Skip to main content

Vida (I)

CAPÍTULO I

EXPERIENCIA VITAL Y LÍRICA DE JESÚS DELGADO VALHONDO

 

 INTRODUCCIÓN

La personalidad del ser humano, generalmente, es una mezcla de su carácter genético personal y de las circunstancias existenciales que le tocan vivir. El poeta, ser humano dotado de una especial sensibilidad, no es una excepción y su carácter singular se ve influido, en mayor o menos medida, por los acontecimientos de su entorno, que marcan en algunos casos fuertemente su obra hasta el punto de convertirse en la crónica humana y espiritual de su existencia.

Éste es el caso de Jesús Delgado Valhondo, pues su poesía es la descripción subjetiva de sus estados emocionales en relación con la divinidad y con el ambiente cultural e histórico que lo rodeaba a modo de diario íntimo donde fue recogiendo sus intranquilidades, experiencias y sensaciones cotidianas, fuertemente influido por sus imperantes deseos de desentrañar los enigmas de su condición humana y de los sucesos que ocurrían a su alrededor. Y esas inefables sensaciones sólo pudo contarlas a través de una expresión superior, la Poesía.

De ahí que entender la poesía de Valhondo signifique introducirnos en una expresión natural y verdadera, extraída directamente de la realidad que, en su intimidad de hombre cotidiano, traducía en lirismo trascendente: «Delgado Valhondo es un hombre profundamente humano que vive en poesía y convierte en ‘clima’ poético todo cuanto le rodea»[1].

Por tal motivo, es necesario conocer sus circunstancias vitales como paso previo e imprescindible para llegar a la esencia de su lírica, porque en Valhondo vida (humana y espiritual) y poesía es un todo tan indisoluble que se puede realizar un recorrido fiel de sus vivencias en los contenidos líricos, que fue vertiendo desde sus versos noveles a los últimos donde, conscientemente, hizo un repaso de las intranquilidades espirituales y existenciales que experimentó durante toda su vida: «Entre su vida y su obra hay un maridaje armónico y dolorosamente consecuente. Constantemente anda rebuscando en el desván de su espíritu, reviviendo la sencilla y honda aventura de su vida» [2].

Relatamos a continuación su experiencia vital y lírica, precedida de datos históricos y literarios para tener una visión de conjunto en la que situar a Valhondo y, a la vez, conocer los fundamentos de su personalidad humana y literaria.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1900 A 1919

Alfonso XIII sube al trono en 1902. El gobierno del país lo ocupan alternativamente los conservadores, presididos por Maura, y los liberales, capitaneados por Canalejas, que habían llegado a un acuerdo para ocupar el gobierno por medio de un turno pacífico de partidos. A pesar de sus intentos por estabilizar el país y reactivar la producción, los enfrentamientos entre patronos y obreros en la ciudad, y de terratenientes y temporeros en el campo, las huelgas, la violencia y la represión se fueron adueñando del país, hasta desembocar en un clima de desorden, agravado por la guerra de Marruecos (1909), en la que el Ejército sufriría serias y estremecedoras derrotas.

A comienzos de siglo, en la literatura nacional conviven el Modernismo, la Generación del 98, las Vanguardias y el Novecentismo. Conforme avanza la primera década, el Modernismo pasa de la evasión a las preocupaciones existenciales. La Generación del 98 se encuentra en su apogeo. Picasso con «Las demoiselles de Avignon» (1907) hace triunfar el Cubismo. Ramón Gómez de la Serna funda la revista Prometeo (1908) y publica el manifiesto futurista (1910). Y la Generación del 14 irrumpe en este repleto panorama.

Es la década en que se publican obras fundamentales como Alma de violeta de Juan Ramón Jiménez (1901), Amor y Pedagogía de Unamuno, La voluntad de Azorín, Sonatas de Valle Inclán (1902), Soledades de Antonio Machado (1903), La busca de Pío Baroja (1904), Cantos de vida y esperanza de Rubén Darío (1905), La fiesta nacional de Manuel Machado (1906), Tinieblas en las cumbres de Ramón Pérez de Ayala (1907) y El concepto de la nueva literatura de Ramón Gómez de la Serna (1909).

La poesía extremeña, en los inicios del siglo XX, se encuentra fuertemente influida por movimientos literarios del siglo anterior: Romanticismo (sobre todo Bécquer y la evasión al pasado), Realismo (Campoamor), Modernismo (Villaespesa y Salvador Rueda, más que Rubén Darío). Y también por ideas regionalistas,  religiosas y morales conservadoras.

Entre los escritores extremeños, destacan José María Gabriel y Galán (extremeño de adopción), Vicente Sánchez Arjona, Enrique Díez-Canedo, Pedro Sánchez Ocaña, Luis Oteyza, Eloy Guerra, Antonio Reyes Huertas, Manuel Monterrey, Manuel Delgado Fernández, Luis Chamizo, Félix Valverde Grimaldi y Rufino Delgado Fernández, que nacieron en las dos últimas décadas del siglo XIX.

Gabriel y Galán es el poeta más representativo de la primera década del siglo XX, a pesar de su muerte temprana en 1905. Tuvo una difusión regional y nacional extraordinaria (a comienzos de siglo era el poeta más publicado en España). Su poesía sencilla y directa, que contaba las alegrías y preocupaciones de la gente humilde del campo (muchas veces en su mismo dialecto), contiene un sentimiento humanísimo y una fuerza expresiva, que emana con frecuencia del primitivismo de la lengua dialectal que emplea.

Luis Chamizo, con el paso del tiempo, constituirá con Galán el dúo puntero de la lírica regional con proyección dentro y fuera de Extremadura. El medio de expresión utilizado por Chamizo es el castúo, un dialecto de su creación, también de un poder comunicativo extraordinario, que consigue su máxima eficacia a través de la declamación.

Felipe Trigo, el novelista más publicado a lo largo de la década, editará numerosas novelas entre las que destacan Las ingenuas (1901) y En la carrera (1906). Manuel Monterrey se da a conocer con Mariposas azules (1907) y Madrigales floridos (1908), que contienen poemas de corte modernista. En 1909, Antonio Reyes Huertas, que había ingresado en el mundo literario con un poemario autoeditado, Ratos de ocio, funda en Badajoz la revista Extremadura cristiana.

Junto a estos escritores, comienzan a escribir y publicar Enrique Leal Magdaleno, llamado «el último romántico español», autor de Ecos románticos, y Juan Luis Cordero, el poeta cacereño que más premios poéticos ha obtenido.

A comienzos del siglo, se publican en Cáceres la Revista de Extremadura, fundada por Publio Hurtado en 1889, que supuso el primer intento de cohesión de la cultura extremeña. Alma extremeña, revista literaria semanal, que editó en 1905 y 1906 y Extremadura literaria (1909), en la que colaboraban Publio Hurtado, Diego María Crehuet, Juan Luis Cordero, Francisco Belmonte y Enrique Montánchez. En Mérida, se editan Plumas nuevasRevista literaria, científica y de sport (1906), dirigida por Julio Núñez Enciso; en el número de marzo de 1907, aparece un artículo de Mario Roso de Luna y colaboraciones de Julio Acha y Amantina Cobos. Y Gil BlasSemanario feliz e independiente, que no es una revista literaria, pero tiene una sección poética. En Almendralejo, publican Antorcha católicaLa revista decimal ilustrada (1901) y Archivo extremeñoRevista mensual de Ciencia, Arte e Historia que, en el número de marzo de 1911, dedica un homenaje a Carolina Coronado.

En la primeros años del siglo nacen Pedro Caba (1900), Francisco Rodríguez Perera ( 1901), Eugenio Frutos (1903), José Díaz-Ambrona (1903), Fernando Bravo (1906) y Jesús Delgado Valhondo (1909).

A partir de 1910, España sigue sumida en el desorden y ni siquiera, a mediados de la década, la neutralidad en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), ayudó a crear un clima más propicio en el interior, pues aumentaron los precios, las acciones subversivas y el desorden, que los gobiernos sucesivos se veían incapaces de atajar, pues el sistema de turnos comenzó a ser rechazado por los partidos socialistas, anarquistas y republicanos.

Otros acontecimientos históricos y culturales de especial importancia jalonan esta década. Creación de la CNT (1910), fundación de la Residencia de Estudiantes (1911), fundación de la tertulia del Pombo (1915), huelga general (1917), comienzo del trienio bolchevique (1918) y Huidobro, poeta vanguardista chileno, visita España (1918).

En Literatura, continúa la convivencia del Modernismo, la Generación del 98, las Vanguardias y el Novecentismo, aunque los dos primeros movimientos pierden su empuje hacia 1915. Los ismos se instalan definitivamente en el ambiente del arte español (manifiesto ultraísta, 1919), aunque no será hasta la década siguiente cuando enraícen y den sus mejores frutos. El Novecentismo, que se encuentra en su apogeo, impone su estilo pulcro y esencial.

En la segunda década del siglo se publican obras relevantes como Campos de Castilla de Antonio Machado (1912), Platero y yo de Juan Ramón Jiménez (1914), La nueva literatura de Cansinos Assens, El espectador de Ortega y Gasset (1916), Greguerías de Ramón Gómez de la Serna (1917) y Crisis del humanismo de Ramiro de Maeztu (1919).

La poesía regional sigue teniendo los mismos escritores e idénticas características que las citadas en la década anterior. Felipe Trigo publica Las Evas en el paraíso (1910), El médico rural (1912) y Jarrapellejos (1914). Por estas fechas nacen Carlos Callejo (1911), Antonio Zoido (1913), Antonio Corredor (1913) y Juan María Robles (1918).

 

Infancia, encuentro con el dolor. Juventud, el asombro de su entorno

Jesús José Delgado de la Peña Valhondo nació el día 19 de febrero de 1909 en la calle Bastimentos3 de Mérida (Badajoz), ciudad en la que su padre, José María Delgado de la Peña Merino (natural de Zarza de Alange -Badajoz-) ejercía de notario. Su madre se llamaba Sofía Valhondo Carvajal y era de Montánchez (Cáceres).

Jesús fue el menor de diez hermanos y recordaba su infancia con mucho agrado, porque se sintió un niño muy querido. Pero, cuando sólo tenía seis años de edad, sufrió una grave enfermedad en la cabeza del fémur de la pierna derecha, que lo mantendrá entre la vida y la muerte durante cinco años y lo marcará física[3] y espiritualmente[4] para toda la vida. Desde entonces recordará aquella etapa con dramáticas y sentidas palabras, rememorando su sufrimiento y el encuentro, por medio del dolor, consigo mismo, la naturaleza y Dios[5].

No obstante, el sentimiento que más lo afectó fue la constatación de la indefensión, la debilidad, la insignificancia y la soledad del ser humano[6], que impregnarán toda su obra poética con un sino trágico, típico de un ser angustiado que busca desesperadamente a Dios para que le explicara la razón del sufrimiento humano y el misterio de la muerte, a la que temía obsesivamente hasta la superstición.

En 1918, muere su padre. Al año siguiente su madre, buscando el calor de la familia, decide trasladarse con sus hijos a Zarza de Alange pero, pasado un tiempo, no vio futuro para ellos en el pueblo y se marcha a Cáceres, donde tenía varios hermanos.

La primera impresión de la capital cacereña, en el alma infantil de Valhondo, fue muy triste, pero se adapta pronto y enseguida consigue amigos; este hecho nos explicará la facilidad que, desde pequeño, tuvo para cultivar uno de sus dones más preciados: la amistad[7], valor humano que mantendrá vigente toda su vida a través de una estrecha relación personal con amigos, conocidos y personas de la calle o bien por medio de cartas.

En Cáceres, sufre una nueva recaída de su enfermedad, que le obliga a usar muletas durante varios meses pero, superado este contratiempo, fue un niño extrovertido, simpático y desenvuelto[8], al que su defecto físico no le impedía participar con sus amigos en todos los juegos[9] e, incluso, subir y bajar con su bota de alza las cuestas del barrio de San Mateo a todo correr.

Este barrio fue, para Valhondo, un lugar de entrañables vivencias, porque en él pasó su infancia y su adolescencia (cerca se encontraba el instituto donde estudió Bachillerato) y, más tarde, en él, paseó y meditó mucho, pues siempre lo atrajo como retiro espiritual por su paz y su silencio hasta el punto de quedar grabado en su alma el canto de las monjas del convento de clausura, que había en aquel barrio, entonando maitines igual que el sonido de la campana que las llamaba a la oración[10]. Conforme Valhondo se vaya haciendo mayor, su deseo de rescatar el pasado lo llevará a recordar insistentemente, en poemas y artículos periodísticos, sus vivencias en el barrio de San Mateo que él, por su especial sensibilidad, convertía en vivencias espirituales[11].

El enraizado cariño que experimentó Jesús Delgado Valhondo por este lugar, metafóricamente denominado por él como «el corazón palpitante de Cáceres», también lo hizo extensivo a la ciudad extremeña de su infancia y su juventud, que poetizó por medio de recuerdos evocadores y nostálgicos en repetidas ocasiones tanto en prosa como en verso[12], así como al otro lugar de Cáceres, que atrajo poderosamente su atención, «La montaña», vigía que se eleva majestuosa presidiendo la ciudad, de tal forma que siempre que volvía una esquina, se encontraba con ella y muchas veces se paraba a contemplarla como si lo hubiera seducido con una atracción mágica[13].

Valhondo, ya había olvidado el dolor de su enfermedad infantil, cuando sucede un hecho luctuoso en su vida que lo marcará anímicamente. Su hermano Fernando, de 20 años de edad, muere en la guerra de Marruecos. Fernando era el hermano con el que más relación mantenía por entonces y su muerte dejó un recuerdo dramático en su alma joven («En mi casa hubo algo que se hundió definitivamente»), que no sólo aumenta el dolor producido por aquella tragedia, sino también hace que desde niño vaya formando en su espíritu una concepción trágica de la existencia y se acentúe progresivamente su angustia ante la preocupante caducidad del ser humano.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1920 A 1929

En 1921, el Ejército español, en Marruecos, sufre una brutal derrota en el llamado Desastre de Anual, que produce una fuerte conmoción en el país y aumenta aún más la confusión política y social. Ante esta situación tan caótica, el rey consiente que el general Primo de Rivera se hiciera con el poder por medio de un golpe de estado (1923). En un principio, el general logró calmar a los partidos políticos, acalló los desórdenes, terminó la guerra de Marruecos (1925) y consiguió un auge económico.

Ante estos logros, algunos intelectuales como Salvador de Madariaga y Ortega y Gasset aplaudieron la política del dictador. Pero, poco después, otros intelectuales y universitarios pidieron más libertades y Primo de Rivera les contestó con una fuerte censura. Los críticos fueron encarcelados o exiliados (Unamuno fue deportado a Fuerteventura, Fernando de los Ríos apartado de su cátedra). Esta actitud represiva no sirvió de mucho, pues otros intelectuales como Azaña y Marañón, fueron con sus duras críticas minando los pilares de la Dictadura que, unidas al descontento del Pueblo, la falta de apoyo del Ejército y de los partidos políticos y la influencia negativa en nuestra economía del hundimiento de la Bolsa de Nueva York (1929), llevarían al general a dimitir en enero de 1930.

En esta década aparece la revista Índice (1921), fundada por Juan Ramón Jiménez, la Revista de occidente (1923), Litoral de Málaga (1926) y La gaceta literaria (1927). Se celebra el tercer centenario de Góngora (1927) y la exposición internacional Barcelona-Sevilla (1929).

En Literatura, se produce la convivencia del Vanguardismo con la Generación del 27, que es la corriente característica de esta década; después de una primera etapa de «Arte por el Arte», comienza un proceso de rehumanización con la adopción de formas surrealistas y contenidos, que tienen como centro el ser humano. Todavía la Generación del 98 y el Novecentismo siguen produciendo manifestaciones literarias como, por ejemplo, El boxeador y el ángel (1929) de Francisco Ayala y San Manuel bueno, mártir de Unamuno (1930), pero las corrientes vanguardistas y, sobre todo, el Surrealismo adoptado por la Generación del 27, imponen nuevos enfoques. Al final de la década, se detecta un cambio radical en la Literatura con la aparición de una sensibilidad distinta denominada «el nuevo romanticismo», cuyos autores adoptarán un compromiso político (El Blocao de Díaz Fernández -1928-).

A lo largo de la década se editan títulos representativos como Versos y oraciones del caminante de León Felipe (1920). Libro de poemas de Lorca (1921), Imagen de Gerardo Diego (1922), Presagios de Pedro Salinas, Hélices de Guillermo de Torre (1923), Nuevas canciones de Antonio Machado (1924), Marinero en tierra de Alberti (1925), Las islas invitadas de Manuel Altolaguirre (1926), Perfil del aire de Cernuda (1927), Romancero gitano de Lorca, Sobre los ángeles de Alberti y Ámbito de Aleixandre (1928).

El nivel de la cultura extremeña, durante la Dictadura continúa siendo pobre, aunque se consiguen algunos avances (construcción de escuelas, mayor escolarización) que resultaron insuficientes por el atraso secular que arrastraba la región con respecto al país. La educación superior estaba reservada a un número reducido de privilegiados. En Badajoz es creada la Revista de estudios extremeños (1927) como medio de difusor de la cultura extremeña.

En esta década continúan publicando los escritores que surgieron a principios de siglo: La sangre de la raza (1920) de Reyes Huertas, El miajón de los castúos (1921) de Luis Chamizo, Cuatro estampas extremeñas (1924) de Francisco Valdés, El libro de las horas anónimas (1926) de José López Prudencio, Epigramas americanos (1928) de Enrique Díez-Canedo, que son títulos todavía enraizados en asuntos de la tierra, aunque esto no significa que les falte calidad o que no sean dignos de ser estudiados detenidamente.

En esta década, nacen Manuel Pacheco (1920), Luis Álvarez Lencero (1923), Alfonso Albalá (1924), Pedro Belloso (1926), José María Pérez Lozano (1926), José María Valverde (1926), Teófilo de Marcos Pérez (1926), Rufino Félix Morillón (1929) y Alberto Oliart Saussol (1929).

 

Primeras lecturas. Contacto con la cultura

Jesús Delgado Valhondo realiza el Bachillerato[14] en el Instituto de Segunda Enseñanza de Cáceres (1921), donde se hace de un grupo amplio de amigos entre los que se encontraban Leocadio Mejías, Pedro de Lorenzo y José Canal, que tenían un denominador común: sus aficiones literarias y su gusto por la lectura

Valhondo recordaba haber leído en aquella época El buscón y otras novelas picarescas y satíricas del Siglo de Oro, que le resultaban divertidas. También leyó a Bécquer, Unamuno («que me gustará tanto como Antonio Machado»), Valle Inclán («Me llamaron la atención las Sonatas y las Comedias bárbaras«), Azorín, Baroja, («Me los sabía de memoria»), Gabriel Miró («‘Las Figuras de la Pasión del Señor‘ me las he leído muchas veces»), Benavente, Blasco Ibáñez, Muñoz Seca, Eduardo Zamacois, Rubén Darío («Me conmocionó su poema ‘Lo fatal’ «), Villaespesa, Manuel Machado, Emilio Carrere, Villalón, Répide, Alvaro Retama, Felipe Trigo, León Felipe, Wenceslao Fernández Flores y Ramón Pérez de Ayala (como poeta).

Esta relación de escritores españoles[15], que reúne las primeras lecturas de Valhondo, resulta muy significativa porque van a explicar que, a lo largo de su obra lírica, nos encontremos con referencias al desencanto barroco, a la sutileza romántica, al naturalismo realista, a las preocupaciones existenciales y religiosas de los autores modernistas y del 98 y a la esencialidad típica de los escritores de la Generación del 14.

El Vanguardismo, por estas fechas, también dejó su impronta teórica en él, pues un año antes de su muerte le oímos decir: «En la vida hay dos cosas importantes: El oficio y el juego. El arte es juego, la arquitectura, las matemáticas -los conjuntos- … El oficio es para subsistir y dedicarnos al juego»[16]. Este comentario supone una conexión con una de las características fundamentales de la nueva concepción del arte vanguardista, asimilada por Valhondo en la década de los años 20, cuando se produjo la efervescencia de los ismos. La influencia práctica en él fue posterior, a comienzos de los años 30, porque es en su primer libro de poemas, Canciúnculas, sobre todo, y en el tercero, Pulsaciones, donde aparece alguna muestra de los numerosos poemas vanguardistas que escribió por esta época, pero que no se atrevió a publicar y destruyó, según sus propias palabras.

Además, leía novelas de ensayo y filosofía, como por ejemplo, los libros de Estética sobre el paisaje de Sánchez Muniaín y la poesía francesa, sobre todo, la simbolista de Rodenbach y sus seguidores Maeterlink, Louijs, Francis Jammes y Paul Claudel, poetas católicos que influyeron mucho en Antonio Machado[17]. Este tipo de poesía lo atrajo por su ternura y porque se encontraba en ella con Dios, casi sin mencionarlo, simplemente sugerido[18].

Su preferencia por las lecturas filosóficas nos va a explicar sus conocimientos en este campo que, junto con otras citadas más adelante, serán la base intelectual sobre la que irá apoyando su discurrir lírico y dotarán a su poesía de hondura y consistente trascendencia. Las lecturas de poetas católicos extranjeros impregnarán su lírica de una enjundiosa dulzura espiritual mezclada con el anhelo del Dios deseado.

También el joven Valhondo leyó desde la primera a la última página de los grandes narradores de la novela de ficción y aventuras como Salgari, Walter Scott, Julio Verne, Víctor Hugo, Anatole France, Dovstoievsky y Tolstoi, que dejaron en su alma adolescente los deseos de libertad e infinito, que detectaremos en el análisis de su poesía. Y, por último, leyó a escritores menos conocidos como Luis de Oteyza, novelista nacido en Zafra, y a otros que dejaron en su espíritu sensible una honda huella. Por ejemplo, Valhondo recordaba que le impresionó un poema amoroso de una monja de clausura, titulado «Espiga», que repetía varias veces la palabra “amor” con una calidez extraordinaria, y un libro titulado Jesús de un anarquista, que le había impresionado sobremanera por la relación que establecía entre la ideología revolucionaria del autor y la pacífica de Cristo.

Esta avidez lectora del joven Valhondo estuvo acompañada por una inquietud cultural, inaudita en un joven de su edad, pues a los 12 años ya era socio del Ateneo cacereño, centro cultural de intelectuales y amantes de la cultura en el que se celebraban conferencias, exposiciones y conciertos a los que asistía, animado por su inclinación a las actividades culturales hasta el punto de protagonizar alguna como una exitosa intervención sobre la situación del Cristianismo en la Roma Imperial, que realizó con tan sólo 14 años.

El joven Valhondo, poco a poco, no sólo participa en el mundo cultural de la capital cacereña, sino también conoce a intelectuales de la talla de Publio Hurtado, presidente del Ateneo y sabio cacereño, que con diligencia dirigía aquel lugar de élite, o a poetas como Luis Chamizo, que impartió una conferencia en este lugar.

No obstante, su formación intelectual, no sólo va a proceder de lecturas y de la relación con personas como las citadas, sino que aprendió bastante de sus compañeros de instituto, cuyas ideas, muchas veces contrapuestas, dejaron una marca anímica imborrable. En su clase convivió con varios futuros anarquistas como José Antonio Martínez Seller, posteriormente secretario nacional de los anarquistas españoles, que atentó contra Azaña y murió en el sitio de Toledo con una metralleta en la mano gritando: «Aquí hay que saber morir» y otros conservadores como Pedro Tardío, que obtuvo en la guerra civil dos medallas al valor en el bando nacional. La relación con jóvenes de tan dispares ideologías hizo que Valhondo fuera adquiriendo en su adolescencia un talante abierto, liberal y comprometido, y un carácter tempranamente maduro.

Además, su personalidad se completaba con una tendencia hacia la reflexión y la espiritualidad, como podemos deducir de esta detallada descripción de Eugenio Frutos sobre el temperamento de Valhondo adolescente: «Conocí a Jesús Delgado Valhondo en Cáceres, siendo un muchacho. Y aún me lo imagino empapándose de silencio e Historia, oyendo el suave paso de la muerte y eternizando el tiempo por el alto Cáceres, por la plaza de San Mateo y de Santa María, entre los palacios de piedra que las casas nobles levantaron. […] No se vive en vano en una ciudad así, queda su huella muy honda en el alma»[19].

La adolescencia, por tanto, supuso para Jesús Delgado Valhondo la adquisición de una amplia base de relaciones humanas y de experiencias espirituales y culturales que, unidas a sus abundantes lecturas, engrosarán su bagaje humano, anímico y cultural que veremos, años más tarde, convertido en versos repletos de profunda y variada experiencia emotiva e intelectual. No en vano, su juventud estuvo repleta de amistades diversas, numerosas y variadas lecturas, meditación prematura, experiencias amables y adversas, que fueron conformando una sensibilidad fuera de lo común que, con el paso del tiempo, sus circunstancias y su carácter singular, profundamente nostálgico y trascendente, se encargaron de macerar en su espíritu, convirtiéndolas en amargo dolor por la incapacidad de aprehender esas vivencias, evocadas por él constantemente, a lo largo de su vida, con fidelidad de cronista y sensibilidad de poeta en un intento desesperado por rescatarlas pero que, sin embargo, cada vez las encontraba más lejanas por la influencia negativa del tiempo.

Estas experiencias y sensaciones juveniles formarán uno de los pilares de su obra poética, que se irá situando gradualmente en el pasado, los recuerdos y la nostalgia del tiempo irrecuperable, cuanto más se aleje de su adolescencia y más cercana sienta la muerte.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1930 A 1939

Alfonso XIII, ante la caída de Primo de Rivera, confía el gobierno al general Berenguer, intentando restablecer el orden constitucional y afianzar el débil poder de la monarquía, por lo que concede el perdón a los exiliados y permite la vuelta de los intelectuales a sus cátedras. A pesar de estas medidas, el clima político y social se alteró aún más, al amenazar los partidos de izquierda con una guerra civil. Ante esta situación, el rey optó por abdicar y salir de España.

