Himenea en el teatro de Bartolomé Torres Naharro
Vamos a ahorrar al lector la introducción de esta pieza teatral, pues ya ha sido presentada dentro de la obra teatral de Bartolomé Torres Naharro en el estudio precedente titulado “El teatro de Bartolomé Torres Naharro”.
De ahí que el siguiente estudio se centre en los aspectos característicos de la obra para analizarlos con detenimiento y descubrir que Himenea es una joya de la literatura renacentista.
TEMAS
Cuatro son los temas principales que Torres Naharro trata en Himenea. Este número de asuntos, elevado para ser una obra corta, demuestra el ingenio y la capacidad de elaboración del autor para urdir una densa trama, que no tiene nada de superficial. Estos temas son el amor, el honor y la honra, la cobardía de los criados de Himeneo y la relación amos-criados.
El amor y el honor-honra son los fundamentales; de ellos predomina el primero, porque el sentimiento de honor en el Marqués aparece por la relación amorosa que se establece entre Himeneo y Febea. Los otros temas vienen provocados por los principales: los amores de los protagonistas, que se ven de noche con un riesgo, llevan a Boreas y Eliso a sentir miedo y cobardía y a mantener una relación especial con su amo. Lo mismo sucede entre el Marqués y su criado Turpedio.
El amor
En esta obra hay que distinguir tres tipos de relaciones amorosas. La principal es la que mantienen Himeneo y Febea, porque es el punto central de la obra. La secundaria es la de Boreas y Doresta, pues surge a la sombra de la de sus amos. Y la marginal es la de Doresta y Turpedio, porque este es rechazado y el intento de relación fracasa.
El planteamiento de los amores de Himeneo y Febea se realiza inmediatamente en el mismo comienzo de la obra, a través de la técnica del “in media res” (recurso característico del Romancero, que muestra el conocimiento y el interés de Torres Naharro por los recursos de la poesía popular): Cuando la obra comienza, ya Himeneo está rondando la casa de Febea y, en los primeros versos, se conoce cuál va a ser el planteamiento de la obra (jornada 1) en este y otros aspectos.
En la jornada 2, continúa el planteamiento de la relación entre los protagonistas: Himeneo consigue hablar de lejos con Febea y concertar una cita para la noche siguiente. En la jornada 3, el discurrir lineal de esta relación se ve cortado, pues Torres Naharro “se olvida” de ella para centrarse en los amores de los criados. La relación entre la pareja de protagonistas emerge en la jornada 4 cuando Himeneo entra en la casa de Febea y el Marqués se dispone a irrumpir en el aposento de su hermana para sorprenderlos.
En este punto, Torres Naharro muestra su talento teatral, pues pocas obras como Himenea consiguen un momento de tan alto valor dramático por medio de una técnica (la llamaremos de “dramatismo in crescendo”), que consiste en elevar sobremanera, hasta el tono máximo, el dramatismo que se ha ido fraguando lentamente en la obra pues, en cuatro ocasiones, el autor retrasa la venganza del Marqués: una, en la primera jornada cuando deja para el día siguiente descubrir qué hace Febea; dos, cuando la noche posterior decide dejarlo para la siguiente; tres, en la jornada 3, olvidando este tema y centrándose en los criados exclusivamente y cuatro, cuando al final de la jornada 4, queda suspendida la entrada violenta del Marqués en la habitación de su hermana.
En la jornada 5, el tono dramático sube a su punto álgido al sorprender el Marqués a los enamorados, huir Himeneo, entablarse entre su hermana y él una fuerte discusión y estar dispuesto a matarla para culminar su venganza. Aquí Torres Naharro eleva a su tensión máxima la técnica comentada, pues la tensión del final de la jornada 4 se intensifica hasta el momento en que el Marqués va a asestar el golpe mortal a Febea y entonces aparece Himeneo. A partir de aquí la tensión dramática disminuye hasta desaparecer cuando se soluciona el problema entre la pareja de enamorados y el noble, que les da su consentimiento.
Torres Naharro cierra la pieza con la técnica del “final abierto”, porque los protagonistas, al terminar la obra, comienzan realmente sus relaciones amorosas. De ahí que Himenea pueda ser continuada en cualquier momento.
La obra goza de una perfecta organización de su tema principal a través del uso de varias técnicas: a)“In media res” (troducción), “ralentización de la acción“ (tres primeras jornadas) y “olvido de la acción principal” (tercera jornada) (Planteamiento). b) Dramatismo “in crescendo” (Nudo) y c)Final abierto (Desenlace).
El comienzo de los amores de Boreas y Doresta tiene su planteamiento en la jornada 1 (casi a la par que los de sus amos), cuando Boreas confía a su compañero Eliso que siente atracción por Doresta, criada de Febea. Llegan a su punto culminante en la jornada 3, cuando hablan y Boreas consigue que Doresta, al principio desdeñosa, le conceda una cita. Finalizan en la jornada 5 de una forma un tanto incierta: Primero, Febea da la posibilidad a Doresta de elegir entre Boreas y Turpedio pero, cuando se está decidiendo, Himeneo se ofrece a casarla y el asunto queda sin resolver lo que, sin duda, es un lapsus de Torres Naharro que no beneficia a la comprensión final de la obra.
Las pretensiones amorosas de Turpedio tienen un planteamiento fugaz, pues ocupan solo la última parte de la jornada 3, que tiene una extensión mínima, 59 versos, porque Doresta se encontraba predispuesta negativamente a no atender las pretensiones amorosas de Turpedio. Si se compara la escena en que Boreas se cita con la criada y la que sucede entre ésta y el criado del Marqués, se observa que tiene un comienzo idéntico destacando ambos la bella de la joven: Boreas –Doresta, señora mía, / guarde Dios vuestra beldad / y vuestra gentil manera (vv. 133-135, jornada 3, p. 214). Turpedio: –Beso las manos, señora / de mis secretos, por tanto / la muy hermosa Doresta (vv. 241-243, jornada 3, p. 217).
Pero la continuación es distinta. Mientras Doresta se muestra desconfiada por creer que Boreas lo dice por mofarse de ella y este no tiene más remedio que aguzar su ingenio y evitar que la cita acabe en fracaso (lo que consigue), Turpedio es bien recibido pero, cuando cree que su táctica funciona correctamente, Doresta le asesta un “golpe mortal” al poner en duda su hombría repetidas veces. Aquí Torres Naharro emplea una técnica “de cruce”, pues Boreas comienza mal y termina consiguiendo la cita y Turpedio comienza bien y finaliza con un fracaso.
A Turpedio no se le olvidará la derrota humillante y su aversión por Doresta y Boreas. Este rencor contribuye a aumentar la tensión dramática de la obra porque, al principio, Turpedio calmaba al Marqués pero, después de este hecho, lo azuza para vengarse de la humillación que le infringió la criada. Al final, sin embargo, Turpedio consigue recuperar en parte su dignidad pisoteada, cuando Febea en la jornada 5 da a Doresta la posibilidad de elegir entre Boreas y Turpedio y este se adelanta a rechazarla delante de todos: Marqués: –Pues señora, ¿qué remedio? Febea: –Que le demos a escoger; / porque ella tiene afición / a Boreas o a Turpedio”. / Turpedio: –Yo, señores, no la quiero”, (vv. 328-331, jornada 3, p. 235-236).
En esta relación amorosa participan seis de los siete personajes que actúan en la acción (Eliso se queda al margen), a través de la formación de dos triángulos amorosos. Uno, el formado por Himeneo, Febea y el Marqués pues, aunque es su hermano, actúa como un enamorado celoso que se interesa por la dama y, al no conseguirlo, intenta destruir el amor de la pareja. En esta ocasión, el conflicto no está provocado por el tema del amor sino por el del honor. El otro es el constituido por Boreas, Doresta y Turpedio. Cuando Doresta y Boreas se citan aparece un tercero, Turpedio, que pretende a la mujer y surge el conflicto aunque, en este caso, termina enseguida por el fulminante rechazo que sufre Turpedio por parte de Doresta.
