diría que hasta nos tenemos que comprar la vida en cualquier tienda de lobos y buitres»[41].

En Gévora colaboraron con donativos 44 personas. La cantidad más alta aportada fue de 1000 pesetas, que se recibieron del Ayuntamiento de Badajoz. La cuantía normal oscilaba entre las 10 y las 100 pesetas, aunque no siempre se aportaba dinero: Moisés Garcés Cortijo le regaló un décimo de lotería de 10 pesetas, que se jugó el 25 de marzo de 1955, y Antonio Corredor le ofreció varios libros valorados en 200 pesetas para que, una vez vendidos, quedaran a su favor. Ante estas muestras de interés, los responsables de la publicación en numerosas ocasiones correspondieron a sus benefactores con frases indicativas de una sincera gratitud: «GÉVORA agradece de todo corazón a cuantos amigos benefactores […]» o “GÉVORA agradece constantemente a sus benefactores el envío de cantidades […]”.

Los colaboradores que más aportaciones enviaron a Gévora fueron Eduardo Cerro y Araceli Spínola, que sumaron cada uno ocho donativos de cien pesetas el envío. Les siguieron con siete donativos, Eva Cervantes. Con seis, Vicente Sánchez-Arjona. Con cuatro, Federico Alba, Manuel Delgado Fernández, Ildefonso Iglesias Infantes y Manuela Pérez de Pérez de Villar. Con tres, Fernando Bravo y Juan Delgado. Con dos, Secundina Ardit, Ricardo Carapeto, Antonio Corredor, Moisés Garcés, Esteban Rodríguez, Cecilio Sáez y Leonor Trevijano. Y con uno, Julio Acha, el Ayuntamiento de Badajoz, Juan Berbel, Manuel Calero, José Canal, Amantina Cobos, Rafael Cortada, Baldomero Díaz de Entresoto, Juan Enríquez, Loly Fernández, A. Iglesias, Eladia Morillo-Velarde, el marqués de Palermo, Miguel Muñoz de San Pedro, Antonio Pino, Alfonso Pintó, Rodríguez Perera, Andrés Rodríguez, Antonio Sánchez, Antonio Sansinena, Esperanza Segura y Ernesto Vivas. En total, los benefactores fueron 43; los donativos, 91, y la cantidad global recaudada, 6.715 pesetas.

Gévora destacó a los benefactores del número dedicado a Picasso por su cantidad y por participar en el acontecimiento cultural más importante que había promovido y realizado: «FUE POSIBLE ESTA EDICIÓN EXTRAORDINARIA GRACIAS A LA GENEROSA APORTACIÓN ECONÓMICA DE José Díaz-Ambrona, Julián Báez Sánchez, Esperanza Segura, Manuel Monterrey, Enrique Segura Otaño, Juan Antonio Cansinos, Tomás Gómez Infantes, Federico Alba Quesada, Juan Enríquez Anselmo, Francisco Vaca Morales, Miguel Rubio, Antonio Zoido, Juan Navlet, Julián Cuéllar, Francisco Pedraja, Manuel Pacheco, Antonio Vaquero Poblador, Domingo García, Juan José Poblador Santos y Luis Álvarez Lencero»[42].

Los componentes del grupo fundador, que apoyaron a Monterrey y Lencero en la creación de la revista, también ayudaron decididamente a su financiación aunque sus recursos económicos eran escasos: «Un grupo de diez amigos costeamos la impresión multicopista y la damos gratis al público; creo que no se puede pedir mayor altruismo»[43]. Un mes después el grupo fundador contaba con cinco miembros más, que enseguida pasaron a contribuir al mantenimiento financiero de la revista: «El segundo número cuenta ya con Cordero, Canal, Willemenot, Esperanza Segura y tú, será menos el tanto por ciento a que hemos de contribuir [los componentes del grupo fundador]»[44].

Las aportaciones económicas del grupo fundador, junto a las enviadas por los benefactores, fueron vitales para la revista pacense, según se deduce de esta descripción de la distribución de gastos realizada por Manuel Monterrey: «Nosotros los fundadores seguimos pagando las Hojas en sus gastos de impresión y los donativos los gastaremos en aumentar la tirada»[45]. La recaudación de las aportaciones del grupo fundador era otra de las tareas realizadas por el viejo poeta de una manera minuciosa. Al terminar un número presentaba a los miembros del grupo fundador en una octavilla los gastos de papel, tinta y clichés, que eran cubiertos por todos aportando cada uno la cantidad que buenamente podía.

José Díaz-Ambrona fue la tercera fuente de ingresos de Gévora y la más decisiva, porque este pacense interesado por la Cultura pagaba el papel y cubría el déficit de la revista, que no se conseguía financiar con los donativos de los colaboradores ni con las aportaciones de los componentes del grupo fundador. Díaz-Ambrona fue siempre muy generoso y uno de los mecenas más importantes que ha tenido Extremadura: «GÉVORA como verás marcha muy bien de fondos gracias a los benefactores que tenemos y al Mecenas D. José Díaz-Ambrona, que ha querido pagar el papel que consuma la revista»[46].

Cuenta Isabel Benedicto que, como Díaz-Ambrona era muy aficionado al tiro de pichón, el viejo poeta lo animaba diciéndole «para usted son dos palomas, D. José», en clara alusión a la paloma que le correspondía por turno y a la que Monterrey le concedía metafóricamente por su interés en ayudar a la publicación. En agradecimiento, los responsables de la revista reconocen expresamente la generosidad de Díaz-Ambrona: «GÉVORA tiene sus benefactores; pero tiene también un protector generoso que atiende a cada uno de los números de las Hojas de Poesía con la cantidad necesaria para cubrir el déficit de los gastos con una esplendidez digna de subrayarse. El culto abogado y poeta D. José Díaz-Ambrona es el que en silencio sostiene a sus expensas este mecenazgo que nosotros hacemos público en señal de agradecimiento, aún seguros de herir su modestia»[47].

Luis Álvarez Lencero explicó a Carmen Santos cómo se financiaba Gévora y coincidió en citar las tres fuentes de ingresos mencionadas: «Además la doy sin cobrar un céntimo a nadie vive [Gévora] con la generosa aportación de Díaz-Ambrona, buen amigo y excelente poeta que paga el papel y, al mismo tiempo, porque de vez en cuando sale de por ahí algún que otro benefactor espontáneo que me envía lo que de la gana, para que no muera nunca. Por otro lado reúno la aportación de un grupo de amigos extremeños y la propia para comprar los clichés, la tinta grasa, los sellos de Correo y demás accesorios que la hacen posible»[48]. La última parte de este documento hace saber que Monterrey y Lencero también contribuían económicamente a financiar los gastos aportando la cantidad que no habían conseguido cubrir con las subvenciones de sus adeptos.

A través de estas fuentes de ingresos, Gévora consiguió sobrevivir un largo período con pocos medios, porque esa misma carencia animó a sus responsables que se sentían muy complacidos: «Nuestro mayor orgullo es el ser pobres de solemnidad que, sin haber de antemano mendigado entre antesala y cortina, Dios nos permite salir a la calle tirando a voleo nuestro oro, quizás porque sabemos que renunciar a todo es la única manera de poseerlo todo. Aunque no sabemos tender la mano, sabemos besar cristianamente el óbolo que con espontaneidad generosa se nos ofrece»[49].

NOTAS

[1] Los editores se confundieron al numerar a partir del número 52-53 los tres siguientes, pues los marcaron con el 53-54, 55-56 y 57/60 cuando deben ser 54-55, 56-57 y 58/60. También cometieron un error al poner la fecha “31-6-55” al número 32, pues junio tiene sólo 30 días y, por tanto, la fecha correcta es “30-6-55”.

[2] Gévora nº 22, p. 1.

[3] Arturo Gazul, «Gévora ha cumplido tres años de publicación», Hoy (Badajoz), 29-12-54, p. 6.

[4] Gévora, nº 22, p. 4.

[5] Francisco Rodríguez Perera escribió una sentida alabanza dedicada al impresor pacense, que también colaboró en la fundación y en el mantenimiento de Alor: «Solamente nos quedan los recuerdos. Cuando ALOR nació, tú encendías tu llama con las nuestras y andabas sonriente acariciando al recién nacido y querías aplacar su llanto y te llenaban de regocijo sus sonrisas, temblorosas de cari[ci]as tus manos, que se nos han perdido entre el polvo», Gévora nº 39, p. 10.

[6] El primer tomo fue dedicado a Carolina Coronado y llevaba un proemio de Julio Cienfuegos. Y el segundo, a Francisco Valdés; el prólogo era de Enrique Segura Otaño y el epílogo de su hijo, Enrique Segura Covarsí.

[7] Gévora nº 38, p. 1.

[8] Ibidem.

[9] Gévora nº 56-57, p. 17.

[10] Gévora nº 42, p. 2.

[11] Gévora nº 41, p. 9.

[12] Gévora nº 33-34, p. 12.

[13] Gévora nº 5, p. 1.

[14] Las letras del título miden 7 cms.

[15] Gévora nº 41, p. 4.

[16] Este título recoge las colaboraciones que homenajean a Donoso Cortés y aparece abriendo los números que se dedican a conmemorar su Centenario (excepto alguno, quizá por olvido).

[17] De los 83 números editados, 12 fueron dobles, triples o múltiples.

[18] Gévora nº 30, p. 8.

[19] Gévora nº 44-45, p. 6.

[20] Gévora nº 38, p. 10.

[21] Gévora nº 33-34, p. 2.

[22] Gévora nº 33-34, p. 7.

[23] Gévora nº 52-53, p. 2.

[24] Gévora nº 39, p. 6.

[25] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 15-9-52, archivo particular de J. D. Valhondo.

[26] «Gastos Gévora: 9 clichés de multicopista a 6’50 uno: 58’50. 900 folios de papel multicopista a 11’20 cien: 100’80. Correos y repartidor: 15”. Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, octubre 1952, archivo particular de J. D. Valhondo.

[27] Gévora nº 2, p. 1.

[28] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 30-11-52, archivo particular de J. D. Valhondo.

[29] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-1-53, archivo particular de J. D. Valhondo.

[30] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-3-54, archivo particular de J. D. Valhondo.

[31] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 5-8-55, archivo particular de J. D. Valhondo.

[32] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 30-7-55, archivo particular de J. D. Valhondo.

[33] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 23-5-55, archivo particular de J. D. Valhondo.

[34] Gévora nº 47, p. 7.

[35] Gévora nº 30, p. 10.

[36] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-1-53, archivo particular de J. D. Valhondo.

[37] «Carapeto, el alcalde, nos ha concedido una subvención de 1000 pts., sin nosotros pedirla, esto como comprenderás nos ha halagado, pero veremos a ver cuándo la cobraremos porque el Ayuntamiento esto de pagar subvenciones a Revistas no está acostumbrado a hacerlo y veremos a ver qué pasa”. Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 23-5-55, archivo particular de J. D. Valhondo. Esta subvención es citada en una nota de la Redacción donde Gévora la agradece (nº 29, p. 10).

[38] Gévora nº 4, p. 5.

[39] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, octubre 1952, archivo particular de J. D. Valhondo.

[40] «Buzón y posta de Gévora«, Gévora nº 11, p. 11.

[41] Carta de Luis Álvarez Lencero a Carmen Santos, Badajoz, 5-7-59, archivo particular del autor.

[42] Gévora nº 63/67, p. 38.

[43] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 15-9-52, archivo particular de J. D. Valhondo.

[44] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, octubre 1952, archivo particular de J. D. Valhondo.

[45] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-1-53, archivo particular de J. D. Valhondo.

[46] Carta de Manuel Monterrey a Jesús Delgado Valhondo, Badajoz, 22-3-54, archivo particular de J. D. Valhondo.

[47] Gévora nº 18, p. 4 y 28, p. 1.

[48] Carta de Luis Álvarez Lencero a Carmen Santos, Badajoz, 5-7-59, archivo particular del autor.

[49] Gévora nº 5, p. 1.

CAPÍTULO VII

 

CONTENIDO LITERARIO

Como los tímidos intentos de estructuración del contenido de no llegaron a cuajar y los textos presentan una disposición inestable, cuando se analiza el contenido literario de la revista se llega a la conclusión de que, en general, las colaboraciones recibidas en su Redacción se iban transcribiendo conforme llegaban a manos de sus editores sin responder a un orden concreto, salvo en determinados números dedicados a conmemoraciones que se podían prever con antelación como la Navidad o la llegada de la primavera, donde los textos aparecen agrupados en torno al tema que marca el evento conmemorado.

Sin embargo, el contenido literario de Gévora, a pesar de no presentarse ordenado en apartados o secciones, se puede catalogar en varios bloques cuyo núcleo es el «Contenido habitual». Esta parte central es común a todos los números y se encuentra formada por una amalgama de colaboraciones generalmente poéticas de autores extremeños, nacionales, portugueses e hispanoamericanos, que constituyen la médula del contenido ordinario de la revista pacense.

A este bloque central se le añaden, ocasionalmente para completarlo, otros contenidos que no son habituales: «Homenajes», que hacen protagonistas a figuras de las Letras y de las Artes regionales y nacionales para destacar sus cualidades artísticas y, en muchos casos, lamentarse de su desaparición. «Monográficos», que son números dedicados por Gévora a un asunto único como la edición de un libro de poemas a un autor determinado, la publicación de una antología colectiva o la exaltación de un artista. «Navidad-Semana Santa», que acoge las colaboraciones cuyo contenido celebran el nacimiento o subrayan el sentido trascendente de la pasión de Jesucristo. Y «Prosa», que agrupa a las colaboraciones escritas en forma de ensayos, artículos y relatos.

CONTENIDO HABITUAL

El contenido literario de Gévora comienza sosteniéndose en colaboraciones poéticas de autores extremeños de prestigio como el llamado «triángulo poético»: Lencero-Pacheco-Valhondo que, ya desde el primer número, colaboran incondicionalmente con este proyecto editorial aportando composiciones fundamentales de sus incipientes obras líricas como es el caso del sugerente poema «La estación de ferrocarril» de Jesús Delgado Valhondo:

   La estación, bajo un álamo

de cantos que reverdecen

tiene tres niñas que esperan

que alguien de allí se las lleve.

   Arrastra un tren las miradas

de las tres hijas del jefe.

   Bajo un álamo

de pájaros que se pierden,

la canariera amarilla

se torna de color verde.[1]

El aprecio de Gévora por estos poetas que, por entonces comenzaban a despuntar, se observa en detalles como que el segundo número se abra con un típico poema de Manuel Pacheco, «Letanía al Guadiana», donde expone con una técnica surrealista el amor sentido por el río como si se tratara de su amada:

Tu piel es como un libro

cuando se lee en la cama.

[…]

Tu boca como un beso,

tu boca de nenúfar venenoso

abierto al navegante que muerde tu garganta,

tu boca como un beso con ortigas

que pone cinturones de agua verde

al hombre que confía en tus palabras.

[…]

Porque te quiero entera

te digo estas palabras.[2]

También Lencero, que ya  editó en el primer número, repite en el siguiente con un poemilla de corte tradicional lleno de imágenes muy personales como “Niño, / despierta de tus cristales, ¡hijo mío!”[3], que destacan la faceta popular de este poeta más conocido por su adscripción a la poesía social:

No me llores ya más …

Tu corazón no tiene corazón:

¡Es de cristal!

Tu corazón: El mar

tendido cara al sol

puesto a secar.[4]

Posteriormente, el trío volverá a colaborar en repetidas ocasiones a lo largo de la vida de Gévora y supondrá uno de los pilares de la publicación no sólo por la aportación de poemas (e incluso poemarios) fundamentales de sus respectivas obras líricas, sino también por su apoyo incondicional al proyecto editor desde su nacimiento. Valhondo envió frecuentemente poemas y, además, editó La muerte del momento y «Canto a Extremadura», Pacheco atrajo a la publicación con su poesía alucinante a colaboradores entusiastas y reeditó Ausencia de mis manos y Lencero publicó numerosos poemas de sus libros y, aparte de mantenerla con su trabajo y su ímpetu apasionado, imprimió a la revista un giro hacia el realismo social que resultó necesario para ponerla en consonancia con la literatura nacional. Fue tal la implicación del «triángulo» en Gévora que en sus páginas se puede rastrear la trayectoria de cada uno durante casi una década.

Otros personas importantes para Gévora intervienen desde el principio con la intención no sólo de llenar su contenido sino también de catapultar a la publicación naciente. Es el caso de José Díaz-Ambrona, que aporta un poema significativo con el título «Semblanza de Manuel Monterrey», donde realiza un panegírico de la persona en torno a la que gira la empresa editorial, destacando las características que presiden su personalidad y haciéndolas coincidir con las peculiaridades de la incipiente revista, en el momento delicado de su nacimiento:

  Afable y sencillo, cual un anacoreta;

escritor brillante, de pluma señera

que todo lo ofrece y que nada espera

al pintar a todos con viva silueta.

  En su vida fértil, razonada y quieta

para todos tuvo la mejor manera

de decir aquello, cuyo fondo era,

el cortés cumplido de un viejo poeta.

Desde la atalaya de sus devociones

fueron sus sonetos versos de juglar

que evitaron siempre las complicaciones

  que a los vanidosos pudieran causar.

Y en su amable obra, sus aspiraciones

fueron, la de Extremadura, sobre todo, Amar.[5]

También acudieron raudos a la llamada de Gévora otros como Francisco Vaca que enseguida colabora con un curioso artículo sobre la mención del topónimo «Gebora» en el Arco de Triunfo parisino conmemorando una de las victorias de Napoleón para destacar la importancia de este concepto, que había superado las fronteras nacionales, como premonición de la gran difusión que alcanzaría la revista de Badajoz posteriormente.

 En los siguientes números, otros poetas cercanos apuntalaron con su participación el contenido habitual de Gévora como, por ejemplo, Antonio Juez que transmite su desencanto vital («Como una abeja de lumbre / en el corazón me quemas … / ¡Dolor que me quebrantas …, / pena, pena ¡¡Pena!!»[6]) o Francisco Rodríguez Perera, que aporta un pésame envuelto en moldes clásicos («Deja que te acompañe en tu amargura / y se me clave dura la fiereza / de tu dolor que ateza tu luz pura. / Y para ver si cura tu belleza / mi aspereza en la voz de tu dulzura, / toma mi bien y dame tu tristeza»[7]).

Enseguida el contenido ordinario de Gévora comienza a contar con la colaboración de autores cacereños de la talla del conde de San Miguel, que participa con un soneto titulado «Nocturno estival de Extremadura» de clara influencia juanrramoniana, y de Juan Luis Cordero que, con su romance «Yo busco la margarita», sorprende por su inusual y rico vocabulario:

Se me ha desleído el rumbo

en el dombo de la tarde

que tiene espasmos de vidrio,

de alcánfor y de albayalde

¡Cómo pesa, cómo grita

la manivela del aire!

Temblores de malvavisco

y epilepsias de corambre

tiene el cirrus que diluye

los flecos del cuarzo inane.

En la hopalanda de mayo

hay efluvio de hospitales.

El ciruelo sanjuanero

baila un chotis tan campante.

[…]

Yo busco la margarita

que no ha deshojado nadie.[8]

Otros poetas de la capital hermana engrosan la lista de los escritores que ayudaron a llenar el contenido habitual de los primeros números de Gévora como, por ejemplo, Pedro Romero Mendoza con «Romance del amor imposible», que cuenta una historia de amor con un tétrico final (“Desde el naranjo una alondra / lanzó al viento sus quejas, / y la niña de mis sueños / dijo transida de pena: / -De las hijas del verdugo / soy, amor mío, la pequeña”[9]); Fernando Bravo, con el poema titulado «Por la vereda» en el que suenan ecos melancólicos del primer Juan Ramón («la paz del campo en la tarde / madura su promesa. / Yo marchaba lentamente / por la indecisa vereda. / Un silencio de quietudes / sin horizontes de tierra, / me modelaba, y mi estatura / era soledad escueta») y José Canal, con el poemilla titulado «Tendedero», donde expone un deseo insatisfecho provocado por una meta espiritual aún no alcanzada:

  Mecida por el viento

 va la ropa tendida

 diciendo adiós al cielo.

 Cigüeñas en bandada …

 trapos blancos y negros

 se lavaron la cara.

 Yo espero, cada día,

 espumas que me laven

 y ser ropa tendida.[10]

También desde el principio Gévora cuenta con autores de prestigio de fuera de la región como es el caso de los hermanos Antonio y Carlos Murciano, estupendos poetas del grupo de Arcos de la Frontera, que colaboran por primera vez con sendos sonetos y ayudan a imprimir un sentido trascendente al contenido habitual de la revista pacense:

    Te me llegas, Señor, no sé si amigo,

 si alondra o surtidor, si luz o albada;

 sé que tu voz rodó por mi llanada

 y no sé si me quedo, si Te sigo.

   Te me llegas, suave flor de trigo,

álabe dulce en plenitud dorada,

pero hay voces que enredan Tu llamada

y no sé si con ellas, si contigo.

   Este camino … Espera … ¡No! Mi frente

duda en la encrucijada de Tus rosas,

si hacia el barro torcer, si a las estrellas.

   Llueve la tarde su dulzor. Ausente

de todo lo que fui, miro las cosas

y no sé si contigo, si con ellas.[11]

Lo mismo sucede con Antonio Fernández Molina que, con «Un mensaje de barro desde un pueblo», expone la desesperanza de su vida anodina y sin horizontes («Os envío un mensaje de barro, amigos míos. / Un mensaje de barro, sí, me aburro, / me estoy doliendo de esta vida tonta / y de tantas miserias de esta vida. / Una espina me punza en el costado»[12]). Manuel Ruiz González-Valero, con «Hemoptisis», describe las sensaciones experimentadas por un enfermo que siente su imperfección y su caducidad («Siento que poco a poco se me escapa / esa calandria roja, pez o lobo, / que se muerde los pulsos con caricias / de la boca frenética de un sádico / y me siento más aire, más vacío / más barro florecido y transparente …; / más yo sin mí, cual un recién nacido …»[13]). Mario Ángel Marrodán, en «Cerrada existencia», presenta una reelaboración del sentido manriqueño de la vida  («En el ser de mi carne, en esta inmensa / Sangre, silencio con pausa de río / Que nace nuevo y en la mar se aclara»[14]) y Julio Mariscal Montes, con «Dios-hombre», incide en una realidad tan cierta como estremecedora: la soledad que acompaña siempre al ser humano («Así, Señor; así es como te espero, / vencido por el fuerte, acorralado, / cara al hombre y al mundo que te hiere. /  Carne para los perros del trampero, / piedras en que tropezar, luz y pecado, / hombre que solo nace y solo muere»[15]).

Estos poetas son representantes de otros colaboradores no extremeños, que tienen en común haber contribuido a instalar en Gévora la poesía arraigada, corriente lírica imperante en la lírica nacional por aquellos años. Su temática constituirá el núcleo de los asuntos tratados en el contenido habitual de Gévora casi durante toda su vida, salvo en los últimos números en que predominará en sus páginas la temática social.

Aparte de estos casos concretos, la buena predisposición con que Gévora fue recibida dio como resultado que, ya en el número 10, se acumule una numerosa y variada participación tanto por la procedencia de los autores como por el contenido literario de sus aportaciones. Así pronto fue posible confeccionar un número muy completo por sus diversos registros tonales y estilísticos, que permiten detectar la emotividad humana en el poema «Mi hijo me cierra los ojos» de González Castell, la mezcla de lo tradicional y lo culto en «Gotas de sangre» de Lencero o la nostalgia de recuerdos lejanos en «Compostela en el recuerdo» de Baldomero Díaz de Entresotos (dedicado a Jesús Delgado Valhondo): «Allá en la lejanía del tiempo, allá está hundida / Compostela. La veo, con arnés milenario, / cabalgar en la niebla; y oigo su campanario / gemir con un acento de eterna despedida»[16].

Esta variedad emocional se mantiene en el contenido de los números siguientes y en el número 14-15 ya se puede detectar una calidad de conjunto motivada por el concurso de experimentados autores, que saben transmitir una honda trascendencia a sus poemas. Por este motivo, no hay una colaboración que sobresalga sobre el resto ni que desentone por su mediana calidad. Muestras del alto nivel conseguido en este número son los poemas «Regreso» de Dora Isella Russell, «A Luis Álvarez Lencero, Juan Ángel Iglesias y Prudencio Rodríguez que quieren verme convertido en polvo de luna» de Manuel Pacheco, «Barrio de San Mateo» de Jesús Delgado Valhondo y «Gozo y dolor de sangre» de José María Gil Encinar, cuyos contenidos dieron consistencia al talante existencial de Gévora:

    Soy el lago de sangre que humedece

 los labios impalpables de mi herida,

 soy perro que busca su guarida

 callándose el ladrido que le crece.

    Soy, latido a latido, el que perece

soñando la ilusión como tenida;

pidiéndole anticipos a la vida

que dentro de mi clima reverdece.

   Me gano la opulencia del mendigo.

Me vierto, beso a beso, entre dos mundos

que tienen de común mi podredumbre:

   Tan pronto las miserias que maldigo

desgarran mi canción, como rotundos

penetran los placeres en mi cumbre.[17]

Además, este número es más variado que otros porque, entre los poemas, se intercalan textos en prosa de contenidos heterogéneos: Discurso político de Donoso Cortés (p. 1), prosema de Fernández Molina (p. 3), ensayo sobre la relación entre el Arte y la Medicina del doctor Juan Enríquez Anselmo (p. 7) y máximas de Manola Pérez como la que dice «El amor es una trampa de la naturaleza donde se perpetúa el dolor» (p. 9).

Otros números como el 17 destacan por el contenido amoroso de muchas de sus composiciones que ofrecen enfoques diversos sobre este asunto, pues se abre con una encendida declaración de amor titulada «Cómo te quiero» de Gómez de Terán; sigue con el poema «Ofrenda» de Carlos Callejo, que versa sobre el amor partiendo de la afirmación «Te quiero, luego existo»; continúa con «En esta irrevocable lejanía» de Eduardo Cerro, que trata de un amor platónico, y finaliza con «Distancia», un poema de Luis Agustín Pizarro que describe un amor ideal entre dos personas separadas por un amplio espacio físico:

 Cada noche beso el talismán que me diste

 y cada momento recuerdo tu nombre:

 suave como un suspiro,

 y dulce, más que el canto de la alondra.

Sólo un poco de espacio separa tu ausencia,

una brisa fría, delgada e hiriente.

Parece como si el tiempo

se hubiera parado en el dintel del alma …

su mirada pesa, cruel, en mi vida,

despiadadamente clavada en mi recuerdo:

lacerante látigo de angustias,

fugitivas gaviotas tristísimas

en el mar del pasado.[18]

Otros números como el 18 se caracterizan por acumular abundantes poemas con formas muy variadas, que van desde composiciones disciplinadas como unos sonetos de Dora Isella Russell («Vida exacta») y de Monserrat Vayreda («Dos primaveras») a poemas en versos libres como los titulados «Carta blanca al poeta Manuel Monterrey» de Pacheco y «Esta mañana» de Prudencio Rodríguez:

   RESBALADA de las estrellas

esta entregada mañana en mis manos.

Y en mi corazón borboteando

las dulces cosas de los labios.

   Fluyente río azulado

ay, los sueños de las palmeras.

Blanca cigüeña, nardo en el pico,

poniendo olas en las chimeneas.

   Ay, qué pájaro de sol

haciendo nidos en mi pecho.

Ay, qué manos las tuyas de alba,

qué labios los tuyos de viento.

   Esta mañana clara:

qué irreal gacela

-oro, azul, nieve,-

cabalgando palomas y azucenas.

   Qué novia de la tarde

para bordar besos y estrellas en el aire

esta mañana clara clavándoseme

con puntas de nube en la sangre.[19]

Hay números, como el 25, que destacan por reunir a poetas consistentes cuyos poemas tratan contenidos enjundiosos como, por ejemplo, «Ciudad de piedra» de Jesús Delgado Valhondo («Primer misterio: la luna. / Un Padre Nuestro a los pasos / de nadie por el misterio / de nadie por el espacio»), «La Virgen de los Reyes» de Eva Cervantes; «Sancta Virgo Virginum» y «Mater Christi» de Francisco Rodríguez Perera y «Primavera» de Pedro Belloso:

     Por el alba los pájaros cantores

engalanan de trinos los rosales.

Por las tapias del huerto los frutales

han tendido a la luz todas sus flores.

   Jugando con el sol los surtidores

tornan arpas de notas musicales,

los brazos vaporosos, de cristales,

que le nacen al aire en mil colores.

   Rondando a tu ventana llega el viento

de plata por la luna ensortijado,

con música de sueño dulce y lento.

   Mientras logro vivirte reclinado

en tus horas azules de contento

me derramo en tu vida enajenado.[20]

 

En otros números, como el 48/50, junto a composiciones que responden a una forma tradicional (villancicos de Fernando Bravo y liras de Jesús Alonso Terradillos), se localizan poemas cuyas formas suponen un deseo de experimentación como la serie de alejandrinos «Tus raíces dialogan con espejos» de Luis Alberto Varela; otra de cinco pareados titulada «Como una roja llama» de Pedro Romero Mendoza o la formada por varios tercetos, «Retrato a la amada», de José Maqueda Alcaide:

    La luz postrera del día

pone en tu cara un suave

resplandor que la idealiza.

   Y estereotipa en tu gesto

la vida reconcentrada

que hay en los rostros del Greco.

   Tus ojos serenos, claros,

al irse hundiendo en la noche

cobran un extraño encanto.

   Parece que dulces miran

un deleitoso paisaje

que está dentro de ti misma.[21]

También existen números donde se editan especies de antologías de un poema concreto como en el 56-57, donde aparece un grupo de romances en todas sus variantes formales: Romance heroico (“El enfermo» de Manuel Monterrey); romance octosílabo («Pinceladas de mi Extremadura» de Araceli Spínola); romance endecha («Espantapájaros» de Juan Berbel) y romancillo («Julio» de Armando Rojo):

   El verano, herida

que sangra en la piel

de la tierra, abierta

con lanza cruel,

con purpúrea lanza

del sol de ígneo arder.

  ¡Oh nostalgia aguda

de invierno en mi sien!

  Con sonar sonámbulo

lo siento caer

lluvia en mi hondo fuego

de anhelante sed.[22]

En este número también se incluye una selección de sonetos como los titulados «Mujer» de Francisco Rodríguez Perera, «Con las luces del alba» de Eduardo Cerro, «Oración por tus 80 años», dedicado por Lencero a Monterrey, y «Posada golfo» de Raúl Baldomero.

De un análisis detenido del contenido habitual de Gévora se deduce que, a pesar de sus lógicos altibajos, consiguió un equilibrio interno hasta el final de su existencia, pues números como el 58/60 guardan un amplio abanico de temas trascendentes expresados en formas cultas (sonetos «A Luis Chamizo. Vuelta al amor» de Antonio Murciano y «Confesiones para el agua, mi amante» de Gustavo García Saraví) y populares («Canto llano», romance de José Canal y «Río», romancillo de Armando Rojo). Incluso, varios poemas marcan con nitidez el paso de un contenido existencial, presentado generalmente en formas clásicas, a otro social en versos libres como los poemas «Tu mano» de Manuel Pacheco, «Visión del suburbio» de Ileana Espinel y «Del segundo discurso que dijo Juan Descalzo en la plaza pública» de Hugo Emilio Pedemonte:

Señoras y señores. Os hablo

yo, Juandescalzo, y os acuso

del egoísmo más infame.

Allí hay una mujer rica

con diamantes y pieles y lacayos

tomando el sol en esta plaza.

Y la dejáis tomar el sol

sin ayudarle. Y os estáis

de brazos cruzados como

si en realidad no sucediera nada.

Sois unos miserables.[23]

Otros números de Gévora son un ejemplo de conjunción entre poetas españoles, hispanoamericanos y portugueses como el número 68/82, donde se pueden localizar poemas de Garciasol, Lencero, Antonio Soriano, … y también de Dora Isella Russell, Ilka Sanches, Miguel Torga, Casimiro de Brito o Antonio Cabral.

La presencia de la lírica iberoamericana y lusa, que es clave en el contenido habitual de Gévora, no se detecta porque aporte temas o tonos distintos a la lírica de los poetas de Extremadura y del resto de España. La voz única de la poesía es la que impera en sus versos y las constantes universales que alegran o preocupan al ser humano son idénticas a las que contienen las composiciones de autores españoles.

Quizás el rasgo que distingue a las colaboraciones de América sea su fuerza emotiva, que es consecuencia de la ilusión con que sus autores participan en una revista de la madre patria que los recibe con los brazos abiertos. Y el rasgo distintivo de las colaboraciones líricas procedentes de Portugal en conjunto radica en su marcado tono existencial, que es producto de la típica saudade portuguesa, una mezcla de pesar, nostalgia y melancolía endémica que, musicalmente, se materializa en el fado, la canción característica del país vecino:

   A VIDA é mais monótona que un horário

e mais insipida do que a geometría

cansa-nos como o ritmo da poesia

convencional dum poeta estacionário.

   Conservadora como o Calendário

e puntual como a sensaboria

tem por fundo a banal cenografía

dum peixe-pintado num aquário.

   Abre-se a flor cinzenta do Bocejo

sem perfume, sem cor, tal o Desejo

pálido, inerme, como a lua nova.

   Rumos iguais seguimos absortos.

Nem podemos sequer, depois de mortos,

mudar de posiçao dentro da cova …[24]

No obstante, estos rasgos característicos lejos de plantear distinciones categóricas vienen a integrarse con naturalidad en el contenido literario de Gévora que así gana habitualmente en variedad lírica y en carácter mundano.

Esta adaptación de la poesía hispanoamericana y lusa, que participa en sus páginas, a los universales del sentimiento y a las formas imperantes en la poesía española del momento provoca que, en sus 83 números, sólo se localice un poema con características propias del español de América en la zona de Uruguay:

     Mirándote, al pasar, parecés muerta;

 desdibujada en la aridez del gesto.

 Pero estira tu aliento un hilo de humo

 que brota como yuyo desde el techo …

    Sos como muchos hombres por afuera,

 una tristeza huraña que da miedo;

 una viudez perenne y silenciosa,

 de un luto renovado, siempre nuevo.

