Inefable domingo de noviembre
INEFABLE DOMINGO DE NOVIEMBRE [1] A Ángel A Myriam Joaquina y Jesús [2] HOY ES AYER [3]
I HOSPEDAJE DE LUZ [4] PERFIL DE NOCHE Es de agradecer haber despertado una vez más, siempre única, a Dios. Cautivos estamos, noche aún, maitines, frío recogido en rincones de plazuelas, penumbras de nostalgias, en celosa armonía de perfiles. Desnuda vida de sábanas, sudario de lecho desvelado, por si estuviésemos muriéndonos en ellas. Filo de amanecer, en surcos arrincona viento suave, imágenes de antes. Supervivencias dejadas al olvido cuando vamos sin saber adónde. Ojos, nace la mirada, abandonan el cuerpo a la casualidad de lo encontrado. La palabra es gesto donde quisiéramos otra manera de escuchar contemplando ratos no poseídos que fueron recuerdos vaciados que otro hombre no dijo. Nos encontramos con quien nos esperaba en la puerta de la melancolía velando el ritmo donde no sabemos cuándo estuvimos solos. Sencillamente unidos.[5] Murmullos orillan una pasión[6] que crece cuando avanzas a tientas, navegando contenidos de secretos, nombres inefables, inmersos en el recuerdo no nacido. Y no supimos nada más. Surgen tapices, arboledas, donde paisajes y hombres se conjugan en suntuoso latir. Sombra que cubre cuerpos de gentes, volumen de enamorado viento, publica desengaños, noticias de cosario, estrellas, dudosas y trémulas siluetas esparcidas en suelo manuscrito.
Contagiamos sorpresas y misterios. Ropa interior del aire colgada en las llanuras y en tremendas montañas dilatadas. Dentro, algo que no acaba de decir identidades; tejados, tapias, calles, transeúntes emparedados asilos.[7] Miras a lo que esperas y no aparece nadie. Desdoblando circunstancias los momentos coinciden con la historia.[8] Ausencias de espaldas a la vida: es la hora de los fusilamientos y estallan paredones que circundan camposantos.[9] El estruendo, siempre de ayer, nos sobrecoge. Cementerios perdidos, curiosa antología del destino del hombre, en un nuevo silencio. En el ambiente ha quedado flotando la muerte del paisaje y el vuelo de los sueños.[10] Dios invade con su presencia el candor del jazmín mientras el hombre sigue deshojando calendarios de su estancia en el mundo. Provocamos milagros en ausencias temidas y quedamos, desérticos, de tinieblas cubiertos. RINCÓN DE BOSQUE [11] Umbral de la memoria, sosiego y espanto estremecidos al unísono, descalza nuestro pie, pisada sentida sobre desnudos, al entrar. Humilde servidumbre nuestro oficio de hombre. Ejercemos destinos de esperanzas sin conocer la sentencia a la alegría, la sentencia al dolor, presente y ya futuro y ya la espalda de cada día mirándonos ayer. Nos refugiamos donde nacemos. Porque no sabemos adónde ir.[12] Siempre estamos jugándonos en sitios que estuvimos sometidos.
Polvo de estrellas en los cristales de las añoranzas, existencias ganadas a la muerte, extrañas verdades nos asombran, se aviva el ansia de haber tenido sed y ser saciada donde se ahogaba el mismo rostro nuestro de ahora y de antes. Nos recordábamos quizás para morirnos. Abres un libro y lees con emoción[13] donde te encuentras: salón de espectadores, trozos desparramados de niños para arqueólogos ambiciosos, Confundimos lo que fuimos perdiendo con lo que fuimos hallando. Amamos lo que escribieron sobre el agua. Gotas de mar quedan temblando en el rumor sin ramas sostenidas de deseos frustrados. Y la selva del día va ganándonos para su origen. Pueblo que solo va, suplicatorio de lo desconocido, en busca de contagios. Nunca logran llegar. Nunca pueden. Y siempre el mismo pueblo. Y siempre otro. PLENITUD DE SOL [14] Te esperan por descubrirte en su manera de ser y nace el otro que comienza a seguirte en el camino, de vísperas y vigilias, para perderte en tu historia absoluta. Y no logras llegar donde querías. De todas las superficies afloran súplicas, por eso nace la yerba en el sendero no andado, y se pierde el amor en tanta claridad vertida. Y no acabas jamás de darte cuenta de que has llegado por fin donde trasciendes. Dentro de ti nos observa,[15] de incógnito, indiferente y distante, a sus vivencias, otra mujer. Trapera figura pensativa -sótano habitado del espíritu- melancolía recóndita. Ropa vieja amontonada, tacto de grises olorosos, gozosamente consentidos, curiosa felicidad.[16] Sondada hace tiempo en la gacela huida del otoño, al recordar condesciende nuestra doméstica ignorancia, acariciándonos. Vierte perfume vegetal donde se queda a engendrar vida donde su casa, donde su mundo.