Podemos notar que estos triángulos son simétricos, pues los personajes del triángulo A tienen su correspondiente réplica en los del B. Los primeros son los amos y los segundos los criados (Eliso hubiera estropeado esta perfecta simetría). La forma de actuación es muy parecida: Cuando Himeneo se entrevista con Febea, Boreas hace lo propio con Doresta. El marqués siente aversión por la relación de su hermana con Himeneo y Turpedio por la de Boreas y Doresta…
Esta identidad ha llevado a una parte de la Crítica a la afirmación de que los amores de los criados parodian (“Imitar burlescamente alguna obra seria”, dice el diccionario) los de sus amos y yo creo que esta hipótesis es solo cierta en una parte del término: En su sentido de imitación (pero no de los criados sino del autor, porque en toda la obra no hay ni un solo indicio de que los criados imiten conscientemente a sus amos), pero nunca en el de burla, pues ningún dato en la obra indica tal afirmación. Es cierto que, al principio, Boreas y Eliso no tomen en serio el amor de su amo por Febea, pero esta actitud desaparece enseguida cuando se dan cuenta de que se trata de un amor sincero.
Los amores de Boreas y Doresta son una manifestación de la cultura renacentista que daba derecho a los criados a amar igual que sus señores. Existe en la obra un comentario de Doresta muy significativo para corroborar esta afirmación: Boreas –Doresta, señora mía, / guarde Dios vuestra beldad / y vuestra gentil manera. / […] / Doresta –[…] no me motejéis; / que si otra vez lo hacéis / n´os placerá la respuesta. / Que aunque fea / no tengo invidia a Febea” (vv. 133-144, jornada 3, p. 214-215).
Esta advertencia no se volverá a escuchar con frecuencia en el teatro español, pues no es normal que una criada se atreva a compararse con su ama, aunque sí a imitarla. En Himenea, Doresta lo hace sin rubor y sin ningún tipo de prejuicios, pues estaba en pleno Renacimiento, en medio de un ambiente humanista.
Pero, si Torres Naharro es renacentista en este punto, no lo es en el tema de la presencia física de la dama y su criada: Febea es bella (lo dice Himeneo y lo sugiere Turpedio al Marqués) y, en cambio, Doresta, la criada, es fea (lo reconoce ella misma en los versos anteriores). Por tanto, el planteamiento es el tópico: Dama = bella; criada = fea.
Varias concepciones del amor aparecen en Himenea:
a) Concepción “biológica”: Es la primera que surge, expuesta por el rústico en el introito. Es una concepción puramente sexual en su sentido más primitivo: El amor no existe, solo hay un interés en llegar al coito. Es la pura relación que se basa en el “placer por el placer”: [Rústico:] –Quizá si el hombre la halla, / podrá sin mucho afanar / matalle la cachondez” (vv. 52-254, introito, p. 184).
b) Concepción romántica: Hay dos enamorados, Himeneo y Boreas, que mantienen una postura romántica en cuanto el amor que sienten por sus amadas respectivas. Se ha dicho que las relaciones amorosas de Himeneo y Febea son las propias del amor cortés pero, para que se puedan calificar como tales, la dama tendría que rechazar al amado: Febea no rechaza a Himeneo, enseguida le concede la cita. El enamorado debe sentirse morir de amor: Himeneo está idealmente enamorado, pero su idealismo se convierte enseguida en realismo, porque Febea lo acepta sin problemas. Lo mismo sucede con Boreas.
Amo y criado son representantes de una concepción espiritual del amor (no física), al considerar a sus amadas las más bellas y las dueñas de sus vidas, pero son románticos solo en esto, porque ninguno sufre al final por amor como le sucedería más tarde a los enamorados del Romanticismo: Boreas –[…] / Pornás en amor tu fe / y alabarás sus fatigas, / por mucho que agora digas / d´esta agua no beberé; / que por damas / honramos vidas y famas” (vv. 211-216, jornada 1, p. 196-197).
c) Concepción antifeminista: Esta postura se encuentra representada por Eliso que se muestra desconfiado frente a la mujer, pero parece ser que es una concepción teórica pues, cuando Boreas se cita y habla con Doresta, Eliso se impresiona por la habilidad de Boreas que logra convencer a Doresta, a pesar de que esta no lo recibió bien. Eliso basa su antifeminismo en la cita de un texto. Eliso: -¿Y no has leído aquel texto, / que maldito debe ser / hombre que en hombre se fía? / Pues si verdad es aquesto, / quien se fiase en mujer / muy maldito sería. (vv. 181-186, jornada 1, p. 196).
Por el contrario, Boreas representa la corriente feminista: Se muestra favorable a la mujer cuando asegura que los hombres honran su vida y su fama por las mujeres.
d) Concepción “práctica”: Representada por Turpedio, que se limita a cortejar a Doresta y no se sabe nada más de sus pretensiones aunque, por la actuación que realiza sirviendo de consejero al Marqués, podemos deducir que no llevaría malas intenciones con Doresta y, por supuesto, no siente el amor apasionado de Himeneo y Boreas, simplemente desea mantener una relación amistosa con una mujer sin más.
e) Concepción del “amor cortés”: Tanto en la actitud amorosa de Himeneo como en la de Boreas hay indicios del amor cortés, pero solo son pequeños detalles, no una concepción en toda regla: Himeneo se siente platónicamente enamorado de Febea, pues ya en el comienzo de la jornada 1 se encuentra muy atraído por Febea apenas sin conocerla: Himeneo: –Pero en mi primer miraros / tan ciego de amor me vi, / que cuando miré por mí / fue tarde para hablaros / hasta agora / que de mí sois ya señora (vv. 7-12, jornada 1, p. 191). Boreas, ante las ideas antifeministas de Eliso, le reprocha no conocer el amor y por ese motivo no saber que el enamorado hace lo que le manda el Cupido. Por tanto, está hablándole de la “ceguera” del que se siente enamorado, situación propia del amor cortés: Boreas: –Porque aquel que pena y muere, / si bien ama y es ansí, / no puede hacer de sí / sino lo que amor quisiere / desque dio / su libertad a quien vio” (vv. 199-204, jornada 1, p. 196).
Quizás la concepción más cercana al amor cortés se encuentre en Turpedio, que es rechazado por la mujer que pretende y actúa como su “enemiga”, a pesar de que él solo la desea servir: Turpedio: –Si a mí, señora, decís, / sé que me sois enemiga / porque os deseo servir. (vv. 256-258, jornada 3, p. 218).
En fin, son varias concepciones amorosas que Torres Naharro maneja y teje en Himenea. Otra muestra más de su talento teatral igual que, ya hemos visto, en el uso de varias técnicas en el planteamiento y evolución de la trama.
Los enamorados en Himenea se comportan de acuerdo con las características típicas del galanteo de la época, sin distinción de condición social: Boreas e Turpedio actúan de la misma forma que Himeneo: a)Tratan a la mujer de una manera exquisita, destacando su belleza (aunque como en el caso de Doresta no la tengan) y su gentileza, se dirigen a ella con delicadeza, aguzan su ingenio sobremanera. b)Se sienten siervos de la amada al concebir el amor como “dolor-placer”. c)Van a citarse con ellas en entrevistas nocturnas debido a varias razones: 1)Dificultad de las relaciones entre hombres y mujeres en aquella época. 2)Mayor eficacia literaria en las citas de noche que de día. 3)Costumbre de la época. 4)Hora apropiada de ocio, después de la jornada de trabajo. d)Conforman una estampa típicamente romántica. e)Las entrevistas suelen entrañar un riesgo, que los enamorados asumen o bien no son conscientes siquiera del peligro que corren.
El galanteo en Himenea es una forma de actuación típica del Renacimiento, en cuanto al idealismo que conlleva y al sentido democrático que iguala a los criados con los amos.
El honor y la honra
Es otro de los temas claves de Himenea, provocado por la actitud cínica del Marqués respecto a las relaciones amorosas de Himeneo y Febea, su hermana. Él exige a ella virtud y, en cambio, su conducta es de una inmoralidad extrema, pues el Marqués es mujeriego, trasnochador, camorrista, alborotador, jugador. Marqués: -Bien me place el festejar, / mas no en mi casa, par Dios: (vv. 253-254, jornada 1, p. 198). Marqués: –Dame un poco ese laúd, / iré tañendo quequiera. / Forsa aquella escopetera / que querrá hacer virtud. (vv. 307-310, jornada 1, p. 199).
Realmente esta actitud maniquea del Marqués es la que hace evolucionar la trama de la obra que llega a su punto culminante en la jornada 4 y aumenta al máximo hasta terminar plácidamente en la jornada 5.
