La muerte del momento
LA MUERTE DEL MOMENTO [1]
PRÓLOGO
«Jesús Delgado Valhondo»
El poeta -uno de los poetas extremeños de más clara estirpe- entona sus dudas y misterios de soledades hondas, allá en lo alto de unos riscos, de Zarza de Alange, donde se asienta la casita y la escuelita de este maestro. Buen observatorio para medir su tiempo, auscultar sus mundos espirituales y contar o cantar sus diarias tribulaciones, más cerca de los cielos «por donde los astros van» donde a ciertas horas bajan los ángeles y el soñador Valhondo se permite preguntar al Señor.
En «Un día cualquiera», el lírico nos cuenta menudencias de su diario vivir familiar, casero. Otro día llora con sus alumnos el paso del cadáver del padre de un discípulo; pero la temática de esta colección de poesías -regalo de Jesús a Gévora– es el «más allá», es el tránsito temido y deseado en la barca de Caronte. La muerte del momento es el título de este manojo de Flores de Camposanto.
Sigue Delgado Valhondo la línea poética de Antonio Machado; pero la sigue sin ceder un ápice de sus propios sentimientos, de su recia, de su inflexible personalidad. Su lira es sin duda menos profunda y filosófica que la del autor de Los complementarios, pero tiene una energía nativa y una altivez tan arrogante que se reflejan en esa economía de florituras y de imágenes que le llevan a plasmar lapidariamente, en un rasgo de humor, de malhumor o de angustia, la carga emocional de su alma, que lanza como una flecha de indios al corazón del lector.
La acusación de este soñador emeritense, de raigambre romana y moruna, [se dirige hacia] problemas sin soluciones razonables, como los del Tiempo, de Dios y de la Muerte. Toda poesía tiene en el fondo un acento religioso:
Voy siempre buscando a Dios y Dios va siempre delante y solo soy caminante de mi vida y mi dolor. |
En todas estas poesías, verá el lector cómo Jesús Delgado Valhondo, va buscando siempre a Dios. Ya en la lucha por la vida, los hijos y la familia como en «Yo estaba allí sentado». Ya con el pensamiento fijo de su desaparición de su propia muerte: «Manos en silencio»:
Haz de silencios, mañana cruzados sobre la muerte. |
En «Un día cualquiera» musita el poeta las cominerías[2] de la vida; porque es «aquí» y «ahora» cuando sus sentimientos se despiertan ante el espectáculo que los rodea: hijos, mujer, discípulos. Y nos lo dice con toda su alma.
Pero sobrepasa a este quehacer diario, a estas protestas íntimas de lucha cotidiana, de pequeñeces torturantes de que está hecho el vivir, sobrepasa su constante preocupación en la divinidad. Dios es su refugio, su consuelo; se dirige a Él, como a un amigo, como al Maestro, como a su protector, con la seguridad que exige el nieto al abuelo. «Habla, estamos solos»:
arráncame de mi cansancio y penas dame tu mano ya, tu mano amada y vámonos por el camino tuyo alegremente al despertar el alba. |
Estas poesías de Valhondo tienen profundas suavidades de un misticismo español a lo San Juan de la Cruz. Pero sus pasos no avanzan con la firmeza absoluta de aquellas voces de cantores de pasados siglos. A veces el alma del poeta se llena de estas inquietudes desanimadoras y su andar vacila, se nubla, se cubren sus sentidos con caudales de dudas en íntimos tormentos de dolor:
Que vagamos en noches todavía y estamos, Señor, solos y hace frío. |
La crítica de toda España, ha quemado muchos gramos de incienso alabando al poeta Jesús Delgado. No pretendemos descubrir uno de los valores poéticos más firmes de Extremadura. Nos agrada poderle dedicar estas líneas cargadas de admiración y de sinceridad. Y eso es todo.
Enrique Segura[3]
A Pedro Caba [4]
YO ESTABA ALLÍ SENTADO [5]
A Celso Bravo [6]
I
En el umbral sentado de par en par la puerta humilde franciscano de mi paz y mi hacienda. Yo temblaba de noche ante un Dios de tormentas, tenía el alma sencilla de provinciano asceta, el corazón a flor y era un poco poeta.
II
Después tuve mujer hijos[7] que me dijeran ¡padre!, a voces, a gritos para que yo lo oyera. Mucho he pensado, mucho, en estas vidas nuevas, en esta sangre mía creciendo en mi presencia, de tanto mirar tengo que llorarlos con pena.
III
Hoy, buscando el pan diario, como los hombres-fieras, voy, vengo, lucho, mato aunque el alma me duela. Donde quiera que vaya debo ganar mi presa. El corazón a la calle. Yo a ser hombre cualquiera.[8] ¡Dame, mujer, que es tarde gabardina y cartera!
CANCIONES DE CAMINANTES [9]
I
-Caminante, ¿Dónde vas? -Con la vida del camino sin saber dónde posar el alma, en eterno andar como terrible destino.
II
-Caminante, ¿Dónde vas? -Cortando espacio y canción con tijeras de miradas -(qué turbias las alboradas)- y angustia de corazón.
III
-Caminante, ¿Dónde vas? -Andar por andar, amigo, por quedar el tiempo atrás, camino que caminar, camino que hacer conmigo.