Llora después porque al cuello un negro lazo le aprieta y le envejece. Sobre el tiempo intacto, pergamino de Dios, escribe cartas. La luz hospeda la mañana, reclama desvelos vacilantes de sueños recorridos:[17] rincones ambiguos del salón, piano cuyas notas suenan en el aljibe de luna verde disuelta en el espejo. Arca esperando guardar la soledad del verso con olor de gastadas palabras. Hojas de nieblas caen en otoño perdido. Las cosas reclaman la mirada. Cosen pañales de alboradas perdidas en los sueños.[18] Una vara de nardo se imagina fantasía de cielo no estrenado. Se duerme una muñeca en la nostalgia de una madre. Cuerpo de regresos lleno. El patio, cada vez más profundo, sostenía columnas y se cansaba. II DONDE EL OTRO [19] SOMBRA DE PIE Alguien está rezando con nosotros. No sabemos quién es, él tampoco lo sabe, ni siquiera un nombre necesita. Estuvo y no volvió dejó su voz temblando hasta apagarse. Prodigio del retrato. Hemos perdido no sabemos qué y lo buscamos. No sabemos si fue esta mañana y cuándo. Nos engañamos en los descubrimientos. Siempre nos engañamos para no sentirnos defraudados. Destruimos lo que somos para caer en otros brazos, vigilando desengaños, presentimiento de lo imposible, laberinto para luego jugar al escondite del amor. DUELE YA LA MAÑANA Súbita viene una vieja mañana de imposibles amigos fragantes añoranzas en reflexiones de reproches: una estampa posee la cariñosa mirada que perdimos y sin darnos cuenta la hemos llevado por calles y por plazas como una penitencia del refugio. Sombras vagan las estancias como letras rotas que danzan en los razonamientos. Confusión de sentidos a través de propias controversias. Casas rotas enseñando dormitorios de enfermos, cuarto de estar con vida almacenada en las costuras de la imaginación. Biblioteca con voces apagadas. La vida perturbada de unas manos. Sabores en sigilos de sagrario comunicándonos el misterio humano que existió, parece, y no se ha ido. Estrenamos instantes. Pasa una paloma y su vuelo queda atrás [20] hecho encaje azul, esencia de pinar, apodamiento. Pasea Dios soledades tremendas de un anciano cuando nadie lo ve en la iglesia vacía. Lo mismo que cualquiera en el amén del conformismo. Y hace de sus horas habitación de estar en los recodos. Huele a procesión de sol, a aurora de viático, detrás, a invernadero. A pozo donde hay juntos huesos dormitando y astros, submundo de noticias que escuchamos con emoción. LAS TRASERAS DEL TIEMPO El hombre investiga esperanzas en sus diarios soportales, en conventos y cárceles, con otros hombres perseguidos. Juega al claustro olor a albahaca y enredaderas con franciscanas manos acariciantes de piedras ensombrecidas. Se alzó por dentro para alcanzar estatura de deseos. Para sentirse observador de Dios. Y velaba en la alcoba del bosque indescifrable mundo acongojado. Recóndito el huerto de las monjas, bóveda de cielo para arcángeles, Dios, melodía que llena los espacios, única soledumbre en la mañana. Nostalgias de memorias en una claridad de encendidos jazmines. El lenguaje es puro verso aleteando en lo que acaba. Donde dejamos lo mejor que fuimos. Donde el otro. Entramos en casa desconocida [21] e inauguramos indecisiones que guardábamos sin saberlo en vilezas de ayer. Subimos escaleras, tramo a tramo, acompañados del temor a lo ignorado, a nuestros pasos en su crujir sobre silencios que dejaron vertidos fanáticos, pasiones en la arena. Nos avergonzamos de estar vigilados, ojo de la mirilla, de robar y profanar y sorprender intimidades. Nos denuncian. Nos juzgan. Extraña sensación de prisionero en el confesionario. Quedamos aturdidos en el límite del hombre. Y en la propia novela acobardado. Cuando, por fin, volvemos a la calle nos alegra confundirnos con la gente que va de prisa sin saber adónde el río. La calle estaba llena de gente que no conocíamos: extraños, distantes, inocentes, inculpados, inexplicables. Un tiempo absurdo caminaba al lado de cada cual. Entonces fue cuando se apoderó de nosotros una triste existencia ya vivida. Tanta que no nos importaría morir en el olvido de nuestro nombre. TODO CAE Siempre estamos esperando a alguien porque no sabemos quiénes somos y necesitamos revelarnos en otros. Impresionante bodegón humano, autopsia a la persona, brochazo de color enaltecido, nos funde y nos confunde. Voz baja de paréntesis. Malherida la imagen. Así será porque así era. Una tragedia suntuosa. Después, cuando vuelva la noche, subirán los gatos al tejado de enero, a maullar, cerrando calabozos que guardan los crepúsculos, emblemas y canciones, en arca del albor. Nos ha dicho: «Vámonos».