El objetivo que Torres Naharro persigue al tratar este tema no es otro que el de presentarlo hiperbólicamente para indirectamente criticar una actitud demencial ante un “valor” (mal entendido) de su época que, a un humanista como él, le preocupaba. De ahí que, para el autor extremeño, el honor no sea simplemente un tema literario sino una actitud humana ante la vida: el honor para él no es como lo entiende el Marqués, es decir, como opinión de los demás; de ahí que para este la única solución existente es la venganza. En cambio, para Torres Naharro, el honor es equivalente a virtud propia, a bondad personal, a conciencia limpia, valores que el Marqués no posee.
Cuando este en su arrebato se dispone a lavar su honor (que cree erróneamente manchado) a través de la muerte de su hermana, no está haciendo más que suscitar en el público un sentimiento de repulsa contra un concepto mal entendido y que se daba frecuentemente en la realidad. También deducimos que tampoco el Marqués concibe correctamente el concepto del honor, porque en ningún momento piensa que puede haber un amor sincero entre Himeneo y Febea: Marqués: -[…] / porque tras d´este cantar / yo sé bien que más de dos / se quedan después llorando. (vv. 256-258, jornada 1, p. 198). Su concepto del amor es el de la relación estrictamente sexual con las prostitutas, lo que le lleva a una desconfianza general de la mujer, a la que concibe como un simple y débil objeto de placer. Cuando Himeneo sinceramente pretenda a su hermana, su mecanismo hipócrita de defensa se pondrá en marcha y no pensará siquiera que los dos se quieren, son jóvenes, pertenecen a la misma clase social…
De todas formas, olvidando por un momento el cinismo del Marqués, sigue sin resolverse hoy día lo que le preocupaba, pues los resultados de la relación amorosa en la mujer son palpables (embarazo), sin embargo en el hombre, no. Y esto es lo que intranquiliza sobremanera al Marqués que tiene la misma preocupación normal de cualquier padre, madre o hermano de hoy día, igualmente dependientes de la opinión de los demás. Por esta razón, bien pensado, Himeneo y Febea tienen buenos propósitos, pero es humano que el Marqués, tutor de su hermana, se preocupe de lo que puede suceder en las citas nocturnas, que celebra Febea con su amado. Lo que no es justo de ninguna manera es la forma irreverente e inmoral de la que hace gala el Marqués, que le quita toda razón cuando se preocupa con exceso de Febea y, sin embargo, no recapacita sobre su actuación incorrecta.
El Marqués y Febea son los personajes, que intervienen en este asunto directamente. El problema surge solo entre los dos; el resto de los personajes actúa al margen de este asunto como meros espectadores: el mismo Himeneo ni siquiera está presente en el momento crucial.
El planteamiento del tema comienza en la jornada 1, va creciendo con intensidad en la 2, queda olvidado en la 3 por la misma razón que apuntamos en el tema del amor, para resurgir con fuerza y quedar suspendido en la jornada 4 y subir a su punto más dramático y atemperarse en la jornada 5. El planteamiento y la evolución de este tema, que son perfectos, ya se comentó junto al desarrollo de las relaciones amorosas.
Las técnicas, que emplea Torres Naharro para hacer evolucionar el tema del honor, se pueden definir como “técnicas del suspense” y “técnica in crescendo”: la primera porque, durante las tres primeras jornadas, el autor aplaza en varias ocasiones la solución del tema (en la primera, lo deja para la segunda; en esta, para la siguiente y, en la tercera, la olvida). La segunda técnica porque, en pocas obras, una acción dramática sube de tono tan vertiginosamente para quedarlo suspendido en su mismo vértice durante un corto espacio de tiempo, que se hace interminable.
El tema del honor y del amor van íntimamente relacionados pues, por separado, no tendrían sentido ninguno de los dos: el primero quedaría, tal y como está planteado, sin fuerza alguna, porque lo que le da emoción es el conflicto que provoca. El segundo se presentaría como un simple sermón más propio de un púlpito que de un escenario. Febea tiene la ocasión de defender su sincero amor, cuando su hermano quiere recuperar su honor no perdido; en cambio, Febea con su segura actitud queda dignificada y el Marqués, ridiculizado.
Es, en definitiva, la función que cumplen estos temas. El primero, realzar el amor verdadero; el segundo, criticar duramente el honor mal entendido. Un resultado nada pobre si tenemos en cuenta que, por ejemplo, en El alcalde de Zalamea, una obra maestra del teatro barroco, Calderón trata solo y exclusivamente el tema del honor.
La cobardía de los criados
Es un asunto que, en un principio, parece que no es posible calificarlo como tema, pero se cambia de idea cuando se observa el interés de Torres Naharro por él, al plantearlo desde el mismo comienzo de la obra: Boreas insiste una y otra vez a Himeneo que es mejor irse de la calle de Febea. Poco después (sigue en la jornada 1) habla Eliso y vuelve a insistir sobre el asunto: Boreas: -A fe que estás conmigo, / hagamos, por nos salvar, / como dos buenos hermanos; / huyamos de esta congoja / y apartémonos del mal; / que, a la fe, todo lo ál / es andar de mula coja. (vv. 112-118, jornada 1, p. 194).
En la jornada 4, Torres Naharro vuelve a retomar el tema y a llevarlo a su punto más álgido: Boreas y Eliso guardan la calle, mientras Himeneo se ve con Febea. El miedo de Boreas es atroz, se lo contagia a Eliseo y huyen dejando incluso la capa a conciencia para escapar más deprisa: Boreas: -¿Y la capa? / ¿Qué dirán si se me escapa? Eliso: -Para la capa ternás / dos mil excusas sobradas / para no poder salvalla; / que, si quisieres, dirás / que jugando a cuchilladas / te fue forzado dejalla. (vv. 107-114, jornada 4, p. 224).
Por tanto, a Torres Naharro le interesa fijar la atención del espectador en este tema que, después de indagar, se advierte que se debe a varias razones:
a) La cobardía de los criados sustenta la comicidad de la obra, aspecto que está muy bien conseguido, porque es más verosímil que unos criados tengan miedo que estuvieran mostrando valor en el momento de fraguarse el drama: Boreas: -Tengo tan poco sentido / y estoy tan fuera de mí, / que por no me ver aquí / no quisiera ser nacido. (vv. 55-58, jornada 4, p. 222).
Este recurso es bastante ingenioso, porque en la obra existen momentos cómicos, pero que no desmerecen ni afectan negativamente a la trama dramática principal, con lo que Torres Naharro consigue que tragedia y comedia convivan equilibradamente e, incluso, que la comicidad ayude a aumentar la tensión dramática pues, por un lado, en un principio sabemos que el amor de Himeneo y Febea implica un riesgo para él y sus criados (lo que da más valor y sinceridad al amor de Himeneo) y, por otro, huir los criados en la jornada 4, cuando Himeneo está con Febea y dejar el camino expedito, es lo que provoca que Himeneo, sorprendido, huya y se produzca el momento cumbre de la obra, en que Febea queda a solas con su hermano.
Boreas y Eliso, sin embargo, comienzan aparentando mucho valor como si del “miles gloriosus” se tratara, aunque menos exageradamente. De todas formas, es una actitud hipócrita delante de su amo que, indirectamente, los llamó cobardes; este comentario los hace envalentonarse y asegurar que son capaces de enfrentarse a un grupo numeroso de enemigos: Himeneo: –Pues catad q´estéis velando, / porque vernán más de dos. Eliso: –Vengan diez, cuerpo de Dios, / que no se irán alabando. Boreas: –Ya viniesen, / con tal que no nos huyesen. (vv. 91-96, jornada 1, p. 193).
b) La actitud miedosa de los criados no es solo por pura cobardía, sino también por un planteamiento realista de su situación. Cuando en la jornada 2, Boreas pide a su amo una recompensa, lo hace a cambio de un trabajo realizado (acompañarlo y protegerlo) y cuando Eliso lo rechaza, en nombre de los dos, Boreas, en la jornada 3, le reprocha severamente su actitud: Boreas: […] / porque es un necio grosero / quien puede tener dos capas / y se contenta con una. (vv. 40-42, jornada 3, p. 212). Boreas: […] / debemos con dambas manos / recebir lo que nos dan / y aun pedir lo que les queda. (vv. 76-78, jornada 3, p. 213).
