Poesía Generación del 36 (1930-1940, s. XX)
INTRODUCCIÓN
SIGLO XX (1930-1970)
En 1930 con la caída de Primo de Rivera, aumenta la alteración del clima político y social. El rey Alfonso XIII abdica y se exilia. En 1931 se proclama la II República. Un gobierno de izquierdas, presidido por Manuel Azaña, realiza profundas reformas en la estructura del Estado que, sin embargo, desembocan en la guerra civil (1936-1939). Las consecuencias son funestas: división del país en dos bandos, destrucción por doquier, odios, venganzas, muertes (Lorca, Unamuno, Antonio Machado), dispersión y exilio de intelectuales y escritores (Juan Ramón Jiménez, León Felipe, Rafael Alberti, Enrique Díez-Canedo).
En los años 40, España sufre las consecuencias de la contienda fratricida y el aislamiento internacional por su afinidad ideológica con los vencidos (Alemania e Italia) en la II Guerra Mundial. El mundo se divide en dos bloques: EE.UU. y la URSS, representantes del capitalismo y del socialismo. Una corriente de angustia existencial invade Europa ante el enfrentamiento de estas potencias, que desemboca en la llamada guerra fría y en el peligro inminente de padecer otra guerra mundial durante las décadas siguientes.
España tiene que adoptar una economía autárquica y sufre los llamados años del hambre. La escasa cultura está controlada por los censores, que salvaguardan los principios políticos, religiosos y morales del régimen, evitando la entrada de ideas avanzadas, corrientes vanguardistas y libros.
Se persigue a los intelectuales y a la Institución Libre de Enseñanza, se expurgan bibliotecas y las librerías apenas tienen libros. La consecuencia es el aislamiento del exterior y la interrupción del discurrir literario del país, pues no se conoce lo que escriben los exiliados ni los autores extranjeros.
En los años 50 se produce una distensión entre los dos bloques y Europa inicia una recuperación económica, ayudada por EE.UU. con el Plan Marshall, y crea organismos como el Mercado Común (1957). España se beneficia de esta recuperación, inicia una leve apertura y establece contactos exteriores que le reportan el ingreso en la O.N.U. (1955).
Esto unido al turismo, las inversiones extranjeras y la actividad industrial produce una mejoría económica, que coincide con la aparición de la clase media, las primeras protestas universitarias y obreras (1956) y la emigración del campo a la ciudad y a Europa.
La reanudación del contacto con la cultura europea trae aparejada una menor rigidez de la censura, que propicia la aparición de editoriales, la apertura de librerías y una mayor difusión de libros. Se leen a escritores extranjeros hasta entonces prohibidos y se retoma el seguimiento de la evolución seguida por la literatura europea, donde los escritores españoles encuentran nuevos enfoques.
En los años 60 continúa la distensión, iniciada en la década anterior, entre las dos potencias. La clase media se afianza por el aumento de salarios y mejoras asistenciales. Occidente entra en la sociedad de consumo. España experimenta un fuerte crecimiento por la llegada masiva de capital extranjero. Se llega al pleno empleo, se realizan numerosas obras públicas, aumenta el turismo, se produce un cambio de mentalidad y el país se sitúa entre los primeros países industrializados.
El progreso material en Europa, sin embargo, trae consigo la degradación de la calidad de vida (masificación, materialismo) y la aparición de movimientos marginales (hippie) y revolucionarios (el mayo del 68 francés). En España, aumentan las reivindicaciones sociales y laborales y se crean sindicatos clandestinos como Comisiones Obreras (CC.OO.). La oposición al régimen aumenta provocando desórdenes y la aparición del terrorismo vasco (ETA, 1968). Al final de la década, el príncipe Juan Carlos es nombrado sucesor de la corona española (1969).
En esta etapa del siglo XX ya no se superponen los movimientos poéticos como en el primer tercio, sino que se suceden unos a otros. Así a la poesía de la Generación del 36, que se sitúa en la década de los años 30, le sigue la poesía existencial en la década de los años 40, la poesía social en la de los 50 y la poesía del conocimiento en la de los 60.
Extremadura, durante el segundo tercio del siglo XX, tendrá poetas representativos en la poesía de estas épocas literarias: Jesús Delgado Valhondo en la Generación del 36 (años 30), Alfonso Albalá y José María Valverde en la poesía existencial (años 40), Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero en la poesía social (años 50) y Félix Grande en la poesía de los años 60.