[22] Y nos fuimos con él a recorrer la ciudad. Hemos hablado de muchas cosas que carecían de importancia: de mujeres que pisaban caídas palabras otoñales que deseaban ser recogidas como todo lo que cae y no siembra. Hemos visto pasar hombres que iban o venían con cuentas en la boca y cánceres rondándoles los sueños.[23] Al regresar oíamos pájaros gritar buscando sitio para dormir en una acacia. Nos hemos mirado fijamente, cara a cara, religiosamente. Atardecía cuando nos despedimos. Y, ahora, ya solo, me pongo a pensar en quién sería ése que nos dijo: «Vámonos». Regresamos entristecidos y cansados, nos inclinamos dócilmente hacia la tierra buscando un escondrijo, apenas nada. VOLVER ES NO LLEGAR [24] Dios iba delante de nosotros siguiendo a un hombre solo de caminos inéditos. Hombre agonizante que transportaba obligaciones. Corría Dios, corría el hombre, corríamos nosotros con ansia de alcanzarlos. No lográbamos llegar, Dios era inacabable calvario derramado, herida suplicante, necesario peregrino.[25] Dios procediéndose para dar lo que tiene a quien le continúa. El hombre a quien seguía éramos nosotros que a la vez le seguíamos: incesante misterio acompañándonos. Vertical muro se levanta delante de nosotros. Cae nube polvorienta que levantó el rebaño del mediodía. Alto, sonoro, álamo a medio decir, lírica sombra de pie. Ave María: riqueza de amor, florecida azucena, se abre la palabra y se evapora. Minuto inabordable esboza el mismo número. La noria del saludo saca del fondo la primera oración. Siempre la misma flor se esconde en su perfume. Se mistifican soledades. Dios pone sobre la mesa pan caliente de sol. Alegría esparcida por el mundo es una bendición de nuevo hablada: resucitar a los vivos. El que iba delante, entonces no lo sabíamos,[26] éramos nosotros. Hombre del hombre agonizante poseyéndose. Febril andar por descubrir en los demás su anhelo. ¿Todo hombre es igual entre los hombres? Y sin embargo, si no sabes estar solo estás perdido. Y perdido andábamos la oscura existencia de vivirnos. Persiguiéndonos, aunque ermitaños, en el recinto de una frase. En la orilla contemplándose un árbol [27] bajó hasta el agua y el agua reflejada se hizo árbol surgiendo lleno de ramas y de trinos. Así el manantial de la memoria llega amorosamente al cielo del recuerdo. Se perdía para caer de nuevo y volver a surgir. A suplicar. Jamás supo que estábamos jugando simplemente a desvivirnos. Nada quedaba oculto ni siquiera el sentir mineral cuando cristaliza. Sólo nosotros nos huíamos por encontrarnos de nuevo publicados. Piel de madre. Mañana de domingo. Campiña evaporada. Barranco herido de sombra penetrándole la humedad del recelo. Fosa común que cualquiera ha encargado para enterrar lo que fuera de otro se le ha caído. La luz es enorme construcción de ideas que al monte vivifica cuando el hombre sube a cimas de inagotables mañanas de ayer. (Blancas espumas de sal trasparentan pueblos superpuestos.) Viaje desconcertante.[28] Descendemos a una sala de espera, olor a alcantarilla, revés de casa, donde dormitan los pobres del mundo y ancas sudosas de mulas fatigadas. Fantásticas y dudosas prolongaciones donde nunca acabamos de llegar porque ya estábamos sin saberlo. Habitamos pesadillas de la espera sin sentido, crucificada en la cuerda que ahorca, constantemente, lo que somos para ser cadáver, lo que fuimos. Hablan para evitar profundidades de sus meditabundos. Sonámbulo amargo de olivo reza su abandonado tiempo. La niebla anuda arboledas con ríos. Milagro los ojos de Dios por donde ver la claridad de nuestra existencia. Volvemos a poner nombre a cada cosa. Por eso caminamos. Por eso nos perdíamos para encontrar nuestro propio amparo de noviembre. Suelo de cielo escondía para que nadie lo encuentre