Esta actitud práctica de la vida es propia del Renacimiento, contraria al idealismo, que será criticado por esas fechas en el escudero de El Lazarillo de Tormes. Boreas no pide nada injusto, pues a un trabajo le corresponde un sueldo, que debe ser más alto si tiene riesgo; de ahí que Boreas diga a Eliso: Boreas: –Vivamos sobre el aviso, / que sin duda el hospital / a la vejez nos espera. / Por lo cual te cumple, hermano, / que sin vergüenza ni miedo / cuando te dieren el dedo / que abarques toda la mano. (vv. 100-106, jornada 3, p. 213-214).
c) El interés práctico de Boreas, en parte porque tiene miedo y da a su trabajo de protector más alcance, lleva a plantear un tema que pocas veces ha sido criticado: la tiranía y tacañería de los amos con los criados: Eliso: –Todos hacen padecer / los servidores leales / y van a ser liberales / con quien no lo ha menester. (vv. 67-70, jornada 3, p. 213). Esta actitud crítica es propia también del Renacimiento. Torres Naharro no es la primera vez que la cuestiona, pues ya en Soldadesca criticó el maltrato que los capitanes (que se pueden comparar con los amos) daban a sus soldados que, además, no cobraban cuando era su único medio de vida.
Muchas son, por tanto, las deducciones que se sacan de la cobardía de los criados. En su tratamiento se observa una vez más la capacidad teatral del autor extremeño y el acierto de la opinión de la Crítica, que califica a Himenea de extraordinaria obra dramática por el talento que encierra.
La relación amos-criados
Todos los personajes principales tienen criados: Febea a Doresta; Himeneo a Boreas y Eliso y el Marqués a Turpedio. Entre ellos se establecen unas relaciones, que derivan de los temas tratados: Doresta ayuda a su ama y Febea, a que se pueda encontrar con Himeneo. Este es acompañado por sus criados que, en teoría, lo protegen. El Marqués es acompañado, protegido y aconsejado por Turpedio en su “recuperación del honor” que cree perdido.
De los cuatro criados que aparecen en Himenea, teniendo en cuenta la intervención en los temas tratados en la obra, Boreas es el más representativo (protagoniza el tema de la cobardía y es una réplica de su amo en las relaciones amorosas). Después le siguen en importancia Turpedio (un buen criado, listo, valiente), Doresta (una difícil enamorada) y Eliso (un joven criado inexperto, que es la sombra de Boreas).
Llama la atención que al galán sea el único de los tres personajes principales al que el autor le coloca dos criados, que son diametralmente opuestos en los dos temas que intervienen. La razón puede ser que quiera presentarnos dos posturas distintas ante dos temas diferentes, con lo que imprime un valor más universal a la obra.
Las posturas de los criados, ante los distintos temas de la obra, son distintas:
a) En cuanto a la relación con sus amos: Boreas es el criado realista, práctico, que es consciente de estar realizando un trabajo (además peligroso), por el que debe recibir una recompensa a cambio, entre otras cosas porque piensa en su futuro. Eliso, sin embargo, es el criado idealista, fiel a ultranza a su amo, que rechaza los regalos que este le ofrece. Boreas le reprochará ese desprendimiento y le hará ver el error de su actitud; Eliso, al final, le da la razón. Boreas volverá a influir sobre este cuando llegue el momento de huir.
Se observa en los criados una falta de respeto a su amo en dos momentos: 1) Cuando, al principio, se burlan de Himeneo al verlo tan enamorado y lo tachan de loco; este, incluso, tiene que insultarlos para imponerse: Boreas: -¡Aun ahora comenzamos, / y tantos duelos tenemos? (vv. 25-26, jornada 3, p. 213).
2) Cuando Himeneo se cita con Febea y huyen en vez de guardar la calle. El caso es que luego Himeneo no les reprochará su actitud, no sabremos cómo lo encontró ni dónde.
Himeneo es el típico amo que se ocupa solo de sus asuntos pero trata bien a sus criados, aunque Boreas tuvo que recordarle que les había prometido un regalo; en ese momento, Himeneo se dispuso a dárselo y les promete más.
La relación entre Himeneo y Boreas-Eliso evoluciona desde la burla de estos, pasa por el convencimiento de que su amo está loco y se deciden a abandonarlo (impulsados por el miedo), aunque después regresan.
b) En cuanto al tema del amor, en un principio la actitud de Boreas y Eliso con su amo es de burla por dos motivos: 1) Himeneo está tan enamorado que resulta un tanto ridículo oírle que se muere de amor: Himeneo: –Habéisme muerto de amores / y dejáisme aquí en la plaza / donde publique mis yerros, / como aquellos cazadores / que desque matan la caza / la dejan para los perros. (vv. 13-18, jornada 1, p. 191). 2) Boreas y Eliso enseguida se dan cuenta de que ese asunto implica un riesgo y no están dispuestos a afrontarlo y, sobre todo, si es a cambio de nada: Boreas: –Aunque te sepa enojar, / haremos bien de nos ir. Himeneo: -¿Y es tiempo d´ir a dormir? Boreas: –Y aun ora de levantar. (vv. 43-46, jornada 1, p. 192).
Posteriormente, azuzados por la acusación de Himeneo que los llama cobardes, se arman de valor y lo acompañan pero, después que Eliso rechaza los regalos de su amo, Boreas convence a su compañero de que lo mejor es escapar. Una postura deshonrosa, que contrasta con el sentido acentuado del Marqués por su honor: Este se ve obligado por la sociedad a vengarse para recuperarlo, en cambio aquellos no tienen que cumplir con nada ni con nadie y, sin ningún rubor, huyen.
Este puede ser otro objetivo perseguido por Torres Naharro para, por un lado, conseguir la comicidad comentada y, por otro, ridiculizar aún más la postura exagerada del Marqués defendiendo su honor. Con este quizás el autor extremeño quiera hacer reflexionar sobre si realmente el honor existe y, si existe, qué es en realidad. Lo mismo puede suceder con el tema de la fidelidad de los criados a sus amos, al cuestionarse el límite de la fidelidad y la respuesta sería que se puede ser fiel a cambio de algo y hasta cierto punto, pues ser fiel por nada y con riesgo de la propia vida, no es razonable. No olvidemos que Himeneo, ciego de amor, se arriesga por su amada y nunca pensó en que la ira del Marqués llegara a tanto; sin embargo, los criados, “con los pies en la tierra” y sin motivación alguna, sabían el riesgo que su trabajo entrañaba.
De los criados, de Doresta es de la que menos se cuenta respecto a la relación con su ama. Solo sabemos que es criada de Febea, que es pretendida por Boreas y Turpedio y que está ducha en los requiebros de amor. A Boreas lo hace pasarlo mal al principio, pero luego este la seduce con maestría; en cambio, Turpedio se deja atrapar por la experiencia de Doresta en el lenguaje amoroso y fracasa.
Solo en una ocasión aparece la relación de Doresta con su ama, comentada por ella misma, cuando en la cita con Boreas se molesta, porque piensa que se está burlando de ella al alabarle virtudes como la belleza y la compostura, propias de una dama, aunque Doresta no duda en compararse con Febea.
La relación de Turpedio con el Marqués es la propia de un señor con su criado: de distanciamiento, a pesar de que el criado se muestra un buen consejero y consigue en varios momentos que su amo medite lo que va a hacer. Los consejos de Turpedio, que calman a su señor, es un recurso empleado por Torres Naharro para ralentizar la evolución de la acción dramática y conseguir la tensión adecuada en el momento justo.
La relación distanciada se debe a que, a pesar del buen servicio que le da Turpedio (es el criado más completo de la obra) al Marqués, cuando llega el momento de que este lo ayude, recibe un insulto. Esto sucede cuando, al final, Febea da la posibilidad a Doresta de elegir, Turpedio declara que no la quiere y el Marqués, sin preguntarle por qué dice eso, lo reprende con desprecio: Turpedio: –Yo, señores, no la quiero. Doresta: -¡Malos años para vos! Turpedio: –Pues ¡voto al cuerpo de Dios! Marqués: –Calla, rapaz majadero. (vv. 331-334, jornada 5, p. 236).
PERSONAJES
Siete son los personajes que aparecen en Himenea; tres nobles y cuatro criados. Resulta difícil dividirlos en principales y secundarios porque, al ser pocos, la mayoría intervienen en la acción con parecida asiduidad. No obstante, van a ser calificados de esa manera, teniendo en cuenta el grado de participación de cada uno en la trama: Himeneo, Febea, el Marqués, Boreas y Turpedio (principales). Doresta y Eliso (secundarios).