    Y sin embargo, como el hombre sano,

 sos nobleza y bondad de pecho adentro.[25]

La primera colaboración hispanoamericana en Gévora se encuentra en el número 7 y, en los números sucesivos, los participantes de aquellas latitudes se incorporan a sus páginas en progresión geométrica estableciendo unos excelentes vínculos con poetas del entorno de la publicación que los unía. Así, en el número 18, se observa que las buenas relaciones entre poetas de ambos lados del Atlántico se estrechan a través de intercambios de dedicatorias como la que ofrecen Jean Aristeguieta y Conie Lobell con su poema «Homenaje a la Poesía» a Monterrey, Pacheco y Lencero, o Jean Aristeguieta «A la poesía de Luis Álvarez Lencero», o Carlos Larumbe a Carolina Coronado (la «musa» de Gévora) con el poema «Para la luna de Badajoz» o Rolina Ypuche al director de la revista con «Carta a Manuel Monterrey en Badajoz»: «[…] Allí andaba oculta, en el cerrado abecedario, una marcha de España y su ritmo real. Era lindo el compás que marcaba la banda: nos inundaba la sangre haciéndonos tararear. Si alguna vez te encuentro, poeta y amigo, la volveremos a cantar con el recuerdo niño»[26]. Incluso en la página 6 del citado número aparecen reunidos a conciencia un poeta hispanoamericano (Hugo Emilio Pedemonte), una poeta extremeña (Eladia Morillo-Velarde) y otra española (Monserrat Vayreda), que suponen una muestra del hermanamiento alcanzado al poco tiempo de establecerse la primera conexión entre Extremadura, España e Hispanoamérica.

Otras relaciones se establecen por medio de intercambios, que contienen encendidos versos de admiración como sucede entre Manuel Pacheco, que ofrece «Palabras a Dora Isella Russell», y esta poeta sudamericana le dedica «Soneto de septiembre»:

   Dicen que es Primavera, y no me importa.

-Una ebriedad de cielo claro y bueno,

como si fuera en su delirio pleno

el sueño largo y la tristeza corta.

   Dicen que es el Amor, y no me importa.

-A veces, de relámpago y trueno,

otras, inverosímil de sereno,

toda distancia su distancia acorta.

   Estoy en medio de la luz del día;

me dicen que es la Vida, y no me importa:

no le conozco el rostro al mediodía.

   Quiero la noche, siempre, la que aporta

su vestidura de melancolía.

Me dicen que es la Muerte. Y no me importa.[27]

Tales muestras de mutua admiración contagian a la poeta hispanoamericana Marosa de Giorgio y a la extremeña Eladia Morillo-Velarde, que dedican sendos escritos a Pacheco, un poeta de la tierra que sirvió de reclamo para atraer colaboradores a Gévora y, al mismo tiempo, fue un guía para poetas jóvenes: «Yo quisiera, Pacheco, / hablarte con esencia de naranjas, / con voz universal de viento y nube / y como el sol de vivas mis palabras. / Y quisiera que tú, / escucharas así mi voz hermana, / mi voz sin eco, blanca como el aire / en el aire de cisne de mi carta»[28].

En los siguientes números, se irán incorporando numerosos poetas hispanoamericanos como Gladys Smith, Amílcar Uralde, Iverna Codina, Nélida Aurora, Raúl Baldomero, Ana Luz Sotolongo, Juvenal Ortiz, Eduardo Carreño, Violeta López, Julio Arístides, Alejandro Flores o Demetrio Fábrega, que serán reunidos por Gévora con los anteriormente mencionados en el número 36 para celebrar la Fiesta de la Raza.

Esta excelente relación establecida entre poetas tan distantes (pero con la pasión común de la poesía) dio lugar a que poetas hispanoamericanos de prestigio como la uruguaya Juana Ibarbourou enviara con su paisano Hugo Emilio Pedemonte un poema expresamente compuesto para Gévora:

La rosa, en su fragancia.

Va con su gala cálida

Por la noche y el día, alucinante,

Con su falda de púrpura

Y la túnica pálida.

¡Ah, la rosa, la reina

Desafiadora y altanera,

Dura como la vida,

Hecha de luz, de raso y cera!

En cuanto se desciñe

De la morada brasa del capullo,

Ya es toda gracia aleve,

Toda punzante orgullo.

El lucero por ella se desvela

Y el grillo canta a su belleza exacta.

Ella se abre y su esplendor despliega,

Intacta.

Si alguien la toca, muere.

Aún antes de espinar roto su tallo.

¡Ay la rosa, la rosa indescriptible!

Un corazón es su vasallo.[29]

Por tanto, Gévora propició la conexión entre poetas españoles e hispanoamericanos dando lugar a encuentros líricos como el que se produce en el número 52-53, que se llena con una mezcla variopinta de poetas como Jean Aristeguieta con «Silencio»; Manuel Pacheco con «Al gran pintor extremeño Ortega Muñoz»; Francisco Rodríguez Perera con «Rosa»; Amílcar Uralde con «Tiempo»; José Canal con «Las manos muertas» y Boris Calderón con el poema titulado «5»:

Cuando el mar sea de piedra

Y todos los moluscos nazcan verdes,

Será la hambruna del tiempo y estaremos juntos,

Amada noctuela de ébano.

Abriremos los ventanales de los árboles,

Para que entren en marejada los pájaros a vernos.

Un diluvio de tarántulas iluminará la tierra.

Para alcanzar tus manos cambiaré de nombre,

Tú, seguirás siendo cruz de ébano.[30]

Gévora, aparte de su labor de puente, también difundió la poesía hispanoamericana publicando textos de poetas de la calidad de Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Juana Ibarbourou, Alfonsina Storni, César Vallejo, Julio Herrera Reissig y Amado Nervo: «En un convento vivía / una monja que pasaba / por santa, y que se llama / la Hermana Melancolía. / Fruto de savia bravía / que olvidó la primavera, / su rostro de lirio era, / y sus pupilas nubosas / dos nocturnas mariposas / sobre ese lirio de cera»[31].

La presencia de la poesía portuguesa en Gévora, a pesar de su proximidad geográfica, no fue tan prolífica como la hispanoamericana. Sin embargo, aparece en momentos puntuales imprimiendo variedad y carácter universal a la revista desde que en el número 11 se manifiesta con un buen poema del poeta portugués Antonio Rebordao que, en un lenguaje muy directo, denuncia la triste situación existencial del ser humano que cree un pelele en manos del destino:

Antes de que lo pienses

te tomará la vida

y te moverá

como a un payaso triste

lanzado contra el palco.

Entonces serás lo que otros han sido.

Serás, quizás, soldado lleno de cobardías,

serás, quizás, político lleno de incertidumbre,

serás, quizás, héroe debido a las circunstancias.

tienes que ser como los otros,

limitarte, llorar, sonreír a veces.

Puedes ser marinero sin amar paisajes,

sacerdote sin conocer las almas

o hasta médico sin conocer la salvación de los cuerpos.[32]

Otros poetas portugueses seguirán apareciendo en números sucesivos como Marcos Ferro, Vasco Miranda, Jorge Ramos, Augusto Gil o Casimiro de Brito, que generalmente tratan temas preocupantes como los enigmas de la vida, la esclavitud del hombre por la riqueza o la preocupación por la finitud del ser humano: «Así, hermanos, improvisaré a cada momento el fin del mundo, / a cada momento apresaré la tragedia universal / y en medio de la furia de los elementos y del terror de la hora final / tomaré asiento en la mesa del banquete común, sereno e impávido»[33].

HOMENAJES

La emotividad y el sentimiento que presidió la tarea editora de Gévora aparece con frecuencia reflejada en numerosos homenajes recogidos en sus páginas. Orgullosa de la tradición en que se inscribía, estos testimonios de admiración fueron la manera que tuvo de agradecer el esfuerzo creador que determinados escritores y artistas extremeños y nacionales realizaron al servicio de la Literatura y del Arte.

Los homenajes en la revista pacense suelen consistir en la edición de una semblanza del homenajeado, realizada por Enrique Segura Otaño, y varias colaboraciones (generalmente en versos) de diversos autores que resaltan su entrega a la actividad literaria y artística.

Juan Donoso Cortés es el primer clásico extremeño destacado por Gévora, al que dedicó un homenaje en todos los números editados en 1953 y con el que se sumaba a la conmemoración nacional del Centenario de su muerte. Aunque tal homenaje no tuvo un carácter estrictamente literario, pues se destacaron también sus dotes de pensador, orador, escritor, político y paladín de Extremadura fuera de ella. Incluso, se aprovechó su sentimiento antirruso y sus virtudes cristianas hasta el punto de ser denominado por Enrique Segura adalid de la verdad tradicional «porque puso en la defensa toda la claridad tajante que en estos cien años últimos solamente han mantenido en Europa los olvidados y heroicos ‘requetés'»[34].

El interés despertado en Gévora por Donoso Cortés llama la atención, pues su adhesión a la conmemoración del Centenario de su fallecimiento explicaría sólo en parte este inusitado apego, que se entiende en toda su extensión si se tiene en cuenta el amor que sintió este político y poeta extremeño por Extremadura. Pero también se volcó en destacarlo, porque su personalidad humana, religiosa y política, cuyos pilares fueron el afecto por la familia, el amor a Dios y la aversión contra Rusia, encajaba con los valores ideológicos de la época en que se editó. No obstante, fue Enrique Segura el más interesado en dedicarle esta detallada atención, a la que no se opusieron los responsables de la revista.

Literariamente, Donoso Cortés interesó a Gévora como representante de la poesía traslúcida y trascendente que defendía contra los colaboradores, que no estaban de acuerdo con la baja calidad de algunas colaboraciones y pedían una selección de los trabajos más severa. La poderosa personalidad del intelectual extremeño, que se caracterizó por unas fuertes convicciones y un lenguaje retóricamente inflamado, imprimía empaque a la postura lírica adoptada por la revista pacense pues, a pesar de su recio carácter, Donoso Cortés defendió la poesía natural cuyo norte eran los sentimientos presididos por la sencillez y la humanidad:

   Cual un temblor de heroicas oriflamas,

vibraron las palabras del patricio,

cuando, con noble acento tribunicio,

se exaltaba en homéricas proclamas.

   Enardecido en belicosas llamas,

de su Patria y su Reina en beneficio,

fue el corazón, a la lealtad propicio,

del lírico marqués de Valdegamas.

   Pero nunca arrogancia semejante

cubrióse con tan regios esplendores

entre los labios de ningún poeta …

   Que otro verbo jamás fuera bastante

para expresar los cálidos amores

de un soñador, de un sabio y de un poeta.[35]

Después de Donoso Cortés, los más homenajeados fueron Adelardo Covarsí y Antonio Reyes Huertas desde el primer número editado por Gévora, donde José Canal, Manuel Monterrey, Francisco Vaca y Rufino Delgado destacan la fidelidad con que el pintor Covarsí supo captar el paisaje extremeño:

   Bello paisaje de extremeña hechura

duerme en el fondo de tu cuadro ameno.

Cielo gris de suavísima ternura

y un perfume enervante a fruta y heno.

   La milenaria encina que aún perdura

más fuerte que el granito, pone freno

al paso de la edad, y abre su seno

de amor, de paz, de sombra y de ventura.

   Al pastoril sesteo presta asiento

y al viejo rabadán premioso acento

que relata conseja legendaria.

   De pronto el pensamiento se extasía,

y todo -hombres, cosas- se diría

que a tu memoria reza una plegaria.[36]

De la misma forma, Antonio Reyes Huertas es homenajeado por Luis González Willemenot, Clara Luna, Manuel Monterrey, Celso Galván y Antonio Juez, que destacan su amor por la tierra, sus cualidades literarias o se lamentan por su pérdida:

   Aún está el nido caliente …

de ayer el pájaro ido

y todo ya sin sentido,

callado, triste y doliente …

   Y cómo el dolor se siente

de la ausencia que adoramos.

¡Y qué sólo nos quedamos …

Como surco sin simiente …!

   Sólo el alma, más valiente,

sabiendo ya lo que espera,

se aparta de la quimera

que la vida ingrata miente …[37]

De este novelista Gévora apreciaba su amor por la naturaleza extremeña y lo llama «La voz de la tierra». Enrique Segura, en nombre de la revista, pide «un busto, un monumento que fije en bronce su memoria; una edición cuidada de sus obras completas y un estudio crítico biográfico»[38].

Varios números más tarde Manuel Monterrey recuerda a Adelardo Covarsí en el segundo aniversario de su muerte y, aparte de un comentario en prosa, le dedica el poema «Recordando a Adelardo Covarsí»: «(Mensaje que mando / de estrella a lucero, / para esos Cortijos / y Cotos del  Cielo). […]» y Antonio Juez hace lo propio con Antonio Reyes Huertas en el primer aniversario de su fallecimiento: «Un año ya que te fuiste y aún en llanto se moja el pensamiento …! Y el sentimiento florece en fuertes fragancias de afecto …! ¡estás tan cerca Amigo …! ¡Estás tan dentro, Maestro!»[39].

En varias ocasiones más Adelardo Covarsí será homenajeado por Francisco Vaca, Luis Álvarez Lencero y Rafael González-Castell («Cazador de tinieblas y de sombras; / cazador de las luces y el color; / de brillantes contrastes, de bellas lejanías, / de fondos nebulosos, de avalanchas de sol»[40]). Y Antonio Reyes Huertas, por Enrique Segura y Lencero, entre otros. En una ocasión el homenaje se completa con la edición de un texto del homenajeado:

   Hay un rumor en mi alcoba

como de música vaga

un rumor dulce y tranquilo

igual que si ángeles o hadas

hiciesen junto a la cuna

batir en ritmo sus alas.

   Duerme mi niña … En el pecho

sus dos manecitas blancas

se cruzan como dos lindas

azucenas enlazadas.

   Duerme tranquila y parece

que de su frente de nácar

transciende ideal pureza

con una viva fragancia.[41]

El siguiente autor más destacado en Gévora fue Juan Ramón Jiménez con motivo de la concesión del Premio Nobel. El homenaje, que se recoge en tres números, consistió en la selección de textos claves de su obra poética: «La novia», capítulo XXXIV de Platero y yo; «Arias otoñales», de su etapa sencilla; «Claridad de oro», de su etapa modernista y «Balada del mar lejano», de su etapa de poesía pura. De esta manera Enrique Segura, con la selección de estos textos, realizó una aguda síntesis de la evolución poética de Juan Ramón, a pesar de que en aquel momento su obra aún no estaba cerrada y al crítico le faltaba perspectiva. Más adelante, el número 58/60 se inició con la sección «Maestros de la Poesía» que, dedicada a Juan Ramón, incluía el poema XXIV de Arias Tristes, «La perra parida» de Platero y yo y «Octubre» de Sonetos espirituales, es decir, una nueva selección de sus tres etapas fundamentales.

La otra parte del homenaje al Nobel se basó en la dedicatoria de poemas por admiradores de su poesía entre los que se encontraba Luis Álvarez Lencero:

   Quiero tenerte aquí dentro del pecho

beberme tus nostalgias y tus penas

y darte con mi pan mi mismo techo

sentados a la lumbre de mis venas.

   Un rebaño de abejas ha vertido

su melena de miel sobre mis huesos.

El corazón me tiembla como un niño

y los claveles presos

me vuelan en la voz y han convertido

en lágrimas de pájaros mis besos.[42]

Y el homenaje se redondeó con sendos ensayos de Enrique Segura, «Juan Ramón Jiménez», que destaca la satisfacción con que todos los círculos literarios y culturales han recibido la noticia de la concesión del Nobel al poeta de Moguer, aunque piensa que le ha llegado tarde, y de Manuel Monterrey, «Visita a la madre del poeta Juan Ramón Jiménez», que cuenta la experiencia vivida durante su encuentro con la madre del poeta andaluz y la buena impresión recibida: «Era una viejecita menuda, fina y simpática y cariñosa. Nos recibió muy amablemente y nos hizo pasar a una sala grande con balcones a la calle. […]»[43]. El aprecio de Gévora por Juan Ramón se debió, además, a la influencia que ejerció en la lírica de la época y a su concepción de una poesía transparente y natural como la que ella defendía.

Carolina Coronado, Luis Chamizo y Juan Luis Cordero son los poetas que, después del Nobel, atrajeron más la atención de Gévora. La primera es la poeta que recibió más afecto de los fundadores, pues la tomaron como estandarte de los clásicos extremeños y como musa de la publicación por su relación con el río que le da nombre: «GÉVORA […] nació a la vida literaria bajo la advocación lírica de esta mujer que supo cantar las bellezas de Extremadura»[44]. Así el número 1 se abre con el soneto «Una corona, no…» de la poeta de Almendralejo:

     Una corona, no; dadme una rama

 de la adelfa del Gévora querido

 y mi genio, si hay genio, habrá obtenido

 un galardón más grande que la fama.

    No importa al porvenir cómo se llama

la que el mundo, decís, que dio al olvido;

de mi patria, en el alma está escondido

ese nombre que aún vive, sufre y ama.

   Os oigo desde aquí, desde aquí os veo

y de vosotros hablo con las olas

que me dicen en lenguas españolas,

vuestra alma, vuestra fe, vuestro deseo.

Y siente que mi espíritu es más fuerte,

en esta vida que parece muerte.

Este poema fue el medio con el que Carolina, por aquel tiempo residente en Portugal, respondió a una invitación de la ciudad de Badajoz que deseaba rendirle un homenaje. La poeta rechazó el honor asegurando que se conformaba con una rama de las adelfas del río Gévora al que recordaba con una profunda nostalgia, pues años atrás había compuestos poemas en sus orillas, inspirada por su bello entorno natural. El aprecio que sintieron los responsables de la revista por Carolina Coronado era público y notorio, pues un poeta tan lejano como el argentino Carlos Alberto Larumbe conocía la trascendencia que tenía para la publicación, cuando escribió estos versos de su poema «Para la luna de Badajoz»:

Badajoz tiene una luna

esturgada por la luz:

Carolina Coronado.

Mil lunas más de lirismo

y es un mapa Badajoz.[45]

La estima que sintió Gévora por Carolina, se observa además en la campaña que dirigió para que se le erigiera un mausoleo en el cementerio de Badajoz donde pasar sus restos, que reposaban en un humilde nicho, y se colocaran sendos bustos en la capital y en Almendralejo[46].

Al final, Gévora consigue su propósito después de varios años luchando por él y muestra su orgullo emocionada: «GÉVORA, traspasadas de adelfas y de encinas, llorando sus espumas entre juncos temblorosos, pastoreadas sus aguas por la campesina Virgen de Bótoa, en este hermoso día 25 de junio de 1957, recoge el corazón de todos los extremeños, para sembrar sus trigos de alegría al lado de los bustos de Carolina CORONADO y Luis CHAMIZO, mientras los pájaros revolotean en sus hombros y las flores cantan sus perfumes en este Parque de Castelar … Badajoz y Cáceres, dos hermanas gemelas, con sus pueblos como piñones blancos, donde brillan Almendralejo y Guareña, hoy rinden gloria y admiración a estos dos hijos inmortales ¡Y Gévora está llorando!»[47]. A lo largo de su vida la revista pacense volverá a interesarse por Carolina en otros momentos, contribuyendo de esta forma a mantener vivo el recuerdo de la que consideraba la poeta extremeña por antonomasia.

Luis Chamizo es otro clásico al que Gévora prestó especial atención en dos ocasiones e igual que para Carolina solicitó reiteradas veces un busto que honrase su memoria y recordara a la posteridad su arraigo a la tierra, la eficacia de la lengua primitiva empleada, su defensa contundente del ser extremeño y la descripción de su carácter bronco y, a la vez, tierno: “[…] y al pasá por aquí mirá pal cielo / y endispués pa la tierra, / […] / ella sus dirá nuestros quereles, / nuestros guapos jorgorios, nuestras penas, / ocurrencias mu juertes y mu jondas / y cosinas mu durces y mu tiernas”[48].

Juan Luis Cordero es homenajeado por Gévora con motivo de su fallecimiento, que conmovió sobremanera a los seguidores de su poesía, cuya característica primordial fue el contraste de emociones producidas por la mezcla de la aspereza con la dulzura:

   Y nevaba lo eterno en tu mirada,

era el instante para tú caerte

en el abismo donde siempre vierte

tierra y cielo el Señor.

                                       Tu voz cansada

   nos dijo: ‘Esto se va’.

                                        Y sólo verte

comprendimos el fin de tu jornada

que tu vida la tenías soñada

que ya soñaba en ti Dios y la muerte.

   Hoy me lo han dicho. Sobre mí yo siento

menos vida que ayer. Tu mano fría

aún la tengo en el alma. Por el viento

   oigo, Juan Luis, tu nombre todavía.

Estás en la otra orilla y mi lamento

y no lo quiero creer y lo sabía.[49]

Hubo otros homenajes provocados por el fallecimiento de personas con las que Gévora mantenía estrechas relaciones de amistad fomentadas por la cercanía, como ocurrió en los ofrecidos a Francisco Arqueros, Fernando García Jimeno y Manuel Alfaro, los tres pacenses.

El resto de los homenajes propiciados por Gévora tuvieron distintas motivaciones: Unos estuvieron relacionados con la estrecha conexión que los homenajeados mantuvieron con Extremadura, aunque no fueran de la tierra como en el caso de Espronceda, cuyo único vínculo con ella fue su nacimiento accidental cerca de Almendralejo. Gévora le edita su soneto «A un ruiseñor» y Enrique Segura realiza una semblanza de su personalidad humana y literaria, donde se pregunta si los poetas del momento, que miraban con indiferencia al apasionado poeta romántico, no llevarían dentro de su lírica una influencia de su pasión amorosa[50].

Un caso semejante fue el de José María Gabriel y Galán que, aunque era salmantino, apreció especialmente a Extremadura y a su gente. Gévora lo estimó por la sinceridad de su verso y su maestría para interpretar el alma de la gente sencilla del campo y transmitirla en su propia habla. El homenaje que le dedica estuvo alentado por la conmemoración del Cincuentenario de su fallecimiento. Más tarde, Enrique Segura vuelve a resaltar su figura para denunciar que Extremadura no se hubiera sumado a tal acontecimiento y propone que “se recopilasen todos los estudios y trabajos que se han publicado en España con motivo de este fecha señaladísima en una obra de divulgación y de cultura que honrase a Extremadura”[51]. Esta denuncia también la hace extensiva a la desidia de Badajoz, que tampoco se sumó a la celebración del Bicentenario del nacimiento de Juan Meléndez Valdés, el poeta neoclásico de Ribera del Fresno.

Otros homenajes surgieron de la adscripción de Monterrey al Modernismo como sucedió en los dedicados a Salvador Rueda y Francisco Villaespesa. Y en el caso de Rubén Darío estuvo motivado por la edición del número dedicado a la Fiesta de la Raza, que reunió exclusivamente a poetas hispanoamericanos y fue abierto por Enrique Segura con un ensayo donde destacó las cualidades líricas del máximo poeta modernista.

Los motivos de otros testimonios de admiración fueron muy variados: El descubrimiento como novelista de Salvador Trevijano por su novela Vencido que, junto a La vorágine y Triunfante, formaba su trilogía titulada La vida intensa. El lamento por la obra truncada de Francisco Valdés que, cuando más prometía, fue asesinado por uno de los dos bandos enfrentados en la guerra civil. El sentir regional en José Ramírez López-Uría y Adolfo Vargas. La entrega a la poesía de Vicente Sánchez-Arjona, marqués de Paterna del Campo, autor de cientos de poemas. O la conmemoración de la llegada de la primavera en el mes de marzo.

La celebración más destacada de esta lírica estación del año se realiza en el número 41 de Gévora, que se abre con el «Diálogo en primavera» de Manuel Pacheco, breve pieza teatral donde el autor dialoga con el escritor Juan José Poblador en un campo de pinos:

«POBLADOR.- Poeta, hablemos de la primavera; es algo que ya se hizo clásico y ahora nos traen el olor del jazmín de su entrada con la Fiesta de la Poesía.

PACHECO.-¿Y por qué no podemos hablar de las hojas de otoño; de esas pequeñas barcas amarillas que piden un poco de río en las arenas de los jardines?

POBLADOR.- O del invierno. Del agua convertida en estambre de paloma: del azúcar mortal que riega los arcángeles negros sobre los campos; […]».

El acontecimiento se completa con seis sonetos: «El árbol» de Ostos Gabella; «Sonetos de ‘Senda del hombre’» (2) de Jesús Tomé; «Preludios de primavera» de Manuel Monterrey; «Elegía» de Juan Berbel y «Primavera» de Rufino Saúl, que exalta el resurgimiento puntual de la vida en esta época del año:

    Vestida con magnífico ropaje

y galas de belleza esplendorosa,

llegas, ¡oh, dulce Primavera hermosa!,

exornando del campo el gran paisaje.

   Ya trina el ruiseñor en el ramaje

de la tupida fronda; ya, mimosa,

abre al céfiro sus pétalos la rosa,

y ya lucen las aves su plumaje …

   Los árboles, desnudos del Invierno,

con tu sublime encanto, siempre eterno,

se viste de verdor y lozanía.

Todo revive en ti, plena de amores;

el mágico perfume de tus flores …

y el hechizo de tu policromía.[52]

Además, la revista pacense no se circunscribió a la defensa de escritores y poetas sino también de pintores coetáneos (aparte del citado Adelardo Covarsí) como Fernando Moreno Márquez, que unió a sus dotes de pintor una sensibilidad lírica relevante; Ortega Muñoz, que es animado por Pacheco a continuar con esa pintura que refleja tan fielmente la realidad extremeña (“[…]Pero tú estás ahí y ése es tu árbol, / y esa mujer que sube la escalera / y se pinta el cansancio de los pueblos / en su cara extremeña […]»), Pablo Ruiz Picasso y Antonio Juez Nieto, a los que dedica sendos números.

Por tanto, Gévora cumplió con el compromiso de identificarse con sus raíces destacando a escritores y artistas que eran ejemplo de humanidad, amor por la tierra y buen hacer literario. Marcaba con ellos una guía donde asentar la historia literaria de Extremadura en su afán por dar a conocer fuera de la región un plantel de intelectuales, que hiciera cambiar de idea a los que tenían una opinión negativa de su cultura, y un camino para los escritores noveles, que podían encontrar en ellos no sólo calidad y norte sino también pasión por su tierra. A la vez, Gévora atendió las manifestaciones literarias de su entorno, abriéndose a escritores de la literatura nacional para no olvidar la tradición en la que estaba inscrita y, al mismo tiempo, no pecar de localista ni regionalista.

MONOGRÁFICOS

Gévora dedicó varios de sus números a editar libros a poetas que comenzaban o se encontraban asentando las bases de sus obras líricas. De esta manera realizó una loable y decidida labor de apoyo a estos escritores y de difusión de las obras que les editó. También destinó otros números a propagar la citada antología de poetas hispanoamericanos y a divulgar los homenajes comentados de los artistas Pablo Ruiz Picasso y Antonio Juez.

El primer monográfico de Gévora fue el número 24, donde reeditó Ausencia de mis manos de Manuel Pacheco, cuya primera edición había sido realizada por la imprenta Arqueros de Badajoz en diciembre de 1949. La razón que tuvo Gévora para volver a editar este poemario fue la corta tirada de la primera edición y las peticiones del libro que llegaban desde América donde, conocida la poesía de Pacheco por poemas sueltos difundidos en la revista, querían adquirir el libro.

Ausencia de mis manos es un poemario compuesto por 33 poemas que, en su mayor parte, son combinaciones métricas de distintas medidas como, por ejemplo, el conjunto de poemas titulado «Las horas»:

Nombre de agua vencida,

voz mojada de ensueño por papel transparente,

ecos redondos de canciones pisadas,

serenata inconclusa

de un cabello vencido por la luna

o tapiz deslumbrado por viviente belleza.[53]

No obstante, dos grupos de poemas están escritos en romance con claras influencias lorquianas: Uno es el titulado «Nocturnos» («Por las brújulas de talco / tus cabellos deliraban. / La noche perfil de piedra / para tu sombra de estatua. / […] / Una herida de jazmines / aromaba tus palabras»[54]). Y el otro, «Cinco cuadros de Julio Romero de Torres» («Por el luto del sombrero / sube un ángel de reyerta. / Cuatro picos de alelíes / defienden lunas morenas. / […] / El azul de Andalucía / contra el blanco de Siberia»[55]).

Los temas son variados (la madre, la pintura, la noche, la existencia, el amor, …), pero todos tienen el denominador común de la poesía de Pacheco: Una concepción pesimista y abrumadora de la existencia humana: «Sé que la vida es de color de llanto / y que vives de luna y un silencio de sal / deja sobre mis manos los puñales pequeños / que punzando mis dedos me duelen como lágrimas»[56].

El estilo de Pacheco es el propio de un poeta apesadumbrado: Retorcido y difícil con múltiples imágenes oníricas que, en el poeta pacense, siempre son audaces y originalísimas. El uso variado de temas, registros e imágenes anuncian a un buen poeta que, en aquel momento, estaba cimentando las bases de su personalísima y magistral poesía futura: «El lema de mi vida es ignorarme, / no dejar que la luz marque en mi ser / cicatriz de igualdad para mis días; / no ser el que antes fui, mirar las cosas / con un sueño de nieve, no tocarlas»[57].

El segundo monográfico, editado por Gévora en el número 27, fue dedicado a publicar el extenso poema «Entre los dos azules» de Rafael González Castell. El ambiente que envuelve a este poema se caracteriza por un marcado pesimismo, pues gira en torno al tema de la muerte y se ambienta con el carácter melancólico y abrumado que tuvo el poeta por la fuerte impresión que le produjo el fallecimiento de su madre, a la que se encontraba muy unido. De ahí que el poema se encuentre impregnado por una mezcla de atracción y miedo por la muerte, con la que el poeta dialoga en muchos de sus poemas.

Otros temas, que giran en torno a este asunto central, son el dolor, la obsesión del hombre por el poder, el egoísmo y la insolidaridad. Este desasosiego, que es patente en otros poemas de este autor publicados en Gévora, descubre un deseo profundo de que el mundo sea más humano y habitable. Su estilo es modernista unas veces y otras usa una forma de expresión desprovista de todo embellecimiento, directa, muy sencilla y ágil, pero siempre profunda y sincera.

«Entre los dos azules» se distribuye en trece apartados. En el primero, titulado «Bulerías tristes», la muerte se hace presente al protagonista en su compañero de la cama contigua del hospital, que acaba de morir: “Entre su cama y la mía / sólo la ciencia del médico. / Manos blancas / le vistieron / con hábito / de nazareno”. La intranquilidad del poeta crece ante la necesidad de conseguir una explicación racional sobre el mayor enigma existencial que sufre el ser humano: “Oye más preguntas, médico: ¿Tú sabes lo que es la muerte? / ¿Te permitirá la ciencia alumbrarme la verdad?”. La falta de respuestas y el convencimiento de que el ser humano no tiene capacidad para hallarlas ni para desterrar el dolor del mundo completan la concepción pesimista de la existencia que expone el poeta, al que la vida le resulta una experiencia dolorosa.

Con «Entre los dos azules», Rafael González Castell consigue un poema muy cercano al entendimiento de receptores no versados por la sencillez del tema y la llaneza de la expresión empleada. Gévora, con la publicación de «Entre los dos azules», descubre a un poeta que combina a golpes de corazón la expresión literaria con la descripción de las preocupaciones trascendentes de un ser cotidiano en una forma original[58].

El número 31 fue dedicado por Gévora a publicar el primer libro de poemas de Eladia Morillo-Velarde, titulado Cristal. Este poemario se caracteriza por su variedad, pues comienza con una serie de nueve sonetos, que muestran a una joven poeta con cualidades líricas prometedoras:

    Esta tristeza mía … esta tristeza.

 Este huirme todo de mis dedos fríos.

 Este vagar por montes y por ríos,

 el romance febril de mi cabeza.

   Esta sed del otoño mensajera

 cantándome en el borde del camino.

 Este manso fluir de mi destino

 al remanso final de mi carrera.

   Esta azucena abierta, esta amapola,

 estas doradas alas de mi frente,

 desgránense en la tierra como trigo.

   En el camino móvil de una ola

 y el suicidio continuo de un torrente,

 mi continua inquietud quede conmigo.[59]

A continuación, aparecen tres villancicos, que tienen una elaboración culta («Circuncisión», «Copitos de algodón» y «La flauta»), y luego una serie de poemas de distinta factura: Romances («Blanco y negro», «Escrito sobre el agua», «Primavera» y «Granada»); silvas («A Alfonsina Storni» y «Miedo») y combinaciones de metros diversos como la titulada «¿Por qué? (mezcla de heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos),  «Marzo» (conjunto de pentasílabos, heptasílabos y endecasílabos) o «Recuerdo» (serie de octosílabos rimados como un romance, que intercala un verso tetrasílabo): «¡Ay el castillo de luz, / roja y blanca, / cómo brillaba en la noche, / ojos de asombro y nostalgia! / Bailaba luna la fuente, / ojos de niños soñaban. / Cantaban los surtidores, / agua de lumbre asustada. / […] / Otro castillo de chispas, / se deshacía en mi alma».

El estilo de Eladia Morillo-Velarde es delicado, dulce y sonoro, propio de una joven de 19 años que edita su primer libro a temprana edad y tiene influencias del romanticismo de Bécquer y del modernismo de Juan Ramón. De ahí también que su tono esté presidido por la tristeza y la melancolía, aunque en sus versos se entrevé una fuerza pasional que imprime ilusión y esperanza a una poesía que con el tiempo cuajaría en una atrayente madurez.

La muerte del momento de Jesús Delgado Valhondo es el libro de poemas editado por Gévora en el número 32. En la semblanza que lo abre, Enrique Segura Otaño adelanta las claves sobre las que gira este poemario: «[Jesús Delgado Valhondo], uno de los poetas extremeños preclaros, escribe en Zarza de Alange este libro lleno de dudas y misterios de soledades; allí tiene su escuela y casa de maestro; buen observatorio para medir su tiempo, profundizar espiritualmente en su entorno y estar más cerca de Dios, al que interroga con frecuencia».

La muerte del momento es el relato lírico, que realiza el poeta de un día cualquiera de su vida en este pueblecito pacense, donde se encuentra aislado de un ambiente cultural activo y siente con más nitidez su soledad en una atmósfera cargada de miseria, dolor y muerte. En este entorno preocupante y sin horizontes, al poeta se le hace más patente su imperfección y la de sus semejantes, en un momento que ha comenzado a perder la esperanza de hallar a Dios.

El libro comienza con un poema titulado «Yo estaba allí sentado», donde expone su estado espiritual cuando comienza el libro: Es un hombre sencillo que siente una honda preocupación por encontrar a Dios al que, sin embargo, no logra hallar:

En el umbral sentado

de par en par la puerta

humilde franciscano

de mi paz y mi hacienda.

