Poesía Social (1950-1959, s. XX)
INTRODUCCIÓN
En esta década, la censura se suaviza, aparecen editoriales y se vuelve a buscar el contacto con la cultura europea. Ahora se quiere hacer una «literatura para la vida» que eduque al pueblo, denuncie las injusticias y la falta de libertad del individuo y cambie su actitud pasiva ante la realidad. Esta nueva tendencia, denominada «Realismo social», se caracteriza por un descuido de la forma en beneficio del contenido, con el fin de llegar al lector de una manera directa y fácil.
Sus poetas más representativos son Gabriel Celaya y Blas de Otero. También destacan en esta década Leopoldo de Luis, Ramón de Garciasol y José Luis Cano.
En Extremadura, se pone en marcha el Plan Badajoz (1952-1956) que proporciona agua a las vegas del Guadiana, donde se asientan numerosas familias que no tenían futuro. Sin embargo, este proyecto no alcanza la fase de industrialización y se produce una fuerte emigración a las grandes ciudades españolas y europeas.
A pesar de esta situación, la actividad cultural experimenta una reactivación en tres focos. Badajoz, en torno a la Revista de estudios extremeños, el periódico Hoy, la Diputación Provincial, el Ayuntamiento y la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Cáceres, alrededor de la revista Alcántara y de la Diputación Provincial. Y Mérida, en torno al Liceo. También en la periferia hubo iniciativas culturales como las organizadas por el Seminario de Estudios Pedro de Trejo de Plasencia o por la Asociación de Amigos de Guadalupe.
Durante los años 50 se celebran en los focos citados numerosas actividades, que son propiciadas por los Seminarios creados por la Secretaría General del Movimiento para difundir los valores culturales de la región, o por iniciativas privadas (generalmente patrocinadas por organismos oficiales) como la Fiesta de la Poesía el día 21 de marzo para celebrar la llegada de la primavera; los homenajes a escritores (Donoso Cortés, Carolina Coronado, Luis Chamizo) y las revistas habladas (Amaranto y Paraninfo en Cáceres).
También se celebran tertulias como la de la Económica y Los sabáticos en Badajoz, la de la revista Alcántara en Cáceres o la de la revista Olalla en Mérida; los recitales poéticos; las ferias del libro y otras acontecimientos culturales como la III Asamblea de Estudios Extremeños (1954); la creación del Premio de Poesía Ciudad de Badajoz (1955) y la convocatoria de unos Juegos Florales (1956) por el ayuntamiento pacense.
El resurgir cultural extremeño se observa en las numerosas revistas que se publicaron en esta década: Alor (Badajoz, 1950-1958), Mérida (revista, 1950-1959), Gévora (Badajoz, 1952-1961), Mérida (semanario, 1952-1955), Arcilla y pájaro (Cáceres, 1952-1953), Ángelus (Zafra, 1953-1960), Anaconda (Cáceres, 1954), Jaire (Mérida, 1954-1955), Olalla (Mérida, 1957) y Capela (Almendral, 1959-1960).
En conjunto realizan una extraordinaria labor de difusión, pues eran el único medio del que disponían los poetas para divulgar sus versos. Además, propician un intercambio cultural de primer orden a nivel nacional e hispanoamericano y ambientan el panorama literario con las actividades organizadas en sus ámbitos respectivos.
La generación poética extremeña del medio siglo está formada por Félix Valverde Grimaldi, Rufino Delgado, Francisco Rodríguez Perera, Eugenio Frutos, José Díaz-Ambrona, Fernando Bravo, Jesús Delgado Valhondo, Antonio Corredor, José Canal, Juan María Robles Febré, Manuel Pacheco, Francisco Salgueiro, Asunción Delgado, Luis Álvarez Lencero, Alfonso Albalá, Miguel Serrano, Pedro Belloso, José María Valverde, Teófilo de Marcos Pérez, Rufino Félix, Alberto Oliart, Francisco Cañamero y Pedro Lahorascala.
Algunos de estos poetas (Francisco Rodríguez Perera, Manuel Pacheco, Jesús Delgado Valhondo y Luis Álvarez Lencero) son invitados a dar recitales en diversos foros del país y Valhondo recibe la alabanza de Juan Ramón Jiménez.
También el teatro experimenta una reactivación gracias a grupos de aficionados como El retablo de Badajoz, dirigido por Juan José Poblador, que representan obras clásicas y contemporáneas tanto de autores españoles y extranjeros como extremeños (Antonio Zoido, Antonio Orio-Zabala, Antonio Soriano). La imprenta Arqueros de Badajoz crea la Biblioteca de Autores Extremeños. El Hoy abre sus páginas a la Fiesta de la Poesía y crea un suplemento literario y artístico (1958).
Cuando en 1953, Luis Álvarez Lencero edita su primer libro El surco de la sangre, comienza a forjarse el llamado triángulo poético extremeño, con Jesús Delgado Valhondo que había publicado su primer libro, Hojas húmedas y verdes, en 1944, y Manuel Pacheco, cuya primera obra poética, Ausencia de mis manos, edita en 1949.
Los hechos que más los mantuvieron unidos fueron sus caracteres humanos y poéticos complementarios (Lencero, impetuoso, Valhondo, íntimo y Pacheco, alucinante), su arraigo a la tierra (aunque sin perder de vista los cambios que se producían en el ambiente poético nacional) y su proyección fuera de los límites extremeños.
En Extremadura, la poesía social añade, a la visión desencantada sobre la existencia, una fuerte preocupación por la situación de pobreza, el atraso cultural y el desamparo ante las injusticias del extremeño común.
Su lengua es desgarrada y vehemente con un tono coloquial y una acentuada carga crítica. Los máximos representantes de la poesía social en Extremadura fueron Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero.
[Después del estudio siguiente de los dos poetas antologados, se encuentra el apartado «Panorama literario y cultural extremeño en la mitad del siglo XX» y otros]
MANUEL PACHECO
(Olivenza, Badajoz, 1920 – Badajoz, 1998)
Manuel Pacheco Conejo se queda huérfano a los siete años, edad con la que ingresa en el orfanato de Badajoz, donde reside durante diez años. Fue llamado a filas al final de la guerra civil, pasa penurias en la posguerra, trabaja en oficios humildes y, finalmente, consigue una plaza en la administración militar de Badajoz. Participa en todos los acontecimientos culturales de la capital y de Extremadura. Conecta y mantiene relación a través de cartas con numerosos poetas y grupos poéticos de España e Hispanoamérica, en cuyas revistas edita múltiples poemas.
En 1986, la Junta le concede la Medalla de Extremadura. En 1991, es nombrado académico de la Real Academia de Extremadura de las Artes y de las Letras. Cuando muere, sus cenizas son esparcidas en el río Guadiana a su paso por Badajoz.
Pacheco no tenía estudios, pero lo supo compensar con dotes autodidactas y numerosas lecturas, que le proporcionan amplios conocimientos en literatura, cine y música. Leyó a los clásicos y a poetas entonces prohibidos como Miguel Hernández, César Vallejo, Pablo Neruda y Octavio Paz. También sintió atracción por escritores extranjeros como Fiedrich Hölderlin, Rainer María Rilke, André Bretón, James Joyce, Ezra Pound y Nicanor Parra. Sus maestros fueron Juan Ramón Jiménez, los poetas de la Generación del 98 y los poetas de la Generación del 27, que se sintieron atraídos por el Surrealismo (Lorca y Alberti).
Pacheco fue una persona muy concienciada socialmente y puso su poesía al servicio de su compromiso con el ser humano. De ahí que sus temas traten del hombre, la familia, la identidad personal y la preocupación por los seres desvalidos, víctimas de la miseria y las desigualdades sociales, con los que diariamente convivía en una zona marginal de Badajoz. Es característica su denuncia contra el hambre, la incultura, la injusticia y la opresión del hombre por el hombre en el ámbito laboral, económico, social, ideológico y bélico.
Esta rabia interior lo lleva a escribir una poesía ácida y visceral, donde no elude la palabra malsonante tratando de expresar la honda amargura que le produce la falta de entendimiento entre los seres humanos y su endémica violencia.
En el trato diario era una persona muy humilde y bondadosa. Como escritor fue un poeta independiente, rebelde y anárquico, que conmocionó el ambiente conservador de la cultura oficial en Badajoz. Su estilo se caracteriza por una enorme capacidad para la creación estética, que expresa a través de una mezcla de popularismo y surrealismo, imágenes alucinantes (de las que es un maestro) y una forma variada de versos populares, cultos y versículos.
Su tono es muy directo y goza de tal intensidad que lo hace ser unas veces tierno ante el amor o los placeres de la vida y otras furibundo ante la penosa situación social de los desfavorecidos o los sucesos luctuosos del mundo. Su lengua es sorprendente por sus requiebros llamativos, asociaciones impensables y una gran creatividad lingüística (memoriar, alondrarse, almar, prosema, Nochemala, antipoema).
Entre sus poemarios se encuentran los siguientes. Ausencia de mis manos (1949) versa sobre temas variados, cuya conexión la establece una concepción pesimista de la existencia humana. Presencia mía (1955) es un libro que se inicia con poemas de amor y deriva hacia otros, cuyo contenido lo ocupan preocupaciones sociales por el campesino y el obrero. Todavía está todo todavía (1960) se trata de un libro combativo, donde el poeta manifiesta su propósito de denunciar la triste realidad y no de ocultarla con expresiones líricamente bellas.
Poesía en la tierra (1970) muestra que las intranquilidades existenciales del poeta se han hecho extensivas al ser humano universal. Para curar el cáncer no sirven las libélulas (1972) es un poemario escrito contra las apariencias y las buenas maneras que justifican la injusticia y ocultan la miseria. Y Las noches del buzo (1994) son poemillas, que exponen la concepción existencial del poeta en forma de máximas. En 1999, su obra poética fue recogida en Poesía completa (1943-1997). (1)
NOCTURNO EN ROJO MENOR (2)Un delirio de amapolas Tu piel de seda en olvido Tristeza de ser mujer Tu cuerpo de nieve azul HAY QUE HACERLO ESPERANZA (3)La vida es una carga TODAVÍA (4)Todavía no se ha ido todo el humo, Todavía el amor está dormido, Todavía está Dios en las iglesias. EL SOL NUESTRO DE CADA DÍA (5)El sol nuestro de cada día LAS PALOMAS (6)Pequeñas cárceles clavadas en el suelo Los disparos pudrían la limpidez del aire. – Pago cuatro, Las palomas morían. PARA SER INSERVIBLE (7)Para curar el cáncer Nacer tampoco sirve |
NOTAS
(1) El resto de sus poemarios aparecen en la bibliografía. Escribió además relatos (El huevo y otros relatos, Diario del otro loco y Diario de Laurentino Agapito Agaputa) y obras de teatro (El ángel y las cerillas). Su preocupación por los desheredados, su aprecio por los sentimientos humanos y su aversión contra la injusticia, lo hicieron un escritor muy apreciado y editado en buena parte del mundo.
(2) Poema de Ausencia de mis manos, con el que Pacheco dedica unos versos sensuales a su amiga Isabel Benedicto.
(3) Poema de Presencia mía en forma de arenga que anima a difundir la cultura entre los niños, para que aprendan a construirse un futuro esperanzador.
(4) Poema de Todavía está todo todavía, donde el autor se queja de que todo sigue igual: la falta de libertad, la violencia, la enfermedad, el desamor.
(5) Poema de Poesía en la tierra, cuyo contenido es el profundo deseo del emisor de que desaparezcan del mundo la miseria, el sufrimiento de los pobres y la violencia.
(6) Poema de Para curar el cáncer no sirven las libélulas, que expone un fuerte contraste entre el ambiente de los ricos entreteniéndose con el tiro de pichón en una finca particular y la situación miserable en que viven los habitantes de los barrios marginales de Badajoz. [recitado en el vídeo del final]
(7) Poema de Las noches del buzo, cuyo contenido presenta tres certezas existenciales descorazonadoras.
LUIS ÁLVAREZ LENCERO
(Badajoz, 1923 – Mérida, 1983)
Su padre era campesino y él creció entre la gente sencilla del campo, la naturaleza y los animales. Después de realizar estudios de ingeniería técnica industrial, que alterna con trabajos de carpintero y mecánico, emigra a Alemania buscando nuevos horizontes laborales, pero siente una fuerte y dolorosa nostalgia por Extremadura. Finalmente, obtiene una plaza en el Instituto Nacional de Previsión en Badajoz.
Desde 1952 a 1961 dirige la revista Gévora de Badajoz con Manuel Monterrey, se dedica de lleno a la poesía y trabaja la escultura de hierro. En 1972, se marcha a Colmenar y expone en Madrid con gran éxito, pero pasa apuros económicos y lo invade la nostalgia por su tierra. Regresa enfermo a Extremadura y el Ayuntamiento de Mérida le cede un taller, donde trabaja sus esculturas. En la última etapa de su vida fue atendido por Marifé Baigorri, una mujer que lo supo comprender y apreció sobremanera su persona y su obra. Los restos del poeta reposan en el cementerio de su ciudad natal.
Álvarez Lencero tuvo una personalidad comprometida contra la injusticia, el atraso y la situación lamentable del extremeño y de la cultura regional. Su expresión es apasionada, singular y sincera. En sus comienzos compone una poesía existencial con base religiosa e influencias de Miguel Hernández, que habla del hombre, Extremadura y una religiosidad estrecha y directa con Dios. Luego su obra poética evoluciona hacia una poesía social con fuertes preocupaciones por la miseria económica, moral y formativa del campesinado extremeño.
Su estilo se basa en un buen manejo del idioma, los términos contundentes, una poderosa capacidad creativa y el uso de magníficas imágenes surrealistas. No obstante también sabe ser tierno, humano y lírico, cuando olvida momentáneamente sus hondas preocupaciones existenciales y solidarias. Su marcado estilo sabe compensarlo con recursos originales y el uso variado de metros, estrofas y poemas populares y cultos.
Escribió El surco de la sangre (1953), poemario íntimo y repleto de imágenes con las que el poeta muestra su atracción por describir lo que bulle en su subconsciente, siguiendo los pasos de Antonio Machado y Miguel Hernández y apuntando dos de los temas característicos de su poesía posterior: el campesino extremeño y su relación con Dios.
Sobre la piel de una lágrima (1957) se centra en el hombre recio, que trabaja duramente la tierra, y critica su penosa situación pues, a pesar de su entrega al trabajo, su vida está presidida por el hambre. Usa metros populares, endecasílabos y alejandrinos y muestra influencias de Alberti, Lorca, Miguel Hernández y Blas de Otero.
Hombre (1961) hace extensiva su enorme preocupación por el campesino a la situación de pobreza y marginación en que vive el obrero común (mineros, albañiles, zapateros, herreros) y denuncia su triste estado con enérgicas imágenes y versos variados.
Tierra dormida (1969) es una sentida elegía dedicada a la memoria de su gran amigo el poeta Manuel Monterrey al que, con un tono pausado y versos doloridos, muestra un profundo aprecio.
Juan Pueblo (1971), obra que le dio popularidad, circulaba manuscrita entre estudiantes y obreros antes de que la autopublicara, pues tuvo problemas con la censura. Encierra una durísima crítica contra el atraso, la pobreza, la injusticia, la falta de cultura y de progreso en la región extremeña. El libro tiene como protagonistas a los seres anónimos (denominados genéricamente Juan), que malviven con su duro trabajo y la desesperanzada perspectiva de la falta de horizontes.
Canciones en carne viva (1973) son poemillas populares que expresan con una profunda pena las intranquilidades de libros anteriores.
Poemas para hablar con Dios (1982) es un libro escrito cuando el poeta se encuentra enfermo y siente renacer sus profundas y auténticas convicciones religiosas.
Y Humano (1982), dedicado a Marifé, contiene la reaparición de su preocupación social, el amor por su tierra y la angustia ante la muerte.
