Las siete palabras del Señor
LAS SIETE PALABRAS DEL SEÑOR [1]
A Eugenio Frutos con todo el cariño que merece a un aficionado a la poesía, un poeta como él. Jesús Delgado Valhondo[2]
ORACIÓN AL SEÑOR CRUCIFICADO [3] PRÓLOGO A LAS SIETE PALABRAS DEL SEÑOR
¡Dios mío!: En pleno campo de rodillas ante ti con los brazos desnudos, con los hombros desnudos, con el pecho desnudo. ¡En pleno campo de rodillas ante ti! Llueve azul. Me envuelve, me abraza y me acaricia lluvia azul. ¡Azul del cielo caído solamente para mí! ¡Señor!: Aquí mistificándome, beatificándome, santificándome, es como mejor te veo en mí. Con tus brazos abiertos, con los brazos de mi alma abiertos, con el corazón abierto a la lejanía, a lo infinito, me asocio a ti. Aquí me tienes: Crucificado en el aire. Insultado por el silencio purpúreo del campo. Blasfemado por una flor temprana. Aquí me tienes: Clavadas las rodillas en la tierra, lamido por la tierra, sorbido por la tierra todo el cuerpo …… y, martirizado por sed insaciable, por la sed insaciable del amor, como tú. (Te he buscado, por todos sitios te he buscado como loco, allí, más allá, aun más allá; no sé dónde estuve de tanto y tanto andar). Y ahora, arrodillado y llorando, al fin te encuentro dentro de mí, ¡en mí!
¡PADRE, PERDÓNALOS! PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN (Arrepentimiento)
Perdóname que no di mi ropa a aquél que estaba desnudo. Perdón, porque soy débil y no sé bien lo que hago, hasta recuerdo que he dudado de ti ……………………… Perdóname que yo soy igual que aquéllos que no supieron …………………. Perdóname ¡Señor! y mátame ¡Dios mío! después.
EN VERDAD TE DIGO QUE HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO (Aún más arrepentimiento)
En lo más hondo del alma presiento todo el arrepentimiento. Perdón a todos mis pecados te ruego, ¡Señor! Con todo el fervor te pido, ¡Señor! perdón. Dimas era ladrón y por arrepentirse fue feliz, citándole Tú en el cielo. «Acuérdate de mí ¡Señor!, cuando vengas a tu reino». ¡Acuérdate de mí! Acuérdate de mí. (Acuérdate de mí).
M U J E R, H E A H Í A T U H I J O (Amor)
¡Mujer, dijo! Mujer y no madre. ¡A ti, a ésa y aquélla, y a todas, os dijo Jesús, mujer! ¿Ves a esa niña triste, escuálida, andrajosa? ¿A ese niño pobre pedir sin obtener caridad? Pues refiriéndose a todas, Jesús a su madre le dijo señalándole a San Juan: «Mujer, he ahí a tu hijo».
HIJO, HE AHÍ A TU MADRE (Más amor)
¿Ves a esa mujer triste y sola? Consuélala como a madre. -¿Y a esa desgraciada y a esa loca?- ¡Consuélala como a madre! No ves cómo en la noche se va durmiendo la tarde cariñosa. Así tienes que ser.
PADRE MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO? (Intranquilidad)
¡Qué intranquilidad! ¡Qué inquietud! No dormir, no descansar, por no dejar de pensar en ti ………………………. ¿Por qué, Señor, Dios mío, en tu misma agonía, (que a ti mismo te hubieses con tu poder consolado). A ti mismo te mirabas y angustioso te decías: «Padre mío, ¿por qué me has abandonado?». ¡D I O S M Í O! ………………….. (¿P O R Q U É ….?).
TENGO SED (Deseos)
Tengo ansias de amor y de verdad, de algo infinitamente bondadoso, de virtud, de caridad, de beatitud. Tengo ansias de sufrir más y más, lo mismo que sufriste tú en la cruz, que sabiendo que no podías beber, en tu boca se encendió la luz de la palabra, cuando con toda tu bondad dijiste a tus verdugos: «T E N G O S E D».