El 14 de abril de 1931 es proclamada la II República. Un gobierno de izquierdas, presidido por Azaña, quiso separar la Iglesia del Estado, repartir los latifundios entre los obreros del campo y alterar la estructura del ejército, pero estas reformas terminaron en un desorden generalizado.

No obstante, la República estuvo encabezada por intelectuales, que consideraron el refuerzo de la cultura como eje fundamental de una nueva España. Por esta razón, fue proclamada la libertad de expresión en la Constitución de 1931, que produjo un aumento de la calidad de la enseñanza, propugnada por la Institución Libre de Enseñanza, mejoró la situación económica de los docentes, se construyeron escuelas y bibliotecas, se realizaron campañas de alfabetización (había un 30 % de analfabetos) y de cultura.

En 1936, los partidos de izquierda, agrupados en el llamado Frente Popular, ganaron las elecciones, y Azaña fue nombrado presidente del gobierno. El nuevo panorama político provocó más desórdenes aún, que desembocaron en el inicio de la guerra civil el 18 de julio de 1936. Las consecuencias fueron funestas: un país dividido en dos bandos, destrucción por doquier, odios, venganzas, muertes (Unamuno, Lorca, Antonio Machado), dispersión y exilio de intelectuales y escritores (Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Alberti, Prados, Altolaguirre, León Felipe, Moreno Villa), que se vieron obligados a continuar su obra fuera del país. El 1 de abril de 1939 termina la contienda civil y, en septiembre, comienza la II Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral, aunque ideológicamente se posicionó al lado de los regímenes totalitarios que la provocaron y después perdieron la guerra.

A la vez, en esta década suceden otros hechos culturales y literarios como la aparición de las revistas Cruz y raya (1933), Caballo verde para la poesía, dirigida por Neruda (1935) y Escorial (1936). Picasso pinta «Guernica» (1937), cuadro de enormes proporciones, donde refleja el horror de la guerra civil.

En Literatura se debilita la vigencia de las corrientes literarias anteriores y toma fuerza la nueva tendencia denominada por Díaz Fernández «el nuevo romanticismo», que supone un rechazo del arte puro y la defensa de un arte para la vida comprometido con los problemas presentes. El nuevo romanticismo convivirá con la literatura de la Generación del 36 (a la que pertenece Jesús Delgado Valhondo por edad) y la del exilio.

A pesar de los turbulentos sucesos históricos, se publican obras representativas como Imán de Ramón J. Sender, La turbina de Arconada, El nuevo romanticismo de Díaz Fernández (1930), Chiripi de Zunzunegui, Teatro incompleto de Max Aub (1931), Poesía española (antología) de Gerardo Diego (1932), La voz a ti debida de Pedro Salinas, Perito en lunas de Miguel Hernández (1933), Reparto de tierras de Arconada (1934), Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de Lorca, Abril de Luis Rosales (1935), Razón de amor de Salinas, El rayo que no cesa de Miguel Hernández, La realidad y el deseo de Cernuda, Cantos del ofrecimiento de Panero, Continuación de la vida de Vivanco, Juan de Mairena de Antonio Machado  (1936), Viento del pueblo de Miguel Hernández (1937), El payaso de las bofetadas de León Felipe (1938) y Primer libro de amor de Ridruejo (1939).

Durante la República, en Extremadura, se realizó un notable esfuerzo por elevar el nivel cultural construyendo más centros escolares y dignificando la figura del maestro. A pesar de que el ambiente cultural extremeño sigue siendo pobre, se realiza algún proyecto digno de ser destacado como el mantenimiento de la Revista de estudios extremeños por la Diputación de Badajoz o la creación de la revista Cristal (Cáceres) por un grupo de jóvenes escritores, que deseaban reactivar el triste panorama cultural en que estaban inmersos.

También nos encontramos con escritores, que formaron la escasa intelectualidad extremeña de la época, aunque sin erigirse en grupo que hubiera unificado esfuerzo y conseguido resultados patentes: Francisco Valdés, Braulio Ducasse, Eugenio Frutos, Pedro Caba, Enrique Díez-Canedo y Antonio Rodríguez-Moñino, extraordinario bibliófilo, cuyos estudios sobre la cultura extremeña tuvieron difusión internacional. Francisco Valdés publica Resonancias (1932) y Letras (1933), que fueron elogiadas por la crítica nacional. Aparecen Ética elemental, primera obra publicada por Eugenio Frutos (1935) y Las Galgas de Pedro Caba (1935).

Por estas fechas, alrededor de la Casa de Extremadura y del Ateneo de Madrid, surge un movimiento literario de pensadores y poetas extremeños, bajo el patriarcado de Joaquín Costa, en el que destacaron Luis Chamizo (estrenó su drama Las brujas -1930- con éxito nacional), Mario Roso de Luna, José López Prudencio y Juan Simeón Vidarte.

Extremadura en esta década tiene en el arte representantes de la talla de Felipe Checa, Pérez Giménez, Adelardo Covarsí y Eugenio Hermoso, pintores que reflejaban el costumbrismo del pueblo campesino.

Durante la guerra civil, la literatura en nuestra región se vio condicionada por la ideología del bando correspondiente. En Castuera, se publicó El frente popular, subtitulado «Periódico republicano del altavoz del frente de Extremadura» que, en su número 2 del 24 de junio de 1937, editó «Campesino de España» de Miguel Hernández. Paralelamente, en la zona nacional, el periódico Hoy de Badajoz editó, durante 1937 y 1938, relatos y poemas en la sección «Nuestros combatientes escriben» y, durante septiembre de 1939, en otra titulada «Libros, arte y literatura», donde además aparecían noticias relacionadas con el mundo de la cultura en la región, España y el extranjero.

Además, el Hoy editó por entregas, a partir de 1938, El miajón de los castúos de Chamizo y colaboraciones de poetas jóvenes, adeptos al régimen, como Antonio Zoido, Adolfo Maíllo y Antonio Hernández Gil que, años más tarde, evolucionarían hacia posiciones democráticas.

Aparte quedaron silenciados otros escritores de importancia como Díez-Canedo, Rodríguez-Moñino, Francisco Vera y Roso de Luna por no ser adictos al régimen; algunos se decidieron por el exilio.

 

Encuentro  con la Poesía. Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado

Sobre 1930, comienza a despertar en Jesús Delgado Valhondo el gusto por la expresión escrita personal y su trasvase a poemas que, de momento, no se atreve a publicar. En el año 1933, conoce a través de la lectura a Rabindranat Tagore, poeta que le impresiona por su extraordinaria sensibilidad. Su encuentro con los versos del poeta hindú fue accidental[20] y, por esta circunstancia, la huella del Nobel fue mayor en su alma, que se sintió subyugada no sólo por su fina sensibilidad y su verso cálido sino también por la contemplación de la naturaleza como obra de Dios y la nostalgia del tiempo pasado, que son temas centrales en Tagore.

Ambos hechos lo llevan a que, aunque continúe leyendo con avidez, comience a seleccionar lecturas y a realizarlas de una forma más sistemática. Por esta razón se observa que, desde aquel momento, empieza a sentir preferencia por la poesía frente a la novela y por poetas concretos que, conocidos por él con anterioridad, lo habían seducido desde el primer momento: «Si no recuerdo mal, tú partiste de Juan Ramón. Me contaste que Tomás Martín Gil te aconsejaba volver a Gabriel y Galán pero tú, sin querer, te ibas a Juan Ramón»[21].

De ahí que Valhondo lea la obra completa de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, que le atraen por su esencialidad, intimismo y el uso de palabras cargadas de significado, aunque sintió un mayor interés, según sus propias declaraciones, por Machado que por el poeta de Moguer: «Juan Ramón quizás no haya influido en mi poesía para nada», aseguraba. No obstante, como posteriormente tendrá que escuchar opiniones que aseguraban encontrar en su poesía la influencia del Nobel, la justificará con estas palabras: «Juan Ramón está tan presente en mí, porque le he dedicado mucho tiempo. Desde el primer momento que pude saber de ‘Platero y yo’, me emocioné. Es un poeta íntegro como Antonio Machado».

Nosotros, teniendo en cuenta el análisis de las influencias que se realiza de cada libro en el capítulo correspondiente, pensamos que, al menos conscientemente, Valhondo no se vio influido por Juan Ramón tan nítidamente como se asegura, aunque reconozcamos que existen coincidencias emocionales. Por eso estamos de acuerdo con Antonio Zoido cuando afirma que hay en Valhondo una preocupación  por desentrañar el enigma existencial del ser humano que oscila entre el deseo de vivir y la preocupación ante la proximidad de la muerte, paralela a la que siente Juan Ramón en la etapa final de su poesía[22].

Es cierto, el aspecto lírico del Nobel que más llamó la atención de Valhondo no fue temático ni formal sino emotivo, pues lo que realmente le impresionaba de Juan Ramón fue su capacidad lírica para crear un mundo propio por medio de la esencia de la palabra: «Juan Ramón Jiménez, el portentoso poeta, el creador, por medio de la palabra, por arte y magia de la palabra, del mundo poético más generoso y espléndido de nuestro tiempo. […] Juan Ramón estrena siempre las palabras. Hay algunas que hasta que no las usó él parece que no hubiesen existido. Es el poeta más extenso y líricamente profundo. Juan Ramón y Antonio. Sí, Antonio también, naturalmente»[23].

No obstante, aunque encontramos en la poesía de Valhondo puntos coincidentes con la de Juan Ramón (que iremos viendo a lo largo del trabajo), la influencia del Nobel en el poeta extremeño es más que poética de honda emanación espiritual. Este texto, escrito por Valhondo, después de visitar la casa del Nobel, aclara tal relación anímica: «Nos sentamos -perdón por tanta osadía- en su sillón. Me inundó una tremenda tristeza y estuve a punto de llorar ¡Cuánta devoción, Dios mío! Vamos dejando la vida en los objetos, en las personas, en la misma vida que nos rodea […]. Hay un airecillo quieto y casi olvidado tras un murmullo sutilísimo de tiempo en un espacio donde cabe un mundo: el del poeta. Hay allí un cruce de miradas que duelen»[24].

De todas formas, no negamos que Valhondo sintiera devoción por el Nobel[25] y que deseara crear un ámbito lírico personal guiándose por el que había conseguido Juan Ramón y por su quimérica búsqueda de la palabra exacta. Así, para Eugenio Frutos, Delgado Valhondo tiene la originalidad y la sorpresa de la poesía de Juan Ramón en su forma personal, pero advierte que de ninguna manera su poesía es una réplica ni una continuidad, pues Valhondo es menos poeta puro y más hombre poeta en su inmediatez y su sencillez expresiva[26].

Por otro lado, respecto a la certeza que tienen algunos críticos de encontrar en la poesía de Valhondo una clara influencia de Antonio Machado, también tenemos que admitir la existencia de coincidencias entre ambas posturas líricas como, por ejemplo, el escaso uso de la retórica y la compensación con una acentuada sinceridad; la concepción de la poesía basada en la relación entre esencialidad y temporalidad y en la pura emoción producida por una honda palpitación del espíritu[27]; la melancolía como ambiente lírico, procedente de Bécquer; el lenguaje, sincero, auténtico, directo y la proyección del estado espiritual del poeta en el paisaje.

No obstante, a pesar de esta aparente relación, determinados críticos como, por ejemplo, Arturo Gazul, ante la afirmación de otro que la aseguraba, halló una mayor vinculación espiritual y estilística de Valhondo con nuestros clásicos que con el poeta sevillano[28]. Y Eugenio Frutos encontraba una relación entre ambos, pero sólo en el talante espiritual, la humildad y la dignidad que adoptaban ante el mundo, aunque con las matizaciones propias de encontrarse ante dos poetas independientes.

Nosotros creemos que, además de tener en cuenta estas opiniones autorizadas, la mejor prueba para saber si existe una influencia patente de Machado en Valhondo, es leer con detenimiento la obra lírica de ambos poetas y, al finalizarla, encontraremos que en ningún momento podemos documentar una estrecha relación que signifique copia. Valhondo leyó a Machado con devoción de discípulo y se sintió atraído por los dos pilares de su poética: la esencia y el tiempo que, desde entonces, se conformaron como los  dos puntos claves de la poética del vate extremeño, pero esto supone sólo la constatación del magisterio ejercido por Machado en Valhondo (reconocido por él mismo) como en tantos otros poetas contemporáneos.

Por otra parte, la semejanza en el tono melancólico, que se da en ambos poetas, es una consecuencia lógica de la angustia que sienten aquellos poetas cuando indagan en la esencia de la palabra y en el discurrir del tiempo ante la imposibilidad de desentrañar la primera y de atrapar el segundo. Pero, mientras que en Machado la emoción que más destaca es la melancolía, en Valhondo es la angustia. Y la coincidencia en el estilo sincero, auténtico y directo[29] de ambos no es más que la confluencia del deseo, que se da en múltiples escritores, de ser transparentes para que su palabra llegue sin obstáculos al lector. Pero, por eso mismo, no podemos asegurar que todos estos escritores se hayan visto influidos por Machado y, por supuesto, tampoco Valhondo.

Además la tristeza y la melancolía es general en muchos poetas del convulso siglo XX, que se vieron afectados negativamente por los vertiginosos y profundos cambios producidos en la historia contemporánea. Estas circunstancias llevaron no sólo a Machado sino también a Valhondo y a otros muchos poetas a considerar la forma como un mero soporte de una poesía basada en la pura emoción, porque intentaba desentrañar los enigmas que los rodeaban en un intento de explicarse lo inexplicable.

Por tanto, pensamos que Valhondo tomó como guía a Machado pero nunca como modelo al que imitar. Además, en el poeta extremeño se dan unas características que, incluso, superan los sencillos, aunque esenciales, planteamientos de Machado: la insistencia en aclarar el misterio del mundo y del ser humano, que abarca toda su extensa obra poética. La atracción por el Modernismo pero en su vertiente más trascendental que indaga en el ser y no en las puras sensaciones estéticas (Machado en Soledades se encuentra más cerca de la musicalidad y el colorido modernista). Y el ahondamiento en el paisaje, del que elimina la descripción tan del gusto del poeta sevillano.

La relación de Valhondo con los dos poetas andaluces será el asunto más ingrato, que deba soportar, pues se convertirá en un auténtico sambenito con el que diversos críticos, creyéndolo beneficiar, han explicado sin más profundizaciones los fundamentos de su poesía en comentarios superficiales que lo perjudican. De ahí que el poeta extremeño tuviera que defender su independencia y originalidad en varias ocasiones: «Mi poesía no es juanramoniana, ni pertenece a ningún estilo. A mis versos he procurado revestirlo siempre con cuanto de válido había en mi propia personalidad. La poesía viene a ser algo tan personal e íntimo que un determinado poeta, aun catalogando a su obra dentro de una misma corriente, puede escribir un tipo de versos totalmente nuevos y distintos a cuantos se hayan escrito hasta el momento»[30].

Así lo reconoce Antonio Zoido, diciendo: «Su poética [la de Valhondo] fue de compendio epocal. De la sentenciosa profundidad de Machado, a la episódica brillantez de Alberti, hasta fundirse en buceadora transformación con los poetas de postguerra. De ahí su feraz sementera»[31]. En otro momento, el mismo Zoido asegura tajantemente: «Toda poesía que merezca este nombre, tiene que participar de cultas absorciones precedentes, pero se enaltece si las adherencias se resuelven en triunfal personalidad»[32].

Estamos de acuerdo con esta opinión: Valhondo, como buen lector y humilde discípulo con enormes deseos de aprender, se sintió influido en las formas expuestas por Juan Ramón y Machado y, además, por buena parte de nuestros clásicos (Manrique, Quevedo, Calderón, Bécquer, Unamuno). Pero este hecho, lejos de perjudicarlo, es un punto a su favor porque supone la mejor garantía de que nos encontramos ante un lírico formado en la mejor escuela, la de nuestra larga y cimentada tradición lírica, que es el medio más digno y coherente para que una obra lírica alcance el grado de trascendente como la de Valhondo: «Sólo se es original dentro de una determinada tradición» dijo Thomas S. Eliot. Luego, supo imprimirle sentimiento sincero y, por eso mismo, su obra poética adoptó una voz personal que dista mucho de la que escuchamos en la de los poetas citados.

En 1934, Valhondo se encuentra en la antología editada por Federico de Onís[33] con la poesía hispanoamericana de Alfonsina Storni, Juana Ibarbouru, César Vallejo, Benjamín Taborga, Amado Nervo, Luisa del Valle y José Asunción Silva, cuyo poema «Nocturno» lo impresionó. Desde entonces, Valhondo se sintió atraído por la palabra nueva, mágica y profunda de estos poetas que lo sorprendieron gratamente.

 

Pedro Caba y Eugenio Frutos

Jesús Delgado Valhondo, en los años previos a la guerra civil, se desenvuelve en un Cáceres provinciano donde, sin embargo, las manifestaciones culturales no faltan y estrechan vínculos personales. Así, en la década de los años 30, se relaciona frecuentemente con dos personas que influirán en su formación humana, intelectual y poética.

Una fue Eugenio Frutos Cortés, al que conoció a finales de los años 20. Frutos era escritor y catedrático de Filosofía del Instituto de Segunda Enseñanza en Cáceres que, más tarde, consiguió la cátedra de esta disciplina en la Universidad de Zaragoza. Valhondo sintió siempre una honda admiración por este intelectual al que, además, consideraba un buen poeta.

La otra persona fue Pedro Caba Landa, al que conoció poco antes de la guerra civil en Cáceres. Caba era licenciado en Filosofía y Letras, filósofo («Es el humanista más grande de nuestro tiempo» afirmaba Valhondo) y escritor, aunque su actividad laboral era la de policía. Durante la contienda, Caba fue encarcelado por sus ideas de izquierda y la familia de Valhondo ayudó a la suya económicamente hasta que logró salir del trance. Desde entonces mantuvieron una relación personal muy afectuosa y será Pedro Caba el que abra a su amigo las puertas a la publicación, cuando se encuentre destinado en Valencia.

Valhondo había presentado a Caba y Frutos en la farmacia de su hermano Juan y, desde entonces, los tres se profesaron un aprecio mutuo y mantuvieron una estrecha relación mientras coincidieron en Cáceres, donde pasaron juntos, recorriendo el Paseo Alto, muchas tardes deliciosas en charlas animadas y formativas, en las que el joven Valhondo asimiló sus razonamientos filosóficos, a través de los que comenzó a indagar en el misterio de la naturaleza humana y el mundo y fue adquiriendo la base filosófica sobre la que asentaría más tarde su obra poética.

Las inquietudes filosóficas de Frutos se identificaron con las preocupaciones existenciales de Husserl, Heidegger, Jasper y Unamuno, que se centran en el problema entre la esencia y la existencia humana, la fugacidad del tiempo presente, el enigma de la vida que termina en la muerte y la contradicción entre temporalidad y eternidad. Estos temas, más tarde, serán asuntos insistentes en la poesía de Jesús Delgado Valhondo.

Paralelamente, Pedro Caba, influyó también de una manera fundamental en la concepción filosófica del joven Valhondo sobre el ser humano, la vida y el mundo pues, analizando la filosofía de este pensador cacereño, encontramos ideas coincidentes en su obra poética: el hombre debe realizarse como persona y como espíritu. El ser humano tiene la necesidad de buscar a sus semejantes, porque sólo a través de ellos logra comprenderse a sí mismo y comprenderlos. El hombre debe sentir la dignidad de ser humano, pero sin olvidar que todo lo debe humildemente a Dios. El conocimiento es la fuente de la felicidad individual y colectiva y los seres humanos deben comulgar ideales, proyectos y recuerdos[34].

Pedro Caba fue admirador, como Frutos, de los existencialistas europeos y de Unamuno y, además, discípulo de Ortega, del que adoptó el deseo de mostrar los razonamientos filosóficos con una nueva perspectiva, basada en un lenguaje más cercano al hombre común, aunque sin descuidarlo pues, a la vez, se sintió seducido por las sorprendentes y ultramodernas imágenes de Ramón Gómez de la Serna.

Estos gustos los trasvasó al joven Valhondo que sembrará su lírica de sutiles y modernas imágenes originales, que recuerdan a las de Ramón, y reconocerá explícitamente la influencia que ejerció en él Ortega y Gasset: «Creo firmemente en aquello de que ‘yo soy yo y mis circunstancias’. Mi mundo orgánico, mi mundo físico, social, mis amigos, mi familia, mi país, mi pueblo, lo que me rodea, lo que me abraza … mi vida; yo soy mi vida»[35].

Además, Valhondo tomará de Caba imágenes como la de las ruinas, que será muy empleada en Un árbol soloRuiseñor perdido en el lenguaje y Los anónimos del coro, como metáfora de la destrucción provocada por el tiempo en las personas y cosas[36], o ideas, también presentes en estos libros de su etapa crepuscular, como que la razón no tiene suficiente capacidad para captar lo concreto; de ahí que, para llegar a lo esencial, sea necesario emplear un pensamiento mágico, que trascienda la realidad y la visión positivista del mundo, de la que no se puede extraer más que generalidades[37]. El uso de estas ideas coincide con la etapa surrealista de Valhondo, cuando decide utilizar un nuevo tipo de lenguaje intentando atrapar el misterio de la realidad y la esencia de las cosas.

También, el poeta emeritense apreció en Caba, sobre todo, que su concepción poética fuera producto de una relación espiritual de profundo arraigo con Extremadura: «Extremadura es el gran amor de este maravilloso escritor [Pedro Caba], por donde pasan primaveras y otoños pletóricos de luz y sombra, de amarillos y negros, donde el cielo se encadena a la tierra, a la tierra madre, como feto a vientre, como rama a tronco, como corazón a venas»[38].

El magisterio filosófico de Frutos y Caba fue fundamental para que Jesús Delgado Valhondo consiguiera traducir las impenetrables elucubraciones filosóficas de los grandes pensadores a lenguaje común y de ahí exponerlo cálida y líricamente. Por tanto, es aquí donde radica la originalidad del enfoque lírico-filosófico de Valhondo y la diferencia con sus modelos, generalmente, demasiado inalcanzables por usar un lenguaje filosófico intelectual e insistir en ideas incomprensibles para el hombre cotidiano.

Sin embargo, en la poesía de Jesús Delgado Valhondo se resume la filosofía del hombre común, que sólo toma como referencia las ideas metafísicas de los grandes pensadores, pues siente como un ser cotidiano la existencia, el dolor, el peso de la vida, el paso del tiempo y la proximidad de la muerte; se pregunta y no halla respuestas; busca a Dios y no le responde; se angustia y lucha con su fe, que lo obliga a creer sin ver, y con su razón que no le puede explicar los motivos de tanta imperfección y tanto enigma. Esto será la poesía de Valhondo, filosofía cotidiana expresada en una cuidada forma lírica y encerrada en un contenido humanísimo y sentido, que extrae directamente de su realidad de hombre cualquiera.

Por tanto, fueron Eugenio Frutos y Pedro Caba, los pensadores que llevaron a Valhondo a darse cuenta de que su situación personal no era un caso aislado, sino que se entroncaba en la situación existencial del ser humano y en una corriente filosófica determinada; que no era un hombre solo con unas circunstancias únicas, sino que como él los demás sentían el mismo peso de la existencia. Valhondo, por entonces, un joven reflexivo y tempranamente maduro, convierte con el tiempo, aleccionado por los dos filósofos, su situación personal en filosófica y su lírica en trascendente, al impregnarse de un existencialismo teórico, que ya había experimentado en sus vivencias pretéritas.

De ahí que el poeta extremeño, siguiendo la concepción existencialista de la vida, del ser humano y del mundo, que desmenuza y reitera en su obra poética, fuera el continuador de una Filosofía, que tiene como centro la existencia de ser cotidiano que, día a día, consciente de sus imperfecciones, se enfrenta al misterio de la realidad y lucha con ella de manera angustiosa, porque sabe de antemano que va a perder esa batalla desigual que libra con el tiempo y la muerte, intentando desentrañar el enigma que lo rodea. Pero su espíritu comprometido lo arrastrará a rebelarse contra esa realidad y a intentar entenderla, a pesar de sus reiterados fracasos.

Esta postura agónica nos lleva a detectar la existencia de una estrecha relación con el planteamiento filosófico-vital de Miguel Unamuno, en el que se sintetiza la corriente cristiana del existencialismo europeo. De ahí que Valhondo reúna y resuma en su poesía la filosofía sobre el problema de la existencia humana, que plantea el rector salmantino en su Del sentimiento trágico de la vida: para Valhondo, la vida era lucha (agonía) y, por eso, cuando fracasaba, volvía a intentarlo una y otra vez, basándose en la idea medular del existencialismo cristiano que situaba en la duda el comienzo de la creencia. No obstante, aunque la duda le produjo una dolorosa angustia, la convicción racional de que debía haber un ser superior lo llevaba cíclicamente a la esperanza y a continuar su lucha espiritual.

No obstante, Jesús Delgado Valhondo se distingue de Unamuno en que centra sus reflexiones filosóficas, no en el hombre trascendente y teórico del rector (a pesar de que éste insistiera en que el centro de sus pensamientos era el «hombre de carne y hueso»[39]), sino en el hombre de la existencia diaria, del que siente físicamente el dolor, la tristeza y la melancolía, del que comprueba en sí mismo la arrasadora acción del tiempo y siente una necesidad imperiosa de encontrar a Dios como único medio de salvación terrena y de alcanzar la inmortalidad.

Por este motivo, la obra poética de Jesús Delgado Valhondo será la exposición de la visión espiritual, personal y singular de su concepción sobre la vida, el ser humano y el mundo, a tenor de sus circunstancias individuales, espirituales e históricas, influido por la espiritualidad de la ascética y la mística española, el raciovitalismo de Ortega y la conciencia de ser intrahistórico de Unamuno.

Pero, Jesús Delgado Valhondo será el autor de una lírica extensa, coherente y trascendental, no sólo por la incidencia en él de las visiones filosóficas de los pensadores contemporáneos y coetáneos citados, sino también porque aprovechó su experiencia vital, espiritual e intelectual como forma de indagación y conocimiento, e hizo que, personal e independientemente, hundiera sus raíces en el pensamiento universal de las grandes preocupaciones humanas, que indaga en el hombre como parte desgajada de la divinidad y en su entorno terreno, convirtiendo de esta manera su obra lírica en una reflexión profunda sobre los grandes enigmas del ser humano, de la vida y del mundo que, así expuesta, se convierte no en la preocupación de un poeta aislado sino en la exposición de la angustia del ser humano universal.