ARANDO (8)Os digo YUNQUE HUMANO (9)Señor, tú lo has querido: en la herrería Coléricas tenazas de piel fría Al trato que me dan yo no respondo, Sufro desde la piel hasta lo hondo, JUAN ASCO (10)Yo soy Juan Asco, Señor, El yugo que me amarró No quiero decirle yo LA MINA ME DUELE HONDO (11)La mina me duele hondo Minero de tus entrañas La mina ya no me duele PAZ (12)Sueño la paz del mundo HIERRO (13)Este es mi hierro: dura flor del herrero Pájaro que yo empuño, toro acero, Llorando chispas clama incandescente Y así entre pena y golpes, fraguamente, |
NOTAS
(8) Poema de Sobre la piel de una lágrima, que destaca la dura tarea del labriego cuando prepara la tierra con su trabajo y la fecunda con su sudor.
(9) Poema de Hombre, donde el poeta expone el dolor sentido ante la sumisión a la que someten su carácter apasionado.
(10) Poema de Juan Pueblo, cuyo tema es una dura crítica contra la injusticia sufrida por el obrero.
(11) Poema de Canciones en carne viva, donde el enamorado declara su amor a la mujer amada, que es el equilibrio de su ánimo desestabilizado.
(12) Poema de Poemas para hablar con Dios (vv. 1-8), cuyo contenido es una petición de paz para el mundo.
(13) Poema de Humano, donde Lencero realiza un elogio del hierro, pues fue también un apasionado escultor con este metal. Su obra «Vietnam», que EE.UU. le quiso comprar en 1972, hoy día preside la rotonda donde confluyen la Avenida Eugenio Hermoso y el Paseo Los rosales de Mérida.
PANORAMA LITERARIO Y CULTURAL EXTREMEÑO EN LA MITAD DEL SIGLO XX
En los años 50 del siglo XX, Extremadura depende de una economía de subsistencia basada en la agricultura de secano. Badajoz es una ciudad fronteriza, Mérida aún no ha alcanzado la categoría de ciudad y Cáceres es una pequeña urbe en torno a la que gira una provincia no menos deprimida que la pacense.
La enseñanza es deficiente; faltan escuelas, maestros y unos planes de estudios más amplios, que no aboquen a jóvenes válidos a abandonar el sistema educativo demasiado pronto para malvivir del trabajo precario del campo, mientras a los estudios universitarios sólo pueden acceder los jóvenes de un número reducido de familias con recursos. Esta situación provoca que ya en 1951 comience a ser frecuente la reivindicación de una Universidad para Extremadura por parte de Asociaciones de Antiguos Alumnos, intelectuales e instituciones.
No obstante, a comienzos de los 50, el Plan Badajoz (aprobado por una ley del 21 de abril de 1949) marcha a buen ritmo intentando paliar esta deprimente situación poniendo en regadío miles de hectáreas de tierra baldía en las riberas del Guadiana, con el fin de proporcionar un medio de vida a numerosas familias sin futuro. Este gran proyecto recibe incluso el apoyo decidido del general Franco, que el 7 de junio de 1951 inaugura Valdelacalzada y Guadiana del Caudillo (dos pueblos creados en las nuevas vegas del Guadiana) y abre la presa de Montijo. En correspondencia se le regala el poema “El río” de Félix Valverde Grimaldi, que contiene reivindicaciones ecologistas: “dejad al río libre … / que corra, que salte, / que bañe, que riegue … / […] / Dejad al río libre …/ […] / ¡No encaucéis al río!”.
Ante este empuje, la Compañía de Aviación y Comercio inaugura una línea aérea con Madrid, que cubre el trayecto Badajoz-Madrid en hora y media. En la primavera de 1954, Franco vuelve a Extremadura para visitar Las Hurdes y Cáceres donde promete un Plan Cáceres, con la finalidad de regenerar Las Hurdes y colonizar las zonas regables de los pantanos Rosarito, Borbollón y Gabriel y Galán. Sin embargo a mediados de 1955, la revista Alcántara denuncia que el Plan Cáceres aún no se ha puesto en marcha.
A pesar del esfuerzo, el Plan Badajoz que, con sus regadíos, pueblos, embalses e industrias, está culminado en 1956, finalmente, solo beneficia a una zona de la enorme extensión de Extremadura. Por este motivo muchos extremeños se ven abocados a nutrir el caudal de trabajadores que emigran a las ciudades industrializadas españolas y extranjeras, buscando un horizonte más atractivo lejos de la miseria de su tierra.
Durante los años 50, la poesía romántica de Carolina Coronado, la tradicional de Gabriel y Galán y modernista de Luis Chamizo, por un lado, y la lírica arraigada, por otro, son las dos corrientes que están afianzadas en el ambiente cultural extremeño. La primera es la que, por un lado, aprecia la gente común que se conmueve ante la pasión amorosa de la poeta, los sentimientos elementales de los dos poetas enraizados en la tierra y las inquietudes existenciales de la poesía arraigada que es la permitida por la censura a nivel nacional.
Los poetas de esta tendencia se caracterizan por un enfoque vital de la existencia, el mundo y su relación con Dios, que suelen marcar con fuerte altibajos emocionales entre la esperanza y la decepción, un buen manejo de los recursos líricos, la atención equilibrada de las formas clásicas, tradicionales y el versículo.
Los poetas extremeños de la época siguen mayoritariamente a estos poetas del arraigo, formando parte de una amplia nómina, denominada en conjunto “la generación extremeña del medio siglo” que Ángel Sánchez Pascual, ateniéndose a sus fechas de nacimiento, divide en dos grupos.
El de precursores, nacidos entre 1897 y 1936, está formado por Félix Valverde Grimaldi, Rufino Delgado Fernández, Pedro Caba Landa, Francisco Rodríguez Perera, Eugenio Frutos Cortés, José Díaz-Ambrona, Fernando Bravo Bravo, Jesús Delgado Valhondo, Carlos Callejo, Antonio Zoido, Antonio Corredor García, Juan Bautista Rodríguez, José Canal Rosado, Juan María Robles, Manuel Pacheco, Francisco Salgueiro, Asunción Delgado, Luis Álvarez Lencero, Alfonso Albalá y Miguel Serrano.
A estos poetas también los relaciona el hecho de que viven la guerra civil con plena conciencia y los distingue su adscripción a corrientes poéticas diversas.
El otro grupo, denominado “de los niños de la guerra”, está integrado por los poetas nacidos a partir de 1925 hasta 1936, que viven el conflicto fratricida y padecen más la penuria de la posguerra: Pedro Belloso, José María Pérez Lozano, José María Valverde, Teófilo de Marcos Pérez (Luis Álvarez Lencero le editó un conjunto de poemas titulado “Anticipo de un libro de versos” en el nº 61-62 de la revista Gévora de Badajoz, en mayo de1958), Rafael Rufino Félix, Alberto Oliart Saussol, Francisco Cañamero, Pedro Lahorascala y Bernardo Víctor Carande.
Estos poetas tienen una uniformidad ideológica, desaparecen del panorama lírico durante un tiempo (por esto se les denomina el “grupo perdido”) y, en general, no editan con profusión.
En los años 50, mientras en Madrid la importancia de las revistas poéticas pierde protagonismo a favor de los poemarios, los poetas extremeños intensifican sus relaciones internas y foráneas con las numerosas posibilidades de darse a conocer y comunicarse, que les brindan los abundantes proyectos editoriales en forma de revistas poéticas que ellos mismos crean y económicamente soportan, en buena medida, obligados y alentados por la carencia de medios de difusión.
En Badajoz aparece la revista Alor (Badajoz, 1950-1958), que es creada por Francisco Rodríguez Perera, publica 54 números de 1950 a 1958 y se difunde por Hispanoamérica, y la revista Gévora (Badajoz, 1952-1961), que es editada por Manuel Monterrey y Luis Álvarez Lencero de 1952 a 1961. Es la revista de los años 50 que más números edita (83), más tiempo está publicando y más se difunde. Gévora reedita Ausencia de mis manos de Manuel Pacheco en el número 24 de 1954, y publica a Jesús Delgado Valhondo La muerte del momento en el número 32 de 1955, y el poema “Canto a Extremadura” en el número 44-45 de 1956.
En Cáceres, aparece Arcilla y pájaro (Cáceres, 1952-1953), fundada y coordinada por Jacinto Berzosa, Juan Ángel Iglesias y Prudencio Rodríguez. Publica cinco números de diciembre de 1952 a noviembre de 1953. Es costeada por su grupo fundador (José María Gil, Pedro Pacheco, Emiliano Durán y Pedro María Rodríguez). Su número extraordinario no fue bien recibido en Alcántara: “Bastante flojito, casi malo, a decir las cosas con claridad. Se salvan los poemas de Berzosa y Ángeles Fernández. Los demás no merecen la pena ser leídos”. ‘José de la Peña’, en “Notas de dentro y de fuera”, Alcántara (Cáceres), nº 72-73-74, 1953.
El grupo poético de Arcilla y pájaro se fracciona en dos y en la parte desgajada surge una nueva publicación titulada Anaconda (Cáceres, 1954), que fue dirigida de enero a julio de 1954 por Emiliano Durán, José María Gil y Pedro María Rodríguez y sólo editó dos números. Esta publicación fue mejor recibida en el ambiente literario cacereño que la anterior: “[Los que hacen Arcilla y pájaro] siguen en su poesía la máxima vanguardia, los que hacen Anaconda cultivan también la poesía moderna pero, creo yo, que con más moderación y cordura. Estamos más con éstos […] creemos […] mucho más difícil lo que hacen los de Anaconda. (José Canal, Alcántara (Cáceres), nº 75-76-77, 1954).
El apoyo implícito a esta revista se deduce de los colaboradores, que acceden a editar en su primer número: Julio Mariscal Montes, Emiliano Durán, Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero, Pedro María Rodríguez, Vicente Núñez, José María Gil Encinar, Carlos Murciano, Justo Guedeja-Marrón, Juan Iglesias, José Canal, Antonio Leyva Fernández y Jesús Delgado Valhondo.
Según Ángel Sánchez Pascual, estos jóvenes emprendedores, junto a Francisco Cañamero, Alberto Oliart, Juan María Robles y Pedro Lahorascala, inician un movimiento poético creativo en Extremadura al margen de la cultura oficial, pues pretendían “salvar las fronteras provincianas, que no admitimos como fronteras de nuestra geografía literaria” (Extremadura –Cáceres–, 14-8-52).
Pero después de la oposición que sufren desde el ámbito de la cultura oficial y de dispersarse por motivos de estudio y de trabajo, la mayor parte se olvidan de la poesía y únicamente Robles (Poemas de las dos orillas, 1954. Badajoz también, 1988. Mientras el alba llega, 1993) y Lahorascala (Romería de horizontes, 1956. Canciones para ir a la tierra, 1964. Cancioncillas de Henares, 1995) han seguido en el mundo literario.
En Mérida, publican que edita tres números de 1954 a 1955, dirigida por los sacerdotes Juan María Robles Febré y Francisco Horrillo, y (Mérida, 1957), que es coordinada por Félix Valverde Grimaldi y, costeada por su grupo fundador con alguna subvención del ayuntamiento de la ciudad, logra editar seis números de abril a septiembre de 1957. También editan abundantes poesía dos publicaciones no estrictamente literarias: Mérida (1950-1959), revista oficial de la Feria de Mérida (1950-1959) y el semanario Mérida (1952-1955).
En Zafra, Ángelus (Zafra, 1953-1960), edita 13 números desde febrero de 1953 a septiembre de 1960. El último se titula Primera antología de poetas pacenses, donde intervienen Jesús Delgado Valhondo, Francisco Cañamero, Manuel Pacheco, Francisco Rodríguez Perera, Luis Álvarez Lencero, Antonio Zoido, Manuel Monterrey, Eugenio Frutos, Luis González Willemenot y Juan Bautista Rodríguez. Es dirigida por el padre Francisco Juberías, que recibe apoyo del padre Martín Sarmientos, coordinador del nº 13 (subvencionado por la Diputación de Badajoz). Esta publicación, que llama la atención por su formato reducido (14 x 11 cms.), depende del Teologado claretiano zafrense.
Y en Almendral aparece Capela (1959-1960) creada por Bernardo Víctor Carande. Esta revista, que tiene el subtítulo de “Boletín de información de un hombre que vive en el campo”, sobrevive un corto periodo.
En fin, son revistas coetáneas de Jaire, Mérida, Olalla y del semanario Mérida, que también cumplen el valor reconocido aguda y justamente por Ínsula, como característico de las revistas poéticas españolas del Medio Siglo.
Estas publicaciones, aunque en general modestas y efímeras, crean un ambiente que ayuda a la reactivación del panorama literario, la recuperación de poetas olvidados y la atención a clásicos extremeños, por medio de la organización y difusión de homenajes que los rescatan de la desmemoria. Alor homenajea a Reyes Huertas y López Prudencio; Gévora, a Carolina Coronado, Luis Chamizo y Gabriel y Galán; Olalla, a Francisco Valdés y Braulio Ducasse…
Esta actividad, puramente romántica, contagia al entorno y, entre otros ejemplos, la imprenta Arqueros subvenciona las portadas de las dos revistas pacenses y crea la Biblioteca de Autores Extremeños y el Centro Cultural de Badajoz consigue que Camilo José Cela y Leopoldo Panero pronuncien sendas conferencias en la capital.
El impulso generado también contribuye a que los poetas extremeños se conozcan más ampliamente y se les invite a celebrar recitales fuera de las fronteras regionales como Manuel Terrón Albarrán, Francisco Rodríguez Perera o el “triángulo poético” (Lencero, Pacheco y Valhondo: «Cruzaron aquella noche, por el aire, con sus voces, los restallantes trallazos de los látigos de menta de Lencero; los féretros con forma de guitarra de Pacheco; el hombre muerto que Valhondo ve en el fondo de todas las ciudades»; en Arsenio Muñoz de la Peña, «Literatura pacense», Hoy (Badajoz), 1-11-61). Incluso Juan Ramón Jiménez elogia la poesía de Jesús Delgado Valhondo y Francisco Cañamero edita en la revista de Roma. Los poetas cacereños Juan Luis Cordero, José Canal y Fernando Bravo son reconocidos a nivel nacional con la concesión de numerosos premios en concursos poéticos…
Además colaboraciones de muchos de los poetas citados, gracias a la red de relaciones entabladas por las revistas extremeñas de los años 50, encontraron acogida en otras de España (Ágora, Alcaraván, Alne, Arrecife, Axati, Cántico, Caracola, Dabo, El molino de papel, Estrofa, Gánigo, Ixbiliah, Malvarrosa, Mediodía, Poesía española, Punta Europa, Rocamador, Verbo) e Hispanoamérica (Armenia futura, Cuadernos Julio Herrera Reissig, Euterpe, Índice cultural, Lírica hispana, Papel de poesía, Metáfora, Virtud y letras).
También nuestros poetas tuvieron la oportunidad de conectar a través de ellas con focos culturales de Portugal, Marruecos, Europa e incluso de Brasil y Estados Unidos, así como de editar sus poemas en numerosas revistas de puntos geográficos distantes como la portuguesa Bandarra, la brasileña Intus, la marroquí Ketama o la belga Courrier du centre internacional d’etudes poetiques.
En esta época se editan poemarios de especial relevancia en la poesía de escritores extremeños como El año cero de Jesús Delgado Valhondo (1950), Umbral de la armonía de Alfonso Albalá, Caireles al sol de Antonio Zoido (1951), El surco de la sangre de Luis Álvarez Lencero (1953), Versos del domingo de José María Valverde (1954), Presencia mía de Manuel Pacheco (1955), La viña destruida de Eugenio Frutos (1957) y Pétalos de sombra de Manuel Monterrey (1958).
Sin embargo, el número y la calidad de estos poemarios no oculta la penuria editorial, que existe en Extremadura por estos tiempos, pues varios de estos libros tienen que ser editados fuera de la región (el de Valhondo, en San Sebastián; el de Lencero, en Guadalajara, o el de Frutos, en Zaragoza).