Yo temblaba de noche

ante un Dios de tormentas,

tenía el alma sencilla

de provinciano asceta,

el corazón a flor

y era un poco poeta.

Después irá ampliando estas intranquilidades hasta insistir en su preocupación mayor: El encuentro con Dios para que le explicara las razones de la imperfección humana y el misterio de la muerte: «Vengo para que digas / lo que quieras, Dios mío, / desnudo ya de todas / las penas y caminos, / árbol seco que ignora / el hacha del destino. / La tierra de este cuerpo / paisaje, nube, grito, / amargura y nostalgia, / del aire que respiro. / Vengo dispuesto a oírte / la voz del nombre mío»[60]. Sin embargo, a pesar de su insistencia, Dios no se manifiesta y el poeta queda en la soledad más absoluta, dueño y víctima de su propio destino al que, paradójicamente, no puede entender ni dominar: «[…] / Pero el grito no llega / y abismos voy venciendo / furtiva piedra sola / bajando por mi mar / en Dios latiendo”[61].

La muerte del momento es un sentido poemario, que llega muy hondo porque no es un filósofo o un poeta intelectual el que expone sus preocupaciones, sino un hombre cualquiera como fue y se sintió Jesús Delgado Valhondo. Por ese motivo el ánimo del lector se siente invadido directamente por sus quejas y sus intranquilidades, que son idénticas a las del resto de los seres humanos.

Además, todo lo dice con espontánea sencillez, fuerza expresiva y profunda sinceridad. Y es que Jesús Delgado Valhondo en La muerte del momento no es un poeta que se quiera lucir, sino un hombre que necesita expresar sus sentimientos con la melancolía, la tristeza o la rabia provocada por el drama de la existencia; y lo hace sin grandes medios literarios pues, cuando los escoge, elige los más sencillos y los pone al servicio del contenido y de la lectura posterior. No en vano su primera preocupación fue la transparencia en la expresión, para que nada empañara la comunicación entre lector y poeta.

La poesía de Jesús Delgado Valhondo está llena de una profunda trascendencia por su preocupación constante por el tiempo, Dios y la muerte, es decir, por su fondo religioso que lo lleva a la búsqueda desesperada e incesante de la divinidad, y por su carácter filosófico, que lo arrastra a hallar en Ella las razones de la imperfección y de la caducidad humana.

En la primera parte del número 35, Gévora edita al poeta uruguayo Hugo Emilio Pedemonte «Veinte sonetos inéditos». Estos poemas se caracterizan por tener una forma elegante, una delicadeza aristocrática y una fina melancólica. Globalmente, Pedemonte expresa en ellos la dificultad que encuentra en la vida y en el amor, siempre acosado por un imposible:

   Tú que tienes mi amor a tu cuidado

y a mí tu vida por amor se anuda

vestida de pureza aunque desnuda

como un cristal viviente y deslumbrado;

  tú que eres nieve sin haber nevado

y eres estrella donde el tiempo muda

en vínculo de Dios la oscura duda

del origen de todo lo creado.

  Tú que tienes la piel donde se siente

crecer el gozo de las azucenas

y dorarse los soles invisibles;

  tú que tienes mi amor, estás presente

lo mismo que la mar en las arenas

rodeándome de espumas inasibles …[62]

De la lectura de los veinte sonetos se deduce que Hugo Emilio Pedemonte es un habilidoso autor de sonetos, que a su facilidad para construir este poema clásico une unas cualidades líricas relevantes no exentas de verdadero sentir humano: “No sé … quizás tal vez, tal vez pudiera / decirte lo que siempre se me olvida / por ir detrás de tantos sueños vanos; / y al fin, también, también quisiera / por descansar un poco de la vida / dejar mi corazón entre tus manos”[63].

El número 36 está dedicado a la Fiesta de la Raza y sus páginas se llenan de una mezcla variopinta de poemas, pues pertenecen a poetas hispanos de diversos países del centro y sur de América. Este número se puede considerar, por tanto, un homenaje de Gévora a estos poetas hermanos que con tanto interés participaban en la revista e, incluso, la salvaron cuando se produjo la drástica reducción de colaboraciones regionales y nacionales.

El primer poema con que se abre este monográfico es del venezolano Andrés Eloy Blanco al que, por  haber muerto recientemente en accidente de tráfico, Gévora quiere rendirle un homenaje. Su «Canto a España» presenta influencias del Rubén Darío más inflamado: «¡La Partida! Cacique, alza la frente / y cuéntame de nuevo lo que has visto; / tres naves que llegaron del Oriente, / como los Reyes Magos al pesebre de Cristo».

Después aparecen otros poetas de Venezuela: Pedro Rivero, Enriqueta Arvelo Larriva, Odaly Beaumont y Benito Raúl Losada con el romance titulado «Poema 2», donde expone emociones relacionadas con la exuberante naturaleza americana a la que considera fuente de vida:

Dejad al verde tocar

vuestra frente, tibia aldea,

dejadle formar un bosque

con árboles, ríos, hierbas.

Dejadle llegar al borde

de la penumbra secreta

y plañir campanas verdes

y cantar canciones nuevas.

Que el verde anuncia el olvido

de las ramazones secas

y retorno de semillas

al corazón de la tierra.

Búsqueda pura, verdad

de la alegría eterna,

guitarra, luz, alta fuente

surtidora de luciérnagas.

De Uruguay participan en este número Juana de Ibarbourou, Dora Isella Russell, Arsinoe Moratorio, Hugo Emilio Pedemonte, Artigas Milans Martínez, Julio J. Casal, Clara Silva, Marosa di Giorgio Medicis, Pedro Leandro Ipuche y, por último, María Eugenia Vaz Ferreira con el soneto «La estrella misteriosa», en el que transmite su inquietud ante el enigma del destino que la arrastra hacia algo que siente pero no logra identificar:

   Yo no sé dónde está, pero su luz me llama

¡Oh misteriosa estrella de un inmutable sino! …

me nombra con el eco de un silencio divino

y el luminar oculto de una invisible llama.

   Si alguna vez acaso me aparta del camino,

con una fuerza igusta [sic] de nuevo me reclama.

Gloria, quimera, fenixfantástico, oriflama

a un imposible amor extraño y peregrino …

   Y sigo eternamente por la desierta vía

tras la fatal estrella cuya atracción me guía

más nunca, nunca, nunca a revelarse llega.

   Pero una luz me llama, en silencio me nombra,

mientras mis torpes brazos, rastrean en la sombra

con la desolación de una esperanza ciega.

De Chile, se localiza una silva de Gabriela Mistral titulada «Gotas de hiel» y un extenso poema en versos libres de Vicente Huidobro, «Solitario invencible», donde describe su estado anímico que se encuentra entre el pesimismo desolador y la ilusión vivificadora:

Resbalando

Como canasta de amarguras

Con mucho silencio y mucha luz

Dormido de hielos

Te vas y vuelves a ti mismo

Te ríes de tu propio sueño

Pero suspiras poemas temblorosos

Y te convences de alguna esperanza.

También, en este número especial, se incluyen poemas de poetas argentinos: Alfonsina Storni, Gladys Smith, Amílcar Uralde, Ana Emilia Lahitto, Julio Arístides, Enrique Dauchs e Iverna Codina con la silva «Elegía última», en la que se muestra prisionera del desencanto que produce la soledad:

   ¿Para qué han de servirme hoy

los verdes claustros de la primavera,

los mástiles del alba,

las rosas del azul, la mano de la niebla,

si estoy sola, amarrada

en el abismo de mis horas muertas?

   ¿Sola. Máscara el rostro y llanto el pecho

en desvelada soledad de piedra.

Para qué ha de servirme el trino nuevo,

la flor multánime, la lluvia quieta

en la distancia gris de este silencio,

en la inmutable noche sin estrellas?

   ¿Qué voz de agua, qué canto, qué reclamo

derribará mi muro de tristeza?

¿Qué vendaval sacudiría en mi sangre

la olvidada campana de la espera?

¿Qué asombro de luz, qué latido rojo

encenderá mi tierra heroica y yerma?

Este poema es un buen ejemplo para comprender la pasión con que muchos poetas hispanoamericanos recibieron a Gévora que, como una tabla de salvación, los liberaba del aislamiento sufrido en sus lugares de origen conectándolos con el exterior y difundiendo sus creaciones.

Perú está representado por César Vallejo del que se edita el soneto «Unidad» y por Ricardo Palma que publica un poema compuesto por ocho decasílabos, «Cabellos blancos», y una composición de heptasílabos con un endecasílabo, que se titula «Riqueza» y tiene reminiscencias neoclásicas de tono didáctico y moralizante:

   No envidia a la opulencia

sus vanos esplendores

el que en el alma guarda

un tesoro mayor.

   El cielo tiene estrellas,

la tierra tiene flores,

el mar tiene sus perlas;

pero mi corazón tiene tu amor.

Cuba participa por medio del poeta Julio Sanchimont, que es autor de un soneto titulado con el mismo nombre del poema, y de su compatriota Lalita Curbelo de Barberán, que firma una combinación de versos endecasílabos y alejandrinos titulada «Ya tengo», en la que muestra su ánimo esperanzado ante la consecución de un sueño:

   Ya tengo lo que tanto había soñado.

Cruces y lágrimas hay en el camino

Pero hay ahora una hermosa tarde.

   La noche cuando cae me da tristeza,

Y siento hasta en la ropa que algo duele,

Pero sacudo el sueño con las manos.

   Ya soy. Bajo las quietas nubes blancas,

Frente a las lomas con sabor a sueño,

Ya tengo mi pedazo de esperanza.

   Ya estoy. En medio de las palmas y mis ansias,

Tocando las violetas y las almas,

Ya estoy con mi bandera y mi palabra.

   Ya tengo este pedazo de paisaje,

Soñando estoy caminos y milagros

Bajo un cielo de azules nubes castas.

   Ya tengo lo que tanto había soñado:

Un pedazo de tierra y un corazón muy ancho.

Y, por último, Colombia también está presente en este monográfico con Helcías Martán Góngora, que colabora con un poema titulado «Canción», donde muestra una visión ordenada y serena del mundo que el poeta concibe dominado plácidamente por Dios:

La mar es mía, digo,

desde este paquebot,

en la noche de estrellas

a babor y a estribor.

Cuántos lirios de música

florecen en la voz.

La mar es mía, digo,

dádiva azul de Dios.

En la noche callada

Dios guía esta canción.

El «Canto a Extremadura» de Jesús Delgado Valhondo es editado por Gévora en la primera parte del número 44-45. «Canto a Extremadura» es un poema de 184 versos dividido en composiciones que tienen como centro los elementos más representativos del paisaje de Extremadura.

En este largo poema, Jesús Delgado Valhondo extrae del entorno natural los rasgos que definen a su tierra y los sitúa en tres planos temporales: El pasado («Castillo»), el presente (desde «Olivar» a «Ciudades») y el futuro («Nueva Extremadura»):

   Se nos iba la sangre del alma tan temprano,

se nos iba la vida sin darnos casi cuenta

y moría de sed la tierra y era vano

el esfuerzo del hombre con nervios en tormenta.

   Ya el campo tiene agua, nacen pueblos hermanos,

suenan nuevas campanas en el cielo extremeño

los hombres han sabido dónde tienen las manos

para hacer nueva patria en un gigante empeño.

   Y fábricas que hacen un paisaje coloso

y energías que estrenan sus fuerzas en la luz.

Agua viva bendice el campo. Y hace hermoso

el cielo que se clava en redentora cruz.

Desde un punto de vista global también Valhondo distribuye su Canto triplemente: La Virgen de la Soledad (plano superior); el hombre, la mujer extremeña, las ciudades y la nueva Extremadura (plano medio) y el paisaje extremeño (plano inferior), también conformado en torno a tres elementos: El castillo (construcción emblemática); el olivar, las encinas y las viñas (cultivos típicos) y el Tajo y el Guadiana (ríos característicos):

   El Guadiana, con falda siempre llena de cielos,

con su sol de culebras, con su voz escondida,

maternidad del agua y novia de mil celos

y cierva de la tarde constantemente herida.

   En el seno le late un empeño viajero

el cristal y los senos de la piedra rodada

y en el viento sonoro de la rama el lucero

que se cayó del ángel ayer de madrugada.

   Descalzo pie entre juncos de la moza que grita

pisando va la nube llena de escalofrío,

yerbabuena, poleo, adelfa, margarita, …

Y se desnuda el agua para que pase el río.

Por tanto, el «Canto a Extremadura» es un poema a todos y cada uno de los elementos que conforman el ser extremeño en dos conceptos fundamentales: La tradición y el paisaje. Jesús Delgado Valhondo construye así un Canto completo, en el que muestra sus dotes no sólo de poeta sino también de observador y conocedor profundo de su tierra.

El «Canto a Extremadura» está escrito en un tono de epopeya, que le imprimen los serventesios alejandrinos en que están compuestos los poemas: El primero por cuatro estrofas y el resto por tres. Sin embargo, a pesar de la marcialidad y la grandilocuencia que aporta este metro extenso y esta estrofa reiterativa, Valhondo no cae formalmente en la monotonía. Tampoco se deja llevar significativamente por los tópicos característicos de este tipo de composiciones y consigue momentos de una extraordinaria calidad, que convierten su Canto en una de las composiciones líricas más creativas de cuantas se han escrito sobre Extremadura:

   Yo no sé si la encina ha nacido de roca

o ha nacido del polvo que levanta el rebaño

o ha nacido de tierra seca caliente y loca,

o ha brotado en la siesta o es un dolor extraño.

   Yo no sé si la luna resbalando en el suelo

yo no sé si fue el búho inventándose el nido

o tormenta apretada o los barros del cielo

o cuento de la bruja o cansado quejido.

   Encinar extremeño, mis heroicas encinas,

mis sufridas encinas milenarias y llenas

de cigarras, de tórtolas, de olor de campesinas

como si fuese sangre sin encontrar sus penas.[64]

Dos motivos tuvo Jesús Delgado Valhondo para componer el “Canto a Extremadura”: Uno, la convocatoria de los Juegos Florales del año 1956 en Badajoz, cuyo primer premio consiguió. Y dos, el deseo de dar forma lírica a la reflexión profunda que venía realizando desde tiempo atrás sobre su entorno natural y la gente que lo habitaba. La realización del Plan Badajoz fue el hecho que lo alentó a realizar este poema, pues tal proyecto agrario convirtió las resecas riberas de Guadiana en un vergel lleno de vida y actividad, donde creyó ver la redención del extremeño y de su tierra.

Anticipo de un libro de poemas es el título de un poemario editado en el número 61-62 de Gévora, cuyo autor es Teófilo de Marcos Pérez. La introducción de Luis Álvarez Lencero ofrece algunos datos de este escritor desconocido, que nació en Cabeza del Buey (Badajoz), estudió Derecho, vivió en Madrid y fue poeta autodidacta.

Los primeros poemas del libro se agrupan bajo el título de «Décimas de Alcudia», donde el poeta describe el paisaje y la gente típica del Valle de Alcudia:

Es cojo. Perdió la pierna

en el vaivén de la guerra

y ahora está sin una perra

que llevarse a la taberna.

Tropieza y se desgobierna

sin su pierna de verdad …,

pobre de solemnidad,

llega, pide y se santigua

porque es un pobre a la antigua

que pide por caridad.[65]

Después aparecen varios poemas de distinta ejecución: Romance («Y era enero»), sextillas («Señal de lluvia») y serventesios («Carta a un amigo»): «Te escribo desde Alcudia un catorce de Otoño / sólo por preguntarte qué tal te va la vida. / Aquí, todo lo mismo, la bellota, el madroño, / la lluvia y las ovejas, la tarde entristecida».

  El libro concluye con los «Sonetos de Alcudia», que están dedicados a estaciones del año, a una mujer, a lugares, a personajes típicos de la zona y a otros poetas, «A Dionisio Ridruejo» y «A Juan Alcaide Sánchez»: «[…] /   Se crucifica el viento en el molino / y se nos pudre en flor la sementera, / la sal se vierte y nos amarga el vino / porque en la paz redonda de la era, / próximo al cardo, al zaque y al camino / Alcaide no nos habla a su manera».

El estilo de los poemas en general es el típico del realismo descriptivo y costumbrista, que se caracteriza más por la habilidad del poeta en engarzar versos que por la calidad literaria. No obstante, Lencero se decidió a apadrinar a este poeta mediano por la transparencia, la naturalidad y la frescura que rezuman muchos de sus versos, características que encajaban con la poesía defendida por su publicación.

El número 63/67 es dedicado por Gévora a Pablo Ruiz Picasso. Las colaboraciones, que son numerosas, inciden en la obra pictórica del poeta malagueño para destacar su trascendente valor en el arte universal o intentar que los lectores comprendan que el Arte Nuevo es el resultado natural de la evolución del Arte y que se debe tratar de entender a pesar de su dificultad.

Entre las colaboraciones escritas en prosa destacan «El antipicassiano» de José María Pemán, cuyo contenido versa sobre el objetivo perseguido por Picasso con su nueva concepción del Arte, que es la conmoción del público para atraer su interés: «El ‘Antipicassiano’ no es un ser objetante, es un ser agresivo. Se siente insultado por Picasso. Cree que le están tomando el pelo […]. Y lo que no sabe el ‘Antipicassiano’ es que él es quien ha hecho a Picasso. Picasso es su obra, su creación. […] todo creador que trabaja con ambición en el camino del Arte o del Pensamiento, acaba haciendo gestos excéntricos y descomunales para que, gracias a eso, se fijen los sosos, bobos y sensatísimos en el mundo del Pensamiento y del Arte».

«Sentimiento-sabiduría» de Francisco Vaca aboga por la convivencia entre el Arte del pasado y el vanguardista, pues se debe conservar la tradición y, a la vez, atender a su renovación natural para evitar su estancamiento: «No es posible dudar de la belleza de una catedral gótica, es delicioso un cuadro de Fra Angélico, maravilloso un Apolo clásico, pero también puede serlo un nuevo edificio de fachadas de aluminio y cristal, los cuadros pintados por Bernad Buffet y las líneas funcionales de un avión supersónico».

«Picasso, hombre español» de Juan Navlet denuncia la desidia mostrada por los españoles al permitir que sus genios se encuentren fuera: «Estas dolorosas experiencias [la de los artistas exiliados] invitan a la meditación. Nos agradaría que estos casos no se repitiesen tan sistemáticamente. Nosotros pedimos a España una sensibilidad y agudeza mayor en este orden de captar los valores y honrarlos. Y para ayudar a esta tarea advertimos. Españoles: a Pablo Picasso, español que siente -lo sabemos coincidencialmente- una profunda nostalgia por España, que ama el suelo y el cielo españoles y que se siente ligado al pueblo español, no le concederán el Premio Nobel».

«Categoría y anécdota en Picasso» de Antonio Zoido incide en la convulsión producida por el Arte Nuevo en un público poco culto: «La reacción ordinaria del hombre medio, indocto en arte, ante un cuadro moderno o antiguo -Zuloaga o Velázquez, El Tiziano o Benjamín Palencia- es por lo común de perplejidad. Y si se le pide un juicio brota de sus labios humilde y sincero. No entiende. No sabe. No se considera capaz de opinar».

«La línea picassiana» de Camón Aznar asegura que el trazo en Picasso es el que ha determinado una nueva modalidad en el dibujo, pues tiene una potencia expresiva que arranca de su capacidad de envolver a una cosa en su perfil más neto: «En la línea de Picasso se condensa una gracia de valor caligráfico. Hay en ella un lujo de trazado, con un garboso juego de muñeca que dobla y redobla su curso hasta rematar como en una firma. Son muy expresivos esos dibujos que se trazan sin levantar la pluma del papel, formando los ojos y los dobleces con lorzas y óvalos que determinan un rico bluqueado de la silueta».

«El artista» de Picasso defiende el compromiso del creador con los sucesos de su entorno: «[El artista] es un ser político, constantemente alerta ante los desgarradores, ardientes o dulces acontecimientos del mundo, y amoldándose por completo a su imagen. ¿Cómo sería posible desinteresarse de los demás hombres, y en virtud de qué ebúrnea despreocupación podría uno desentenderse de una vida que tan copiosamente le ofrecen?».

También se entremezclan con las aportaciones citadas relatos como los titulados «Picasso» de Antonio Fernández Molina y «El Picasso» de Juan José Poblador y poemas en prosa poética como «Prosema en forma de Picasso» de Manuel Pacheco: «Relámpagos de fiebre atravesaban los aros de tu insomnio y una piel de uva seca golpeó tu cerebro con sus fibras de cuero. El arco iris no tenía la forma de un ciervo, la cuchilla de tu mirada lo despegó del cielo y tus manos palparon su realidad de papel humilde sobre la vacía alacena de una casa pobre».

Además, redondean este excelente monográfico numerosas y variadas colaboraciones en verso como los sonetos de Rodríguez Perera («A Picasso») o Matías Nieto Fernández («Hombre y mujer»):

   ¿Quién da a quién, y recibe, en estas manos?

¿Cuál masa acoge a cuál? ¿Qué fusión tierna

deslíe al aire, invita a que se cierna

la luz en los perfiles, tan humanos?

  La cópula de trazos pare hermanos

andares en compás, pierna con pierna,

remansados aquí, donde gobierna

la mirada al Camino y sus arcanos.

  Eterno femenino el de esta entrega

a dulce reciedumbre en varonía

arquetípica en gesto y en figura:

  Duda, resuelta, al fin, que se doblega,

pintó Picasso, para siempre, un día,

y el Arte emparejó a la Idea pura.

También se pueden localizar romances endechas escritos por Carlos Murciano, «Treinta versos para Pablo Picasso», y por Jesús Delgado Valhondo, «Motivos de sobra para que Picasso me pinte un cuadro»: «El viento está tan frío. / La risa se ha parado. / No sé cómo empezar / a pintar este cuadro. / Ni qué dolor le pongo / a estos garabatos. / Ni de qué color pinto / el traje de los sábados». Décimas como las de Antonio Murciano tituladas «Décimas para un arlequín de Picasso». Tercetos, «Celestina» de Alberto Barosain. O serventesios, «Junto a Pablo Picasso» de Lencero  y «A Picasso en su homenaje» de Leonardo Rosa de Hita:

  LABRAN surcos de amor, atrios de fuego,

un nuevo florecer sobre la Historia.

Un alba sobre el alma pasó luego

tejiendo de prodigios la memoria.

  En poderoso círculo de venas

la pintura latiendo por tus manos,

creciendo por tu afán sonrisas plenas,

paisajes de emoción, entes humanos.

Por último, las composiciones en verso se completan con poemas de metros diversos como, por ejemplo, «Carta a Picasso» de Casimiro de Brito; «Cruz y raya de Picasso» de Miguel Valdivieso o «Desde este litoral hasta Picasso» de Joaquín Albalate, que realiza un repaso de la evolución pictórica del artista:

Naciste en España, fluyéndote, arañándote,

en los largos canales de los huesos,

con esta eterna España trágica y burlesca

contradictoria, oscura,

amargamente dulce,

mística y retorcida,

alegre y torturada, barroca y anarquista,

apasionada,

incandescente,

en el volcán inverso de tu corazón, Picasso.

Antonio Juez es el protagonista del número 83 editado por Gévora, pues contiene el multitudinario homenaje que Badajoz le ofreció nombrándolo su Jardinero Mayor. El mérito de Juez para ser merecedor de tal distinción fue el embellecimiento de los parques y jardines de Badajoz que estaban abandonados, empleando poco medios materiales y económicos y, además, imprimiéndoles un valor artístico.

El homenaje comienza con el editorial titulado «Benemérito de Badajoz» que es un texto reproducido del periódico Hoy[66], donde se destacan las virtudes artísticas de este jardinero excepcional y de su empeño por embellecer la capital con elementos naturales.

Otras muchas colaboraciones de adhesión a este homenaje en prosa se reparten por todo el número. Como muestra se pueden citar «Un puñado de luz en cada mano» de Willemenot; «Un homenaje merecido» y «Benemérito y humilde» de Radio Extremadura; «Badajoz transformado» de Fernando Pérez Marqués; «La cena en honor del señor Juez Nieto», crónica que recoge la celebración del homenaje y las numerosísimas adhesiones que tuvo el homenajeado; «Una carta de don Enrique Sansinena Araguete» y «Una carta de don Jesús Delgado Valhondo», que comienza con estas palabras de admiración: «En mi despacho tengo, siempre a la vista, una fotografía del parque de San Roque. Cuando voy a ésa compro tarjetas de los parques y jardines y rincones de Juez a quien admiro fervorosamente. Y lo admiro porque me ha hecho pasar tardes deliciosas en ellos. Y mañanas inolvidables. Tú sabes que he pasado ahí ratos de angustia, ratos de dudas, ratos amargos, que me los han amortiguado y dulcificado los jardines de Juez. Y no te escandalices si te digo que me han sostenido el alma muchas veces. Que me han acompañado muchas veces. Que me han inspirado muchas veces».

Estas adhesiones en prosa se completan con otras en versos: Sonetos de Manuel Monterrey (dos), Antonio López y Luis Álvarez Lencero, romances de Mahizflor, Carlos Pérez Alonso y Manuel Monterrey y una serie de alejandrinos con rima asonante en los pares, titulada «Jardín y otoño», de Manuel Pacheco:

   El otoño es un cáliz donde duermen las rosas,

donde la flor del agua tiene aromas de fiebre.

Otoño es una lluvia que lloran los jardines

cuando el ángel violeta suspira entre la nieve.

  Vienen muertes azules luminosas de otoño

por jardines dormidos en lagos amarillos;

una mano sin noche desciende hasta las hojas

y un pájaro de niebla se enreda entre los pinos.[67]

NAVIDAD-SEMANA SANTA

En una publicación literaria como Gévora no podía faltar la conmemoración de la Navidad y de la Semana Santa no sólo por ser fiestas muy arraigadas entonces en la tradición española sino también por ser muy aptas para la expresión de sentimientos poéticos.

La primera manifestación del fervor navideño, que se recoge en el número 4, corresponde a la Navidad de 1952 que fue la primera celebrada por Gévora. Antonio Juez con su poema titulado «Dolor y gozo» abre las colaboraciones dedicadas a esta festividad: «El sendero se ha borrado, / se acaba la luz del día … / y es tanto lo que han andado, / que los rinde la fatiga. / […] / Caminito de Belén, / caminan José y María, / cogiditos de la mano / y sólo su amor los guía».

El resto del número está compuesto por poemas en redondillas, cuartetas, décimas, villancicos, romances y romancillos, entre los que destacan «El lenguaje de las flores en Navidad» de Jesús Delgado Valhondo, «Canción alegre de María la mañana de la Navidad …» de Antonio Murciano, «Nana y dolor de María» de Pacheco y «Gozo en los cinco misterios» de José Canal:

Porque eres huerto cerrado

con alminar de palomas;

porque te amasa en aromas

la juncia de tu cercado;

porque tienes abrasado

el corazón sin herida

Dios quiso sembrar su vida

en tu regazo y brotar

acunado en azahar

como naranja encendida.[68]

En los demás números dedicados a la Navidad, el contenido y la forma de las colaboraciones siguen la tónica de las composiciones típicas de estas fechas, que se distinguen por la frescura en el tono, la agilidad en el ritmo y la sonoridad reiterada del estribillo:

   Cordero de Amor

en campo de ortigas,

sonrisa del cielo

que borra fatigas.

   Por mi desvío tirita

y tiembla de frío el fuego,

que trueca en llamas la nieve

y prende lumbre en el hielo.

  ¡Qué suerte tuvimos!

No la merecemos,

pues no te quisimos,

ay, ni te queremos!

[…]

  ¡Qué suerte tuvimos!

No la merecemos,

pues no te quisimos,

¡ay, ni te queremos![69]

La primera conmemoración de la Semana Santa en Gévora se produce en el número 7 del año 1953 con poemas, que presentan una marcada vehemencia al expresar su amor a Dios, a la Virgen y a Jesucristo:

   Tuvo que ser arcángel de alma humana,

el que plasmó en el Leño su hermosura:

Su angustia, el roto aliento, la figura

del Hombre Dios, en llama soberana.

   Que abrasa, consumida, y se desgrana

de los labios exagües de amargura …

del sol ya muerto en la mirada pura

en aquel expirar que al Mundo hermana! …

   Cuando en la noche absorta, bajo el cielo

que en sus luceros llora al contemplarle

le miro … ¡Ay! … mi corazón su hielo

   rompe, se postra, gime por besarle

los desgarrados pies …

                                        en loco anhelo

quiere alcanzar la Cruz y desclavarle! …[70]

El siguiente número, donde se celebra la Semana Santa, es el 19 de 1954 que contiene cinco excelentes décimas de Manuel Pacheco, «Glosas a Jesús crucificado», con las que se inicia la conmemoración. Estas décimas van precedidas por una estupenda descripción poética a modo de introducción: «Se agranda la luna como una pupila inmensa para mirar la tragedia. El crimen se levanta como un pulpo de nieve y la turba pagada por los negros fantasmas que no quieren la Paz ni la Luz, escarnecen el rostro del Poeta del Amor».

Las páginas siguientes se llenan de excelentes poemas repletos de fervor religioso como los sonetos «Cristo del amor» de Eva Cervantes, «Suplicio eterno» de Vicente Sánchez-Arjona, el «Tríptico de la Semana Santa» de Eladia Morillo-Velarde y «El Cristo» de José Canal:

    Tu cruz es una rosa de los vientos

 abierta al infinito de tu gloria

 mostrándome, Señor, la trayectoria

 segura de tus claros mandamientos.

    Tú eres la aguja imán sin desalientos

ni teatral actitud declamatoria,

que en tu Reino se alcanza la victoria

sólo con dolorosos vencimientos.

    Y así, transido, sufres pesadumbre

herido del furor ciego y humano

con divina sublime mansedumbre,

    y con el pecho abierto, va tu mano

señalando a la humana muchedumbre

el norte de tu fijo meridiano.[71]

En general, la temática de los poemas dedicados a la Semana Santa en Gévora se centran en expresar las dos emociones más fuertes que suscita la Pasión de Cristo: El dolor por su sufrimiento y la alegría por su resurrección como se hace patente en el soneto «El crucificado» de Eduardo Cerro:

   Cada golpe en un clavo provocaba

doloroso quejido en tu garganta,

y el inclemente hierro penetraba

desgarrando la carne tierna y santa.

   Tu voluntad divina superaba

el temor angustioso. Se agiganta

-clavada en el madero, perdonaba-

la figura de Cristo sacrosanta.

   Ya levantan la cruz. El Dios humano

se desvanece y muere por momentos,

dirigiendo a los cielos la mirada.

   ¡Qué tristeza en su rostro soberano!

Se apagan poco a poco sus lamentos …

¡¡Ya nuestra Redención está lograda!![72]

Los medios formales para expresar esta típica temática son variados y lo mismo se elige el cauce culto del soneto, que el popular de la letrilla («La Virgen tiene / allá en el Cielo, / alas para los niños / cuando son buenos. / Y tiene tiene […] / redondelitos, / que son coronas / para angelitos. / Cuando vaya a su lado, / Ella ha de darme, / alitas y coronas / para adornarme»[73]) o del romance e, incluso, el más anárquico de la silva:

¡Aleluya! ¡Cantad, porque ya es gloria

el pesado madero!

¡Aleluya! La sábana mortuoria

-el mudo sumidero

que fuera, de los llantos celestiales-

se torna níveo manto:

resplandecen en él, como cristales,

las gotas del dolor.

¡Cantad, cantad el Gloria, pues la púrpura

es púrpura de nuevo;

y la caña ya es cetro; y agua pura

la esponja con acebo,

nimbo triunfante la alevosa espina …![74]

PROSA

No todo el contenido de Gévora aparece expresado formalmente en versos, pues entre las colaboraciones líricas se intercalan otras en prosa, que las complementan y les imprimen no sólo variedad formal sino también temática.

Las colaboraciones en prosa comienzan a aparecer en el número 3 con un curioso ensayo del doctor Juan Enríquez Anselmo, que destaca la importancia de las manos en la existencia del Arte porque «la mano es el órgano más perfecto de la Creación. […] La correlación del sonido con la mano originó la música; de la armonía del color con la mano surgió la pintura; de la mano con la forma brotó la estatuaria». En números siguientes, este autor editará otros ensayos donde agudamente analiza la relación entre la Medicina y el Arte: «[…] el arte, al legarnos documentos de lo serio, de lo cómico, de lo trágico y hasta de lo picaresco, nos ha dado un retrato psicológico de gran valor médico para apreciar las debilidades y defectos de nuestra humanidad; así como también de nuestro gremio»[75]. También un ensayo titulado «El árbol de mi escuela» de Luis González Willemenot establece una relación, aunque esta vez propiciada por Dios, entre el árbol y el hombre, que «al hacer el árbol antes que al Hombre expresó claramente el Creador la subordinación de éste a áquel»[76].

Otras composiciones en prosa de variada índole siguieron apareciendo en las páginas de Gévora con intenciones diversas. Destacan por su originalidad las firmadas por Pacheco y Lencero, donde entablaron un duelo literario cuyo atractivo radica en su lenguaje surrealista, su tono desenfadado y su carácter de competición ingeniosa: «¿No te acuerdas? Quisieron domesticar una alga de jabón con cadenas de agua; le quisieron poner un nombre al rayo de luna y tu voz siguió golpeando con su látigo verde el muro de las vitrinas, y de pronto el rumor mecanizado se apagó como un cisne cuando muere y tu voz de amigo, de poeta y de hombre, sembró libros de acacias sobre los letreros podridos de todos los horarios» («Radiograma azul a Luis Álvarez Lencero»). «He visto un buque panza arriba como una osa preñada esperando dar luz en el puerto de Málaga, pero los atunes, los atunes no saben nada que ayer he comido naranjas, Manolo, no lo saben, no, ni tampoco que las horas y los minutos van empujándose codo a codo para esperar la aurora de los huesos» («Telegrama de luna a Manuel Pacheco»)[77].

También Gévora sirvió como catapulta desde donde lanzar a los cuatro vientos en prosa opiniones desconformes con el entorno inmediato en el que se detecta una falta de valores: «Salí a la calle, repitiendo mentalmente: ‘¡Todo es vanidad!’. Pero, ¡ay!, que en el lugar más recóndito de la más recóndita provincia donde el presunto incógnito busque su soledad y el reposo de su espíritu, se encontrará con el mismo furor por figurar, por destacar, por ser»[78]. O críticas dirigidas a personas concretas: «Este manifiesto es también para aquellos que denigran de mi canto, para los malabaristas y plagiarios de mi tempestad lírica, para los que me destrozan con la ignorancia de sus palabras […]»[79].