lo que jamás lloramos, lo que quedó de vida distinta, tremolando en polvo cercado por el tiempo, en vivencia evadida donde todos nos pisan en sitios que estuvimos en un ahora de antes. Volver, recoger olvidos, perdurar todavía despertando quejidos de sonrisas. Leer interrogantes del hombre que volvía a recoger miradas. Del que temblaba de luz en la raíz de súplicas. MANTO AZUL [29] Esparcidos trozos de mañana se juntan en sus horas. Calendarios rotos, abandonados, hazañas memorables, recogían los hombres en las calles. Enterrados quedaban nombres propios, caballos en su jopar. Sobre tejados esperanzas a la serenidad amenazada. Pobreza de golondrina era un insaciable instante bebiendo místicos azules. Recordatorios de noticias. Segados amarillos consumen ojos de fieras. Dios nos llena de biografías de mágicas leyendas e inmensos panoramas que ya fueron. Como rosas metidas dentro de crisantemos. Dios incesante. Años para regalo de Dios en su creación incesante. En su incesante destrucción.[30] Sorprendente eternidad en la muerte que nos acompaña: Sentimos que nos anuncian. III INCESANTE MISTERIO [31] [PLAZA PÚBLICA DE LA TARDE] [32] Plaza pública de la tarde: Cuerpo de Cristo. Comulga el sol con hombres del pueblo. Callejas de últimas manifestaciones del esplendor del día. Sangra la luz por todas las rendijas quedando lecho íntimo de palpitante confusión. Víctimas somos nosotros en silencio hermoso que Dios mana. Pueblos, colmenas amenazadas [33] de mal catedralicio, se estremecen de emoción porque no acaban de llegar entretenidos en abrir ventanas a la vida en la agonía de cada uno de los hombres. Se aniquilan incapaces de liberar su ruidoso círculo. Se revuelven contra sí mismo impresionándose, destruyéndose impasiblemente. Son niños que no saben lo que quieren y pierden lo que lloran. Antes que lo averigüen serán ruinas de voces contenidas en un corral de piedras. Nadie conocerá la verdadera tragedia y encenderán inmensas luces para que nadie vea y sepa que la noche está encima, inexorable. Y duele. SIEMPRE VUELVE EL OTRO A ESTA HORA ¡Cuánta alegría el regresar al abandono! Vivificante devenir que nadie se esperaba. Queda insobornable, prodigiosamente, la rebeldía. El libro sigue abierto por donde pensábamos volver algún día a leer a partir del capítulo[34] que dejamos perdido, indiferente, sobre el mundo y sus cosas, en los siempres de nadie. Echa la llave a tus sueños para que no te perturben. Huérfano y encontrado al fin de tanta vaguedad en los enigmas. -¡Están locos, dejadlos! -¡Matad sus fantasías! Y se ríen y se alejan. Entonces es cuando escribimos, niño de recreos castigados, cien veces la palabra silencio en el cuaderno. Paseamos un país de indiferencias[35] ahorramos lo abandonado, lo inexplicable, lo no acordado, las posibilidades cuando tenemos las manos llenas de una secreta y rara indignación por la palabra no encontrada. Porque soy uno de vosotros nunca os entenderé. Juntos cruzamos senderos que bajaron de la montaña al mar girando al viento su andariega existencia. Vuelo de lo incierto por conseguir cenizas esparcidas en un paisaje donde estaremos analizándonos. Nadie va a saber tu verdadera identidad. Ni que llevas adioses de tardes todavía. Pero es igual, alguna vez, todos los hombres que fuimos se fundirán en un solo dios perdido en los brazos del tiempo. Dichoso aquél que encuentre un hombre solo. Y sea él. EL VUELO BUSCA CUERPO [36] Sala de espera, en la estación, adormilada. Pasan trenes, sobre arcos de puentes, hacen vibrar cigarras, árboles, canarios amarillos,[37] la vía que pisaste. Entra por la puerta el campo ardiendo. Las hojarascas se arrinconan. Traseras de casas con yerba avergonzada. Tábanos preñan de temblor el aire sucio, cansado. Estelas de caminos huelen a añoranzas de cañadas. Traslucen náufragos las almas de las gentes en el atardecer perdido. Juntos, unidos, escuchamos, muy lejos, la música nostálgica, la llamada, el nombre. Agua honda y cristalina guarda estampas esmaltadas de cielo que caído nos envuelve. La posada del día nos cobija, limita nuestro cuerpo a tanta huida. Somos objetos olvidados en mágico desván de algún cadáver. Nos convertimos en leyendas