POESÍA DE LA GENERACIÓN DEL 36 (1930-1940, s. XX)
Al comienzo de la década la novela, uno de los géneros dominantes en la literatura española, sigue la tendencia del Nuevo romanticismo, que concibe el arte como un compromiso con la vida, pues considera que el escritor no puede mantenerse al margen de los sucesos que continuamente ocurren a su alrededor y debe tomar partido (Díaz Fernández, Arderius, Arconada y, especialmente, Ramón J. Sender).
Sin embargo, a mediados del decenio, la poesía adopta un enfoque existencial que se centra en la intimidad del ser humano, se interesa por su situación ante la religión y la sociedad, trata los temas del amor y el paisaje, se preocupa por el paso del tiempo y la muerte, siente atracción por la Vanguardia y cuida la forma del poema. Los poetas más importantes de esta tendencia son Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero y Dionisio Ridruejo.
Un caso aparte es Miguel Hernández que, en un principio, tiene influencias de la poesía renacentista y barroca con formas e imágenes propias de la Generación del 27, y después elabora una poesía personal, que se caracteriza por una fuerza y una originalidad extraordinaria.
Durante la República, en Extremadura, se agudiza el problema de los trabajadores del campo por la falta de tierras donde ganarse el sustento. En 1931, una huelga contra los caciques termina con muertes, que provocan continuos enfrentamientos, huelgas y ocupaciones de tierras hasta la guerra civil. Paralelamente, se realiza un notable esfuerzo por elevar el nivel cultural construyendo centros escolares y dignificando la figura del maestro.
Incluso, aunque el ambiente cultural extremeño sigue siendo pobre, se realiza algún proyecto digno de ser destacado como la fundación en Badajoz del periódico Hoy (1933), el comienzo de las representaciones en el teatro romano de Mérida (1933)que darían lugar al Festival de Teatro Clásico (a partir de 1953), el mantenimiento de la Revista de estudios extremeños por la Diputación pacense o la creación en 1935 de la revista Cristal en Cáceres por un grupo de jóvenes escritores, que deseaban reactivar el triste panorama cultural en que estaban inmersos.
La intelectualidad extremeña de la época es escasa y se encuentra dispersa (Francisco Valdés, Braulio Ducasse, Eugenio Frutos, Pedro Caba, Enrique Díez-Canedo, Antonio Rodríguez-Moñino, Pedro Romero de Mendoza).
En el inicio de la década, alrededor de la Casa de Extremadura y del Ateneo de Madrid, surge un movimiento de pensadores y poetas extremeños bajo el patriarcado de Joaquín Costa, en el que destacan Mario Roso de Luna, José López Prudencio y Luis Chamizo, que estrena su drama Las brujas en 1930 con éxito nacional.
En Extremadura, la Pintura tiene representantes de la talla de Pérez Giménez, Adelardo Covarsí, Eugenio Hermoso, Ortega Muñoz, Timoteo Pérez Rubio y Antonio Juez.
El ambiente poético se centra en poetas de orientación tradicional y conservadora que, sin adscribirse al casticismo localista ni al habla dialectal, están arraigados a la tierra, presentan influencias neorrománticas, realistas y modernistas, sienten predilección por el paisaje idealizado y muestran un marcado tono sensual.
Entre los poetas que siguen esta tendencia se encuentran Rafael González Castell, Manuel y Rufino Delgado Fernández, Ángel Braulio Ducasse, Vicente Sánchez Arjona, Juan Luis Cordero, Miguel Muñoz de San Pedro, Francisco Cañamero, Félix Valverde Grimaldi y José Díaz-Ambrona.
Además, el pensamiento alcanza en esta época un alto nivel con Pedro Caba y Eugenio Frutos, que se sienten atraídos por el existencialismo europeo, Unamuno y Ortega y Gasset.
Durante la guerra civil, la literatura en nuestra región se ve condicionada por la ideología del bando correspondiente. Así, en Castuera, se publica El frente popular, subtitulado «Periódico republicano del altavoz del frente de Extremadura», donde se edita el poema «Campesino de España» de Miguel Hernández. Paralelamente, en la zona nacional, el periódico Hoy de Badajoz publica relatos y poemas en la sección «Nuestros combatientes escriben» y en «Libros, arte y literatura».