Esta realidad dificulta que comiencen antes a editar (Eugenio Frutos no publica hasta los 42 años o Pedro Caba hasta los 74), obstaculiza que el poeta sea conocido en los ambientes literarios del lugar donde se publican sus libros, provoca que su poesía sea insuficientemente difundida, consigue que se desmarque de los poetas de su generación y provoca que sean generalmente ignorados.
Un medio utilizado por los escritores extremeños para difundir sus obras y cobrar prestigio fue acudir a las convocatorias de los numerosos premios literarios, que se convocan en esta época a nivel nacional a pesar de la penuria económica: Adonais, Asociación de la Prensa de Barcelona, Ayuntamiento de Ávila, Barral, Boscán de Poesía, Certamen literario de Aránzazu, Juan Perón (Argentina), Ciudad de Barcelona, Ciudad de Sevilla, Ciudad de Valencia, Concha Espina,…
… Concurso de Cuentos y poesía del semanario Juventud (1956), Concurso de Novela del Club de España (Méjico), Concurso Fiesta de la Vendimia Jerezana, Concurso literario del Consejo Diocesano, Crítica Literaria de la Editorial Ahr (Barcelona), Elisenda de Montcada, Escélicer, Galdós, Leopoldo Alas, Lírica Hispana, Miguel de Cervantes, Nacional de Literatura, Planeta, Plaza, Sésamo (Madrid) y Sinergia [revista]. Estos premios son citados por la revista Alcántara en sus números de 1950 a 1959.
Estas razones explican que Manuel Terrón Albarrán (incluido por Arturo Gazul en un principio en el «triángulo poético», junto a Valhondo y Pacheco), Fernando Bravo, José Canal, Carlos Callejo o los jóvenes fundadores de las revistas citadas se vean obligados a desaparecer del panorama lírico extremeño por falta de un ambiente propicio a la creación poética.
A esta generación de escritores desaparecidos del mundo literario se les denomina «la generación perdida». Tan desalentadora realidad empuja a poetas de generaciones posteriores a emigrar a Madrid buscando nuevos horizontes literarios, y algunos consiguen colocar su voz en el coro de poetas reconocidos a nivel nacional e hispanoamericano como José María Valverde o Félix Grande.
LA POESÍA SOCIAL EN EXTREMADURA
Paralelamente, la poesía desarraigada en Extremadura aparece temprano en las revistas cacereñas Arcilla y pájaro (1952-1953) y Anaconda (1954), que tienen una vida corta por problemas de autofinanciación: “Amigos, somos nosotros, sin retórica, un grupo de muchachos que en vez de gastarse el dinero en fútbol o en tabaco, se lo gastan en hacer una revista de poesía” (Arcilla y pájaro, nº 1, 1952). En el número 1 de esta primera abundan muestras de una nueva mentalidad con preocupaciones sociales en poemas como “El hombre del suburbio” de Juan Ángel Iglesias y “Elegía a los criminales de guerra” de Antonio Leyva.
También contribuye a que estos proyectos sean efímeros la oposición del ambiente literario de la capital que, si bien alaba la creación de estas revistas por poetas jóvenes, se escandaliza ante su visión iconoclasta de la realidad y del mundo, que expresan por medio de un lenguaje rompedor: “En cuanto al contenido […] estamos en el deber de oponer serios reparos […] hay errores de bulto […] defectuosa y hasta diríamos culpable disposición ante las cosas […] la obsesión, el gusto por lo feo, lo sucio y lo innoble: ‘esos brazos tremendamente eróticos de la lluvia’, ‘ese árbol de mis venas lascivo y verde’, ¿no revelan una preocupación por la forma más baja de la sensualidad, indigna de muchachos que están, biológicamente, en el estadio de la plena normalidad vital?” (¿Anónimo?, “Apareció Arcilla y pájaro”, Hoy (Badajoz), 1-4-53).
La virtud de estas publicaciones, a pesar de su fugacidad, es llamar la atención sobre la cara amarga de la realidad que, por aquel entonces en Badajoz, está también desenmascarando (no con menos rechazo que las revistas cacereñas) Manuel Pacheco desde que en 1952 edita El arcángel sonámbulo y, sobre todo, en 1953 (“Asesinando el pulso en las alcobas / el hombre siembra espuma en tierra oscura, / siembra la flor del llanto en los espasmos, / sacude como un mimbre su triste consecuencia / y llena de cadáveres una absurda naranja”) y Luis Álvarez Lencero publica Sobre la piel de una lágrima en 1957: “Con la cuchara al hombro van los pueblos / a ganar a la muerte su batalla, / su pedazo de pan ensangrentado. / Y la miseria armada / saluda con el hambre a las raíces / sin que suene el tambor de la esperanza” del poema “El milagro de las lágrimas”).
Por las fechas en que las revistas cacereñas, Pacheco y Lencero manifiestan ese cambio de rumbo poético hacia preocupaciones solidarias, la revista Gévora de Badajoz acoge la primera muestra de poesía social en su número 14-15 de noviembre del año 1953. Se trata del «Poema a este muchacho» de José Berzosa, donde expresa su deseo de salir de su intimismo y solidarizarse a través de la poesía con la gente común: “Voy a trastocar las bases / de mi hacer trasnochado / de ideas y palabras. / Voy a leer versos a la gente: / en la calle o mejor en el vertedero / de sombras humanas”. En el número 28 de febrero de 1955, Manuel Pacheco defiende el compromiso de la poesía en su poema “Autorretrato” (“ser poeta, amigos, / no es ser una palabra. / Es llevar en la boca / un sonido de espada / y decir la verdad / aunque caiga quien caiga”) y Antonio García López denuncia la pobreza en «El hombre de la calle»: “Te llamas Pedro u otro nombre cualquiera. / […] / Tu sueldo sólo es pan para tus hambres, / un pedazo de pan que te amasara / el trabajo que suda por tu frente. / En tu casa se huelgan las fiambres, / sólo cocido sucio sin cuchara / y un caldo con verduras mal caliente”.
En el número 37 del 30 de noviembre de 1955, Enrique Segura destaca el grito de rebeldía en defensa del trabajador en Presencia mía de Pacheco y, en el número 43 del 31 de mayo de 1956, advierte la huella de la poesía social en Paz y concierto de Gabriel Celaya cuando destaca la frase: «‘Mientras haya en la tierra un solo hombre que cante, / quedará una esperanza para todos nosotros'».
Sin embargo, la presencia nítida de la poesía social en Gévora se observa cuando la revista es dirigida en solitario por Luis Álvarez Lencero, a partir del número 51 del 28 de febrero de 1957, y una arenga preside las colaboraciones de contenido social, que es además una invitación para los colaboradores potenciales: «Hermanos y poetas […] bebed el vino de los astros. Encended vuestro esqueleto con rosas y pisad las víboras… simplemente cara al viento llorando, ladrando o como os dé la gana» (Gévora nº 51, p. 5).
Esta proclama anónima (aunque no es difícil vislumbrar el ímpetu pasional de Lencero) es seguida pocas páginas después por el mismo texto de Gabriel Celaya, editado en el número 37, para volver a impactar en el ánimo de muchos poetas que están concienciándose en ofrecer su compromiso y ayudar con sus versos a cambiar la situación precaria en que vive la gente común.
En el número 52-53 del 3 de abril de 1957, Manuel Pacheco alaba la maestría del pintor extremeño Ortega Muñoz para captar con su desfiguración de la realidad la situación lamentable del campesino extremeño: “El labriego se alza, / como una estaca seca, / como un árbol de barro / sobre la oscura tierra. / El ciervo lo ha lamido, / la lluvia lo ha lamido, / el hambre lo ha lamido, / el sol ha convertido en cuero triste / el agua azul de su cabeza” ( nº 52-53, p. 5).
En el número 58/60, que recoge colaboraciones de diciembre a marzo de 1958, Lencero denuncia el trabajo inhumano, peligroso y servil de los mineros: “Amasados con tierra como oscuras lombrices / estos hombres que tienen dos toros genitales / siembran la dinamita llenos de cicatrices / y escriben a los muertos sus cartas minerales. / […] / Y al salir de las minas enjutos y apagados / […] / beben el aguardiente, la vida, el asco, el viento”. Y Manuel Ruiz González-Valero ofrece a Lencero un poema con unos versos belicosos: “Hagamos metralletas nuestras plumas. / Cada verso una ráfaga de fuego / y una bomba H, / sea el Poema”.
En este número, los poetas sudamericanos comienzan a colaborar con poemas sociales, que intentan una reacción de los desheredados contra su mísera situación como sucede en el poema «Del segundo discurso que dijo Juan Descalzo en la plaza pública» del uruguayo Hugo Emilio Pedemonte (“Señoras y señores. Os hablo / yo, Juandescalzo, y os acuso / del egoísmo más infame. / Allí hay una mujer rica / con diamantes y pieles y lacayos / tomando el sol en esta plaza. / Y la dejáis tomar el sol / sin ayudarla. Y os estáis / de brazos cruzados como / si en realidad no sucediera nada”), o critica la penosa existencia de los marginados en la ciudad como el poema “Visión del suburbio” de la ecuatoriana Ileana Espinel: “Las piedras enlunadas y grises del suburbio / son hermosas con una hermosura de pena. / Pero allí no hay glamour. […] / Hay vías proletarias por donde va, sonámbula / y perenne, la Vida…”.
Por último, en el número 68/82 de enero de 1960, Lencero lanza este “canto de cisne” con el que cierra la vida de Gévora dejando en el ambiente un lamento repleto de conciencia solidaria: «Gévora desentumece otra vez sus alas y se expande por el mundo chorreando sangre. Que nadie se quede sin el mendrugo de su corazón. Brindemos todos con el grito en carne viva y sudemos por los ojos la raíz más honda del alma. Mientras exista un solo hombre en pena no nos habléis de la rosa ni de la primavera». En 1965 Lencero tiene escrito su poemario Juan Pueblo que, inédito hasta 1971, será el culmen del realismo social en Extremadura.
También se editan en la revista emeritense Olalla textos contra la violencia en el mundo o denuncian la triste realidad social del entorno o la falta de atención a los obreros como los poemas “Mendigo” de López Anglada, “Una fábrica” de Fernando Bravo, “Minero” de Alfonso Manuel Padilla o “Kedues Kyermegen (Querido niño)” de Juan María Robles: “Yo quisiera en mi carta cien grados de cariño / para echar ese fuego sobre tu carne fría, / y llegar hasta el alma espantada de niño, / machacada de horror en las tierras de Hungría” (Olalla, nº 1, p. 11).
REACTIVACIÓN CULTURAL
A pesar de la existencia de razones que justifican las denuncias de la poesía desarraigada, a comienzos de los años 50 se produce una reactivación de la actividad cultural extremeña, que se observa en los tres núcleos más activos de la región (Badajoz, Cáceres y Mérida) y también en otros puntos de la región, donde personas entusiastas, como las que se agrupan en el Seminario de Estudios Pedro de Trejo de Plasencia o la Asociación de Amigos de Guadalupe, realizan esfuerzos por mantener una actividad cultural en sus lugares de origen organizando actividades.
Estas inquietudes, que se detectan en puntos clave de la región por activar un ambiente aletargado, llegan hasta Madrid donde el día 17 de diciembre de 1950 se crea la Asociación de Extremeños residentes en la capital, en cuya directiva se encuentran Rafael Sánchez Mazas y Diego María Crehuet. El objetivo es implicar a “todos y cada uno de los extremeños que ocupan destacados puestos oficiales o sociales en la capital de la nación” (Alcántara nº 30, 30-4-50), para conseguir la solución de los problemas regionales valiéndose de los contactos directos con el lugar donde se toman las decisiones estatales.
En mayo de 1951 se inaugura el Hogar Extremeño en Madrid con una misa, la bendición del local, una comida de fraternidad, la intervención del presidente de honor Sánchez Maza y la actuaciónn de los coros y danzas de Plasencia. También se organizan otras actividades como las Jornadas Extremeñas en el Colegio Mayor de San Pablo, con la actuación del citado grupo folklórico, la recitación de poemas de Gabriel y Galán y la exposición de libros extremeños.
Además se celebra una velada en la que es representado por el cuadro artístico del S.E.U., actúa la rondalla del Frente de Juventudes de Mérida, José Alfredo Martí y Demetrio Barrero, que recitan a Gabriel y Galán y Chamizo respectivamente, y el grupo placentino citado.
A lo largo de este año el Hogar Extremeño organiza veladas musicales, actos literarios y un ciclo de conferencias en el que participan Pedro Caba con “Divagaciones sobre la muerte”, Alfonso Albalá con “Ensayo sobre la armonía”, Pedro de Lorenzo con “Extremadura en la literatura española” y Fernández Figueroa con “La urraca, el arte y la política”.
En la primavera de 1952, Extremadura homenajea a Antonio Reyes Huertas en Campanario con la presencia de autoridades nacionales, regionales y locales. El homenajeado, en precario estado de salud, asiste acompañado de su familia. Al final del homenaje Julio Cienfuegos lee un soneto compuesto conjuntamente con Terrón Albarrán y Rodríguez Perera. En Radio Cáceres también se homenajea al novelista con varias intervenciones: Dionisio Acedo lee la “Ofrenda”, Gutiérrez Macías diserta sobre “Vida y obras de Reyes Huertas”, Fernando Bravo recita “Seis quintillas a Reyes Huertas”, y Narciso Puig y Juan Milán interpretan el diálogo titulado “De periodista a periodista”.
También en 1952, la región se suma a la iniciativa nacional de celebrar la Fiesta de la Poesía el día en que comienza la primavera. Badajoz la conmemora con una fiesta poética en la que actúa la Schola Cantorum del Seminario Diocesano con piezas ambientadas en la época de San Juan de la Cruz, Manuel Cortés, catedrático de la Universidad de Murcia, diserta sobre el tema «La virtud poética de San Juan», Manuel Terrón Albarrán, Francisco Rodríguez Perera, Baldomero Díaz de Entresoto y Luis Gálvez leen poemas, Meme Chacón ofrece un concierto de guitarra y la Schola Cantorum cierra el acto con dos canciones.
En Cáceres la emisora local de Radio emite un acto literario en el que intervienen Romero Mendoza, José Canal, Carlos Callejo, Cástulo Carrasco, leyendo poemas propios, y Narciso Puig recitando poemas de Chamizo y Gabriel y Galán.
En Mérida la celebración comienza con una misa en Santa Eulalia y continúa, en la huerta de Francisco Velázquez que tiene el acueducto de Los Milagros de fondo, con varias intervenciones: Santos Díaz Santillana ofrece “Saludo a la primavera”; Félix Valverde habla sobre la escritora Ana Finch; López Martínez realiza una semblanza de Matilde Saussol Oliart; Díaz de Entresotos y Manuel Domínguez leen poemas propios y Barrero recita a Chamizo.
A continuación los asistentes toman un refrigerio compuesto por pan, queso, leche, miel y vino. Félix Valverde Grimaldi lee poemas de su libro inédito Panoramas íntimos y recitan poemas Francisco Baviano, José María Laullón, Alberto Sánchez, Sáenz de Buruaga y Matilde Saussol.
La profusión de estas actividades indican que, a mediados de la década, se está produciendo una reactivación en el ambiente cultural de Extremadura, que se confirma con la celebración de otros actos en Badajoz, donde los poetas organizan en diversos lugares reuniones semanales denominadas “Versos al atardecer”, en las que intervienen Enrique Segura, Francisco Rodríguez Perera, Manuel Terrón Albarrán, Julio Cienfuegos, Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero, Manuel Monterrey y Eloy Soriano. También en Badajoz, patrocinado por la Diputación, se ha celebrado un recital poético con poetas locales y la colaboración de Eduardo Alonso, Fernando Dicenta, Rafael Azcona, José Asenjo, Manuel Alcántara, Mariano Povedano, Juan Pérez Creus, Manuel Martínez Remis y Carmina Morón, poetas de “Versos a medianoche” del Café Varela de Madrid.