de sangrantes heridas que parecen de ayer y nunca fueron. Muros de cristal de atardeceres son continentes de paseos. Bebe el sol, alondra en los trigales,[38] aire enjaulado de la espiga. Amapola sueña en la solapa de Dios sus razones. Tardamos mucho tiempo en enterarnos [39] que la que nos esperaba en el rincón de su pasado se convertía en discordia de las indiferencias. Y ponía debajo de la luz sombras para arroparse. Pasa el último tren convocando lejanas ansiedades: el mundo se mantiene de quienes le destruyen para ganar de nuevo la ausencia de la espera. Rompe el sigilo la canción y las trompetas persiguen al ciervo huido de la tarde. El tren debe estar lejos, ajeno a nuestro oído, camino de algún túnel[40] haciéndose murmullo de ciudad. Dónde inocencias perdidas. Dónde ganar al hombre que juega a contemplarse en reloj sin agujas. La tarde ornamenta con inmensas columnas el templo de la vida. La huella donde buscamos lo que fuimos nos lleva a comulgar, en el altar que levantaron en el paisaje, con nuestra propia soledad, con la solidaridad humana. En el reflejo del espejo no nos reconocemos imitándonos. Aire bajo y sucio, deshoja los espacios guardados en lo temido, dentro de una muchacha violada entre la yerba oscura del anochecer. Riegan lágrimas rostros de vírgenes alzadas, cáliz de palabras, en las que habitamos, bebemos. Hambrientos sueños en las garras de rapaces rasgan entrañas de desencantos. Destrucción de lo encontrado. Desolación de lo probable. Desierto infinito del amor que no fue crepúsculo de bella melancolía. Baja hasta nosotros la habitación del campo donde dormitan las tardes de domingo. Niebla, momia velatoria sin futura libertad, es mueble para tacto solemne, sólidas y profundas voces apagadas. Que un día alguien encenderá. ALGO HEMOS QUEDADO AHÍ [41] Abandonamos para prodigarnos en la ternura que nace de la tarde en su trasparencia de encuentros añadidos. Recuerdos y nadas nos resumen. Creemos en la resurrección de los fracasos cuya culpabilidad ha sido sólo nuestra. De los deicidios. De los que se fueron y nunca volverán. De las impaciencias y de las sinceridades. Nosotros somos los únicos culpables de crucificar alegrías en los cipreses. Y por otras cosas que callamos al no vivificar a vivos antes que a muertos. Nos entierran en ellos pluralizándonos porque saben que uno sólo ha sido lo que todos. Esperamos la noticia que nos sorprenda. Deseamos juntar lo que somos con lo que nunca conseguimos ser, en un anochecer de propia sepultura. Besamos cenizas mezcladas con arena en nuestro cuerpo y no nos atrevemos a escupirla. Suena canción de amor [42] en la colina que canta una niña perdida y sin camino. Seguíamos atentamente escuchando su voz cuando ella no estaba ni entre las ramas de la armonía ni jugando en la sombra caída del aroma. Ni en la cueva que acostada en el monte anida agua oscura. Nunca la vimos por cotidiana. Insistencia inacabable de esas tardes que ves y ya la noche. Pisamos algo muerto que se nos ha caído. Nos sobresalta. Una mano nos para en mitad del camino para hacernos nuestra propia noche, es decir, pequeño y allegado. Nos devora una carcajada desprendida de la laguna de las horas. La voz de Dios retumba. Para vernos apagamos la luz. Nos escuchamos donde antes. Nos dormimos en otro cuerpo que no es el nuestro y nos cobija.[43] Quizás la muerte sea unas horas, cualesquiera, de recuerdos y olvidos encontrados. Y estar solo. En la mano que extendemos un gigantesco lunes amanece.[44] |
NOTAS
[1] Este título anuncia el lamentable estado emocional del poeta, que se encuentra desorientado en la sordidez de una existencia sin Dios. En la portada de IDN aparece el nombre y los dos apellidos del poeta, el título en tinta azul y un dibujo (el mismo que ilustró el poema «Sepulcro del inquisidor Corro» de La montaña). En la portada de IN, sobre un fondo verde, se encuentra el nombre y el primer apellido del poeta, el título y «Colección Bahía. Algeciras. 16». Las medidas de la edición de IDN son 24 X 17 cms. y de la de IN, 20 X 13´5 cms. La redacción transcrita es la de IDN, porque era la auténtica para JDV. No obstante, cuando es necesario se recurre a la edición de IN.