Además, este periódico edita por entregas El miajón de los castúos de Chamizo y colaboraciones de poetas jóvenes como Antonio Zoido, Adolfo Maíllo y Antonio Hernández Gil. Finalmente, la guerra hace desaparecer el ambiente cultural y literario, pues unos autores mueren (Francisco Valdés y Ángel Braulio Ducasse son fusilados), otros sufren represalias (Antonio Rodríguez-Moñino y Jesús Delgado Valhondo son sancionados) o se exilian (Enrique Díez-Canedo se marcha a Méjico). (1)
En poesía, Jesús Delgado Valhondo es el poeta que, por edad y por las características que apunta en sus tres primeros libros (Canciúnculas, Las siete palabras del Señor y Pulsaciones), se sitúa en la poesía existencial que, a mediados de los años 30, se instala en el panorama lírico español hasta finales de los años 40, cuando es sustituida por la poesía social.
JESÚS DELGADO VALHONDO
(Mérida, Badajoz, 1909 – Badajoz, 1993)
Nace en Mérida el 9 de febrero de 1909 en la calle Bastimentos, hoy Los maestros, número 7. [POEMA «AMANECER EN LA CIUDAD DE MÉRIDA». ]
En 1918, muerto su padre, se traslada con su familia a Cáceres. Allí conoce a los filósofos Eugenio Frutos y Pedro Caba, que influyen en su concepción vital, le descubren la Generación del 98 y del 27 y lo alientan en sus comienzos poéticos. Como maestro da clases en los pueblos cacereños de Trevejo y Gata, adonde es desterrado al término de la guerra civil por sus ideas republicanas. No obstante, desde este pueblecito logra entrar en contacto con grupos poéticos de toda España y publica su primer poemario (Hojas húmedas y verdes, 1944).
En 1945 funda la revista Alcántara de Cáceres con Fernando Bravo, José Canal y Tomás Martín Gil. En 1946 se traslada a Zarza de Alange, donde también ejerce de practicante y recibe una carta del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez alabando su poemario La esquina y el viento. Después ejerce en su ciudad natal de 1960 a 1965 y, finalmente, en Badajoz hasta que se jubila en 1979. La Junta, en 1988, le otorga la Medalla de Extremadura por sus méritos humanos, profesionales y literarios.
Valhondo gozó de un carácter muy abierto, sincero, cordial y campechano. Además, fue una persona comprometida con su condición humana y un extremeño de corazón. Su unitaria, coherente y extensa obra poética tiene un fuerte carácter existencial, filosófico y religioso, basado en un hecho de su vida: a los seis años de edad sufre la poliomielitis, que lo marca física (queda cojo) y espiritualmente para toda la vida ante la dramática fragilidad del ser humano.
Esta sensación de nimiedad será la que lo lleve a una búsqueda angustiada de Dios, para que respondiera a sus múltiples interrogantes sobre el misterio de la vida, del ser humano y del mundo. Pero Dios no le contesta y entonces cae en la angustia.
Su expresión es sencilla y coloquial (aunque concisa y elaborada) y su forma se adapta paulatinamente a los sucesivos movimientos de la poesía del siglo XX, pues evoluciona desde la tradición (en un principio tiene influencias de Machado y Juan Ramón) a la modernidad (después sigue la estela de la Generación del 27 y de la poesía europea). En un principio, utiliza preferentemente los metros tradicionales (redondillas, cuartetas, cancioncillas, romances, sonetos) y, después de la mitad de su obra, el verso libre y el versículo.
También fue un poeta muy consciente de vivir y sentir en un lugar y en un paisaje llamado Extremadura, a la que dedicó sinceros versos («Canto a Extremadura») que mostraban su comunión con la tierra de la que había partido, en la que vivió y a la que volvería cuando su cuerpo se reintegrara a ella. No es de extrañar que su lápida tenga este epitafio: Ya soy tierra extremeña.
Su obra poética, que constituye la crónica espiritual de su vida, está formada por dieciocho poemarios:
Canciúnculas (1930-1935) es un variado libro de poemas juveniles, en el que Jesús Delgado Valhondo (JDV) mezcla sentimientos de un joven precozmente maduro con múltiples influencias, que son productos de su anárquica avidez lectora.
Además, se encuentran muestras de su espíritu abierto, deseos de independencia y originalidad, temas claves en su poesía madura, acentos andaluces, restos de experiencias vanguardistas y sensualidad propia de un joven con detalles como la presencia de la imagen del árbol solo, símbolo capital de su obra poética: «Un solo árbol, consuelo / de la gran pasión del campo» (“Castilla en siesta”).