IV
-Caminante, ¿Dónde vas? -Voy siempre buscando a Dios y Dios va siempre delante y solo soy caminante[10] de mi vida y mi dolor.
EL LENGUAJE DE LAS FLORES EN LA NAVIDAD [11]
A M. M. de San Pedro [12]
I
Yaro común, el ardor y paz rezada de olivo, corazón en ti cautivo en mirto que juega amor. Eglantina en el color, música el cañaveral, -atraviesa el sol cristal-,[13] iris abre su mensaje y Dios queda hecho paisaje de perfume floral.
II
Guirnalda de varias flores amor que derrota el frío, flores nadando en un río encadenan sus colores. Carmonillas de dolores murieron junto a la malva. Abre de pronto una salva, mielga de vida en la vida y la carne es ya venida antes de llegar el alba.
III
Aleluya es alegría; silencio, la rosa blanca, que vicio cizaña arranca, sauce de melancolía. Ha llegado en flor el día de nacida caridad, fresa la rica bondad, y el Señor en su destino que va buscando camino dentro de mi soledad.
MANOS EN SILENCIO [14]
Mis manos -extrañas manos-, extraños queridos seres. Por un camino de ciego tactan momentos latentes. ¡Qué soledad, qué serena soledad reposan siempre! Haz de silencios, mañana, cruzadas sobre la muerte.
PASA UN ENTIERRO POR LA PUERTA DE LA ESCUELA [15]
A Santos Díaz Santillana [16]
¡Un silencio sepulcral que va pasando el entierro! Lejos ladra triste un perro invisible amargo mal. Un Pater Noster, cabal, entra en la escuela. Yo cierro ventana y puerta. El cencerro del murmullo por la cal. Cuenta cosas tan extrañas el duelista. Bagatela se discute. Frío y yerto el cadáver es montaña que se nos mete en la escuela llenando todo de muerto.
PRIMER DÍA DE CLASE DEL NIÑO HUÉRFANO [17]
Vestido de negro viene, la carne más sonrosada. Una culebra enroscada el padre que ya no tiene. Serio, formal, se sostiene en siete años y la nada rodea el momento cada suspiro que le contiene. «Tu padre ha muerto y yo soy tu padre ahora». Voz y lira, dulcemente, dicen: «No». En el libro abierto tira la mirada. Sólo Dios en la escuela es quien respira.
UN DÍA CUALQUIERA
«Por la señal » … Es de día y hay que bien ganar el pan y hay que mal gastar la vida. Calle adelante. Café, balcón y tos y oficina. Cinco horas entre números, periódicos y aspirina.[18] Vuelta otra vez. Bendición sobre garbanzos. Ironía. Disgustos, inconveniencias haber y debe de hormiga. Sueño nublado. Café. Arañas en las pupilas. Crucigrama. Más y amén. Y queja en la ventanilla. ¿De quién es la cara aquella máscara que me adivina? Todo el año es carnaval. Todo es verdad y es mentira. La cena. Otra bendición. Bendición sobre sardinas. Esquelas de defunciones. Sucesos y más sucesos, deportes y habladurías. Hijos que ríen, que lloran que duelen sus alegrías. La paz del hogar. ¡La paz! Latín y filosofía. El más pequeño se queja; termómetro, manos frías, -¿Por qué se piensa en desgracias?- Médico y penicilina. Matemáticas al canto sobre las economías. Como una nube en la noche pasa la melancolía … Y, ¡Dios! qué pronto otra vez vuelta a empezar … ¡Es de día!
OFRENDA [19]
A Francisco R. Perera [20]
Mira. Te traigo lluvia en mis manos heladas; vengo de lejos, traigo frío de madrugada. Mira lo que te traigo, las purísimas lágrimas rocío como pétalos de deshojadas aguas. Mira lo que te traigo con la lluvia temprana … Abre mis manos, coge la fresca flor del alma.
VENDIMIA
Respiro este aire limpio sin peso y sin heridas. ¿Será tan solo el hombre un trozo más del día? La luz está cayendo como una inmensa firma sobre el paisaje y pulso de la hermosa campiña. Va recorriendo venas la tremenda alegría de estar todo cercano a pasos, a ojos vista. ¿Firmemente finito? ¿El amor se limita? Se nos queda en las manos las más grandes medidas. Que bien se está mirando. El tiempo que nos guía, el río, el monte, el cuento de las viejas encinas. Nosotros parecemos casualidad bendita. ¿Somos? Eso parece porque el cuerpo respira, porque bajo este cielo tenemos voz pasiva y una cuarta de mundo que, a veces, nos lastima, y porque el alma canta y reza y se sublima y andamos y eso es todo y nada y nos vendimian la sangre cuando quieren venir por nuestra vida.