Otros textos en prosa tienen una intención puramente lírica como es el caso del titulado «Barro de ánfora» de Eva Cervantes: «… En la noche … un lucero ha venido a besarme y, como temblaba una lágrima en mis pestañas, la ha recogido con sus labios … Yo le he dicho, la guarde donde tú no sepas, para que tu corazón no se amargue de la tristeza de mi corazón …! […]»[80].

En cambio otros están repletos de ardor amoroso como, por ejemplo, «Pasión» de José Salaverría («Yo sólo sé que te amo, te amo, y así continuaré siempre, siempre, incansable al desaliento, sordo a las llamadas de otros caminantes, ciego a los guiños de otros firmamentos […]»)[81]. En esta línea se encuentran unos textos de Julio Herrera Reissig titulados «Ópalos», que exaltan poéticamente el poder del amor («¡Oh amor, niño poeta, legislador taumaturgo, alquimista caprichoso de la Naturaleza! Tu juguete es el corazón. Tu poema es la Vida. Tú vuelves a los tiranos, esclavos; a los poderosos, mendigos; a los genios, idiotas; a los simples, iluminados. Los astros firman tus juramentos […]»), reflexionan sobre la relación estrecha de este sentimiento con el Arte («Asombrarse y saber asombrar. Tal es el ideal del Arte y tal es el del Amor […]. El Amor es un recurso del Arte para rejuvenecerse eternamente») o destacan el amor apasionado como un medio de conocimiento supremo («¡Oh, los ciegos de amor! ¡Son los únicos que ven el Cielo!»)[82].

Hay textos en prosa que están motivados por celebraciones como el dedicado a la Semana Santa sevillana por Manola Pérez de Pérez de Villar que, titulado «Pincelada. Sevilla en fiesta», destaca la trascendencia que envuelve al ambiente especial de esta festividad religiosa tan arraigada en el sur: «Con un cielo de sutiles blondas cálido y fragante como una caricia de Semana Mayor sevillana. El fervor místico se inflama con delirante amor»[83]. O este otro de Mari Carmen Portillo, titulado «El nazareno», que resalta la figura del penitente sincero: «El nazareno no es el penitente que oculta su nombre bajo el antifaz por ‘respetos humanos’ […]. El nazareno es siempre un seguidor del divino Nazareno (de ahí su nombre), que, si débil y pecador, ama a Cristo y ama a María»[84].

No se olvidan de tratar algunos textos en prosa la estrecha relación que existe entre vida y poesía. Manola Pérez de Pérez de Villar, en un ensayo titulado «En brazos de la quimera. Brisas primaverales», asegura que la Poesía es fuente de vida: «Por eso, ciega, en esta corriente, sin poderme sustraer a su atmósfera, sé que fuera de ella mi alma quedaría sola, tristemente sola sin esta ilusión, sin la poesía, que es agua para mi sed y me hundiría en un hondo, profundísimo, sin emergencia posible»[85].

No todos los textos en prosa editados en Gévora tienen una finalidad exclusivamente literaria, pues existen varios que indagan sobre la trascendencia del Arte y lo defienden frente a detractores que sólo ven en este enfoque males para la expresión artística. El autor más relevante en este sentido es Juan José Poblador, cuyos ensayos tratan de mostrar razonadamente la trascendencia de este enfoque a pesar de las apariencias que le confieren un aspecto irracional y, por tanto, denostado por el gran público que ni lo entiende ni trata de comprenderlo: «El Arte moderno pretende hacer artista a todo aquel que lo percibe. La obra artística moderna no termina en la escultura, en el cuadro, en la partitura o en el poema, sino que continúa en el espíritu capacitado de quien la siente»[86].

Continúa Poblador en números posteriores con breves ensayos que, titulados «Barrio de Santa Marina (Pablo PICASSO)», «Gazpacho extremeño (Henri MATISSE)» y «Paseo de San Francisco (Henri de TOULOUSE-LAUTREC)», siguen destacando una nueva forma de ver el Arte, esta vez aplicada a lugares muy conocidos de Badajoz: «La arquitectura de Picasso en Santa Marina es distinta solamente en el color. Las viviendas son sábanas puestas verticales al sol. Hay un cielo azul y todo son elementos geométricos: las ventanas, los balcones, las puertas, las macetas y hasta las flores de los geranios son papelillos de carnaval cuadriculares»[87].

Otros textos en prosa ocultan detrás del puro juego literario una trascendencia que agranda su contenido, pues encierran reflexiones profundas y muy agudas sobre la actividad literaria y la existencia. «Breve historia gris de una tarde» de Pedro Antonio Sánchez es un ejemplo de literatura que trasvasa el límite de lo puramente estético y penetra en el terreno de las emociones espirituales: «Este atardecer me hubiera gustado escribir. Pero escribir versos alegres, juguetones, que se lanzaran inquietos en busca del amor que les dio la pluma. Y hubiera querido ver en ellos toda la grandeza de la tarde»[88]. Otra muestra es el relato «Hombre» de Tirado Carbonero: «Es un hombre el que camina. Me he detenido a contemplarle. No es viejo ni joven. Es el hombre de los siglos. No lleva nada. Sólo lleva su corazón. Es todo su equipaje. El corazón siempre se lleva al hombro. Alguien lo lleva abandonado en un sendero o encrucijada. Mi caminante lo lleva muy atado a la espalda. Me lo dicen sus pasos»[89].

No podían faltar reflexiones sobre la naturaleza de la Poesía y, por este motivo, la Redacción de Gévora incluye «Palabras de Rainer María Rilke» como notas sueltas en páginas distintas, y otras de René Menard: «Un poeta sincero no puede menos que adoptar las más grandes precauciones cuando se trata de modificar el lenguaje. […] Si el poeta no deja que la poesía le habite orgánicamente, más vale que renuncie a ella»[90]. También se pueden hallar análisis de calidad como el dedicado por el filósofo Pedro Caba a la “Riqueza humana de Donoso Cortés”[91].

Sólo un texto que relata un viaje aparece en Gévora. Su autor es Fernando Villalba Diéguez y su título «Viajes por España. Zamora. Huelva»: «Desde la altura de este cerro se domina la ciudad. Huelva está vestida de blanco. Entre paredes blancas y azoteas se asoman las muchísimas palmeras que habitan la ciudad por derecho propio»[92].

Pocos relatos son editados en Gévora, a pesar de ser un género apreciado por los escritores en general. «Su primer día de Isidro» de Arsenio Muñoz de la Peña es uno de las escasas narraciones breves que se pueden encontrar en sus páginas: «-Ahí está Madrid -le señaló un compañero de viaje. Lucas se lanzó a la ventanilla, pero no vio más que casas, muelles y vagones. Miró y remiró por si veía a su primo Leocadio. Distinguió un enorme hormiguero de gente. No salió del vagón hasta que bajaron todos, pensando en que en esos líos es donde dicen que roban las carteras. Y su primo no aparecía»[93].

El único momento en que las colaboraciones en prosa se codean en cantidad y nivel con las poéticas fue en el número dedicado a Picasso, donde se reúnen abundantes y enjundiosos ensayos sobre la personalidad artística y la obra del pintor malagueño con una gran calidad individual y de conjunto.

En fin, Gévora, que fue una revista eminentemente poética, con la inclusión de textos en prosa no sólo no perdió carácter lírico sino que amplió su ámbito literario a temas y formas no recogidas en la expresión poética. De este modo consiguió un equilibrio interno que hizo interesante su diverso discurrir y atractiva su variada lectura.

NOTAS

[1] Gévora nº 1, p. 7.

[2] Gévora nº 2, p. 1.

[3] “El ángel ahogado”, Gévora nº 2, p. 6.

[4] Poema «Rocío», que es editado junto a otros poemas (“Sueño brillante”, “Pan”, “Nocturno” y “La hormiga”) de Sobre la piel de una lágrima precisamente cuando Lencero comienza a llevar en solitario la revista e incide fuertemente sobre temas sociales, Gévora nº 51, p. 2.

[5] Gévora, nº 1, p. 7.

[6] “Pena, pena, …”, Gévora nº 2, p. 2.

[7] «Toma mi bien», Gévora nº 6, p. 8.

[8] Gévora nº 2, p. 3.

[9] Gévora nº 2, p. 5.

[10] Gévora nº 2, p. 8.

[11] «Duda» de Carlos Murciano, Gévora nº 2, p. 6.

[12] Gévora nº 2, p. 8.

[13] Gévora nº 2, p. 8.

[14] Gévora nº 5, p. 6.

[15] Gévora nº 7, p. 7.

[16] Gévora nº 10, p. 8.

[17] “Gozo y dolor de sangre” de Gil Encinar, Gévora nº 14-15, p. 8.

[18] Gévora nº 17, p. 8.

[19] Gévora nº 18, p. 9.

[20] Gévora nº 25, p. 4.

[21] Gévora nº 48/50, p. 11.

[22] Gévora nº 56-57, p. 6.

[23] Gévora nº 58/60, p. 4.

[24] «Monotonía» del poeta portugués Jorge Ramos, Gévora nº 68/82, p. 20.

[25] «Cocina criolla» de Miguel Ángel García, Gévora nº 23, p. 9.

[26] Gévora nº 20, p. 8.

[27] Gévora nº 23, p, 3.

[28] «Carta lírica al poeta Manuel Pacheco» de Eladia Morillo-Velarde, Gévora nº 23, p. 7. No será la última muestra de aprecio a Pacheco pues, en el número 30, aparecen otras dos dedicadas a él: «Canto de mañana» de Iverna Codina de Giannoni y «A Manuel Pacheco por sus Caballos del Alba» de Marosa di Giorgio Medicis.

[29] «La reina», Gévora nº 48/50, p. 1.

[30] Gévora nº 52-53, p. 12.

[31] «Descriptiva» (copla real), Gévora nº 38, p. 7.

[32] «Hombre», Gévora nº 11, p. 7.

[33] “Apuntamiento” de Vasco Miranda, Gévora nº 17, p. 2.

[34] Enrique Segura, “El mejor paladín extremeño”, Gévora, nº 8, p. 6.

[35] «Donoso Cortés» de Adolfo Quijano, Gévora nº 8, p. 8.

[36] «Tu obra te reza» de Rufino Delgado, Gévora nº 1, p. 3.

[37] «Vuelo» de Antonio Juez, Gévora nº 1, p. 4.

[38] «El novelista de la Serena», Gévora nº 22, p. 4.

[39] Gévora nº 10, p. 8.

[40] «Hasta muy pronto» de Rafael González Castell, Gévora nº 22, p. 2.

[41] «Velando su sueño» de Antonio Reyes Huertas, Gévora nº 44-45, p. 11.

[42] «Oda a Juan Ramón Jiménez» de Luis Álvarez Lencero, Gévora nº 48/50, p. 2.

[43] Ambos textos se encuentran editados en el nº 47 de Gévora, pp. 3, 4 y 5.

[44] Gévora nº 18, p. 2.

[45] Gévora nº 20, p. 1.

[46] «Mausoleo para Carolina Coronado», Nota de la Redacción, Gévora nº 18,  p. 2.

[47] Gévora nº 54-55, p. 15.

[48] Versos del poema “Compuerta” de El miajón de los castúos de Luis Chamizo.

[49] «Ha muerto Juan Luis Cordero» de Jesús Delgado Valhondo. El poema lleva esta anotación: «Unos días antes de su muerte fui a verlo con Fernando Bravo y José Canal», Gévora nº 40, p. 7.

[50] Gévora nº 3, p. 1.

[51] Gévora nº 26, p. 6.

[52] Gévora nº 41, p. 3.

[53] “La hora verde”.

[54] «Nocturno en blanco menor».

[55] «Rivalidad».

[56] «Sólo puedo ofrecerte».

[57] «Ella y yo».

[58] Aunque con algún desliz en su nivel lírico pues, a veces, es excesivamente natural y poco literario.

[59] Número I.

[60] «Habla, estamos solos».

[61] «Como una piedra al mar».

[62] Soneto XIV.

[63] Tercetos del soneto XI.

[64] «Encinas».

[65] «Pobre de solemnidad».

[66] Editado el 1 de diciembre de 1959 y firmado por su director, Herminio Pinilla.

[67] En 1982, el Ayuntamiento de Badajoz, la Institución Cultural Pedro de Valencia, ICONA y ADENEX rindieron a Antonio Juez un homenaje en la II Campaña del Medio Ambiente. Seis años más tarde, Francisco Lebrato Fuentes le dedicó otro homenaje, publicando el libro de dibujos y poemas titulado Otoño en los jardines de Badajoz (Mérida, Boysu, 1988).

[68] «El ángel».

[69] Villancico «No te queremos» de Fernando Bravo, Gévora nº 26, p. 1.

[70] “Cristo de la expiración (El cachorro)” de Eva Cervantes. Gévora nº 7, p. 2.

[71] Gévora nº 19, p. 8.

[72] Gévora nº 41, p. 6.

[73] «Angelitos» de Aida Berenguer, Gévora nº 29, p. 6.

[74] «Et resurrexit» de Fernández de Tena, Gévora nº 41, p. 6.

[75] Gévora nº 12-13, p. 9.

[76] Gévora nº 6, p. 10. Este autor volverá a editar relatos breves, que  tituló «Reflejos», «Indulgencia», «Sospecha» y «Arquitectura», en el número 16, p. 5.

[77] Gévora nº 9, p. 7.

[78] «¡Humo!» de Rafael González-Castell, Gévora nº 8, p. 10.

[79] Texto del Manifiesto poético de Jean Aristeguieta, cuyo contenido asombra por sus increíbles e inmodestos exabruptos que desentonan en el ambiente amable de la revista, Gévora nº 16, pp. 6, 7 y 8.

[80] Gévora nº 12-13, p. 5.

[81] Gévora nº 12-13, p. 6.

[82] Gévora nº 48/50, p. 4.

[83] Gévora nº 7, p. 9.

[84] Gévora nº 29, pp. 8 y 9.

[85] Gévora nº 18, p. 9.

[86] «El estilo de Dios», Gévora nº 29, p. 2.

[87] Gévora nº 56-57, p. 10 y 11.

[88] Gévora nº 30, p. 10.

[89] Gévora nº 56-57, p. 13.

[90] Gévora nº 68/82, p. 12.

[91] Gévora nº 8, p. 2.

[92] Gévora nº 58/60, p. 14.

[93] Gévora nº 68/82, p. 21 y 22.

EPÍLOGO

Después del estudio realizado sobre el origen, la presentación, el contenido y la difusión de Gévora, se llega a la conclusión de que esta sencilla revista reúne unos valores por los que, desde ahora, debe catalogarse como uno de los proyectos editoriales de carácter lírico más interesantes de la historia literaria de Extremadura, a pesar de su modesto planteamiento y su austera edición. Y también el análisis elaborado induce a calificar la tarea de sus responsables, Manuel Monterrey Calvo y Luis Álvarez Lencero, como una de las más bellas y apasionadas empresas líricas que se han desarrollado en Extremadura por su eficacia, su amplitud y su pasión.

La base de estos méritos se encuentra en la apertura de Gévora a todos los escritores y corrientes y su actitud positiva y optimista ante el hecho poético, que la llevó en ocasiones a valorar más el interés de los poetas por llegar a la Belleza que la buena calidad de las colaboraciones. La Poesía, para sus responsables, no era un medio de lucimiento personal sino un proceso de búsqueda trascendente que se encontraba llena de dificultades y, por tanto, necesitada de comprensión hacia los poetas que empezaban.

 Es cierto que poetas importantes del momento eludieron colaborar en sus páginas por la baja calidad de algunos trabajos publicados. Pero, si Gévora perdió su participación, ganó la estima de los que piensan que la Poesía no debe ser un coto privado de unos cuantos poetas de élite, sino un medio de difusión abierto a aquéllos que comienzan y necesitan de una oportunidad que, una vez obtenida, será la que distinga a los poetas de calidad de los simples rimadores. Además con esa actitud, Gévora ofreció la posibilidad de pertenecer al ambiente cultural creado por ella no sólo a los escritores que colaboraron en sus páginas sino también a los lectores, pues pudieron formar parte gratuitamente del mundo literario hasta aquel momento vedado para muchos.

Esta sorprendente actitud fue muy bien entendida por especialistas en Literatura como el catedrático Joaquín de Entrambasaguas, que destacó de la revista pacense la sencillez en la edición, su apertura a todos, la dignidad de su objetivo y su autenticidad por representar a la poesía viva, sentida y sincera, frente a la de relumbrón (muchas veces artificial y sujeta a normas de escuelas o grupos oficiales) y, en definitiva, «por no ser cursi, ni vulgar, ni chabacana, ni mediocre»[1]. Y poetas seducidos por el romántico y altruista proyecto que representaba supieron reconocer que la humildad fue otra razón de su éxito, pues le faltó la soberbia típica de las grandes publicaciones, que sirven para el lucimiento de las mentes preclaras y sus egos respectivos, pero no para hacer de la Poesía un medio de comunicación, comunión e indagación como lo entendió Gévora.

Estos méritos explican que una humilde revista se publicara durante casi una década y que ahora sus páginas sean un cumplido muestrario de poesía extremeña, nacional, portuguesa e hispanoamericana. Aunar en una revista poética una larga existencia editora y un contenido imprescindible para entender detalladamente toda una época literaria (la de los años 50) como es el caso de Gévora, resulta un mérito indiscutible que sólo ha sido alcanzado por un puñado de publicaciones que, en su mayoría, contaron con apoyo oficial o con la dirección de alguna personalidad en el mundo de las Letras o con el aplauso de alguna moda literaria.

Gévora no fue una publicación literaria cualquiera porque, de lo contrario, no reuniría los méritos que se deducen de un análisis pormenorizado de su contenido:

1.-La revista pacense fue una publicación cosmopolita, pues mantuvo relaciones literarias y culturales con amplias zonas de la región, el resto del país, Bélgica, Brasil, Francia, Hispanoamérica, Estados Unidos, Italia, Marruecos y Portugal desde una provincia en aquel tiempo sumida en el atraso y el olvido.

2.-Pocas revistas literarias españolas han conseguido mantener durante casi diez años y con tanta intensidad la función de puente entre España e Hispanoamérica, que logró establecer Gévora.

3.-A sus responsables no los animó ningún tipo de ideología religiosa ni política, únicamente les interesó la Poesía como medio de buscar la Belleza y, aunque resultaba un auténtico reto no alterar esa posición durante tanto tiempo por razones obvias, siempre se mantuvieron fieles a esa búsqueda por el camino de la Poesía.

4.-A pesar de su pobre presentación y la escasez de medios sufrida, Gévora tuvo un fondo profundo y trascendente que, vencidos los prejuicios derivados de su aspecto externo, se descubre enseguida en las declaraciones siempre abiertas, alentadoras y comprensivas de la Redacción.

5.-Gévora con su modestia consiguió más de lo que se propuso, precisamente porque sus metas no fueron pretenciosas. Humildemente quiso contribuir a activar el panorama cultural de Badajoz y terminó, sin proponérselo, contribuyendo a vivificar el ambiente de la cultura hispana.

6.-La revista pacense gozó de una amplia difusión que la llevó a países lejanos y diversos, a pesar de las deficiencias de las comunicaciones en los años 50 y de los gastos que ocasionaba su distribución. Sin embargo, la distancia y los costes nunca fueron un obstáculo para sus entusiastas editores.

7.-Gévora tenía una idea arraigada: «La cultura no se vende, se transmite» y por este motivo siempre fue gratuita, a pesar de que las ayudas oficiales fueron nulas y las aportaciones económicas de los colaboradores y simpatizantes eran voluntarias y muchas veces insuficientes.

8.-El entusiasmo y la constancia mostrada por los responsables de la publicación fueron primordiales e imprescindibles para que su revista publicara más de ocho decenas de números y mantuviera su edición durante largo tiempo.

9.-La diversidad de los colaboradores y de las colaboraciones formó una variopinta amalgama de procedencias, estilos y actitudes. Sin embargo, en sus páginas todos encontraron acomodo y, a la vez, convivieron sin ningún problema en torno a la Poesía. Además, esa variedad tanto formal como significativa sirve hoy para conocer más detalladamente el talante de los escritores y las tonalidades líricas de la década en que se publicó.

10.-Los promotores de Gévora mostraron un sincero interés por los clásicos extremeños, que no fue continuado con igual pasión por publicaciones de la época ni en períodos posteriores. A ellos se les debe el mantenimiento de su memoria y que llamaran la atención sobre un asunto capital como es que los clásicos extremeños son la base de la historia literaria de Extremadura, aunque esta verdad constatable pese a los que se han olvidado de su pasado no porque, después de un análisis detenido y científico de cada uno de ellos, hayan llegado a esa conclusión sino por creer sin comprobarlo que sus calidades respectivas no merecen un estudio detenido.

11.-Hay en la revista pacense una sincera intención por ayudar a los escritores que empezaban, aun a costa de su prestigio. Esta labor de cantera literaria con los noveles la realizó Gévora cuando podía haberla eludido como muchas revistas de renombre, manteniéndose fiel a la idea de que la Literatura se debe fomentar desde abajo con una labor paciente y comprensiva, sin hacer caso a los perfeccionistas que defienden una Literatura de élite y de escritores de nacimiento. Paralelamente Gévora sacó a la luz a otros escritores que se encontraban perdidos en la memoria del tiempo. La importancia de esta doble y loable actitud se deduce de que ni los noveles han vuelto a disponer de una oportunidad como la que les ofreció ni los poetas olvidados a ser recordados con el mismo entusiasmo.

12.-Gévora quiso ser, y lo consiguió, un medio de expresión de todas las calidades literarias, a pesar de las numerosas críticas que recibió sobre el bajo nivel de algunos trabajos publicados. Sus responsables hicieron caso omiso a estos ataques y durante casi una década estuvieron publicando todas las colaboraciones que le llegaban. Si con esa actitud propició que firmas importantes no colaboraran en ella, consiguió un mayor resultado lírico y humano dando oportunidades a todos.

13.-En Gévora encontraron cabida buena parte de las corrientes literarias más destacadas de la primera mitad del siglo XX. Tal variedad fue posible a la amplitud de criterio de la que hicieron gala sus responsables que, de esta forma, consiguieron reunir un interesante muestrario de tendencias, difícil de hallar en otras publicaciones más proclives a destacar determinadas corrientes en perjuicio de otras.

14.-En una época que Picasso era un proscrito, Gévora se atrevió a publicar un número monográfico sobre él, donde colaboraron firmas regionales y nacionales de primera categoría imprimiéndole una alta calidad. El número sobre Picasso, por tanto, es un ejemplo de la audaz valentía que la revista pacense mostró en este proyecto reivindicativo, que pudo significar su fulminante desaparición.

También el número especial dedicado al pintor malagueño es una muestra de que los responsables de la revista pacense sabían cómo publicar un número de calidad pero, que si no elaboraron con ese nivel todos los números, fue porque estaban decididos a editar una publicación para todos.

15.-Y, por último, en su apartado bibliográfico, se difunden interesantes críticas de libros recién publicados y extensas listas de revistas intercambiadas, con las que Gévora realizó una excelente contribución al mejor conocimiento de las relaciones literarias y de la actividad editora de la época.

Estos valores constatables llevan a afirmar que pocas publicaciones literarias con planteamientos, fines y medios tan humildes como Gévora han conseguido tanto. Además, a partir de ahora, no se la puede seguir calificando de modesta después de conocerlos pues, aunque es cierto que la revista pacense tiene defectos (portada monótona, pobre diseño y baja calidad en ocasiones), los resultados conseguidos fueron más interesantes para la Lírica que si el proyecto se hubiera reducido a una presentación vistosa y a un contenido de incuestionable calidad.

Además, si se acepta que la Poesía es el último reducto de los sentimientos en una sociedad tan tecnificada como la nuestra, donde el interés económico y social prevalece sobre ellos, la tarea realizada por Gévora adquiere un valor más trascendente, porque encaja mejor con las emociones humanas el interés mostrado por los clásicos de la tierra o la defensa de los noveles que la difusión de una poesía que sólo mira al futuro y se olvida del pasado en un inconsciente esnobismo, cuyo efecto desaparecería al momento de concluir el proyecto sin producir beneficios a las generaciones venideras ni a la cultura extremeña.

Y, sin embargo, el provecho generado por Gévora es patente pues su esfuerzo, una vez conocido, puede reafirmar en muchos extremeños la importancia de no olvidar su pasado como punto de partida para cimentar su futuro. De otro modo quedaría huérfano de figuras representativas en las que apoyar la reconstrucción de la cultura literaria de Extremadura que, hoy día, resulta necesaria concluir si la región no quiere quedar postergada en el proceso de las Autonomías por falta de una base donde se encuentre recogida la razón de ser de los extremeños y sus señas de identidad.

Ínsula supo reconocer indirectamente la tarea realizada por Gévora, cuando dijo de otra publicación parecida: «Por lo que se refiere a la vida de nuestras letras, quizás no sería justo hacer un juego de palabras hablando de la soledad y aislamiento de esta modesta ínsula literaria, blanca y verde. Otras pequeñas islas, principalmente provincianas y de un encantador romanticismo, mantienen encendida la fe en la Poesía y en la Literatura con un fervor heroico y al margen de todo dictado poético»[2].

En la misma línea Arturo Gazul reconoció directamente el valor de la humilde publicación pacense con motivo del tercer aniversario de su creación: «es admirable que haya un cierto número de hombres -pocos, naturalmente- que piensen y realicen una empresa tan bellamente ‘inútil’ como es publicar una revista de poesías. Más admirable aún que con escasos recursos, sin pedir nada a nadie, a merced de donativos voluntarios esta revista lleve ya publicándose tres años con regularidad. Éste es el caso de la revista ‘Gévora’. Raro, porque estas publicaciones suelen ser efímeras. Falta generalmente la constancia o el dinero para continuar»[3].

Es cierto que, aunque resulte complicado el estudio de una de estas “ínsulas” por la falta de colecciones completas o de documentación, no deja de tener siempre un gran atractivo, pues cada una de ellas es un auténtico mundo cultural que generalmente contiene un valor superior al que se le ha atribuido tradicionalmente. Y, en el peor de los casos, su análisis siempre resulta apasionante, aunque sólo sea por el empeño que pusieron en crear un ambiente literario en una determinada zona geográfica y de difundirlo a los cuatro vientos, sencillamente, con pocos medios, pero con un deseo anhelante de comunicación con los demás a través de la Literatura, como Gévora.

Estas reflexiones explican que el primer acercamiento a ella sea un tanto decepcionante pues el hecho de ojear sus páginas lleva a pensar que se trata de una publicación de un grupo de poetas mediocres, que no consiguieron hacerse oír más allá de los límites de Badajoz. Pero, poco a poco, el lector descubre su atractivo y va quedando fascinado por la férrea voluntad de Monterrey y Lencero y su trabajo altruista para conseguir tanto con tan pocos medios. Así la provinciana Gévora, a pesar de la primera impresión negativa, atrae enseguida la atención de quien se acerca a ella incluso con prejuicios.

Y, por último, el cierre de este amplio análisis de Gévora, propiciado por la bella, lírica y humana labor que desarrollaron Manuel Monterrey y Luis Álvarez Lencero, quiere advertir que, detrás de la intrascendencia y el materialismo que marca la trayectoria de la sociedad desde hace décadas, siempre existen personas dispuestas a dar lo mejor de sí mismas defendiendo un ideal.

NOTAS

[1] Gévora nº 6, p. 4.

[2] Número del 25 de enero de 1948.

[3] Arturo Gazul, «Gévora ha cumplido tres años de publicación», Hoy (Badajoz), 29-12-54, p. 6.

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NOTAS

[1] Puede sorprender que esta carta y las siguientes con la indicación “archivo particular del autor” estén en poder de quien las escribió pues, lógicamente, una vez enviadas el autor se quedó sin ellas. Pero Lencero debió tener la costumbre de hacer copia manuscrita de las cartas que escribía, pues todas las citadas de esta manera se encuentran en su archivo particular.

[2] Gracias a la excelente predisposición de Jesús Delgado Valhondo pudimos conocer la existencia de Gévora y su proyecto editorial. Además, nos facilitó la mayoría de los números y nos indicó quiénes podían tener los que faltaban. Así con sus inestimables indicaciones y la ayuda de personas como Margarita Zoido, viuda de Rafael González Castell, o Carlos Pérez Alonso, esposo de Mahizflor, conseguimos reunir la única colección completa de Gévora, que hoy constituye una joya literaria.

[3] Posteriormente fue editado en Gévora (Badajoz), nº 44-45, 30-8-56, pp. 1-6.

APÉNDICE

ÍNDICE CRONOLÓGICO DEL CONTENIDO DE GÉVORA

REF. AUTOR TÍTULO

FECHA

PÁG.

     

 