Las siete palabras del Señor (1935) es una muestra del carácter agónico del joven Valhondo y un anuncio de la postura comprometida, que adoptará en su búsqueda de Dios a lo largo de su obra poética.
Para JDV era una forma de dignificación, porque intentaba vencer la desidia espiritual que invadía al ser humano y de autoaceptarse como persona consciente de su imperfecta condición que, paradójicamente, era también parte de la divinidad: «En esas llagas, Señor, Dios mío, en esas llagas / tan tuyas como mías, ¡quién pudiese besar!, / y entregarte en un beso infinito, toda el alma / para Ti» («Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Inmortalidad)»).
Pulsaciones (1935-1940) es un libro que supone un mayor ahondamiento en su espíritu intranquilo donde se mezclan, sin orden aparente, traumas acentuados (miedo, angustia, soledad, dolor) con otras preocupaciones procedentes de su urgencia por entender la realidad (idea de suicidio, nostalgia por el pasado, deseos de resolver enigmas, anhelos de eternidad), aunque expuestos en un tono más sereno y personal sin desgarros espirituales ni influencias tan palpables como las anteriores: «Un ciprés se saca punta / en el airecillo frío. / A las montañas lejanas / alguien da con difumino. / Cerca de mí un árbol [seco] / me está invitando al suicidio» (“Meditación”). [ POEMA «MEDITACIÓN»]
Hojas húmedas y verdes (1944) tiene una importancia capital en la obra poética de JDV pues, a la vez, es la continuación, conexión y síntesis de su primera poesía y el germen de su lírica madura. Su tema central es el paisaje, donde el poeta refleja su estado de ánimo, prematuramente preocupado por cuestiones existenciales: «Me está doliendo la primavera, / el verde del ciprés / y el reloj de pulsera. / Me está doliendo el tiempo / en las primeras canas de la cabeza. / Como una compañera / fuerte me aprieta del brazo / una cinta negra” (“Dolor”).
El año cero (1950) es un libro extenso, porque JDV pretendía que fuera su escaparate para hacer su presentación en el mundo de la poesía. En su contenido se detecta que el paisaje comienza a no servirle como medio para llegar a Dios y, por este motivo, contiene una fuerte preocupación por hallarlo y conocer las razones de la imperfección humana y de la acción demoledora del tiempo: «Todos somos carreteros / lamidos por los caminos, / labradores, campesinos, / hombres ceros» (“La venta”).[POEMAS «PASEO» Y «MÉRIDA»]
La esquina y el viento (1952) relega el paisaje a un segundo plano, porque el atardecer ya no es un momento positivo para JDV sino el paso a la noche sobrecogedora, que angustia al poeta cada vez más intranquilo. De ahí que el poeta insista en la necesidad de conectar con Dios para conseguir una explicación sobre el sentido de la muerte, aunque, como Dios no le responde, acentúa aún más su pesar: «Y, somos más, somos los muertos / que llevamos en nuestra fronda / enriqueciéndonos la sangre / y marchitándonos las horas. / ¡Que no se olvida sepultando / ni aunque cerremos nuestra boca!» («Somos la roca que no crece»).[Documento sonoro]
La muerte del momento (1955) es un poemario, donde JDV se presenta muy afectado por su aislamiento en una atmósfera de miseria y dolor de los pueblos donde ha residido, manifiesta dolorosamente su soledad ante el abandono de Dios y muestra una fuerte preocupación, cuando toma conciencia de sus semejantes y advierte que padecen sus mismas imperfecciones e idéntica indefensión ante el tiempo y la muerte: «Estoy, Señor, contigo, dócilmente / acabado, tu voz reza mi credo, / esperando, Señor, que tú dispongas / de todas estas muertes que padezco» (“Cuando quieras, Señor”).