En Cáceres, la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto organiza un Curso de conferencias con intervenciones como “Dalí-Picasso” por Juan Fernández Figueroa, “Biología, cronología y muerte del libro” por Pedro Caba o “Las ideas del trabajo y el trabajador en el momento jurídico presente” por Fernando Hernández Gil. El Seminario de Estudios Políticos de F.E.T. y de las J.O.N.S. ofrece otras conferencias como la titulada “España transmisora del legado de Roma al nuevo mundo” por Fraga Iribarne y conciertos de música, en uno de los cuales actúa Narciso Yepes. Mientras, Ortega Muñoz expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid.
A mediados de la década, Jesús Delgado Valhondo, en su sección de Alcántara, advierte un resurgir cultural en Extremadura que, según sus deducciones, afecta por igual a la literatura que a la pintura, escultura, música e, incluso, a la ciencia. Este hecho se manifiesta en numerosas exposiciones, conciertos, recitales, certámenes, la creación de bibliotecas y la apertura de librerías.
Los componentes de los tres focos poéticos de Extremadura venían entablando relaciones, desde el final de la década anterior, por medio de la I Exposición Interprovincial del Libro Extremeño de 1948 celebrada en Cáceres y de las Asambleas de Estudios Extremeños (la I celebrada en Badajoz, 1948, y la II, en Cáceres, 1949): en ellas participan con comunicaciones José Álvarez Sáenz de Buruaga, Fernando Bravo, Jesús Delgado Valhondo, Antonio Zoido, Antonio López Martínez, Julio Cienfuegos, Enrique Segura Otaño y su hijo, Enrique Segura Covarsí.
A la II Asamblea, realizada del 25 al 31 de octubre, asiste Helénides de Salamina, seudónimo del maestro nacional Ángel Rodríguez Campos que, desde que obtiene el título en la Universidad de Salamanca, adopta la vestimenta de la antigua Grecia y con tal atuendo ejerce el Magisterio en Casar de Cáceres. La III se celebra del 15 al 20 de diciembre de 1954 en el monasterio de Guadalupe por tratarse de un Año Mariano y ser la patrona Nuestra Señora Santa María de Guadalupe.
Este contacto, que va cohesionando a los poetas en torno a numerosas actividades culturales, comienza a ser fomentado por los periódicos Hoy y Extremadura que, a principios de los años 50, empiezan a editar una página literaria, donde los poetas festejan con sus versos la llegada de la primavera coincidiendo con la Fiesta de la Poesía. En 1958 el Hoy crea un suplemento semanal, donde destaca el interés por las actividades artísticas y, en especial, por la literatura y la poesía. También edita numerosos cuentos a narradores que, hasta aquel momento, eran desconocidos en su mayoría.
En las páginas editadas por los dos periódicos aparecen Luis Álvarez Lencero, Manuel Pacheco, José Díaz-Ambrona, Manuel Monterrey, Rodríguez Perera, Antonio Soriano… de Badajoz y Fernando Bravo, José Canal, Romero Mendoza, Juan Luis Cordero, Juan Ramos Aparicio… de Cáceres. Estos y otros poetas se prodigan también en las revistas poéticas mencionadas durante toda la década. Por ejemplo, en Gévora editan Canal, Cordero, Bravo, Ramos Aparicio, Romero Mendoza…; en Olalla publican Pacheco, Robles Febré, Fernando Bravo, Valhondo, José Canal, Antonio Zoido…; en Mérida editan el conde de Canilleros, Monterrey, Frutos, Lencero, Pacheco, Valhondo…
Estas iniciativas particulares de personas o grupos entusiastas se ven beneficiadas desde agosto de 1950 cuando la Secretaría General del Movimiento crea el Departamento Provincial de Seminarios de F.E.T. y de las J.O.N.S. para difundir los valores culturales de la región y estimular el carácter apático de los extremeños con actividades sobre temas económicos a través de ciclos de conferencias (el medio más común de difusión) como el del año 1951 en Cáceres, que inicia el ingeniero Jefe de Industria Sr. Bautista con una charla titulada “La industrialización de la Alta Extremadura y posibilidades eléctricas” (Alcántara nº 40, 28-2-51).
En 1954 lleva su IV Ciclo de conferencias a Valencia de Alcántara, Jaraíz de la Vera, Hervás, Torrejoncillo, Trujillo, Navalmoral de la Mata, Miajadas y Logrosán para tratar temas docentes, laborales, municipales, agropecuarios y artísticos de la región. O a Badajoz, en colaboración con la Económica, que incluye conferencias de temas variados: “Montepíos y Mutualidades” por Mariano Urcelay, “Posición del hombre sobre el materialismo” por Vicente Sánchez Simón, “La emoción en la cirugía” por Damián Téllez y “Diego Saavedra Fajardo” por Manuel Saavedra Martínez (Alcántara, nº 41, 31-3-51).
También el Departamento de Seminarios edita desde 1951 hasta 1958 libros de temas variados, que conforman la denominada “Biblioteca Extremeña” y dedican especial atención a “documentos, manuscritos, obras impresas cuyos ejemplares escasean, colecciones de trabajos diseminados por revistas y periódicos, extractos de los referentes a Extremadura en obras generales y voluminosas…, todo aquello, en fin, que puedan servir de base a un conocimiento amplio de la Región”. En el catálogo de la Biblioteca Extremeña (Cáceres, Jefatura Provincial del Movimiento, 1953) se recogen los títulos editados hasta entonces.
Además, para solidificar los pilares ideológicos del poder (tradición, religión y patria), se destacan figuras del pensamiento conservador como Juan Donoso Cortés, que es homenajeado ya en 1950 por la Asociación de Amigos de Guadalupe y, en 1952, por los poetas de Badajoz. Extremadura celebra oficialmente el Centenario de la muerte de Donoso Cortés en su casa de Don Benito el 3 de mayo de 1953 con asistencia del ministro de Educación Ruiz Giménez y, en Valle de la Serena el día 4, con la presencia de las autoridades extremeñas.
La revista Gévora de Badajoz lo homenajea en todos los números editados en 1953 (5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12-13, 14-15). Sin embargo, la atención no fue solo literaria, pues se puso especial interés en destacar su sentimiento antirruso y sus virtudes cristianas hasta el punto de ser denominado por Enrique Segura Otaño “adalid de la verdad tradicional”.
También siguiendo las mismas pautas ideológicas, en 1951 Extremadura se suma al V Centenario de los Reyes Católicos a través de un acto organizado el día 22 en el ayuntamiento de Cáceres, donde intervienen Valeriano Gutiérrez, Margarita Mandado, Fernando Bravo, Pilar Núñez y Miguel Ángel Ortí con exposiciones y poemas alusivos a los reyes homenajeados.
En Badajoz se celebran actos culturales para conmemorar el evento y en Guadalupe se entona un Te Deum. En 1955, se conmemora el Cincuentenario de la muerte de Gabriel y Galán con un acto en el paraninfo de la Universidad de Salamanca y en Guijo de Granadilla donde murió y fue enterrado.
A mediados de 1958, la Dirección General de Enseñanza Primaria y la Junta Nacional contra el Analfabetismo organizan la Campaña de Educación Fundamental en la Siberia Extremeña para llevar información y cultura a aquella zona deprimida y alejada de los focos más activos.
Maestros, inspectores y políticos son acompañados por los escritores Luis Álvarez Lencero, Jesús Delgado Valhondo, Manuel Pacheco, Juan José Poblador y Antonio Zoido que, además de intervenir en charlas sobre la poesía y el libro, participan en recitales donde comprueban que, a través de la poesía, conectan fácilmente con el espíritu de la gente elemental del campo cumpliendo una función social. La revista Jara, dirigida por Antonio Zoido (director) y Jesús Delgado Valhondo (subdirector), fue el medio difusor de la Campaña.
AMBIENTE LITERARIO DE BADAJOZ
A mediados del siglo XX, el ambiente cultural de Badajoz giraba en torno a la Diputación, la Revista de estudios extremeños (creada en 1927), el Ayuntamiento, el periódico Hoy (creado en 1933), la revista Guadiana que, creada en 1946 con el subtítulo de “Semanario de actividades extremeñas”, es dirigida por Fernando Sánchez Sampedro con López Prudencio, Enrique Segura, Reyes Huertas, Eugenio Frutos y Jesús Delgado Valhondo como colaboradores.
También ambientan el panorama literario las revistas poéticas Alor y Gévora, las actividades de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, dos cátedras de cultura (Donoso Cortés y López Prudencio), varias tertulias, grupos de teatro aficionado como El retablo, dirigido por Juan José Poblador, que representa un amplio abanico de obras de autores extranjeros, españoles y extremeños (Antonio Orio-Zabala, Antonio Soriano y Antonio Zoido).
Y, además, animan el ambiente la celebración de numerosas actividades como Fiestas de la Poesía, Juegos Florales, conciertos, exposiciones, representaciones, conferencias, conmemoraciones, recitales y cursos de verano, que unas veces surgen de la iniciativa institucional y otras del dinamismo particular de personas o grupos entusiastas de la Cultura.
Las actividades
Desde 1952 la Fiesta de la Poesía se conmemora en la capital pacense el 21 de marzo, día en que comienza la primavera. Normalmente los actos se inician con una misa dedicada a San Juan de la Cruz, patrón de los poetas, a la que asisten vates de la capital y de la provincia que, posteriormente, se reúnen en un restaurante para asistir a una comida en cuya sobremesa se leen poemas. Por la tarde, se realiza una actividad cultural en una lugar relevante como la Real Sociedad Económica, donde la lectura de los poetas es complementada con preguntas del público, disertaciones sobre temas literarios y actuaciones musicales.
Esta actividad central se completa con un recital en Radio Extremadura (1952, 1954 y 1955), con la página lírica del periódico Hoy (1956 y 1957), con un ciclo poético en Radio Badajoz (1956 y 1958) y con la presentación de Pétalos de sombra (1959) del poeta Manuel Monterrey. En estos actos participan Luis Álvarez Lencero, Pedro Belloso, Fernando Bravo, Francisco Cañamero, Julio Cienfuegos, Manuel Delgado, Jesús Delgado Valhondo,…
… Alfonso y José Díaz-Ambrona, Baldomero Díaz de Entresoto, Luis González Willemenot, Antonio Juez, Manuel Monterrey, Gabriel Moreno, Eladia Morillo Velarde, Manuel Pacheco, Juan José Poblador, Juan María Robles, Francisco Rodríguez Perera, Manuel Ruiz González-Valero, Enrique Segura Otaño, Antonio y Eloy Soriano, Araceli Spínola, Manuel Terrón Albarrán, María Pilar Trevijano, Francisco Vaca Morales, Celestino Vega, Antonio Zoido.
Otra actividad literaria organizada por los poetas de Badajoz, durante los años 50, fue los homenajes a intelectuales, escritores y pintores: Donoso Cortés (1952), Adelardo Covarsí (1953), Pío Baroja, Carolina Coronado y Chamizo (1957), Eugenio Hermoso y Manuel Monterrey (1959). También el Ayuntamiento, con motivo de la Feria de San Juan, convoca en 1955 el Certamen Ciudad de Badajoz que, en su apartado de poesía, gana «Himno a Badajoz» de Francisco Rodríguez Perera y, en la modalidad de artículos periodísticos, «La ciudad de Badajoz y su término» de Luis Gálvez.
En 1956, el consistorio pacense convoca unos Juegos Florales, cuyo primer premio le es concedido al poema «Cantando a Extremadura. Cielo y tierra» de Jesús Delgado Valhondo. Días después, recibe un homenaje propuesto por Francisco Cañamero en el Casino de Badajoz, al que asisten escritores pacenses y cacereños; en el acto intervienen Antonio Zoido por Badajoz, Francisco Baviano por Mérida y Fernando Bravo por Cáceres, el alcalde Ricardo Carapeto, Valhondo y los poetas Morillo-Velarde, Rodríguez Perera y Demetrio Barrero.
Además, durante los años 50, se realizan otras actividades. En 1953, se celebra en Badajoz la Fiesta del Libro con un acto en el instituto, donde interviene el alcalde Ricardo Carapeto, el orfeón femenino y Guillermo Díaz-Plaja, que pronuncia una conferencia sobre cultura. Después del verano se organiza una velada poético-musical a cargo de la guitarrista Meme Chacón y los poetas Eloy Soriano, Manuel Monterrey, Celestino Vega, Terrón Albarrán, Díaz de Entresotos, Antonio Zoido, Delgado Valhondo, Manuel Pacheco, Álvarez Lencero y Rodríguez Perera.
En 1954, se celebra una fiesta poética organizada por la cátedra Donoso Cortés, en la que intervienen José Díaz Ambrona y los poetas Manuel Monterrey, Terrón Albarrán, Álvarez Lencero, Rodríguez Perera, Antonio y Eloy Soriano, Antonio Zoido, Eladia Morillo-Velarde y Manuel Pacheco. También participan el poeta madrileño Martínez Remi y el portugués Mario Beirao, que recita poemas titulados genéricamente “A minha poesía sobre Espanha”.
En 1955, se celebran dos exposiciones de pintura sobre el impresionismo y el arte abstracto, que son complementadas con actuaciones musicales y conferencias. Juan José Poblador edita artículos en la revista Gévora, donde aclara las características del arte nuevo. La imprenta Arqueros crea la Biblioteca de Autores Extremeños con la edición de Poesías de Carolina Coronado. En 1956, actúa el orfeón mejicano, expone Eugenio Hermoso, se celebran dos recitales poéticos luso-español y un grupo de teatro universitario interpreta una obra leída.
Este activo ambiente se ve completado con la celebración de conferencias. En 1950, Cela diserta sobre “Teoría de la novela” y el delegado del periódico Extremadura, Puig Megías, sobre “Los hombres de mi generación”.
En 1951, el Seminario de Estudios de la F.E.T de Badajoz organiza conferencias con títulos como “La zona de riegos del Guadiana” por el catedrático de Geología Francisco Hernández y la Económica presenta otras como la impartida por Gálvez Rodríguez titulada “Poesía”.
En 1952, la Asociación Cultural Iberoamericana celebra charlas como “Goya y la pintura moderna” por Marañas Fruto, o sobre las relaciones entre España y América por Sánchez Bella.
En 1953, la cátedra Donoso Cortés de Badajoz organiza varias conferencias con títulos como “Cibernética” por González del Valle, “Arquitectura política del pensamiento de Donoso” por Galindo Herrero o “La influencia española en el sudeste de los Estados Unidos” por Arturo L. Campa.
En 1954 Fraga Iribarne habla sobre “Donoso Cortés en la crisis de la sociedad española”.
En 1958, Arturo Gazul imparte dos conferencias en la Cátedra Donoso Cortés sobre la vida y la obra de Adelardo López de Ayala; se proyectan en la Casa de la Cultura varias películas premiadas en Festivales de Cine; se exponen en los escaparates de la librería Doncel las 108 portadas del número sobre Picasso publicado por la revista Gévora y se celebra un recital poético de Julián Báez, Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero en la Galería del Arte, organizado por Rabanal Brito. La Asociación Cultural Hispanoamericana organiza un ciclo de conferencias en el que intervienen Camilo J. Cela, Manuel Fraga, Leopoldo Panero y Rafael Sánchez Maza.
En 1959, la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto de Badajoz imparte conferencias como “Confesiones de un escultor”, de Juan de Ávalos y Caballero Bonald diserta sobre Vasco Núñez de Balboa.
Este animado ambiente está enriquecido con varias tertulias literarias. La más antigua era la Tertulia de José López Prudencio, creada en 1946, a cuya casa se acercan Enrique Segura Otaño, Juan Alcina, Isabel Benedicto, Juan Antonio Cansinos, Julio Cienfuegos, Asunción Delgado, Manuel Pacheco, Francisco Rodríguez Perera, Luis Rojas, Manuel Ruiz González-Valero, Enrique Segura Covarsí, Manuel Terrón Albarrán y Francisco Vaca.
Las tertulias
Poco después es constituida la Tertulia de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, que comienza con un ciclo de conferencias, tituladas genéricamente “Lente viajera”, y le siguen un ciclo de charlas cinematográficas, Fiestas del Libro, un homenaje a Pío Baroja, varios conciertos y “Los martes de la Económica”, día en que se lee un libro de autor extremeño, que se comenta al martes siguiente. Esta actividad se complementa los miércoles con la lectura de poemas por los propios autores.