1 Enrique Segura Presentación de ‘Gévora’ 1 10/09/52 1
2 Carolina Coronado «Una corona, no…» 1 10/09/52 1
3 Antonio López Martínez «Tríptico. La rosa. La espiga. El racimo» 1 10/09/52 2
4 José Canal Rosado «Como la encina» 1 10/09/52 3
5 F[rancisco] Vaca Morales «Nueva lamentación» 1 10/09/52 3
6 Rufino Delgado Fernández «Tu obra te reza» 1 10/09/52 3
7 Manuel Monterrey «Su paisaje» 1 10/09/52 3
8 Luis González Willemenot «La voz de la tierra. A Antonio Reyes Huertas» 1 10/09/52 4
9 Clara Luna «Sus versos» 1 10/09/52 4
10 Manuel Monterrey «El retiro de Reyes Huertas» 1 10/09/52 4
11 Celso Galván «El amor de Reyes Huertas» 1 10/09/52 4
12 Antonio Juez «Vuelo» 1 10/09/52 4
13 Araceli Spínola «Cantos breves» 1 10/09/52 5
14 Manuel Pacheco «Escribiré un poema a mi novia» 1 10/09/52 5
15 Manuel Pacheco «Alegrías» 1 10/09/52 5
16 Fernando García Jimeno «A los malos poetas» 1 10/09/52 5
17 Jesús Delgado «Mayo» 1 10/09/52 5
18 Antonio León «Picapedrero» 1 10/09/52 6
19 Eugenio Hermoso «A Velásquez. En el cuadro de las lanzas» 1 10/09/52 6
20 L[uis] Álvarez Lencero «El cantar de una ola» 1 10/09/52 6
21 Enrique Sansinena «Poetas castúos. ‘¡Ajos a las mulas!'» 1 10/09/52 6
22 José Díaz-Ambrona «Semblanza de Manuel Monterrey» 1 10/09/52 7
23 M[anuel] Ruiz González-Valero «Los vencejos» 1 10/09/52 7
24 Jesús Delgado «La estación de ferrocarril» 1 10/09/52 7
25 Rafael González Castell «Soneto con estrambote» 1 10/09/52 7
26 Gabriel Moreno Chamorro «Nana» 1 10/09/52 7
27 Luis Álvarez Lencero «A una sirena» 1 10/09/52 7
28 [Redacción] Notas [Invitación a participar. Dirección sede] 1 10/09/52 8
29 Manuel Pacheco «Letanía al Guadiana» 2 30/10/52 1
30 [Redacción] Nota [Balance del primer número] 2 30/10/52 1
31 Miguel Muñoz de San Pedro «Nocturno estival de Extremadura» 2 30/10/52 2
32 Antonio Juez «Pena, pena …» 2 30/10/52 2
33 F[rancisco] Vaca Morales «Gebora» [sic] 2 30/10/52 3
34 Juan Luis Cordero «Yo busco la margarita» 2 30/10/52 3
35 Gabriel Moreno Chamorro «¡Arena viva!» 2 30/10/52 4
36 Manuel Monterrey «Concierto solar» 2 30/10/52 4
37 Jesús Delgado «Día de otoño» 2 30/10/52 4
38 Pedro Romero Mendoza «Romance del amor imposible» 2 30/10/52 5
39 Fernando Bravo y Bravo «Por la vereda» 2 30/10/52 5
40 María de los Reyes Fuentes «Serenata-deseo» 2 30/10/52 6
41 Luis Álvarez Lencero «El ángel ahogado» 2 30/10/52 6
42 Carlos Murciano «Duda» 2 30/10/52 6
43 Antonio Murciano «Hombre» 2 30/10/52 6
44 Fernando Villalba «Al puente de Badajoz» 2 30/10/52 7
45 Antonio Fernández Molina «Un mensaje de barro desde un pueblo» 2 30/10/52 8
46 [Redacción] Notas [Invitación a participar. Dirección sede] 2 30/10/52 8
47 José Canal «Tendedero» 2 30/10/52 8
48 Manuel Ruiz G[onzález]-Valero «Hemoptisis» 2 30/10/52 8
49 José de Espronceda «A un ruiseñor» 3 30/11/52 1
50 Enrique Segura «Espronceda» 3 30/11/52 1,2
51 Amantina Cobos «La gran dama» 3 30/11/52 2
52 Antonio López Martínez «A Carolina Coronado» 3 30/11/52 2
53 Julio Acha «Motivos de opereta. El conde de Luxemburgo» 3 30/11/52 2
54 Manuel Pacheco «Carta a mi novia» 3 30/11/52 3
55 [Redacción] Notas [Advertencias. Invitación a participar] 3 30/11/52 3
56 Luis Álvarez Lencero «A Matilde» 3 30/11/52 3
57 Manuel Montaño Montaño «¡Mi Manuel Carlos!» 3 30/11/52 4
58 Luis G[onzález] Willemenot «Misión» 3 30/11/52 4
59 Juan Enríquez Anselmo «Las manos en Medicina y en el Arte» 3 30/11/52 5
60 José Canal «Puente» 3 30/11/52 6
61 Fernando Bravo «Amada enemiga» 3 30/11/52 6
62 Leonor Trevijano «Romance del viento y el sol» 3 30/11/52 6
63 Manola Pérez de P. de Villar «Perfiles» 3 30/11/52 7
64 Juan Ángel Iglesias «Sonetos del recuerdo abandonado» 3 30/11/52 7
65 Rafael González Castell «Un ancho amanecer» 3 30/11/52 8
66 [Redacción] Presentación del número 4 30/12/52 1
67 Antonio Juez «Dolor y gozo» 4 30/12/52 1,2
68 Eva Cervantes «Romancillo de la niña. En voz de amor» 4 30/12/52 3
69 Jesús Delgado Valhondo «El lenguaje de las flores en la Navidad» 4 30/12/52 3
70 Fernando Bravo y Bravo «Villancicos» 4 30/12/52 4
71 [Redacción] Nota [Dirección sede] 4 30/12/52 4
72 Vicente Sánchez-Arjona «A la venida del Mesías» 4 30/12/52 5
73 Manuel Pacheco «Nana y dolor de María» 4 30/12/52 5
74 Antonio Murciano «Canción alegre de María … de la Navidad» 4 30/12/52 5
75 [Redacción] Nota [Agradecimiento por donativos] 4 30/12/52 5
76 Antonio López Martínez «Romancillo de Belén» 4 30/12/52 6
77 Luis G[onzález] Willemenot «Nacimiento» 4 30/12/52 6
78 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 4 30/12/52 6
79 Antonio Pino Vázquez «Mensaje de Navidad» 4 30/12/52 7-9
80 José Canal «Gozo en los cinco misterios». [Nota Redacción] 4 30/12/52 9
81 Manuel Monterrey «El niño y la golondrina» 4 30/12/52 10
82 Manuel Delgado Fernández «Alegrías de Nochebuena» 4 30/12/52 10
83 Vicente Neria «Villancico» 4 30/12/52 11
84 Enrique Sansinena Araguete «Nochebuena» 4 30/12/52 11
85 Luis Chamizo «El chiriveje» 4 30/12/52 12
86 Manuel Monterrey «Silencio en el campo» 4 30/12/52 12
87 Antonio Juez «… En el correr del Tiempo» 4 30/12/52 12
88 [Redacción] «Éxitos de ‘Gévora'» 5 31/01/53 1
89 Catalina C. Ramírez de Guzmán «Cofres de sándalo. ‘Al temor'» 5 31/01/53 1
90 Adolfo Vargas «El jardín de Felisa» 5 31/01/53 1
91 [Redacción] Lista de benefactores 5 31/01/53 1
92 Juan Donoso Cortés «Laurel y mirto. ‘Silva'» 5 31/01/53 2,3
93 [Redacción] «Homenaje de ‘Gévora’ a Donoso Cortés» 5 31/01/53 2
94 [Redacción] Nota [Advertencia] 5 31/01/53 2
95 [Redacción] Nota [Dirección sede] 5 31/01/53 3
96 Eva Cervantes «Visitas de honor. ‘Canción del alma …'» 5 31/01/53 4
97 José Salaverria [sic] «Poesía» 5 31/01/53 4
98 Miguel Muñoz de San Pedro «Vencido» 5 31/01/53 5
99 Fernando Bravo y Bravo «Oculto sentido» 5 31/01/53 5
100 Manuela Pérez de P. De Villar «Flor de confidencia» 5 31/01/53 5
101 Mario Ángel Marrodán «Cerrada existencia» 5 31/01/53 6
102 Antonio Murciano «Balada de la adelfa» 5 31/01/53 6
103 Luis González Willemenot «Hay una senda escondida» 5 31/01/53 6
104 José Canal «El ciprés» 5 31/01/53 6
105 Luis Agustín Pizarro Peñas «Sé que me miras» 5 31/01/53 6
106 Manuel Pacheco «A ‘Gévora'» 5 31/01/53 7
107 Antonio Pino Vázquez «Mirador lírico del año. Caretas de Carnaval» 5 31/01/53 7
108 Rafael González Castell «Hablando con mi gato» 5 31/01/53 8
109 Armando Rojo León «Silencio» 5 31/01/53 8
110 Vicente Neria Serrano «Luz en la sombra» 5 31/01/53 9
111 Enrique Segura Reseñas de libros 5 31/01/53 9
112 [Redacción] «Laurel y mirto. ‘Del homenaje a Donoso Cortés'» 6 28/02/53 1
113 J[uan] Donoso «Carta a Ramón -Crítica a unas décimas-« 6 28/02/53 1-3
114 Salvador Rueda «Maestros de la Poesía.’El padre de la niña …'» 6 28/02/53 4
115 [Redacción] «Un elogio al capítulo de las satisfacciones» 6 28/02/53 4
116 Joaquín Entrambasaguas Alabanza a ‘Gévora’ 6 28/02/53 4
117 Miguel Muñoz de San Pedro «En el azul de la noche» 6 28/02/53 5
118 Fernando Bravo Bravo «Yuste» 6 28/02/53 5
119 Jesús Delgado «Mi sombra» 6 28/02/53 5
120 María de los Reyes Fuentes «Te tengo» 6 28/02/53 5
121 María de los Reyes Fuentes «Serenata-arrepentimiento» 6 28/02/53 5
122 Antonio Leyva Fernández «Poema de un hombre que soñé» 6 28/02/53 6
123 Antonio Fernández Molina «Poema. Para ‘Gévora'» 6 28/02/53 6
124 Araceli Spínola de Gironza «¡Qué feliz soy!» 6 28/02/53 7
125 Celso Galván «Turbación» 6 28/02/53 7
126 Leonor Trevijano de Ramallo «Coimbra» 6 28/02/53 7
127 Enrique Segura «‘Haz’ por Fray Antonio Corredor» 6 28/02/53 7
128 Vicente Sánchez-Arjona «El remordimiento» 6 28/02/53 8
129 Eva Cervantes «En vuelo herido» 6 28/02/53 8
130 José Canal «Las huellas del camino» 6 28/02/53 8
131 Francisco Rodríguez Perera «Toma mi bien …» 6 28/02/53 8
132 [Redacción] «Nuestros benefactores espontáneos» 6 28/02/53 8
133 Antonio Murciano «Cartas» 6 28/02/53 9
134 Luis G[onzález] Willemenot «El árbol de mi escuela» 6 28/02/53 10
135 Julio Acha «A una jovencita» 6 28/02/53 11
136 Juan Luis Cordero «La esperanza que murió de frío» 6 28/02/53 11
137 Manuel Pacheco «El pájaro de paja» 6 28/02/53 11
138 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 6 28/02/53 11
139 [Redacción] Nota [Presentación texto siguiente] 7 30/03/53 1
140 Juan Donoso Cortés Fragmentos de un discurso sobre la Biblia 7 30/03/53 1
141 Eva Cervantes «Cristo de la expiración» 7 30/03/53 2
142 Jesús Delgado Valhondo «Oh muerto mío» 7 30/03/53 2
143 Manuel Monterrey «La Virgen de Fátima» 7 30/03/53 2
144 Dora Isella Russell «Canto al amor» 7 30/03/53 3
145 Aida Berenguer «Escucha, soy yo …» 7 30/03/53 4
146 [Redacción] «Nuestros benefactores» 7 30/03/53 4
147 Amantina Cobos «Manos morenas» 7 30/03/53 5
148 Manuel Delgado Fernández «Alba de primavera» 7 30/03/53 5
149 Antonio Cilleros «Soneto» 7 30/03/53 5
150 Araceli Spínola «Mi mayor dicha» 7 30/03/53 5
151 Antonio Fernández Molina «Hija y madre» 7 30/03/53 6
152 Julio Mariscal Montes «Dios-Hombre» 7 30/02/53 7
153 José Canal «Amanecer» 7 30/03/53 7
154 Fernando Bravo y Bravo «Poemas tripartitos. ‘Andar'» 7 30/03/53 7
155 Manuel Pacheco «A tu mula» 7 30/03/53 8
156 Juan Enríquez «Arte, figura y cuerpo humano» 7 30/03/53 9
157 Manola Pérez de P. de Villar «Pincelada. ‘Sevilla en fiesta'» 7 30/03/53 9
158 Enrique Segura Libros recibidos 7 30/03/53 10
159 Conchita Castell Zoido «Carnaval» 7 30/03/53 10
160 Celestino Vega «Laurel y mirto.’Una carta familiar e inédita …» 8 30/04/53 1
161 Juan [Donoso Cortés] Carta a su padre 8 30/04/53 1
162 Pedro Caba «Riqueza humana de Donoso Cortés» 8 30/04/53 2-5
163 Enrique Segura «El mejor paladín extremeño Dr. Donoso» 8 30/04/53 5-7
164 Luis G[onzález] Willemenot «Soneto» 8 30/04/53 7
165 Prudencio Rodríguez «Versos a mis amigos» 8 30/04/53 7
166 Adolfo Quijano «Donoso Cortés» 8 30/04/53 8
167 José Canal «La voz en el desierto» 8 30/04/53 8
168 [Redacción] «Nuestros benefactores espontáneos» 8 30/04/53 8
169 [Redacción] Notas [Advertencia. Dirección sede] 8 30/04/53 8
170 Manuel Pacheco «Carta al gran cirujano y amigo don Federico Alba» 8 30/04/53 9
171 Armando Rojo León «Sed de Dios» 8 30/04/53 9
172 Rafael González Castell «¡Humo!» 8 30/04/53 10
173 Enrique Segura Notas bibliográficas 8 30/04/53 10
174 Juan [Donoso Cortés] «Laurel y mirto.’Carta marqués de Valdegamas'» 9 30/05/53 1
175 [Redacción] Notas [Advertencia. Principios de ‘Adelfos’] 9 30/05/53 1
176 Eva Cervantes «Letrillas del corpus sevillano» 9 30/05/53 2
177 Amantina Cobos «La eucaristía y el niño enfermo» 9 30/05/53 2
178 J[uan] Ramos Aparicio «Ayer» 9 30/05/53 2
179 Jean Aristeguieta «Poetas de América.’Un canto de flama …'» 9 30/05/53 3
180 Jesús Delgado Valhondo «El látigo de Dios» 9 30/05/53 4
181 José Canal «A Cervantes en la Corte de Valladolid» 9 30/05/53 4
182 [Redacción] Lista de benefactores 9 30/05/53 4
183 E[meterio] Gutiérrez Albelo «Políptico de la clínica» 9 30/05/53 5,6
184 Eladia Montesino «Miedosa» 9 30/05/53 6
185 Manuel Monterrey «El marco y la estampa» 9 30/05/53 6
186 Manuel Pacheco «Radiograma azul a Luis Álvarez Lencero» 9 30/05/53 7
187 Luis Álvarez Lencero «Telegrama de luna a Manuel Pacheco» 9 30/05/53 7
188 Vicente Neria «El momento del ideal» 9 30/05/53 8
189 Fernado Bravo y Bravo «Solución» 9 30/05/53 8
190 Pedro Romero Mendoza «Consejo» 9 30/05/53 8
191 Antonio López Martínez «Ensueño» 9 30/05/53 9
192 Mahizflor «La tarde le dijo al sol» 9 30/05/53 9
193 Enrique Segura Bibliografía 9 30/05/53 10
194 [Redacción] Notas [Ruego. Dirección sede] 9 30/05/53 10
195 [Redacción] «Buzón y posta de ‘Gévora'» 9 30/05/53 11
196 Juan Donoso Cortés «Laurel y mirto.’Fragmentos sobre la cuestión…'» 10 30/06/53 1
197 Manuel Pacheco «Letanía a Jean Aristeguieta» 10 30/06/53 2
198 [Redacción] «Poetas americanos». Presentación 10 30/06/53 3
199 Dora Isella Russell «Biografía del suspiro» 10 30/06/53 3
200 Juana de Ibarbourou «De Dora Isella, dice …» 10 30/06/53 3
201 Ventura García Calderón «Palabras de …» 10 30/06/53 3
202 Rafael González Castell «Mi hijo me cierra los ojos» 10 30/06/53 4
203 Luis Álvarez Lencero «Gotas de sangre» 10 30/06/53 5
204 Manuel Monterrey «‘Gévora’ al pintor extremeño Adelardo Covarsí…» 10 30/06/53 6
205 Manuel Monterrey «Recordando a Adelardo Covarsí» 10 30/06/53 6
206 [Redacción] Nota [Relación con ‘Índice’] 10 30/06/53 7
207 Amantina Cobos «La única verdad» 10 30/06/53 7
208 Baldomero Díaz de Entresotos «Compostela en el recuerdo» 10 30/06/53 8
209 [Redacción] Notas [«Regocijo». Agradecimiento] 10 30/06/53 8
210 A[ntonio] J[uez] «Antonio Reyes Huertas» 10 30/06/53 8
211 Juan Luis Cordero «De mi colección ‘Cacafonías barbaroeuropeas'» 10 30/06/53 9
212 Julio Acha «Caso insólito» 10 30/06/53 9
213  A[ntonio] J[uez] Pensamientos líricos 10 30/06/53 9
214 Manuel Monterrey «Tu guitarra» 10 30/06/53 10
215 Antonio León «Mi torre guapa» 10 30/06/53 10
216 A[ntonio] J[uez] Pensamiento lírico 10 30/06/53 10
217 [Redacción] Nota [Advertencia] 10 30/06/53 10
218 Manuel Delgado Fernández «Pinceladas furtivas» 10 30/06/53 10
219 Celestino Vega «Un poema inédito de Donoso Cortés» 11 30/07/53 1
220 J[uan] D[onoso] C[ortés] «El nacimiento de Venus» 11 30/07/53 1-5
221 Celestino Vega Nota sobre texto anterior 11 30/07/53 5
222 [Redacción] Nota [Oportunidad para edición de noveles] 11 30/07/53 5
223 J[osé] Antonio Ochaita «Manola Pérez de Pérez de Villar» 11 30/07/53 6,7
224 Antonio Rebordao Navarro «Hombre» 11 30/07/53 7
225 María de los Reyes Fuentes «Poema de la calle» 11 30/07/53 8
226 Antonio López Martínez «Para Eva Cervantes» 11 30/07/53 9
227 Fernando Bravo y Bravo «Poemas tripartitos. Viento nuevo» 11 30/07/53 9
228 Fernando R. Rivera «Amor» 11 30/07/53 9
229 [Redacción] Nota [Dirección sede] 11 30/07/53 9
230 Juan Ángel Iglesias «Digo a Pedro María» 11 30/07/53 10
231 José Canal «Fuente sellada» 11 30/07/53 10
232 Mario Ángel Marrodán «Sombra de la huida» 11 30/07/53 10
233 Enrique Segura «‘El hombre solo’ de Antonio Leyva Fernández» 11 30/07/53 11
234 [Redacción] «Buzón y posta de ‘Gévora'» 11 30/07/53 11
235 Juan Donoso Cortés «Fragmentos sobre la cuestión de Oriente» 12-13 30/08/53 1
236 [Redacción] Nota [Agradecimiento a hermanos Murciano] 12-13 30/08/53 2
237  Antonio y Carlos Murciano «Los ángeles del vino de Jerez» 12-13 30/08/53 2,3
238 Manuel Pacheco Conejo «A los hermanos Antonio y Carlos Murciano …» 12-13 30/08/53 4
239 Eva Cervantes «Barro de ánfora» 12-13 30/08/53 5
240 Emiliano Durán «Saetas a la mañana» 12-13 30/08/53 5
241 Enrique Segura [sic] «Don Fernando Chacón. El escritor» 12-13 30/08/53 6
242 José Salaberría «Pasión» 12-13 30/08/53 6
243 Cecilio Sáez «Vi que sonreía» 12-13 30/08/53 7
244 José Canal «Al Ángelus» 12-13 30/08/53 7
245 Pedro A[ntonio] Sánchez «¡Nunca más!» 12-13 30/08/53 8
246 Eladia Montesino «Las alas rotas» 12-13 30/08/53 8
247 Juan Enríquez Anselmo «El Arte y la Medicina» 12-13 30/08/53 9,10
248 [Redacción] Notas [Advertencia. Alabanza. Reseña] 12-13 30/08/53 10
249 [Redacción] «El vidente extremeño…discurso…D. Cortés» 14-15 30/11/53 1
250 [Redacción] «Nuestros benefactores» 14-15 30/11/53 1
251 Dora Isella Russell «Poetas de América. ‘Regreso'» 14-15 30/11/53 2
252 Eva Cervantes «Poetas de España. ‘Para ‘Gévora’ …'» 14-15 30/11/53 2
253 Antonio Fernández Molina «Poema» 14-15 30/11/53 3
254 Prudencio Rodríguez «Esta mañana» 14-15 30/11/53 3
255 Manuel Pacheco «A Luis Álvarez Lencero, Juan Ángel Iglesias …» 14-15 30/11/53 4
256 Jesús Delgado Valhondo «Barrio de San Mateo» 14-15 30/11/53 5
257 José Berzosa «Poema a este muchacho» 14-15 30/11/53 6
258 Luis Agustín Pizarro Peñas «El juguete» 14-15 30/11/53 6
259 Juan Enríquez Anselmo «El Arte y la Medicina» 14-15 30/11/53 7
260 Julio Cendal «El poema en mis manos» 14-15 30/11/53 8
261 J. Mª Gil Encinar «Gozo y dolor de sangre» 14-15 30/11/53 8
262 Manola Pérez de P. de Villar «Glosario» 14-15 30/11/53 9
263 Leonor Trevijano de Ramallo «Sevilla» 14-15 30/11/53 9
264 Enrique Segura «‘En la tierra del cáncer’ por Manuel Pacheco» 14-15 30/11/53 10
265 [Redacción] Nota [Pésame a Miguel M. de San Pedro] 14-15 30/11/53 10
266 Eva Cervantes «Canciones de Eva» 16 00/01/54 1
267 José P. Holguera «Ser o no ser» 16 00/01/54 1
268 [Redacción] «Nuestros benefactores» 16 00/01/54 1
269 [Redacción] Lista de libros y revistas recibidas 16 00/01/54 1
270 [Redacción] Nota [Dirección sede] 16 00/01/54 1
271 Antonio Murciano «El posadero» 16 00/01/54 2
272 Eladia Morillo-Velarde «Canción de la mañana de Navidad» 16 00/01/54 2
273 L[uis] Álvarez Lencero «Canciones» 16 00/01/54 3
274 Amantina Cobos «Para mi Jesús» 16 00/01/54 4
275 M[anuel] Pacheco «Pesebre de cristal» 16 00/01/54 4
276 Luis González Willemenot «Reflejos»,»Indulgencia»,»Sospecha»,»Arquitectura» 16 00/01/54 5
277 [Redacción] «Nuestros benefactores» 16 00/01/54 5
278 Jean Aristeguieta «Manifiesto poético» 16 00/01/54 6-8
279 Antonio Leyva Fernández «Concierto último» 16 00/01/54 8
280 Pedro A[ntonio] Sánchez «Noche de contrabando» 16 00/01/54 9
281 Manuel Monterrey «Niebla» 16 00/01/54 9
282 E[nrique] S[egura] «In memoriam» [de Rafael Rico y G. de Terán] 17 28/02/54 1
283 Rafael Rico y Gómez de Terán «Cómo te quiero» 17 28/02/54 1
284 [Redacción] Nota [Apoyo a los noveles] 17 28/02/54 2
285 José Ramírez López-Uría «El zagal» 17 28/02/54 2
286 Vasco Miranda «Apuntamiento» 17 28/02/54 2
287 Rafael González Castell «Morir» 17 28/02/54 3
288 Carlos Callejo «Ofrenda» 17 28/02/54 3
289 Moisés Garcés Cortijo «Versos para Santa Teresa» 17 28/02/54 4
290 Eduardo Cerro «En esta irrevocable lejanía» 17 28/02/54 4
291 A. B. D. «Homenaje póstumo a un gran escritor» 17 28/02/54 5
292 Manuel Monterrey «Medallón extremeño. Salvador Trevijano» 17 28/02/54 5
293 [Redacción] Nota [Presentación de Eladia Morillo-Velarde»] 17 28/02/54 6
294 Eladia Morillo-Velarde «¿Qué secretos?» 17 28/02/54 6
295 Manuel Pacheco «A Jean Aristeguieta por su libro ‘Embriaguez…'» 17 28/02/54 6
296 L[uis] Álvarez Lencero «Pan», «Tu castidad», «Dos nudos», «La rana verde» 17 28/02/54 7
297 César Vallejo «Si lloviera esta noche» 17 28/02/54 8
298 Luis Agustín Pizarro Peñas «Distancia» 17 28/02/54 8
299 Marcos Ferro «Emilia» 17 28/02/54 9
300 Enrique Segura «Revista de libros» 17 28/02/54 9,10
301 Amantina Cobos «La única verdad» 17 28/02/54 10
302 Eva Cervantes «La escala de Fontiveros» 18 31/03/54 1,2
303 [Redacción] «Mausoleo para Carolina Coronado» 18 31/03/54 2
304 C. Lobell y J. Aristeguieta «Homenaje a la Poesía» 18 31/03/54 3
305 Dora Isella Russell «Vida exacta» 18 31/03/54 3
306 Amantina Cobos «Los campanilleros» 18 31/03/54 4
307 [Redacción] Nota [Alabanza a José Díaz-Ambrona] 18 31/03/54 4
308 Manuel Pacheco «Carta blanca al poeta Manuel Monterrey» 18 31/03/54 5
309 Hugo Emilio Pedemonte «El soneto» 18 31/03/54 6
310 Eladia Morillo-Velarde Santos «Sed» 18 31/03/54 6
311 Monserrat Vayreda «Dos primaveras» 18 31/03/54 6
312 Vicente Sánchez-Arjona «Carta lírica» 18 31/03/54 7
313 [Redacción] Nota [Acuse recibo revistas] 18 31/03/54 7
314 L[uis] Álvarez Lencero «La mano de lluvia» 18 31/03/54 8
315 [Redacción] Notas [Invitación a participar. Dirección sede] 18 31/03/54 8
316 Manola Pérez de P. de Villar «En brazos de la quimera» 18 31/03/54 9
317 José Díaz-Holguera «Primavera marchita» 18 31/03/54 9
318 Prudencio Rodríguez «Esta mañana» 18 31/03/54 9
319 [Redacción] «La Fiesta de la Poesía» 18 31/03/54 10
320 [Redacción] «‘Gévora’ y ‘Clavileño'» 18 31/03/54 10
321 Enrique Segura «’Lïrica hispana’” 18 31/03/54 11
322 Enrique Segura «‘Elegía’ de Violeta López Suría» 18 31/03/54 11
323 Enrique Segura «Revistas recibidas» 18 31/03/54 11
324 Enrique Segura «‘El surco de la sangre’ por Luis Á. Lencero» 18 31/03/54 12
325 [Redacción] «Cincuentenario de Gabriel y Galán» 18 31/03/54 12
326 [Redacción] Nota [Presentación de Carmen Solana de Gazul] 19 30/04/54 1
327 Carmen Solana de Gazul «Sonetos» 19 30/04/54 1
328 Manuel Pacheco «Introducción. Glosas a Jesús crucificado» 19 30/04/54 2
329 Eva Cervantes «Cristo del amor» 19 30/04/54 3
330 Vicente Sánchez-Arjona «Suplicio eterno» 19 30/04/54 3
331 Julio Acha «Cumbres catalanas. ‘Martes Santo en Monserrat'» 19 30/04/54 3
332 Eladia Morillo-Velarde Santos «Tríptico Semana Santa» 19 30/04/54 4
333 [Redacción] Nota [Presentación de Laly del Coral] 19 30/04/54 5
334 Laly del Coral «La plegaria de una niña» 19 30/04/54 5,6
335 Pedro Antonio Sánchez «Perdido» 19 30/04/54 6
336 Antonio Murciano «Quinta estación» 19 30/04/54 7
337 Celso Galván «El gran dolor» 19 30/04/54 7
338 [Redacción] «Nota importante» [Advertencia sobre calidad] 19 30/04/54 7
339 José Canal «El mal ladrón», «El buen ladrón», «El Cristo» 19 30/04/54 8
340 Enrique Segura Comentarios de libros 19 30/04/54 9,10
341 [Redacción] «Nuestros benefactores» 19 30/04/54 10
342 Jean Aristeguieta «A la poesía de Luis Álvarez Lencero» 20 30/05/54 1
343 Carlos Alberto Larumbe «Para la luna de Badajoz» 20 30/05/54 1
344 Lola Mejías «Oscuridad» 20 30/05/54 2
345 Jesús Delgado Valhondo «La iglesia» 20 30/05/54 2
346 Amantina Cobos «La Virgen azul y blanca» 20 30/05/54 3
347 Eva Cervantes «Inmaculada» 20 30/05/54 3
348 L[uis] Álvarez Lencero «Sobre el pecho de una rosa» 20 30/05/54 4
349 Alberto Barasoain «Poema» 20 30/05/54 4
350 Manuel Pacheco «Edipo en Mérida» 20 30/05/54 5
351 Eladia Montesino «El secreto» 20 30/05/54 6
352 [Redacción] Nota [Advertencia edición colaboraciones] 20 30/05/54 6
353 E[meterio] Gutiérrez Albelo «En esta tibia noche …» 20 30/05/54 7,8
354 Rolina Ypuche Riva «Carta a Manuel Monterrey en Badajoz» 20 30/05/54 8
355 [Redacción] «Nuestros benefactores» 20 30/05/54 8
356 Moisés Garcés Cortijo «¡Oh, pinos de Castilla! …» 20 30/05/54 9
357 J[uan] Ramos Aparicio «Paz en el campo» 20 30/05/54 9
358 Manuel Monterrey «Cartas extremeñas» 20 30/05/54 9
359 José D. Holguera «Destino» 20 30/05/54 9
360 Manola Pérez de P. de Villar «La cita de los miércoles» 20 30/05/54 10
361 Enrique Segura «Bibliografía» 20 30/05/54 10,11
362 Araceli Spínola de Gironza «Nana» 21 31/07/54 1
363 Pedro Antonio Sánchez «Silencioso» 21 31/07/54 1
364 Amílcar Uralde «La muerte pequeña» 21 31/07/54 2
365 José D. Holguera «Prefiero la noche» 21 31/07/54 2
366 [Redacción] Nota [Anuncio próximos homenajes] 21 31/07/54 2
367 Rafael González Castell «Mensaje a Jorge Manrique» 21 31/07/54 3
368 Pedro Romero Mendoza «Poemas breves.’Ventiscas'» 21 31/07/54 4
369 Felipe de Santiago «La última razón» 21 31/07/54 4
370 Julio Acha «Funicular de San Juan» 21 31/07/54 4
371 José Sierra Cortés «Sonetos a la Inmaculada» 21 31/07/54 5
372 José Canal «¡Ay, corazón!» 21 31/07/54 6
373 Luis Agustín Pizarro Peñas «Sonetillo» 21 31/07/54 6
374 Carlos Callejo «Panetela» 21 31/07/54 6
375 Aida Berenguer «La frase inacabada» 21 31/07/54 7,8
376 Mahizflor «¡Ay, plaza monumental!» 21 31/07/54 9
377 Luis G[onzález] Willemenot «Romance de la niña y la nube» 21 31/07/54 9
378 Enrique Segura «Bibliografía. Revistas y libros recibidos» 21 31/07/54 10,11
379 [Redacción] «Nuestros benefactores» 21 31/07/54 11
380 Manuel Pacheco «En el tercer aniversario de ‘Gévora'» 22 31/08/54 1
381 Manuel Pacheco «Carta a ‘Gévora'» 22 31/08/54 1
382 F[rancisco] Vaca Morales «Covarsí, recuerdo permanente» 22 31/08/54 2
383 Rafael González Castell «Hasta muy pronto» 22 31/08/54 2
384 L[uis] Álvarez Lencero «Tu corazón es una rosa» 22 31/08/54 3
385 L[uis] Álvarez Lencero «Llanto de encina» 22 31/08/54 3
386 L[uis] Álvarez Lencero «Campana de hierba» 22 31/08/54 3
387 Enrique Segura «El novelista de la Serena» 22 31/08/54 4
388 [Redacción] Nota [Ruego a colaboradores] 22 31/08/54 4
389 Antonio Juez «Beatus vir, qui implevit desiderium suum» 22 31/08/54 5
390 Miguel Muñoz de San Pedro «Al pintor Fernando Moreno Márquez» 22 31/08/54 6
391 Manuel Monterrey «La leyenda del castillo» 22 31/08/54 6
392 Manuel Monterrey «Los barcos de la noche» 22 31/08/54 6
393 Manuel Pacheco «Yo no sé qué deciros» 22 31/08/54 7,8
394 [Redacción] «Nuestro benefactores» 22 31/08/54 8
395 [Redacción] Nota [Agradecimiento a colaboradores] 22 31/08/54 8
396 [Redacción] Nota [Presentación artículo siguiente] 22 31/08/54 9
397 Sabaté Mill «Monumento, no corona» 22 31/08/54 9
398 [Redacción] «Carolina Coronado» 22 31/08/54 9
399 M[anuel] Ostos Gabella «Madrugada» 22 31/08/54 10
400 Jesús Alonso Terradillos «A la ciudad de Burgos» 22 31/08/54 10
401 Jesús Alonso Terradillos «A la catedral de Burgos» 22 31/08/54 10
402 [Redacción] Nota [Petición de auxilio para M. Ostos Gabella] 22 31/08/54 11
403 Manuel Ostos Gabella Carta a Manuel Pacheco 22 31/08/54 11
404 Enrique Segura «Bibliografía» 22 31/08/54 12
405 [Redacción] «‘Gévora’ en su tercer aniversario» 22 31/08/54 12
406 [Redacción] Nota [Presentación de Arturo Gazul Uclés] 23 30/09/54 1
407 Arturo Gazul Uclés «Ayer, hoy y mañana» 23 30/09/54 1,2
408 Alfonso Pintó «Los muertos» 23 30/09/54 2
409 Pedro Antonio Sánchez «Sueño contra sueño» 23 30/09/54 2
410 Dora Isella Russell «Soneto de septiembre» 23 30/09/54 3
411 Manuel Pacheco «Palabras a Dora Isella Rusell» 23 30/09/54 3
412 Luis Álvarez Lencero «Soledad mojada» 23 30/09/54 4
413 Antonio López Martínez «Glosa y recuerdo» 23 30/09/54 5
414 Pedro Belloso «Atardece en la cruz» 23 30/09/54 6,7
415 Moisés Garcés Cortijo «La eternidad en mis ojos» 23 30/09/54 7
416 Eladia Morillo-Velarde «Carta lírica al poeta Manuel Pacheco» 23 30/09/54 7
417 Juan Luis Cordero «Abrazo» 23 30/09/54 7
418 Marosa di Giorgio Medicis «Poema» 23 30/09/54 8
419 Miguel Ángel García «Cocina criolla» 23 30/09/54 9
420 Fernando Bravo y Bravo «Sequía» 23 30/09/54 10
421 Celso Galván «Insomnio» 23 30/09/54 10
422 Cecilio Sáez «Aquel amor» 23 30/09/54 10
423 Enrique Segura «Eulalia García Rubio» 23 30/09/54 11
424 Enrique Segura Reseñas de revistas 23 30/09/54 11
425 [Redacción] Nota [Adhesión a homenaje E. Gutiérrez Albelo] 23 30/09/54 11
426 [Redacción] «Revistas recibidas. Libros». Notas 23 30/09/54 12
427 [Redacción] «Nuestros benefactores» 23 30/09/54 12
428 [Redacción] Nota [Presentación de Manuel Pacheco] 24 30/10/54 1
429 Manuel Pacheco “Ausencia de mis manos. ‘Canto a mi madre’» 24 30/10/54 1
430 [Redacción] «Nuestros benefactores» 24 30/10/54 1
431 Manuel Pacheco «Las horas. ‘La hora esmeralda'» 24 30/10/54 2
432 Manuel Pacheco «La hora blanca» 24 30/10/54 2,3
433 Manuel Pacheco «La hora amarilla» 24 30/10/54 3
434 Manuel Pacheco «La hora gris» 24 30/10/54 3,4
435 Manuel Pacheco «La hora negra» 24 30/10/54 4
436 Manuel Pacheco «La hora verde» 24 30/10/54 4
437 Manuel Pacheco «La hora de las ninfas» 24 30/10/54 5
438 Manuel Pacheco «En la muerte de una sirena blanca» 24 30/10/54 5
439 Manuel Pacheco «Nocturno. ‘Nocturno en verde menor'» 24 30/10/54 6
440 Manuel Pacheco «Nocturno en rojo menor» 24 30/10/54 6
441 Manuel Pacheco «Nocturno en rojo mayor» 24 30/10/54 6
442 Manuel Pacheco «Nocturno en blanco menor» 24 30/10/54 6,7
443 Manuel Pacheco «Vengo de la vida» 24 30/10/54 7
444 Manuel Pacheco «Divagando» 24 30/10/54 7
445 Manuel Pacheco «5 cuadros de J. Romero.’La ofrenda al arte …’» 24 30/10/54 7
446 Manuel Pacheco «La niña de los limones» 24 30/10/54 7
447 Manuel Pacheco «La niña de la guitarra» 24 30/10/54 7
448 Manuel Pacheco «Carmencita» 24 30/10/54 8
449 Manuel Pacheco «Rivalidad» 24 30/10/54 8
450 Manuel Pacheco «Otros poemas.’Delirio’” 24 30/10/54 8
451 Manuel Pacheco «Rumba» 24 30/10/54 9
452 Manuel Pacheco «Preguntaron un nombre por la seda» 24 30/10/54 9
453 Manuel Pacheco «Cuando yo no sea» 24 30/10/54 10
454 Manuel Pacheco «La tarde no ha nacido» 24 30/10/54 10
455 Manuel Pacheco «Las ninfas evadidas» 24 30/10/54 11
456 Manuel Pacheco «Sólo puedo ofrecerte» 24 30/10/54 11,12
457 Manuel Pacheco «Yo camino» 24 30/10/54 12
458 Manuel Pacheco «Tus manos son mis manos» 24 30/10/54 13