«Canto a Extremadura» (1956) es un extenso poema de JDV, que contiene una profunda compenetración con el ser extremeño y una arraigada comunión con el paisaje de su tierra: «Debajo está la tierra, ancha tierra extremeña / dilatando su pecho en inmenso suspiro, / tiene puesto su traje de campo, de estameña / de franciscana sangre que en el alma respiro. / Cielo y tierra: paisaje. Mi corazón mendiga / el surco del otoño como grano de trigo, / quiero quedarme toda esta enorme fatiga / en el milagro hermoso de morirme contigo» (“Castillo”). [POEMA «ENCINAS». Documento sonoro]
La montaña (1957) es el resultado de la experiencia de un viaje a Cantabria (La Montaña), donde JDV expone el fuerte impacto emocional sufrido, cuando siente el peso físico de la creación (alturas vertiginosas, profundos precipicios, perenne niebla y llovizna) y padece una aguda conmoción espiritual. La causa es el descubrimiento traumático del poder de Dios y la comprobación definitiva de su abandono y, por tanto, de su soledad: «Miro las cumbres; piedras / altas, horas en vuelos. / Intento yo encontrarme / a mí mismo en el cuerpo. / Me palpo con las manos / y casi no me encuentro. / Me voy cerrando sombra / por el desfiladero. / La tierra de mi carne / se me va deshaciendo» (“Desfiladero de la Hermida”).
Aurora. Amor. Domingo (1961) es la crónica lírica de un ideal frustrado, pues el poeta va a la ciudad esperanzado y se encuentra con los mismos seres, imperfectos y finitos, que había descubierto en el medio rural donde había vivido, y comprende que la ciudad deshabitada sólo existe como ideal lírico: «Y el hombre -fracaso eterno- / con su historia meditada / y con su monotonía / de paredes hechas páginas, / que va leyendo y leyendo / cada día, cuando pasa / con su pan y su trabajo / su cáncer creciendo entrañas, / de este lado para el otro: / melancólica nostalgia. / Y va buscando la muerte / como quien busca almohada» («Ciudades-palabras»).
El secreto de los árboles (1963) es un poemario, donde JDV expone el desencanto vital al que llega después de cerciorarse de que no tiene poder para crear (acaba de sufrir el fracaso de construir con la palabra una ciudad ideal). Dios sigue con su empedernido silencio sin ofrecerle ayuda y el ser humano tampoco puede socorrerlo porque, igual que él, es imperfecto y se encuentra desamparado, naufragando en la vida sin recurso alguno para mitigar sus limitaciones: “Dolor en carne viva. / Ciudad de espaldas. Lobos / del amor. Lejanías. / Sombras en abandono” (“Solo”).
¿Dónde ponemos los asombros? (1969) describe el estado espiritual del ser mediocre sin anhelos y sin albedrío, en que van convirtiendo al poeta la desorientación y el desencanto. La causa es la falta de esperanza de encontrar a Dios, una vez que se ha percatado de que sus semejantes ni son capaces ni tienen intención de colaborar en la búsqueda de soluciones ni respuestas a sus comunes problemas trascendentales: «¿A quién contamos los asombros? / ¿Dónde ponemos los fracasos? / ¿A quién que mañana es domingo / y no lo sepa? / Un mal trago / para beberlo sólo / y sólo pasearlo” (“Asombros”).
La vara de avellano (1974) transmite una frustración definitiva, pues ha acabado convirtiéndose en el ser mediocre que venía temiendo y su último intento de recuperar a Dios termina en fracaso, porque no se siente capaz de comprender ni cambiar nada, mientras se encuentra cada vez más acuciado por la soledad ante el tiempo y la muerte: «De esta calle nunca jamás saldré, / larga como una muerte en el camino, / sin raíz y sin cielo que sostenga / nuestra manera de entender la vida. / No conocemos nada. Nadie escucha / y es inútil quemar la voz gritando / desesperadamente en el vacío. / Calle de la nada. Larga calle. / Oscuro y silencioso pasa el hombre / todos los días por el mismo sitio / de siempre» («De esta calle nunca jamás saldré»). [POEMA «TIRAR DE LA MANTA»]
Un árbol solo (1979) es el libro capital de la obra poética de JDV, porque se trata de una síntesis de su vida espiritual donde resume detalladamente el proceso de su búsqueda de Dios y su posterior fracaso, que lo ha arrastrado a la soledad, a la desorientación en una realidad, que no es capaz de entender y a una descorazonadora conclusión: el destino del ser humano es la soledad: «En medio del paisaje, / en la llanura, / trémulo de emoción, / un árbol solo» («Gente»). [Documento sonoro]
Inefable domingo de noviembre e Inefable noviembre (1982) contiene el desencanto y la desorientación que sufre JDV ante la constatación de que el ser humano no tiene capacidad para resolver sus grandes interrogantes, ni discernir entre el bien y el mal para construir un mundo mejor: «Siempre estamos esperando a alguien / porque no sabemos quiénes somos / y necesitamos revelarnos en otros. / Impresionante bodegón humano. / Autopsia a la persona, / brochazo de color enaltecido, / nos funde y nos confunde. / Voz baja de paréntesis. / Malherida la imagen. / Así será porque así era. / Una tragedia suntuosa» (“Todo cae”).