Paralelamente Frutos y Caba, profundos conocedores de la literatura española y de los escritores más representativos, también orientaron sobre tendencias y autores claves y disciplinaron en sus anárquicas lecturas al joven Valhondo, que conoció a través de ellos, sobre todo, las corrientes vanguardistas, la Generación del 14, que Caba admiraba, y la Generación del 27, de la que Frutos formó parte.

Además ambos fueron sus descubridores como poeta y sus críticos más severos y justos, que le ayudaron a orientar sus primeros pasos líricos, por entonces inseguros. Además, realizaron con Valhondo una laudatoria labor de protección, defendiéndolo de los que pensaban que debía seguir la poesía regionalista, y de orientación poética, sobre todo, por alentarlo a que continuara creando una poesía personal, que no se dejara influir por las nuevas corrientes (preocupadas, según ellos, más por una expresión artificial de concursos y premios, que por transmitir un sentir sincero), aunque no fuera reconocido por la poesía ni los poetas oficiales.

Desde que Frutos se marche a Zaragoza y Caba a Valencia hasta bien entrados los años 70, Valhondo seguirá manteniendo con ellos una relación amistosa e intelectual, a través de una frecuente conexión epistolar, en la que frecuentemente le daban recomendaciones sobre los diversos aspectos que intervienen en la elaboración de un poema, lo orientaban sobre la edición de un libro, le escribían prólogos o le llamaban la atención cuando se salía de su camino personal[40]. Valhondo reconocerá este magisterio docente e intelectual, diciendo «Eugenio Frutos y Pedro Caba me enseñaron mucho. Incluso a saber leer y pensar»[41].

 

Ingreso en el magisterio. Trevejo. Canciúnculas. Las siete palabras del Señor

Paralelamente a estos hechos, Jesús Delgado Valhondo inicia estudios de Comercio, pero los abandona para matricularse en la facultad de Farmacia de la Universidad Central de Madrid como alumno libre y aprueba el primer curso. Por entonces, se promulgó una orden ministerial, que daba la posibilidad de conseguir el título de maestro aprobando unas asignaturas. Valhondo las supera y obtiene el título de Maestro de Primera Enseñanza el 8 de septiembre de 1933. Un año más tarde, aprueba las oposiciones y, el 12 de noviembre de 1934, toma posesión de su primer destino en Trevejo, pueblecito al noroeste de la provincia de Cáceres.

Con 25 años el nuevo maestro llega al pueblo y se entrega de lleno a su trabajo y a la lectura; en el escaso tiempo que le dejan estas actividades, da paseos solitarios por los alrededores del pueblo en los que medita y contempla el paisaje, que será su primera fuente de inspiración. A la vez entabla un diálogo con su conciencia, en la que van tomando cuerpo pensamientos que necesita trasvasar líricamente a un papel y darlos a conocer cuanto más solo y aislado se encuentra.

Además, Valhondo intenta salir de su soledad a través de una intensa relación epistolar, que comienza a conexionarlo con grupos poéticos del país, hasta el punto de servir de intermediario entre poetas que iba conociendo, a los que pone en contacto fomentando, de esta manera, las relaciones literarias entre poetas que no se conocían ni, en muchos casos, él sabía de ellos más que por carta. Esta cualidad motivó que, más tarde, Manuel Pecellín lo definiera como «solidario y cosmopolita».

A la vez, recurre a la lectura como medio de evasión, para soportar su soledad: «Allí leía desde que amanecía hasta que quedaba rendido. Si la lectura a veces es un vicio yo padecía ese vicio»[42]. Sus lecturas, aunque más selectivas, seguían siendo muy variadas: Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Cervantes, Quevedo, Bécquer, Rubén Darío, Antonio Machado, Unamuno, Azorín, Valle Inclán, Benavente, Gómez de la Serna, Gabriel Miró, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Salinas, Prados, Dámaso Alonso, Miguel Hernández; también se interesaba por las últimas manifestaciones de la literatura vanguardista. Además leyó el Kempis[43] («Me lo leí muy despacio» recordaba), abundantes vidas de santos (La vida de san Pedro de Alcántara lo impresionó) y autores extranjeros (sobre todo, los poetas franceses católicos antes citados).

De tarde en tarde, cuando sus obligaciones docentes se lo permitían y en vacaciones, Valhondo viajaba a Cáceres y se mezclaba con escritores y poetas, participaba en sus actividades culturales (por ejemplo, colabora en la revista Cristal44 que nació por aquellas fechas) y, sobre todo, en tertulias que se celebraban en diversos lugares (la que más recordaba era la tertulia que se realizaba en la rebotica de la farmacia de su hermano Juan).

No obstante, ni las lecturas ni las cartas ni los viajes a la capital consiguieron calmar por entero la soledad que le invadía en su aislamiento y, entonces, comienza a escribir poesía decididamente respondiendo a la necesidad de dialogar con su propia conciencia: «Tenía veinticinco años, recuerdo perfectamente el día, cuando me encontré cara a cara con la soledad: Allí, solo, sentado sobre una piedra del medio derruido castillo, empecé a escribir poesía y aprendí a hablar conmigo mismo»45.

Sin embargo, aquella profunda soledad producirá un beneficio lírico indudable, pues de ella surge la imagen del árbol solo, que será la idea central de su obra poética y, para Antonio Zoido, la base de su inspiración46. Por tanto es, en este momento emocional, cuando Valhondo comienza de hecho y conscientemente su creación lírica, aunque antes hubiera escrito poemas sueltos, incitado por sus múltiples lecturas poéticas y por el ambiente cultural, en el que se había movido durante su adolescencia y juventud. Los poemas de esta época quedarán recogidos en Canciúnculas, su primer libro, que aún continúa inédito.

Canciúnculas es una muestra de la primera poesía de Jesús Delgado Valhondo que, aunque vacilante, nos sirve para conocer su punto de partida y de referencia para realizar un seguimiento de su evolución posterior hacia una expresión madura, tanto en la forma como en el contenido, y para comprobar que algunos temas fundamentales y el timbre personal de su voz lírica aparecen ya en sus composiciones más primitivas.

Paralelamente a las circunstancias que envolvieron sus comienzos líricos, la cruda realidad de una época mísera como la de mediados de los años 30 dejó secuelas en su espíritu. Así la situación de la escuela, la pobreza de sus alumnos y la falta de medios sanitarios y económicos de la gente del lugar fueron temas preocupantes para el joven maestro, que intentó paliarlos en la medida de sus posibilidades. Como consecuencia de la relación afectiva que entabló con los habitantes de Trevejo, cuando tenga que abandonar el pueblo, obligado, lo hará con una gran tristeza: «Cuando salí de Trevejo sancionado, tuve que ir andando a la carretera, venía todo el pueblo detrás de mí. Me fui de Trevejo llorando como un tonto. Entonces la gente quería a los maestros»47.

Hacia 1935, Valhondo compone un librito de circunstancia, titulado Las siete palabras del Señor, que es producto de una crisis religiosa. El libro, que sigue inédito, lo dedicó a Eugenio Frutos y éste, en correspondencia, le regaló un libro suyo de poemas48, también resultado de intranquilidades religiosas parecidas a las de su amigo que, en aquella época, tenía un sentido dialéctico de la religión y de la vida, pues ya no coincidían su fe y su razón, ni veía una relación clara entre la realidad y el misterio que la envolvía.

El tema religioso era un asunto frecuente en las conversaciones de Frutos y Valhondo y sus reflexiones los llevaban a formularse preguntas sin respuestas, que les provocaban dudas sobre la existencia de Dios, la inmortalidad, el sentido de la vida y crisis de conciencia que, en esta ocasión, las resolvieron con sendos desahogos líricos en forma de poemarios.

 

La guerra civil. Destierro en Gata. Pulsaciones

Paralelamente a sus intranquilidades espirituales y a su actividad creadora, en 1936, Jesús Delgado Valhondo, republicano convencido49, es secretario local de la UGT de la Enseñanza en Cáceres. El 4 de abril contrae matrimonio con María Rodríguez Domínguez en Badajoz adonde había sido trasladado su suegro, cajero del Banco de España. La guerra civil comienza. Valhondo, por su lesión en la pierna, no es movilizado pero fue detenido y, posteriormente, salvado por amigos «de alguien que me quería pegar un tiro».

No obstante, aunque en un principio se le quiso condenar por profesar ideas republicanas a veinte meses de suspensión de empleo y sueldo y destierro, al final fue sancionado «con traslado forzoso dentro de la provincia con prohibición de solicitar cargos vacantes durante un periodo de dos años, e inhabilitación para el ejercicio de cargos directivos y de confianza en instituciones culturales». El lugar del destierro fue Gata, donde ocupó su plaza de maestro el 1 de marzo de 1940.

En este pueblo cacereño, Valhondo siguió leyendo insistentemente y, en su entorno natural, continuará reflexionando en el silencio de un paisaje muy apropiado para la introspección lírica, en el que se sentía más cerca de Dios a través del contacto y la contemplación de su obra, y de sí mismo, aunque su carácter hipocondríaco cuando se quedaba solo, le producirá una continua y profunda melancolía a pesar de que, en su relación con los demás, siempre fue una persona extrovertida.

Aunque el pesimismo interior de Valhondo fue consustancial a su personalidad toda su existencia, será esta sensación negativa (no exenta de un sentido trágico de la vida) la que lo llevó, para calmar sus intranquilidades y llenar su soledad, a continuar escribiendo poemas que reunirá en un libro, aún inédito, titulado Pulsaciones, donde se va desprendiendo de influencias y tomando el pulso personal que hará característico en libros sucesivos, no sólo porque irá adquiriendo una mayor experiencia lírica, sino también por el ambiente más adecuado para la creación poética que encuentra en su nuevo destino.

A la vez, en Gata, siguió atendiendo su labor educativa a través de la que ejerció con sus alumnos una especie de docencia poética, que iba encaminada a suscitarles el gusto por la lectura. Además, todavía le quedaban ánimos para participar en el ambiente cultural que allí había, como un modo de superar su aislamiento y de aprovechar el tiempo: «Mi estancia en los pueblos donde he ejercido mi magisterio ha sido siempre un ‘centro’ cultural […]. En Gata, tuve tertulias literarias. Estábamos suscritos un grupo de personas (médicos, maestros, propietarios, veterinarios) a revistas como ‘Novelas y cuentos’ «. En el pueblo cacereño, trabó amistad con un médico, Joaquín Viera López, que se encontraba también sancionado, y con el sacerdote, compañeros de largos y entretenidos paseos por los atractivos parajes de los alrededores.

A Valhondo le resultó agradable y formativa su estancia en Gata, pues opinaba que tenía «un poso cultural y espiritual de primera categoría». Allí asistió a la primera tertulia organizada de su vida: «Nos reuníamos en el local de Acción Católica y comenzábamos hablando de literatura, para pasar, más tarde a charlar sobre un tema general: La calidad del aceite de oliva de la cosecha de aquel año, la rabia, hechos que ocurrían en el pueblo …». Y, además, religiosamente se encontró en un ambiente propicio, pues Gata era considerada «la perla de la diócesis»50.

 

Primeros contactos con el exterior

Desde Gata, animado por su ambiente cultural y religioso, Jesús Delgado Valhondo intensifica con el exterior las relaciones que había comenzado en Trevejo tímidamente, y empieza a sentir que sale de su aislamiento. Esto lo lleva a ampliar sus conexiones epistolares, a leer revistas literarias que, desde Cáceres, le enviaba periódicamente su hermano Juan (Intus de Salamanca, Intimidad poética de Alicante, Odiel de Huelva, Proel de Santander, Bernia de Valencia) y a colaborar en algunas de ellas. Estas publicaciones lo mantenían en contacto con tendencias líricas del momento y le servían de referencia para adecuar su estilo a la poesía que más cercana estaba a sus intranquilidades, aunque imprimiéndole un tono cada vez más seguro, personal e independiente.

Mientras, completaba su tiempo libre con frecuentes lecturas y alguna esporádica colaboración en el periódico Extremadura de Cáceres que, además de ampliar sus contactos con el mundo exterior, lo enriquecían humana, espiritual y familiarmente: «Cuando he regresado, he pensado en la trascendencia espiritual de mi visita. Tu casa, cálida y acogedora; tus libros queridos […]; tu doncella de cuento de Zohengrín, con una risa en sus ojos esquimales; tu hijo mayor51 pensativo como un ángel, tu esposa digna de ti, y tu charla ¿Qué más puedo traer de la visita a un poeta que esos recuerdos imborrables, de poesía?»52.

Sin embargo, cuando pasaba una época de equilibrio emocional, su tranquilidad queda empañada por dos sucesos luctuosos: la muerte de su madre (11 de septiembre de 1938) y, cinco meses después, de su hermana Luisa, cuyo fallecimiento recordaba con profundo dolor, pero con el consuelo de la fortaleza cristiana con que Luisa vivió sus últimos momentos, tranquilizando a toda la familia.

Estos hechos, que le impresionaron fuertemente (sobre todo, el segundo, porque su hermana sólo contaba 40 años y, según él, murió por un fallo médico), lo hicieron refugiarse más en sí mismo y sufrir frecuentes depresiones, que lograba superar con sus viajes a Cáceres introduciéndose en el ambiente literario de la capital, donde se relacionaba con Pedro de Lorenzo, Pedro Romero Mendoza, Leocadio Mejías, Eugenio Frutos, Juan Fernández Figueroa, Pedro Caba, Tomás Martín Gil, José Canal y Fernando Bravo, entre otros.

Con ellos, sin importarle sus tendencias ideológicas, compartía lecturas e inquietudes, organizaba actividades y asistía a tertulias en casa de Pedro de Lorenzo o del Conde de Canilleros, Miguel Muñoz de San Pedro, al que consideraba un intelectual sentidamente interesado y preocupado por Extremadura. En esta tertulia se preparó la edición de varios libros como Extremadura canta y Cáceres canta, en las que Valhondo intervino como seleccionador del contenido.

Cuando su trabajo lo obligaba a pasar una larga temporada en Gata, seguía manteniendo relación con sus amigos de Cáceres por carta: «[…] te mando algunas cosas. De ellas espero tu opinión y la de esa simpática tertulia. Sobre todo de Marcos San Tomé -sincero y justo-, y la de Silva»53. También intercambiaba comentarios sobre poemas, estados de ánimo y proyectos: «Mi libro tardará en salir, quizás para el otoño. Pero no puedo decírtelo con certeza, tengo la idea de resumir los tres libros que tengo en uno solo. Tengo dado algo en Garcilaso, según me dice García Nieto se publicará en mayo, y algunas cosillas en provincias. Estoy muy animado pues el círculo de amigos poetas es cada vez más amplio y mejor»54.

No obstante, a pesar de sus buenas relaciones, al final de la década de los años 30, sólo había difundido sus poemas entre sus allegados y a través de alguna colaboración en revistas como Nueva España, donde publica dos poemas de Pulsaciones55. Por esta razón, comienza a sentir la necesidad de tantear la opinión de personas con prestigio y se atreve a enviar Canciúnculas, libro terminado, y El año cero, en elaboración, a Pedro Caba, y éste le contesta: «Los poemas de El año cero me gustan extraordinariamente. Las canciúnculas no tienen tanto acierto en las imágenes y en los juegos de ritmos»56.

Desanimado por esta respuesta, Valhondo entiende que necesita elaborar más sus reflexiones líricas y pasa un tiempo durante el cual su preocupación primera es limar sus versos hasta la saciedad57. Esto explica que los originales de Canciúnculas y Pulsaciones estén repletos de correcciones y que se observe la falta de interés en difundir éste, pues utilizó sus páginas en blanco como borrador para poemas de El año cero que, más tarde, incluiría en su edición definitiva junto a poemas reformados de Canciúnculas y Pulsaciones.

A comienzos de la década de los años 40 Valhondo, desde Gata, intensifica tanto su relación epistolar con el exterior, que decenas de cartas de esta época aparecen en su epistolario, por cuyo número y contenido podemos deducir no sólo la intensidad de las relaciones entabladas con personas de dentro y fuera de Extremadura, sino también los beneficios que le reportaron:

-Conecta con focos literarios, culturales e intelectuales de Madrid, Valencia, Alicante, Zaragoza, Huelva, San Sebastián, Cádiz y Badajoz.

-Se relaciona con poetas y escritores representativos de estos focos: Vicente Aleixandre, José Luis Cano, José María Valverde, Jorge Campos y Juan Aparicio (Madrid). Pedro Caba y José Luis Hidalgo (Valencia). Eugenio Frutos (Zaragoza). Francisco Garfias (Huelva). Manuel Molina (Alicante). Gabriel Celaya (San Sebastián). Julio Mariscal Montes (Cádiz) y Manuel Monterrey (Badajoz).

-Es reconocido unánimemente, desde estos puntos geográficos diversos y distantes, como un poeta con voz personal.

-Publica un libro (Hojas húmedas y verdes) y poemas sueltos en revistas de un cierto alcance nacional.

-Tiene por consejeros a críticos objetivos y autorizados en los momentos claves de sus comienzos, cuando más necesitaba de críticas orientadoras.

-Se gana el aprecio humano y lírico de personas que sólo lo conocían por carta y a través de su poesía.

Estas intensas y variadas relaciones establecidas desde su exilio provinciano a través de cartas, muestran la singular personalidad humana y poética, que gozaba Valhondo desde sus comienzos líricos.

Así, animado por Pedro Caba y Eugenio Frutos, que lo alentaban considerándolo un poeta auténtico ante la poesía cerebral y retórica que, según ellos, se hacía entonces, Valhondo desarrolla una intensa actividad de creación poética y de difusión, que obtiene sus primeros frutos: en 1942, Ricardo Blasco, director de la revista Corcel58 de Valencia, le publica en el segundo pliego (nº 2) varios poemas59.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1940 A 1949

España, en la primera parte de la década sufre las consecuencias nefastas de la guerra civil: odios, represión, hambre, miseria y empobrecimiento cultural. Esta situación se ve agravada por la afiliación de nuestro devastado país a la ideología totalitaria de los vencidos (Alemania e Italia) en la II Guerra Mundial, que provocó un aislamiento internacional.

El mundo se dividió en dos bloques: EE.UU. y la URSS, representantes del capitalismo y del socialismo, respectivamente. Una corriente de angustia existencial invadió Europa ante el enfrentamiento de estas potencias, que dio lugar a la llamada «guerra fría» y a que el mundo viviera un continuo peligro de padecer una III Guerra Mundial, durante casi cinco décadas.

España tuvo que adoptar una economía autárquica y la depuración fue el medio empleado para evitar la entrada de ideas avanzadas, corrientes vanguardistas y libros. El país sufrió una larga época de pobreza cultural, dominada por la censura, que salvaguardaba los fundamentos políticos, religiosos y morales del férreo régimen. Se persigue a los intelectuales y a la Institución Libre de Enseñanza, se expurgan bibliotecas y las librerías apenas tienen libros. Al no conocer lo que escribían los exiliados ni los autores extranjeros, se produjo una interrupción en el discurrir cultural y literario del país.

A pesar de todo, la posguerra española fue un periodo fecundo para la poesía, quizás porque la lírica es más propicia que otros géneros literarios para eludir la censura. Esta época positiva la podemos seguir a través de numerosas revistas (Intimidad poéticaCorcelGarcilasoEspadañaVerboÍnsula), antologías y colecciones como Adonais. Los poetas de esta década, aunque aislados del exterior, conectaron con las generaciones españolas precedentes a través de Lorca, Miguel Hernández, César Vallejo, Neruda, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Dámaso Alonso y los poetas exiliados.

Por estas fechas escriben y publican los poetas nacidos entre 1909 y 1923 como Gabriel Celaya, Ramón de Garciasol, Blas de Otero, Gloria Fuertes, Rafael Morales, Eugenio de Nora, Carlos Bousoño, Victoriano Crémer, Dionisio Ridruejo, José Luis Hidalgo, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco y José Hierro que forman la llamada Generación del 40definida por algún crítico, como por ejemplo Gerardo García Camino, “la generación escindida”, pues unos se quedaron en España, otros murieron y otros se exiliaron. En esta Generación se incluye a Valhondo por la fecha de su primer libro editado, Hojas húmedas y verdes, 1944.

Aunque no existe una separación marcada entre ellos, se distinguen dos tendencias, que Dámaso Alonso calificó como «poesía arraigada» y «poesía desarraigada». Se trata de dos posturas adoptadas ante la realidad pretérita inmediata: la «poesía arraigada» adopta una actitud positiva, al considerar que los sucesos ocurridos tenían una explicación dentro de la idea de un mundo más ordenado. De ahí que tratara temas como el amor y el paisaje, impregnados de sentimiento religioso, estilo intimista y perfección formal. Sus seguidores se agruparon en torno a la revista Garcilaso. En esta postura se encuentran Luis Rosales, García Nieto, Vivanco y Panero.

Por el contrario, la «poesía desarraigada», también llamada «existencial», expresa sentimientos de dolor ante los resultados de la contienda, que se traducen en angustia y en protesta de estremecido dolor ante la muerte, el tiempo, los anhelos de Dios y su silencio y el caos del mundo.

Tres acontecimientos marcan este enfoque lírico: la publicación de Sombra del paraíso (1943) de Vicente Aleixandre, Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso y la aparición de revistas como EspadañaCorcel y Postismo. En esta posición se enmarcan los poetas citados y otros como Blas de Otero y Gabriel Celaya.

Durante esta década se editan obras representativas como Tiempo de dolor de Vivanco (1940), Entre el clavel y la espada de Alberti (1941), El poeta prometeico de León Felipe (1942), Sonetos de la piedra de Ridruejo, Campo cerrado de Max Aub (1943), Como quien espera el alba de Cernuda, Hijos de la ira de Dámaso Alonso, Estancia vacía de Panero (1944), Caminos de sangre de Victoriano Crémer (1945), La estación total de Juan Ramón Jiménez (1946), Tranquilamente hablando de Gabriel Celaya, Los muertos de José Luis Hidalgo (1947) y Elegías de Ridruejo (1948).

En los años 40, la actividad cultural en Extremadura es escasa como es lógico en una región que debe levantar no sólo sus ruinas sino también su atraso secular. En las escuelas, los libros de texto estaban rígidamente controlados por la inspección de Enseñanza Primaria. Su contenido constituía más que una exposición de conocimientos objetivos una alabanza a España y al régimen y una exaltación de la historia del imperio y de la religión; de ahí que la propaganda incidiera en la «dimensión espiritual» de la lectura. El analfabetismo era alto, la situación económica penosa y, por consiguiente, el número de lectores, reducido.

En esta situación, los pocos títulos publicados con el patrocinio de las Diputaciones de Badajoz y Cáceres eran políticamente partidistas o eludían la realidad. Por este motivo se destacó la literatura regionalista como, por ejemplo, la de Chamizo, al que se hizo un homenaje en 1946 (murió el 25-12-45) y se editaron libros como Medallones extremeños (1949) de Manuel Monterrey y lo sonetos de Rodríguez Perera de corte cristiano y clásico, con un contenido aséptico. No obstante, también aparecieron obras como Lázara, la profetisa de Pedro Caba (1945), Tu dulce cuerpo pensado de Pedro de Lorenzo (1947) y Ausencia de mis manos de Manuel Pacheco (1949), que suponían un cambio de enfoque literario, un alejamiento de los presupuestos del régimen y un aumento de la calidad.

La actividad cultural, además, se completó con algunas representaciones teatrales en el Teatro Romano de Mérida (iniciadas en 1933) o, en Badajoz, donde se estrenó, por ejemplo, Las brujas de Luis Chamizo en 1946. En el periódico Hoy de Badajoz escriben López Prudencio, Reyes Huertas, Arturo Gazul y Enrique Segura Otaño (que, con una mentalidad más abierta y valiente, se atreve a tratar sobre Lorca en 1944, Felipe Trigo y los poetas franceses malditos). A ellos se van uniendo otros escritores como Alfonso Albalá, Pedro Caba, Pedro de Lorenzo, José María Pérez Lozano, Rodríguez-Moñino, Francisco Vaca y Antonio Soriano.

A mediados de la década, en 1945, este panorama se reactiva con la creación de la revista cacereña Alcántara, sostenida económicamente por sus fundadores (entre los que se encontraba Jesús Delgado Valhondo) hasta el nº 15, cuando se hizo cargo de ella la Diputación Provincial de Cáceres. Aún hoy (1997) Alcántara sigue publicando60, por lo que supone una fuente de primera mano para conocer la cultura extremeña de los últimos cincuenta años.

Al final de la década, se celebran Exposiciones y Seminarios del libro extremeño y Asambleas de Estudios Extremeños (la I en 1948 y la II en 1949), donde se produce un encuentro de intelectuales y escritores regionales con otros venidos para la ocasión desde Madrid como José María Cossío y Joaquín Montaner.

Paralelamente, la Revista de estudios extremeños pacense contribuyó a esta reactivación publicando trabajos de Rodríguez-Moñino, Floriano Cumbreño, Miguel Muñoz de San Pedro, Carlos Callejo y de otros eruditos, investigadores, críticos y escritores.

En esta década nacieron José Antonio Gabriel y Galán (1940), Antonio Díez Román (1941), Pureza Canelo (1946), Ángel Sánchez Pascual (1946), José Antonio Zambrano (1946), José María Bermejo (1947), Gregorio González Perlado (1947), José Miguel Santiago Castelo (1948), José María Pagador (1948) y Joaquín Calvo (1949).

 

Encuentro con el grupo alicantino de Miguel Hernández. Hojas húmedas y verdes

Jesús Delgado Valhondo, a comienzo de los años 40, lee por primera vez a Miguel Hernández a través de Lola Mejías, mujer de Eugenio Frutos, que le envía cuatro versos de «Égloga» («Un claro caballero de rocío / un pastor, un guerrero de relente / eterno es bajo el Tajo; bajo el río / de bronce decidido y transparente») y, en una carta posterior, Eugenio Frutos le manda la «Elegía a Ramón Sijé»61. La fuerte atracción que, desde el primer momento, Valhondo sintió por Miguel Hernández, lo animan a localizar a sus amigos por medio de cartas.