[2] Se trata de Ángel Sánchez Pascual, promotor de la edición; de su esposa María López Ollero (Myriam); de Joaquina, la esposa del poeta, y de Jesús, su primer hijo. La dedicatoria en IN añade «Mª» a «Joaquina”. Ángel Sánchez Pascual es profesor, poeta, premio Adonais 1975 con Ceremonia de la inocencia (1976) y autor de otros poemarios como 10 poemas de amor y otros versos (1971) y Epopeyas ínfimas (1990). Mantuvo con JDV una afable relación que se manifestó en la edición de IDN e IN, varios artículos como «Jesús Delgado Valhondo, un poeta en Extremadura» (Alcántara, nº 15, 1982) y poemas como «Un árbol solo» (Badajoz, Kylix, nº 29, 1993). JDV, en correspondencia, lo incluyó en la despedida de Huir. Sánchez Pascual ha mostrado recientemente su aprecio en la promoción de la Fundación Jesús Delgado Valhondo (27-9-02). María López Ollero es profesora y dedicó a JDV la comunicación «Religiosidad en Un árbol solo de Jesús Delgado Valhondo» (II Congreso de Escritores Extremeños, Badajoz, 1982).
[3] Esta cita anuncia la fuerte preocupación que JDV siente por el rápido paso del tiempo a esta altura de su vida y de su obra. La escogió de la última estrofa del poema titulado «Rubaiyat» del libro Elogio de la sombra (1964) de Jorge Luis Borges: «Que la luna del persa y los inciertos / Oros de los crepúsculos desiertos / Vuelvan. Hoy es ayer. Eres los otros / Cuyo rostro es polvo. Eres los muertos». Esta expresión afirmativa apareció redactada a la inversa («Ayer es hoy») en el v. 26 de la elegía «A mi hermano Juan» de La vara de avellano y concluida en el poema «Me están llamando desde África» de su siguiente libro Ruiseñor perdido en el lenguaje: «y donde es ayer y es hoy, todo es ida».
[4] La palabra “hospedaje” significa “dinero que se abona por un alojamiento temporal”. Metafóricamente, este sentido es aplicado por el poeta al título de esta parte con el significado de “Tributo que se paga a la luz”: La luz del amanecer libera al poeta de la angustia provocada por las sombras de la noche. Pero, a cambio, tiene que afrontar las circunstancias de una realidad anodina y desesperanzada, que le hace presente la luz del día.
[5] En ambas ediciones, este verso tiene una falta de concordancia pues dice: «donde no sabemos cuándo estuvimos / solo. Sencillamente unido».
[6] IN: Antes de este verso, hay un título «El día seca la mar», que no aparece en IDN.
[7] IDN: «transeúntes emparedado asilos». IN: Esta falta de concordancia está corregida.
[8] IN: “Desdoblamos circunstancias / y los momentos coinciden / con la historia”. Quizás este ajuste pretenda sustituir “Desdoblando”, que convertía la acción en impersonal cuando el poeta venía empleando la primera persona del plural.
[9] IDN: «que circulan camposantos», expresión que no tiene sentido. IN: Se corrige este error de transcripción.
[10] IN: «y vuelos de Cristos». Este cambio indica una progresión desde los sueños a una realidad más concreta de contenido religioso. Esto se debe a que el poeta se resiste a caer en el escepticismo y, una y otra vez después de momentos de dudas, siente la necesidad de Dios a pesar del fracaso de su búsqueda.
[11] Ed. Hoy (Badajoz, 28-11-93). IN: No aparece este título aquí sino más tarde encabezando otros versículos.
[12] En ambas ediciones pone “donde ir”, pero resulta evidente que el poeta quiere indicar indirectamente su desorientación y, por tanto, debe usar el adverbio interrogativo “adónde”.
[13] IN: Antes de este verso, aparece el título «Música entre hojas de libro».
[14] IN: No aparece este título.
[15] IN: Antes de este verso, aparece el título «Rincón del [sic] bosque».
[16] IN: Los cuatro últimos versos dicen: «Ropa vieja amontonada, / tacto de grises olorosos, / gozosamente consentida, / curiosa felicidad». La variante supone un simple cambio de concordancia: En IDN, «consentidos» se refiere a «grises olorosos»; ahora el poeta hace concordar «consentida» con «ropa vieja amontonada» quizás porque la versión de IDN podía interpretarse mal (suena a ropa sucia y maloliente), sin embargo, la de IN no presenta ambigüedad y es mucho más sugerente, pues tal expresión se refiere al paso del tiempo, que encaja con el contenido del libro.
[17] IN: «La luz hospeda la mañana, / reclama desvelos vacilantes / de sueños». Esta reelaboración es una muestra de que en esta edición existe un mayor grado de síntesis en la expresión debido a un trabajo de lima posterior a la edición de Cáceres. La supresión de «recorridos» en la de Bahía se debe a que resulta más sugerente dejar «de sueños» en un verso solo y a que «recorridos» era una redundancia, porque se sobreentiende que, cuando se entra en un sueño, también se recorre.