459 Manuel Pacheco «¡Qué raro!» 24 30/10/54 13
460 Manuel Pacheco «En la muerte del carretero Juan Paulino» 24 30/10/54 13
461 Manuel Pacheco «Si perdiera tu voz» 24 30/10/54 14
462 Manuel Pacheco «Ella y yo» 24 30/10/54 14
463 Jesús Delgado Valhondo «Ciudad de piedra» 25 30/11/54 1
464 Eva Cervantes «Página Mariana. ‘La Virgen de los Reyes'» 25 30/11/54 2
465 Francisco Rodríguez Perera «Del libro inédito ‘Alba del gozo'» 25 30/11/54 2
466 Manuel Pacheco «Crepúsculo otoñal» 25 30/11/54 3
467 Montserrat Vayreda «A Manuel Pacheco» 25 30/11/54 3
468 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 25 30/11/54 3
469 Pedro Belloso «Esa nieve», «Esa luz», «Primavera» 25 30/11/54 4
470 E[meterio] Gutiérrez Albelo «Pasan las carretas» 25 30/11/54 5
471 [Redacción] Notas [Advertencia. Dirección sede] 25 30/11/54 5
472 Eduardo Cerro «Atardecer» 25 30/11/54 6
473 Gladys Smith «Prometeo» 25 30/11/54 6
474 Amílcar Uralde «Cántico al niño que no se fue» 25 30/11/54 7
475 Manuel Delgado Fernández «El labriego» 25 30/11/54 7,8
476 Iverna Codina de Giannoni «Nadie podrá decir» 25 30/11/54 8
477 [Redacción] «Dicen nuestros poetas …» 25 30/11/54 8
478 Mahizflor «Pepe Luis Vázquez» 25 30/11/54 9
479 M[anuel] Ostos Gabella «Al poeta» 25 30/11/54 9
480 José Conde y Enrique Segura «Bibliografía» 25 30/11/54 10
481 Rafael González Castell «Rapsodia foklórica» 25 30/11/54 11
482 Enrique Segura «Libros recibidos» 25 30/11/54 11
483 Fernando Bravo y Bravo «No te queremos» 26 31/12/54 1
484 Eva Cervantes «Balada de la niña de los jazmines …» 26 31/12/54 2,3
485 Eva Cervantes «Villancico de la Virgen de Belén» 26 31/12/54 3
486 Antonio López Martínez «Viñetas de la Natividad» 26 31/12/54 4
487 Manuel Pacheco «La muerte de los niños» 26 31/12/54 5
488 Pedro Antonio Sánchez «Ofrenda» 26 31/12/54 5
489 Pedro Belloso «La noche de Belén» 26 31/12/54 5
490 Enrique Segura «José María Gabriel y Galán» 26 31/12/54 6,7
491 José María Gabriel y Galán «Mis muertos no mueran» 26 31/12/54 7
492 José María Gabriel y Galán «Hija del sepulturero» 26 31/12/54 7
493 José Sierra Cortés «En el homenaje a José María Gabriel y Galán» 26 31/12/54 8
494 Felipe Carbajo «A Gabriel y Galán» 26 31/12/54 8
495 Luis Delgado «Ciudad en la duda» 26 31/12/54 9
496 Antonio Rebordao Navarro «Del libro ‘Os tempos e os homens» 26 31/12/54 9
497 Dora Isella Russell Carta a Manuel 26 31/12/54 10
498 Dora Isella Russell «Soneto a J. Aristeguieta en su ‘Vitral de fábula'» 26 31/12/54 10
499 Violeta López Suría «Soneto íntimo» 26 31/12/54 10
500 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 26 31/12/54 10
501 Hugo Emilio Pedemonte «A Manuel Pacheco» 26 31/12/54 11
502 E[nrique] S[egura] «Libros y revistas recibidos» 26 31/12/54 11
503 [Redacción] Nota [Aviso aplazamiento de reseñas] 26 31/12/54 11
504 E[nrique] S[egura] O[taño] «Rafael González Castell» 27 31/01/55 1
505 Rafael González Castell «Entre los dos azules. ‘1.Bulerías tristes'» 27 31/01/55 1,2
506 Rafael González Castell «2. ¿Dónde?» 27 31/01/55 2,3
507 Rafael González Castell «3. Problemas» 27 31/01/55 3,4
508 Rafael González Castell «4. La suya y la mía» 27 31/01/55 4
509 Rafael González Castell «5. El dolor» 27 31/01/55 5
510 Rafael González Castell «6. El dolor» 27 31/01/55 5,6
511 Rafael González Castell «7. El dolor» 27 31/01/55 6,7
512 Rafael González Castell «8. El dolor» 27 31/01/55 7,8
513 Rafael González Castell «9. Álbum» 27 31/01/55 8
514 Rafael González Castell «10. Estampa del amor» 27 31/01/55 8,9
515 Rafael González Castell «11. Estampa del poder» 27 31/01/55 9,10
516 Rafael González Castell «12. Estampa de la gloria» 27 31/01/55 10,11
517 Rafael González Castell «13. Últimas bulerías» 27 31/01/55 11
518 Enrique Segura «Nota bibliográfica» 27 31/01/55 12
519 Amantina Cobos «El trabajo» 28 28/02/55 1
520 Eladia Morillo-Velarde «Donde está la primavera» 28 28/02/55 1
521 [Redacción] «Nuestros benefactores» 28 28/02/55 1
522 [Redacción] Nota [Alabanza a José Díaz-Ambrona] 28 28/02/55 1
523 Jesús Delgado «Troncos talados» 28 28/02/55 2
524 Moisés Garcés Cortijo «Yo sé que un día …» 28 28/02/55 2
525 José Córdoba «Amanecer» 28 28/02/55 2,3
526 Armando Rojo León «Colmo del gozo» 28 28/02/55 3
527 Pedro Bargueño «Metáfora del barco» 28 28/02/55 3
528 Pedro Antonio Sánchez «Envío. A Nina» 28 28/02/55 3
529 Juan José Poblador «‘El chaleco rojo’ (cuadro de Paul Klee)» 28 28/02/55 4,5
530 Manuel Pacheco «Autorretrato» 28 28/02/55 5
531 Marosa di Giorgio Medicis «Ángel» 28 28/02/55 6
532 Manuel Arjonilla Terrero «Soneto del amor ausente» 28 28/02/55 7
533 Pedro Belloso «Estás» 28 28/02/55 7
534 Ángel García López «El hombre de la calle» 28 28/02/55 7
535 Jesús Alonso Ferradillos «Ante la Cartuja de Miraflores de Burgos» 28 28/02/55 8
536 Julio Acha «A Inocencio Aldanondo» 28 28/02/55 8
537 Vicente Sánchez-Arjona «El soneto» 28 28/02/55 8
538 Iverna Codina de Giannoni «Poema para tu recuerdo» 28 28/02/55 9
539 Enrique Segura «Revistas de cambio» 28 28/02/55 9,10
540 Enrique Segura «Bibliografía» 28 28/02/55 10
541 [Redacción] Nota [Presentación poema de Reyes Huertas] 29 31/03/55 1
542 Antonio Reyes Huertas «Canción de primavera» 29 31/03/55 1
543 [Redacción] Nota [Crónica sobre Fiesta de la Poesía] 29 31/03/55 1
544 Juan José Poblador «El estilo de Dios» 29 31/03/55 2
545 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 29 31/03/55 2
546 Francisco Cañamero «A los poetas de los miércoles en Badajoz» 29 31/03/55 3
547 [Redacción] Nota [Dirección sede] 29 31/03/55 3
548 Rafael González Castell «Sinfonía primaveral» 29 31/03/55 4
549 Pedro Belloso «Tras de soñar un poco» 29 31/03/55 4
550 Eva Cervantes «Semana Santa. ‘Jesús de Pasión'» 29 31/03/55 5
551 Eva Cervantes «Jesús del Gran Poder» 29 31/03/55 5,6
552 A[ida] Berenguer «A la Virgen (I)». «Angelitos (II)” 29 31/03/55 6
553 Eladia Morillo-Velarde «Cuando miras las rosas» 29 31/03/55 6
554 Mercedes Lluel «Al Santísimo Cristo de la Espina» 29 31/03/55 7
555 María del Carmen Portillo «El nazareno» 29 31/03/55 8,9
556 Manuel Monterrey «La Virgen de las lágrimas» 29 31/03/55 9
557 Arturo Benet «A Jesús crucificado» 29 31/03/55 9
558 Manola Pérez de P. de Villar «Luz que disipa sombras …» 29 31/03/55 9,10
559 [Redacción] «Nuestros benefactores» 29 31/03/55 10
560 Nélida Aurora Oviedo «Poetas americanos. ‘Canción de la lámpara …'» 29 31/03/55 10
561 Raúl Baldomero «Detrás de la neblina» 29 31/03/55 11
562 Ana Luz Sotolongo «Soneto nº 2» 29 31/03/55 11
563 [Redacción] Lista de revistas y libros recibidos 29 31/03/55 11
564 A[raceli] Spínola de Gironza «Alabanzas a Nuestra Señora de Guadalupe» 30 30/04/55 1
565 L[uis] González Willemenot «Banco solitario» 30 30/04/55 1
566 [Redacción] «Revistas recibidas» 30 30/04/55 1
567 Manuel Pacheco «Oda a sir Alexander Fleming» 30 30/04/55 2
568 E[meterio] Gutiérrez Albelo «Tarde en el cementerio» 30 30/04/55 3,4
569 [Redacción] Reseñas de revistas recibidas 30 30/04/55 4
570 L[uis] Agustín Pizarro «Carta a Amalia Merino de Llanos» 30 30/04/55 5
571 M[anuel] Ostos Gabella «A Chary» 30 30/04/55 5
572 [Redacción] Reseñas de revistas recibidas 30 30/04/55 5
573 Moisés Garcés Cortijo «Al poeta Antonio Machado» 30 30/04/55 6
574 V[icente] Neria «A Carlos V en Yuste» 30 30/04/55 6
575 [Redacción] Notas [Invitación a participar. Ruego] 30 30/04/55 6
576 Mahizflor «¡Que no me salga torero!» 30 30/04/55 7
577 I[verna] Codina de Giannoni «Canto de mañana» 30 30/04/55 8
578 A. Silva «Así voy» 30 30/04/55 8
579 [Redacción] Nota [Aviso aplazamiento crítica libros recibidos] 30 30/04/55 8
580 M[aría] Angélica Villar «El nombre preferido» 30 30/04/55 9
581 M[ariano] Roldán «Soledad oculta» 30 30/04/55 10
582 Pedro Antonio Sánchez «Breve historia gris de una tarde» 30 30/04/55 10
583 [Redacción] Notas [Gratuidad. Aviso. Dirección sede] 30 30/04/55 10
584 Marosa di Giorgio Medicis «A Manuel Pacheco por sus ‘Caballos del Alba'» 30 30/04/55 11
585 Enrique Segura «‘Cristal’. Eladia Morillo-Velarde» 31 31/05/55 1
586 Eladia Morillo-Velarde, «Sonetos» 31 31/05/55 2-4
587 Eladia Morillo-Velarde «Villancicos» 31 31/05/55 4
588 Eladia Morillo-Velarde «Alba» 31 31/05/55 4
589 Eladia Morillo-Velarde «Blanco y negro» 31 31/05/55 5
590 Eladia Morillo-Velarde «A Alfonsina Storni» 31 31/05/55 5
591 Eladia Morillo-Velarde «Escrito sobre el agua» 31 31/05/55 5
592 Eladia Morillo-Velarde «Hermana» 31 31/05/55 5
593 Eladia Morillo-Velarde «¿Por qué?» 31 31/05/55 6
594 Eladia Morillo-Velarde «Marzo» 31 31/05/55 6
595 Eladia Morillo-Velarde «Si la tarde» 31 31/05/55 7
596 Eladia Morillo-Velarde «A Maty» 31 31/05/55 7
597 Eladia Morillo-Velarde «Mañana» 31 31/05/55 7
598 Eladia Morillo-Velarde «Primavera» 31 31/05/55 7
599 [Redacción] «Nuestros benefactores». 31 31/05/55 7
600 [Redacción] Nota [Dirección sede] 31 31/05/55 7
601 Eladia Morillo-Velarde «Partir» 31 31/05/55 8
602 Eladia Morillo-Velarde «Volver» 31 31/05/55 8
603 Eladia Morillo-Velarde «Lejos» 31 31/05/55 8
604 Eladia Morillo-Velarde «Recuerdo» 31 31/05/55 8
605 [Redacción] Nota [Anuncio edición libro de J. D. Valhondo] 31 31/05/55 8
606 Eladia Morillo-Velarde «Granada» 31 31/05/55 9
607 Eladia Morillo-Velarde «Miedo» 31 31/05/55 9
608 Enrique Segura «‘Un ramo de sueños’ por Juan Bernel» 31 31/05/55 9
609 [Redacción] «Separata de ‘Gévora'» 31 31/05/55 10-12
610 [Redacción] Reseña de revistas y libros recibidos 31 31/05/55 12
611 [Redacción] «Versos, flores y pájaros» 31 31/05/55 13
612 [Redacción] Nota [Pésame a José Díaz-Ambrona] 31 31/05/55 13
613 Enrique Segura «Jesús Delgado Valhondo» 32 30/06/55 1
614 Jesús Delgado Valhondo «‘La muerte del momento'» 32 30/06/55 2
615 Jesús Delgado Valhondo «Yo estaba allí sentado» 32 30/06/55 3
616 Jesús Delgado Valhondo «Canciones de caminantes» 32 30/06/55 3
617 Jesús Delgado Valhondo «El lenguaje de las flores en la Navidad» 32 30/06/55 3
618 Jesús Delgado Valhondo «Manos en silencio» 32 30/06/55 4
619 Jesús Delgado Valhondo «Pasa un entierro por la puerta de la escuela» 32 30/06/55 4
620 Jesús Delgado Valhondo «Primer día de clase del niño huérfano» 32 30/06/55 4
621 Jesús Delgado Valhondo «Un día cualquiera» 32 30/06/55 4
622 Jesús Delgado Valhondo «Ofrenda» 32 30/06/55 4
623 Jesús Delgado Valhondo «Vendimia» 32 30/06/55 5
624 Jesús Delgado Valhondo «La iglesia» 32 30/06/55 5
625 Jesús Delgado Valhondo «Momento de vida» 32 30/06/55 5
626 Jesús Delgado Valhondo «Habla, estamos solos» 32 30/06/55 5
627 Jesús Delgado Valhondo «Noche en el alma» 32 30/06/55 6
628 Jesús Delgado Valhondo «El corazón en la vida» 32 30/06/55 6
629 Jesús Delgado Valhondo «Troncos talados» 32 30/06/55 7
630 Jesús Delgado Valhondo «Como una piedra al mar» 32 30/06/55 7
631 Jesús Delgado Valhondo «Siempre hay alguien» 32 30/06/55 7
632 Jesús Delgado Valhondo «El recuerdo» 32 30/06/55 7,8
633 Jesús Delgado Valhondo «Velándole el sueño al hombre dormido …» 32 30/06/55 8
634 Jesús Delgado Valhondo «Morir habemos» 32 30/06/55 8
635 Jesús Delgado Valhondo «Cuando quieras, Señor» 32 30/06/55 9
636 Jesús Delgado Valhondo «La muerte del momento» 32 30/06/55 9
637 [Redacción] Nota [Presentación de Ramón Goy de Silva] 33-34 00/08/55 1
638 [Ramón] Goy de Silva «Juguetes» 33-34 00/08/55 1
639 [Ramón] Goy de Silva «Jardinera de besos» 33-34 00/08/55 1
640 Manuel Pacheco «A crear el amor» 33-34 00/08/55 2
641 Carlos Sánchez «Un serrucho» 33-34 00/08/55 2
642 [Redacción] «Nuestros benefactores» 33-34 00/08/55 2
643 Moisés Garcés Cortijo «Castilla. Soneto de la esperanza» 33-34 00/08/55 3
644 Cesáreo Ruiz Agudo «Canto a un almendro» 33-34 00/08/55 3
645 José Mª Capdevilla «La entiendo yo» 33-34 00/08/55 3
646 E[meterio] Gutiérrez Albelo «Corpus» 33-34 00/08/55 4
647 Mario Lope Bello [sic] «Después de esta noche» 33-34 00/08/55 4
648 Enrique Segura Tercer aniversario muerte de A. Reyes Huertas 33-34 00/08/55 4
649 Enrique Segura Cuarto aniversario muerte de Adelardo Covarsí 33-34 00/08/55 5
650 Juan Berbel «Mi pobre guitarrillo» 33-34 00/08/55 6
651 Juan Berbel «Hormiguero» 33-34 00/08/55 6
652 Juan Berbel «Árbol con nido» 33-34 00/08/55 6
653 Arturo Benet «Fugacidad» 33-34 00/08/55 6
654 [Redacción] Nota [Ruego sobre formato colaboraciones] 33-34 00/08/55 6
655 Eduardo Cerro «Margarita» 33-34 00/08/55 7
656 [Redacción] Nota [Dirección sede] 33-34 00/08/55 7
657 Rafael González Castell «Las verdades del tiempo» 33-34 00/08/55 8
658 Fernando Bravo y Bravo «Un señor» 33-34 00/08/55 8
659 Carlos Alberto Larumbe Carta a Monterrey y al grupo de ‘Gévora’ 33-34 00/08/55 9
660 Carlos Alberto Larumbe «Gévora» 33-34 00/08/55 9
661 Grupo de ‘Gévora’ Nota [Agradecimiento a Carlos A. Larumbe] 33-34 00/08/55 9
662 Gladys C. A. Smith «Mediodía» 33-34 00/08/55 10
663 María Angélica Villar «Contraluz» 33-34 00/08/55 10
664 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 33-34 00/08/55 10
665 Manuel Delgado Fernández «En el homenaje a Gervasio Velo» 33-34 00/08/55 11
666 [Redacción] Nota [Invitación y aviso a noveles] 33-34 00/08/55 11
667 Manuel Monterrey «La Asunción» 33-34 00/08/55 12
668 [Redacción] Nota [Condición para editar en ‘Gévora’] 33-34 00/08/55 12
669 [Enrique Segura Otaño] Reseñas de libros recibidos 33-34 00/08/55 13
670 [Enrique Segura Otaño] «Bibliografía de libros y revistas» 33-34 00/08/55 13
671 Enrique Segura «‘Veinte sonetos inéditos’ de H.E. Pedemonte» 35 30/09/55 1
672 [Redacción] «Nota» [Anuncio nº extra Fiesta de la Raza] 35 30/09/55 1
673 Hugo Emilio Pedemonte «‘Veinte sonetos inéditos'» 35 30/09/55 2-7
674 Pedro Antonio Sánchez «Necesidad» 35 30/09/55 7
675 Mahizflor «A un banco de mi jardín» 35 30/09/55 7
676 Eva Cervantes «Qué dulcísimo peso …» 35 30/09/55 8
677 José Mª de Mena «Ribera del Manzanares» 35 30/09/55 8
678 [Redacción] «Nuestros benefactores» 35 30/09/55 8
679 [Enrique Segura Otaño] Reseñas de libros 35 30/09/55 9,10
680 [Enrique Segura Otaño] «Revistas recibidas» 35 30/09/55 10
681 Enrique Segura «Rubén Darío» 36 12/10/55 1
682 [Ignacio] L[ópez de] Haro Dibujos conquistadores 36 12/10/55 2
683 José Enrique Rodó «La España niña» 36 12/10/55 3
684 [Redacción] Nota [Alabanza a José Enrique Rodó] 36 12/10/55 3
685 [Redacción] Nota [Homenaje póstumo a Andrés Eloy Blanco] 36 12/10/55 4
686 Andrés Eloy Blanco «Canto a España» 36 12/10/55 4
687 Juana de Ibarbourou «Regreso» 36 12/10/55 5
688 Gabriela Mistral «Gotas de hiel» 36 12/10/55 5
689 Alfonsina Storni «Afinamiento» 36 12/10/55 5
690 Dora Isella Russell «Soneto» 36 12/10/55 6
691 Gladys C. A. Smith «Heraldo» 36 12/10/55 6
692 Pedro Rivero «Juan» 36 12/10/55 6
693 Vicente Huidobro «Solitario invencible» 36 12/10/55 7
694 [Redacción] Nota [Aprecio por Hispanoamérica] 36 12/10/55 7
695 Arsinoe Moratorio «Desterrada en mí misma …» 36 12/10/55 8
696 Amílcar Uralde «Jardinero» 36 12/10/55 8
697 Hugo Emilio Pedemonte «A Manuel de Falla» 36 12/10/55 8
698 Jean Aristeguieta «Primer poema a Simone de Beauvoir» 36 12/10/55 9
699 Ana Emilia Lahitto «Enero» 36 12/10/55 9
700 Ricardo Palma «Cabellos blancos» 36 12/10/55 10
701 Artigas Milans Martínez «Llegarás en silencio» 36 12/10/55 10
702 Julio J. Casal «Poema» 36 12/10/55 10
703 [Redacción] Nota [Justificación de exclusiones] 36 12/10/55 10
704 Clara Silva «El alma y el mar» 36 12/10/55 11
705 [Redacción] Nota [Invitación y aviso a los noveles] 36 12/10/55 11
706 Julio Arístides «La salvación y el amor» 36 12/10/55 12
707 Julio Sanchimont A. «Soneto» 36 12/10/55 12
708 Enrique Dauchs «Simples palabras» 36 12/10/55 12
709 [Redacción] Nota [Gratuidad. Dirección sede] 36 12/10/55 12
710 Marosa di Giorgio Medicis «Luna» 36 12/10/55 13
711 Lalita Curbelo Barberán de H. «Ya tengo» 36 12/10/55 14
712 Artigas Milans Martínez «La cita» 36 12/10/55 14
713 Enriqueta Arvelo Larriva «Cielo» 36 12/10/55 15
714 Odaly Beaumont «Eternidad» 36 12/10/55 15
715 Benito Raúl Losada «Poema 2» 36 12/10/55 15
716 Gladys Smith «A ‘Lírica hispana'» 36 12/10/55 16
717 Pedro Leandro Ipuche «El alma será tuya …» 36 12/10/55 16
718 Iverna Codina de Giannoni «Elegía última» 36 12/10/55 17
719 María Eugenia Vaz Ferreira «La estrella misteriosa» 36 12/10/55 17
720 Ricardo Palma «Riqueza» 36 12/10/55 17
721 Ida Réboli «Contemplación» 36 12/10/55 18
722 César Vallejo «Unidad» 36 12/10/55 18
723 Helcías Martán Góngora «Canción» 36 12/10/55 18
724 [Redacción] Nota [Advertencia sobre turno edición] 36 12/10/55 18
725 Fernando Bravo Bravo «Ante el monasterio de Guadalupe» 37 30/11/55 1
726 [Redacción] Nota [Dirección sede] 37 30/11/55 1
727 Manuel Pacheco «Poema para la tristeza de un árbol» 37 30/11/55 2
728 Jesús Delgado Valhondo «Fecundidad» 37 30/11/55 2
729 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 37 30/11/55 2
730 [Redacción] «Nuestros benefactores» 37 30/11/55 2
731 [Ramón] Goy de Silva «Sólo saben los sabios» 37 30/11/55 3
732 Jesús Tomé «Soneto» 37 30/11/55 3
733 Moisés Garcés Cortijo «Estoy tirando el oro …» 37 30/11/55 3
734 Antonio Juez «Dilo, tú …» 37 30/11/55 4
735 Juan Luis Cordero «Tirando a arreglarse» 37 30/11/55 4
736 Araceli Spínola «Aquella mañana …» 37 30/11/55 5
737 Rafael González Castell «Las dos voces» 37 30/11/55 5
738 Leonor Trevijano de Ramallo «Del alma popular» 37 30/11/55 5
739 Luis G[onzález] Willemenot «Contraste» 37 30/11/55 5
740 [Enrique Segura Otaño] Reseñas de revistas y libros 37 30/11/55 6
741 [Redacción] Lista de revistas recibidas 37 30/11/55 6
742 Armando Rojo León «Elegía» 37 30/11/55 7
743 Juan Berbel «En las manos una espiga …» 37 30/11/55 7
744 Juvenal Ortiz Saralegui «Julio J. Casal» 37 30/11/55 8
745 Eduardo Carreño «A Cumana» 37 30/11/55 8
746 Violeta López Suría «Destino» 37 30/11/55 8
747 Enrique Segura Reseñas de libros y revistas 37 30/11/55 9,10
748 E[meterio] Gutiérrez Albelo «Romance de la Nochebuena del alma» 38 31/12/55 1
749 [Redacción] Nota [Ruego sobre formato colaboraciones] 38 31/12/55 1
750 Eladia Morillo-Velarde «Mi Nochebuena» 38 31/12/55 2
751 Rufino Delgado Fernández «Nacimiento de Jesús» 38 31/12/55 2
752 Cesáreo Ruiz Agudo «Nacimiento» 38 31/12/55 2
753 Manuel Pacheco «Vidas blancas» 38 31/12/55 3
754 Antonio Fernández de Tena «La niña que quería hacer un poema» 38 31/12/55 3
755 Julio Arístides «La salvación y el amor» 38 31/12/55 3
756 Leonor Trevijano de Ramallo «Elegía a Federico García Lorca» 38 31/12/55 4
757 [Redacción] «Nuestros benefactores» 38 31/12/55 4
758 Jesús Tomé «Sóplanos Tú, oh Dios …» 38 31/12/55 5
759 Pedro Belloso «Llueve sobre la ciudad» 38 31/12/55 5
760 Mario Lope-Bello «Perfiles» 38 31/12/55 5
761 [Redacción] Nota [Aprecio por Hispanoamérica] 38 31/12/55 5
762 Luis Álvarez Lencero «Estoy de luz mojado» 38 31/12/55 6
763 [Redacción] Nota [Felicitación de Navidad] 38 31/12/55 6
764 Alejandro Flores «Soneto» 38 31/12/55 7
765 Demetrio Fábrega «Llanto mudo» 38 31/12/55 7
766 Carlos Alberto Larumbe Carta a ‘Gévora’ 38 31/12/55 7
767 Amado Nervo «Descriptiva» 38 31/12/55 7
768 Rafael González Castell «Manojito de mirra» 38 31/12/55 8
769 Manuel Delgado Fernández «Pincelada» 38 31/12/55 8
770 [Redacción] Notas [Invitación. Gratuidad. Dirección sede] 38 31/12/55 8
771 [Redacción] Nota [Dolor por muerte de Juan Luis Cordero] 38 31/12/55 9
772 Enrique Segura Reseñas de libros 38 31/12/55 9,10
773 [Redacción] «Libros recibidos» 38 31/12/55 10
774 [Redacción] «Revistas recibidas» 38 31/12/55 10
775 [Redacción] Nota [Pésame a la viuda de Francisco Arqueros] 38 31/12/55 10
776 Enrique Segura «Desapareció el poeta amigo» 39 00/01/56 1,2
777 Manuel Delgado Fernández «Funeral íntimo» 39 00/01/56 2,3
778 Julio Acha «Mi amistad con Juan Luis …» 39 00/01/56 3-5
779 Manuel Pacheco «A la muerte del poeta Juan Luis Cordero» 39 00/01/56 5
780 C. Sánchez Díaz «Al hermano mayor» 39 00/01/56 5,6
781 Feliciano Martín «A la muerte de Juan Luis» 39 00/01/56 6
782 Manola Pérez de P. De Villar «Nombres que no se borran» 39 00/01/56 6
783 [Redacción] Nota [Concurso prosa y poesía de Cáceres] 39 00/01/56 6
784 [Redacción] «Nuestros benefactores» 39 00/01/56 6
785 Manuel Monterrey «Al poeta Juan Luis Cordero» 39 00/01/56 7
786 Manuel Pacheco «Poeta» 39 00/01/56 7,8
787 Enrique Segura Reseñas de libros 39 00/01/56 8,9
788 [Redacción] «Revistas recibidas» 39 00/01/56 9
789 [Redacción] Nota [Homenaje a Francisco Arqueros] 39 00/01/56 9
790 Grupo fundador «Francisco Arqueros» 39 00/01/56 9,10
791 F[rancisco] Rodríguez Perera «En memoria de Francisco Arqueros» 39 00/01/56 10
792 C. Sánchez Díaz «Lágrimas de ‘Gévora'» 39 00/01/56 10
793 Vicente Sánchez-Arjona «¡Padre!» 40 29/02/56 1
794 Enrique Segura «El poeta don Vicente Sánchez-Arjona» 40 29/02/56 1
795 Vicente Sánchez-Arjona «De los ocho mil sonetos del Excmo. Marqués …» 40 29/02/56 2
796 [Redacción] Nota [Invitación a participar. Ruego. Dirección] 40 29/02/56 2
797 Eva Cervantes «Tres sonetos en honor de D. Vicente …» 40 29/02/56 3
798 Amantina Cobos «Soneto homenaje a D. Vicente Sánchez-Arjona» 40 29/02/56 4
799 Diego Díaz Hierro «Al Excmo. Marqués de Paterna del Campo» 40 29/02/56 4
800 B.U. «Soneto» 40 29/02/56 4
801 José Antonio Ochaita «A don Vicente Sánchez-Arjona» 40 29/02/56 5
802 Ramón Clarlo «Al Marqués de Paterna del Campo» 40 29/02/56 5
803 Carmina Gamero de la Vega «A don Vicente Sánchez-Arjona. Marqués de  …» 40 29/02/56 5
804 [Redacción] «Revistas recibidas» 40 29/02/56 5
805 José García Jimeno «A don Vicente Sánchez-Arjona» 40 29/02/56 6
806 Marqués de Montesión «Envío al Marqués de Paterna del Campo» 40 29/02/56 6
807 Manuel Monterrey «Al fecundo poeta» 40 29/02/56 6
808 Jesús Delgado Valhondo «Ha muerto Juan Luis Cordero» 40 29/02/56 7
809 Eladia Morillo-Velarde «Soneto» 40 29/02/56 7
810 Juan Berbel «A una mariposa» 40 29/02/56 7
811 Mario Ángel Marrodán «Cita de la consumación» 40 29/02/56 8
812 Manuel Pacheco «Eres» 40 29/02/56 9
813 Marcelino García Velasco «Hoy» 40 29/02/56 9,10
814 Carlos Sánchez «Incógnita» 40 29/02/56 10
815 [Enrique Segura Otaño] Reseña de libro y revista 40 29/02/56 11
816 [Redacción] Bases Premio ‘Alcaraván’ de Poesía 40 29/02/56 11
817 [Redacción] Bases Concurso de … Poesía revista ‘Alne’ 40 29/02/56 11
818 Manuel Pacheco «Diálogo en Primavera» 41 31/03/56 1
819  M[anuel] Ostos Gabella «El árbol» 41 31/03/56 2
820 Jesús Tomé «Sonetos de ‘Senda del hombre'» 41 31/03/56 2
821 [Redacción] «Nuestros benefactores» 41 31/03/56 2
822 Manuel Monterrey «Preludios de primavera» 41 31/03/56 3
823 Juan Berbel «Elegía» 41 31/03/56 3
824 Rufino Saúl «Primavera» 41 31/03/56 3
825 Eladia Morillo-Velarde «Poemas en primavera» 41 31/03/56 4
826 Carlos Alberto Larumbe «Jean» 41 31/03/56 4
827 [Redacción] Nota [Pesar por descenso participación] 41 31/03/56 4
828 Fernando Bravo y Bravo «Rezar» 41 31/03/56 5
829 Araceli Spínola de Gironza «En aquella mañana» 41 31/03/56 5
830 Manuel Monterrey «Jesús con la cruz» 41 31/03/56 5
831 Eduardo Cerro «El crucificado» 41 31/03/56 6
832 A[ntonio] Fernández de Tena «Et resurrexit …» 41 31/03/56 6
833 Enrique Segura «Poeta, escritor y revistero» 41 31/03/56 7
834 Manuel Monterrey «Medallón extremeño. Manuel Alfaro» 41 31/03/56 8
835 Eduardo Cerro «Un hombre bueno» 41 31/03/56 8,9
836 José Muñoz Monje «Soneto-semblanza» 41 31/03/56 9
837 Manuel Pacheco «En la muerte de don Manuel Alfaro» 41 31/03/56 9
838 [Redacción] Notas [Ruego. Advertencia] 41 31/03/56 9
839 Enrique Segura «Bibliografía» 41 31/03/56 10
840 [Redacción] «Revistas recibidas» 41 31/03/56 10
841 Eva Cervantes «Lo que sé, de mí …» 42 30/04/56 1
842 Pedro Belloso «Amanece en la aldea» 42 30/04/56 1
843 Moisés Garcés Cortijo «Rosa divina» 42 30/04/56 1
844 Luis Álvarez Lencero «La escarcha» 42 30/04/56 2
845 Eladia Morillo-Velarde «Paisaje» 42 30/04/56 2
846 [Redacción] Notas [Ruego a colaboradores. Dirección sede] 42 30/04/56 2
847 Ángel Crespo «Al piano» 42 30/04/56 3
848 Juan Berbel «Éxtasis» 42 30/04/56 3
849 [Redacción] Bases Juegos Florales de Orense 42 30/04/56 3
850 Manuel Alfaro «‘Semblanza’ por Manuel Alfaro» 42 30/04/56 4
851 Eladia Montesino «La carta» 42 30/04/56 4
852 Rafael González Castell «Coplas» 42 30/04/56 4
853 E[meterio] Gutiérrez Albelo «Ay cómo cantan» 42 30/04/56 5
854 María Lope-Bello [sic] «Del alma» 42 30/04/56 5
855 Jesús Alonso Terradillos «En el monasterio de Guadalupe» 42 30/04/56 5
856 Gregorio Rivero Iturralde «Despedida a Colonia de Sacramento» 42 30/04/56 6
857 Armando Rojo León «Sueño del niño» 42 30/04/56 6
858 Carlos Alberto Larumbe Carta a Manuel Monterrey 42 30/04/56 6
859 Loly Fernández-Villamarciel «El bobalicón» 42 30/04/56 7,8
860 [Redacción] Lista de revistas recibidas 42 30/04/56 8
861 Cristóbal Garcés Larrea «Poema» 42 30/04/56 9
862 Luis G. Urbina «La novia del poeta» 42 30/04/56 9
863 Julio Acha «Así se escribe la Historia. Alfonso VIII …» 42 30/04/56 10
864 Enrique Segura «Crítica de libros [y revistas]» 42 30/04/56 10,11
865 Luis Álvarez Lencero «Elegía» 43 31/05/56 1
866 [Ramón] Goy de Silva «Sueño» 43 31/05/56 2
867 Rafael González Castell «¡Hombre al agua!» 43 31/05/56 2
868 [Redacción] Nota [Invitación a participar. Dirección sede] 43 31/05/56 2
869 [Redacción] «Nuestros benefactores» 43 31/05/56 2
870 María de los Reyes Fuentes «Oración de juguete» 43 31/05/56 3
871 Pedro Romero Mendoza «El concierto» 43 31/05/56 3
872 Eduardo Cerro «Todo acabó» 43 31/05/56 4
873 Raúl Baldomero «Ecos a Dios. ‘Ecos desde la cena …'» 43 31/05/56 5,6
874 José Canal «Romance del torero muerto» 43 31/05/56 6
875 [Redacción] Nota [Advertencia selección colaboraciones] 43 31/05/56 6
876 Nélida Aurora Oviedo «Mendigo» 43 31/05/56 7
877 Francisco Rodríguez Perera «Tus ojos» 43 31/05/56 7
878 Juan Luis Cordero «Fulgor de aurora» 43 31/05/56 7
879 Araceli Spínola de Gironza «No desdeñemos adentrarnos» 43 31/05/56 8
880 Francisco Bellido del Castillo «Misa de dos» 43 31/05/56 8,9
881 [Redacción] Nota [Aviso número extraordinario J. Florales] 43 31/05/56 8
882 Eladia Montesino «Miedosa» 43 31/05/56 9
883 J[uan] José Jurado «Tiempo de María en la materia» 43 31/05/56 10
884 [Redacción] «Revistas» 43 31/05/56 10
885 [Enrique Segura Otaño] Reseñas de libros y revistas 43 31/05/56 11,12
886 Jesús Delgado Valhondo «Cantando a Extremadura.Cielo y tierra.’Castillo'» 44-45 30/08/56 1
887 Jesús Delgado Valhondo «Olivar» 44-45 30/08/56 2
888 Jesús Delgado Valhondo «Encinas» 44-45 30/08/56 2
889 Jesús Delgado Valhondo «Trigal» 44-45 30/08/56 2
890 Jesús Delgado Valhondo «Viñas» 44-45 30/08/56 3
891 Jesús Delgado Valhondo «Huertos» 44-45 30/08/56 3
892 Jesús Delgado Valhondo «Montes» 44-45 30/08/56 3
893 [Redacción] Nota [Dedicatoria del nº a hispanoamericanos] 44-45 30/08/56 3
894 Jesús Delgado Valhondo «Cuadros» 44-45 30/08/56 4
895 Jesús Delgado Valhondo «Tajo» 44-45 30/08/56 4
896 Jesús Delgado Valhondo «Guadiana» 44-45 30/08/56 4
897 Jesús Delgado Valhondo «Ciudades» 44-45 30/08/56 5
898 Jesús Delgado Valhondo «Nueva Extremadura» 44-45 30/08/56 5
899 Jesús Delgado Valhondo «Hombre extremeño» 44-45 30/08/56 5
900 Jesús Delgado Valhondo «Mujer extremeña» 44-45 30/08/56 6
901 Jesús Delgado Valhondo «Ofrenda a la Virgen de la Soledad» 44-45 30/08/56 6
902 Enrique Segura «Juegos Florales» 44-45 30/08/56 6
903 Manuel Monterrey «Medallón. Fernando García Jimeno» 44-45 30/08/56 7
904 Enrique Segura «Fernando García Jimeno» 44-45 30/08/56 7,8
905 Fernando García Jimeno «Mi blasón» 44-45 30/08/56 8
906 Fernando García Jimeno «Rima» 44-45 30/08/56 8
907 Mahizflor «La oración de los toreros» 44-45 30/08/56 9
908 Eladia Morillo-Velarde «Granada» 44-45 30/08/56 9
909 Carlos Callejo «Pureza» 44-45 30/08/56 9
910 Enrique Segura «Adelardo Covarsí» 44-45 30/08/56 10
911 Enrique Segura «Francisco Valdés» 44-45 30/08/56 10
912 [Redacción] «Nuestros benefactores» 44-45 30/08/56 10