De esta forma contacta, a finales de 1942, con el grupo alicantino de Manuel Molina, Vicente Ramos y Carlos Fenoll (que habían formado con Miguel Hernández el grupo poético de Orihuela) en cuya revista, Intimidad poética, Valhondo publicó poemas en varios números62, de los que Manuel Molina, el benjamín del grupo, quedó muy satisfecho: «Desde que yo leí en ‘Corcel’ aquellas ‘Estampas’ tuyas, adiviné en ti un poeta bueno, espiritual y noble, que todo lo entrega en una canción y que se da plena a la vida y a la belleza sin reservas y cautelas, que surge de tu corazón como el agua de un manantial y de ahí las rosas abiertas de tus versos vírgenes»63.

Esta excelente acogida y la impaciencia que sentía Valhondo por publicar y saber qué opinaba la crítica de un libro suyo de poemas, provocaron que a finales de 1943 se atreviera a enviar a la colección Leila, dependiente de Intimidad poética, el libro titulado Hojas húmedas y verdes, de forma sigilosa porque no estaba dispuesto a que nadie lo decepcionara con críticas desalentadoras. A mediados de 1944, Hojas húmedas y verdes se convierte en el primer libro de poemas editado de Jesús Delgado (no aparece el segundo apellido), cuyo prólogo fue realizado por Manuel Molina.

Hojas húmedas y verdes tiene una importancia capital, pues por un lado es la continuación, conexión y síntesis de su primera poesía y, por otro, supone el punto de partida y el germen de su lírica madura, donde aparecen  expuestos rasgos formales y de contenido que, posteriormente, conformarán su estilo personal y el núcleo temático de su obra poética, que será la soledad humana, ahora planteado con nitidez.

Hojas húmedas y verdes es una selección antológica de poemas de CanciúnculasPulsaciones y El año cero, libro que Valhondo deseaba publicar hacía años, mucho antes de concebir Hojas … pero que, por aquella opinión desfavorable de Caba, desistió de editar y optó por seguir limándolo. De ahí que, cuando se le presentó la ocasión, decidiera publicar un libro distinto, que fuera una muestra de Canciúnculas y Pulsaciones, más algunos poemas elaborados para El año cero (los repetidos en ambos libros) y cinco poemas nuevos. Esta selección antológica forma Hojas húmedas y verdes, libro con el que Valhondo deseaba conocer la reacción de la crítica, antes de atreverse a editar el libro en el que tenía puestas sus esperanzas de poeta novel, El año cero.

La edición de Hojas húmedas y verdes se realizó en forma de folleto y tiene una presentación agradable, pero Valhondo no quedó conforme porque el título le parecía sin personalidad: «Le puse este título porque no encontré otro, y no me ha gustado nunca, me parecía que aquello estaba muy verde, porque las hojas perennes no me gustan, no sé por qué. Desde entonces cada título nuevo lo medité mucho y, antes de decidirlo, rompí muchos, quizás porque no me gustó el título de Hojas húmedas y verdes«64.

Además, Jesús Delgado Valhondo estaba decepcionado, porque el libro tenía muchos errores«Las erratas de Hojas …’ me tienen desesperado. Cada día encuentro más». De los cien ejemplares que tuvo la edición, enfadado, quemó ochenta. Quizás Pedro Caba contribuyera a aumentar su disgusto, pues le criticó las erratas y el título por su tono becqueriano.

Pero el disgusto le desapareció, cuando Manuel Molina le comunica que Vicente Aleixandre, después de leer el libro, opinaba que, incluso con erratas, era un buen poeta. Este comentario le infundió mucho ánimo por venir de una personalidad poética tan especial como la del futuro Premio Nobel. Valhondo apreció este detalle sobremanera y desde entonces, aparte de aumentar su estima por la poesía de Aleixandre, mantendrá una relación epistolar con él, que siempre lo animará a continuar valorando positivamente su poesía.

Desde aquel momento, Valhondo leerá con avidez la poesía de Aleixandre y se verá influido por su concepción universal del ser humano, su idea de la ineludible relación con los otros y su situación en la naturaleza de la que, como el Nobel, sentía que formaba parte. Esta influencia consentida será paralela al cambio formal que Valhondo inicia en Aurora. Amor. Domingo y culmina en Un árbol solo desde una poesía de corte tradicional a otra narrativo-descriptiva como la de Aleixandre: «Empecé a leer su obra con profundidad. ‘Sombras del paraíso’ y ‘La destrucción y el amor’ juntamente con ‘Espada como labios’. Fueron durante mucho tiempo mi principal -única- preocupación. Mi alimento. Me di cuenta desde el primer momento que estaba ante un poeta de excepcionales cualidades. Un poeta capaz de llevarme a mundos tremendos y venerados. Además, un poeta atento a todo movimiento literario. Y del hombre»65.

La crítica de Aleixandre fue sólo una de las opiniones positivas, que Valhondo recibió de su primer libro editado. A pesar del número y la variedad, todas destacaban unánimemente la frescura de su verso cálido y sentido como muestra el siguiente comentario: «[En Hojas húmedas y verdes] se respira poesía»66. «Recibí sus Hojas. Estamos por aquí tan ensonetados y llenos de poesía fría, bien medida y compuesta, pero que no dice nada, que sabe bien leer algo escrito con sinceridad y vocación poética y no con arte de laboratorio o falsa artesanía»67.

Con estas opiniones alentadoras, Valhondo se anima hasta el punto de volver a pensar en la publicación de El año cero y se atreve a enviárselo a Jorge Campos en septiembre de 1944, para que se lo editara en Índice pero su intento resultó fallido.

 

Ampliación de relaciones. Primeros artículos en prosa

Jesús Delgado Valhondo continúa extendiendo sus relaciones exteriores y conecta con el grupo poético onubense de Francisco Garfias68 y con el círculo literario madrileño de su amigo Leocadio Mejías, en el que se encontraban Emilio Carrere y Alfredo Marqueríe. Mejías, que fue el autor de este contacto, también difunde la poesía de su amigo dándola a conocer a Juanita Azorín y Carmen Loyzaga, dos recitadoras profesionales, que incluyen poemas de Valhondo en sus respectivos repertorios.

Además, la publicación de Hojas húmedas y verdes vino acompañada del contacto con el grupo poético valenciano de Vicente Goas69, que Valhondo entabló a través de Pedro Caba, destinado allí. Gaos, después de leer poemas de Valhondo, le responde enseguida destacando su voz singular: «Caba me leyó sus poesías que me gustaron sinceramente, como cosa personal, muy apartada de la poesía al uso de estos días»70.

Así, animado por las relaciones y críticas positivas que estaba consiguiendo, comienza en 1944 a publicar artículos en prosa. El primero de ellos fue «La risa en el niño», editado en el Boletín de la inspección de la escuela de practicantes de Cáceres, donde se detecta que Valhondo al comienzo de su obra poética ya tiene una concepción trágica de la vida. Y, el segundo, «El monasterio de Guadalupe», publicado en la revista Lar de San Sebastián, es una muestra característica de su prosa, que sublima la realidad y la convierte en puro lirismo: «El otoño tiende sus brazos hacia el invierno, el sol juega con la lluvia y salta en la cuerda del arco iris. Entre las galerías del monasterio pasean ahora meditando los frailes franciscanos […] ¡Qué fácil es la vida desde aquí!»

Por estas fechas, Valhondo supera el primer curso de practicante en Medicina y Cirugía y, a la vez, amplia sus relaciones literarias, porque lo aprobó por libre en Salamanca, donde conoció primero a Emilio Salcedo y a Juan Crespo y, después, a José Ledesma Criado y al catedrático Juan Ruiz Peña, directores de la revista y el grupo Álamo, con los que mantendrá una fructífera relación literaria durante muchos años. Además, el contacto con el dolor humano, durante sus prácticas, lo pondrán más cerca de la caducidad de la naturaleza humana y su poesía se teñirá progresivamente de angustiosos anhelos de encontrar a Dios, para que le explicara la razón de este sufrimiento que Valhondo, por su especial sensibilidad, hacía suyo.

Paralelamente, publica por primera vez en Garcilaso71 a través de su amigo Pedro de Lorenzo, director y componente del grupo fundador de la revista y, por entonces, muy relacionado con el mundo periodístico y literario de la capital. También, edita poemas en Proel72, animado por José Luis Hidalgo.

 

Creación de Alcántara

En 1945, Jesús Delgado Valhondo decide fundar, durante una tertulia en la rebotica de la farmacia de su hermano Juan, la revista Alcántara con Fernando Bravo, José Canal y Tomás Martín Gil, tres amigos íntimos con los que charlaba asiduamente sobre los temas más variados y «muy especialmente de cuanto se relacionara con el resurgir extremeño»73. La aparición de Alcántara se debió a que «El ambiente cultural de nuestra región acusa en los tiempos presentes un tan elevado nivel de inquietudes y realizaciones en todos los órdenes, que se hace imprescindible crear el instrumento idóneo que recoja todo ese movimiento y, a la vez, actúe como su difusor eficaz»74.

Valhondo recordaba a los tres con gran afecto y, sobre todo, a Tomás Martín Gil porque fue su profesor de ingreso en el bachillerato y tenía un interés desmedido por las manifestaciones literarias y artísticas y, especialmente, por la cultura popular extremeña. Valhondo describió su afecto por Martín Gil de esta manera: «Yo quería a Tomás Martín Gil como se puede querer a un padre o a un hermano mayor. Era un hombre bueno, entrañable y cordialísimo».

Pero, a pesar de esta buena opinión, Valhondo se enfrentaba con su maestro por tener ideas estéticas y literarias opuestas y porque Martín Gil intentaba orientarlo en su creación literaria de una forma a veces poco docente e implacable: «Tus versos me gustaron mucho. Pero insisto en que tienes que echar por la borda todas las ideas tristes o, por lo menos, aquellas palabras que como la de ‘suicidio’ no encajan en una composición donde se alude al ‘huerto’ de Jesús el de Galilea ¿a qué viene esta palabra en una composición tan hermosa? Lo creo un verdadero lapsus, un ripio formidable que deshace la harmonía [sic] del resto»75.

Estos duros comentarios, en buena medida se debían a que Martín Gil, junto a Romero Mendoza, estaba empeñado en dirigir a Valhondo por los caminos de la poesía regionalista de Galán y Chamizo y se encontraba dolido desde que Valhondo tomó otros derroteros: «Me contaste que Tomás Martín Gil te aconsejaba volver a Gabriel y Galán»76. Sin embargo, cuando Martín Gil murió, mostrará su aprecio por él en una bella elegía77, porque «La amistad ha estado siempre para mí por encima de todo» aseguró Valhondo.

Alcántara comenzó a publicar el 10 de octubre de 1945 con un exiguo capital de 200 pesetas, que aportaron a partes iguales los cuatro fundadores. La primera colaboración de Valhondo será el poema titulado «El recuerdo» y, posteriormente, editará otros poemas, narraciones y ensayos78, sobre todo mientras mantenga una relación estrecha con Cáceres.

A partir del número 33, Valhondo será autor de una sección titulada «Notas breves de dentro y de fuera», que firmará con el nombre de José de la Peña79. Las «Notas …» levantaron en más de una ocasión críticas y polémicas por los comentarios que su autor vertía en la sección contra grupos poéticos, instituciones, congresos y personas en un tono mordaz: «Se celebró la Fiesta de la Poesía con más ruido que éxito: Todos los poetas mediocres tuvieron ocasión de dar a conocer sus ‘cosas’, no llamamos a ‘eso’ poemas. Nosotros lo festejamos visitando en el Seminario de San Antón, en Badajoz, a un verdadero poeta: Francisco Cañamero»80.

Otras veces las «Notas…» se limitaban a informar: «Ha obtenido el Premio ‘Café Gijón’ de Novela Corta, Ana María Matute. En la votación quedó finalista Ignacio Aldecoa»81. Otras se quejaban de la situación de abandono en que se encontraban los poetas de la provincia: «[…] El tema de la discusión nos parece interesante para críticos, no para poetas. Con tanta anatomía sobre la poesía la van a disecar y no nos van a quedar nada para los pobres de provincia, los que no somos más que lo que Dios quiere»82. O bien llamaban la atención sobre algún aspecto de la cultura como, por ejemplo, la falta de suplementos literarios, científicos y artísticos en los diarios españoles83. El número 111-113 de Alcántara de 1956 publicará las últimas «Notas …». En el número 37 de 1950, Valhondo había comenzado a firmar una nueva sección titulada «Al margen de los libros», en la que amablemente comenta libros de poemas recibidos.

Además de esta estrecha colaboración, Jesús Delgado Valhondo acercó a la revista escritores de la categoría de Jorge Campos y José María Valverde y, también, sintió una gran preocupación por ella cuando la publicación sufrió altibajos a lo largo de su extensa vida.

 

Traslado a Zarza de Alange

Cansado de vivir en Gata, Jesús Delgado Valhondo decide pedir traslado a Cáceres pero, por la sanción impuesta, no reunía los puntos necesarios. Después pensó en Mérida, pero tampoco acumulaba la puntuación suficiente. Entonces solicitó Zarza de Alange, donde tenía familia y propiedades.

En el concurso de traslado de 1946, consigue una plaza en este pueblo pacense y, en septiembre de este año, toma posesión de ella. Zarza de Alange (actualmente La Zarza) se encuentra situada a 25 kilómetros de Mérida, una corta distancia que le permitirá realizar frecuentes visitas a su ciudad natal, para salir del anquilosado ambiente pueblerino en el que, como en Trevejo y Gata, se encontraba otra vez inmerso.

Valhondo, de cuando en cuando, se desplazaba jubiloso, repleto de sus últimas creaciones literarias e ilusionado con sus múltiples proyectos, al encuentro con sus amigos emeritenses que tenían, por aquellas fechas, una tertulia y lo esperaban con especial interés: «Jesús Delgado Valhondo, por entonces del pueblo de Zarza de Alange, se presentaba en ‘su Mérida’ y recalaba, animoso, sonriente y siempre constante, rebosante su escarpela de príncipe de versos, en la tertulia moderna de Casa del padre Mollete, sita en la pintoresca ‘Calle del Puente’ con sus mesones antiguos, verbigracia la del Parador de Vista Hermosa […]; allí estaba: Félix Valverde Grimaldi, poeta selecto, intimista y abogado; Baldomero Díaz de Entresoto, ya registrador de la propiedad, […]; Martín Paredes, un veterinario imprescindible en la rueda poética; Joaquín Galván, Santos Díaz Santillana, escritor y periodista, autor ya de varios libros … el que estas notas escribe y algunos más»84.

Estos breves trazos describen el temperamento de Valhondo, que siempre conservó con los amigos un carácter espléndido de marcados ademanes, voz potente, caminar ágil, sinceridad sin tapujos y una presencia singular tambaleante, que atenuaba con el uso de bastones, que le gustaba coleccionar.

También, desde Mérida, de vez en cuando se acercaban sus amigos a visitarlo: «El ‘HOY’ me publicó, en un suplemento dedicado a la feria de Mérida, versos ofrecidos a mi ciudad. Jesús, que los leyó, quiso conocerme, y el encuentro se produjo en Zarza de Alange, […]. Hasta allí me llevaron tres amigos suyos […]: Valverde Grimaldi, Rabanal Brito y Díaz Santillana. De ese día conservo, además del grato recuerdo, su libro ‘El año cero’ con una animosa dedicatoria a mi incipiente obra»85.

Mérida supondrá un desahogo para Valhondo, como antes había sucedido con Cáceres. No obstante, con el paso del tiempo, se relacionará más con Badajoz, porque entonces tenía un ambiente cultural de mayor dinamismo que el de su ciudad natal, alentado por la existencia de varias editoriales (Diputación, Doncel, Arqueros), dos revistas poéticas (Gévora y Alor) y un grupo intelectual amplio y activo.

De todas formas, Valhondo continúa con su actividad literaria y, en 1947, envía a Pedro Caba una novela para que le dé su opinión y participa en Verbo86 con un poema titulado «¡Señor, Señor!», que dedicó a Vicente Ramos.

Así, poco a poco, consigue abrirse camino y hacerse un hueco en el panorama literario regional; de tal manera que, en enero de 1948, Antonio Reyes Huertas configura una relación de los valores extremeños confirmados en el año anterior e incluye a Valhondo87.

 

La II Asamblea de Estudios Extremeños. Reencuentro con Cáceres

En 1949, se celebra la II Asamblea de Estudios Extremeños en Cáceres. Jesús Delgado Valhondo asiste y en ella se relaciona con José María Cossío, Joaquín Montaner, Francisco Elías de Tejada, Francisco Hernández Pacheco, Eduardo Pacheco, Víctor G. García Camino, Manuel Delgado Fernández y escritores del grupo de Badajoz como Antonio Zoido, Enrique Segura Otaño, Enrique Segura Covarsí (hijo del anterior), Julio Cienfuegos, Manuel Monterrey88 y Terrón Albarrán, con los que entabla una estrecha relación literaria y amistosa89, que le granjeará paulatinamente su afecto, le abrirán las puertas a colaboraciones en el periódico Hoy y le prepararán el camino para, cuando años más tarde, se decida a trasladarse a la capital pacense, buscando nuevos y más atractivos horizontes literarios.

José María Cossío, asistente a la Asamblea, leyó poemas de Valhondo, le oyó recitarlos y quedó tan gratamente impresionado que le ofreció introducirlo en Madrid y el puesto vacante de Miguel Hernández en su revista Los toros. Sin embargo, Valhondo rechazó el ofrecimiento aunque, años después en épocas de decepción, se preguntará si no cometió un error al rechazar este ofrecimiento: «Y ya viejo -ahora- dudo si no habré cometido un error de vida al no haberme ido a Madrid a su debido tiempo».

La II Asamblea fue un acontecimiento cultural relevante, en el que Valhondo  no sólo amplió sus relaciones humanas e intelectuales sino además consiguió críticas laudatorias y unánimes: «No puede pasar en silencio que Cossío, Montaner, Moñino y los demás auténticos valores de la sección de literatura de la Asamblea dijeran esta frase: ‘Hemos oído aquí un único poeta: Jesús Delgado’. Saltando por tu modestia hay que hacer que esto se sepa»90.

Por estas fechas, también conocerá a Antonio Rodríguez-Moñino, al que lo presentó Martín Gil en una tertulia formada, entre otros, por los anteriormente citados más Romero Mendoza y Tomás Pulido. Además trabó amistad con Enrique Pérez-Comendador y su mujer Magdalena Leroux, escultores extremeños de renombre internacional, a quienes dedicará la segunda parte de La esquina y el viento, cuya edición aparece ilustrada con un dibujo de esta artista.

Sin embargo, a pesar del buen momento por el que atraviesa, el reencuentro con Cáceres, su ciudad querida, le trae recuerdos nostálgicos de su adolescencia y de sus antiguos maestros ya fallecidos, porque la muerte siempre se interpondrá entre él y sus recuerdos, cuando vuelva su mente al pasado, intentando rescatarlo: «Me pierdo en la penumbra y tiniebla de mi memoria y recuerdo ¿Cómo conocí a don Miguel Angel Orti Belmonte? […] Hace un instante, ocurría esto hace un instante, vivían don Antonio Silva y don Tomás Martín Gil -¿acaso han muerto?- Siempre espero encontrarlos, y Cáceres era más mío»91.

 

El año cero

 En los años finales de la década de los 40, Jesús Delgado Valhondo no desiste en su intento de publicar su siguiente libro de poemas, El año cero, a pesar de los avatares por los que pasó hasta llegar a verlo en sus manos, pues la edición de este libro fue accidentada: después de la crítica de Caba en 1939, Valhondo no se anima a reintentar su edición hasta recibir las críticas positivas de Hojas húmedas y verdes.

Así, hacia mediados de 1945, Juan Aparicio92 se pone en contacto con Valhondo para que le mande un libro y le envía dos con títulos que sólo aparecen documentados en la carta que acompaña al envío (Le dijo la arena al viento y Campos, rama y azul), aunque suponemos que contendrían poemas de CanciúnculasPulsaciones y El año cero. Como el tiempo pasaba y no tenía noticias de los libros, Valhondo escribió a Aparicio, y éste le aseguró que se los iba a publicar, pero la revista desapareció y la edición no se pudo realizar.

Ante esta circunstancia, Valhondo prueba editar el libro en la colección Adonais pero su director, José Luis Cano, le responde que no es posible, porque tendría que esperar mucho, y le sugiere que lo intente en la revista Proel de Santander o en Halcón de Valladolid, donde le sucede lo mismo.

A pesar de estas decepciones, continúa intentando la edición de su libro inédito y, a finales de 1948, se lo envía a Gabriel Celaya que, desde un principio se interesa por El año cero. Meses más tarde, ante la impaciencia del autor, que ve cómo pasa el tiempo y el libro no es editado, Celaya le contesta pidiéndole calma y halagándolo con el siguiente comentario: «Conste que tu libro me interesa muchísimo. Quiero que sea ‘Norte’ quien revele a este poeta de verdad llamado Jesús Delgado Valhondo». El interés de Gabriel Celaya, por publicarle su libro, muestra que Valhondo caló hondo en el sentimiento de poetas de prestigio nada más comenzar a difundir sus versos y que la estima por su poesía y por su persona es sincera pues, de lo contrario, no le hubieran publicado.

En la II Asamblea de Estudios Extremeños, Valhondo que, como vimos, llamó la atención con su poesía tan personal, suscita el interés de los organizadores por publicarle El año cero pero, al final, este deseo no se cumple y tuvo que seguir esperando a que le llegara el turno en Norte que, por entonces, se encontraba saturada publicando a otros autores como Cela y Leopoldo de Luis.

Mientras, el poeta extremeño se encuentra elaborando poemas que, tres años después, serán publicados en su tercer libro conocido, La esquina y el viento. Paralelamente, sigue muy sensible ante los sucesos de su entorno y denuncia el estado de ruina en que se encontraba el templo de San Benito de Alcántara: «Extremadura tiene heridas por donde constantemente sangra su gloria y con la gloria se le va el honor. Una de estas heridas es atroz, enorme: el templo de San Benito de Alcántara»93.

Por fin, a comienzos de 1950, El año cero94 es publicado en la Colección Norte que dirige Celaya95, e impreso en la editorial Escélicer de San Sebastián, con prólogo de Pedro Caba y firmado por «Jesús Delgado».

El año cero es el segundo libro de poemas editado por Jesús Delgado Valhondo, pero que él consideraba el primero como podemos deducir por el título, que nos indica un punto de partida. El libro está formado con poemas de Canciúnculas, PulsacionesHojas húmedas y verdes y otros que aparecen en borrador en las páginas en blanco de los folios de PulsacionesEl año cero se completa con poemas escritos posteriormente a estos libros. Por esta razón, es una síntesis antológica de su primera poesía, ampliada con poemas nuevos que suponen un ahondamiento en sus preocupaciones (Dios, la soledad, el tiempo y la muerte) y un afianzamiento de los temas y el estilo que, poco a poco, va haciendo característico en su poesía personal, sentida y humana.

La acogida de la crítica fue alentadora. Como muestra transcribimos la opinión de Pemán: «He leído con gusto sus poesías, muy llenas de sentido humano y dramático con una forma recta y sin timidez» y la de Leopoldo Panero: «Libro primerizo lleno de auténtico sabor poético». Además, Valhondo estuvo recibiendo opiniones positivas de numerosos críticos96, no sólo en el año de su publicación, sino también en los siguientes. El interés despertado por el libro también se notó en que personas como Manuel López Robles se encargara, por iniciativa propia, de difundir el libro por Hispanoamérica y Pedro Caba facilitara a Valhondo direcciones para su difusión en Argentina, Venezuela, Uruguay, Colombia, Portugal, Francia e Italia.

Gabriel Celaya se encontraba muy satisfecho, poética y económicamente, con el resultado de El año cero: « ‘El año cero’, además de ser un éxito para ‘Norte’ fue una preciosa ayuda que salvó a mi colección de un bache. […] Me llegan constantemente elogios de ‘El año cero’. Últimamente, he leído en ‘Alba’, una crítica muy favorable y doblemente estimable, porque viene junto con otras de otros poetas terriblemente duras. Los hechos están demostrando que no me equivoqué cuando te anuncié un éxito»97.

Valhondo se mostró muy halagado con las críticas recibidas: «Las críticas de El año cero son doblemente elogiosas porque al lado las había terriblemente duras contra Gerardo Diego, Garciasol, etc. A mí me tratan admirablemente: ‘Rico venero de imágenes’, ‘Su espíritu poético de gran elevación’, ‘El año cero nos hace respirar […] Le llamaremos ‘el libro del oxígeno’. Más cosas te contaría, porque en América también ha tenido su éxito El año cero«98.

Como consecuencia de este éxito, Jesús Delgado Valhondo toma confianza en sus posibilidades poéticas y siente que sólo le falta el reconocimiento de críticos, cuyas opiniones fueran de peso: «Yo tenía seguridad de que mi poesía era válida pero necesitaba que me lo dijesen los exigentes, los críticos ‘verdaderos’, en resumen, la crítica sin amistad y sin envidia. Que me dijesen si merecía la pena publicar. Escribir lo sabía desde el primer momento que puse la pluma sobre el papel»99.

Pero estos resultados alentadores que, por un lado, colman la satisfacción personal del poeta emeritense, por otro, debido a su carácter cerebral y reflexivo, lo arrastran a profundizar en su espíritu, intentando conseguir una expresión de sus sentimientos cada vez más fiel a su conciencia. Este hecho le supone un esfuerzo anímico, que lo lleva a sentirse progresivamente más intranquilo consigo mismo y a estar especialmente preocupado por la falta de espiritualidad, que observa en el hombre de su tiempo100.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1950 A 1959

En los años 50 se produce una distensión entre los dos bloques y, aunque el peligro de enfrentamiento persiste, el viejo continente inicia una recuperación económica, ayudado por EE.UU. a través del Plan Marshall, y crea organismos como el Mercado Común (1957) que comienzan a trabajar en la realidad de una Europa unida.