[18] IN: «Cosen pañales de alboradas / perdidas». La supresión de «en los sueños», se debe a que es más sugerente dejar «perdidas» sola en un verso porque alarga la idea de este adjetivo, que indica las alboradas perdidas en la realidad y evita la repetición de «sueños» que aparece unos versos antes. Esto supone también la confirmación de la tendencia hacia la síntesis, que se produce en IN, y una vuelta del poeta a la realidad desde regiones abstractas.
[19] Este título tiene un doble sentido: El otro es la voz de la conciencia del poeta y es también el tú. Ambos se relacionan íntimamente con él: Su otro yo, en su mente y el tú, en la realidad. Pero ninguno de los dos le aliviarán su angustia, pues el primero es el espejo de sí mismo, es decir, de su imperfección, finitud y soledad, y el segundo es la reproducción de este cúmulo de negatividad en otro ser humano. El título viene a constatar que el poeta se siente un ser humano más y que, por tanto, ya sabe cuál es su triste e inexorable destino.
[20] IN: «y su vuelo queda detrás». Esta variante resulta más estética, porque en la edición de Cáceres el vuelo se pierde en el espacio y, sin embargo, en la de Bahía el vuelo deja una estela detrás de la paloma y el verso gana en plasticidad.
[21] Este versículo y el siguiente fueron editados como un poema independiente con el título de «La casa desconocida» en RFF de Badajoz, 1982: «ojos de mirilla» (v. 14); «extrañas sensaciones de prisioneros» (v. 18) y «Cuando, por fin, salimos a la calle» (v. 22). Se trata de ajustes de estas expresiones, a las que modifican sutilmente.
[22] IN: Antes de este verso aparece la dedicatoria: «A Manuel Pecellín Lancharro» que, teniendo en cuenta la existencia de anotaciones del poeta en el original, aparecería en él escrita a mano (quizás como nota recordatoria del poeta sobre un asunto ajeno al libro) y, por ese motivo, fue tomada como definitiva por el editor de Bahía. Este dato confirma el respeto de este editor al texto original que, al no aparecer tachada la dedicatoria, la reprodujo sin pensar en nada más.
[23] Los cuatro últimos versos tienen una elaboración parecida en «Ciudades-palabras» de Aurora. Amor. Domingo: «Y el hombre -fracaso eterno- / […] / que va leyendo y leyendo / cada día, cuando pasa / con su pan y su trabajo, / su cáncer creciendo entrañas / de este lado para el otro:».
[24] IN: Este título no aparece. Como poema independiente con el título que tiene en IDN, fue editado en El pozo de la comunidad (Mérida, nº 6, 1984).
[25] IN: «necesario peregrino sucediéndose». Este cambio rompe la tendencia hacia la síntesis y, además, resulta extraño el añadido de esta palabra, porque el verso siguiente dice: «Dios procediéndose» con lo que se encuentran la rima de dos palabras que, además de ser extensas y estar en gerundio, fracturan el ritmo. Quizás por este motivo el editor la suprimiera en su edición creyendo que era un desliz del poeta, pues no debió aparecer tachada en el original ya que la respeta el editor de Bahía.
[26] IN: «lo sabíamos». Esta reducción vuelve a la expresión sintética, pero esta vez no por deseos de concisión, sino porque el poeta ajusta este verso a lo que dijo anteriormente en los vv. 16 y 17: “El hombre a quien seguía / éramos nosotros”. Esta idea ya aparece en Un árbol solo y significa que el ser humano es consciente de la necesidad de verse reflejado en los demás para conocerse, pues sabe que no puede vivir en la más absoluta soledad.
[27] IN: «Un árbol en la orilla contemplándose». Se trata de la reestructuración del hipérbaton para destacar la imagen del árbol solo que se encuentra a la orilla de un río, contemplándose en sus aguas. Colocado al final, estaba perdido en el verso.
[28] IN: Antes de este verso, aparece el título «Volver es no llegar».
[29] IN: Este título no aparece.
[30] También JDV expuso esta concepción de la existencia como un proceso de creación y destrucción en el relato «José y Joselito» de Cuentos (1986): «El problema de Joselito consistía en ser un hombre como José. José le decía: ‘Ya llegarás. El tiempo pasa constantemente, sobre todo, destruyendo y construyendo. Matando hombres y matando niños cuando los convierte en hombres», p. 41.
[31] En este título el poeta expresa su angustia y su decepción, después de comprobar que es imposible entender la existencia ni siquiera realizando un esfuerzo de íntima reflexión, pues sus múltiples y complicados enigmas lo desbordan como si padeciera ceguera intelectual. Y tampoco le ha valido pedir ayuda a sus semejantes, porque se encuentran tan ciegos como él.