La Tertulia de Manuel Monterrey se inicia a comienzos de los años 50 cuando, los domingos por la mañana, un grupo de jóvenes se reúne con el poeta modernista en su casa, en el Café Mundial o en la Económica para leer sus últimos escritos. En esta tertulia se forma el grupo fundador de la revista Gévora, que está compuesto por Juan Alcina, Francisco Arqueros, Isabel Benedicto, Juan Antonio Cansinos, Julio Cienfuegos, Asunción Delgado, Manuel Pacheco, Francisco Rodríguez Perera, Manuel Terrón y Carlos Villarreal,
La Tertulia de los sabáticos o de Esperanza Segura, hija de Enrique Segura Otaño, se celebra los sábados en su casa. A ella asisten Manuel Pacheco, Luis Álvarez Lencero, Francisco Pedraja, Manuel Sito, Eva Callejo, Eladia Morillo-Velarde, Juan José Poblador, Antonio Vaquero Poblador, García de Pruneda y Juan Antonio Cansinos.
La Tertulia de los trascachos es creada por Arsenio Muñoz de la Peña y Antonio Santander de la Croix. Se reúne en El mesón de los castúos, un lugar típico extremeño. El primer trascacho literario, celebrado en la segunda mitad de los años 50, se dedica a Jesús Delgado Valhondo, Luis Álvarez Lencero, Francisco Rodríguez Perera y Manuel Pacheco.
El broche de oro lo pone Demetrio Barrero, que declama varios poemas de Luis Chamizo. El siguiente trascacho se hace coincidir con la Fiesta del Libro celebrada en honor a Cervantes y un trascacho posterior se dedica a la promoción de la Universidad. Valhondo contacta con los trascachistas de Barcelona y asegura que “nos bautizamos trascachistas en un brindis con tinto que decía así: ‘Porque cabe en un vaso de vino el mundo; porque la vida es sólo como la hacemos; porque nada por grande llena un segundo; bebamos trascachistas cuanto gustemos’ ” (Alcántara, nº 102-103-104, abril-mayo-junio 1956).
Tan activo panorama se ve beneficiado por la realización del Plan Badajoz, que viene a insuflar esperanza en esta zona deprimida por la sequía hasta el punto de que algunos ven la base del resurgir del extremeño, pues ahora podía redimirse con el trabajo dignificador en la tierra agradecida por el beneficio del agua: “Ya el campo tiene agua, nacen pueblos hermanos, / suenan nuevas campanas en el cielo extremeño, / los hombres han sabido dónde tienen las manos / para hacer nueva patria en un gigante empeño”, “Canto a Extremadura” de Jesús Delgado Valhondo.
AMBIENTE LITERARIO DE CÁCERES
La revista Alcántara
En Cáceres, el ambiente cultural en la mitad del siglo XX gira en torno a la revista Alcántara, fundada por Tomás Martín Gil, Jesús Delgado Valhondo, Fernando Bravo y José Canal el 10 de octubre de 1945 con el subtítulo de “Revista literaria. Publicación mensual de los Servicios Culturales de la Excelentísima Diputación de Cáceres”.
Su objetivo primordial es recoger y difundir el ambiente de inquietudes que el consejo de redacción detecta por aquella época en la región: “incesantes muestras de resurgimiento y vitalidad que en todos los órdenes está ofreciendo nuestra región; satisfacción que constituye para nosotros la más preciada recompensa a la tarea, tesonera y sin desmayos, que nos hemos impuesto, de movilizar inteligencias, aunar voluntades y alumbrar inquietudes, para hacer realidad el soñado y no lejano esplendor de Extremadura”. Alcántara, nº 30, 30-4-50.
No obstante, la revista se convierte en el centro de la poesía extremeña durante las décadas de los 40, 50 y 60, pues en sus páginas publican los más destacados poetas extremeños del momento. En conjunto, la tendencia predominante es la de la poesía arraigada, que tiene en el soneto su medio primordial de expresión, y la actitud general es la oposición más o menos velada a nuevas formas de expresión propuestas por jóvenes creadores; ejemplos son la oposición a la revista Arcilla y Pájaro o el artículo “El superrealismo, enfermedad del arte” de Carlos Callejo (Alcántara, nº 33, pp. 32-41), que luego sería director de la revista cacereña.
Alcántara incluye entre sus secciones una titulada “Crónica”, donde ‘Curio O’xilio’ comenta las actividades culturales. A partir del número 33, Jesús Delgado Valhondo es autor de una sección titulada «Notas breves de dentro y de fuera» que, firmada con el nombre de José de la Peña (esta especie de seudónimo procede de su segundo nombre, Jesús José, y de la segunda parte de su primer apellido, Delgado de la Peña), ofrece datos y opiniones sobre muchas de las actividades que surgen de estas inquietudes. En el número 37 (1950), Valhondo inicia una nueva sección titulada «Al margen de los libros», donde comenta poemarios recibidos en la Redacción de la revista cacereña.
La tertulia Alcántara
En el ámbito creado por Alcántara surge una tertulia, que toma el relevo del Ateneo cacereño desaparecido en 1936. Su motor es Tomás Martín Gil, nacido en Coria (Cáceres), doctor en Ciencias Exactas, escritor, crítico, pintor, folklorista, historiador, promotor de actividades culturales y cofundador de la revista Alcántara. A esta tertulia asisten Agustín y Bravo, Carlos Callejo, José Canal, José María de la Puente (conde de Portillo), Jesús Delgado Valhondo, Víctor Gerardo García-Camino, Miguel Muñoz de San Pedro (conde de Canilleros) y Pedro Romero Mendoza.
La tertulia Alcántara se suele celebrar en el Café Metropol o en el Café Toledo pero, ante la incomodidad de ser lugares concurridos y ruidosos, el conde de Canilleros invita a sus componentes a celebrarla en su palacio de la plaza de Santa María. Esta tertulia organiza y participa en múltiples actividades y sobrevive hasta la década de los 70, después de colaborar en la creación de la Universidad de Extremadura.
A comienzos de 1950, la revista Alcántara cumple su sexto año y edita el 31 de enero su número 27. En la relación de libros editados, destacan Ausencia de mis manos de Manuel Pacheco, La espera de José María Valverde, Desde la lejanía de Alfonso Albalá y Medallones Extremeños (II) de Manuel Monterrey. Entre las colaboraciones se distinguen las “Llamas de capuchina” de José Canal, una especie de greguerías llenas de ingenio y humor: “La pierna de un baturro es un bastón de mando al revés” o “La ‘f’ parece que siempre le va haciendo el amor a la ‘j’”.
Las colaboraciones más relevantes están firmadas por Enrique Segura Covarsí, Adelardo López de Ayala, Carlos Callejo, José Canal, Antonio López Martínez, Fernando Pérez Marqués, Pedro Romero Mendoza y Manuel Arce. A lo largo de los años 50, colaborarán también en la revista cacereña: Manuel Altolaguirre, Luis Álvarez Lencero, Arturo Benet, Fernando Bravo, Pedro Caba, María Luisa Chamizo, Eduardo Cerro, Eva Cervantes, Julio Cienfuegos, Amantina Cobos, Gregoria Collado, Carmen Conde, Juan Luis Cordero, Antonio Corredor, Emilio Crespo, Casimiro de Brito, Nieves de Hoyos…
… Rufino Delgado Fernández, Manuel Delgado Fernández, Jesús Delgado Valhondo, Baldomero Díaz de Entresoto, Santos Díaz Santillana, Fernández Figueroa, Eugenio Frutos, Víctor Gerardo García Camino, Arturo Gazul, José María Gil, Rafael González Castell, Arcadio Guerra, Gutiérrez de la Fuente, Valeriano Gutiérrez Macía, Juana de Ibarbouru, Juan Ángel Iglesias, Adolfo Maíllo, Julio Mariscal Montes, Mario Ángel Marrodán, Martín de Cáceres, Manuel Monterrey, Eladia Montesino, Eladia Morillo-Velarde, Muñoz de la Peña, Miguel Muñoz de San Pedro, Antonio Murciano, Vicente Neria…
… Alberto Oliart y Saussol, Miguel A. Ortí, Ostos Gabella, Manuel Pacheco, Arsenios Pacios, Pérez-Comedador, Manola Pérez de Pérez del Villar, Francisco Pitarque, Ramos Aparicio, Joaquín Regodón, Antonio Reyes Huertas, Pedro María Rodríguez, Luis Rosales, José Á. Sáenz de Buruaga, Vicente Sánchez Arjona, Rufino Saúl, Enrique Segura Otaño, Eloy Soriano, Araceli Spínola de Gironza, Juan Tena, Manuel Terrón Albarrán, Juan Uruñuela, Félix Valverde Grimaldi y Antonio Zoido.
Otras actividades
En los inicios de la década, Cáceres cuenta con las actividades de los Seminarios de la F. E. T y de la J. O. N. S., que organizan cursos de conferencias sobre temas literarios, agrarios, sociales, educativos, filosóficos y, especialmente, económicos y sociales con ponencias cuyos títulos muestran las inquietudes de aquel momento: “La familia, preocupación fundamental del Estado español” o “La previsión y la lucha contra el paro forzoso” (por estas fechas, el Ministerio de Trabajo tiene que conceder 2.500.000 de pesetas a Badajoz y 2.125.000 de pesetas a Cáceres para atenuar el paro).
También se muestra muy activa la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto cuyos componentes, en aquel momento universitarios, se interesan por activar el ambiente cultural con la organización de conferencias sobre temas variados, visitas arqueológicas y el apoyo a actividades en decadencia como el Seminario de Estudios Extremeños de Cáceres, que reactivan con Cursos de Conferencias como “Antonio Hurtado, autor teatral” por Domingo Tomás Navarro, “Necesidad de periodistas extremeños” por Narciso Maderal o “La juventud y el porvenir de Extremadura” por Crescencio Rubio.
También revitalizan el ambiente con recitales poéticos como aquel en que interviene Fernando Bravo con una charla sobre la inclusión de la poesía en las bellas artes y el poeta Santos Sánchez-Marín con un recital de poesía. En 1951, Radio Cáceres emite el primer número de la revista literaria Amaranto, que es dedicado a Gabriel y Galán en el aniversario de su muerte.
En 1952, la tertulia Alcántara celebra un homenaje a Antonio Reyes Huertas con una velada necrológica en Radio Cáceres, donde Muñoz de San Pedro lee una nota biográfica, Cástulo Carrasco recita los poemas “Camposanto” y “Esa mano de tierra” de Jesús Delgado Valhondo y varios ponentes (Narciso Puig, Dionisio Acedo, Fernando Bravo y Romero Mendoza) tratan sobre diversos aspectos de la obra del novelista extremeño.
Al final de este año, es creada la Institución Universitaria “Donoso Cortés” en Cáceres por iniciativa de la rama de hombres de Acción Católica, que abre sus aulas a estudiantes de Derecho y Filosofía y Letras y llama así la atención, junto con el C.E.D.E.U. de Badajoz, sobre la necesidad de una Universidad para Extremadura.
A mediados de 1954, el S.E.U. de Cáceres edita el primer número de su revista hablada, cuyo contenido es una presentación de Díaz Moreno, varias intervenciones (“Misión del cine-club” por el sr. Turégano, “Abstracción en el Arte” por Prudencio Rodríguez y “Dos poetas cacereños: Jacinto Berzosa y Prudencio Rodríguez” por Juan Iglesias), recital de poesía de Prudencio Rodríguez, Gil Encinar, Pedro María Rodríguez y Jacinto Berzosa (grupo de Arcilla y Pájaro), concierto de Duarte y Jacinto Berzosa (aquí como director de la banda municipal de Cáceres) y cierre con el tema “Actualización de la leyenda de San Jorge” por Ávila Talavera.
A principios de 1955, el S.E.U. edita dos revistas habladas más. Una contiene “El Arte visto por el artista” de José L. Turina (prólogo), “El poeta necesario” de José Canal, concierto de Marisa Cervantes al piano y de Fernández Díaz al violín, “Actualidad de la moda” por Carmen Pulido, “El cine magnífico excitante de fantasía” por Narciso Puig, interpretación al piano de la sonata nº 3 de Mozart por Eugenia García y de Fernández Díaz al violín.
El sumario de la otra es Introducción de Díaz Moreno, “El porqué del arte contemporáneo” por J. Cabrera, “Más allá del pensamiento humano” por Adolfo Pozos, recital del violinista Fernando Tomás Íñiguez y de la pianista Trini León, y otro de esta pianista acompañada de Fermín Pozos con el clarinete y “Luz en las sombras” de Leonor González Santos sobre el sentido católico de la literatura francesa. En 1957, el S.E.U. edita otra revista hablada con “Valor humano y valor estético del Romanticismo” por Pedro María Rodríguez, “El amor en la Literatura” por Ángel Álvarez, canto a cargo de Juan Sánchez, música por Duarte y la señorita González, actuación de la rondalla “Los Estudiantes”, recitales de José M. Villamor, Eladia Montesino, Eduardo Calero, Pedro María Rodríguez, José Canal y Ventura Durán.
En 1955, el Departamento de Seminarios de la Falange de Cáceres organiza un recital poético en el que intervienen el sevillano Fausto Botello, el pacense José Luis Tafur y el canario Guillermo Servando. En la primavera de este año, el gobernador civil de Cáceres, Antonio Rueda, organiza las Jornadas Literarias por la Alta Extremadura, una actividad que lleva a sesenta y dos escritores extremeños y foráneos por la parte norte de Cáceres, para que la conocieran y dieran fe de su atractivo. Lali Soldevilla recitó poemas medievales en la plazuela de San Mateo de Cáceres y en la escalinata del monumento a Pizarro en Trujillo.
También se festeja, a mediados de 1955, la Feria del Libro de Cáceres con un acto en el ayuntamiento donde intervienen el alcalde Luis Ordóñez y el director de Alcántara Romero Mendoza. Por estas fechas, la Casa de la Cultura organiza un recital poético con la intervención de Fernando Bravo, José Canal y Jesús Delgado Valhondo y una exposición con cuadros de Adelardo Covarsí, Eugenio Hermoso, Magdalena Leroux, Ortega Muñoz, Solís Ávila y esculturas de Pérez-Comendador.
En 1956, Cáceres celebra la Fiesta de la Poesía con páginas especiales en periódico Extremadura y audiciones poéticas en la emisora local. El “Teatro al aire libre”, dirigido por José Tamayo, representa en la plaza de Santa María de Cáceres “Los intereses creados” de Benavente y “Edipo” de Pemán. El Certamen Poético del S.E.U. de Cáceres en homenaje a Gabriel y Galán lo gana José Canal con “El poeta necesario”; José María Valverde y Adriano del Valle reciben una mención especial.
Para celebrar la Consagración de Extremadura al Corazón de María se convoca un concurso literario, cuya flor natural es concedida a Eugenio Frutos por una loa escenificada; también son premiados los hermanos Murciano y Francisco Cañamero. Además, en este año, se celebra una velada literaria en homenaje a la Virgen de la Montaña, donde recitan poemas Fernando Bravo y Gabriel Romero, y la Casa de la Cultura de Cáceres organiza un ciclo de conferencias en honor de Menéndez Pelayo, en el que participan catedráticos de la Universidad de Salamanca, y otro donde intervienen Pedro Caba y José María Cossío.
En 1957, el S. E. U. realiza una campaña cultural con actos que anuncian la llegada del Realismo social como una sesión de teatro leído dedicado a Alfonso Sastre con su obra La mordaza y a J. B. Priestley en Llama un inspector. Más tarde se celebra otra campaña de música, teatro y poesía en la que se proyecta el documental “Taglewood, escuela de Música” y recitan poemas Jacinto Berzosa, Gabriel Rosado, Pedro Romero, Pedro María Rodríguez, José Canal, Eladia Montesino y Fernando Bravo; se representa ¿A quién me recuerda usted? de los hermanos Quintero, dirigida por Rodríguez Pulido; Narciso Puig recita a Chamizo y Galán y se escucha una reproducción musical de “Capricho italiano, opus 45” de Tchaikovsky y de “El Corpus en Sevilla” y “Triana” de la Suite Iberia de Albéniz.
El Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento organiza conferencias como “El hombre español ante los tiempos modernos” por José María de Llanos o “Vieja Europa y nueva Europa” por Licinio de la Fuente. También la Casa de la Cultura hace lo propio con charlas como “Ideas estéticas de Menéndez Pelayo” por Camón Aznar.
A principios de 1959, en Cáceres se organizan varios ciclos de conferencias: el celebrado en la Casa de la Cultura lleva el título genérico de “La época del emperador”; en otro participa Pedro de Lorenzo con el tema “Extremadura en las Letras”; el organizado por la cátedra “Pío XII” cuenta con la participación de Herminio Pinilla, director del Hoy, que habla sobre “Trento ¿Concilio español?”, o Gregoria Collado con “El resurgir espiritual de Extremadura”; y en otro ciclo de divulgación política, Licinio de la Fuente trata sobre “En torno a la unificación de Europa”.
Por estas fechas se celebra el I Festival de Folklore Hispanoamericano en la capital cacereña. El S.E.U. edita su revista hablada Paraninfo, en la que intervino José Canal recitando su poema titulado “Salterio Marial”.
LA POESÍA EMERITENSE
(de Mérida abarcable (1950-1960))
En la década central del siglo XX, el ambiente cultural de Mérida se encuentra promovido por el Liceo, el Ayuntamiento, la Asociación de alumnos del instituto Santa Eulalia y cuatro publicaciones, que editan abundante poesía. De ahí que a Mérida en esta época se le pueda denominar “la ciudad de la poesía”, afirmación así ya percibida por una persona de la época, Francisco José Chacón, que en 1955 alaba a Mérida con esta rotundidad: “Encanto de Extremadura, Roma de España, fervor eulaliense y matiz poético máximo”.
Y es que el interés de Mérida por la poesía le viene de antiguo. Según Antonio Rodríguez-Moñino, el origen de la poesía en Extremadura se encuentra en las inscripciones funerarias de Augusta Emerita. Aquí nacieron Juan Pablo Forner, uno de los máximos representantes del Neoclasicismo nacional; Jesús Delgado Valhondo, el poeta más relevante de la poesía en Extremadura por la magnitud y trascendencia de su obra poética, y Rufino Félix, uno de los vates más destacados de la poesía regional en la actualidad.
Aquí el interés por la poesía ha llegado a constituir hasta seis grupos literarios (Poetas por la paz, Ecos de papel, Babel, La luna sola, La luna de Mérida, Alcandoria, Gallos quiebran albores), de los que los dos últimos siguen con sus actividades literarias. Y aquí numerosos poetas continúan componiendo versos en una ciudad cargada de historia, que no ha dejado de celebrar actividades poéticas.
El interés por la poesía en Mérida se da a la par que se produce en España una eclosión de revistas literarias creadas y sostenidas por poetas que no podían editar fuera de su lugar de origen (ya citadas). Extremadura, en aquella época de penuria económica, editora y cultural, destaca en el panorama nacional por disponer de varias revistas que, aunque modestas, logran sustentar a los poetas y a su pasión por la poesía.
En la revista Mérida (que edita más de 100 poemas en los diez números de la década de los años 50) y en el semanario del mismo nombre (que publica 150 en los 110 números editados), se encuentran numerosos datos sobre la población en la década de 1950 y un número inusual de poemas, que muestra un interés especial por la poesía en una época con preocupaciones más urgentes.
Además, estas dos últimas publicaciones, aparte de acoger un número inusual de poemas, que muestra un interés especial por la poesía en una época con preocupaciones más urgentes, contienen numerosos datos sobre la población en la década de los años 50 del siglo XX.
La revista JAIRE
El germen de la revista Jaire. Poesía de Dios editada por sacerdotes pacenses se localiza en Castuera, a mediados de 1953 cuando, en la primera misa del sacerdote Francisco Cañamero, se encuentran sacerdotes jóvenes de la diócesis con inquietudes poéticas (Pedro Belloso, Ramón Gimó, Francisco Horrillo, Juan José Jurado, Juan María Robles y Francisco Sánchez) y deciden crear un medio de expresión poética, que diera salida a sus anhelos espirituales: “Es más allá de la lírica y de los sueños, más allá de las palabras y de los perfiles adonde queremos llegar”, declaran en su primer editorial.
El día 28 de octubre de este año se reúnen en Mérida Juan María Robles Febré, Francisco Cañamero, Pedro Belloso y Francisco Horrillo para hablar de la edición de una revista poética. Y en enero de 1954, aparece el primer número de Jaire en Mérida, dirigido por Francisco Horrillo (párraco de la iglesia de Santa Eulalia) y Juan María Robles Febré (párroco en Arroyo de San Serván).
El nombre procede de la primera palabra del saludo en griego que le hizo el arcángel San Gabriel a la Virgen María, cuando se presenta a anunciarle que Dios la ha elegido como madre de Jesucristo: “Jaire María, que jaritomene (Dios te salve María, llena eres de gracia)”.
Los colaboradores son los siete componentes del grupo fundador, cuyo objetivo era difundir sus vivencias humanas y existenciales: “Se ha azucenado Dios. Ya he dicho misa. / Detrás de los milagros hubo fuego. / Lo comí sin quemarme. Anduve ciego / jugando con Dios mismo entre la brisa. // Dios me tuvo colgado en la sonrisa / de su divinidad. Lo supe luego. / Me navegó la luz donde navego / pero se fue enseguida. Tuvo prisa. / Se ha azucenado Dios. Nadie lo sabe. / Nadie puede saber que nace y muere / en el tiempo mortal como el segundo. // Pero yo sí que sé que mi Dios cabe, / que ha cabido en mis dedos y que quiere / diariamente caber dentro del mundo” (Francisco Cañamero).
A pesar del ímpetu poético inicial que este grupo de jóvenes muestra, la vida de Jaire fue efímera, pues sólo pervive hasta mayo de ese año, cuando edita su tercer número, por la disgregación del grupo y problemas de financiación. “Voy por ese camino de heridas que vieron tus ojos / en una noche de miedo hecha sombra en el fondo de la luna. / Aún se ven las huellas del viejo borriquillo hechas espuma / en la inmóvil arena. Aún buscan tus ojos el llanto, Virgen María” (Maximiliano Gómez).
La revista OLALLA
Esta revista emeritense nace en una de las reuniones informales, que los poetas de Mérida celebran en el quiosco de Joaquín (Lunar Palma) de la Plaza de España, en el Bodegón de la Victoria de Miguel Seller Mimi, situado en la Travesía de la calle San Salvador, en Casa Mora, el Liceo o los bares Jauja, Medea y Zepelin.
La edición de Olalla parte de las 500 pesetas que reúnen los componentes del grupo y sobrevive con algunas suscripciones, la subvención del ayuntamiento y las aportaciones de los fundadores.
Olalla aparece en Mérida en abril de 1957, dirigida por Félix Valverde Grimaldi, cuya mejor carta de presentación es este poema donde se define literalmente: “Vivo libre, cual vive el pensamiento, / libre como la cierva y el jilguero. / Canto y me escucho con recogimiento / y soy señor feliz de mi sendero. // Aquí en mi corazón está el granero / que sacia la apetencia del momento. / Soy claro como el agua del venero / y lloro al conseguir lo que presiento. // Las gentes se sorprenden al mirarme, / viendo vagar mi sombra conocida / libre siempre, sin frenos ni timón. // Tiran pellas de barro por mancharme, / sin pensar que yo marcho por la vida / al ritmo que me impone el corazón”.
El título de Olalla procede del nombre de la Mártir Santa Eulalia, a quien los fundadores eligen como musa inspiradora y protectora de la revista en su nacimiento. Además, “Olalla” es un nombre literariamente sonoro por arcaico, pues procede del griego “Eulalia”, y de contenido pleno, pues significa “La bien hablada”, como deseaba ser la revista. El Consejo de Redacción lo forman, además del director, tres consejeros (Juan María Robles Febré, Santos Díaz Santillana y Carlos María Fernández Ruano) y un administrador (Rafael Rufino Félix Morillón). El dibujante es Fermín Marchena y el impresor se apellida Cardoso.
En la revista Alcántara de Cáceres la reciben con este comentario alentador: “Una nueva revista poética extremeña Olalla, nace en Mérida, con un nombre afortunado y al calor de unos poetas que, por raíz y vuelo, ciernen las mejores levaduras del barro y las auras de nuestra región. Aran y cantan nuestros hombres en un resurgir de la voz y del esfuerzo y es alentador y gratísimo y prometedor este nuevo andar hacia las conquistas de ahora, que siguen teniendo alto el rumbo y belleza y difícil la meta. Saludamos con alborozo a la revista hermana y le deseamos vida próspera y salud poética. La lozanía de sus primeros rubores las auguran tal y como lo deseamos”.
Olalla consta de 36 páginas, incluida las pastas. Su contenido presenta una distribución fija: La portada, que siempre es la misma, lleva en el centro un dibujo de la fuente de la Plaza de España. En las páginas 3 y 4, aparece una sección dedicada al recuerdo de escritores modélicos desaparecidos: Luis Chamizo, Ángel Braulio Ducasse, Carolina Coronado, Joaquín Montaner y Francisco Valdés.
El cuerpo de Olalla se conforma con textos en prosa y poemas de 57 colaboradores, que tratan los asuntos más variados como puede comprobarse por los títulos de estos poemas: “Deciano” de Sáenz de Buruaga, “A un banco de mi jardín” de Mahizflor, “Mater dolorosa” de Celso Galván, “Oración por mi barca” de Rufino Félix, “La niña borda en el balcón” de Laly González…
… “Borreguito de lana” de Valverde Grimaldi, “Me falta ella” de Juan Uruñuela, “Alma” de José Canal, “Estación rural” de Díaz de Entresotos, “Canción de cuna” de Araceli Spínola, “Así España fue grande” de José María Laullón, “Cenizas” de Juan José Cajide, “En la playa” de Eduardo Cerro, “Insomnio” de Fernández Ruano, “Mi inspiración eres tú” de Piedad González, “En medio del camino” de Alberto Oliart…
… o estos versos de Bolín Kamacho: “Me voy de amor muriendo poco a poco / por una senda de ilusión perdida / con agitado caminar de loco. // Arrastrando el espectro de mi vida, / con los pies muertos y el andar cansado / voy siendo de mí mismo el homicida” (nº 3, p. 17). Estos vates solían pertenecer al grupo de Olalla, junto a otros que no son poetas como Demetrio Barrero (excelente recitador de Chamizo), Rabanal Brito (buen periodista) o Manuel Domínguez Merino (estupendo músico).
La temática general de estos poemas y poetas son las intranquilidades existenciales por el paso del tiempo o por la falta de realización personal o la necesidad de nuevos horizontes, que se mezclan con poemas donde se recuerda el pasado glorioso de Augusta Emerita y otros con marcado tono religioso, amoroso o puramente literario.
Además, Olalla se adelanta a la llegada de la corriente social de la década posterior, pues ya se ha comentado que contiene poemas de marcado tono social en poemas como el titulado “Una fábrica del cacereño” Fernando Bravo”: “Tan-trar, / ten-tan trar, / ten-tran-tar / tan-trar. // Cables, bielas y tornillos; / idéntico, isócromo andar / de émbolos, ejes, rodillos. // Ten-tan trar, / ten-tan trar. // Máquinas que son grillos / de galeotes sin mar / entre metálicos brillos. // Ten-tan trar, / ten-tan trar”.
Las últimas páginas de la revista contienen secciones breves sobre su difusión, libros recibidos, comentarios de lecturas e información de actos literarios. La contraportada lleva en el centro un dibujo del Hornito de Santa Eulalia.
Los poetas de Olalla organizan y participan en la Fiesta de la Poesía, en la página literaria del Hoy, en la revista de la Feria, en las actividades del Liceo y en cuantas otras se les requiere, conformando de manera espontánea y desinteresada un ambiente propicio para la lírica, que contribuye a crear, mantener y enriquecer la actividad literaria y cultural de Mérida.
A pesar de todo, Olalla es otro corto proyecto editorial, pues sólo publica seis números hasta septiembre de 1957 por las sospechas de la policía sobre la lectura de Machado y Lorca en las reuniones del grupo y la imposibilidad de mantener los gastos de edición.
El semanario MÉRIDA
Esta publicación emeritense es editada los sábados desde el 27 de diciembre de 1952 (nº 1) al 29 de enero de 1955 (nº 110) en la imprenta Rodríguez de Mérida con el patrocinio del empresario emeritense José Fernández López. El semanario Mérida es el órgano de difusión social de la Biblioteca Municipal Juan Pablo Forner; su director es José Álvarez Sáenz de Buruaga y su redactor Tomás Rabanal Brito.
Los objetivos de esta publicación son crear un ambiente dinámico en la actividad ciudadana, favorecer una buena relación entre los emeritenses, difundir exteriormente la oferta económica y turística de la ciudad, ser portavoz lírico e informativo de sus intereses y tender puentes de relaciones con el exterior.
El semanario es un periódico de cuatro páginas (excepto los números 36, 88 y 106) con un amplio formato de 50 x 35 cms., que permite la inclusión de colaboraciones literarias entre las que destacan las poéticas y noticias de carácter general; de ahí que el semanario se subtitule “Publicación semanal literaria y de actualidades”. Cuesta una peseta y se puede adquirir por suscripción a abonos mensuales.
La portada, en la parte superior, presenta el nombre de la publicación, que suele llevar a su derecha una imagen o una fotografía de un lugar de Mérida con un comentario a pie de página. Debajo aparece un editorial escrito por Rabanal Brito (a veces por Santos Díaz Santillana) con temática local. Otras veces este espacio es ocupado por un apartado informativo de Sáenz de Buruaga con títulos como “Personajes ilustres emeritenses” o “Páginas de nuestra historia”.
El resto de la portada suele estar cubierto por la sección “Reloj de Arena”, que inicia Rufino Félix y continúa Rabanal Brito; crónicas y noticias de la ciudad con títulos como “Aires locales” o “Mirador de la ciudad”; críticas sobre hechos cotidianos; un apartado de la biblioteca municipal donde expone sus fondos, y secciones donde el semanario se abre al exterior con títulos como “Ventanal del mundo”.
La página 2, denominada “Vida local” o “La vida en la ciudad”, suele contener secciones que describen la actividad y las decisiones del Consistorio; incluyen las respuestas a preguntas de los lectores; informan sobre noticias, sucesos y eventos; difunden la cartelera, el cupón de ciegos, las farmacias, los estancos de guardia; acogen el boletín meteorológico, los horarios de misas, los movimientos del Registro Civil, las personas atendidas en la Casa de Socorro; exponen el horario de museos, monumentos, autobuses, Telégrafos y Correos o anuncios, crucigramas y poemas.
La página 3, denominada “Sección deportiva” o “Deportes e informaciones” se dedica al fútbol pero, por la marcha deficiente de la Sociedad Deportiva Emeritense, su espacio se va ocupando paulatinamente con secciones de caza, pesca, toros, pasatiempos, poemas, anuncios, humor y moda en apartados como “Aguja y dedal” con ilustraciones.
La página 4 es la contraportada, que contiene apartados como “Informaciones y Reportajes”, donde Rabanal Brito escribe sobre personas, lugares y aficiones o se editan ensayos, series de estudios y artículos como “El fantasma de Cornalvo” de Ana Finch (nº 63), o “Arte Abstracto” de José Pérez del Bosque (nº 101).