España se beneficia de esta recuperación y, para mejorar su imagen exterior, inicia una leve apertura interna (nombramiento de Joaquín Ruiz Jiménez en el Ministerio de Educación, 1951) y contactos con el exterior (ingreso en la UNESCO, 1952. Concordato con la Santa Sede, 1953). Ante esto, Europa adopta otra actitud respecto a España y lo mismo sucede con EE.UU., que firma con nuestro país un acuerdo militar (1953). Como consecuencia de estos hechos,  somos admitidos en la O.N.U. (1955).

Este cambio de actitud, la ayuda americana, la afluencia del turismo, las inversiones extranjeras y la mayor actividad industrial producen una mejoría económica, que coinciden con los primeros movimientos universitarios y obreros (1956).

Al final de la década, se inicia un Plan de Desarrollo (1959) y se produce una emigración masiva del campo a la ciudad, debido al desarrollo industrial que se concentra en los entornos urbanos; la emigración se realiza también fuera de nuestras fronteras, sobre todo, a Alemania. Esta mayor actividad trae consigo la aparición de la clase media, el aumento de los universitarios y las reivindicaciones laborales.

A mediados de la década, se vuelve a buscar el contacto con la cultura europea, aparecen editoriales y la censura afloja su rigidez. Aprovechando la apertura del régimen, la poesía toma otra postura; ahora se quiere hacer una «literatura para la vida» que eduque al pueblo y cambie su actitud pasiva ante la realidad. Esto se intenta realizar por medio de una lírica con fines éticos, comunicativos y sociales, que denuncia las injusticias acentuando la cruda realidad donde no existe la libertad del individuo.

A esta nueva tendencia se la denomina «Realismo social», que se caracteriza por un descuido de la forma en beneficio del contenido, con el fin de llegar al lector de una forma directa y fácil. Sin embargo, al final de la década, se produce en los poetas un desencanto (general en los escritores), pues la poesía no había conseguido cambiar nada. Los poetas más representativos fueron Ramón de Garciasol, Victoriano Crémer, Leopoldo de Luis, Gabriel Celaya, Vicente Aleixandre, Blas de Otero (primer representante de la poesía social) y Eugenio de Nora.

En esta década se editan obras de especial relieve como Cántico de Jorge Guillén, Ángel fieramente humano de Blas de Otero (1950), Redoble de conciencia de Blas de Otero, Umbral de la armonía de Alfonso Albalá, Caireles al sol de Antonio Zoido (1951), Quinta del 42 de José Hierro (1952), España, pasión de vida de Eugenio de Nora (1953), Historias del corazón de Vicente Aleixandre, Versos del domingo de José María Valverde (1954), Pido la paz y la palabra de Blas de Otero, Cantos iberos de Gabriel Celaya, Presencia mía de Manuel Pacheco (1955), De claro en claro de Gabriel Celaya (1956), Cuanto sé de mí de José Hierro, Maremagnum de Jorge Guillén (1957), Salmos al viento de J. A. Goytisolo (1958) y Compañeros de viaje de Gil de Biedma (1959).

En Extremadura, la actividad cultural experimenta una reactivación. Badajoz será el centro de un ambiente muy activo: tertulias, publicación de tres revistas (Revista de estudios extremeños, Alor y Gévora), conciertos, exposiciones de pintura, representaciones teatrales, Fiestas de la Poesía, Juegos Florales, conferencias, conmemoraciones, recitales poéticos, cursos de verano y cátedras de cultura («Donoso Cortés» y «López Prudencio»). Generalmente, estas actividades estaban patrocinadas por la Diputación Provincial que, además, publicaba obras a escritores como Antonio Rodríguez-Moñino y Enrique Segura Otaño.

A la llegada de la primavera, paralelamente a la celebración de la Fiesta de la Poesía, el Hoy dedicaba una página poética a esta estación del año. En ella intervenían un nutrido grupo de poetas, entre los que destacan Álvarez Lencero, Delgado Valhondo, Manuel Pacheco, José Canal, Díaz-Ambrona, Manuel Monterrey, Rodríguez Perera, Antonio Soriano, Francisco Vaca y Luis G. Willemenot.

El grupo poético de Mérida dispuso de una página independiente, que se titulaba «Lira emeritense», donde aparecían Félix Valverde Grimaldi, Santos Díaz Santillana, Rafael Rufino Félix, Jesús Delgado Valhondo, Claudio Martínez García, José María Saussol, María Teresa Núñez, Manuel Domínguez Merino, Piquero de Nicolás e incluso poetas del grupo de Badajoz como Lencero, Monterrey y Díaz-Ambrona.

El Hoy también dio a conocer un gran número de narradores extremeños, a través de la publicación de numerosas narraciones cortas de Juan José Poblador, Arsenio Muñoz, Delgado Valhondo, Fernando Villalba, Vera Camacho, Pérez Marqués y Antonio Zoido. Y creó un dominical, en 1958, que se interesó por los asuntos artísticos y literarios.

Paralelamente, las revistas citadas contribuyeron a ambientar el panorama literario propiciando o difundiendo homenajes a poetas extremeños, nacionales e hispanoamericanos y, también, la imprenta Arqueros, que creó la Biblioteca de Autores Extremeños y subvencionó a la revista Gévora. Incluso el Centro Cultural de Badajoz creó la Asociación Cultural Iberoamericana, que consiguió traer a Camilo José Cela, Manuel Fraga, Rafael Sánchez Maza y Leopoldo Panero.

Un hecho social de grandes proporciones, la realización del Plan Badajoz (1952-1956), contribuyó decididamente a que se respirara en el ambiente cultural de la capital pacense un gran optimismo, pues el Plan transformó las secas y despobladas vegas del Guadiana en un vergel lleno de vida.

Un dato claro del resurgir cultural extremeño, en los años 50, fue el gran número de revistas que se fundaron y publicaron en esta década: Alor (Badajoz, 1950-1958), Gévora (Badajoz, 1952-1961), Ángelus (Zafra, 1953-1960), Arcilla y pájaro (Cáceres, 1952-1953), Anaconda (Cáceres, 1954), Jaire (Badajoz, 1954-1955), Olalla (Mérida, 1957) y Capela (Almendral, 1959-1960). Además, en esta década, poetas extremeños como Rodríguez Perera, Pacheco, Lencero, Terrón Albarrán y Delgado Valhondo fueron invitados a dar recitales en diversos lugares del país (Madrid, Universidad de Salamanca y Cádiz, Sevilla). También son indicativos de este resurgir hechos como la alabanza de Juan Ramón Jiménez a la poesía de Valhondo o la participación de Francisco Cañamero en Estría, revista de poesía sacerdotal editada en Roma.

Tres focos culturales muy activos descubrimos en la década de los años 50 en Extremadura: Badajoz, en torno a la Revista de estudios extremeños, Alor, Gévora, el periódico Hoy, la Diputación Provincial, el Ayuntamiento y la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Cáceres, alrededor de Alcántara y de la Diputación Provincial. Y Mérida, en torno a Olalla, la revista y el semanario Mérida, el Ayuntamiento y el Liceo. La relación entre ellos se producía principalmente por medio de los Congresos de Estudios Extremeños y otras actividades conjuntas como Fiestas de la Poesía, revistas y conferencias.

También el teatro experimentó una reactivación gracias a grupos de aficionados (como por ejemplo “El retablo” de Badajoz dirigido por Juan José Poblador), que representaban obras de autores clásicos, contemporáneos españoles y extranjeros y de autores extremeños como Antonio Zoido, Antonio Orio-Zabala y Antonio Soriano, que estrenan piezas teatrales donde tratan la conquista de América, temas regionales y religiosos.

Cuando en 1953, Luis Álvarez Lencero publica su primer libro El surco de la sangre, comienza a forjarse el llamado «triángulo poético extremeño», junto a Jesús Delgado Valhondo que había publicado su primer libro, Hojas húmedas y verdes, en 1944, y Manuel Pacheco, cuya primera obra poética, Ausencia de mis manos, fue editada en 1949. Varios hechos los mantuvieron unidos: las estrechas relaciones personales y literarias que establecieron entre ellos; sus caracteres humanos y poéticos complementarios (Lencero, impetuoso; Valhondo, íntimo y Pacheco, alucinante); sus deseos de no salir de Extremadura (salvo la ausencia de Lencero durante unos años); la participación en revistas y numerosos recitales; su capacidad para salir del aislamiento regional y el hecho de que sus libros de poemas fueron los más editados y difundidos.

Frente a la continuidad y proyección de la obra poética del «triángulo», otros como Terrón Albarrán (que Arturo Gazul, en un principio, incluyó en el «triángulo poético», junto a Valhondo y Pacheco), Fernando Bravo o Carlos Callejo han desaparecido del panorama lírico extremeño sin dejar rastro. Lo mismo les ha sucedido a poetas más jóvenes, nacidos en los años 20 y 30 (entre los que se encuentran los promotores de las revistas citadas, que desistieron de su actividad literaria por la falta de apoyo institucional y la necesidad de sobrevivir con su trabajo diario). Por esta razón,  se les ha denominado «la generación perdida».

Un hecho significativo, que indica la dificultad de publicar durante la década en la región, fue que los poetas más relevantes tuvieran que editar fuera de Extremadura. Esta circunstancia, unida a la falta de promociones anteriores con figuras destacadas que se hubieran constituido en maestros, hizo que los poetas de esta década fueran autodidactas y basaran su creación poética en lecturas personales.

De  todas formas, este hecho no minimiza en nada la actividad cultural y literaria de la década en nuestra región, pues el hecho de que se mantuviera a pesar de las dificultades demuestra su vitalidad. A las instituciones y editoriales extremeñas les correspondía, precisamente lo que hizo falta a esta generación, la proyección fuera de los límites regionales.

En los años 50 nacieron Manuel Neila (1950), José Antonio Ramírez Lozano (1950), José Luis García Martín (1950), Vidal Ángel Garrido (1951), Moisés Cayetano Rosado (1951), Antonio Gómez (1951), Jaime Álvarez Buiza (1952), Vicente Sabido (1953), Antonio Pacheco (1955), Felipe Núñez (1955), Felipe Muriel (1956), José Manuel Fuentes (1957), Miguel Romero (1957), Luciano Feria (1957), Ángel Campos (1957), Álvaro Valverde (1959), José Luis Bernal (1959), Pilar Fernández (1959) y Mª Rosa Vicente (1959), que hoy día se encuentran en el cénit de su creación lírica.

 

La esquina y el viento

Durante esta década, Jesús Delgado Valhondo no deja de atender a las múltiples actividades101 en las que siempre está implicado, intentando olvidar las grandes preocupaciones trascendentales que, poco a poco, van invadiendo su poesía, de la que progresivamente elimina sutilmente los aspectos más amables, como se puede observar en su siguiente libro de poemas, La esquina y el viento, que ya tiene preparado para publicar.

Valhondo, intentando publicar en Extremadura antes de verse obligado a hacerlo fuera, se lo envía en abril de 1951 a Manuel Terrón Albarrán, para que se lo edite en la Colección de Poesía Alor, que acaba de ser creada.

Ante la falta de respuesta, presenta el libro al Premio Adonais buscando un medio de publicación pero, aunque en esta edición del Premio el poeta extremeño obtiene una mención honorífica, no consigue que le editen el libro como era su propósito a pesar de que esta Colección de Poesía publicaba los libros destacados.

No obstante, su prestigio va en aumento y los organizadores de actividades culturales lo invitan a que intervenga en ellas, atraídos por las críticas que despiertan sus libros publicados y su poesía sentida y sincera. Así, por ejemplo, se desplaza desde Zarza de Alange para participar en la inauguración del Ciclo de conferencias de la biblioteca municipal de Mérida, dirigida por el arqueólogo José Álvarez Sáenz de Buruaga. Delgado Valhondo, que es presentado por el poeta emeritense Baldomero Díaz de Entresoto, habla sobre el tema «El poema y su momento crítico» y recita un grupo de poemas con su personal estilo, que conmueve a los presentes.

Además, sus versos comienzan a ser imprescindibles en actos literarios, que tuvieran como centro la poesía regional. Claude Couffon, secretario del grupo France-Poesie, organiza en París a comienzos de 1952 una Velada de Poesía Extremeña, presentada por Luis Ibarra, poeta y agregado cultural de la embajada de Nicaragua, en la que se leen poemas de Valhondo, junto a otros de Rodríguez Perera, Terrón Albarrán, Manuel Monterrey, Manuel Pacheco, Eugenio Frutos, Díaz de Entresotos y Álvarez Lencero.

Este interés por su persona y su poesía será característico a lo largo de la década de los años 50, en la que Valhondo amplía el círculo de sus relaciones literarias. Recibe opiniones de personas de diversas procedencias, que coinciden en el descubrimiento de un estilo poético personal en su poesía, valorada unánime y positivamente por la crítica desde el primer momento de darla a conocer. Aumenta considerablemente su producción poética a cuatro libros de poesía, un poema extenso y un libro de relatos, animado por los comentarios alentadores. Establece por carta una amplia relación con escritores y sigue conectando a otros que no conocía personalmente.

Mientras, como sigue con su propósito de publicar La esquina y el viento, dirige su atención a Santander y entra en contacto con José Hierro y su grupo poético. En febrero de 1952, Hierro, que dirigía junto a Víctor F. Corugedo y Aurelio G. Cantalapiedra la Colección Tito hombre de la capital cántabra, le anuncia que le va a publicar La esquina y el viento, pero le advertía que en una edición más reducida que la enviada.

Por fin, en noviembre de 1952, La esquina y el viento ve la luz en la imprenta de los hermanos Bedia, editores que animaron durante muchos años el ambiente cultural en Santander. De este libro se hicieron dos presentaciones: una en formato folio y, otra, en tamaño cuartilla. El libro lleva el número 11 de la Colección y tuvo una tirada mayor que la de los libros editados anteriormente, porque el último libro publicado por Tito hombre fue uno de Cernuda y lo secuestró la censura. Los editores, con el permiso de Valhondo, aumentaron la tirada para poder compensar con los ingresos extras la pérdida sufrida con el libro secuestrado, que había puesto a la Colección en un aprieto económico.

En La esquina y el viento, Valhondo comienza a sentir el fracaso de su búsqueda de Dios y a conocer que la imperfección de la condición humana lo hace depender excesivamente del tiempo y la muerte contra los que advierte no tiene fuerza física ni espiritual que oponer. De ahí que muestre una patente inseguridad anímica, cuando trata de calmar sus intranquilidades, que ahora comienzan a angustiarlo sobremanera.

Valhondo envía el libro a sus amigos y conocidos de toda España e Hispanoamérica. Las críticas insistieron en destacar el singular estilo de su autor, que es calificado de sencillo, transparente, verdadero y sentido. Como ejemplo transcribimos las opiniones, que Valhondo recibió por carta, de Jacinto López Gorgé: «tu filiación de poeta sencillo, limpio de fáciles retóricas y de cubiletes rítmicos. Y limpio, también, de complejos conceptuales y de complicaciones ideológicas». De Enrique Pérez-Comendador: «Los poetas como usted cantan su canción con pureza. Esta es la mejor manera de hacer poesía, arte…». Y de Gabriel Celaya: «tu nuevo libro me ha gustado mucho. Está en la misma línea de El año cero y, aparte de lo que tiene de importante el comprobar que tú tienes eso que llaman una ‘voz personal’, a mí este tipo de poesía me encanta».

Alarcos Llorach, Lázaro Carreter y Pedro Caba son algunos de los autores de otros elogios que, por su prestigio, están fuera de toda parcialidad. Este hecho nos lleva a afirmar que Valhondo ya tiene el reconocimiento que deseaba de críticos de renombre, sin necesidad de residir en Madrid y sin haber ganado un premio importante en un concurso oficial.

El éxito de La esquina y el viento produce beneficios inmediatos para su autor, pues le aceptan poemas en publicaciones literarias importantes de Madrid como la revista Índice que, en su primer número, publica el poema «Después de la tormenta» de su libro recientemente editado, o Poesía española, que destaca el soneto «Día de otoño», publicado a Valhondo en el número 2 de la revista Gévora de Badajoz.

Animado por la excelente acogida de sus poemas en Madrid, amplía sus horizontes provincianos visitando la capital, donde conocerá personalmente el ambiente poético, las tendencias líricas vigentes y a poetas de la talla de Gerardo Diego, con el que congeniará.

 

Yo soy el otoño

En 1953, Jesús Delgado Valhondo aumenta su actividad creadora y publica en el número 5 de los Cuadernos Alcántara102, su primer libro de cuentos, titulado Yo soy el otoño, que incluye varias narraciones cortas: «Yo soy el otoño» (que da título al libro), «Como pasamos la noche bajo el sueño», «Mañana vieja», «Mi suicidio», «La vida en los muebles», «El viajante» y «El matón».

Estos relatos se encuentran precedidos por un prólogo, cuyo autor anónimo (¿José Canal?) titula «Poemas con ‘carne’ «, refiriéndose a la enjundia de lo que Valhondo cuenta, pues advierte que no se trata de simples relatos, sino de una mezcla mitad prosa mitad poesía, ligada con detalles de buen narrador lírico. Es decir, la misma característica que ya destacamos en sus primeros artículos periodísticos y que Valhondo convertirá, con el paso del tiempo, en característica personal de su prosa: «A este ramillete de narraciones les ha dado forma de cuento porque van en prosa, están dialogados y tienen argumento. Salvando los dos primeros aspectos, quedan, el lector se convencerá de ello, poemas».

Practicante en Medicina y Cirugía

La capacidad de trabajo y el espíritu hiperactivo de Jesús Delgado Valhondo, que atiende a cualquier actividad cultural interesante, lo llevan a comenzar en septiembre de 1953 por libre el segundo curso de practicante en Medicina y Cirugía, que aprueba en Cádiz porque desde Zarza de Alange había menos distancia a la ciudad gaditana que a la salmantina, donde aprobó el primer curso.

Además, Cádiz era una ciudad en la que tenía amistades y relaciones literarias desde que, en 1950, el poeta Julio Mariscal Montes, director de la revista Platero, lo invitara a participar en ella. En sus viajes de estudios a Cádiz, Valhondo afianza su relación literaria con el Grupo Platero y traba amistad con Fernando Quiñones, Sordo Lamadrid, Carlos Edmundo Ory, Pilar Paz y José María Pemán, con los que conversaba de literatura durante sus estancias en la capital gaditana.

Obtenido el título de practicante en Medicina y Cirugía, Valhondo ejerce en Zarza de Alange esta segunda profesión, que lo mantiene muy cerca del dolor de la gente sencilla. Esta cercanía al sufrimiento humano influirá negativamente en su carácter melancólico y, positivamente, en su sentir poético, pues su lírica progresivamente se irá llenando de una mayor trascendencia, cuando compruebe día a día la fragilidad del ser humano, que ahora vive y siente con demasiada frecuencia en sus semejantes al pie de la cama de un moribundo o de una madre que sufre por su hijo enfermo o de un niño huérfano.

No obstante, Valhondo confesaba abiertamente que en un principio estudió esta profesión por dos razones: una, por no poder continuar sus estudios de Farmacia y ser una especialidad cercana y, otra, porque se ganaba lo suficiente para compensar el sueldo mísero de los maestros de entonces: «Hay pobres de siempre; por ejemplo, el maestro de escuela. Da pena y grima de estos pobres así. No merece la pena hablar de ellos»103.

Pero, enseguida, su sentido trascendente de la existencia convirtió esta profesión en una especie de labor humanitaria, espiritual y social, a través de la que se acercaba al ser humano, encontraba a Dios en sus criaturas y ayudaba a mitigar el dolor ajeno y propio, compartiéndolo con los demás. Hasta tal punto sintió el sufrimiento humano en sí mismo que llegó un momento en que este trabajo se le hizo insufrible y lo dejó. La causa fue un niño de seis años al que vio morir de leucemia sin poder hacer nada por él. También la escasa valoración social de la labor del practicante fue otro motivo por el que abandona la profesión con un cierto resentimiento104.

Nunca más volvió a ejercer profesionalmente este oficio que, por el contacto con el sufrimiento humano, influyó en su carácter, en su concepción vital y en su poesía, que se va llenando de sutiles y agudos lamentos. Ésta es la razón de que la mediocridad de la vida pueblerina y la contemplación continua de la imperfección humana sean la base temática del libro, La muerte de momento, que escribe por estas fechas.

Sin embargo, no desaprovecha la oportunidad de participar en numerosas actividades literarias. Imparte una conferencia titulada «Génesis y síntesis del poema» en el Liceo de Mérida, presentado por Santos Díaz Santillana. Publica el poema “Aljibe” en la página poética del periódico Hoy (Badajoz), que celebra la llegada de la primavera. Interviene en otra página poética del mismo diario, dedicada a los poetas emeritenses, con el soneto «Fecundidad». Y, también, edita en revistas como Poesía española (Madrid), Arcilla y pájaro y Anaconda (Cáceres), Mérida (semanario de esta ciudad), Estría (Roma), Platero (Arcos de la Frontera) y Dabo (Palma de Mallorca).

 

Elogios de Juan Ramón Jiménez

En 1954, le sucede un hecho especialmente significativo: Recibe carta de Juan Ramón Jiménez, que elogia sus poemas de La esquina y el viento y su poesía personal:

«Mi querido Jesús Delgado Valhondo:

     Gracias, poeta, por su libro ‘La esquina y el viento’, que me ha retenido mucho.

     Un libro tan naturalmente escrito y con la misma hondura diaria conque jira la rueda de un carro por un camino o como entra y sale el agua como aceña de un molino, carro y agua que hacen su faena cotidiana tan cumplidamente, es un regalo para mí. Esa manera de decir su vida, me satisface; esa tensión como sin usted quererla ni saberla, a fuerza de ser corriente; igual que mirar o como oír su hondura.

     Que llegue usted en su dar diario a donde puede. No lo evite usted.

     Su amigo».

      Firma [Juan Ramón Jiménez] 105

La impresión que causa este detalle en el ánimo de Jesús Delgado Valhondo tuvo un efecto no sólo práctico sino también espiritual: «Envié mis libros a Juan Ramón, La esquina y el viento, y me contestó con una carta que es como uno de sus mejores poemas». Para Pedro Caba este hecho suponía comprobar el pobre estado moral de la intelectualidad de aquella época, que no había querido reconocer en Valhondo las virtudes líricas descubiertas ahora por el Nobel: «Me duele y me ha complacido mucho que Juan Ramón tenga ese concepto de tus poemas. Pero me duele porque esto es el país de los desconocidos. No porque no nos conozcamos, sino porque hacemos todo lo posible por desconocernos unos a otros. Te merecías un lugar mucho más elevado públicamente en la poesía española».

Varios años más tarde, Ricardo Gullón citará los comentarios elogiosos, que escuchó a Juan Ramón sobre Valhondo, en sus conversaciones con el poeta de Moguer: «Aquí traigo, un libro, La esquina y el viento, de Jesús Delgado Valhondo nutrido de la mejor poesía moderna»106. No será el único comentario de Juan Ramón sobre la poesía de Valhondo, pues Gullón recuerda en el prólogo de los Sonetos espirituales del Nobel haberle oído decir que apreciaba su lírica: «[…] Juan Ramón elogiaba en la intimidad poemas de Gerardo Diego y José Hierro, de Unamuno y de poetas menos conocidos, como Pilar Paz [del grupo gaditano Platero] o Jesús Delgado Valhondo, de quienes me leyó versos muy hermosos»107.

Este reconocimiento supuso para Valhondo un aumento de su prestigio y un gran aliento moral, pues fue decisivo para sentirse seguro de su capacidad lírica: «No me atrevía a utilizar la palabra ‘poeta’ hasta que me lo dijo Juan Ramón Jiménez; entonces comencé a darme ánimos y garantías»108. Y, además, para experimentar una enorme satisfacción personal y una sólida seguridad en sí mismo: «Esto, Fernando, me ha llenado de una gran satisfacción […] Me parece que cada vez estoy más hecho, más maduro. Más seguro de mí».

Ante este hecho, se puede pensar que la pasión de Valhondo por la poesía de Juan Ramón proceda de este momento, pero no es así pues su atracción le viene de muchos años antes, como podremos comprobar en Canciúnculas y Pulsaciones.

 

La muerte de momento

Paralelamente a este acontecimiento de su experiencia poética, Jesús Delgado Valhondo intenta publicar su siguiente libro de poemas La muerte de momento. El proceso comienza a principios de 1953, cuando pasa por su mente la idea de crear una colección poética, no sólo para aliviar su problema, pues presentía que le iba a resultar difícil editar su nuevo libro, sino también el de otros poetas que sufrían su misma penuria. Pero, finalmente, no conseguirá llevar a cabo su proyecto.

Por esta razón, llama a la puerta de La isla de los ratones después de consultarlo con Gabriel Celaya, quien le dio buena referencia y opinión sobre la revista y su director, pero la publicación no se llevó a cabo por el mismo problema que existía en las Colecciones de aquella época: había que esperar mucho. Un mes después, intenta la edición en Dabo, revista de Palma de Mallorca, y se pone en contacto con su director, Rafael Jaume, quien le envía los requisitos exigidos para publicar, pero no le interesan y continúa buscando mejores condiciones para publicar su libro.

Seguidamente, trata con Rafael Millán, director de la Colección Neblí de Madrid, que se alegra de la propuesta y le remite las condiciones, no sin antes advertirle que el libro tardaría en salir, porque tenía compromisos anteriores. Ante estas perspectivas, Valhondo prepara para publicar un libro distinto en Alor (Badajoz), Hombre entre tierra y mar, del que no volveremos a tener noticias. La espera se le hace interminable y, en enero de 1955, ofrece su libro a Jacinto López Gorgé, director de la Colección Mirto y laurel de Madrid, pero también le contesta que tiene que esperarse.

Por entonces, Manuel Monterrey y Luis Álvarez Lencero, que editaban en Badajoz la revista Gévora donde Valhondo había publicado ya varios poemas, le venían insistiendo en que editara un poemario en ella para darle renombre. Ante esta propuesta, cansado de intentar la publicación del libro, les envía en junio de 1955 los originales de La muerte de momento, que es publicado inmediatamente en el nº 32 de Gévora el 31 de junio de 1955.