De los principales, los tres primeros actúan decisivamente en la trama: Boreas no tanto, pero soporta el tema de la comicidad y el del miedo y Turpedio influye, como se ha visto, decididamente en la ralentización y posterior dramatismo de la obra. Los secundarios realizan una actuación un tanto marginal: Doresta solo aparece en sus citas con Boreas y Turpedio y Eliso es la sombra de Boreas y su “discípulo”.
La caracterización, que hace Torres Naharro de cada uno de ellos, es moral y síquica únicamente, porque no facilita otros datos de tipo físico o social. En este punto, se debe suponer que Himeneo y Febea son jóvenes y nobles. El Marqués, mayor que su hermana, y ostenta un título nobiliario. Boreas, debe ser mayor que Eliso, porque este se muestra menos experimentado y se deja influir por él. Turpedio debe ser de la edad de Eliso (el Marqués lo llama “rapaz”) y Doresta será joven como Febea.
A través de los breves datos que de los personajes ofrece el rústico en el introito y otros que expurgamos de ellos en los diálogos de la obra, pueden ser definidos de la siguiente manera, en el orden que han sido calificados:
– Himeneo: Galán, enamorado de Febea. Es un caballero, joven, de buena presencia, sincero en el amor que siente por Febea. Muy idealista y tan enamorado que provoca las burlas de sus criados y, después por su temeridad al no calcular el riesgo, el miedo más atroz en ellos; hecho que no detecta y se muestra excesivamente confiado en sus criados (lo que viene a aumentar la tensión dramática). Pero cuando tiene que enfrentarse al Marqués y Turpedio y defender a Febea y su amor, lo hace con seguridad y valentía.
Himeneo se distingue de los otros enamorados típicos de la Literatura española como, por ejemplo, Calixto de La Celestina, en que se muestra más digno en su actuación, no tan extremadamente afectado, ni tan sensual como el amado de Melibea. Himeneo es un enamorado más natural y realista, si salvamos las primeras intervenciones en que se muestra tan artificial como Calixto. En el momento clave actúa de una forma inteligente y práctica: primero, porque viéndose en inferioridad numérica va a buscar ayuda y, después, porque adopta una postura no de enfrentamiento sino de consenso, al calmar al Marqués y proponerle solucionar la situación con sentido común, empezando por reconocer que era justa la preocupación del Marqués por su honor, quizás porque él era también caballero y comprendía que el noble estaba obligado a actuar como lo hizo por el código del honor de la época, que lo arrastraba a la venganza.
– El Marqués: Hermano de Febea. Es un trasnochador, juerguista y mujeriego. Se muestra muy preocupado por su honor, no porque sea contrario a que su hermana se relacione con Himeneo, sino por la consecuencia que pueda traer esa relación, que se celebra de noche y, por tanto, a escondidas y teme que acabe con la honra de Febea y con su honor.
El Marqués no es tan despreciable como lo califican algunos críticos, que lo ven como el hipócrita por antonomasia. El Marqués es un producto de la sociedad, dominada por los hombres, donde el libertinaje en el varón era visto como un símbolo de virilidad y, en cambio, la liberalidad en la mujer llevaba irremediablemente a la deshonra.
El Marqués sería despreciable si se hubiera opuesto al amor de dos jóvenes, pero lo único que le molesta es que se citen a escondidas y de noche; cuando Himeneo y Febea “legalicen” su situación, él los aceptará sin oposición alguna.
En la defensa de su honor, el Marqués se muestra altivo, agresivo y temerario, aunque actúa con precaución al ser consciente de que corre peligro cuando se enfrente a Himeneo, pero lo asume por su honor. Por este motivo se debe reconocer su valentía y sus fuertes convicciones (a pesar de que esté confundido), pues no actúa por fanatismo ni por un sentimiento del honor injustificado, como se ha visto, su actuación es la que exigían las normas sociales de la época en este caso.
– Febea: Es la dama enamorada de Himeneo y hermana del Marqués. Poco sabemos de ella hasta la última jornada, pues solo aparece en la cita con Himeneo y apenas actúa; entonces se muestra enamorada y receptiva concediendo la cita a su amado. Pero, cuando la conocemos, es en su enfrentamiento en el Marqués, momento en que se muestra como una joven valiente, llena de entereza y seguridad, con una fuerte convicción en su sentimiento amoroso, que no decae lo más mínimo cuando Himeneo desaparece sin explicación alguna y, por si fuera poco en situación tan tensa, se declara su mujer ante Dios, cuando esta declaración podía haber supuesto su final.
Febea actúa inteligentemente, cuando trata de compadecer al Marqués y lo consigue como declara este, aunque no cede en su deseo de matarla por creer que en su venganza se encuentra la limpieza de su honor. Febea en su forma libre e independiente de actuar se presenta como una mujer renacentista, a la que no le importa declarar su amor sinceramente y lamentarse de no haber gozado de Himeneo; otra declaración que podía haberle costado la vida a manos de su violento hermano.
Al final de la obra de nuevo, Himeneo declara que ya son marido y mujer ante Dios. Torres Naharro a través de la pareja, vierte en este punto unas ideas claramente erasmistas, puesto que quita autoridad a la Iglesia y concede validez al matrimonio sin pasar por ella, solo con el consentimiento sincero de los enamorados. También es erasmista la lucha que se entabla entre el sentimiento y la razón de Febea, cuando cnfiesa a su hermano el deseo sensual que ha sentido por Himeneo y se lamenta de no haberlo gozado, al actuar seguramente llevada por su razón.
– Boreas: Criado de Himeneo. Personaje importante en la obra por su riqueza cómica. De él se debe hacer una doble descripción, porque en los dos temas que participa (la cobardía y el amor) actúa de forma distinta. En el primero, sufre una evolución desde la fanfarronería al miedo más acusado, pasando por la hipocresía, la mentira, el interés y una postura práctica. Al principio aparenta, delante de Himeneo, fortaleza, pero es por pura hipocresía: No le importa mentir. Después cuando Himeneo concierta cita con Febea, aprovecha la ocasión de la alegría de su amor para pedirle los regalos prometidos y aquí muestra su interés. Pero, cuando Eliso los rechace, se mostrará práctico y se convencerá de que el riesgo de guardar a Himeneo puede acabar en tragedia para él, entonces comienza a ponerse nervioso y acaba siendo tan cobarde que llega hasta el ridículo más cómico.
En el segundo tema, el del amor, en cambio, se muestra más experimentado y seguro. Boreas es enamoradizo, idealista como su amo, favorable a la mujer y ducho en los requiebros de amor. Su maestría en convencer a la difícil Doresta asombra no solo a Eliso sino también al espectador, que reconoce lo complicado de la empresa y su maestría al triunfar.
La escena de la conversación entre Boreas y Doresta es una pequeña joya del teatro renacentista por la agilidad del diálogo, la maestría en el flirteo entre ambos y la lucha amorosa que se entabla. No obstante, al final de la obra, cuando Febea le da a Doresta la posibilidad de elegir, Boreas debía haber intervenido para inclinar la balanza a su favor, pero el asunto queda en el aire y no se redondea la brillantez de la disputa amorosa de la tercera jornada como hubiera quedado redonda.
Boreas influye decisivamente en Eliso; primero, en convencerlo en que lo más razonable es huir que enfrentarse a la muerte y, segundo, en su concepción del amor (la de Eliso era contraria). También, a través de Boreas, se plantea una situación que Torres Naharro había expuesto en su Soldadesca: la necesidad, en las personas sin recursos, de realizar trabajos para los que no tenían actitudes pero, que se veían obligados a aceptarlos para sobrevivir (Boreas es un simple criado, no un guardián ni un matón. Uno de los soldados de Soldadesca declara tristemente servir en el Ejército para dar de comer a su “hijitos”).
-Turpedio: Es el criado del Marqués. Definido en el argumento por el rústico como “osado, muy discreto y bien criado” (vv. 203-204). Es, en realidad, un escudero más que un criado, porque Turpedio conoce su oficio de guardián. Es valiente, buen consejero, comprensivo con la actitud de Himeneo y Febea, discreto y realiza una función clave (ya comentada) en la evolución de la trama. Pero sus buenas maneras, su control y sus acertados consejos desaparecen cuando Doresta lo rechaza; entonces parece como si su bondad sufriera un duro revés no solo a mano de una despectiva mujer sino del mundo y su resentimiento con Doresta se vuelve agresividad contra todo.