LA IGLESIA [21]
A Juan A. Cansinos[22]
No sé quién dijo: eres el barco anclado siempre en la ladera, mástil al viento, campanario. Y por gaviotas, las cigüeñas. Hora del alba anuncian ángeles en las estrellas. Abre el día y el cielo abre de par en par todas las puertas. La luz, avispa en la ventana, mueve la casa y la colmena y llega el barco, ave de oro, dorada iglesia. Entramos dentro, en mar amado -el alba suena-, rezamos solos, Dios nos mira, alegre luz, cuando despierta. Llegan almas, pálidas almas -barco varado en la ladera- tocan a misa y Dios desciende hasta tocarnos la cabeza. Barco varado -el viento pasa- las mujeres llorando rezan. Ha muerto el alba allá en el campo en los árboles y en la yerba. Barco de roca -el norte muerto- entre azules que se lamentan. Para embarcarnos es buen día si Dios gobierna. Pasan hombres, van al trabajo -el colmenar- la vida empieza. El corazón sigue en su sitio y el alma siempre a toda vela. El cielo abre puerta de lágrimas valles de lágrimas para la tierra y encalla el barco de madrugada en la ladera.
MOMENTO DE VIDA [23]
Alta y extraña, brazos cruzados, viendo pasar jugosa vida en la ventana de mi tiempo, como la espiga. Siempre callada, misteriosa, sol de yerba que alguno pisa con pie descalzo, mano leve, la carne viva. Sé que me ve todo momento tras esa niebla de sonrisas y cuando quiero recogerla es lejanía … Sólo nos queda el dulce aliento, su mirada furtiva, y la amargura de que lleva … de que se lleva la alegría.
HABLA, ESTAMOS SOLOS
I
Vengo para que digas lo que quieras, Dios mío, desnudo ya de todas las penas y caminos. Árbol seco que ignora el hacha del destino. La tierra de este cuerpo paisaje, nube, grito, amargura y nostalgia del aire que respiro. Vengo dispuesto a oírte la voz del nombre mío.
II
Ya puedes ir diciendo tu palabra y cuanto antes mejor, estoy contigo. Estoy contigo y estamos, Señor, solos en un aliento tuyo, confundidos. Nadie llegó tan pronto, madrugada del corazón nacido del abismo. Acaba de decirme tu palabra que se me llena el alma de quejidos que vagamos en noches todavía y estamos, Señor, solos y hace frío.
NOCHE EN EL ALMA [24]
Alma, tengo temor a la caída de ese pozo secado por la nada, de los años vividos en el tiempo de la verdad de aquellas esperanzas. ¿Dónde, Dios, tu regazo para el sueño? ¿Dónde, luz, el dominio para el alma? ¿Dime, Señor, en dónde, dime, dónde, ese potente mar de la alborada? Quizás te ocultes de mí como yo oculto el corazón, si el corazón me sangra, como oculto las penas a mis hijos bajo el duelo, Señor, de la nostalgia. Hambrienta está de mí toda la tierra, ansiosa está esperando mi llegada, Señor, un hombre solo que maduro debe caer en surcos que labraras. Un loco abandonado de sí mismo, un nadie de la vida, casi un paria, esperando tus manos en la bruma como al sol una cima de montaña y me digas a mí, tu nuevo Lázaro: «Estoy contigo, coge tu cruz y anda, sepárate del borde del camino, de tu pasión de muerte y de tus lágrimas que tienes mucha vida todavía y unos hijos pequeños en tu casa». Espero me levantes, Señor mío, de este suelo y dolor que tanto abrasa. Tú que creas latiendo los paisajes al levantar el cielo en la mañana para espaciar tu espíritu grandioso ante una infinidad de la mirada. Yo te espero, Señor, humildemente como paloma herida bajo el águila. Arráncame de mi cansancio y penas dame tu mano ya, tu mano amada, y vámonos por el camino viejo, amigo mío, a despertar el alba.[25]
EL CORAZÓN EN LA VIDA [26]
Para Arsenio Pacios[27] «Dichoso el hombre a quien Dios castiga» (Job)[28] Cómo estrujas, Señor, mi existencia en tus manos como si fuese un mundo mi corazón amargo. Cómo apuñas, Señor, en mis momentos malos, como si fuese roca mi corazón amargo. Cómo dueles, Señor, en tiempo desbordado por el camino incierto de mi andar solitario. Señor, aunque no pueda, aunque esté destrozado revolcándome en tierras y me consuman años. Tú sigue con tus dedos animoso estrujando, tú sígueme cogiendo el corazón amargo, hasta que no contenga ni una gota de llanto, hasta quedar vacío silencioso y nostálgico, hasta quedar en hoja otoñal entre el barro de cualquier madrugada o cualquier camposanto. Señor, cuando destiles mi corazón amargo de las últimas gotas que me estén derrumbando palpitará mi espíritu en vuelo por tu espacio en ansia de tenerte eterno en el abrazo. No importa el ir sufriendo Señor, si son tus labios los que nos van debiendo la vida que dejamos, si, luego, nos enciendes la vida con tu cántico, si los dos somos uno en el Amor amado. Tú sigue, Señor mío, día a día apretando como si fuese un mundo mi corazón amargo.
TRONCOS TALADOS [29]
Los cuerpos derramados, atados a sus sombras como troncos vencidos sin nombres en la tierra van quedando un poniente litúrgico en la noche y cosidos silencios en orillas opuestas. Chocando con las olas, las ausencias resuenan y el mar es sal de cuerpos segados por la luz. Los troncos se padecen en hombres ya vencidos y Dios los va bogando desde su barca azul.