La muerte de momento es una radiografía lírica de su estado espiritual en un día cualquiera de su vida en Zarza de Alange, donde el aislamiento lo hace ahondar tristemente en su soledad y en su imperfección y tomar conciencia de sus semejantes, cuando advierte que el problema no comienza y termina en él mismo, sino también en otros seres cercanos como su familia y sus vecinos, que también sufren igual que él los embates del tiempo y las circunstancias de una vida sin horizontes, acosados por el dolor y la muerte.

A pesar del sentimiento tan sincero y conmovedor, que Jesús Delgado Valhondo vierte en su nuevo libro, recibió escasas opiniones de él por la corta tirada de Gévora, que se situaba en torno a los 150 ejemplares, y su pobre presentación a ciclostil. Ambas causas contribuyeron a que el libro se difundiera insuficientemente y, también, a que disminuyera la valoración y el interés de los críticos por comentarlo.

Paralelamente, Valhondo continúa sus relaciones literarias, publicando en las revistas Malvarrosa (Valencia), Alor y Gévora (Badajoz), Poesía española (Madrid) y Rumbos (Barcelona). Además es incluido, por primera vez, en la Historia y antología de la poesía española, dirigida por Federico Carlos Sainz de Robles, que volverá a contar con él en las sucesivas ediciones de esta obra.

También, el diario regional Hoy (Badajoz), donde venía participando desde que conectó con los escritores de Badajoz en la II Asamblea de Estudios Extremeños, le publica otras colaboraciones, que le servirán de base para entablar estrechas relaciones con el periódico cuando se traslade a Badajoz años más tarde, y la dirección le ofrezca llevar una página literaria, que mantendrá durante años con una perseverancia digna de elogio. También colabora en el semanario Mérida de esta ciudad, como corresponsal de Zarza de Alange y con una especie de greguerías tituladas «Llamas de candil»: «Aquellos álamos hacían bolillos». «Las hojas del eucalipto son navajas sin madurar». «El gallo es monárquico, va dejando en sus huellas flores de lis».

 

El «Canto a Extremadura»

A comienzos de 1956, sorprende el entusiasmo que irradia Jesús Delgado Valhondo cuando habla de Extremadura, sus gentes y sus campos109. La euforia, que vive en esta época, se debe en buena medida a la realización del Plan Badajoz, que transforma las tierras secas de las orillas del Guadiana en productivas y lo llevan a imaginar un horizonte repleto de esperanza para su atrasada región e, incluso, a detectar un resurgimiento cultural que, para él, está transformando también el espíritu y la dignidad de los extremeños110.

Nunca antes vimos ni veremos después a Valhondo con un estado de ánimo tan optimista. La razón de este talante era que el ambiente, vivido por Extremadura en aquel momento, encajaba a la perfección con el espíritu apasionado y solidario de un extremeño de corazón como él. Así, cuando observó el progreso de los extremeños, se sintió animado porque notaba en los otros y en él mismo que, a pesar de los pesares, siempre quedaba la esperanza de un mundo mejor, en el que Extremadura, una región secularmente atrasada, tenía la oportunidad de regenerarse como demostraba la transformación física que se había producido en el paisaje extremeño de las márgenes del Guadiana.

Será por estas fechas (1956), cuando la relación con Badajoz llega a su punto culminante: Valhondo consigue el Premio de los Juegos Florales, organizados por el Ayuntamiento de  la capital pacense con motivo de las Ferias y Fiestas de San Juan, con un extenso poema titulado «Canto a Extremadura», que será publicado a mediados del año en el Hoy con el título de «Cantando a Extremadura. Cielo y tierra».

El «Canto a Extremadura» es la descripción lírica de la visión espiritual, mística y mítica, que tiene el poeta de su tierra, de su paisaje y de sus gentes, expresada en un estilo sentimental e impetuoso (aunque equilibrado), una lengua transparente y directa y un cálido tono épico, que hacen ágiles los largos alejandrinos, cercanos los insistentes serventesios y creíbles los sentimientos, que expresa el poeta de una forma subjetiva.

El «Canto» es, por tanto, el resultado de una etapa animosa por la que atraviesa Valhondo, cuando observa la transformación de su tierra y de su gente, que trae agua a las resecas riberas del Guadiana y vida a los espíritus de los seres que la pueblan. De ahí que, sobre todo, en los últimos poemas, aparezca un poeta nuevo, desconocido, entusiasta y eufórico, que se ha desprendido momentáneamente de su pesada carga de preocupaciones.

Valhondo es otro en el «Canto a Extremadura»; es un ser vitalista, que siente la dignidad y el orgullo de ser extremeño, de tener un pasado cuyas raíces se hunden en la historia de los tiempos y en una profunda tradición guerrero-religiosa y de vivir en Extremadura a la que augura un futuro esperanzador, oxigenado su espíritu con el aire cálido de su tierra y de su historia y con un horizonte repleto de agua abundante y trabajo.

El premio de los Juegos Florales y el homenaje que se le dedicó posteriormente  resultaron una gratificante experiencia para Valhondo aunque, paradójicamente, también le produjo el efecto contrario, porque este tipo de acontecimientos dejaban en su mente la nostalgia de un tiempo vivido y, por tanto, irrecuperable. De tal forma que, inmediatamente, pasaban a engrosar sus recuerdos y su melancolía junto a otras experiencias negativas, que se juntaban aumentando su tristeza hasta el punto de convertirla en angustia: «De vez en cuando abro el libro mágico que estoy escribiendo en el cerebro y me pongo a leer. El cerebro tiene una parte donde se escribe día a día, página a página, nuestra novela, nuestra historia, a tinta de sangre y a pluma de tiempo. A costa de vida»111. Así su poesía, después del “Canto”, volverá a llenarse del melancólico y angustioso desencanto con el que va escribiendo el libro de su vida.

 

Curso de verano en Santander. La montaña

En el verano de 1956, Jesús Delgado Valhondo asiste a un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander con una beca del Ministerio de Educación y Ciencia. Allí conoce y traba amistad con Alarcos Llorach, José Hierro, Lázaro Carreter y Adolfo Muñoz Alonso, catedrático de Filosofía y director del Curso, que se tituló «III Conversaciones sobre Educación Primaria. Educación y Didáctica» y fue organizado por el Servicio Español del Magisterio con ponencias como las tituladas «La historia como pedagogía de Dios», «Didáctica de las matemáticas», «Trastornos de audición y lenguaje» y «Las técnicas al servicio de la formación humana».

Este viaje a Santander y la experiencia universitaria resultante fue para Valhondo muy agradable y formativa, porque conoció a personas de la categoría intelectual de los mencionados, recibió consejos líricos, cultivó la amistad y la dialéctica y amplió relaciones humanas y literarias.

Además, producto de este viaje y de su comunión con el paisaje montañés será su libro de poemas La montaña: «Casi un libro tengo de versos a Santander. Estuve en los Picos de Europa, en las Cuevas de Altamira, en Santillana del mar. Vi al inquisidor Corro, hecho ya alabastro, leyendo. Besé en Santo Toribio de Liébana un trozo de la cruz del Señor. Deshice un poco de mi vida al meterme por el desfiladero de la Hermida. Y vi rodar mi alma al asomarme al mirador de ‘El Cable’, donde sentí el vértigo más tremendo que he padecido»112.

La actividad de Valhondo no decae y, en enero de 1957, tiene ya escrito La montaña. Enseguida los hermanos Bedia de Santander, entusiastas impresores con los que había entrado en contacto años antes cuando le publicaron La esquina y el viento, emprenden la tarea de imprimir este libro.

Tal rapidez, que demostraba las buenas relaciones entabladas en la capital cántabra por Valhondo y el interés despertado por su poesía, lo satisface sobremanera pues comprueba con hechos cómo sus esfuerzos de años le estaban produciendo frutos. No obstante, la satisfacción por este acontecimiento, espiritualmente no le calman la angustia sufrida en la montaña santanderina, que se agrava ahora con la sensación de claustrofobia, que siente en el aislamiento del pueblecito pacense.

El 1 de abril de 1957 es editada La montaña en el número 2 de la colección La cigarra. El libro está dedicado a Adolfo Muñoz Alonso y, muchos de los poemas, a personas que conoció el autor en su estancia santanderina. El poemario lleva dos dibujos de Ricardo Zamorano: uno representa la Montaña y, otro, el lugar donde se encuentra enterrado el inquisidor Corro.

La montaña es un ejemplo del enfoque espiritual con que Valhondo impregnaba sus vivencias cotidianas. Así una experiencia docente se traduce en un libro de poemas, que nos muestra la intensa vida emocional y el sentido trascendente y religioso con que impregnaba cualquier acto de su vida. De ahí que, aparte de sus gratas y animosas charlas sobre la poesía y el hecho poético, su estancia en Santander afectara a su espíritu y la hiciera coincidir con su evolución anímica y poética.

Por este motivo su visión de La montaña no se quedó en una mera contemplación plástica, sino que la tradujo en una experiencia espiritual, que constituye el cénit de su concepción religiosa y trascendente de la vida y el mundo, pues creyó que allí iba a producirse el anhelado encuentro con Dios. Pero, sin embargo, Éste sólo le muestra su tremendo poder a través de la fuerza poderosa de su obra, que impresiona negativamente al poeta de tal manera que el impacto emocional sufrido en su experiencia cántabra divide su obra poética en un antes esperanzado y un después angustioso.

 

Cansancio del pueblo. Deseos de ciudad. Primeras noticias sobre Aurora. Amor. Domingo

Poco después de la edición de La montaña, Jesús Delgado Valhondo tiene preparado un libro inédito que, en un principio tituló «Ciudades» y posteriormente «Abriendo mi ventana», y otro bastante adelantado, que pensaba titular «Pequeña angustia». Animado por el éxito y, sobre todo, por la rapidez con que le habían editado La montaña, se decide a publicar el primero de ellos. Pero de nuevo va a saborear la amargura de las dificultades insalvables cuando reciba una respuesta negativa de Adonais, que le va a afectar hasta el punto de considerarse un fracasado por tener dos libros sin publicar y estar, según declaró, «en un pueblo rompiéndome el alma a tropezones. Y con la boca amarga».

Sin embargo, su atracción por la poesía no decae: «Sigo con la ‘enfermedad’ poética. Es que el placer de hacer un poema que te llegue a gustar aunque sea momentáneamente -no digamos si consigues que dure algo- no tiene en la vida par»113. Ni tampoco baja la intensidad de su actividad literaria ni de sus relaciones: publica artículos en el Hoy; piensa pasar a limpio la novela, que hace años tiene escrita, y comenzar otra «que necesito escribir»; la Asociación Española de Practicantes Escritores y Artistas le ofrecen la representación de ella en la provincia, atraída por su prestigio como poeta, y publica en revistas como Pleamar (Vizcaya), Ayer (Jerez de la Frontera), Olalla (Mérida), Ágora e Índice (Madrid).

Esta hiperactividad, sin duda, supuso para Valhondo un modo de soportar los largos meses de aislamiento en Zarza de Alange: «No salgo de aquí hace la friolera de cuatro o cinco meses», le confiesa a un amigo. Este aislamiento, cada vez más insoportable, aumenta por hechos que demuestran una doble preocupación por su obra lírica y la cultura de su región: no se encuentra conforme con la selección que le hacen de sus poemas de La montaña, en la antología de Aguilar. Ni tampoco está de acuerdo con el Presidente de la Diputación cacereña, que prometió reactivar Alcántara y, sin embargo, la revista languidece. También se queja de la Academia extremeña y de los mecenas, a los que califica de «mecenas de borregos, de encinas, de guardas jurados».

Sin embargo, recibe la medalla de la Orden de Alfonso X El sabio; pronuncia una conferencia titulada «El poeta frente a su obra»; participa junto a sus amigos pacenses en la página poética del Hoy, que conmemoraba la llegada de la primavera; publica poemas en Olalla (Mérida) e interviene en las I Conversaciones Nacionales sobre Educación Primaria con una ponencia titulada «Política y educación», en la que resalta que la mejor política educativa es la que incita al niño a conocer su pueblo, su historia y su paisaje para que los ame.

 

La Campaña de Educación Fundamental

Animado por Antonio Zoido, a mediados de 1958, Jesús Delgado Valhondo participa en la Campaña de Educación Fundamental, organizada por la Dirección General de Enseñanza Primaria y la Junta Nacional contra el Analfabetismo en la Siberia Extremeña, zona deprimida del noreste de la provincia de Badajoz. Este proyecto  pretendía llevar información y cultura a zonas alejadas de los focos más activos. Valhondo interviene en recitales y charlas sobre la poesía y el libro114 junto a Luis Álvarez Lencero, Manuel Pacheco, Juan José Poblador y el mismo Zoido.

La influencia de la poesía en la gente sencilla y ruda del campo, según Valhondo, fue extraordinaria y, por ese motivo, se sintió contento con su participación al comprobar que los poetas habían conseguido establecer fácilmente comunicación con los sentimientos de personas que representaban al hombre cotidiano, el mismo que había convertido en el protagonista de su obra poética. Además, había comprobado en la atracción que aquella gente mostró por la expresión lírica que la poesía cumplía una función social «Me ha gustado esa ‘excursión’ mía en la Campaña de Educación Fundamental. Es verdad eso de que los poetas mueven a los pueblos». No obstante, siente una profunda tristeza, cuando comprueba que, a pesar de su buena voluntad y su desinterés por destacar y sacar provecho a su participación en la Campaña, hay gente que lo critica; tanto le afectaron estas opiniones adversas que llegó a pensar en irse de Extremadura.

La Campaña tuvo un medio de difusión escrito, que fue la revista Jara, subtitulada «Órgano de la Campaña de Educación Fundamental en la zona Montes-Siruela». Sólo se editaron uno o dos números de esta publicación circunstancial. El director de Jara fue Antonio Zoido y el subdirector, Jesús Delgado Valhondo, que publica en el número 1 el poema «Jaras» donde explica líricamente el origen de las manchas rojas de la flores de esta planta, que las atribuye a la sangre de Cristo.

 

Viajes a Madrid y Salamanca

En el verano de 1958, visita Madrid y se relaciona con personalidades de las letras del momento, que había conocido en viajes anteriores. También en esta ocasión la experiencia le resultó muy gratificante por el trato que le dispensaron: «Los del Gijón se portaron bien conmigo. Todos, Gerardo [Diego] -tenía notas mías, se las sabía, sin esperarme-. Había surgido la conversación de mi persona el día anterior con motivo de que García Nieto había dado a José J. Manrique de Lara mi libro ‘La montaña’ para criticarlo en ‘Poesía Española’. […] Me trataron admirablemente».

Pocos meses después se encuentra de nuevo en la capital, para intervenir en las Veladas Artísticas del Colegio de Practicantes. Valhondo, que fue presentado por Pedro Caba, disertó sobre el tema «El poeta ante su obra» y realizó un repaso de su obra poética intercalando comentarios y poemas con tal sinceridad, que llamó la atención por «su carácter exaltadamente poético». También aprovecha este viaje para relacionarse con el mundillo literario, intervenir en el Día de la Poesía de la Semana del Hogar Extremeño y dejar una colaboración poética en Arriba, que le será publicada más tarde.

Posteriormente, fue invitado a intervenir en un recital poético en la Universidad de Salamanca, junto a Manuel Pacheco. Los presentó Lázaro Carreter, que era su amigo desde que se conocieron y congeniaron en el Curso de verano de la Universidad de Santander. Mientras tanto, Valhondo mantiene vivas las relaciones con los escritores de la capital pacense, entre los que tiene grandes amigos (Navlet, Zoido, Cansinos, Poblador, Pacheco) y con el periódico Hoy en el que continúa publicando artículos. Tampoco olvida a sus amigos de Cáceres con los que continúa interviniendo en actividades literarias115.

No obstante, a comienzos de 1959, todavía sigue intentando publicar su nuevo libro de poemas (que ya ha decidido titular Aurora. Amor. Domingo), ahora en la Colección que dirige Mario Ángel Marrodán en Bilbao: «Son para 100 ejs. unas 1000 pts., para 200 ejs. […] unas 1750 pts. y para 300 unas 2000 ptas. […] el libro además podrá estar hecho en muy poco tiempo […]. Estoy deseando conocer tu Aurora. Amor. Domingo […]»116. Pero finalmente, Valhondo no publicó su libro en ella, a pesar de la buena predisposición del editor bilbaíno.

 

Claustrofobia pueblerina

Por estas fechas, Valhondo lleva viviendo 25 años en pueblecitos y se encuentra muy cansado de su vida anodina y sin horizontes117. De ahí que piense pedir traslado a Don Benito o Almendralejo, pero Antonio Zoido, inspector de Enseñanza Primaria en Badajoz, le recomienda que lo solicite a la capital.

La urgencia de salir del pueblo, por esta época, es patente en Valhondo, que realiza alabanzas destacando la actividad de la ciudad frente al aislamiento de la vida en el pueblo, al que le reconoce que tiene el campo en la puerta y paz para la meditación a través de la que se encuentra el hombre a sí mismo, pero muestra su preferencia por la ciudad a la que imagina idealmente en sus anhelantes deseos de vivir en ella118. Su siguiente libro, Aurora. Amor. Domingo, recogerá en su primera parte este urgente deseo, que se hace más necesario cuando Valhondo sienta la indiferencia de la gente y de la Administración ante la importante labor del practicante y del maestro y su triste situación económica119.

 

«Jaula del Atardecer»

Un sobresalto familiar viene a aumentar la angustia, que ya siente por la necesidad de trasladarse: su hijo Fernando, mientras realizaba el servicio militar, sufre una perforación de estómago, que lo pone al borde de la muerte durante cinco meses. Valhondo, que pasa todo el tiempo al lado de la cama de su hijo, de nuevo volverá a experimentar la amargura de la enfermedad y la proximidad de la muerte, aunque esta vez de una forma más cercana y angustiosa.

Fernando estuvo ingresado en el hospital militar de Badajoz, que se encuentra en la zona alta de la parte antigua de la ciudad, adonde se llegaba atravesando el barrio de las prostitutas. Valhondo solía ir a una taberna instalada en una antigua iglesia, que frecuentaban estas mujeres con las que congenió humanamente, pues él les contaba sus pesares y ellas se compadecían de su triste situación.

Con el paso del tiempo, cuando caminaba por la calle hacia el hospital, las prostitutas desde las ventanas o en las puertas de sus casas le preguntaban: «¡Don Jesús, ¿cómo se encuentra su hijo?!» y él, agradecido, con el carácter abierto y la honda voz que le caracterizaba, contestaba amablemente: » ‘¡Mejor, muchas gracias!’ «, mientras subía renqueando la empinada cuesta que llevaba al centro hospitalario. Desde siempre, Valhondo había sentido por estas mujeres un respeto que se acentuará con esta entrañable experiencia, origen de la cuarta parte de Los anónimos del coro, titulada «Jaula de Atardecer», donde reivindica la dignidad y el valor humano de estas mujeres, tradicionalmente rechazadas como personas con vicios y sin sentimientos.

Durante esta temporada, Valhondo no estuvo solo pues recibió el apoyo de sus amigos poetas de Badajoz, que fueron a acompañarlo en muchas ocasiones y, cuando la tensión del momento lo permitía, lo informaban sobre hechos culturales y hablaban de lo que cada uno estaba escribiendo o proyectaban actividades conjuntas120. Esto, sin duda, le sirvió de un gran apoyo moral, aunque no evitó que este hecho angustioso agrandara la brecha que en su alma había abierto desde hacía tiempo el dolor y la melancolía ante esta nueva prueba de la fragilidad del ser humano.

A pesar de estas circunstancias tan dolorosas, Valhondo no cede en su actividad y ofrece un recital en Madrid, presentado por Pedro Caba, que resulta un éxito. La mezcla de comentarios sobre su vida y su poesía con textos recitados sentida y hondamente consiguió, como era normal en sus intervenciones públicas, contagiar a los espectadores por su emoción sincera y espontánea, que resultó muy gratificante para el público madrileño.

También publica en la revista Euterpe de San Martín (Buenos Aires), por medio de Manuel Pacheco, en Ritmo de Madrid y en Rocamador de Palencia, revista dirigida por el farmacéutico y poeta José María Fernández Nieto que inicia con Valhondo una rica y larga relación a través de una extensa correspondencia, que culminará con la edición de uno de sus libros de poemas. Además, tenemos noticias de que, por estas fechas, publicó en el Hoy un cuento titulado «Las voces del pozo».

 

Nuevos intentos para publicar Aurora. Amor. Domingo

Todavía, en diciembre de 1959, sigue intentando publicar su Aurora. Amor. Domingo y se siente desorientado, porque no sabe qué suerte correrá el libro: «No sé si publicaré en Badajoz mi libro ‘Aurora. Amor. Domingo'[…] si no se publicara allí -tengo mala suerte en nuestra tierra = ¿recuerdas lo que me ocurrió con ‘La esquina y el viento’? = por no sé qué maleficio lo enviaré a otro sitio».

Estaba con esta duda cuando es animado por Juan Fernández Figueroa a que intente su publicación en Índice. Entonces decide preparar una recopilación de sus versos, que titula Primera antología, donde incluirá su Aurora. Amor. Domingo, cansado ante la imposibilidad de publicarlo por separado, pues Índice no le responde.

No obstante, a pesar de la dificultad que Valhondo tiene para publicar, consigue por otros medios difundir su poesía: Jorge Campos lo incluye en su antología Diez siglos de poesía española121 y José Manuel Blecua le ofrece que forme parte del Archivo de la poesía española122. Ante estas propuestas, Valhondo se anima, decide ampliar sus horizontes nacionales y entra en contacto con la literatura europea a través del Comité D’ écrivains et Editeurs pour une entr’aide européenne con sede en París.

Pero, la realidad de nuevo volverá a sobrecoger su ánimo, pues su hijo Fernando sufre una recaída y necesita ser operado en varias ocasiones. Más tarde, el joven recobra la salud, pero los momentos de dolor y angustia vividos ante el hijo enfermo, dejaron una profunda huella en el espíritu herido de Valhondo, que cada vez siente más el peso de la existencia como se detecta en el desencanto progresivo de los poemas escritos en esta época. Esta nueva experiencia negativa, sin embargo, se incorporará a su poesía en forma de sentir verdadero y humanísimo, que es apreciado por quienes la siguen de cerca123.

Mientras tanto, continúa intentando publicar su Aurora. Amor. Domingo y envía un poemario con el título de «Una ciudad cualquiera» al Premio Marina de Pontevedra, en el que resulta finalista124, pero recibe el resultado como otro fracaso más, aunque es consciente de que este tipo de percances lo hacen ser más sentido: «Cayendo aquí y allá y levantándome cada día más cansado y más ‘poeta’ para colmo de mis males», le dice a su amigo Fernando Bravo convirtiendo en trascendente este suceso negativo de su vida cotidiana.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1960 A 1969

En esta década continúa la distensión, iniciada en la década anterior, entre las dos potencias. La clase media se afianza, debido principalmente a un aumento salarial y a mejoras asistenciales. Occidente entra en la sociedad de consumo.

España nota también esta nueva situación y experimenta un fuerte crecimiento por la entrada masiva de capital extranjero. Se llega al pleno empleo y nuestro país se sitúa entre los primeros países industrializados de Europa. Además se realizan numerosas obras públicas, aumenta el turismo y se produce un cambio de mentalidad.

En Europa, el progreso material sin embargo trae consigo la degradación de la calidad de vida (masificación, materialismo …) y la aparición de movimientos marginales de protesta (hippie) y de posturas revolucionarias, que quieren imponer violentamente un cambio radical (el mayo del 69 francés). Estos hechos, en España, se manifiestan en la adopción de una mayor actitud crítica con reivindicaciones sociales, laborales y culturales y la creación de sindicatos clandestinos como Comisiones Obreras. La oposición al régimen aumenta provocando desórdenes y la aparición de problemas, que se harán endémicos, como el terrorismo en el País Vasco (en 1968 ETA radicaliza su postura y comente su primer asesinato). Mientras tanto, en 1969, el príncipe Juan Carlos es nombrado sucesor de la corona española.

En esta década, aparece la Generación del 60, producto de cansancio del Realismo social. El hecho generacional que afloró a los poetas de esta Generación fue el XX Aniversario de la muerte de Antonio Machado, al que rindieron homenaje en Collioure (1959).

En esta Generación, se produjo una sustitución del «nosotros» por el «yo» y, como consecuencia, una vuelta al intimismo y a temas como el fluir del tiempo, la amistad, la evocación nostálgica de la infancia, que supone un deseo de transmitir la experiencia personal, el escepticismo, la sensualidad, la marginación personal, el inconformismo o la preocupación por el ser humano universal. Se llega a una mayor elaboración del lenguaje y a indagar en la poesía por medio de la misma poesía (metapoesía).

En la amplia nómina de poetas representativos de la Generación del 60, nacidos entre 1924 y 1938, se encuentran José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Carlos Barral, Eladio Cabañero, Jaime Gil de Biedma, Carlos Murciano, Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún, Francisco Brines, Ángel Crespo y Mariano Roldán. A esta Generación están adscritos por edad los poetas extremeños José Mª Valverde, Félix Grande, Alfonso Albalá, Francisco Cañamero, Luis Álvarez Lencero y Manuel Pacheco, entre otros.

En esta década, se editan un buen número de obras representativas como Que van a dar en la mar de Jorge Guillén, En castellano de Blas de Otero, Poemas a Lázaro de José Ángel Valente (1950), Sin esperanza, con convencimiento de Ángel González (1961), Que estás en la tierra de Gloria Fuertes, Desolación de la quimera de Cernuda (1962), Sobre el lugar del canto de José Ángel Valente, A la altura de las circunstancias de Jorge Guillén (1963), Que trata de España de Blas de Otero (1964), Palabra sobre palabra de Ángel González (1965), Arde el mar de Gimferrer (1966), Blanco spirituals de Félix Grande, Homenaje de Jorge Guillén (1967), Poemas de la consumación de Vicente Aleixandre (1968) y Colección particular de Gil de Biedma (1969).