Lo mismo que no se entiende bien por qué Torres Naharro queda pendiente la elección de Doresta entre Boreas y Turpedio, tampoco sabemos qué razón lo llevó a ridiculizar a Turpedio a manos de Doresta. La explicación puede ser que Boreas fue antes aceptado por la criada y uno de los dos tenía que ser rechazado, pero más lógico hubiera sido que el elegido hubiera sido Turpedio por sus valores personales y no Boreas que, aparte de no merecerlo, no encaja en su doble papel de cobarde y buen enamorado, porque estos conceptos no se corresponden de ninguna manera. Así Torres Naharro hace brillar en el amor a un cobarde y fracasar a una persona que se merecía el triunfo, trastocando los esquemas lógicos de una obra, que pretende destacar el bien y los valores personales.
-Doresta: Igual que su ama, apenas la conocemos hasta que habla con Boreas en la tercera jornada, entonces se muestra como una mujer independiente, consciente de su propio valor (no por el de Febea), altiva (no admite ser minimizada frente a su ama), punzante con Boreas y, sobre todo, con Turpedio, con el que llega, incluso, al insulto más hiriente.
– Eliso: Criado de Himeneo, es la réplica de Boreas, que influye en él negativamente en el tema de la cobardía, porque Eliso al principio actúa legalmente e incluso rechaza los regalos de Himeneo por fidelidad a su amo, mostrándose como un sentimental idealista. Pero Boreas le llama la atención y le hace ver que su postura los perjudica; entonces Eliso comienza también a sentir miedo y no tiene recelo a la hora de huir.
Sin embargo, Boreas influye en él positivamente en el amor, porque Eliso es un realista predispuesto por el antifeminismo que ve en la mujer un simple objeto sexual y un inexperto que no entiende ni tiene ideas propias. Eliso queda gratamente impresionado cuando, escondido, asiste a la cita de Boreas con Doresta y comienza a cambiar de idea respecto a la mujer. Eliso queda fuera de la acción en la última escena de la obra, cuando todos intervienen, menos él que asiste como un simple espectador.
En fin, no es cierto (al menos totalmente) que los personajes de Himenea sean meros estereotipos. Podemos observar cómo, por un lado, tienen identidad propia y, por otro, exceptuando a Himeneo (muy parecido en su postura amorosa al enamorado típico de la época) son personajes nuevos que actúan con independencia y experimenta nuevos sentimientos, que hacen de Himenea una obra dramática de singular importancia.
ESTRUCTURA
Himenea se estructura, aparte del introito y el argumento, en cinco jornadas que tienen una extensión muy parecida: Jornada 1: 312 versos. Planteamiento de los temas. Jornada 2: 19 versos. Desarrollo del planteamiento de los temas. Jornada 3: 300 versos. Planteamiento de la situación de los criados. Jornada 4: 168 versos. Desarrollo de los amores de Himeneo y Febea. Los criados huyen. El Marqués entra en la habitación de Febea. Jornada 5: 371 versos. Momento cumbre del tema del honor y del amor. Desenlace y final feliz.
Como se puede observar la extensión de la jornada 4 es la que desentona, pues queda muy corta (no llega a los 200 versos). La razón puede ser que el diálogo entre Himeneo y Febea es muy intenso y, como Torres Naharro se basa en esquemas y procedimientos del amor cortés, ampliarlos supondría repetir ideas y no hubiera sido una buena solución. De ahí que el autor extremeño lo deje en su esencia y la jornada resulte corta. De todas las maneras, esta hipótesis no justifica su corta duración, porque Naharro podría haberla hecho más amplia bien elaborando más la cobardía de los criados o bien intensificando el deseo de venganza del Marqués.
La última jornada es la segunda en extensión, pero muy cercana al resto; la pequeña diferencia en versos con las tres jornadas, que varían poco (unos 60 versos de media), está justificada por ser la jornada final, en la que se supone necesitaría algunos versos más para redondear el desenlace.
En la distribución típica de la trama teatral en planteamiento, nudo y desenlace entrarían las tres primeras jornadas (planteamiento), la 4 (nudo) y la 5 (desenlace), porque las tres primeras contienen el planteamiento general de la obra: Amores de Himeneo y Febea. Preocupación del Marqués por su honor (Primera); Himeneo y Febea se entrevistan de lejos (Segunda) y situación de los criados (Tercera). La cuarta es el culmen de la obra (Himeneo y Febea se entrevistan de cerca. El Marqués está dispuesto a solucionar su problema violentamente). En la quinta, la acción llega a su máximo grado de tensión. Se soluciona el conflicto.
Torres Naharro se limita a dividir la obra en jornadas, pero no cita nunca que estas se distribuyan en escenas y, sin embargo, se detecta su existencia en todas las jornadas como se puede comprobar en esta relación:
Jornada 1.- Escena (vv. 1-108): Himeneo se encuentra ante la casa de Febea declarándole su amor. Escena 2 (vv. 109-228): Boreas y Eliso acuerdan huir, Boreas cuenta a Eliso su amor por Doresta. Escena 3 (vv. 229-312): El Marqués y Turpedio acuerdan qué actitud tomar al día siguiente, cuando se encuentren con Himeneo rondando la casa de Febea.
Jornada 2.- Escena 1 (vv. 1-74): Himeneo y sus criados llegan a la casa de Febea con unos músicos, que cantan en nombre de Himeneo una canción y un villancico para ablandar su voluntad. Escena 2 (vv. 75-187): Himeneo y Febea hablan de lejos y conciertan una cita para la noche siguiente. Escena 3 (vv. 188-235): Himeneo quiere regalar su ropa a sus criados, pero Eliso lo rechaza. Los tres planean cómo van a actuar la noche siguiente para que Himeneo pueda verse con Febea. Escena 4 (vv. 237-319): El Marqués y Turpedio piensan un plan de actuación para la noche próxima cuando se enfrenten a Himeneo y sus criados.
Jornada 3: Escena 1 (vv. 1-132): Boreas reprende a Eliso haber rechazado los regalos de Himeneo. Eliso le da la razón. Doresta sale a la ventana. Escena 2 (vv. 133-228): Boreas habla con Doresta, que al principio se muestra desconfiada y después acepta la proposición de cita que le ofrece Boreas. Escena 3 (vv. 229-240): Eliso muestra la admiración que siente por Boreas, porque este ha conseguido con maestría concertar la cita con Doresta. Escena 4 (vv. 241-300): Turpedio habla con Doresta y esta lo rechaza con insultos que Turpedio encaja mal.
Jornada 4.- Escena 1 (vv. 1-25): Himeneo entra en casa de Febea. Sus criados se quedan vigilando. Escena 2 (vv. 26-120): Boreas y Eliso tienen miedo y huyen. Escena 3 (vv. 121-168): El Marqués y Turpedio entran violentamente en el aposento de Febea.
Jornada 5.- Escena 1 (vv. 1-216): El Marqués sorprende a Febea con Himeneo que huye. Se entabla una discusión dramática entre ambos: Ella defiende su forma de actuación y su amor con fortaleza y su hermano solo quiere matarla para lavar su honor que cree manchado. Escena 2 (vv. 217-371): Aparece Himeneo, habla con buenas razones al Marqués y todo termina felizmente. Himeneo se compromete a casarse con Febea. Termina la obra cantando todos un villancico.