COMO UNA PIEDRA AL MAR [30]
Como una piedra al mar y cielo y mar adentro voy cotidianamente de mi vida cayendo. Desvelada noticia en espuma de anhelos, crepúsculo brotando peregrinaje incierto; un corazón, tan solo un corazón que trémulo a la vida convierte en bruma de misterio. Ha llegado el instante y la llamada espero que me diga en la noche: «¡Levanta, estás despierto!». Pero el grito no llega[31] y abismos voy venciendo furtiva piedra sola, bajando por el mar,[32] en Dios latiendo.
SIEMPRE HAY ALGUIEN [33]
Me están mirando siempre desde dentro del aire unos ojos que tienen mirar inexorable, hiriendo mi conciencia ellos van acusándome de no sé qué pecado en que jamás pensase. Mirando afán de estrellas es el muerto a quien nadie le cerrase los ojos justos, ciertos, constantes. No sé qué tienen estos ojos inolvidables[34] ni de quién son que siempre fijos, están mirándome cara a cara la vida, paso a paso mi instante, clavados en mí como si ellos manaran alguien. (A veces he pensado si es Dios purificándome).
EL RECUERDO [35]
¡Ya lo sé! Se ha muerto como pájaro frío detrás de hojas secas que aliento no tenían y un silencio de pozo me rozaba la aurora de tu presencia cierta. La espuma coagulada -de amor te florecía- estremece tu boca con el sueño continuo. Era el mar diminuto con las aguas dormidas por tus labios brotando. Tú te has muerto. Yo estaba conteniendo el suspiro en mi pecho creciente. Pasaban nubes blancas, pasaban nubes negras, pasabas tú robada, ajena a los dolores. Tu ausencia me reposa la amarga y silenciosa orilla de la vida, caliente de sentido, desnuda y afilada, puñal de mi secreto que siempre me pregunta. Ya sé que es imposible buscar olas perdidas, la sangre de tus labios, el grito en tu garganta, la humana certidumbre de tu presencia justa momento tras momento. Tu cadáver flotando por delante del aire y tus cabellos lacios que la sombra humedece. Tu cintura en el viento, tus manos en el libro comunión de la vida. Pero has muerto escuchada por la luna naciente, por mi amor ya crecido de poemas y cantos y has quedado el recuerdo bajo el ala del campo para mí siempre abierta. Te llevo en mi silencio, te llevo en mi murmullo, en un llamar constante del ruiseñor al verde del verde a la paloma, del ciprés a la rosa, de la lluvia a la tierra. Así se martiriza mi tiempo en el espacio en rueda de molino para mi pena sola. «¡Ha muerto!», me repiten los nombres de las flores los nombres de las cosas. Ha muerto como mueren atardeceres míos en el alma a diario. Muriendo siempre altura estarás en mi vuelo, como espacio infinito se me muere en los ojos. ¡Te has muerto de repente queriendo mi recuerdo matarte poco a poco!
VELÁNDOLE EL SUEÑO AL HOMBRE DORMIDO EN EL CAMINO [36]
Hombre dormido cara al cielo ya sin codicia y sin historia ya sin saberlo estás muriendo o soñando a tontas y a locas. Duerme sobre todo el camino, muere silencios que te agotan que por la tierra de tu carne rueda la sangre como rosa. Tienes en la noche dormida bien sepultada la memoria[37] que las estrellas siempre caen por no poder con las auroras. Tú duerme la muerte pequeña, calle secretamente a solas como metido en esa mínima incertidumbre de tu alcoba. Que eres altar y yo, vigilia: que eres horizonte que goza el más allá de las montañas en la mentira más hermosa. Yo velaré tu sueño, amigo, tú no temas, duerme y reposa, que nadie vendrá ¿sabes?, ¡nadie! a deshojarte en tu persona.
MORIR HABEMOS [38]
A Leopoldo de Luis [39]
I
Nos buscamos ávidamente desde la piel a lo más dentro y nunca conseguimos, nunca, el descifrarnos los misterios.[40] Desconocemos dónde estamos (no tenemos remedio) nuestras ansias son devoradas, cada latido, por el tiempo. Todos con la misma pregunta de par en par abriéndonos[41] la mendigante llaga en el hablar y comprendernos ¿Quiénes somos? ¿Por qué existimos? ¿Dónde, Señor, iremos? Nunca sabremos nada mar insondable de momentos.
II
La rama seca del otoño, árbol de Dios, toca en el cielo y nuestros brazos cuando claman tan sólo luz baja del suelo. Tenemos nombre, nos han dicho, que somos hombres repitieron miles de voces, miles de años: letanía: morir habemos miles de siglos en un cero.[42] Que somos tierra, lo sabíamos, y que soñamos, lo sabemos, y que sembramos nuestros días en nuestros campos de recuerdos; nieve caída de Dios Padre del mismo Dios de nuestros juegos en el cadáver que convoca en su desnudo los silencios.
III
Hoy, no; posiblemente pronto, mañana mismo lo sabremos porque resbala nuestra vida en lluvia y barro los cimientos. Quizás mañana tendrás rosas en la mirada del desvelo y puedas verte sin los ojos allá en el fondo del lamento y ser testigo de que tienes encima sangre y mundo entero y el ciprés, con nubes altas arraigado en mitad del pecho.