En Extremadura, baja la intensidad del ambiente cultural con respecto a la década anterior. Este hecho se observa en la desaparición de las revistas surgidas en ella, excepto Gévora, que publicará hasta 1961, la Revista de estudios extremeños y Alcántara (aunque éstas no son estrictamente literarias). La activa Real Sociedad Económica de Amigos del País continúa organizando actividades, entre las que destaca la creación de un cine-club, que lleva a la ciudad películas no exhibidas por los cines comerciales y que, al final de la proyección, se comentan. La Diputación Provincial sigue publicando libros y el periódico Hoy continúa interesándose por la literatura y la poesía, que se hace en la región, y publica relatos de narradores jóvenes como Martín Tamayo, Bernardo Víctor Carande, Cándido Sanz Vera y Félix Barroso.

En 1968, la nómina de escritores extremeños, según una relación publicada por el Diario SP, está formada por Antonio Hernández Gil, Francisco Elías de Tejada, José Díaz-Ambrona, Julio Cienfuegos, Francisco Vaca, Arsenio Muñoz de la Peña, Terrón Albarrán, Eugenio Frutos, Antonio Zoido, Juan P. Vera Camacho, Luis G. Willemenot, Martínez-Mediero, Félix Grande, Félix Valverde Grimaldi, Rodríguez Perera, Valhondo, Lencero, Pacheco, Celestino Vega, Mahizflor, Javier Zoido, Mª José Sánchez Benito y Antonio Rodríguez-Moñino.

Ante esta amplia relación de escritores, dudamos que Extremadura en aquella década estuviera falta de actividad interior, como ha asegurado algún crítico. Es más lógico pensar que había muchas individualidades, pero no proyectadas fuera de la región formando una conciencia regional, sino a través de colaboraciones personales y aisladas en publicaciones nacionales, en las que era fácil encontrar, aparte de los consagrados (Félix Grande, Pedro de Lorenzo, J. M. Valverde, Valhondo, Pacheco, Lencero), a Luis Apostua, Santiago Castelo e Isabel Montejano.

También la vitalidad regional se refleja en la calidad y el número de los pintores y escultores extremeños de la época: Ortega Muñoz, Fernando de Carbajal, Juan Barjola, Eduardo Naranjo, Jaime de Jaraíz, Juan José Narbón y Massa Solís (pintores). Pérez-Comendador, Juan de Ávalos, Luis Álvarez Lencero, Justo Berjano, Diego Garrido Adama y los hermanos Tomás y Fernando Mayoral (escultores).

Obras importantes de autores extremeños, publicadas en esta década, son la Primera antología de Jesús Delgado Valhondo y Hombre de Luis Álvarez Lencero (1961), Los insonetos del otro loco de Manuel Pacheco y El último gallinero de Martínez-Mediero (1969).

 Por estas fechas nacen José María Lama (1960), Rosa María Lencero (1960), Manuel Carrapiso (1962), María José Flores (1963), Diego Doncel (1964), Inmaculada Salas (1965) y José Luis Rozas (1966).

 

Traslado a Mérida. Reencuentro con su ciudad natal

En septiembre de 1960, por concurso de traslado Jesús Delgado Valhondo se marcha a Mérida, su ciudad natal, donde toma posesión de su nueva plaza. Fija su residencia en la calle Publio Carisio de la barriada de La Argentina y se incorpora al centro público Trajano el día 15 de este mes.

Para Valhondo dejar Zarza de Alange es una liberación: había pasado 26 años en tres pueblos y estaba hastiado del ambiente mediocre, de la falta de inquietudes y de su atmósfera cargada de penuria y dolor. Éste es el motivo de que llegue a su ciudad natal con una enorme ilusión («Andar a Mérida es ir dentro del alma de Extremadura» dijo), que lo hará mantener una actividad mucho mayor que en los pueblos, pues en Mérida por estas fechas existía un activo ambiente cultural, cuyo centro se encontraba en el Liceo125.

Valhondo recordaba nítidamente sus tertulias emeritenses con personas que sentían inquietudes culturales. Entre ellas destacaban Andrés León, «químico que sabía más de Letras que de Ciencias»126, y Vicente Sos Baynat, catedrático de Ciencias Naturales y geólogo, a cuyo encuentro llegó Valhondo por su interés en conocer científicamente los orígenes de Extremadura y saber si poseía unos rasgos característicos, que la diferenciaban de las otras regiones del país127.

Valhondo recobra el ánimo en su ciudad; ahora puede escuchar y hablar, cambiar impresiones, abrigar la esperanza que surge del contacto con la gente, comunicarse y sentir intranquilidades en él y en los demás: «Tertulias, hombres con palabras en la boca, hombres que tienen algo que contarse. Hombres que se buscan en comunicaciones, aficiones, novelerías e intranquilidades. […] Hombres que se juntan, sociedad que se crea, penas y alegrías que se reparten, amigos […]»128.

Esta euforia, una vez liberada la angustia que desde hacía años oprimía su alma, lo lleva a que aumente su actividad hasta límites extenuantes. Así participa en otras actividades culturales como la I Bienal de Pintura Extremeña (idea original suya), la revista hablada Arco, conferencias, recitales poéticos (en el Liceo y en la Biblioteca Municipal), actuaciones musicales, pregón de Semana Santa (abril 1960), obras de los Festivales de teatro clásico, ciclos cinematográficos, programas de Radio, colaboraciones en la Prensa y en revistas y creación de una tertulia literaria.

A través de estas actividades, se relaciona con los intelectuales de Mérida entre los que destacaban Valverde Grimaldi, Santos Díaz Santillana, Rufino Félix Morillón, Demetrio Barrero, Tomás Rabanal Brito, Manuel Sanabria Escudero, Juan de Ávalos, Celso Galván, Francisco Baviano, Carlos María Fernández Ruano, Baldomero Díaz de Entresoto, Bolín Camacho y Alberto Oliart Saussol, con los que desde Zarza de Alange había participado en Olalla y ahora entablaba amigables charlas, que lo alejaban momentáneamente de sus intranquilidades, ahondaba en un mayor conocimiento de la condición humana y compartía su atracción  por la lírica.

También desde Mérida, realiza viajes a Cáceres para continuar los contactos con sus antiguos amigos; a Badajoz129, donde va consiguiendo excelentes relaciones, y también se desplaza gustoso allí donde reclaman su presencia, dentro y fuera de la región como, por ejemplo, a la Fiesta de la Poesía de Don Benito130 y a un recital poético en Madrid.

Incluso completa sus relaciones fuera de nuestras fronteras, inscribiéndose como socio de la Alleanza Internazionale Giornalisti e Scrittori Latini, una asociación de periodistas y escritores europeos afincada en Roma, que lo mantendrá al tanto de lo que se escribe en Europa enviándole regularmente el periódico de la Asociación, Il Corriere Letterario Latino.

Además, todavía tenía tiempo para relacionarse a diario con personas normales de la calle en torno a una buena copa de vino, y entre bromas y veras penetrar en el verdadero sentir de la gente común que, paralelo al suyo, conformaba las preocupaciones y deseos del hombre cotidiano, protagonista de su obra poética.

En este ambiente propicio para el sentir humano y lírico, Valhondo se encontraba más predispuesto a la creación poética. Así se ve influido por la cercanía del mítico río Anas, con el que mantiene una relación de amor lírico, propia de la fusión con su paisaje y sus raíces reencontradas131. La aguda sensibilidad lírica, que ya por estas fechas demuestra Valhondo, es una prueba de que su espíritu aún tiene capacidad de asombro y de trascender líricamente la realidad cotidiana para descifrar sus misterios latentes, que sólo un alma sensible como la suya es capaz de aprehender.

Esa capacidad de sublimar la realidad y espiritualizarla intentando captar una nueva perspectiva para encontrar nuevos caminos de conocimiento, es la que se comienza a detectar en su obra por estas fechas, que cambia la expresión directa y transparente por otra más esencial y su estilo espontáneo por otro intelectual.

Paralelamente sigue participando en actividades132 y publica en revistas como Arrecife (Cádiz), Euterpe (Buenos Aires) y Punta Europa (Las Palmas de Gran Canaria), a pesar de que se encuentra enfermo hasta el punto de ser intervenido quirúrgicamente.

Superado este contratiempo, Valhondo tendrá otras oportunidades de difundir su poesía fuera de nuestras fronteras: Joseh Luke Agneta, profesor de la Universidad de Brooklyn en Nueva York, le comunica que desea incluirlo en una antología de la poesía española traducida al inglés. Fernández Nieto lo avisa de que el poeta portugués José Dos Santos Marques está preparando una antología poética de la poesía portuguesa y española del momento, titulada Panorámica de la poética luso-hispánica, en la que Valhondo debió participar.

 

Publicación de Primera antología y Aurora. Amor. Domingo

A comienzos de los años 60, sigue recibiendo muestras de aprecio por su poesía, que le resultarán alentadoras: Aleixandre reconoce la atracción que siente por su lírica. Enrique Segura Covarsí, catedrático de Literatura en Badajoz, le comunica el interés de José Díaz-Ambrona, presidente de la Diputación, por publicarle su Primera antología. En esta decisión influyó, sin duda, el contacto estrecho que Valhondo mantenía, desde hacía años, con la intelectualidad de Badajoz, de la que Díaz-Ambrona era el mecenas. Unos actos culturales, en torno a la exposición del pintor cacereño Enrique Pérez-Comendador en la capital pacense, que reunieron a escritores y artistas de las dos capitales y de la región, propiciaron el ambiente adecuado para la publicación de la antología de Valhondo.

La Primera antología fue editada el 2 de septiembre de 1961 por la Diputación Provincial de Badajoz. El prólogo de Eugenio Frutos, titulado «Jesús Delgado Valhondo o la poesía de un poeta sincero», es un estudio sobre las características fundamentales del autor que, desde entonces, serán un punto de referencia obligado para conocer su mundo lírico.

El libro está compuesto por poemas de otros anteriores (El año ceroLa esquina y el vientoLa muerte de momento, “Canto a Extremadura” y La montaña) y por un grupo de 16 poemas inéditos que ha titulado Aurora. Amor. Domingo.

Este nombre es el único de los libros de poemas de Valhondo, que no es original suyo, pues procede del último verso de un poema de Juan Ramón Jiménez, titulado «Poeta», que forma parte de Bonanza (1911-1912), libro del Nobel incluido en su Tercera antolojía poética. El poeta extremeño seleccionó el último verso como homenaje y muestra de admiración del discípulo por el maestro, después de realizar una visita a la casa de Juan Ramón en Moguer133.

Valhondo recibe sobre la Primera antología opiniones muy elogiosas de personalidades de la crítica y las letras españolas. Como muestra citamos la de Aleixandre, que destaca la sinceridad, la trascendencia y la unidad de la obra lírica de Valhondo: «Muchas gracias por esta bella ‘Primera antología’ que acabo de recibir […]. Y por estos ratos de poesía que me está proporcionando. Usted trabaja, ha trabajado, en su fecunda soledad y reúne ahora estos poemas que muestran la unidad del poeta y su fértil verdad en vida y en contemplación, en indagación». Y la de Joaquín de Entrambasaguas, que detecta la existencia en Valhondo de una cosmovisión lírica: «[Primera antología] da una plena idea de su opulento mundo poético, en que hay hallazgos bellísimos».

Omitimos otras críticas interesantes de Gabriel Celaya, Federico de Onís, Vicente Sos Baynat, José Manuel Blecua, Antonio Rodríguez-Moñino, José María Pemán, Ramón de Garciasol y Pedro Caba. Estas opiniones alentadoras fueron una recompensa para Valhondo, al ser criticado positivamente por personas de renombre, que con tanta contundencia valoraban su poesía y detectaban en él un estilo singular: «‘Primera antología’ me tiene contento. Nunca supuse una crítica tan buena».

Tales opiniones lo animan a enviar el libro al Premio Barcelona de Poesía, aunque no era partidario de presentarse a este tipo de concursos, y se siente seguro para arremeter contundentemente contra la poesía social que, en estos momentos, da sus últimos coletazos y ha producido con sus continuas provocaciones una polémica a nivel nacional en la que Valhondo, siempre atento e inquieto ante los cambios líricos, necesita intervenir134.

Su prestigio aumenta y le llegan dos interesantes propuestas desde Madrid: una procede de José Díaz-Ambrona, quien lo invita junto a Pacheco y Lencero a que participe en un recital en el Hogar Extremeño de Madrid. Otra es la petición que le hace Pedro de Lorenzo, director de la revista Blanco y negro, para que colabore en ella con cuentos y poemas. Estas muestras de aprecio lo hacen reafirmarse en su amor por Extremadura y su paisaje, pues piensa que la atención recibida desde fuera de su región, se debe a la tierra que pertenece y a su influencia espiritual, que le proporciona una voz lírica peculiar y atractiva.

 

Hiperactividad en Mérida. El secreto de los árboles

En la primavera de 1962, Valhondo ha terminado su siguiente libro de poemas, El secreto de los árboles. Primero intenta su edición en la Fundación March solicitando una beca, pero no tuvo respuesta. Sin embargo, meses más tarde, José María Fernández Nieto, farmacéutico y poeta palentino, se interesa vivamente por publicarle el libro en la Colección Rocamador pues, además de estimar la poesía de Valhondo, necesitaba superar la mediocre calidad de los libros editados anteriormente.

Por entonces, Valhondo es enviado por el Ministerio de Educación a Madrid a participar en un Congreso de Educación como representante de Extremadura. En este encuentro, lo obligaron a presentar una ponencia sobre el paisaje y el hombre, que resultó polémica porque hizo una metáfora diciendo que «Franco era una página de la historia» y el público, formado en su mayoría por acérrimos falangistas, no admitieron que en la historia hubiera más páginas que la del general y expresaron su malestar con un barullo impresionante, que terminó cuando el doctor Yale, Jefe del Frente de Juventudes de Madrid, salió en su defensa.

En estos momentos, la lírica de la época está sufriendo un cambio: la poesía social da paso a otra nueva que busca caminos inexplorados y, en sus primeros pasos, se muestra oscura e incomunicativa. Contra esta falta de comunicación arremete Valhondo, pues piensa que el lector no la entiende porque el poeta la oscurece a conciencia por una falta patente de sinceridad y deseos de comunicación; y esto, para un poeta sincero y anhelante de comunión como él, no era poesía135.

No ceja Valhondo en su hiperactividad, pues participa en la creación de la revista hablada Arco y colabora habitualmente en ella, igual que en otras actividades culturales del Liceo de Mérida136. La participación en estas actividades tiene, inconscientemente, una finalidad evasiva porque con ellas trata de olvidarse de sus preocupaciones espirituales. Así se entiende cómo, además de atender a su trabajo docente y a las actividades citadas, también sea jefe local del Sindicato Español del Magisterio (S.E.M.).

José María Fernández Nieto, en mayo de 1963, acusa recibo de El secreto de los árboles, y su impresión es muy positiva pues se encuentra impaciente por ver editado el libro para elevar el descenso de calidad de su Colección y porque tiene pedidos desde Madrid, donde se espera con interés el nuevo libro de Valhondo.

Mientras, el poeta emeritense continúa ampliando sus horizontes provincianos: El subdirector del periódico ABC le propone la corresponsalía del diario en Mérida; Valhondo acepta y, en los años siguientes, publicará numerosas colaboraciones sobre asuntos emeritenses. Poco después, el redactor-jefe de La estafeta literaria de Madrid le pide que colabore regularmente en la sección «Estafeta de las provincias». De esta manera, Valhondo se encuentra interviniendo en dos medios prestigiosos de difusión nacional y por interés ajeno. Otra petición le llega desde Madrid: Federico Carlos Sainz de Robles vuelve a solicitarle poemas para incluirlo, por expreso deseo personal, en la siguiente edición de su Historia y antología de la poesía castellana.

Paralelamente, está organizando en Mérida la I Bienal de Pintura Extremeña, que resultó un acontecimiento cultural por su plasticidad, buena organización y resultados. El interés de Valhondo por la pintura procedía de su original concepción del cuadro, que se resume así: un cuadro es un libro para leer e interpretar, un mundo por el que andar y meditar, una manera de escuchar los silencios del paisaje, que en el cuadro se hacen sinfonía, y una forma de desentrañar el mundo misterioso del pintor. Es decir, un medio estético, paralelo a la poesía, para entender el mundo.

Sin embargo, esta vitalidad de Valhondo oculta preocupaciones familiares e incomprensiones que, unidas a los escasos horizontes provincianos, aumentan el malestar en su ánimo, de tal manera que recomienda a un amigo, deseoso de venirse a Extremadura, que no lo haga porque «si no fuera por mi familia saldría de aquí pitando». Pero, a pesar de sus decepciones, estaba tan arraigado a su tierra que estos momentos decepcionantes eran pasajeros137.

A la vez que suceden estos hechos, Valhondo continúa realizando una labor docente, que va dejando un poso más humano que profesional. Esta afirmación la hemos deducido de la opinión de sus alumnos de entonces que, hoy personas maduras, recuerdan con un cariño especial a su maestro Dº Jesús, a pesar de haber pasado más de treinta años. Coinciden en afirmar que, mientras el típico maestro solía ser un enseñante producto de aquella época (autoritario, formado en la pedagogía de «la letra con sangre entra» y con mal humor, él era la bondad, el equilibrio, la calidez, la espontaneidad, la humanidad personificada.

Jesús Delgado Valhondo, maestro y persona, los marcó positivamente por su talante especial y, aunque los sentimientos (sobre todo, si son tan antiguos como éstos) no tienen apenas valor científico, el hecho de que, después de tantos años, sus alumnos lo recuerden con tal proximidad afectiva y agrado como si les hubiera dado clase ayer, nos reafirma aún más en la idea de que Valhondo gozó de una singular personalidad humana, que explica la humanidad de su poesía.

No obstante, él justificaba modestamente este aprecio de sus alumnos, asegurando que sólo se limitaba a aplicar la técnica de los «Centros de interés» que, por entonces, estaba vigente en la Enseñanza. Pero lo cierto es que, por su carácter afable, soñador y poético, embellecía sus comentarios y dejaba volar la imaginación de sus alumnos, que disfrutaban con el método y con sus historias. El procedimiento no hubiera obtenido buenos resultados, sin duda, si él no lo hubiera endulzado con la paciencia y el equilibrio de su especial sensibilidad.

Valhondo se dejaba llevar por la naturalidad que le dictaba su espíritu, convencido de que la educación tiene mucho de lírico idealismo con el que se debe formar el alma virgen, receptiva y repleta de bondades del niño. El maestro debe ser poeta y hablarle al niño en su propio lenguaje que, por naturaleza, es poético. Así la comunicación está asegurada. Por eso, Valhondo siempre se sintió mejor con los niños y con las personas sencillas que, como él, tenían una concepción sencilla, natural y amable del mundo.

 

Publicación de El secreto de los árboles

Por fin, en septiembre de 1963, es publicado El secreto de los árboles, en el número 31 de la colección Rocamador de Palencia, dirigida por José María Fernández Nieto.

El secreto de los árboles es otro libro producto de la decepción sufrida por Jesús Delgado Valhondo, cuando sus deseos imperantes por abandonar el pueblo e ir a la ciudad son pronto anulados por el encuentro en ella con la imperfección y el dolor humano, que no logra ocultar la vuelta a su ciudad natal ni el contacto más cercano con el mundo de su infancia y sus amigos, a los que ve cincuenta años más tarde como víctimas del tiempo y de la muerte. Además, no encuentra en el lugar tantas veces soñado un ambiente propicio para la reflexión, pues está habitado por personas más atentas a interés materiales que al cuidado del espíritu.

De nuevo las reacciones a la aparición de otro de sus libros de poemas son alentadoras, no sólo por sus contenidos sino también por la categoría intelectual de los que firman los comentarios elogiosos, que los mantienen fuera de toda parcialidad. Citamos la opinión de Aleixandre: «Lo he leído con gusto muy grande y le felicito a Vd. por el impulso y por el resultado» y la de Lázaro Carreter: «Me ha producido gran alegría tu nuevo libro poético y su lectura me ha causado honda emoción. Hace mucho tiempo que estás en el camino de la verdadera poesía». Valhondo recibe otras opiniones positivas de Ramón de Garciasol, Gabriel Celaya y José Luis Cano que comentan su nuevo libro en un tono sincero y objetivo.

Al mismo tiempo, sigue colaborando en revistas como Rocamador (Palencia) y en varios números de Arco e intensifica su relación con los poetas de Badajoz, adonde se desplaza con frecuencia para participar junto a ellos en recitales poéticos, donde coincide sobre todo con Lencero y Pacheco, a los que la gente desea escuchar e incluso discutir sobre cuál de los tres era mejor poeta. El «triángulo» Lencero-Pacheco-Valhondo toma cuerpo porque aparte de su calidad no se obstaculizaban, al ser tres estilos distintos y complementarios: «Cruzaron aquella noche, por el aire, con sus voces, los restallantes trallazos de los látigos de menta de Lencero; los féretros con forma de guitarra de Pacheco; el hombre muerto que Valhondo ve en el fondo de todas las ciudades»138.

Pero, a pesar de los elogios, Valhondo continúa siendo una persona excesivamente preocupada, al que no calma su melancolía ningún reconocimiento porque, aunque sigue buscando la verdad en las personas, en el mundo y en Dios, continúa con las manos vacías, sin respuestas. No obstante, persiste en su creación para dar salida a sus frecuentes intranquilidades y consigue que esta desazón espiritual lo arrastre a producir una poesía cada vez más sentida, natural y sincera.

Esa sinceridad será la que favorezca el interés que por su poesía se detecta a principios de 1964 en el Grupo salmantino Álamo, dirigido por el catedrático Juan Ruiz Peña y el abogado José Ledesma Criado139, en cuya revista (titulada como el Grupo) Valhondo publica desde el primer número por expreso deseo de sus directores, que lo llevan a pronunciar una conferencia sobre Federico de Onís en los Cursos de Verano de la Universidad de Salamanca.

 

Primeras noticias sobre ¿Dónde ponemos los asombros?

En marzo de 1964, tenemos la primera noticia de que Jesús Delgado Valhondo se encuentra elaborando poemas, que incluirá en su siguiente libro ¿Dónde ponemos los asombros? Por estas fechas, José López Martínez, que sabía de Valhondo por cartas, pronuncia una conferencia en el Liceo de Mérida y conoce al poeta emeritense personalmente. De este contacto se le quedan grabados dos detalles: uno, lírico, su interés por la poesía esencial; otro, humano, su preocupación por el dolor140. Este dato es significativo, porque define el estado espiritual y lírico en que se encuentra el poeta en un momento clave de su vida y su obra poética.

Valhondo, esencial y humano, no decae en su actividad: publica en revistas como Azor (Barcelona) y Bahía (Algeciras). Se cartea con personalidades relevantes del mundo de la cultura española. Sigue con sus actividades literarias y con su labor docente en continuo contacto con los niños y su mundo. Se hace cargo de la página literaria del periódico Hoy de Badajoz, que titula «Arte y literatura»141.

Esta publicación constituirá en aquella época la única manifestación de la crítica literaria periodística en Extremadura, que Valhondo mantendrá durante años con una calidad y perseverancia digna de elogio. Por estas fechas, Eugenio Frutos publica dos extensos artículos sobre la poesía de Valhondo, donde destaca los rasgos, ya definidos, de su personalidad poética142.

Pero, cuando se encuentra en el cénit de su creación poética, de su vida docente y personal, el 31 de diciembre de 1964, muere repentinamente su esposa, fiel compañera desde los años difíciles de la guerra civil, de la vida apartada en Trevejo, Gata y Zarza de Alange; consuelo de su espíritu atormentado por su quimérica búsqueda de respuestas existenciales y madre ejemplar. Valhondo se encuentra desolado: esta vez la muerte se ha cebado en su ser más querido y su soledad se le hace insufrible: «Cada día estoy peor. La tristeza se hace dolor y es para volverse loco. Ha sido un mazazo tremendo […]. Yo me he quedado solo». Dos meses y medio más tarde se encuentra aún peor: «Me he quedado solo. Amargamente solo. Me gustaba la soledad. Pero, ahora, sin María tengo un vacío tremendo», le confiesa a su amigo Fernando Bravo.

Sin embargo, a pesar del triste momento por el que atraviesa, todavía tiene sitio en su mente y en su emoción para preocuparse de los demás y de su entorno. Ahora su íntima preocupación, su profunda tristeza, es la preocupación y la tristeza por todo y por todos. Su espíritu angustiado será el inspirador de los poemas y cuentos, que escribe por estas fechas basándose en vivencias negativas de la realidad cotidiana a las que asistía con dolorosa impotencia143. No obstante, como siempre que su sensibilidad se acentúa por hechos luctuosos, su voz gana en profundidad reflexiva, en sentimiento y naturalidad, sin necesidad de proponerse la elaboración literaria.

Traslado a Badajoz

En septiembre de 1965, Valhondo solicita y consigue traslado a Badajoz para alejarse de recuerdos latentes que lo martirizan y, de paso, buscar en la capital un ambiente cultural más animado que lo ayudara a mitigar el dolor y los recuerdos.

Un nuevo traslado, otra vez en el camino, de nuevo a dejar atrás amigos y vivencias para ir a lo desconocido, anhelante, buscando el sosiego de su espíritu. No obstante, el sentido trascendente que Valhondo imprimía a los sucesos de la vida cotidiana lo hacía considerar el traslado como una forma de medir la huella que el ser humano va dejando allí por donde ha pasado, de perpetuarse en el camino de la vida: «[El trasladado] gasta generosamente [la vida], porque le parece siempre, el traslado, el último. […] A todo hombre le convendría de vez en cuando un traslado. Para que midiese sus fuerzas y supiese si era alguien en el mundo de los demás. Si era alguien fuera de su rincón»144.

Cuando se instala en Badajoz, el ambiente cultural es atractivo, pues existen tertulias en casa de Esperanza Segura, la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el casino, el Centro Cultural,  la cafetería La Marina,  el hotel Zurbarán y el Mesón de los castúos, donde se celebra la curiosa tertulia de Los trascachos.