CONSUMMATUM EST (Tranquilidad)
Saciado de vida y la balanza en su nivel perfecto, en un platillo el alma y en el otro el cuerpo. No tener agonía, entregarme sin luchar, decir como el Señor a última hora, ¿para qué vivir si la obra ha terminado ya? No tener que hacer nada porque todo cumplido esté, quedar en una anulación completa, por no vivir, por no pensar, por no ser. -(C O N S U MM A T U M E S T.)-[4]
PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU (Inmortalidad)
En esas llagas, Señor, Dios mío, en esas llagas tan tuyas como mías, ¡quién pudiese besar!, y entregarte en un beso infinito, toda el alma para Ti. Sentir que en tus manos me envolviera la inmensa eternidad. ¡Quién pudiese, Señor, buscarse, encontrarse, y entregarse! Y entregarse a sí mismo, como te entregaste Tú en la cruz. [Jesús Delgado Valhondo[5]]
En el crítico momento que quise saciarme de vida.[6] |
NOTAS
[1] JDV en este libro realiza un acto de contrición tomando como guía las siete palabras que Jesucristo pronunció en la cruz antes de expirar; de ahí su título. Está compuesto por nueve poemas: Una invocación dirigida a Cristo y un poema dedicado a cada una de las palabras, excepto a la tercera que le dedica dos. El título de los poemas, que son las palabras pronunciadas por Jesucristo, lleva un subtítulo que informa sobre el contenido de cada poema y la evolución del arrepentimiento del poeta. Este recurso, que guía al lector, se completa en el original con la intercalación entre los poemas de estampas del Cristo de Limpias, Ecce homo de Alonso Cano, Cristo de Murillo y Cristo de Velázquez durante la Pasión, cuyas distintas posturas en la cruz marcan la transformación anímica del poeta. JDV no tuvo interés en difundir Las siete palabras del Señor, porque su único propósito al escribirlo fue calmar su espíritu atormentado por la conciencia de no haber actuado correctamente.
[2] RO: La dedicatoria incluía entre «poeta» y «como él» otro reconocimiento: «y un psicólogo». RD: Esta expresión fue suprimida quizás porque JDV quiso incidir en la influencia que Frutos ejercía en él como poeta. El original está firmado a pluma. Eugenio Frutos Cortés (Guareña, 1903) fue catedrático del Instituto El Brocense de Cáceres. Se interesó por las vanguardias y la generación del 27 (colaboró en el tercer centenario de Góngora con el «Romance de los dos molinos»). Fue poeta (Prisma, 1990, La sombra revelada, 1945) y escritor (Historia de la Filosofía, 1943, Creación poética, 1976). Le prologó a JDV La esquina y el viento y Primera antología y valoró su poesía en artículos («Jesús Delgado Valhondo en Extremadura, hoy», El noticiero universal, 18-10-63, «Jesús Delgado Valhondo o la vocación poética», El noticiero universal, 4-11-63). JDV mantuvo con él una excelente amistad y lo apreció como maestro (lo orientó en sus comienzos poéticos) y poeta.
[3] RO: No aparece este título. RD: Fue añadido posteriormente a lápiz para indicar el contenido del prólogo lírico del libro.
[4] El punto entre la última palabra y el paréntesis y no fuera de él es un uso bastante extendido en los comienzos de JDV. Puede suponer una manera de acotar y realzar ciertas expresiones para imprimirles trascendencia.
[5] En el original, aparece la firma manuscrita del poeta con el nombre y los dos apellidos.
[6] Se trata de una aclaración del poeta sobre su estado anímico cuando termina el libro: Es un ser anhelante de eternidad, que ha encontrado el camino para conseguirla, pues Jesucristo se lo ha indicado por medio del mayor sacrificio que puede realizar un ser humano: La entrega incondicional de la vida a un ser superior. A cambio, esta entrega sin límites lleva aparejada la conquista de la eternidad pues, cuando Cristo expiró, comenzó a vivir eternamente sin los problemas terrenales que le habían llevado al Calvario. Y eso mismo quiere conseguir el poeta para no sufrir de nuevo otra dramática crisis espiritual.
Fotografía cabecera: Anfiteatro romano de Mérida