También esta página se completa con poemas como “Eufrasia” de Francisco de Arévalo, “Nana a la luna” de Luis Agustín Pizarro, “Era morena e ingenua” de Francisco Pitarque, “Los gitanos” de Rufino Félix, “Queja” de Ignacio Plaza, “Noche de hogueras” de Ramón Alegre, “Dentro de mí” de Valverde Grimaldi, “Puente romano” de Claudio Martínez, “Canto a un emigrante” de Carlos Navarro, “La serena luz platónica” de Díaz Santillana…
… “¿Quién es ella?” de José María Laullón, “Me falta ella” de Juan Uruñuela, “Eulalia de Mérida” de Rabanal Brito, “Crepúsculo de letras” de López Martínez, “Tus ojos dicen que sí” de Pérez del Bosque o “Plegaria” de Menchu: “Perdonadme, Señor, si no he sabido / recibir vuestros dones y venturas / confundiendo la dicha por el olvido / y el amor, grande amor, por desventura. // Perdonadme, sí, que es lo que anhelo / pues lo hice sin saber que Os ofendía. / Hoy lloro, y este llanto es desconsuelo / por si no tiene perdón el alma mía. // Haced que siendo vuestra sierva / encuentre claridad en el camino. / Y esta soledad que a mí me aterra / sea el remanso de paz, Jesús divino”.
La tónica de los poemas editados es la temática existencial, amorosa o religiosa sin olvidar algún poema dedicado a Mérida, a exponer una leve crítica o a lucirse literariamente.
La revista MÉRIDA
En la década de los años 50, es la publicación oficial de la feria de Mérida, donde se difunden las actividades del ayuntamiento, el programa de festejos, el cartel de toros, la cartelera de cines, colaboraciones variadas, información deportiva, fotografías, dibujos y anuncios de los negocios que sostienen la edición de la revista.
Aunque en realidad se trata de una revista literaria y, sobre todo, lírica pues la mayoría de sus colaboraciones son poemas como “Al teatro romano” de Francisco Baviano, “Luis Chamizo” de José María Laullón, “El alba” de Rufino Félix, “El tránsito” de Valverde Grimaldi, “Emérita 1955” de Pedro Piquero, “El amor” de Alberto Sánchez, “Estival” de Manuel Domínguez, “Rizor a Mérida” de Antonio Herrera, “Arco de Trajano” de Juan María Robles, “Mérida” de Baldomero Díaz de Entresotos,…
… “A la noche de Mérida” de María Teresa Núñez, “Es fiesta” de Juan José Cajide, “Qasida” de Fermín Ramos, “Chopén” de Manuel Monterrey, “Watteau” de Eugenio Frutos o el titulado “Mérida” de Jesús Delgado Valhondo: “Mérida, ¿dónde has ido / que no te siento? // Contrarias nuestras vidas / se nos están perdiendo. // (Duerme la estatua, frío, / sobre su tiempo; / arco de puente y río, / dolor de sueño). // Tú te mueres de joven / y yo de viejo. // Mérida, yo te piso / y tú ¡qué lejos!”.
En su temática existe un predominio de los poemas dirigidos a Mérida y, en concreto, al estado de sus restos arqueológicos por el paso del tiempo y los poemas dedicados al amor, lógicos si se tiene en cuenta el carácter local y festivo de esta publicación anual.
La portada presenta siempre un motivo histórico como el puente romano, Los Milagros o el escudo de la ciudad; dibujos relativos a la feria (caballitos, norias, serpentinas y farolillos), confeccionados con vivos colores, y algún detalle figurativo (dos jóvenes con el teatro romano de fondo -1950- o una joven con traje típico -1957-). El objetivo de los editores era cumplir con la tradición anual de publicar y mejorar la revista, conscientes de que era la fachada de la Feria.
Las colaboraciones acogen contenidos muy variados. Así, mientras un autor anónimo describe el mercado de melones, que tradicionalmente se instala en la plaza de Santa Clara, otro destaca las principales industrias y negocios de Mérida: Cepansa (Compañía Española Productora de Algodón Nacional S. A.). Hilaturas de Mérida. Ifesa (Industrias Frigoríficas Extremeñas S. A.). Matadero Regional (su director es José Fernández López, benefactor de Mérida). Corex (Corchera Extremeña). Cruzcampo. El Gavilán. Zeltia. Procampo. Almacenes de coloniales, bares, negocios variados, comercios de ropa y ultramarinos.
También se editan ensayos especializados como las investigaciones del Conde de Canilleros sobre la vida de personajes nobles (“Cuando el Clavero se detuvo en Mérida”, 1953), los estudios históricos de Sáenz de Buruaga (“La heroica resistencia de Mérida a los ejércitos musulmanes”, 1954) o los consejos pediátricos del doctor Manuel Sanabria (“Juegos y juguetes infantiles”, 1955).
Y además se comentan con profusión las actividades culturales (conferencias, teatro, conciertos musicales), que realizan durante el año la Asociación de Alumnos del instituto Santa Eulalia, el Liceo y el Festival de Teatro Clásico, focos de la cultura emeritense.
El sumario de la revista Mérida del año 1957 es Saludo, por el editor. A la Excelentísima Corporación. “Pregón”, Carlos Fernández Ruano. Presidente de la Comisión de Festejos. “Fútbol”, por Andepa. Cartel de toros. “Teatro y Circo romano”, por Alberto Sánchez. “Contrato de entrenadores”, por Menisco. “Gratitud”, por Manuel Sanabria. Visita del Jefe de la Hermandad. Programa Oficial de Festejos. “Al habla con el doctor Andrés Valverde Grimaldi”. …
… Parques y jardines de Mérida. “Lisonja”, por José María Laullón. “Un rato a toros”, por Antonio Fernández. Tarifa de billetes kilométricos. “Mérida antes, ahora y después”, por Ana Finch. “Cosas locales”, por Sáenz de Buruaga. “Carta a Mérida”, por Chacón. “El Asilo de Ancianos”, por J.O. “Al Teatro Romano”, por Francisco Baviano. Horario de autobuses y comunicaciones. “La policía local”, por I. Contador. Horario de trenes.
Los datos técnicos son Portada: Dibujo Carbajo. Litografía: Ortega. Editor: Juan Mancera Luna. Anuncios: Publicidad El Águila. Fotografías: Paredes. Fotograbados: “Hoy”. Impresión: Industrias Gráficas. Badajoz.
La literatura también dispone de un espacio donde se editan un emotivo elogio de Jesús Delgado Valhondo al mítico río Anas (1950), la percepción lírica de la ciudad de Francisco José Chacón (1957), la alabanza de Fermín Ramos a los poetas de Mérida (1958) o una crónica sobre la fiesta poética organizada por los componentes de la revista Olalla (1959).
No obstante, la revista de la Feria era una publicación desde la que también se podían lanzar críticas contra la falta de respeto por los restos arqueológicos, la pasividad de los emeritenses ante su importancia, el descuido del turismo o la escasez de iniciativas para aprovechar la situación privilegiada de Mérida como en “Comentarios” de Ana Finch (1956).
Un apartado que nunca falta es el dedicado al fútbol, deporte de masas ya en aquella época, pero de escasa producción informativa por los pobres resultados obtenidos durante la década por la Sociedad Deportiva Emeritense en Tercera División.
En fin, las revistas Jaire, Mérida, Olalla y el semanario Mérida, aunque fueron modestas empresas editoriales, sirven de foro a numerosos poetas que, en una época de escasos medios difusores, pueden divulgar sus versos en su entorno próximo y lejano. Este esfuerzo cultural obtiene sus frutos, pues la literatura que propician, hoy día, constituye una referencia obligada para conocer la poesía extremeña y española de mediados del siglo XX.
Ambiente editorial y literario
Las cuatro publicaciones son pequeñas islas en una región y en una ciudad que, teniendo en cuenta el momento histórico, es un oasis cultural dentro de un entorno empobrecido que, a duras penas, genera los recursos necesarios para la supervivencia.
A lo largo de la década se nota la influencia positiva del Plan Badajoz, que considera a Mérida un centro de zona y la distingue con la instalación de importantes empresas. No obstante, la ciudad no dispone de recursos para dedicarlos a la cultura ni, por tanto, a la edición de revistas literarias que, por aquel entonces, sería considerada por muchos una empresa inútil.
Pero esta circunstancia adversa no arredra a los poetas del lugar y románticamente se predisponen a crear medios humildes de expresión, de comunicación y de difusión con nombres míticos: “Jaire”, que reproduce el saludo del arcángel San Gabriel a la Virgen María; “Mérida”, que procede del nombre de la antigua Augusta Emerita, y “Olalla”, que alude a la mártir Eulalia a la que los emeritenses veneran por la hermosa defensa de sus convicciones.
Los tres nombres son invocaciones de los responsables de estas revistas a instancias superiores para indicar que imitan su ejemplo, porque están convencidos de la utilidad de su empresa poética.
El tiempo les da la razón porque, aunque fueron actividades efímeras y ocasionales, su esfuerzo editor salva del olvido la voz de numerosos poetas y deja impresos cientos de versos, que contienen los sentimientos más sublimes, las penas más hondas, los deseos más perentorios y los amores más humanos que, en la mayoría de los casos, no se hubieran conocido de no existir estas publicaciones.
Así, aunque no son abundantes los números ni las colaboraciones ni los ejemplares editados (en el caso de Jaire y Olalla), seguro que son numerosas las emociones suscitadas entre sus lectores teniendo en cuenta el efecto multiplicador del mensaje literario y, especialmente, del poético.
Y, por supuesto, junto a las otras revistas extremeñas de la época, las publicaciones emeritenses son una referencia obligada para conocer la poesía que se crea durante el Medio Siglo en Extremadura y en España. La Poesía no es sólo la de los nombres consagrados sino también (y en gran medida) los versos de los poetas modestos, que no suelen tener más pretensiones que su difusión en un ámbito local.
Por eso mismo, no están presionados por modas, escuelas o movimientos, que los obliguen a crear artificialmente. Por tanto esta poesía, editada en publicaciones pobres de presencia pero repletas de emociones, suele resultar más espontánea, natural y sincera que la creada en círculos intelectuales.
También se debe valorar el hecho de que cada una de estas revistas fuera un foro desde el que pudieron comunicarse no sólo con su entorno inmediato sino con otros más alejados un nutrido número de poetas que, de otra manera, nunca hubieran podido difundir sus creaciones por falta de cauces y de oportunidades, pues no todas las editoriales publicaban a todos.
Estas razones, unidas a la creación de un ambiente literario en torno a su actividad en la que se ven implicados muchos amantes de la lírica que, además, se relacionan con otros focos literarios siguiendo la estela de las conexiones externas de sus respectivos Consejo de Redacción, permiten asegurar que las cuatro publicaciones emeritenses ocupan con pleno derecho un lugar destacado entre las revistas extremeñas y españolas que, impulsadas por un ideal, se editaron en la posguerra hasta principios de los años 60.
Además la información que contienen estas publicaciones, sobre todo la revista Mérida y, especialmente, el semanario Mérida que es un periódico de información general con 110 números editados, han servido hoy como fuentes primordiales de Mérida abarcable.
En 1950, los versos de Luis Chamizo se desgranan muchas veces en la amable tertulia de Félix Valverde Grimaldi, cuyos tertulianos suelen ser Santos Díaz Santillana, Tomás Rabanal Brito, Carlos Fernández Ruano, Juan María Robles, Alberto del Valle, Joaquín Galván, Juan Rivera, Arsenio Ramos, Antonio López Martínez, Demetrio Barrero, Luis García de la Puente y Luis Matute, entre otros.
Incluso, se llega a crear una comisión pro monumento de Luis Chamizo, presidida por Demetrio Barrero, para perpetuar la admiración y el agradecimiento de Extremadura al poeta y para adornar las plazas que llevan su nombre en Mérida y en Guareña, que se encuentran vacías.
También en este año se le dedica una velada literaria al poeta de Guareña, donde intervienen el organizador, Francisco Arévalo, con una ponencia titulada “El paisaje en la obra de Chamizo”. Juan Uruñuela con “El cantor de la parda tierra extremeña, Luis Chamizo”. Santos Díaz Santillana con “El poeta es inmortal”. Tomás Rabanal Brito con “Notas para una interpretación de Chamizo y los castúos”. Félix Valverde Grimaldi con “Luis Chamizo, alma y paisaje” y Antonio López Martínez con “Chamizo: tres glosas y tres sonetos a sus libros”
Después se lee un trabajo periodístico de Ana Finch, un soneto de Francisco Baviano y composiciones del poeta inglés Robinson. Y, por último, Demetrio Barrero y Andrés Valverde recitan poemas de Chamizo que, simbólicamente, se halla presente en el lugar, distinguido por un gran ramo de claveles.
La llegada de la primavera, desde 1951, se conmemora en Mérida con la Fiesta de la Poesía, que genera una serie de actividades culturales, celebradas en el Círculo de Artesanos, el Liceo, el Casino, el Mesón de El Labrador o en algún lugar exterior, que se prepara para este día festivo.
La I Fiesta de la Poesía es un acto poético, donde los poetas emeritenses leen su versos, así como los vates venidos de Badajoz (Manuel Pacheco, Antonio Juez, Joaquín Valverde…) y de Montijo (las hermanas Castell). Después Demetrio Barrero recita a Chamizo.
Y, finalmente, algún asistente cierra la conmemoración: “Erguidos, cual coloso mutilado, / mostráis altivos la figura enhiesta / y aun faltándole a alguno ya la testa, / no se rinde ni al peso del pasado” (Juan Uruñuela).
En 1952, la celebración de la Fiesta de la Poesía en Mérida comienza con una misa en Santa Eulalia y continúa junto a la noria de la huerta de Francisco Velázquez con el acueducto de Los Milagros de fondo. Intervienen Santos Díaz Santillana con “Saludo a la primavera”; Félix Valverde, con una semblanza de la escritora emeritense Ana Finch y López Martínez realiza otra sobre Matilde Saussol Oliart. Díaz de Entresotos y Manuel Domínguez leen poemas propios y Demetrio Barrero recita a Chamizo.
A continuación los asistentes toman un refrigerio compuesto por pan, queso, leche, miel y vino. Félix Valverde Grimaldi lee poemas de su libro inédito Panoramas íntimos y recitan sus versos Baviano, Laullón, Alberto Sánchez, Sáenz de Buruaga y Matilde Saussol.
En 1953, se organiza en Mérida una reunión de escritores para dar a conocer los grupos literarios de la región, crear la Asociación de Escritores y Artistas Extremeños y la Academia de Arte, Ciencias y Letras de Extremadura.
En marzo de 1954, Radio Mérida celebra la Fiesta de la Poesía organizando, con montaje, guión y realización del redactor-jefe de la emisora, Rabanal Brito, un programa en el que intervienen los poetas y escritores locales Luis A. Pizarro Peña, Juan Uruñuela Ortiz, José María Laullón, Santos Díaz Santillana, Antonio López Martínez, Laureano Ingelmo (Diógenes), Félix Valverde Grimaldi, Francisco Baviano Giner y Baldomero Díaz de Entresotos. El semanario Mérida recoge así el acto: “Mérida, la revista emeritense, […] también cantó a la lírica estación. Félix Valverde, Antonio Martínez y otros distinguidos poetas lanzaron sus endechas de primavelerías”. En este mes, Domingo Vicente Trajano consigue el premio de poesía Fallas de Valencia.
En 1955, Francisco José Chacón en su artículo “El más pequeño recitador de España vive en Mérida” destaca que, con solo tres años, Pepito Rabanal Santander ha actuado ante la Prensa, la Radio y el público con enorme éxito. Y últimamente ha logrado “su más fundamental triunfo interpretando el papel de niño enfermo (él lo está de una parálisis infantil) en Edipo de Pemán. Hijo de Rabanal Brito, que le lee las composiciones para que se las aprenda con su entonación propia (lo hace en dos días), tiene más de 50 composiciones en su repertorio. El padre se queja porque “en provincias todo esto son cosas perdidas. Gustan, pero nada más”.
A final de 1956, se celebra el I Centenario del nacimiento del investigador José Ramón Mélida con una velada literaria en los jardines del Conventual, donde intervienen Antonio López Martínez, Félix Valverde Grimaldi, Juan María Robles Febré, Rufino Félix Morillón, Demetrio Barrero (recitador) y Carmen Gallardo (guitarrista): “Está el sol en la agonía: / letanía de ranas y moscardones / en los pardos murallones / que miran al infinito. / Flota un rosario bendito / de campanas medievales. / La tarde se va a raudales / por los caminos y cerros, / y hay un tañir de cencerros / de animales en retorno. / Se difumina el contorno… / Las recias piedras sombrías / ven el morir de los días.” (Rufino Félix).