[32] Tanto la primera como la segunda parte comienzan con un poema titulado. Por este motivo, sorprende que el primer poema de la tercera parte no tenga título en la edición de IDN ni en la de IN. Esta omisión puede tratarse de un olvido del poeta o de la imprenta y por ello lo titulamos con el primer verso.
[33] IN: Antes de este verso hay una anotación manuscrita del poeta a lápiz: «Mérida romana. Teatro romano», que se refiere a los tres últimos versos de este versículo y debió tener una finalidad recordatoria para el poeta sobre un punto clave de su libro cuando lo comentó en algún acto.
[34] IN: «leer / a partir del capítulo». Con esta leve variación el poeta evita el encuentro de la rima interna «volver-leer» y la perífrasis «Volver algún día a», que era innecesaria y, además, deja «leer» en un verso solo con lo que hace más sugerente esta acción y alarga el sentido trascendente de esta palabra en el texto.
[35] Se refiere al desencanto que le produce su entorno donde no encuentra más que desinterés por resolver los problemas trascendentes, desidia por la cultura y, en definitiva, indiferencia cuando se trata de construir una sociedad más justa y solidaria.
[36] IN: Este título no aparece.
[37] Este verso recuerda otros del poema “Notas del viaje” del borrador de Pulsaciones: “Bajo un álamo / de pájaros que reverdecen, / la canariera amarilla / se torna de color verde”.
[38] IN: Antes de este verso, aparece el título «El vuelo busca cuerpo».
[39] IN: «Tardamos mucho tiempo en darnos cuenta». Esta variante persigue el objetivo de evitar el encuentro de «en» con la primera sílaba de «enterarnos» y adapta el significado, pues «enterarnos» es producto de un proceso intelectual, mientras que «darnos cuenta» es un asunto de conciencia, que es lo que predomina en este libro.
[40] En el relato «El descanso» de Ayer y ahora (1978), el protagonista cuenta un hecho relacionado con la concepción que JDV tenía de este concepto simbólico: El tiempo destruye al ser humano y lo abandona inservible al final de su vida, para que sea atrapado por la muerte: «Cogí la maleta. Atravesé el pasillo. Respiré en la calle. En la estación me dijeron: ‘Ahora llega el tren de usted’. Era un tren raro. Se entraba en él como en una sombra humana. ‘¡El túnel!’ ‘El túnel’. Se hizo noche interminable. Noche y abismo. ‘¿Adónde vamos?'», p. 124.
[41] IN: Este título no existe.
[42] IN: Arriba de este verso aparece una anotación manuscrita del poeta: «Anochecer», que resume el contenido de este versículo en general y de los tres últimos versos en concreto.
[43] IN: «Apagamos la luz para vernos. / Nos escuchamos desde lejos. / Nos dormimos en otro cuerpo / que no es el nuestro». Es otra reelaboración que reestructura un hipérbaton, esta vez para colocar la acción de apagar la luz, idea principal, al comienzo de la oración y destacarla sobre la razón del hecho («para vernos»), que es secundario. Con tal alteración, la imagen resulta más estética y la paradoja queda más remarcada mostrando la desorientación en que está inmerso el poeta. «donde antes» es cambiado por «desde lejos», para indicar esa misteriosa realidad en que vive el poeta que, en esta ocasión, gana terreno a lo concreto haciendo más sugerente la expresión al distanciarla en el tiempo. La supresión de «y nos cobija» sigue la línea sintética de este libro y, además, evita una contradicción pues el poeta habla de su doble identidad que le da constantemente problemas, pero nunca cobijo.
[44] La edición de IDN no tiene índice, en cambio la de IN lleva uno después de estos versos donde se especifican los títulos de las tres partes del libro. Además, debajo del índice, aparecen estos versos: «Todo es / sólo un día, / apenas un rato» que, según declaración del propio poeta, recogen la idea central del libro. Por tanto, su colocación al final llama la atención y más si se tiene en cuenta que el poeta los ha manuscrito en la edición de IDN debajo de la cita de Borges («Hoy es ayer»). Estos hechos indican que la idea primera del poeta fuera colocarlos como una segunda cita para recalcar más su preocupación por el tiempo al abordar el poemario. En la página final de IN, aparece un breve estudio biobibliográfico y, en la contraportada, se pueden leer, en tinta verde, los versos finales de «Sombra de pie», primer poema de la segunda parte, desde «Hemos perdido no sabemos qué» hasta «al escondite del amor».
Fotografía cabecera: Presa romana del embalse de Proserpina