IV
Habrá que contar en el fondo uno por uno nuestros huesos mientras la cima de la aurora rompe símbolos y secretos. Debemos hacer muchas cosas antes de estar metidos en el muerto que llevamos a rastras en la vida cobardemente trémulo.[43] Quizá yo mismo esté temblando cuando escribo estos versos como la rama desgajada por las tormentas y los vientos y tema dormir, por si acaso una mañana no despierto. Siempre tengo las mismas dudas las dudas que todos tenemos; yo sólo sé que andamos y que morir habemos hasta muy pronto, hasta luego.[44]
CUANDO QUIERAS, SEÑOR [45]
A Baldomero Díaz de Entresoto [46] Cuando quieras, Dios mío, cuando quieras que tengo en Ti mi corazón latiendo la puerta abierta a tu palabra siempre, la luz temblando pavorosa dentro. Estoy, Señor, contigo, dócilmente acabado, tu voz reza mi credo, esperando, Señor, que tú dispongas de todas estas muertes que padezco. Cuando quieras, Dios mío, cuando quieras que tengo buen sabor de tierra en cuerpo y he reído y he llorado muchas veces y existo vivo, si vivir es esto, de estar aquí, por tu mirada y súplica, de estar aquí bajo tu mano quieto, de estar aquí por el paisaje como sombra que deja abandonado el cuerpo. Cuando quieras, Dios mío, cuando quieras de sobra sé que no tengo remedio … esta vida es así, vamos andando hacia ese mar de noche y de silencio. Y Tú serás la luz, lanzada orilla, en esa historia que empezar de nuevo por el camino de la vida al alma a ser en Dios sentencia del momento. Cuando quieras, Dios mío, cuando quieras que tengo en Ti mi corazón abierto, la puerta abierta a tu palabra sola y yo aterrado y confundido dentro.
LA MUERTE DEL MOMENTO [47]
A Fernando Hernández Gil [48]
El alma tengo herida de verme, Dios, clavado en lo que quiero, del tiempo por la vida, del tiempo donde muero sangrando los desgarros que te infiero. El alma es la creciente tempestad que en mi tierra se derrama, ebrio rayo viviente, loca lengua de llama, queja amarga en la sangre que te clama. El alma que me vive como pájaro en nido su agonía, Señor, hoy te recibe y espera la alegría de verse madrugar en nuevo día. El alma está ganándote como el azul del cielo la mirada. El alma está libándote, de tanto amor hallada, abeja de la miel de tu alborada. Y cuánto alegra el alma si ciegamente en su virtud te toca, como goza la calma la oración de mi boca que el aire ha de morir sobre la roca. Corazón que me mueve por única verdad en que te siento, la muerte que me llueve, la muerte del momento[49] besarme como al árbol besa el viento. |
NOTAS
[1] El título expone la fuerte preocupación que siente JDV porque el tiempo se le va descontando pausada pero inexorablemente y cada vez le queda menos para hallar a Dios y obtener respuestas. El proceso de edición de este libro es largo pues JDV lo intenta en 1953 y no es hasta 1955 cuando encuentra acogida en la revista Gévora de Badajoz, que se lo edita en el número 32 (después de intentarlo en La isla de los ratones, Neblí, Mirto y laurel, Dabo y Alor, adonde lo envía con el título de Hombre entre tierra y mar). Pero, a pesar del sentimiento tan sincero y conmovedor que JDV vierte en su nuevo libro, recibió escasas opiniones de él por la corta tirada de la revista. De La muerte del momento se conserva la redacción original, que es un librito fabricado artesanalmente por el poeta. Tiene las pastas de color violeta, la portada es la primera página del libro (contiene los datos manuscritos con lápices de colores) y los poemas están mecanografiados. Su medida es de 21´60 X 15´8 cms. y tiene 48 páginas. La transcripción de este libro se ha realizado siguiendo el original y, cuando ha sido necesario, se ha recurrido a la edición de Gévora.
[2] “Menudencias”.
[3] Enrique Segura fue el crítico literario de la revista Gévora (Badajoz, 1952-1961), en cuyo apartado bibliográfico comentó o reseñó 255 libros que llegaron a la sede de la publicación pacense. JDV ya le había mostrado su afecto dedicándole el poema “Olivos” de El año cero.
[4] Esta dedicatoria, que no aparece en la RO pero sí en la edición de Gévora, es otro ejemplo del enorme aprecio que JDV sentía por su maestro, crítico y amigo. Como se vio obligado a suprimir la tercera parte de la RO de La esquina y el viento y la dedicatoria a Caba, ahora compensa la supresión con creces al dedicarle el libro completo que, además, contiene un fuerte contenido existencial como la parte suprimida del libro anterior.
[5] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 72-74, 1953). Llama la atención que los poemas de este libro estén en un solo bloque, cuando formalmente se detectan dos partes de once poemas cada una (la primera, hasta «Momento de vida» y, la segunda, el resto). En la primera predominan los versos de arte menor y, en la segunda, los versos de arte mayor y las combinaciones de varios metros con alteraciones en la rima.
[6] Nacido en Garrovillas (Cáceres), era abogado y fue juez de instrucción en Badajoz, donde mantuvo con JDV una grata amistad.
[7] JDV emplea una expresión parecida en el v. 74 del poema «Jesús Delgado» de Ruiseñor perdido en el lenguaje: «Tengo mujer. Tengo hijos».