Como se puede comprobar, existe una cierta regularidad en el número de escenas por jornada, pues tienden a una media de tres: Jornada 1: 3 escenas. Jornada 2: 4 escenas. Jornada 3: 4 escenas. Jornada 4: 3 escenas. Jornada 5: 2 escenas. Hay varias razones que llevan a pensar en la existencia de las escenas con la distribución que se acaba de citar porque, aunque faltan anotaciones del autor que las indiquen de alguna forma, existen “señales” que las marcan:
a) Normalmente “se indican” por un espacio en blanco, cuya función se detecta porque antes del blanco hablan unos personajes y después lo hacen otros distintos. Por ejemplo, en la segunda escena de la jornada 1, Boreas y Eliso están diciendo que van a almorzar. Espacio en blanco. Hablan Turpedio y el Marqués (es la tercera escena).
b) Con frecuencia existen en los diálogos unos datos orientativos que indican el final de una escena y el comienzo de la siguiente. Por ejemplo: Jornada 2, escena 1, vv. 68-74: Himeneo: –No más, señores, ahora; / dejemos para otro día. / […] / Cantor: Vamos. Cantor: Vamos. Himeneo: Id con Dios. [espacio en blanco] Jornada 2, escena 2, vv. 75-78: Boreas: -¡Ce, señor, buen tiempo tienes! Himeneo: -¡O mayor bien de los bienes! / ¿Es mi bien? Febea: Mas ¿quién sois vos?
c) Las salidas y entradas o cambios de los personajes en la escena suelen estar indicadas con claridad. Por ejemplo: Jornada 3, escena 2, vv. 225-228: Doresta: -Estad de buen corazón, / que Dios por todos murió. Boreas: –Pues, señora, / vos quedad mucho en buen hora. [espacio en blanco] Jornada 3, escena 3, vv. 229-235: Eliso: -Boreas, nunca creyera / que tanto bien alcanzabas / en este penado oficio. / […]. Boreas: –Vámonos, no nos tardemos. / […] [espacio en blanco].
Jornada 3, escena 4, vv. 241-244: Turpedio: –Beso las manos, señora / […]. Doresta: Señor, vengáis en buena hora / […].
d) La tercera y cuarta escenas de la jornada 3 está explícitamente separada por asteriscos. Existen otros asteriscos entre los versos 102 y 103 de la jornada 1 que en un principio parecían indicar el final de la escena, pero analizándolos parece que se trata de un error de copia, porque no tiene ningún sentido ni indican nada lógico, pues la escena claramente no termina donde están, sino seis versos más adelante.
VERSIFICACIÓN
Himenea está escrita en versos. La obra en sí consta de 1470 versos octosílabos y tetrasílabos aunque, si contamos los del introito y el argumento que suman 228 versos, la obra tiene en total 1698 versos octosílabos y tetrasílabos (excepto los once del villancico final que son hexasílabos).
Torres Naharro utiliza un solo tipo de estrofa, que aparece 138 veces y cuyas características son: 1.- Está formada por doce versos de arte menor. 2.-Son diez octosílabos, un tetrasílabo y un octosílabo. 3.- La rima, que es consonante, se distribuye así: abcabc deed ff. 4.- La estrofa está formada, por tanto, por una sextilla, una redondilla y un pareado: 8a8b8c8a8b8c 8d8e8e8d 4f8f. 5.- La estrofa, por la composición métrica y la distribución de la rima, es de pie quebrado, típica de la época en la que se solía combinar de forma distinta versos octosílabos y tetrasílabos a gusto del poeta (recordemos las Coplas de Jorge Manrique). Ejemplo:
Boreas: Pues, Eliso, hermano mío, 8a no te quiero ser muy luengo, 8b ni sé si te enojarás; 8c mas con lo que en ti confío 8a el gran amor que te tengo 8b te diré lo que oirás. 8c Por eso no te receles, 8d que los buenos servidores 8e han de ser a sus señores 8e muy leales y fieles; 8d mas no tanto 4f que se pongan del quebranto. 8f (vv. 1-12, jornada 3, p. 211) |
A pesar de la aparente monotonía que debía provocar el uso de la misma estrofa, repetida 137 veces, la obra no se hace monótona ni aburrida; es más, el espectador no tiene conciencia de que se está usando una y otra vez la misma estrofa.
Solo rompe esta regularidad una canción, que ocupa del verso 37 al 50 de la jornada 2; un villancico, que se extiende del verso 51 al 67 también de la misma jornada y otro villancico, que está situado al final de la obra (vv. 361-371, jornada 5). La canción y el primer villancico los cantan los músicos contratados por Himeneo y el segundo villancico es una especie de fin de fiesta, por medio del cual todos los actores se despiden del público.
La canción está formada por catorce versos de arte menor, de los cuales doce son octosílabos y dos tetrasílabos. La distribución de su rima es la siguiente: abbaa cddc abbaa (8a8b8b4a8a 8c8d8d8c 8a8b8b4a8a). Sus catorce versos están agrupados en una quintilla, una redondilla y una quintilla con la particularidad de que el primer, cuarto y quinto verso de las quintillas terminan en palabra aguda y el último verso de cada una es el estribillo.
El villancico, que sigue a la canción, tiene diecisiete versos de arte menor, de los que quince son octosílabos y dos tetrasílabos. Su rima es: -aa bccbbaa deeddaa (8-8a8a 8b8c8c8b8b4a8a 8d8e8e8d8d4a8a).
La composición se reparte en tres grupos de versos, cada uno de los cuales acaban en el estribillo (los dos últimos versos de cada grupo). El villancico que cierra la obra, consta de once versos hexasílabos de arte menor, cuya rima es abbcddccbb a.
LENGUAJE
En Himenea llama la atención su lenguaje ágil y fluido, que conforma unos dinámicos diálogos (solo Himeneo y Febea se extienden en largos parlamentos en momentos claves) y llenos de vitalidad en muchas ocasiones, como sucede en la escena entre el Marqués y Febea de la jornada 5, que llega a la brillantez en las consideraciones sobre la vida y la muerte: Febea: -Y no dejes de escucharme, / ni me matéis sin me oír, / que menos quiero vivir / aún que no queráis matarme; / qu´es locura / querer vida sin ventura. (vv. 103-108, jornada 5, p. 229-230).
Otros momentos destacados, en los que podemos degustar un lenguaje elaborado y rico, son las escenas amorosas repletas de razonamientos sobre el amor platónico, como se puede observar en la cita de Himeneo y Febea: Himeneo: –Ya sabéis que mis pasiones / no me mandan enojaros, / y no debéis escusaros / con escusadas razones, / de tal suerte / que me causáis nueva muerte. (vv. 170-175, jornada 2, p. 206).
Un momento especialmente atractivo por su lenguaje es la escena de la cita de Boreas y Doresta, donde se puede encontrar condensadamente todas las características citadas y otras como agilidad, brillantez, agudeza, vitalidad, requiebros, frescura, juegos de palabras…, ingenio en suma: Doresta: -¡Cómo puedo mal trataros / con palabras tan honestas / y por tan corteses mañas? Boreas: -¿Cómo ya no oso hablaros? / Que tenéis ciertas respuestas / que lastiman las entrañas. (vv. 169-174, jornada 3, p. 215).
El lenguaje de Himenea no distingue a amos de criados, pues todos los personajes se expresan con la misma corrección, facilidad y soltura, que se pueden comprobar en los textos citados. No obstante, se observa unas pequeñas diferencias entre el lenguaje empleado por la pareja protagonista y la pareja de criados, pero se pueden deber más a la naturaleza de los temas distintos tratados que a la diferenciación cultural y social.
Con frecuencia se utilizan dichos y refranes populares y, en un principio, parece que son los criados los únicos que los emplean pero, una vez localizados, se puede comprobar cómo este uso no es exclusivo de los criados sino también de los amos; por ejemplo, Marqués: –Antes, cierto, / huye de ser descubierto. (vv. 239-240, jornada1, p. 197). Marqués: -[…] / que en consejas / las paredes han orejas. (vv. 318-319, jornada 2, p. 210). Torres Naharro, con el empleo de los dichos populares, consigue un lenguaje más rico por ser especialmente expresivos y sugerentes.
No obstante, donde predomina el empleo de estos recursos populares, es en la escena 3, en que actúan solo los criados: Boreas: –Por lo cual te cumple, hermano, / que sin vergüenza ni miedo / cuando te dieron el dedo / que abarques toda la mano. (vv. 103-106, jornada 3, p. 213-214). Doresta: -¡Bueno es eso! / ¡A otro can con ese hueso! (vv. 155-156, jornada 3, p. 215).
En general, el lenguaje de Himenea se caracteriza por estar muy cuidado tanto en la forma como en el contenido; en este último aspecto solo hay que exceptuar el lenguaje soez del rústico y el insultante de la escena entre Doresta y Turpedio: Doresta: -[…] / que si a tu amo lo digo / te hará dar mil azotes, / que es castigo de rapaces. Turpedio: –Pues si alcanzarte pudiera, / por eso que agora dices / te cortara las narices, / ¡doña puerca escopetera! (vv. 292-298, jornada 3, p. 218-219).