913 Enrique Segura «Antonio Reyes Huertas» 44-45 30/08/56 11
914 Antonio Reyes Huertas «Velando su sueño» 44-45 30/08/56 11
915 Francisco Tomat-Guido «‘Presencia mía’ de Manuel Pacheco» 44-45 30/08/56 12
916 [Redacción] Revistas recibidas. Nota [Dirección sede] 44-45 30/08/56 12
917 Manuel Monterrey «El solitario» 46 30/09/56 1
918 Manuel Pacheco «Poema a la muchacha que se tiró al río» 46 30/09/56 2
919 Jesús Delgado Valhondo «Abriendo mi ventana» 46 30/09/56 2
920 Eladia Montesino «Poema del ciego» 46 30/09/56 3
921 Fernando Bravo Bravo «Yo me buscaba …» 46 30/09/56 4
922 Pedro Romero Mendoza «¡Dun! ¡Din!» 46 30/09/56 4
923 Antonio Juez «Nada» 46 30/09/56 4
924 Arturo Benet «El árbol del camino» 46 30/09/56 5
925 Dora Isella Russell «Poemita» 46 30/09/56 5
926 José Martínez «Llueve y me dueles» 46 30/09/56 6
927 Sergio Núñez «Amanecer jovial» 46 30/09/56 6
928 Rafael González Castell «Yo» 46 30/09/56 7
929 José Maqueda Alcaide «Despedida» 46 30/09/56 7
930 Antonio Sánchez Fernández «Así te vi» 46 30/09/56 8
931 Cesáreo Ruiz Agudo «Mensaje» 46 30/09/56 9
932 C. Sánchez Díaz «Espacio inquieto» 46 30/09/56 9
933 [Redacción] «Revistas recibidas hispanoamericanas» 46 30/09/56 9
934 Pedro Belloso «Poema escrito con sencillez para mi madre» 46 30/09/56 10
935 [Enrique Segura Otaño] Reseña de libro y revista 46 30/09/56 10
936 [Redacción] «R. recibidas de E.». «Nuestros colaboradores» 46 30/09/56 10
937 Manuel Pacheco «A Juan Ramón Jiménez» 47 31/10/56 1
938 Juan Ramón Jiménez «La novia» 47 31/10/56 2
939 Juan Ramón Jiménez «Arias otoñales» 47 31/10/56 2
940 Juan Ramón Jiménez «Claridad de oro» 47 31/10/56 2
941 Juan Ramón Jiménez «Balada del mar lejano» 47 31/10/56 2
942 Enrique Segura «Juan Ramón Jiménez» 47 31/10/56 3
943 Manuel Monterrey «Visita a la madre del poeta Juan Ramón Jiménez» 47 31/10/56 3-5
944 [Enrique Segura Otaño] «‘Todavía’ de Ramón Charlo» 47 31/10/56 5
945 [Redacción] «Revistas recibidas» 47 31/10/56 5
946 Manuel Pacheco «Tyestes» 47 31/10/56 6
947 Eva Cervantes «A Jesús de Pasión» 47 31/10/56 7
948 [Redacción] Nota [Difusión de ‘Gévora’. Dirección sede] 47 31/10/56 7
949 Enrique Amorín «Madre del camposanto» 47 31/10/56 8
950 [Ramón] Goy de Silva «Espejismo» 47 31/10/56 8
951 [Redacción] Nota [Invitación a participar] 47 31/10/56 8
952 Eduardo Cerro «Sonetos de inspiración amorosa» 47 31/10/56 9
953 [Enrique Segura Otaño] «Bibliografías» 47 31/10/56 10
954 Juana de Ibarbourou «La reina» 48/50 31/01/57 1
955 [Redacción] Nota [Comentario sobre envío poema anterior] 48/50 31/01/57 1
956 L[uis] Álvarez Lencero «Oda a Juan Ramón Jiménez» 48/50 31/01/57 2
957 Eva Cervantes «La Virgen que salió de mi casa …» 48/50 31/01/57 3,4
958 Julio Herrera y Reissig «Ópalos» 48/50 31/01/57 4
959 Dora Isella Russell «Para tu hijo, Manuel Pacheco» 48/50 31/01/57 5
960 Manuel Pacheco «Villancico» 48/50 31/01/57 5
961 Fernando Bravo y Bravo «Vita, via, veritas» 48/50 31/01/57 6
962 Juan Berbel «Llanto» 48/50 31/01/57 6
963 Juan Berbel «Niño» 48/50 31/01/57 6
964 [Ramón] Goy de Silva «Antenas siderales» 48/50 31/01/57 7
965 Luis Alberto Varela «Tus raíces dialogan con espejos» 48/50 31/01/57 7
966 Eladia Morillo-Velarde «¿Por qué no viniste, amor?» 48/50 31/01/57 8
967 Pedro Antonio Sánchez «Hombre» 48/50 31/01/57 8
968 Amantina Cobos «Autobiografía» 48/50 31/01/57 9
969 Pedro Romero Mendoza «Como una roja llama …» 48/50 31/01/57 9
970 Eladia Montesino «Elegía» 48/50 31/01/57 9
971 Carlos Callejo «Paradyse lost» 48/50 31/01/57 10
972 Mariano Roldán «Está la muerte …» 48/50 31/01/57 10
973 Nélida Aurora Oviedo «Cantigas para la Virgen niña» 48/50 31/01/57 11
974 José Maqueda Alcaide «Retrato a la amada» 48/50 31/01/57 11
975 [Redacción] «Más revistas» 48/50 31/01/57 11
976 [Redacción] «Una explicación a nuestros lectores» 48/50 31/01/57 12
977 Pedro Belloso «Ese mundo» 48/50 31/01/57 12
978 Rafael González Castell «Voy a contarte un cuento …» 48/50 31/01/57 13
979 José Martínez «Navidad en la sierra» 48/50 31/01/57 14
980 C. Sánchez Díaz «Es la noche de Reyes …» 48/50 31/01/57 14
981 Jesús Alonso Terradillos «El majuelo» 48/50 31/01/57 15
982 [Redacción] «Nuestros benefactores» 48/50 31/01/57 15
983 Julio Herrera y Reissig Pensamiento sobre el Arte y el Amor 48/50 31/01/57 15
984 Enrique Segura Comentarios de libros 48/50 31/01/57 16,17
985 [Redacción] Reseñas de revistas recibidas 48/50 31/01/57 17,18
986 Julio Herrera y Reissig «Ópalos» 48/50 31/01/57 18
987 Jean Aristeguieta «Siempre el amor» 51 28/02/57 1
988 Jean Aristeguieta «Para tu sangre apasionada» 51 28/02/57 1
989 Carlos Alberto Larumbe «In fine» 51 28/02/57 1
990 Luis Álvarez Lencero «Sueño brillante» 51 28/02/57 2
991 Luis Álvarez Lencero «Pan» 51 28/02/57 2
992 Luis Álvarez Lencero «Nocturno» 51 28/02/57 2
993 Luis Álvarez Lencero «La hormiga» 51 28/02/57 2
994 Luis Álvarez Lencero «Rocío» 51 28/02/57 2
995 Manuel Pacheco «Alba de madre» 51 28/02/57 3
996 Armando Rojo León «Tres poemas» 51 28/02/57 3
997 Augusto Gil «El paseo de San Antonio» 51 28/02/57 4
998 Ilka Sanches «Las llaves» 51 28/02/57 5
999 Nélida Aurora Oviedo «Mendigo» 51 28/02/57 5
1000 [Redacción] Nota [Arenga a los poetas] 51 28/02/57 5
1001 Enrique Segura «Esteban Calle Iturrino» 51 28/02/57 6
1002 Enrique Segura «‘Lieder’ por Andrés Isasi» 51 28/02/57 6
1003 [Redacción] «Real Sociedad Económica de Amigos del País» 51 28/02/57 6
1004 Julio Mariscal Montes «Poema» 51 28/02/57 7
1005 [Redacción] «Revistas recibidas» 51 28/02/57 7
1006 [Redacción] Nota [Dirección sede] 51 28/02/57 7
1007 [Redacción] «Concurso ‘Lírica hispana'» 51 28/02/57 8
1008 [Redacción] «Colaboran en este número» 51 28/02/57 8
1009 Manuel Monterrey «Soledad del poeta» 51 28/02/57 9
1010 Luis G[onzález] Willemenot «La voz oculta» 51 28/02/57 10
1011 Moisés Garcés Cortijo «Soneto» 51 28/02/57 10
1012 [Redacción] «Nuestros benefactores» 51 28/02/57 10
1013 Alberto Barasoain «La lluvia» 51 28/02/57 11
1014 Eladia Morillo-Velarde «Miedo» 51 28/02/57 11
1015 Gabriel Celaya Texto de ‘Paz y concierto’ 51 28/02/57 11
1016 [Ignacio] López de Haro Dibujo 52-53 30/04/57 1
1017 [Redacción] «Maestros de la Poesía. Salvador Rueda» 52-53 30/04/57 2
1018 Salvador Rueda «Somos la sangre» 52-53 30/04/57 2
1019 Salvador Rueda «Somos los pájaros» 52-53 30/04/57 2
1020 Salvador Rueda «A media noche …» 52-53 30/04/57 2
1021 L[uis] Á[lvarez] L[encero] Arenga a los poetas malagueños 52-53 30/04/57 2
1022 Manuel Delgado Fernández «Evocación de Extremadura» 52-53 30/04/57 3,4
1023 Jean Aristeguieta «Silencio» 52-53 30/04/57 4
1024 Jean Aristeguieta «Dimensión vital» 52-53 30/04/57 4
1025 Manuel Pacheco «Al gran pintor extremeño Ortega Muñoz» 52-53 30/04/57 5
1026 Vicente G[onzález] Montero «Tenemos que procurar entenderlos» 52-53 30/04/57 6
1027 [Julián] Báez [Sánchez] Dibujo 52-53 30/04/57 7
1028 Luis Álvarez Lencero «Estoy de luz mojado» 52-53 30/04/57 8
1029 L[uis] Á[lvarez] L[encero] Texto surrealista 52-53 30/04/57 8
1030 Francisco Rodríguez Perera «Rosa» 52-53 30/04/57 9
1031 Amílcar Uralde «Tiempo» 52-53 30/04/57 9
1032 A[ntonio] Tirado Carbonero «Sangre» 52-53 30/04/57 10
1033 [Redacción] Nota [Agradecimiento a benefactores. Lista] 52-53 30/04/57 10
1034 Manuel Monterrey «Saludo a la primavera» 52-53 30/04/57 11
1035 José Canal «Las manos muertas» 52-53 30/04/57 12
1036 Boris Calderón «5» 52-53 30/04/57 12
1037 [Redacción] «Boletín nº 1. Concurso ‘Lírica hispana'» 52-53 30/04/57 13
1038 [Redacción] «Revistas recibidas» 52-53 30/04/57 13
1039 M[anuel] Pacheco «‘Piruli’ por Gloria Fuertes» 52-53 30/04/57 14
1040 E[nrique] Segura «‘Tiempo’ de Isidro Conde» 52-53 30/04/57 14
1041 [Redacción] «Libros recibidos» 52-53 30/04/57 14
1042 [Ignacio] L[ópez de] Haro Dibujo de Carolina Coronado 54-55 25/06/57 1
1043 Carolina Coronado «El amor de los amores» 54-55 25/06/57 2-5
1044 Carolina Coronado «El girasol» 54-55 25/06/57 5,6
1045 Carolina Coronado «Gloria de las flores» 54-55 25/06/57 6
1046 [Julián] Báez Sánchez Dibujo de Luis Chamizo 54-55 25/06/57 7
1047 Luis Chamizo «Compuerta» 54-55 25/06/57 8,9
1048 Luis Chamizo «La nacencia» 54-55 25/06/57 9-12
1049 Luis Chamizo «La viña del tinajero» 54-55 25/06/57 12-15
1050 [Redacción] Nota [Alegría por bustos de Carolina y Chamizo] 54-55 25/06/57 15
1051 [Redacción] «Nuestros benefactores» 54-55 25/06/57 15
1052 [Ignacio] L[ópez de] Haro Dibujo 56-57 00/11/57 1
1053 [Redacción] «Maestros de la Poesía. Francisco Villaespesa» 56-57 00/11/57 2
1054 Francisco Villaespesa «Preludio interior» 56-57 00/11/57 2
1055 Francisco Villaespesa «Renacimiento» 56-57 00/11/57 2
1056 Francisco Villaespesa «Mediodía» 56-57 00/11/57 2
1057 Rafael González Castell «Día de ánimas» 56-57 00/11/57 3
1058 Pedro Antonio Sánchez «Plenitud» 56-57 00/11/57 4
1059 Pedro Antonio Sánchez «Hombre» 56-57 00/11/57 4
1060 Pedro Antonio Sánchez «Viaje imposible» 56-57 00/11/57 4
1061 Pedro Antonio Sánchez «Otros caminos» 56-57 00/11/57 4
1062 Rafael Palma «Tierra en la boca» 56-57 00/11/57 4
1063 Juan Berbel «Espantapájaros» 56-57 00/11/57 4
1064 Manuel Monterrey «El vivero» 56-57 00/11/57 5
1065 Manuel Monterrey «El enfermo» 56-57 00/11/57 5
1066 Francisco Rodríguez Perera «Mujer» 56-57 00/11/57 6
1067 Armando Rojo León «Día y noche» 56-57 00/11/57 6
1068 Armando Rojo León «Julio» 56-57 00/11/57 6
1069 Eduardo Cerro «Con las luces del alba» 56-57 00/11/57 6
1070 Luis Álvarez Lencero «Oración por tus 80 años» 56-57 00/11/57 7
1071 Raúl Baldomero «Posada golfo» 56-57 00/11/57 7
1072 Mario Newton Filho «Abandono» 56-57 00/11/57 7
1073 Ángela Figuera Aymerión «Tierra» 56-57 00/11/57 7
1074 Manuel Pacheco «Poema para el sueño del hijo» 56-57 00/11/57 8
1075 Rafael Jaume «Este anciano» 56-57 00/11/57 8
1076 Araceli Spínola de Gironza «Estampa» 56-57 00/11/57 9
1077 Araceli Spínola de Gironza «Pinceladas de mi Extremadura» 56-57 00/11/57 9
1078 Juan José Poblador «Barrio de Santa Marina» 56-57 00/11/57 10
1079 Juan José Poblador «Gazpacho extremeño» 56-57 00/11/57 10
1080 Juan José Poblador “Paseo de San Francisco» 56-57 00/11/57 10,11
1081 [Redacción] «Poesía japonesa» 56-57 00/11/57 11
1082 Enomoto Kikaku «Hai-kais de la gracia y del sentimiento» 56-57 00/11/57 11
1083 Enomoto Kikaku «Hai-kais de la ironía y del humor» 56-57 00/11/57 11
1084 J[ulián] Báez Sánchez Dibujo 56-57 00/11/57 12
1085 A[ntonio] Tirado Carbonero «Hombre» 56-57 00/11/57 13
1086 Julio Herrera y Reissig «Ópalos» 56-57 00/11/57 13
1087 [Redacción] Nota [Pésame a Enrique Segura] 56-57 00/11/57 14
1088 Manuel Monterrey «Soliloquio» 56-57 00/11/57 14
1089 [Redacción] Nota [Petición auxilio para M. Ostos Gabella] 56-57 00/11/57 14,15
1090 [Redacción] «Revistas recibidas» 56-57 00/11/57 15
1091 [Redacción] «Libros recibidos» 56-57 00/11/57 15
1092 [Redacción] Lista de revistas recibidas a última hora 56-57 00/11/57 15
1093 Enrique Segura Otaño «Sección crítica» 56-57 00/11/57 16,17
1094 Enrique Segura Covarsí «‘Por un mundo mejor, …’ de Pedro Raida» 56-57 00/11/57 17
1095 [Redacción] «Colaboran» 56-57 00/11/57 17
1096 [Redacción] Nota [Agradecimiento a benefactores] 56-57 00/11/57 17
1097 [Redacción] Nota [‘Gévora’ en Radio Sindical de Badajoz] 56-57 00/11/57 17
1098 [Ignacio] López de Haro Dibujo 58/60 00/03/58 1
1099 [Redacción] «Los maestros de la Poesía» 58/60 00/03/58 2
1100 Juan Ramón Jiménez «XXIV de ‘Arias tristes'» 58/60 00/03/58 2
1101 Juan Ramón Jiménez «La perra parida» 58/60 00/03/58 2
1102 Juan Ramón Jiménez «Octubre» 58/60 00/03/58 2
1103 Leopoldo de Luis «La danza» 58/60 00/03/58 3
1104 Eladia Morillo-Velarde «Dos sonetos en forma de cuna» 58/60 00/03/58 4
1105 Hugo Emilio Pedemonte «Del segundo discurso que dijo Juandescalzo …» 58/60 00/03/58 4
1106 Manuel Monterrey «A Luis Chamizo (en su tránsito)» 58/60 00/03/58 5
1107 Manuel Monterrey «En tu sitio» 58/60 00/03/58 5
1108 Francisco Rodríguez Perera «Silencio» 58/60 00/03/58 5
1109 Manuel Pacheco «Tu mano» 58/60 00/03/58 6
1110 José Canal «Canto llano» 58/60 00/03/58 6
1111 José Canal «Paisaje» 58/60 00/03/58 6
1112 Luis Álvarez Lencero «Los mineros» 58/60 00/03/58 7
1113 Antonio Murciano «Vuelta al amor» 58/60 00/03/58 7
1114 Matías Nieto Fernández «Una cosa» 58/60 00/03/58 7
1115 Hugo Emilio Pedemonte «Segundo soneto a don Manuel Monterrey» 58/60 00/03/58 8
1116 Eduardo Cerro «La plaza y la fuente» 58/60 00/03/58 8
1117 Armando Rojo León «Río» 58/60 00/03/58 8
1118 Gustavo García Saravi «Confesiones para el agua, mi amante» 58/60 00/03/58 9
1119 José Díaz-Ambrona «El alma de la noche» 58/60 00/03/58 9
1120 Juan Berbel «Amorosa entrega» 58/60 00/03/58 9
1121 Ileana Espinel «Visión del suburbio» 58/60 00/03/58 10
1122 Araceli Spínola de Gironza «Cantares» 58/60 00/03/58 10
1123 Manuel Ruiz González-Valero «… el verso presentido de la gloria» 58/60 00/03/58 11,12
1124 Manuel Terrón Albarrán «Tu camino» 58/60 00/03/58 12
1125 Antonio Holgado Redondo «Desde mi sangre, hecha cielo» 58/60 00/03/58 12
1126 J[ulián] Báez Sánchez Dibujo 58/60 00/03/58 13
1127 Fernando Villalba Diéguez «Viajes por España. ‘Zamora’» 58/60 00/03/58 14
1128 Fernando Villalba Diéguez «Huelva» 58/60 00/03/58 14
1129 Juan José Poblador «El estanque de Castelar» 58/60 00/03/58 14
1130 Juan José Poblador «El billar» 58/60 00/03/58 14,15
1131 Juan José Poblador «El embarcadero» 58/60 00/03/58 15
1132 Moisés Garcés Cortijo «El traslado de los restos de Machado …» 58/60 00/03/58 15
1133 Enrique Segura Otaño «El diario de New York» 58/60 00/03/58 16
1134 Enrique Segura Otaño «‘Lírica hispana’. Antología 174» 58/60 00/03/58 16
1135 [Redacción] Lista de revistas recibidas 58/60 00/03/58 16
1136 [Redacción] Nota [Felicitación a escritores premiados] 58/60 00/03/58 17
1137 [Redacción] «Libros recibidos» 58/60 00/03/58 17
1138 [Redacción] Notas [Fiesta de la Poesía. Visita de A. Gazul] 58/60 00/03/58 17
1139 [Redacción] «Nuestros benefactores» 58/60 00/03/58 17
1140 [Redacción] Nota [Dirección y realización] 58/60 00/03/58 17
1141 Teófilo de Marcos Pérez «Anticipo de un libro de versos» 61-62 00/05/58 0
1142 L[uis] Á[lvarez] L[encero] «El poeta» 61-62 00/05/58 00
1143 L[uis] Á[lvarez] L[encero] «‘Gévora'» 61-62 00/05/58 00
1144 [Ignacio] López de Haro Dibujo 61-62 00/05/58 000
1145 Teófilo de Marcos Pérez «El castillo de Capilla» 61-62 00/05/58 1
1146 Teófilo de Marcos Pérez «Pueblo (desde el coche)» 61-62 00/05/58 1
1147 Teófilo de Marcos Pérez «Alamillo» 61-62 00/05/58 1
1148 Teófilo de Marcos Pérez «Hipólito el tonto» 61-62 00/05/58 1
1149 Teófilo de Marcos Pérez «Pobre de solemnidad» 61-62 00/05/58 1
1150 Teófilo de Marcos Pérez «Pueblo de la Alcudia Alta» 61-62 00/05/58 1
1151 Teófilo de Marcos Pérez «Quijote» 61-62 00/05/58 1
1152 Teófilo de Marcos Pérez «El montero viejo» 61-62 00/05/58 1
1153 Teófilo de Marcos Pérez «El ciervo» 61-62 00/05/58 2
1154 Teófilo de Marcos Pérez «Verano en la Alcudia Baja» 61-62 00/05/58 2
1155 Teófilo de Marcos Pérez «Pastora» 61-62 00/05/58 2
1156 Teófilo de Marcos Pérez «Pueblo (desde el tren)» 61-62 00/05/58 2
1157 Teófilo de Marcos Pérez «Caminos del río» 61-62 00/05/58 2
1158 Teófilo de Marcos Pérez «Gitanos bajo los puentes» 61-62 00/05/58 2
1159 Teófilo de Marcos Pérez «Siesta» 61-62 00/05/58 2
1160 Teófilo de Marcos Pérez «Noche de liebres» 61-62 00/05/58 2
1161 Teófilo de Marcos Pérez «La forastera» 61-62 00/05/58 2
1162 Teófilo de Marcos Pérez «El último acostadero» 61-62 00/05/58 2,3
1163 Teófilo de Marcos Pérez «De noche en el patio» 61-62 00/05/58 3
1164 Teófilo de Marcos Pérez «Dos burros en el camino» 61-62 00/05/58 3
1165 Teófilo de Marcos Pérez «El chalán» 61-62 00/05/58 3
1166 Teófilo de Marcos Pérez «El perrillo carea» 61-62 00/05/58 3
1167 Teófilo de Marcos Pérez «El vinatero» 61-62 00/05/58 3
1168 Teófilo de Marcos Pérez «La alcaldesa» 61-62 00/05/58 3
1169 Teófilo de Marcos Pérez «Otras décimas. ‘Candilejas'» 61-62 00/05/58 3
1170 Teófilo de Marcos Pérez «Cita en el retiro» 61-62 00/05/58 3
1171 Teófilo de Marcos Pérez «Décimas a Rosa» 61-62 00/05/58 3,4
1172 Teófilo de Marcos Pérez «Poemilla de mi pueblo» 61-62 00/05/58 4
1173 Teófilo de Marcos Pérez «Para Julio Guiard» 61-62 00/05/58 4
1174 Teófilo de Marcos Pérez «Para Mª Estrella» 61-62 00/05/58 4
1175 Teófilo de Marcos Pérez «Palabras» 61-62 00/05/58 4
1176 Teófilo de Marcos Pérez «Señal de lluvia» 61-62 00/05/58 4,5
1177 Teófilo de Marcos Pérez «Mª del Carmen Pacheco» 61-62 00/05/58 5
1178 Teófilo de Marcos Pérez «Poema de los trigos» 61-62 00/05/58 5
1179 Teófilo de Marcos Pérez «Y era enero» 61-62 00/05/58 5
1180 Teófilo de Marcos Pérez «Carta a un amigo» 61-62 00/05/58 5,6
1181 J[ulián] Báez Sánchez Dibujo 61-62 00/05/58 5A
1182 Teófilo de Marcos Pérez «Sonetos de Alcudia. ‘Otoño'» 61-62 00/05/58 6
1183 Teófilo de Marcos Pérez «Agosto» 61-62 00/05/58 6
1184 Teófilo de Marcos Pérez «Sonetos a Pilar» 61-62 00/05/58 6,7
1185 Teófilo de Marcos Pérez «A un cuadro de A. Pacheco» 61-62 00/05/58 7
1186 Teófilo de Marcos Pérez «Cabeza del Buey» 61-62 00/05/58 7
1187 Teófilo de Marcos Pérez «Pastor de la Serena» 61-62 00/05/58 7
1188 Teófilo de Marcos Pérez «La Serena» 61-62 00/05/58 7
1189 Teófilo de Marcos Pérez «San Miguel» 61-62 00/05/58 7,8
1190 Teófilo de Marcos Pérez «Rota» 61-62 00/05/58 8
1191 Teófilo de Marcos Pérez «Color anglosajón» 61-62 00/05/58 8
1192 Teófilo de Marcos Pérez «A Dionisio Ridruejo» 61-62 00/05/58 8
1193 Teófilo de Marcos Pérez «A Juan Alcaide Sánchez» 61-62 00/05/58 8
1194 Teófilo de Marcos Pérez «Sala de espera» 61-62 00/05/58 8
1195 Teófilo de Marcos Pérez «El pensador» 61-62 00/05/58 8,9
1196 Teófilo de Marcos Pérez «Borracho» 61-62 00/05/58 9
1197 Teófilo de Marcos Pérez «Evocación de Salamanca» 61-62 00/05/58 9
1198 Teófilo de Marcos Pérez «Salamanca» 61-62 00/05/58 9
1199 [Redacción] «Índice» 61-62 00/05/58 9,10
1200 [Redacción] «Libros recibidos» 61-62 00/05/58 10
1201 [Redacción] «Revistas recibidas» 61-62 00/05/58 10
1202 [Redacción] Nota [Dirección y realización] 61-62 00/05/58 10
1203 Anónimo «Homenaje a Picasso. Firmas» 63/67 00/10/58 1
1204 F[rancisco] Pedraja Dibujo [Bustos de Picasso] 63/67 00/10/58 2
1205 [Redacción] «Colaboran» 63/67 00/10/58 2
1206 [Redacción] Nota [Dirección y realización. Fecha. Tirada] 63/67 00/10/58 2
1207 José María Pemán «El antipicassiano» 63/67 00/10/58 3
1208 Joaquín Albalate «Desde este litoral hasta Picasso» 63/67 00/10/58 4,5
1209 Gabriel Celaya «Con de, en, tras Pablo Picasso» 63/67 00/10/58 6
1210 Paul Eluard «A Pablo Picasso» 63/67 00/10/58 7
1211 Carlos Murciano «Treinta versos para Pablo Picasso» 63/67 00/10/58 8
1212 Antonio Murciano «Décima para un arlequín de Picasso» 63/67 00/10/58 8
1213 Manuel Pacheco «Poema en forma de Picasso» 63/67 00/10/58 9,10
1214 Antonio Fernández Molina «Picasso» 63/67 00/10/58 10,11
1215 Juan Porcar Montoliu «Viaje alrededor de Picasso» 63/67 00/10/58 11,12
1216 Jesús Delgado Valhondo «Motivos de sobra para que Picasso me pinte …» 63/67 00/10/58 12
1217 Francisco Rodríguez Perera «A Picasso» 63/67 00/10/58 13
1218 Mario Ángel Marrodán «Picasso para todos» 63/67 00/10/58 13
1219 Alberto Barasoain «Celestina» 63/67 00/10/58 13
1220 Casimiro de Brito «Carta a Picasso» 63/67 00/10/58 14,15
1221 Leonardo Rosa Hita «A Picasso en su homenaje» 63/67 00/10/58 15
1222 Marcelino García Velasco «A Pablo Ruiz Picasso» 63/67 00/10/58 16
1223 Miguel Valdivieso «Cruz y raya de Picasso» 63/67 00/10/58 16
1224 Luis Álvarez Lencero «Junto a Pablo Picasso» 63/67 00/10/58 17
1225 Juan José Poblador Santos «El Picasso» 63/67 00/10/58 18
1226 Francisco Vaca Morales «Sentimiento-sabiduría. Picasso» 63/67 00/10/58 19,20
1227 Juan Antonio Gaya Nuño «… Picasso, perpetuamente virginal …» 63/67 00/10/58 20
1228 Juan Navlet «Picasso, hombre español» 63/67 00/10/58 21
1229 Antonio Zoido Díaz «Categoría y anécdota en Picasso» 63/67 00/10/58 21,22
1230 Manuel Pacheco «Prosema en forma de Picasso» 63/67 00/10/58 22,23
1231 José Camón Aznar «La línea picassiana» 63/67 00/10/58 24
1232 José Camón Aznar «Síntesis de la pintura picassiana» 63/67 00/10/58 24-26
1233 José Camón Aznar «El espectáculo ‘Picasso'» 63/67 00/10/58 26,27
1234 Pablo Ruiz Picasso «El artista» 63/67 00/10/58 28
1235 Pablo Ruiz Picasso «Poema en prosa» 63/67 00/10/58 28
1236 Matías Nieto Fernández «Hombre y mujer» 63/67 00/10/58 28
1237 Anónimo Reproducción dibujo de Picasso 63/67 00/10/58 29
1238 Anónimo Reproducción dibujos de Picasso 63/67 00/10/58 30
1239 Anónimo Reproducción dibujos de Picasso 63/67 00/10/58 31
1240 Anónimo Reproducción dibujos de Picasso 63/67 00/10/58 32
1241 Anónimo Reproducción cuadros de Picasso 63/67 00/10/58 33
1242 Anónimo Reproducción dibujo de Picasso 63/67 00/10/58 34
1243 Anónimo Reproducción cuadros de Picasso 63/67 00/10/58 35
1244 Anónimo Reproducción cuadros de Picasso 63/67 00/10/58 36
1245 Anónimo Reproducción cuadros de Picasso 63/67 00/10/58 37
1246 [Redacción] «Índice» 63/67 00/10/58 38
1247 [Redacción] Nota [Agradecimiento a benefactores. Lista] 63/67 00/10/58 38
1248 [Redacción] «Colaboraron también» 63/67 00/10/58 38
1249 [Redacción] Nota [Tirada. Autores dibujos portadas] 63/67 00/10/58 38
1250 L[uis] Á[lvarez] L[encero] Agradecimiento a colaboradores 63/67 00/10/58 38
1251 [Redacción] Título. Fecha. Números. 68/82 00/01/60 0
1252 [Redacción] «Colaboran» 68/82 00/01/60 0
1253 [Redacción] Nota [Dirección y realización. Dirección sede] 68/82 00/01/60 0
1254 Ramón de Garciasol «A Cervantes» 68/82 00/01/60 1
1255 Hugo Emilio Pedemonte «La sed» 68/82 00/01/60 1
1256 E. L. Transit «El pan nuestro de cada día» 68/82 00/01/60 1
1257 Antonio Leyva Fernández «Fragmentos de ‘El circo'» 68/82 00/01/60 2
1258 Rafael Morales «Los zapatos en que espero» 68/82 00/01/60 2
1259 Alfonso Ramos «Este río llamado Guadiana» 68/82 00/01/60 2,3
1260 Justiniano Gutiérrez Muñoz «Elegía de ausencia» 68/82 00/01/60 3
1261 Eduardo Alonso «Ay, cómo aterra» 68/82 00/01/60 3
1262 Eduardo Alonso «Aquel cadáver tenía» 68/82 00/01/60 3
1263 Luis Álvarez Lencero «Paz en carne viva» 68/82 00/01/60 4
1264 Langston Hughes «Pregunta» 68/82 00/01/60 4
1265 Juan Porcar Montoliu «Las cuatro tablas» 68/82 00/01/60 5,6
1266 Jesús Delgado Valhondo «Como si fueses una flor …» 68/82 00/01/60 6
1267 Manuel Pacheco «Ahora sólo escribo cartas» 68/82 00/01/60 7
1268 Ángel Crespo «Tres poemas» 68/82 00/01/60 7,8
1269 Miguel Torga «Dies Irae» 68/82 00/01/60 8
1270 Rainer María Rilke «Palabras de Rainer María Rilke» 68/82 00/01/60 8
1271 Marcelino García Velasco «Llanto de cada pueblo de Castilla» 68/82 00/01/60 9
1272 Rubén Caba «Padre Nuestro de melancolía» 68/82 00/01/60 9
1273 Francisco Cañamero «La fe» 68/82 00/01/60 10
1274 Pedro Belloso Rodríguez «Oración por la torre» 68/82 00/01/60 10
1275 Dora Isella Russell «Recuento» 68/82 00/01/60 11
1276 Nélida Aurora Oviedo «A Paky M. Arauna» 68/82 00/01/60 11
1277 Ilka Sanches «Retrato» 68/82 00/01/60 11
1278 Graciano Peraita González «La soledad cuadrada» 68/82 00/01/60 12
1279 Juan Cervera-Sanchís «Hijo absurdo» 68/82 00/01/60 12
1280 René Menard Pensamientos líricos 68/82 00/01/60 12
1281 Alejandro Cano Rubio «Campo extremeño» 68/82 00/01/60 13
1282 José Antonio Suárez de Puga «Ofrenda al Marqués de Santillana» 68/82 00/01/60 13
1283 Antonio Machado «CXIX» 68/82 00/01/60 13
1284 Matías Nieto Fernández «La manada» 68/82 00/01/60 14
1285 Manuel José Arce y Valladares «Corazón nudo troncal» 68/82 00/01/60 14,15
1286 Manuel Villamor Casarrubios «Elegía al adolescente» 68/82 00/01/60 15
1287 Antonio Soriano Díaz «¡Si tú quisieras!» 68/82 00/01/60 15
1288 Juan Berbel «Jilgueros» 68/82 00/01/60 15
1289 Rufino Saúl «La envidia» 68/82 00/01/60 16
1290 Carmen de la Torre Vivero «Roca» 68/82 00/01/60 16
1291 Francisco Rodríguez Perera «Niño» 68/82 00/01/60 16
1292 José Antonio Novais «Carta a los albañiles de una gran ciudad» 68/82 00/01/60 17
1293 L[uis] Á[lvarez] L[encero] Arenga de contenido social 68/82 00/01/60 17
1294 Ileana Espinel «Un balance de cosas adorables» 68/82 00/01/60 18
1295 [Redacción] Nota [Felicitación a J. Hierro por Premio March] 68/82 00/01/60 18
1296 [Redacción] Nota [Homenaje a Manuel Monterrey] 68/82 00/01/60 18
1297 Antonio Ramos Rosa «Poema» 68/82 00/01/60 19
1298 Antonio Cabral «Tempestad en la montaña» 68/82 00/01/60 19
1299 Casimiro de Brito «A veces me pierdo en mí» 68/82 00/01/60 19
1300 Jorge Ramos «Monotonía» 68/82 00/01/60 20
1301 Teófilo de Marcos Pérez «Cumpleaños con nieve» 68/82 00/01/60 20
1302 José Esteban Gonzalo «Padre Nuestro» 68/82 00/01/60 20
1303 Fernando Villalba Diéguez «A la Torre de Espantaperros» 68/82 00/01/60 21
1304 Arsenio Muñoz de la Peña «Su primer día de isidro» 68/82 00/01/60 21,22
1305 [Redacción] Nota [Agradecimiento envío antología brasileña] 68/82 00/01/60 22
1306 [Redacción] «Publicaciones recibidas …» 68/82 00/01/60 23
1307 [Redacción] «Libros» 68/82 00/01/60 23,24
1308 [Redacción] «Revistas» 68/82 00/01/60 24,25
1309 [Redacción] «Periódicos» 68/82 00/01/60 25
1310 [Redacción] Portada del número extraordinario 83 00/10/61 1
1311 J[ulián] Báez Sánchez Dibujo 83 00/10/61 2
1312 Herminio Pinilla «Editorial. Benemérito de Badajoz» 83 00/10/61 3,4
1313 Luis G[onzález] Willemenot «Un puñado de luz en cada mano» 83 00/10/61 4,5
1314 Manuel Monterrey y otros «Homenaje a Antonio Juez. Convocatoria» 83 00/10/61 5,6
1315 Radio Extremadura «Un homenaje merecido» 83 00/10/61 6,7
1316 Radio Extremadura «Benemérito y humilde» 83 00/10/61 7,8
1317 Manuel Monterrey «Esos fosos que fueron eriales» 83 00/10/61 9
1318 Mahizflor y Carlos Pérez Alonso «Al jardinero-pintor Antonio Juez» 83 00/10/61 9
1319 María del Pilar Trevijano «A Antonio Juez y sus jardines» 83 00/10/61 10
1320 Antonio López Martínez «Soneto» 83 00/10/61 10
1321 Luis Álvarez Lencero «A D. Antonio Juez» 83 00/10/61 10
1322 Manuel Pacheco «Jardín y otoño» 83 00/10/61 11
1323 Jesús Delgado Valhondo «Una carta de don Jesús Delgado Valhondo» 83 00/10/61 12
1324 Manola Pérez de P. de Villar «Sumándome al homenaje que Badajoz tributa …» 83 00/10/61 13,14
1325 Manuel R. de Rivera Alabanza a Antonio Juez 83 00/10/61 14
1326 Fernando Pérez Marqués «Badajoz transformado» 83 00/10/61 15-17
1327 [Julián Báez Sánchez] Dibujo 83 00/10/61 16
1328 Piedad González Castell y Z. «En el parque de Castelar» 83 00/10/61 17,18
1329 Laly González Z. Castell «Parque infantil» 83 00/10/61 19-21
1330 Manuel Calero Nota de adhesión al homenaje 83 00/10/61 21
1331 José Sanabria Vega Nota de adhesión al homenaje 83 00/10/61 21
1332 Pedro López Caballero Nota de adhesión al homenaje 83 00/10/61 22
1333 Manuel Monterrey «Va tomando relieve tu figura» 83 00/10/61 22
1334 [Redacción] «La cena en honor del señor Juez Nieto» 83 00/10/61 23-25
1335 [Redacción] Nota [Información sobre poema siguiente] 83 00/10/61 26
1336 Manuel Monterrey «Romance del jardinero» 83 00/10/61 26-28
1337 [Redacción] Nota [Breve apunte sobre Monterrey] 83 00/10/61 28
1338 Enrique Segura Otaño Texto de su disertación oral 83 00/10/61 28
1339 Tomás Rabanal Brito Texto de su disertación oral 83 00/10/61 29,30
1340 [Redacción] Comentario sobre disertación de Antonio Zoido 83 00/10/61 30
1341 Antonio López Martínez «A Antonio Juez, jardinero internacional …» 83 00/10/61 31
1342 Juan Antonio Cansinos Lectura de las adhesiones al homenaje 83 00/10/61 32-48
1343 [Julián Báez Sánchez] Dibujo 83 00/10/61 36
1344 [Ignacio] [López de] Haro, Dibujo 83 00/10/61 41
1345 [Redacción] «A posteriori» 83 00/10/61 48,49
1346 Enrique Sansinena Araguete «Una carta de don Enrique S. A.» 83 00/10/61 50
1347 [Redacción] Nota [Adhesiones en telegramas y tarjetas] 83 00/10/61 50
1348 [Redacción] Notas [Monterrey editor del nº. Mecanografiado] 83 00/10/61 50