Ruiseñor perdido en el lenguaje (1987), en su primera parte, es una rememoración nostálgica y melancólica de su existencia que ahora, por edad, está llegando a su fin: «Me arrincono para verme distante, / hablando solo. Me engaño. / Mi novia, primavera, / abril y mayo. / Sus cabellos son rubios, / sol hilado, / de oro / ensortijado, / en ellos meto los dedos. / Juego. Me canso» (“Jesús Delgado”)
En su segunda parte, JDV intenta usar el amor como último recurso para superar a la muerte (de ahí su título, «Poemas de amor para la muerte»), y tras el fracaso resultante, acabar insistiendo en temas crepusculares como la lejanía del pasado, la nebulosa de los recuerdos, la fugacidad del tiempo y la proximidad de la muerte: «Libro mi corazón para la historia / que nadie ha de leer. Y yo he de irme / sin saber dónde está la primavera. / Paloma que me arrulla la memoria, / palabras del olvido en que morirme / y no saber la pena de quién era» («Libro mi corazón para la duda»). [POEMA «JESÚS DELGADO»]
Los anónimos del coro (1988) es el resultado de la inspiración que JDV encontró en el teatro romano de Mérida, donde percibía la emanación de los seres que lo habitaron y hallaba sus propias raíces en el rastro de existencia vivida, que habían dejado aquellos seres anónimos, perdidos en la memoria del tiempo: «Alguien estuvo en este mismo sitio / que ahora ocupo. / Noto su vacío suceso rodeándome. / Acaricio lo que todavía queda / del cuerpo del hombre de la historia. / Tiene peculiar forma y manera de existir» (“Desde antes”). [POEMAS «EL TÚNEL» , «PALACIO DE SENTIDO» Y «EL DOLOR DEL JARDÍN»]
Y Huir (1992) es su testamento lirico-espiritual, donde se advierten con nitidez las claves de su estilo: capacidad de síntesis, poder de sugerencia y economía de medios. En él JDV recoge la justificación de los motivos que lo empujaban a aceptar la huida como medio de liberarse de su carga existencial: «Huyo para librarme / de este largo cansancio / […] / Huyo para esconderme / […] / Huyo para perderme / […] / Huyo para escapar de lo que debo a la vida» (versos de los poemas “Nueve”, “Diez” y “Once”). [ POEMA «Y 16»]
[Presentación de Huir por Ángel Campos Pámpanos y Antonio Salguero Carvajal, Mérida, salón de plenos del ayuntamiento, 6 de junio de 1994 –Archivo de audio-]
En 1998, se presenta la tesis doctoral titulada La poesía de Jesús Delgado Valhondo de Antonio Salguero Carvajal en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura en Cáceres, donde obtiene la calificación de sobresaliente cum laude [Entrevista de Pilar Fernández de Radio Forum Mérida al autor de la tesis doctoral -Archivo de audio-]. [ Tesis doctoral ]
En 1999, la tesis es editada por el servicio de Publicaciones de la UEX y su autor obtiene el Premio Extraordinario de Doctorado. En el año 2003, la Editora Regional de Extremadura publica en tres tomos Poesía completa de Jesús Delgado Valhondo, cuya edición, introducción y notas son de Antonio Salguero Carvajal:
En el año del Centenario del nacimiento de Jesús Delgado Valhondo, 2009, este investigador literario edita Jesús Delgado Valhondo: Vida, Poética, Poesía -síntesis de su tesis doctoral- (Badajoz, Fundación JDV, Colección Estudios nº 1, 2009) y Catálogo de artículos y cartas de Jesús Delgado Valhondo (Mérida, Ayuntamiento, 2009).
También en este año especial para la difusión de la obra literaria de Jesús Delgado Valhondo, Salguero publica una serie de artículos como los titulados «Delgado Valhondo, el nacimiento de una conciencia», “Génesis de un discurso consistente”, «Valhondo, poeta universal”, “Un Centenario para celebrar”, “La hondura de un poeta llamado Valhondo” y “Extremadura y paisaje en Jesús Delgado Valhondo”. (2).