[8] La autodefinición de “hombre cualquiera” es la descripción más sencilla y trascendente que hizo JDV de sí mismo, indicando su conciencia de ser humano anónimo, común, imperfecto y finito.
[9] La temática de este poema recuerda la del titulado «Caminante» de Canciúnculas, que presenta una elaboración semejante en los tres primeros versos de la segunda estrofa: “Caminante. ¿Dónde vas? /-Voy cortando el espacio / con tijeras que formo /de luces de mis ojos”.
[10] “soy” debía llevar una coma detrás para que «caminante / de mi vida y mi dolor» actúe en aposición indicando su caminar solitario, porque Dios no lo acompaña.
[11] PROEV, donde tiene el título de «El lenguaje de las flores en la Semana Santa, en la Navidad», NRP. Ed. Gévora (Badajoz, nº 4, 1952) con el título reducido. En el artículo «El lenguaje de las flores», JDV describe el significado de las flores e indica el origen de este poema (Hoy, 7-4-59).
[12] Esta dedicatoria, que no aparece en la RO del libro pero sí en Gévora, va dirigida a Miguel Muñoz de San Pedro, conde de Canilleros, a quien JDV ya dedicó el poema «Oración» en la ROEV pero no en la RP (quizás pretenda ahora subsanar este lapsus). Fue un estudioso de Extremadura (Cuadernos de Arte. Cáceres, 1954, Extremadura: (La tierra en la que nacían los dioses), 1961). Dedicó dos artículos a JDV, después de escucharlo recitar en la II Asamblea de Escritores Extremeños («Hemos oído a un poeta», Extremadura, 22-2-50, «¡Hemos leído a un gran poeta!», Hoy, 25-2-50).
[13] Este verso en la RO de La esquina y el viento lleva una coma detrás de «sol», quizás para separar los dos sustantivos.
[14] RO: Ed. en Arcilla y pájaro (Cáceres, nº 1, 1953) con el título de «Mis manos»: “Mis manos -seres extraños-, / hojas de carne viviente // en los caminos del ciego / por los momentos de siempre. // Nerviosa caricia al mundo, / tierra del grito impaciente, // canción apagada en vientos, / azul de viento entre nieve. // Haz de silencio, mañana, / cruzadas sobre la muerte”. RD: Es una reelaboración sintetizada de la RO, práctica realizada por JDV para conseguir una poesía cada vez más esencial. Red. Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo, Mérida, IFP Emerita Augusta, 1994. JDV también reflexionó sobre esta parte fundamental del cuerpo humano en su artículo «Las manos” (Hoy, 16-1-60).
[15] Ed. Alba (Vigo, nº 8, 1951). PROEV, NRP, quizás por esto lo editara en su siguiente libro. Red. Primera antología (1961) y Entre la yerba … (1979), donde aparece con las estrofas separadas por espacios en blanco y «Cuenta cosa tan extraña» (v. 9). La supresión del plural se debe a que en singular esta expresión es más intimista e imprime un contraste mayor con los comentarios intrascendentes de los acompañantes («Bagatela / se discute»).
[16] Maestro y periodista, con el que JDV entró en contacto cuando estaba en Zarza de Alange. En Mérida fueron compañeros de trabajo, colaboraron y organizaron actividades culturales y mantuvieron una estrecha amistad mientras JDV residió en su ciudad natal de 1960 a 1965.
[17] PROEV, NRP, que JDV editó en la primera ocasión que tuvo. Red. Primera antología (1961) y Entre la yerba … (1979), donde este sonetillo aparece con las estrofas separadas por espacios en blanco.
[18] El contenido de estos dos versos aparece sintetizado en el v. 77 del poema «Jesús Delgado» de Ruiseñor perdido en el lenguaje que dice: «Cuentas y cuentos». El estilo conciso y contundente empleado en este poema es el que JDV utilizará treinta y dos años después en el libro mencionado.
[19] Ed. Alor (Badajoz, nº 20-21, 1953) con el título de «Mi ofrenda de Navidad» y Mérida (1954) con el título de «Ofrenda de Navidad».
[20] Francisco Rodríguez Perera nació en Villanueva del Fresno (Badajoz, 1901). Fue profesor, poeta y creador de la revista Alor (Badajoz, 1950-58), que editó 54 números y tuvo una amplia difusión en Hispanoamérica. Perera fue, además, miembro destacado del ambiente cultural de Badajoz. Editó dos poemarios: Rex (1946) y Alba del gozo (1954) y unos diálogos de contenido filosófico denominados Sobre los valores humanos (1963). La relación entre Perera y JDV data de 1950 y su aprecio mutuo puede comprobarse en sendos poemas dedicados: «A Jesús Delgado Valhondo» de Rodríguez Perera (Poesía, p. 382) y «Homenaje a Francisco Rodríguez Perera» de JDV (ver en “Y otros poemas”).
[21] Ed. Gévora (Badajoz, nº 20, 1954), donde se estructura en nueve estrofas de cuatro versos, separadas por espacios en blanco, y Alor (Badajoz, nº 26-27, 1954): «rezamos tristes, Dios nos mira» (v. 15); «Barco varado que pesa al mundo» (v. 25); «y el alma sola a toda vela» (v. 32) y «Flor de campanas en el aire, / limpio cristal donde penetra / esta mañana dócilmente / y Dios, su barco y sus dolencias. // Estas dolencias de la vida / que el corazón sólo las sueña» (versos nuevos añadidos al final). RD: Las variantes son producto de ajustes expresivos y del esfuerzo de síntesis del poeta. JDV explicó el contenido de este poema en su artículo «Badajoz y el mar» (Hoy, 11-2-66).