En la Fiesta de la Poesía de 1957, se reúnen en Mérida poetas de ambas provincias, oyen misa oficiada por Robles Febré en Santa María y, por la tarde, se celebra la fiesta poética organizada por la Biblioteca del Círculo Emeritense. Carlos María Fernández Ruano hace la presentación, Santos Díaz Santillana habla sobre “La serena luz platónica de Fray Luis de León” y recitan José Canal, Manuel Pacheco, Delgado Valhondo, Robles Febré, Spínola de Gironza, Rufino Félix, …
… Valverde Grimaldi, Álvarez Lencero, Antonio Zoido, González Castell, José María Fernández, Fernando Bravo, Romero Perera, Rodríguez Abaceus, Herrera Pérez y Jiménez Rodríguez. Además intervienen Vaca Morales, Gutiérrez Macías y Juan Antonio Cansinos. Después Demetrio Barrero recita a Chamizo y Andrés Valverde a Fernando Bravo y Valverde Grimaldi. Entre medio, la señorita López de Ayala alterna con estos poetas un recital de canciones acompañada al piano por el maestro De Bernardi.
En 1957 se celebra también una Justa Literaria en el peristilo del Teatro Romano de Mérida organizada por la revista Olalla y patrocinada por el ayuntamiento. Félix Valverde Grimaldi, director de la publicación, abre la fiesta poética dando la bienvenida a los asistentes y a los poetas venidos de Cáceres, Badajoz y Madrid (María del Carmen Kurckemberg, José García Nieto, Luis López Anglada, José Luis Prado Nogueira y José Gerardo Manrique de Lara).
Después los poetas leen sus poemas: Antonio López Martínez (“Salutación a los poetas de España”); José García Nieto (“Dedicatoria a mi hijo” de Geografía es amor); López Anglada (“Canto hispánico a la inmortalidad de Roma”); María del Carmen Kurckemberg (un poema de su libro Rumor del tiempo); Manrique de Lara (un poema de su libro Elegías y gozos temporales); Nogueira (“Niños de Nagasaky”); Fernando Bravo (“En el misterio”); …
José Canal (“Viento amarrado”), Valverde Grimaldi (“El hijo”); Luis Álvarez Lencero (un poema de ); Fernández Ruano (“Crepúsculo en el lago de Proserpina”); Uruñuela (“Poemas del momento”); Alberto Sánchez (“Panorama íntimo”); Andrés Valverde (“Dos quintillas a la Virgen de Guadalupe” de Fernando Bravo y “El río” de su tío Félix Valverde Grimaldi) y Fernando Bravo (“A Emerita Augusta”, un soneto de Monterrey).
Después Baldomero Díaz de Entresotos hace unas consideraciones sobre la poesía, la vida y el amor, destacando los matices que imperan en la literatura actual. Y, finalmente, Demetrio Barrero recita a Luis Chamizo y José García Nieto cierra el acto literario.
En 1958, Fermín Ramos edita una carta a los poetas de Mérida, donde les agradece cuánto hacen por la poesía en la ciudad aportando fe y amor a la vida desde la revista Olalla, aunque les advierte que les falta organización y objetivos (quizás esta carta sea una arenga para revitalizar Olalla, que por estas fechas había dejado de editarse). Define la poesía como un remanso dulce en el que el lector descansa del ajetreo diario y se congratula de que los pueblos con poetas, como Mérida, son dichosos.
En 1959, el grupo Olalla organiza una Fiesta literaria a la que asisten Julia Lajos del grupo Ágora, Manrique de Lara y Manuel Alcántara de Madrid. Intervienen Félix Valverde Grimaldi, Carlos María Fernández Ruano, Antonio López Martínez, Juan Uruñuela, Alberto Sánchez, Demetrio Barrero (que recita a Chamizo), Mari Carmen Gallardo, Teresa Núñez, Antonio Herrera y el pianista Isidro Duque.
También en este año, se conmemora el IV Centenario del fallecimiento de Dª Leonor de Austria en Santa María la Mayor con la intervención de José Álvarez Sáenz de Buruaga.
En 1960, un artículo titulado “Un novelista y unos amores románticos” de Enrique Segura Otaño cuenta una anécdota sobre la amistad entre Manuel Monterrey, poeta modernista de Badajoz, y Francisco Villaespesa, vate modernista almeriense conocido a nivel nacional. Este tenía una amada pacense, que pasaba temporadas con su tía en Mérida.
Además Segura Otaño menciona a un grupo de amigos de Mérida que apreciaban la poesía: “Antes de la corrida, no reuníamos en la estancia en sombras de una mansión señorial, en los soportales del ayuntamiento. Nuestra buena amiga Laura, con su voz suave, ensoñadora, espiritual, recitaba poesías de Bécquer, de Machado, de Juan Ramón Jiménez, en aquella reunión literaria entre amigos y poetas. ¡Cuántas veces lo hemos recordado!”.
Los poetas de Mérida disponen también de una página en el periódico Hoy, titulada «Lira emeritense», donde aparecen Félix Valverde Grimaldi, Rafael Rufino Félix, María Teresa y María Rosa Núñez, Jesús Delgado Valhondo, Manuel Domínguez Merino, José María Saussol, Antonio Herrera Pérez y Piquero de Nicolás, junto a poetas cacereños como José Canal y Fernando Bravo, y pacenses como Manuel Monterrey, José Díaz-Ambrona y Luis Álvarez Lencero.
OTRAS ACTIVIDADES ARTÍSTICAS Y CULTURALES
Las conferencias
Aparte de las actividades mencionadas, se organizan en Extremadura otras de carácter educativo como el I Curso de Conferencias del Seminario de Estudios Sociales en el que, a principios de la década de los 50, se analiza la adversa situación de la Enseñanza Primaria en la provincia de Cáceres y se detecta que el problema radica en el absentismo escolar. O el S.E.M. de Badajoz organiza, a final de 1953, un ciclo cultural sobre problemas de la Enseñanza con ponencias como “La juventud y España” por Antonio Zoido, “La Sección Femenina y la Escuela” por Antonia Muñoz o “La escuela rural” por Manuel Saavedra.
El arte
También se celebran actividades artísticas como la VII Exposición Provincial de Arte en Cáceres, organizada a mediados de 1952 por la Obra Sindical de Educación y Descanso, en la que participan numerosos artistas plásticos con esculturas, pinturas al óleo, temple y acuarela, dibujos al pastel, carbón y pluma, fotografías, caricaturas y artesanía. También se airea el Arte a través de exposiciones en Badajoz, en Mérida (donde concurrieron Eugenio Hermoso y Adelardo Covarsí) y Plasencia, donde se muestra muy activa la Asociación Pedro de Trejo.
La música
La música es otra actividad muy en boga. En 1952, Cáceres acoge la actuación de la Orquesta Sinfónica de Madrid, que interpretó a Beethoven, Schubert y Rossini. En Badajoz actúan la solista de arpa María Lola Higueras y profesores y alumnos del Conservatorio en dos conciertos organizados por la Diputación.
En 1953, este organismo también organiza actuaciones musicales como la de los “Pequeños cantores portugueses” en la capital, Mérida y Almendralejo, y la Jefatura Provincial del Movimiento en Cáceres celebra otros conciertos como el del Cuarteto Clásico de Radio Nacional de España.
En 1955, los Festivales de España actúan en Cáceres con teatro, música y ballet, y el Orfeón de Leiria (Portugal) hace lo propio en el Teatro López de Ayala de Badajoz.
En 1956, se celebran varios conciertos: El pianista Javier Ríos en el Liceo de Mérida, el dueto Henry Honnenger, violinista, y el pianista José María Franco en Cáceres, y la Agrupación Nacional de Música de Cámara en el Teatro López de Ayala de Badajoz.
En 1959, se presenta la Sociedad Musical Sinfónica Cacereña en el Gran Teatro.
La pintura
Las exposiciones de pintura son otra actividad frecuente en el Medio Siglo extremeño. Durante 1951, en Mérida se celebra una exposición de pintura de Marchena Olivenza, Valencia Cortés, Hernández Parra, Correa Fernández, Gordillo, Lobo y Garrido. En Cáceres dos exposiciones de pintura: Una de Ortiz Pizarro y Callejo Sal; otra de Juan José Narbón Terrón y Victoriano Martínez Terrón. En 1954, el pintor Narbón expone en el local de Educación y Descanso. En 1956, se celebran varias exposiciones de pintura en ambas capitales; destacan las celebradas en Badajoz por Bonifacio Lázaro y en Cáceres por Martínez Terrón y Vicente Boticario y, en 1959, una de Vaquero Poblador.
El teatro
La actividad de las compañías nacionales se conoce en Extremadura a través de las representaciones que realizan en diversos lugares de la región. La de Manuel Dicenta representó Las mocedades de Hernán Cortés en Cáceres (1950); la compañía del Teatro Popular Universitario presentó Fedra (1953) y Edipo en versión de Pemán y dirección de José Tamayo en Mérida (1954), en cuyo teatro romano, desde la revista Alcántara, se pide celebrar de forma fija un Festival de Teatro Clásico, La Celestina en Cáceres (1955), Edipo rey de Sófocles en la fortaleza de Trujillo, y la Compañía Lope de Vega representa comedias en Cáceres y Mérida (1956).
El trasvase cultural
Otra actividad frecuente en la mitad del siglo XX en Extremadura es el trasiego de intelectuales extremeños, que salen de su lugar de origen a otros puntos de la región y fuera de ella para difundir sus obras y sus conocimientos artísticos y literarios. Así en 1950, Miguel Muñoz de San Pedro diserta sobre “Itinerario de la conquista del Perú” en Almendralejo y Pedro Caba conEugenio Hermoso, Adelardo Covarsí, Pérez-Comenddor y Magdalena Leroux exponen obras en El Cairo. …
… Enrique Segura Otaño es destacado en el suplemento literario del Times londinense por la Vida de Eça de Queirós, con la que ha contribuido al Centenario de este novelista luso, y por un estudio sobre Francisco Valdés. En el Ateneo de Madrid Eugenio Frutos diserta en un ciclo sobre España y Europa con una charla sobre “La excepción de España”. Pérez-Comendador es nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes de París. En Badajoz, pronuncia una conferencia Eugenio Frutos titulada “Ritmo de la Historia y la posición de España”.
En 1951, Manuel Sito Alba, profesor de literatura, pronuncia en Glasgow una conferencia sobre la poesía surrealista de Manuel Pacheco. Los Coros y Danzas de la Sección Femenina, representados por el grupo de Cáceres, realizan una gira por Europa. Eugenio Frutos obtiene la cátedra de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Alfonso Albalá consigue un accésit en el Concurso de Poesía Adonais. En 1955, Romero Mendoza recibe el Premio Conde de Cartagena de la RAE por una monografía sobre el Romanticismo, Pérez-Comendador es nombrado miembro de la Academia de San Luca de Roma y de la de Bellas Artes de San Fernando, Esteban Sánchez alcanza el Premio Casella de Nápoles y Pedro Caba pronuncia conferencias en América con gran éxito.
En 1956, Manuel Pacheco obtiene reconocimiento internacional al ser nombrado miembro de la Academia de la Historia Heráldica D´Athene y de la Academia Internacional Saint George de Cultura Universelle de Roma. En 1957, Juan José Poblador es Premio Elisenda de Montcada con su novela Pensión y Pérez-Comendador es nombrado académico de Bellas Artes de San Fernando. En 1959, Pedro Caba, García Durán y Juan Fernández Figueroa pronuncian conferencias en la Universidad de Buenos Aires, Méjico y otros lugares de Iberoamérica.
Otras actividades
Durante la década de los años 50, también fueron atendidas otras actividades. La Obra Sindical de Educación y Descanso de Cáceres organiza una exposición de Artesanía en 1951. En Badajoz y Cáceres funcionan sendos cine-club donde, además, se celebra una Semana Cinematográfica en 1956 y el I Certamen Hispano-Lusitano de Cine en 1957. La Casa de la Cultura de Cáceres organiza teatro de guiñols y audiciones en discos microsurcos en 1956.
En Mérida se celebra la I Exposición Filatélica en 1951, y en Cáceres la IV Exposición Filatélica en 1956. En Cáceres se organiza la I Exposición Nacional de Fotografías en 1956, y la II Exposición Fotográfica Extremeña en 1957. El folklore también fue atendido desde instancias oficiales a través de los Grupos de Coros y Danzas de la Sección Femenina, que lo difundieron por España, Europa e Hispanoamérica con un gran éxito.
IMÁGENES
INTRODUCCIÓN
Presa de Montijo inaugurada por Franco el 7 de junio de 1951 (1ª). Rotonda de los tres poetas (el llamado «el triángulo poético extremeño». Luis Álvarez Lencero, Manuel Pacheco y Jesús Delgado Valhondo -de izquierda a derecha-) en Badajoz (2ª).
MANUEL PACHECO
Manuel Pacheco (1ª). Portada de su poemario Poesía en la tierra (2ª).
LUIS ÁLVAREZ LENCERO
Luis Álvarez Lencero (1ª). Fotografía de su escultura en hierro Vietnam (2ª).
PANORAMA LITERARIO Y CULTURAL EXTREMEÑO EN LA MITAD DEL SIGLO XX
Dibujo del busto del poeta Manuel Pacheco, realizado por el pintor Vaquero Poblador (1ª). Portada del número 63-67 de la revista Gévora de Badajoz, dedicado a Pablo Picasso (2ª). Portada del poemario Humano de Luis Álvarez Lencero (3ª).
REACTIVACIÓN CULTURAL
Portada de la revista cacereña Alcántara (1ª). Portada del libro de relatos Los humildes senderos de Antonio Reyes Huertas (2ª). Imagen de una Feria del Libro (3ª). Retrato del extremeño Juan Donoso Cortes (4ª).
AMBIENTE LITERARIO DE BADAJOZ
Interior de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz (1ª). Las actividades: Demetrio Barrero (1ª). Arturo Gazul (2ª). Las tertulias: Manuel Monterrey (1ª). Valdelacalzada, pueblo del Plan Badajoz (2ª).
AMBIENTE LITERARIO DE CÁCERES
La revista Alcántara (1ª). La tertulia Alcántara : Conde de Canilleros (1ª). Otras actividades: José María Gabriel y Galán (1ª). Antonio Reyes Huerta (2ª). Pedro Caba (3ª).
LA POESÍA EMERITENSE
Rafael Rufino Félix Morillón (1ª). / Portada del nº 2 de la revista . (2ª) / Portada (única) de la revista . (3ª) / Bodegón de la Victoria. (4ª) / Félix Valverde Grimaldi. (5ª) / Detalle portada del nº 1 del semanario . (6ª) / Detalle de la portada del nº 9 del semanario . (7ª) / Portada de 1950 de la revista . (8ª) / Portada de 1957 de la revista . (9ª) / Jesús Delgado Valhondo con alumnos. (10ª) / Portada del nº 3 de la revista . (11ª) / Portada de un estudio de Antonio Salguero Carvajal sobre la revista de Badajoz. (12ª) / Luis Chamizo. (13ª) / Acueducto de Los Milagros. (14ª) / José Rabanal Santander recitando un poema. (15ª) / Peristilo del teatro romano. (16ª) / Antonio Herrera Pérez. (17ª) / José Canal, Jesús Delgado Valhondo y Fernando Bravo en la Plaza de España de Mérida. (18ª).
OTRAS ACTIVIDADES ARTÍSTICAS Y CULTURALES
Asociación Cultural Placentina Pedro Trejo (1ª). Gran Teatro de Cáceres (1ª). Teatro López de Ayala de Badajoz (1ª). Esteban Sánchez (1ª).
VÍDEO POESÍA SOCIAL (de Extremadura, un bello poema)
Fotografía cabecera: Escena en labores agrícolas, años 50