ÍNDICE ALFABÉTICO DE COLABORADORES DE GÉVORA

A.B.D.: 291.

Acha, Julio: 53, 135, 212, 331, 370, 536, 778, 863.

Albalate, Joaquín: 1208.

Alfaro, Manuel: 850.

Alonso, Eduardo: 1261, 1262.

Álvarez Lencero, Luis: 20, 27, 41, 56, 187, 203, 273, 296, 314, 348, 384, 385, 386, 412, 762, 844, 865, 956, 990, 991, 992, 993, 994, 1021, 1028, 1029, 1070, 1112, 1142, 1143, 1224, 1250, 1263, 1293, 1321.

Amorín, Enrique: 949.

Anónimo: 1203, 1237, 1238, 1239, 1240, 1241, 1242, 1243, 1244, 1245.

Arce y Valladares, Manuel José: 1285.

Aristeguieta, Jean: 179, 278, 304, 342, 698, 987, 988, 1023, 1024.

Arístides, Julio: 706, 755.

Arjonilla Terrero, Manuel: 532.

Arvelo Larriva, Enriqueta: 713.

Báez Sánchez, Julián: 1027, 1046, 1084, 1126, 1181, 1311, 1327, 1343.

Baldomero, Raúl: 561, 873, 1071.

Barasoain, Alberto: 349, 1013, 1219.

Bargueño, Pedro: 527.

Beaumont, Odaly: 714.

Bellido del Castillo, Francisco: 880.

Belloso Rodríguez, Pedro: 414, 469, 489, 533, 549, 759, 842, 934, 977, 1274.

Benet, Arturo: 557, 653, 924.

Berbel, Juan: 650, 651, 652, 743, 810, 823, 848, 962, 963, 1063, 1120, 1288.

Berenguer, Aida: 145, 375, 552.

Berzosa, José: 257.

Blanco Andrés, Eloy: 686.

Bravo Bravo, Fernando: 39, 61, 70, 99, 118, 154, 189, 227, 420, 483, 658, 725, 828, 921, 961.

Brito, Casimiro de: 1220, 1299.

  1. U.: 800.

Caba, Rubén: 1272.

Caba Landa, Pedro: 162.

Cabral, Antonio: 1298.

Calderón, Boris: 1036.

Calero, Manuel: 1330.

Callejo, Carlos: 288, 374, 909, 971.

Camón Aznar, José: 1231, 1232, 1233.

Canal Rosado, José: 4, 47, 60, 80, 104, 130, 153, 167, 181, 231, 244, 339, 372, 874, 1035, 1110, 1111.

Cano Rubio, Alejandro: 1281.

Cansinos, Juan Antonio: 1342.

Cañamero, Francisco: 546, 1273.

Capdevilla, José M.: 645.

Carbajo, Felipe: 494.

Carreño, Eduardo: 745.

Casal, Julio J.: 702.

Castell Zoido, Conchita: 159.

Celaya, Gabriel: 1015, 1209.

Cendal, Julio: 260.

Cerro, Eduardo: 290, 472, 655, 831, 835, 872, 952, 1069, 1116.

Cervantes, Eva: 68, 96, 129, 141, 176, 239, 252, 266, 302, 329, 347, 464, 484, 485, 550, 551, 676, 797, 841, 947, 957.

Cervera Sanchís, Juan: 1279.

Chamizo, Luis: 85, 1047, 1048, 1049.

Cilleros, Antonio:149.

Clarlo, Ramón: 802.

Cobos, Amantina: 51, 147, 177, 207, 274, 301, 306, 346, 519, 798, 968.

Codina de Giannoni, Iverna: 476, 538, 577, 718.

Conde, José: 480.

Coral, Laly del [Eulalia García Rubio]: 334.

Cordero, Juan Luis: 34, 136, 211, 417, 735, 878.

Córdoba, José: 525.

Coronado, Carolina: 2, 1043, 1044, 1045.

Crespo, Ángel: 847, 1268.

Curbelo Barberan de Holguín, Lalita: 711.

Dauchs, Enrique: 708.

Delgado, Luis: 495.

Delgado Fernández, Manuel: 82, 148, 218, 475, 665, 769, 777, 1022.

Delgado Fernández, Rufino: 6, 751.

Delgado Valhondo, Jesús: 17, 24, 37, 69, 119, 142, 180, 256, 345, 463, 523, 614, 615, 616, 617, 618, 619, 620, 621, 622, 623, 624, 625, 626, 627, 628, 629, 630, 631, 632, 633, 634, 635, 636, 728, 808, 886, 887, 888, 889, 890, 891, 892, 894, 895, 896, 897, 898, 899, 900, 901, 919, 1216, 1266, 1323.

Díaz-Ambrona, José: 22, 1119.

Díaz de Entresotos, Baldomero: 208.

Díaz Hierro, Diego: 799.

Díaz Holguera, José: 317.

Donoso Cortés, Juan: 92, 113, 140, 161, 174, 196, 220, 235.

Durán, Emiliano: 240.

Eluard, Paul: 1210.

Enríquez Anselmo, Juan: 59, 156, 247, 259.

Entrambasaguas, Joaquín: 116.

Espinel, Ileana: 1121, 1294.

Espronceda, José de: 49.

Fábrega, Demetrio: 765.

Fernández de Tena, Antonio: 754, 832.

Fernández Molina, Antonio: 45, 123, 151, 253, 1214.

Fernández-Villamarciel, Loly: 859.

Ferradillos, Jesús Alonso: 535.

Ferro, Marcos: 299.

Figuera Aymerich, Ángela: 1073.

Flores, Alejandro: 764.

Fuentes, María de los Reyes: 40, 120, 121, 225, 870.

Gabriel y Galán, José María: 491, 492.

Galván, Celso: 11, 125, 337, 421.

Gamero de la Vega, Carmina: 803.

Garcés Cortijo, Moisés: 289, 356, 415, 524, 573, 643, 733, 843, 1011, 1132.

Garcés Larrea, Cristóbal: 861.

García, Miguel Ángel: 419.

García Calderón, Ventura: 201.

García Jimeno, Fernando: 905, 906.

García Jimeno, José: 805.

García López, Ángel: 534.

García Saravi, Gustavo: 1118.

Garciasol, Ramón de: 1254.

García Velasco, Marcelino: 813, 1222, 1271.

Gaya Nuño, Juan Antonio: 1227.

Gazul Uclés, Arturo: 407.

Gil, Augusto: 997.

Gil Encinar, José M.: 261.

Giorgio de Medicis, Marosa di: 418, 531, 584, 710.

González Castell, Rafael: 25, 65, 108, 172, 202, 287, 367, 383, 481, 505, 506, 507, 508, 509, 510, 511, 512, 513, 514, 515, 516, 517, 548, 657, 737, 768, 852, 867, 928, 978, 1057.

González Castell y Zoido, Piedad: 1328.

González Montero, Vicente: 1026.

González Willemenot, Luis: 8, 58, 77, 103, 134, 164, 276, 377, 565, 739, 1010, 1313.

González Z. Castell, Laly: 1329.

Gonzalo, José Esteban: 1302.

Goy de Silva, Ramón: 638, 639, 731, 866, 950, 964.

Grupo de Gévora: 661.

Grupo fundador: 790.

Gutiérrez Albelo, Emeterio: 183, 353, 470, 568, 646, 748, 853.

Gutiérrez Muñoz, Justiniano: 1260.

Hermoso, Eugenio: 19.

Herrera y Reissig, Julio: 958, 983, 986, 1086.

Holgado Redondo, Antonio: 1125.

Holguera, José D.: 359, 365.

Holguera, José P.: 267.

Hughes, Langston: 1264.

Huidobro, Vicente: 693.

Ibarbourou, Juana de: 200, 687, 954.

Iglesias, Juan Ángel: 64, 230.

Ipuche, Pedro Leandro: 717.

Jaume, Rafael: 1075.

Jiménez, Juan Ramón: 938, 939, 940, 941, 1100, 1101, 1102.

Jimeno, Fernando: 16.

Juez, Antonio: 12, 32, 67, 87, 210, 213, 216, 389, 734, 923.

Jurado, Juan José: 883.

Kikaku, Enomoto: 1082, 1083.

Lahitto, Ana Emilia: 699.

Larumbe, Carlos Alberto: 343, 659, 660, 766, 826, 858, 989.

León, Antonio: 18, 215.

Leyva Fernández, Antonio: 122, 279, 1257.

Lluel, Mercedes: 554.

Lobell, Conie: 304.

Lope Bello, Mario (a): 647, 760, 854.

López Caballero, Pedro: 1332.

López de Haro, Ignacio: 682, 1016, 1042, 1052, 1098, 1144, 1344.

López Martínez, Antonio: 3, 52, 76, 191, 226, 413, 486, 1320, 1341.

López Suría, Violeta: 499, 746.

Losada, Benito Raúl: 715.

Luis, Leopoldo de: 1103.

Luna, Clara: 9.

Machado, Antonio: 1283.

Mahizflor [María de la Hiz Flores]: 192, 376, 478, 576, 675, 907, 1318.

Maqueda Alcaide, José: 929, 974.

Marcos Pérez, Teófilo de: 1141, 1145, 1146, 1147, 1148, 1149, 1150, 1151, 1152, 1153, 1154, 1155, 1156, 1157, 1158, 1159, 1160, 1161, 1162, 1163, 1164, 1165, 1166, 1167, 1168, 1169, 1170, 1171, 1172, 1173, 1174, 1175, 1176, 1177, 1178, 1179, 1180, 1182, 1183, 1184, 1185, 1186, 1187, 1188, 1189, 1190, 1191, 1192, 1193, 1194, 1195, 1196, 1197, 1198, 1301.

Mariscal Montes, Julio: 152, 1004.

Marrodán, Mario Ángel: 101, 232, 811, 1218.

Martán Góngora, Helcías: 723.

Martín, Feliciano: 781.

Martínez, José: 926, 979.

Mejías, Lola: 344.

Mena, José María de: 677.

Menard, René: 1280.

Milans Martínez, Artigas: 701, 712.

Miranda, Vasco: 286.

Mistral, Gabriela: 688.

Montaño Montaño, Manuel: 57.

Monterrey, Manuel: 7, 10, 36, 81, 86, 143, 185, 204, 205, 214, 281, 292, 358, 391, 392, 556, 667, 785, 807, 822, 830, 834, 903, 917, 943, 1009, 1034, 1064, 1065, 1088, 1106, 1107, 1314, 1317, 1333, 1336.

Montesino, Eladia: 184, 246, 351, 851, 882, 920, 970.

Montesión, Marqués de: 806.

Morales, Rafael: 1258.

Moratorio, Arsinoe: 695.

Moreno Chamorro, Gabriel: 35, 26.

Morillo-Velarde Santos, Eladia: 272, 294, 310, 332, 416, 520, 553, 586, 587, 588, 589, 590, 591, 592, 593, 594, 595, 596, 597, 598, 601, 602, 603, 604, 606, 607, 750, 809, 825, 845, 908, 966, 1014, 1104.

Muñoz de la Peña, Arsenio: 1304.

Muñoz de San Pedro, Miguel: 31, 98, 117, 390.

Muñoz Monje, José: 836.

Murciano, Antonio: 43, 74, 102, 133, 237, 271, 336, 1113, 1212,

Murciano, Carlos: 42, 237, 1211.

Navlet, Juan: 1228.

Neria Serrano, Vicente: 83, 110, 188, 574.

Nervo, Amado: 767.

Newton Filho, Mario: 1072.

Nieto Fernández, Matías: 1114, 1236, 1284.

Novais, José Antonio: 1292.

Núñez, Sergio: 927.

Ochaita, José Antonio: 223, 801.

Ortiz Saralegui, Juvenal: 744.

Ostos Gabella, Manuel: 399, 403, 479, 571, 819.

Oviedo, Nélida Aurora: 560, 876, 973, 999, 1276.

Pacheco, Manuel: 14, 15, 29, 54, 73, 106, 137, 155, 170, 186, 197, 238, 255, 275, 295, 308, 328, 350, 380, 381, 393, 411, 429, 431, 432, 433, 434, 435, 436, 437, 438, 439, 440, 441, 442, 443, 444, 445, 446, 447, 448, 449, 450, 451, 452, 453, 454, 455, 456, 457, 458, 459, 460, 461, 462, 466, 487, 530, 567, 640, 727, 753, 779, 786, 812, 818, 837, 918, 937, 946, 960, 995, 1025, 1039, 1074, 1109, 1213, 1230, 1267, 1322.

Palma, Rafael: 1062.

Palma, Ricardo: 700, 720.

Pedemonte, Hugo Emilio: 309, 501, 673, 697, 1105, 1115, 1255.

Pedraja Muñoz, Francisco: 1204.

Pemán, José María: 1207.

Peraita González, Graciano: 1278.

Pérez Alonso, Carlos: 1318.

Pérez de Pérez de Villar, Manuela: 63, 100, 157, 262, 316, 360, 558, 782, 1324.

Pérez Marqués, Fernando: 1326.

Pinilla, Herminio: 1312.

Pino Vázquez, Antonio: 79, 107.

Pintó, Alfonso: 408.

Pizarro Peñas, Luis Agustín: 105, 258, 298, 373, 570.

Poblador Santos, Juan José: 529, 544, 1078, 1079, 1080, 1129, 1130, 1131, 1225.

Porcar Montolín, Juan: 1215, 1265.

Portillo, María del Carmen: 555.

Quijano, Adolfo: 166.

Rabanal Brito, Tomás: 1339.

Radio Extremadura: 1315, 1316.

Ramírez de Guzmán, Catalina Clara: 89.

Ramírez López-Uría, José: 285.

Ramos, Alfonso: 1259.

Ramos, Jorge: 1300.

Ramos Aparicio, Juan: 178, 357.

Ramos Rosa, Antonio: 1297.

Reboli, Ida: 721.

Rebordao Navarro, Antonio: 224, 496.

Redacción: 28, 30, 46, 55, 66, 71, 75, 78, 80, 88, 91, 93, 94, 95, 112, 115, 132, 138, 139, 146, 168, 169, 175, 182, 194, 195, 198, 206, 209, 217, 222, 229, 234, 236, 248, 249, 250, 265, 268, 269, 270, 277, 284, 293, 303, 307, 313, 315, 319, 320, 325, 326, 333, 338, 341, 352, 355, 366, 379, 388, 394, 395, 396, 398, 402, 405, 406, 425, 426, 427, 428, 430, 468, 471, 477, 500, 503, 521, 522, 541, 543, 545, 547, 559, 563, 566, 569, 572, 575, 579, 583, 599, 600, 605, 609, 610, 611, 612, 637, 642, 654, 656, 664, 666, 668, 672, 678, 684, 685, 694, 703, 705, 709, 724, 726, 729, 730, 741, 749, 757, 761, 763, 770, 771, 773, 774, 775, 783, 784, 788, 789, 796, 804, 816, 817, 821, 827, 838, 840, 846, 849, 860, 868, 869, 875, 881, 884, 893, 912, 916, 933, 936, 945, 948, 951, 955, 975, 976, 982, 985, 1000, 1003, 1005, 1006, 1007, 1008, 1012, 1017, 1033, 1037, 1038, 1041, 1050, 1051, 1053, 1081, 1087, 1089, 1090, 1091, 1092, 1095, 1096, 1097, 1099, 1135, 1136, 1137, 1138, 1139, 1140, 1199, 1200, 1201, 1202, 1205, 1206, 1246, 1247, 1248, 1249, 1251, 1252, 1253, 1295, 1296, 1305, 1306, 1307, 1308, 1309, 1310, 1334, 1335, 1337, 1340, 1345, 1347, 1348.

Reyes Huertas, Antonio: 542, 914.

Rico y Gómez de Terán, Rafael: 283.

Rilke, Rainer María: 1270.

Rivera, Fernando R.: 228.

Rivera, Manuel R. de: 1325.

Rivero, Pedro: 692.

Rivero Iturralde, Gregorio: 856.

Rodó, José Enrique: 683.

Rodríguez, Prudencio: 165, 254, 318.

Rodríguez Perera, Francisco: 131, 465, 791, 877, 1030, 1066, 1108, 1217, 1291.

Rojo León, Armando: 109, 171, 526, 742, 857, 996, 1067, 1068, 1117.

Roldán, Mariano: 581, 972.

Romero Mendoza, Pedro: 38, 190, 368, 871, 922, 969.

Rosa Hita, Leonardo: 1221.

Rueda, Salvador: 114, 1018, 1019, 1020.

Ruiz Agudo, Cesáreo: 644, 752, 931.

Ruiz González-Valero, Manuel: 23, 48, 1123.

Ruiz Picasso, Pablo: 1234, 1235.

Russell, Dora Isella: 144, 199, 251, 305, 410, 497, 498, 690, 925, 959, 1275.

Sabaté Mill: 397.

Sáez, Cecilio: 243, 422.

Salaberria, José: 97, 242.

Sanabria Vega, José: 1331.

Sanches, Ilka: 998, 1277.

Sánchez, Carlos: 641, 814.

Sánchez, Pedro Antonio: 245, 280, 335, 363, 409, 488, 528, 582, 674, 967, 1058, 1059, 1060, 1061.

Sánchez-Arjona, Vicente: 72, 128, 312, 330, 537, 793, 795.

Sánchez Díaz, C.: 780, 792, 932, 980.

Sánchez Fernández, Antonio: 930.

Sanchimont, Julio: 707.

Sansinena Araguete, Enrique: 21, 84, 1346.

Santiago, Felipe de: 369.

Saúl, Rufino: 824, 1289.

Segura Covarsí, Enrique:1094.

Segura Otaño, Enrique: 1, 50, 111, 127, 158, 163, 173, 193, 233, 241, 264, 282, 300, 321, 322, 323, 324, 340, 361, 378, 387, 404, 423, 424, 480, 482, 490, 502, 504, 518, 539, 540, 585, 608, 613, 648, 649, 669, 670, 671, 679, 680, 681, 740, 747, 772, 776, 787, 794, 815, 833, 839, 864, 885, 902, 904, 910, 911, 913, 935, 942, 944, 953, 984, 1001, 1002, 1040, 1093, 1133, 1134, 1338.

Sierra Cortés, José: 371, 493.

Silva, A.: 578.

Silva, Clara: 704.

Smith, Gladys: 473, 662, 691, 716.

Solana  de Gazul, Carmen: 327.

Soriano Díaz, Antonio: 1287.

Sotolongo, Ana Luz: 562.

Spínola de Gironza, Araceli: 13, 124, 150, 362, 564, 736, 829, 879, 1076, 1077, 1122.

Storni, Alfonsina: 689.

Suárez de Puga, José Antonio: 1282.

Terradillos, Jesús Alonso: 400, 401, 855, 981.

Terrón Albarrán, Manuel: 1124.

Tirado Carbonero, Antonio: 1032, 1085.

Tomat-Guido, Francisco: 915.

Tomé, Jesús: 732, 758, 820.

Torga, Miguel: 1269.

Torre Vivero, Carmen de la: 1290.

Transit, E. L.: 1256.

Trevijano, María del Pilar: 1319.

Trevijano de Ramallo, Leonor: 62, 126, 263, 738, 756.

Uralde, Amílcar: 364, 474, 696, 1031.

Urbina, Luis G.: 862.

Vaca Morales, Francisco: 5, 33, 382, 1226.

Valdivieso, Miguel: 1223.

Vallejo, César: 297, 722.

Varela, Luis Alberto: 965.

Vargas, Adolfo: 90.

Vayreda, Monserrat: 311, 467.

Vaz Ferreira, M. Eugenia: 719.

Vega, Celestino: 160, 219, 221.

Villaespesa, Francisco: 1054, 1055, 1056.

Villalba Diéguez, Fernando: 44, 1127, 1128, 1303.

Villamor Casarrubios, Manuel: 1286.

Villar, María Angélica: 580, 663.

Ypuche Riva, Rolina: 354.

Zoido Díaz, Antonio: 1229.

PRESENTACION DE GÉVORA. ESTUDIO DE UNA REVISTA POÉTICA DE EXTREMADURA DE ANTONIO SALGUERO CARVAJAL

Me complace mucho participar en la Presentación del libro Gévora Estudio de una revista Poética de Extremadura del profesor Antonio Salguero. Ante todo quisiera felicitar tanto a su autor como a la Diputación Provincial que ha acertado plenamente al editarlo.

Antonio Salguero concluye así un estudio que ya en el año 1989 había leído como tesina de licenciatura, y del que sólo conocíamos un extracto que había aparecido en la Revista de estudios extremeños. Han sido pues doce años de espera, en los que Antonio ha luchado por imprimir su obra, comprobando que todavía sigue siendo difícil publicar en Extremadura, aun cuando se traiga bajo el brazo una obra fundamental para el conocimiento, en este caso, de la poesía extremeña de posguerra.

Precisamente, a esta parcela de nuestra historia literaria ha dedicado sus esfuerzos Antonio Salguero, licenciado y doctor en Literatura española por la Universidad de Extremadura. Desde su puesto de profesor en la ciudad de Mérida ha difundido el conocimiento y el aprecio por la literatura, participando en presentaciones de libros; congresos; ferias del libro; revistas, como Arco Iris -que ha dirigido-; o tertulias (entre ellas la animosa tertulia Gallos quiebran albores, que ha logrado sacar a la luz una colección de poemarios, en la que la dirección de Antonio Salguero ha resultado determinante).

Nuestro estudioso se ha atrevido incluso a confeccionar varias antologías de jóvenes poetas, que ha titulado En horas de soledad (1991) o Manantial de secretos (1992), donde también colaboró con sus rimas. Es ésta, la de creador lírico, otra de las facetas de su inquieta personalidad, que fue recogida en el florilegio que bajo el epígrafe de II otoño literario (2000) colocó su nombre junto a los de Jaime Álvarez Buiza, Juanma Cardoso, Plácido Ramírez, entre otros conocidos escritores. Es tal el entusiasmo que Antonio siente por el verso que también ha difundido los suyos propios, en un volumen que tituló Versos de amor y vida, allá por el año 1991. De él, el periódico HOY dijo que eran versos sencillos e intensamente humanos, que giraban en tomo al amor y a la familia, a la mujer  y a los  hijos:

Cantemos ‑dice‑, de una vez por todas, poetas,

a la vida con letra minúscula,

sin inútiles

lamentaciones.

La reseña dejaba bien a las claras la estrecha vinculación que se produce entre la literatura y la vida de Antonio Salguero, que vienen a fundirse en un todo indisociable. Sin duda, para Antonio, la literatura es una forma auténtica de vivir, de gozar y de penar. La literatura es para él un modo de proyectarse sobre los demás, con una extraordinaria generosidad, una generosidad que define más que nada su labor como investigador. Cuando Antonio Salguero se entrega al estudio lo hace con todas sus consecuencias, sin reservas, dando su tiempo y sus energías. Y quienes nos dedicamos a estas arduas tareas sabemos que tenemos en él un colaborador incondicional.

Por ello, por este impulso de darse, Antonio Salguero, una vez concluida su tesina, se acercó a la biblioteca publica de Mérida, y donó la colección completa de la revista Gévora, que pacientemente había podido completar, acudiendo a particulares., archivos y hemerotecas. Remataba así una empresa que ahora la Diputación nos ofrece en todo su esplendor, bajo el título de Gévora. Estudio de una revista poética de Extremadura, una obra que también reivindica la figura de su autor, de Antonio Salguero colocándolo donde se merece, en una sede privilegiada de nuestro ámbito cultural.

Gévora fue efectivamente, una de las publicaciones periódicas más importantes que haya dado nuestra región; que nació en aquellos años cincuenta, cuando se producía la mayor eclosión de revistas que esta tierra haya conocido. Entonces florecieron Alor, Anaconda Arcilla y Pájaro, Ángelus como fruto del ímpetu de jóvenes poetas que prefirieron crear sus propios modos de expresión, al margen de los cauces oficiales. Los nombres de Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero y Jesús Delgado Valhondo, el triángulo mágico de nuestra poesía reciente, quedaron definitivamente ligados a ellas. Y sólo por ello el acercamiento a estas hojas volanderas ya resulta indispensable para el estudio de nuestra lírica de posguerra.

No obstante, a pesar del importantísimo papel que estas revistas desempeñaron, todavía no han sido objeto de exploraciones profundas. Conocemos, desde luego, las páginas que a ellas dedicó Fanny Rubio al ocuparse de las revistas poéticas españolas, o las que firmara Ángel Sánchez Pascua en Alminar. Son desde luego aportaciones interesantes, pero tan sólo un primer paso, que Antonio Salguero ha sido el primero en secundar, el primero en embarcarse en una tarea investigadora de alto relieve, amplia, analítica, valorativa. La obra que ahora se nos presenta es, por tanto, una obra pionera, que abre caminos a la erudición, que ofrece un modelo a esos futuros investigadores que deseen ahondar en el conocimiento de nuestras revistas. Como Gévora, también Alor, Anaconda, Arcilla y pájaro merecen semejante atención. Y quienes decidan prestársela gozarán desde hoy de un impagable punto de partida, de la sopesada orientación que nos brinda este análisis que Antonio Salguero ha transcrito en su peculiar estilo familiar, llano. Antonio siempre ha escrito para la inmensa mayoría, sin renunciar por ello a la rigurosidad que todo ensayo científico requiere.

Con semejante aportación, tan relevante, ya sería suficiente, por sí sola, para considerar a su autor como uno de los principales estudiosos de nuestra poesía de posguerra. Pero Antonio no se ha detenido ahí, y ha proseguido su trabajo en la dirección emprendida, deteniéndose a meditar sobre autores tan representativos como Luis Álvarez Lencero, Manuel Monterrey, Rafael Rufino Félix Morillón o Jesús Delgado Valhondo. Con éste último se había familiarizado, a través de sus colaboraciones en Gévora y, fascinado por la pluma del autor del Ruiseñor perdido en el lenguaje, le dedicará su tesis doctoral. Mostró así una gran coherencia en su investigación, una línea definida, una dirección clara, sin vacilaciones, que le comprometía de lleno con la poesía extremeña de posguerra.

Afortunadamente, esta tesis, que obtuvo hace ya varios años la calificación de Sobresaliente cum laude y premio extraordinario, ha sido editada por la Universidad de Extremadura con formato de microfichas en 1999, evidenciando con ella que Antonio Salguero continúa firme en su sabio gesto de desbrozar caminos a nuestra filología. Sin duda esta obra supone su consagración literaria en el panorama de las letras extremeñas, que se afianza, estamos convencidos de ello, con su Gévora Estudio de una revivía poética de Extremadura por el que tanto a él como a la Diputación Provincial de Badajoz felicitamos y quedamos agradecidos.

Francisco López‑Arza.

Badajoz, 17 mayo 2001

Fotografía cabecera: Teatro romano de Regina, en la localidad de Casas de Reina