PASEO (3)Por la carretera abajo, LA VENTA (4)IÁrbol, colina, canción … II Se van deshojando eras III Todos somos carreteros GENTE (5)Seguimos eternamente subiendo En medio del paisaje, TODO CAE (6)Siempre estamos esperando a alguien Después, cuando vuelva la noche, SIETE (7)La vida es una huida, de la vida apagada, Hombre que solo soy Y como todos voy CASTILLO (8)Se alza el monte durísimo en índice de piedra Los ángeles se encienden de azul y van subiendo Debajo está la tierra, ancha tierra extremeña Cielo y tierra: paisaje. Mi corazón mendiga ENCINAS (9)Yo no sé si la encina ha nacido de roca |
NOTAS
(1) Conocemos el caso curioso del poeta cacereño Juan García García que escribió su primer poema «De la trinchera al Pilar» unos días antes de caer herido en el frente de Belchite. Luego sobrevivió a la guerra civil y difundió sus versos, con gran aceptación a nivel popular, en libros como los titulados Reflexiones y consejos (1956) y Claveles de mi tierra (1977), en premios (accésit de los Juegos Florales de Cáceres 1974 y del Premio Hispanidad 1976) y en los actos más variados. [información facilitada por Fausto Martín Paniagua, amigo del poeta]
(2) Jesús Delgado Valhondo también escribió varios libros de relatos (Yo soy el otoño, Cuentos y narraciones, Ayer y ahora, Cuentos y El otro día), artículos (hemos catalogados 308), prólogos, comentarios de libros, ensayos, semblanzas, obras de teatro (una de ellas se titula La vida en los muebles) y una novela (titulada Isaac).
(3) Poema de Hojas húmedas y verdes, cuyo contenido es un reflejo del ambiente gris y opresivo de la posguerra.
(4) Poema de El año cero, que concluye en su tercer apartado con una fuerte preocupación por la insignificancia y la caducidad del ser humano.
(5) Últimos versos de Un árbol solo, que acogen el resumen de la concepción existencial adoptada por el poeta al final de su búsqueda de Dios. [recitado en el vídeo del final]
(6) Primer poema de Inefable domingo de noviembre, cuyo contenido presenta la certeza de que al ser humano le es imposible conocerse a sí mismo.
(7) Poema de Huir, que es una muestra estremecedora del escepticismo final en el que desemboca el poeta.
(8) Primer poema de «Canto a Extremadura», cuyo tema es la profunda atracción de Valhondo por el paisaje extremeño.
(9) Poema de «Canto a Extremadura», donde Valhondo muestra la concepción trascendente (no folklórica) que tenía del árbol emblemático de Extremadura. [POEMA «ESA MANO DE TIERRA»]
IMÁGENES
INTRODUCCIÓN. SIGLO XX (1930-1970): Escena de la guerra civil española (1936-1939) (1ª). Comunicado de la organización terrorista ETA (2ª). POESÍA DE LA GENERACIÓN DEL 36 (1930-1940, s. XX): Una portada del periódico Hoy durante la guerra civil (1ª). Página del periódico Frente popular, en cuya sección «Frente extremeño», Miguel Hernández edita su poema «Campesino de España» (2ª). JESÚS DELGADO VALHONDO (JDV) aparece en la primera imagen, que está situada entre el título de la web y la denominación de la época literaria. En su apartado, imagen de JDV (1ª). JDV, a la derecha de la fotografía, ejerciendo de maestro con sus alumnos del colegio de Nuestra Señora de Fátima de Badajoz (2ª). Fachada de la casa donde nació JDV en la calle Los maestros de Mérida. En la parte superior izquierda aparece una placa conmemorativa con la inscripción: «En esta casa nació Jesús Delgado Valhondo poeta (1909-1993)», que fue colocada por el ayuntamiento de Mérida en la conmemoración del primer centenario del nacimiento del poeta en el año 2009 (3ª). Portada de Hojas húmedas y verdes (4ª). Carta de Juan Ramón Jiménez a JDV (5ª). Portada de La montaña (6ª). Portada de La vara de avellano (7ª). Portada de Inefable domingo de noviembre (8ª). Portada de Huir (9ª). Portada de la tesis doctoral «La poesía de JDV» de Antonio Salguero Carvajal (10ª).
VÍDEO POESÍA DE LA GENERACIÓN DEL 36 (de Extremadura, un bello poema)
Fotografía cabecera: Retrato de Jesús Delgado Valhondo