Por los demás, en Himenea el lenguaje no tiene dificultad para el lector, pues está lleno de una sencillez y una claridad, que solo se complica algo en la imitación del lenguaje de Cancionero en las escenas amorosas, pero queda muy lejos de la dificultad y el caos del lenguaje primitivo y enrevesado de Soldadesca y Tinelaria.
TÉCNICA
Torres Naharro en Himenea hace gala de una técnica original variada y muy rica: in media res, final abierto… Himenea se desarrolla por medio del diálogo, que se caracteriza por ser ágil, expresivo, fresco, brillante, vitalista. Los diálogos se ven agrupados en las escenas comentadas en estructuras y van discurriendo sin sobresaltos, exponiendo la trama con claridad y seguridad constructiva, hasta llegar al punto culmen en el que el diálogo toma una fuerza y una consistencia dramática difícil de conseguir, para disminuir mansamente en el final feliz, que constituye un recurso técnico de gran valor: Torres Naharro consigue pasar del dramatismo más elevado a la tranquilidad más dulce en un corto espacio de tiempo sin que resulte artificial, produciendo en la mente del espectador un efecto positivo, al advertir cómo también podemos pasar de la tensión más dramática a la felicidad con un poco de sentido común y con ganas de llegar a entendernos.
La técnica más destacada (aparte de la que se acaba de comentar y de las estudiadas en otros apartados) es la calma con que el autor extremeño realiza el planteamiento de la trama a lo largo de las tres primeras jornadas (aplazando el desarrollo en varias ocasiones), la intensifica al máximo en las jornadas 4 y 5 y lleva a su desenlace en el último momento (jornada 5).
Torres Naharro emplea otros recursos técnicos a lo largo de la obra:
a)Comicidad: En toda la pieza, usa este recurso, sobre todo, a través de la cobardía extrema de Boreas que contagia a Eliso. Las escenas, donde estos dos criados se plantean huir y cómo hacerlo, resultan hilarantes; por ejemplo, cuando Himeneo seguro de sus criados entra a ver a Febea y estos, cada vez más atemorizados, terminan dejando hasta la capa para poder correr con más soltura: Eliso: –Para la capa ternás / dos mil excusas sobradas / para no poder salvalla; / que, si quisieres dirás / que jugando a cuchilladas / te fue forzado dejalla. / Porque los hombres de guerra, / para poderse valer, / primero de acometer / dejan la capa por tierra. Boreas: –Pues espera, / ¿tendréla d´esta manera? (vv. 109-120, jornada 4, p. 224).
Torres Naharro plantea este recurso de una manera que la comicidad forma parte de la obra, porque el miedo de Boreas y Eliso viene provocado por el discurrir de la acción, es decir, Boreas no es el encargado de poner pinceladas de humor aquí y allá como sucederá en la comedia nacional, en la que el gracioso resulta muchas veces cargante y poco real, porque solo está para eso y, en ocasiones, sus chistes no tienen gracia por estar fuera de lugar, colocados solo para provocar la risa en un público inquieto.
Sin embargo, Boreas es un personaje natural. Su miedo es humano y su huida lógica; no hace esto para provocar la risa sino para salvar su vida. Con su fuga intensifica más el momento dramático, porque al llevarse con él a Eliso, Himeneo queda desprotegido. Se produce así en el público un efecto sicológico doble y contradictorio. Por un lado, el espectador se ríe de la cobardía de los criados y, por otro, se preocupa de la situación complicada en que se encuentran Himeneo y Febea.
b)Torres Naharro, a veces, emplea recursos que son claras influencias de la Literatura de la época. Así, en las consideraciones que realiza Febea sobre la vida y la muerte, se observa una fuerte influencia de las Coplas de Manrique. Cuando Febea trata de enternecer a su hermano enfurecido, haciendo partícipe de su tragedia a las personas, animales, naturaleza… (vv. 139-156, jornada 5, p. 231), se nota un influjo de la lírica italiana y recuerda a algunos versos de Garcilaso y Fray Luis de León. Además, las escenas amorosas son adaptaciones de la poesía de Cancionero. De todas formas es normal que las empleara teniendo en cuenta el esfuerzo creativo que realiza a lo largo de la obra en otros aspectos que ya se han comentado.
c)Torres Naharro introduce, como luego hará la comedia nacional, dichos, refranes, una canción y dos villancicos (ya estudiados) con la acción principal, no solo porque se necesitaban en el lugar que aparecen sino también porque eran del gusto del público, cuya atención había que mantener.
d)Himenea es una pieza teatral sin escenografía y ni siquiera tiene anotaciones del autor. Esta falta la suple el autor extremeño con unos recursos que indican la conexión entre escenas (Boreas deja la capa en la escena 2 de la jornada 4 y Turpedio la recoge en la escena 3 de la jornada 4), el lugar donde se sitúa la acción (el Marqués y Turpedio quieren entrar en el aposento de Febea -vv. 151-154, jornada 4, p. 225-), paso del tiempo (Febea se despide Himeneo –vv. 186-187, jornada 2, p. 206-), cambio de escena (Doresta sale a la ventana –vv. 117-187, jornada 3, p. 214-) o movimiento de los personajes (en la jornada 2 sabemos que Febea aparece en la ventana porque Himeneo lo indica –vv. 71-73, jornada 2, p. 203-).
e)En Himenea existe una doble intriga: Por un lado, la de los amores de Himeneo y Febea y el deseo de venganza del Marqués; por otro, los amores de Doresta y Boreas y la cobardía de este. Dos intrigas que corren, unas veces, paralelas y otras se entremezclan, sirviendo de recursos intensificadores o ralentizadores de la acción dramática (la cobardía de Boreas intensifica y, en cambio la tercera jornada, dedicada exclusivamente a los criados y a los amores de Boreas y Doresta, ralentiza).
f)Himenea no termina con una tragedia como hubiera sido lógico. Torres Naharro la hace acabar “ilógicamente”, pero este aparente fallo se traduce en el ánimo del público positivamente y, en su sicología, acepta con agrado que el buen juicio haya evitado una situación lamentable.
En fin, Torres Naharro en Himenea vierte toda su capacidad creativa y todo su ingenio teatral, alto para un autor del primitivo teatro español que, por sus dotes personales, resulta original y brillante.
CONCLUSIÓN
Un vez terminado el estudio exhaustivo (aunque no definitivo) de Himenea, no queda duda de la enorme importancia de Torres Naharro para la formación del teatro español posterior. Los grandes autores teatrales del Siglo de Oro tuvieron, sin duda, que conocerlo y leerlo, porque en el autor extremeño existe un verdadero maestro del teatro de los futuros autores de la comedia nacional, por su maestría en tratar varios temas a la vez, el uso de múltiples técnicas paralelas y entrecruzadas, la variedad en los personajes, la comicidad incluida dentro de la trama, la independencia en los criados, la maestría en la evolución de la acción dramática, la creación de un momento trágico inigualable o el equilibrio en la solución de conflictos.
El valor de Torres Naharro aumenta no solo por lo se acaba de mencionar, sino también porque tuvo muy pocos modelos por los que guiarse y esta falta la supo suplir con un ingenio propio de autor original.
Los flecos apuntados a lo largo del trabajo en nada empañan el gran valor de Himenea, porque en esta obra experimenta y este riesgo tan valiente hace comprender que es lógico algún desliz, pues los que no se arriesgan experimentando, que es lo fácil, nunca se confunden, pero de esta manera el teatro no hubiera evolucionado jamás y, sin embargo, por el esfuerzo de Bartolomé Torres Naharro junto al de otros, la literatura española gozó durante más de un siglo de un teatro que fue modelo de la literatura mundial.
BIBLIOGRAFÍA
-Alborg, Juan Luis: Historia de la Literatura Española. Tomo I: Edad Media y Renacimiento, Madrid, Gredos, 1975.
-Gillet, Joseph E.: “Torres Naharro y la tradición teatral”, en Historia de la Literatura Española. Tomo III: Siglos de Oro: Renacimiento, Barcelona, Crítica, 1980, pp. 553-558.
-Mcpheeters, D. W.: Comedias (Soldadesca, Tinelaria, Himenea) de Bartolomé Torres Naharro, Madrid, Clásicos Castalia, 1973.
Antonio Salguero Carvajal
Fotografía cabecera: Detalle de paraje Los Barruecos, Malpartida de Cáceres