[22] Juan Antonio Cansinos Rioboo fue un apasionado por la cultura, organizador de actividades culturales (sobre todo, en la Económica) y alentador de otras como la creación de la revista Gévora (Badajoz, 1952), a cuyo grupo fundador perteneció. Su entusiasmo se vio recompensado con el nombramiento de Consejero de Cultura. JDV, que apreciaba la pasión de Cansinos, le dedicará más tarde la primera parte de El secreto de los árboles.
[23] RO: Ed. Alor (Badajoz, nº 18, 1953): “Alta y extraña, brazos cruzados, / viendo pasar a su sonrisa / en la ventana de mi tiempo / como la luz, como la espiga. // Siempre callada, misteriosa, / sol de yerba que alguno pisa / con pie descalzo, mano leve, / la carne viva. // Los vientos altos, nube a nube / y flor a hojas en mis vigilias. / Sobre los hombros cruz de cruces / y bajo el alma me moría. // Sé que me ve todo momento / tras esa sombra de la vida / y cuando quiero recogerla / es simplemente lejanía.// Sólo nos queda el dulce aliento / de su mirada fugitiva / y la amargura de que lleva / de que se lleva la alegría”. RD: Es, como se puede comprobar, una reelaboración sintetizada con la que el poema gana en lirismo. En el libro de relatos El otro día (1990) hay una narración titulada como el poema y con un contenido enigmático que también se refiere a la monotonía de la vida y a la espera interminable de algo que la cambie.
[24] Ed. Mérida (nº 3, 1953), Alor (Badajoz, nº 24-25, 1954), donde aparece distribuido en estrofas de cuatro versos (como en la edición anterior) y el v. 23 dice: «sepárate del borde del abismo». RD: El poeta suaviza la carga negativa de «abismo» sustituyéndolo por «camino» y establece una relación coherente con el poema titulado «Velándole el sueño al hombre dormido en el camino», que se encuentra también en La muerte del momento, y con la cita de Machado: «Al borde del sendero / un día nos sentamos», que presidirá «Soledad habitada» de Un árbol solo.
[25] RO: «y vámonos por el camino tuyo, / alegremente al despertar el alba», los dos últimos versos. RD: Cuando JDV regalaba un ejemplar de Poesía, en el acto corregía ambos versos de la manera transcrita. Incluso en ocasiones cambiaba “amigo mío” por el nombre de la persona a quien iba a regalar el libro.
[26] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 53-55, 1952): «como si fuese un monte» (v. 3). RD: El cambio de “monte” por “mundo” tiene el objetivo de hacer la expresión más trascendente.
[27] Catedrático de Filosofía del Instituto de Enseñanza Media de Cáceres. JDV lo conoció por la relación amistosa que mantenía con su hermano Juan. Ambos congeniaron por el mutuo interés que sentían por los temas filosóficos.
[28] Job 5, 17 (2ª parte). En esta cita el poeta muestra su convencimiento de que a Dios se llega a través del sacrificio y de la superación de las pruebas que le pone en el camino de la existencia para, finalmente, merecer el premio de la eternidad.
[29] En Gévora (Badajoz, nº 28, 1955) aparece este poema distribuido en dos estrofas de cuatro versos, separadas por un blanco.
[30] Ed. Intus (Salamanca, nº 7-9, 1951), Primera antología (1961) y Entre la yerba … (1979). RO: Ed. Hoy, pero no como un poema de JDV sino de una joven que se lo plagió: “Como una piedra al mar / mi amor se va hundiendo / voy cotidianamente / de mi vida cayendo / desvelada noticia, / en espumas de anhelo. / Desesperadamente / salvar mi amor intento / todo se hace camino, / peregrinar incierto, / un corazón tan sólo, / un corazón que, trémulo, / a la vida convierte / en bruma de misterio, / y yo no sé querer / porque vengo sediento / y en el fondo del mar / vengo cayendo, / amor prohibido / vengo sintiendo. / Me ahogo / pero no digo ‘te quiero’. / Ha llegado el instante, / a la llamada espero / que me grite en la noche / ‘levanta, estás despierto’, / pero el grito no llega, / abismo voy venciendo, / furtiva piedra sola / bajando por el mar, / en Dios latiendo”. RD: Es posterior por su mayor elaboración y síntesis (tiene diez versos menos).
[31] En Entre la yerba … (1979): «Pero la voz no llega». Se trata de una corrección del poeta, que atempera su ímpetu y convierte la expresión en más íntima.
[32] En Gévora: «Bajando un mar». Quizás esta reelaboración persiguiera el objetivo de adecuar la medida de este verso a la del siguiente para terminar el poema con idéntico ritmo.
[33] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 45, 1951), Primera antología (1961) y Canas de Dios en el almendro (1971).
[34] En Primera antología: «ojos inabordables», que es una reelaboración del poeta para adecuar el adjetivo al contenido que viene desarrollando.
[35] Ed. Alcántara (Cáceres, nº 1, 1945). PROEV, NRP posiblemente por su larga extensión.
[36] Ed. Poesía española (Madrid, nº 19, 1953): «que sin saberlo está muriendo» (v. 3). RD: La reelaboración pudo tener la finalidad de formar la anáfora «ya …ya …» para incidir en la falta de esperanza del ser humano que, perdido Dios, no tiene pasado, presente ni futuro. Red. Poesía española (Madrid, nº 32, 1954) y Poesía (1988, p. 352).
[37] Este verso y el anterior en Gévora dicen: «Tienes la noche dominada / bien sepultada en la memoria». Se trata de un ajuste para indicar que el poeta ha olvidado cómo dominar su temor en la noche y, como consecuencia, ahora sufre fuertes intranquilidades. Pero, técnicamente, la reelaboración es de peor calidad porque establece una rima interna (dominada-sepultada).
[38] RO: El poema así se titula pero JDV posteriormente tachó «habemos». No obstante, cuando el poema fue editado en Gévora aparece con el título completo. En Poesía española (nº 32, 1954) el título va seguido por la siguiente anotación: «Por este poema me metieron en la ‘Cárcel de papel’ de La Codorniz”. Red. Poesía (1988, pp. 354-355).
[39] Sd. Leopoldo Urrutia de Luis (Córdoba, 1918), que dirigió en Madrid la Colección Mensaje y fue discípulo de Aleixandre (de ahí su relación con JDV). Es poeta (Alba del hijo, 1946. Con los cinco sentidos, 1970), en el que late una fuerte preocupación por la situación inestable en que se debate la sociedad y el mundo.
[40] En Poesía española los dos últimos versos dicen: «y nunca conseguimos nada, / no desciframos el misterio». RD: El ajuste quizás tuviera el objetivo de establecer la anáfora “nunca … nunca,» para subrayar la desorientación sentida, pero el poeta se ve obligado a forzar la siguiente expresión que resulta poco afortunada (“el descifrarnos los misterios”).
[41] En Poesía española: «-gritos- de par en par abriéndonos». El añadido de «-gritos-» tiene como primer objetivo conseguir que el verso sea eneasílabo como otros del poema. RD: El poeta finalmente se decide por dejar el verso heptasílabo igual que otros versos del poema.
[42] RO: Este verso no aparece. RD: Fue añadido a pluma por el poeta a la derecha del anterior.
[43] En Poesía española los tres últimos versos dicen: «desde la vida y desde el viento: / ¿por qué cuando se dice: ¡muerte!; / hay tantos hombres trémulos?». RD: La reelaboración construye una expresión más adecuada con los versos periféricos.
[44] RO: «yo sólo sé que andamos / ¡Señor! y que morir habemos», dos últimos versos. RD: El poeta posteriormente, a la derecha del último verso citado, añadió a pluma este verso final con el cual indicaba irónicamente que tendría más tarde que volver a insistir en este enigma. En Poesía española aparecen dos versos menos y una redacción distinta en los ocho últimos versos: «y tema dormir y a las noches / y estar humanamente muerto. / Siempre tengo las mismas dudas, / las dudas que todos tenemos. / Vamos, eso es lo único justo. / -¡Señor!- y que morir habemos». RD: El ajuste es una señal de que JDV no quedó conforme con el final del poema y realizó arreglos posteriores, aunque de peor calidad. Red. Entre la yerba … (1979).
[45] Red. Álamo (Salamanca, nº 5, 1965): «La puerta abierta a tu palabra exacta» (v. 3), «Y Tú serás la paz, lanzada orilla» (v. 21), «en esta vida que empezar de nuevo» (v. 22) y «que tengo en Ti mi corazón latiendo» (v. 26). Estos cambios intentan perfeccionar el poema. Red. parcialmente en Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo (Mérida, IFP Emerita Augusta, 1994) y en “Jesús Delgado Valhondo o la espiritualidad de un hombre cualquiera” del autor de esta edición (II Otoño literario … y solidario, Badajoz, Santa Marina, 2000).
[46] Fue registrador de la propiedad, escritor (Motivos de Extremadura, 1933. Portugal, sugestiones de un país forastero, 1970) y poeta (Versos de ayer y de hoy, 1950). Díaz de Entresoto estableció una relación amistosa con JDV cuando coincidieron en Mérida y le dedicó el artículo «Un nuevo libro de Jesús Delgado Valhondo» (Mérida, nº 24, 6-6-53).
[47] Red. Entre la yerba … (1979).
[48] Fue magistrado de Trabajo en Cáceres y asistía a la tertulia de la rebotica de Juan, donde congenió con JDV. En Entre la yerba … la dedicatoria a Hernández Gil es sustituida por la cita de estos dos versos: «El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada», que pertenecen a la «Oda a Salinas» de Fray Luis de León.
[49] En su relato «Mientras abre sus hojas la flor de la mañana» de Cuentos y narraciones (1975), JDV dice a través de su protagonista: «Quisiera escribir sobre los calendarios. Es un buen tema para hacer un breve y jugoso ensayo, puedo hablar algo del tiempo. De cada día que vemos pasar. De la muerte de cada momento», p. 74.
Fotografía cabecera: Vista nocturna del puente Lusitania de Mérida