Además, se organizan frecuentemente recitales y veladas poéticas, fiestas de la poesía, conferencias, juegos florales, conciertos, exposiciones, aniversarios y centenarios de escritores fallecidos, concursos literarios, representaciones teatrales, homenajes, programas literarios en emisoras de radio y cursos de verano. Se editan la Revista de estudios extremeños, la revista hablada Alcazaba y páginas literarias en el Hoy. Se ofrecen bibliotecas como las de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y de la Diputación Provincial, que patrocinan y organizan actos culturales, y existe una actividad editora promovida por la Diputación Provincial y las imprentas Arquero, Doncel, Mangas y Alianza.

También había un grupo amplio de intelectuales, formado por abogados, profesores, escritores y periodistas, entre los que se encontraban José Díaz-Ambrona, Ricardo Carapeto, Enrique Segura Otaño, Antonio Zoido, Luis Álvarez Lencero, Manuel Pacheco y Francisco Rodríguez Perera145.

En este ambiente abierto y activo, Valhondo se aclimató enseguida a la ciudad y a la gente de su nuevo destino, porque no era un desconocido sino un amigo y un poeta apreciado desde que, en la II Asamblea de Estudios Extremeños y después, desde Zarza de Alange y Mérida, comenzara una relación estrecha con muchos de los citados a través de visitas, cartas, colaboraciones en el periódico Hoy, participación en actividades como los Juegos Florales de 1956, publicación de poemas en Gévora y la inclusión en la Primera antología de poetas extremeños del padre Martín Sarmientos en la revista Ángelus (Zafra).

Además, Valhondo una vez en Badajoz, no desperdiciará ninguna ocasión para integrarse en aquel ambiente, participando y colaborando en todas las actividades donde se le reclama pues, aunque llegó muy abatido a la capital, tuvo fuerzas para salir del abismo en que había caído, arrastrado por su dolor. Y, como en otras ocasiones en que la angustia quería vencerlo, se dedica de lleno a todo tipo de actividades literarias. Así crea y lleva la sección «Notas literarias de dentro y de fuera»146 en el periódico Hoy, en las que realiza comentarios breves sobre la actividad literaria a nivel local, regional y nacional en un tono unas veces informativo y, otras, crítico: «En la Real Sociedad Económica de Amigos del País se celebró con esplendor un número de la revista hablada con motivo de la Navidad». «En las librerías pacenses no hay libros de escritores extremeños. Hemos querido adquirir alguna obra de Víctor Chamorro y nada. Tampoco hemos encontrado libros de Caba, García Durán, Pedro de Lorenzo, etc.».

Mientras tanto, se produce un aumento de su prestigio y del interés por difundir su poesía: Luis López Anglada lo coloca al lado de Gerardo Diego en su Panorama poético español. En Méjico, se le editan varios poemas en  una revista dedicada a la poesía española contemporánea. José López Martínez, periodista bien relacionado en la Prensa española e hispanoamericana, publica un artículo titulado «La poesía intimista y universal de Jesús Delgado Valhondo» en El informador de Méjico y, meses más tarde, le comunica que protagonizará la sección «Postal de España» de El Diario de Centroamérica de Guatemala.

 

El desencanto

A pesar de que Jesús Delgado Valhondo continúa en Badajoz sus actividades docentes y literarias con entusiasmo, comienza a sentir preocupaciones motivadas por la hipocresía que observa en su entorno, cuando nota como poco a poco va perdiendo dignidad, pues se ve obligado a ceder y a comportarse de una manera impersonal que, en circunstancias normales, nunca hubiera aceptado.

Él, siempre interesado por la cultura y la actividad literaria, comprueba que no se puede conseguir algo a costa de nada y, por esta causa, comienza a sentirse mal en la ciudad a la que, hacía poco, llegó entusiasmado147. También por estas fechas se encuentra desconforme con la intelectualidad de Madrid, a la que considera encerrada en un círculo hermético, donde un poeta provinciano no encuentra cabida, aunque tuviera méritos propios.

A pesar de todo, no se desanima y organiza, colabora y participa en actividades relacionadas con la literatura, aunque no le abandonan los sobresaltos: es arrollado por un automóvil, que le produce heridas de las que afortunadamente se recupera sin problemas.

No obstante, su relación con la ciudad que lo ha acogido es extraordinaria. De nuevo, como le había ocurrido con Cáceres y Mérida, Valhondo crea en su espíritu una visión poética de Badajoz, independiente de las personas y los sucesos cotidianos que lo preocupan y lo entristecen148. Lo mismo le sucede con el Guadiana a su paso por la ciudad«Guadiana, ahora, va hablando y hablando de no sabemos bien qué recuerdos de su historia. De una tarde sonámbula. El Guadiana se nos queda temblando en la sangre»149.

Badajoz lo recompensa con un homenaje en la primavera de 1966 y lo convoca a todas las actividades culturales que se organizan como, por ejemplo, al I Curso de Verano de Badajoz, organizado por la Asociación de Universitarios Pacenses, en el que dirige la revista hablada Alcazaba e interviene en los actos poéticos programados. Además, no dejan de llegarle peticiones de colaboración en actividades literarias desde fuera de Extremadura.

Por su parte, no disminuye su actividad y crea la sección “Rincón poético”150 en su página literaria del periódico Hoy, en la que presenta, de una forma sucinta, a un poeta con un breve comentario biobibliográfico y un poema. Con ella realizó una gran labor de difusión de poetas consagrados y noveles de dentro y fuera de nuestra región, a los que dio a conocer popularmente.

El día 5 de agosto de 1967 contrae matrimonio con María Joaquina Oncins Hipólita  en la capilla del palacio episcopal de Badajoz151. La ceremonia fue oficiada por el vicario general de la diócesis, Aquilino Camacho. Actuó como juez el escritor Julio Cienfuegos y fueron testigos Enrique Segura Otaño, crítico y presidente de la Real Sociedad Económica; Manuel Sanabria, médico y escritor de Mérida; Antonio Santander de la Croix, periodista y secretario de la Asociación de Prensa; Francisco Pedraja, presidente de la Asociación de Bellas Artes; Juan Antonio Cansinos, secretario de la Económica; Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero, poetas; Juan José Poblador, escritor y novelista, entre otros. Por la relación expuesta se deduce que, en sólo dos años, Valhondo se había ganado la confianza y el cariño de la intelectualidad de Badajoz, no sólo por su talante comunicativo y singular sino también por sus méritos literarios.

Su nuevo matrimonio, sin embargo, no es obstáculo para que, además de atender a las obligaciones de su flamante estado, siga con su inusitada actividad. Así participa, junto a Pacheco y Lencero, en un recital poético celebrado en el curso de verano de la Universidad de Cádiz por mediación de José María Pemán. En su página literaria del Hoy, inicia una campaña de difusión popular de poetas de la categoría de Gerardo Diego y Aleixandre. Interviene en la I Semana de Arte, organizada por la Económica, junto a Lencero y Pacheco en un recital-homenaje a Picasso, donde diserta sobre el tema «El libro de Arte y Picasso»152. A la vez, intensifica la relación con sus amigos de Cáceres, influido por la muerte de Leocadio Mejías, intentando rescatar su infancia perdida y retenerla en los amigos que le quedaban.

Por estas fechas ocurre un hecho que da la medida de su amplio espíritu y de su acentuado sentido de la verdad y la justicia, cuando realiza un acto de valentía defendiendo a Rafael Alberti de un asiduo lector de sus artículos periodísticos, que protestaba por el poema «Los niños de Extremadura» del poeta gaditano, donde éste se lamentaba de la situación de pobreza de los niños de nuestra región.

El lector le pedía a Valhondo que arremetiera contra Alberti pero, en un arranque de limpieza de espíritu y de confraternización con el poeta exiliado, lo defiende asegurando por propia experiencia que era cierto lo que decía Alberti en su poema, porque él lo había visto en sus alumnos de Trevejo: «Usted, amigo, comunicante, no ignora que aquellos diputados, eso dicen, iban a Madrid a pedir más guardias civiles para que los hambrientos -padres y hermanos de niños descalzos- no les robasen las bellotas y la leña. Las revoluciones en el mundo no han sido por gusto»153.

 

Relación con el grupo Álamo de Salamanca. Publicación de ¿Dónde ponemos los asombros?

El 31 de agosto de 1968, por mediación del Grupo Álamo, Jesús Delgado Valhondo interviene en un recital poético, junto a Manuel Pacheco154, en los cursos de verano de la Universidad de Salamanca en el Aula Unamuno donde actuaron en otras jornadas Leopoldo de Luis, Carmen Conde, Jiménez Martos y Carlos Murciano. Además, pronunció una conferencia sobre poesía con gran éxito, y participó en el patio de la Universidad en un recital poético del grupo salmantino, junto a sus directores José Ledesma Criado y Juan Ruiz Peña, con los que mantenía estrechas relaciones literarias desde hacía años. En este viaje consigue que la Colección Álamo se interese por editarle su libro ¿Dónde ponemos los asombros?

Por estas fechas, en el II Congreso de Estudios Extremeños celebrado en Cáceres, Valhondo siempre preocupado por su entorno, levanta una polémica con una ponencia presentada conjuntamente con su amigo el médico-poeta José María Osuna sobre unas obras de restauración en el Barrio de San Mateo y en la plaza de San Jorge que, según él, distorsionaban el entorno. El alcalde de Cáceres se sintió aludido y replicó a los desconformes, que ratificaron su denuncia. No obstante, el asunto quedó zanjado poco después, cuando las partes en conflicto se disculparon mutuamente.

Además, Manuel Martínez-Mediero se pone en contacto con Jesús Delgado Valhondo para pedirle su colaboración en una obra de teatro que está escribiendo y se titula El último gallinero155. El poeta accede y participa con unos cantos espirituales en verso. Un año después la pieza teatral gana el certamen de teatro de Sitges (Barcelona).

El 29 de junio de 1969, la Colección Álamo de Salamanca le publica ¿Dónde ponemos los asombros? en los talleres de Artes Gráficas Calatrava de la ciudad universitaria. Lleva en la solapa un dibujo del busto del autor y debajo unas breves notas de su vida, una opinión de Sainz de Robles sobre su personalidad poética y una relación de sus obras. Es el número 9 de la Colección y tiene 68 páginas; la tirada fue de 300 ejemplares.

En ¿Dónde ponemos los asombros? influyó sobremanera la decepción que produjo al poeta constatar la imperfección física, la debilidad espiritual y la influencia negativa del materialismo imperante en el ser humano de su entorno para relacionarse con sus semejantes y tender al bien común, más atento a sus propios y mezquinos intereses personales que a los colectivos. Esta triste realidad provoca que al poeta la vida cada vez le produzca menos asombros y que éstos sean sustituidos por continuos fracasos y decepciones. Su capacidad de sorpresa se agota y queda la vida en blanco y negro, sin luz ni esperanza. El resultado es el desencanto que expresa en ¿Dónde ponemos los asombros?

Sin embargo, a pesar de su descorazonador contenido, el libro recibe críticas muy positivas, entre otros, de Aleixandre: «Hoy me acompañan de nuevo estos versos transidos«. De Leopoldo de Luis: «Me parece un libro ‘muy vivido’, muy verdadero. Si en toda tu poesía hay -hubo siempre- sinceridad y biografía, creo yo que estos poemas aparecen más macerados, más adensados en su humana motivación»Y de Juan Ruiz Peña: «Tu libro es muy bueno; tiene calidad y profundidad -y lo mejor, para mí- una resonancia interior, tierna y humanísima, que yo llamaría ‘valhondiana’ «.

Esta resonancia valhondiana, que distingue a Valhondo de otros poetas del momento, es el dato más característico que encuentran los autores de las críticas citadas (y de otras omitidas) en la poesía de Jesús Delgado Valhondo que lo consagran de esta manera con sólo siete libros de poemas editados, aunque suficientes para llamar la atención por el mérito de su voz lírica personal y de su talante de poeta sincero.

Paralelamente, como en él viene siendo habitual, alterna la composición de poemas y la edición de libros con la intervención en otras actividades, con las que calma su angustia (que cada vez se le va haciendo mayor), y  amplia sus relaciones humanas y literarias156.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1970 A 1979

El comienzo de la década de los años 70 marca la decadencia del franquismo. El desfase entre la modernización del país y su régimen político, cada vez más patente, produce que los partidos políticos y sindicatos clandestinos lo pusieran continuamente en situaciones difíciles. A esta inestabilidad política se suma otra económica producida por la crisis del petróleo que provoca recesión y desempleo. Al mismo tiempo sucede la muerte de Carrero Blanco, jefe del gobierno a manos del terrorismo. Como consecuencia, el régimen se debilita y desaparece con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975.

A partir de esta fecha, con la subida al trono del rey Juan Carlos I, España inicia una transición pacífica hacia la democracia, que asombra al mundo. El gobierno, presidido por Adolfo Suárez, realiza la reforma política, la legalización de todos los partidos políticos, el retorno de los exiliados, la supresión de la censura, las elecciones generales en 1977 y la nueva Constitución en 1978.

La década finaliza con la reforma política en marcha, pero se despide con un aumento de las acciones terroristas y de la crisis energética, que afecta negativamente a nuestra economía y a los nuevos cambios.

Al final de la década de los años 60 y en el comienzo de los 70, se observa un cambio de sensibilidad en la lírica, centrados en Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero, Guillermo Carnero, Martínez Sarrión, Manuel Vázquez Montalbán, Félix de Azúa, Vicente Molina Foix, José María Álvarez y Ana María Moix. Cercanos a ellos se encuentran Luis Antonio de Villena, Marcos R. Barnatán, Antonio Colinas, Jaime Siles, entre otros.

Son poetas nacidos después de la guerra civil; en su juventud, asistieron al fin del franquismo y al inicio de la democracia y comienzan a escribir en la sociedad de consumo. Constituyen un nuevo Vanguardismo y aportan una sensibilidad distinta: realizan viajes al extranjero y encuentran amplios horizontes culturales. Se interesan por la música en sus más variadas manifestaciones, por los temas personales, los hechos de su entorno vital e histórico y la búsqueda exigente de un nuevo lenguaje. También se sienten atraídos por las vanguardias mundiales y leen a poetas extranjeros de todas las tendencias. Se evaden de la realidad presente y buscan temas en la cultura clásica y el renacimiento italiano.

Como consecuencia, en esta poesía denominada «novísima», se encuentra un lenguaje distinto, caracterizado por su riqueza y variedad, que bucea en el espíritu humano y se olvida del entorno. Este aislamiento interior se debe a las influencias del «pensamiento posmoderno», que no creía en las ideologías políticas, ni en la capacidad humana para ordenar el mundo de acuerdo con la razón, por lo que son escépticos ante el futuro. Muchos de sus planteamientos siguen vigentes hoy día, aunque de momento no se pueden definir con nitidez por falta de perspectiva histórica y literaria, que ayude a aclarar el panorama poético de las dos últimas décadas.

La cultura extremeña, al comienzo de la década de los años 70, sigue manteniéndose en la tónica de las dos anteriores, pero se observa un aislamiento con respecto a los cambios culturales que se están produciendo en el país, por falta de buenas conexiones exteriores y la carencia de Universidad. Así, un recital de poesía surrealista y su montaje escénico, a cargo del grupo poético «Almas humildes», produce un escándalo en Badajoz sobre 1970. En este clima de irritación y sorpresa Martínez-Mediero consigue estrenar El convidado, en la Económica, obra representada por el grupo teatral «Pax».

Los escritores extremeños, que viven fuera de la región, son casi ignorados aquí o bien ellos no tienen interés en publicar en su tierra, más atentos a los cambios que se están produciendo en la cultura nacional. Así sucede con Pureza Canelo, Félix Grande, Santiago Castelo, José Antonio Gabriel y Galán, Jesús Alviz, Vicente Sabido, José Luis García Martín y José María Bermejo, incluso después de haber ganado el Premio Adonais como en el caso de los tres primeros citados. Un ejemplo de ese distanciamiento es el de Pedro de Lorenzo, nuestro máximo representante en prosa poética y novela, que publica fuera de la región extremeña, Extremadura, la fantasía heroica (1973), y Capítulos de la insistencia (1975).

En Badajoz, quedaron Juan María Robles, Santiago Corchete, Álvarez Buiza, Ángel Campos, y José María Pagador. En Mérida, Rufino Félix y otros poetas más jóvenes como Elías Moro, Rosa María Lencero, Antonio Gómez, Vidal A. Garrido y Pilar Fernández. En Cáceres, Ángel Sánchez Pascual y Felipe Núñez . Después de la creación de la Universidad de Extremadura y su Facultad de Filosofía y Letras, ha aparecido un grupo de poetas donde se encuentran José Luis Bernal, Miguel Ángel Lama, Juan Manuel Rozas, Diego Doncel, Felipe Muriel y Álvaro Valverde.

En el verano de 1975, el panorama poético experimenta un notable desarrollo, que tiene su raíz en un festival de música, “Poesía y convivencia”, celebrado en Badajoz y coordinado por universitarios extremeños, que logra reunir durante un día a centenares de personas. Este hecho, inédito por estas tierras, anima a grupos culturales a organizar otras actividades de este tipo en los lugares más insospechados (cines, plazas, salones, corrales), en los que intervienen, además de los poetas conocidos, jóvenes que aportan nuevas características líricas y denuncian su inconformismo ante la situación regional.

El acto culminante de este activo y sorprendente estío fue un festival de teatro, música, poesía y pintura, celebrado en Alburquerque, que logró concentrar a 4000 personas. En los veranos siguientes, continuaron estas actividades, entre las que destacó el recital hispano-luso en la Casa de la Cultura de Badajoz, que resultó muy polémico.

A este cambio, también contribuyó un equipo joven de periodistas, universitarios y escritores (José María Bermejo, González Perlado, José María Pagador, Rodríguez Lara), que llegaron a la redacción del Hoy procedentes de Madrid y Salamanca y conocían las nuevas corrientes culturales del momento.

La innovación más destacada, propiciada por el Hoy, es la creación del suplemento Seis y siete, donde en una sección titulada Antología de novísimos publican a Pérez Reviriego, Antonio Bellido, José Manuel Fuentes, Manuel Carrapiso, Jorge Márquez, Miguel Murillo, Francisca Barea, José María Lorite y los poetas jóvenes antes citados.

No obstante se echa en falta la existencia de editoriales, que difundieran determinadas individualidades con la debida calidad y proyección nacional, en un momento en que las Diputaciones Provinciales de Badajoz y Cáceres, en otra época tan activas, apenas publican quizás más interesadas en reactivar y canalizar las tareas editoras y difusoras de la cultura extremeña a través de sus instituciones culturales Pedro de Valencia y El Brocense, respectivamente, que contribuyeron, aunque no con la intensidad necesaria, a realzar la vida intelectual y artística de nuestra región.

Fue en 1976, cuando surge la idea de crear una editorial extremeña, que se traduce en la fundación de «Esquina viva», sostenida por los suscriptores y con el objetivo de publicar a autores extremeños; deseo que sólo se vio cumplido en un tomo de narrativa extremeña y dos de poesía, en los que aparecen Luis Limpo, María Rosa Vicente, Pedro Belloso, José Antonio Zambrano y Jaime Álvarez Buiza (tomo I). Alfonso Albalá, José María Valverde, Félix Grande, Pureza Canelo, José María Bermejo, Álvarez Lencero, Delgado Valhondo, Manuel Pacheco y Francisco Cañamero (tomo II). Otros objetivos de «Esquina viva» fueron convocar un concurso nacional de novela, crear una revista y ser la plataforma de difusión de la cultura realizada por extremeños.

Al final de la década, aparece Universitas Editorial, dirigida por el activo y emprendedor José María Casado, que ha publicado obras tan interesantes como Literatura en Extremadura de Manuel Pecellín (primer manual de literatura de autores extremeños y punto de partida obligado de cualquier estudio sobre escritores de la región), numerosas de autores clásicos y modernos en su Colección de Autores Extremeños y reediciones de títulos agotados.

En cuanto a los poetas, en esta década destacan los que comenzaron a surgir al final de los años 60: Jaime Álvarez Buiza, José Antonio Zambrano, Antonio Bellido, José María Pagador, María Rosa Vicente, Benito Estrella, Joaquín Calvo, José María Bermejo, Ángel Sánchez Pascual, José Miguel Santiago Castelo, Vicente Sabido, Gregorio González Perlado, Moisés Cayetano Rosado y Felipe Núñez. Son poetas distintos a los anteriores, pues tienen horizontes más amplios, mayor formación intelectual y un ambiente literario más activo. Muchos emigraron y, desde Madrid, han conseguido una proyección nacional en un corto espacio de tiempo.

 

Muerte de su hermano Juan

El año 1970 comienza fatalmente para Jesús Delgado Valhondo, pues el 5 de enero muere su hermano Juan. Su ánimo se hunde y sufre una fuerte depresión: «La muerte de Juan ha sido para mí un tremendo mazazo. No sé cómo voy a salir de ésta. Estoy hundido. La vida me acobarda. Cuando te crees que tienes algo de felicidad viene una cosa de éstas y te machaca el alma»confiesa a un amigo.

A pesar de todo, con el tiempo se sobrepone a su dolor y continúa su actividad literaria. Asiste al I Centenario del nacimiento de Gabriel y Galán, celebrado en Salamanca y Frades de la Sierra como poeta representante de Extremadura por mediación de José Ledesma, y participa en las actividades programadas. Meses después continúa con su actividad creadora y se encuentra escribiendo poemas de su siguiente libro, La vara de avellano, donde expone de una forma trascendente sus preocupaciones cotidianas.

A finales de 1970, se detecta en Valhondo un cansancio de la vida en la capital provinciana, motivado por la artificialidad de las relaciones humanas y su escaso horizonte cultural. Cinco años han sido suficientes para que se le quede pequeña la ciudad, pues ahora le encuentra grandes limitaciones y se siente angustiado en su círculo vicioso de amistades interesadas, rencillas, pasiones materiales, falta de cuidado del espíritu y de ejercicio de la crítica objetiva: «En las capitales de provincia está prohibido pensar. Pensar por cuenta propia. Hay que pensar por cuenta del que paga o del que manda»157. También le duele sobremanera la apatía y la falta de unión de los extremeños, incluso para defenderse cuando vienen de fuera a interferir en sus asuntos.

Sin embargo, continúa con sus relaciones exteriores, sus actividades literarias y su inquietud cultural158. En marzo de 1971, se encuentra esperanzado con el proyecto de creación de la Academia de Letras, Artes y Ciencias de Extremadura, porque cree que la región vive su mejor momento literario-artístico y que la Academia se opondrá a las «barbaridades, a que se derrumben murallas, a que se restauren mal los monumentos, que se publiquen libros que digan algo, que se honren a nuestros hombres, etc. etc.».

 

Relación con el Grupo Ángaro de Sevilla. Canas de Dios en el almendro

Por estas fechas, también comienza una relación estrecha con el Grupo Ángaro de Sevilla por mediación de su amigo Hugo Emilio Pedemonte, poeta uruguayo afincado en España al casarse con la poeta extremeña Eladia Morillo Velarde. Valhondo acaba de seleccionar los poemas de contenido religioso de sus libros anteriores y les ha puesto un nombre: Canas de Dios en el almendro, título que procede de esta reflexión: «El almendro es la adelantada de la primavera. Hay cosas que me alegran extraordinariamente: ver los almendros floridos cuando aún es invierno y la llegada de las cigüeñas (y de las golondrinas). El almendro es el árbol donde a Dios se le enredan las canas»159.

Poco después, el Grupo Ángaro le publicará en su Colección de Poesía esta antología de poemas (1971), que tienen en común la presencia de Dios, en forma de folleto y en edición limitada de tan sólo cincuenta ejemplares. Los poemas seleccionados pertenecen a La esquina y el viento, La muerte de momento, Aurora. Amor. Domingo, El secreto de los árboles y ¿Dónde ponemos los asombros?

Posiblemente, el libro no tuviera más finalidad que publicar en Ángaro y su contenido religioso se deba a que el director de la colección era sacerdote y este tema encajaba con el tono de las composiciones del resto de los poetas del grupo sevillano. También la muerte cercana de su hermano Juan pudo influir en la preparación de esta antología religiosa, donde Valhondo expone reunidos esos deseos imperantes de encontrar a Dios que se repartían dispersos en sus libros anteriores, la lucha espiritual entre la fe y la duda y la necesidad de hallar respuestas, ahora que la muerte lo había tocado tan próxima y dolorosamente.

No obstante, teniendo en cuenta el desencanto de su libro anterior ¿Dónde ponemos los asombros? por la pérdida de esperanza en Dios, podemos pensar que Canas de Dios en el almendro, tuvo su origen en un acto de contrición ante la necesidad espiritual del poeta de que sus dudas fueran comprendidas y perdonadas por la divinidad.

También Valhondo recibió críticas positivas por este librito, entre otros, de Lázaro Carreter: «Hay cosas mucho más trascendentales que ser académico. Por ejemplo, escribir algunos de los poemas de ‘Canas de Dios …’ «. Y José Miguel Santiago Castelo: «¿Cómo expresarte la sensación de paz y suprema exaltación estética que me ha dejado tu libro ‘Canas de Dios en el Almendro’? Es sencillamente maravilloso».

Poco después, es nombrado Delegado Provincial de la Asociación de Inválidos Civiles, dependiente del Ministerio de la Gobernación. En este cargo, tendrá la oportunidad de ejercitar su solidaridad y se volcará ayudando a los minusválidos. A la vez, crea en el Hoy una nueva sección titulada «¿Quién es quién en las letras extremeñas?»160, que incluye en su página literaria, llamada ahora «Arte, Letras y Cultura»161 y se compone de un breve comentario sobre la vida y la obra de un escritor extremeño.

Quizás este interés por destacar nuestros valores tenga su origen en la preocupación que, a comienzos de 1971, siente a causa de la actitud de algunos extremeños que, aparentando defender a Extremadura, sólo atienden a sus intereses personales. Esta postura mercantilista, ante el concepto del ser extremeño, irrita a Valhondo que, ante todo y sobre todo, tuvo a orgullo sentirse en cuerpo y alma de su tierra.

Esta actitud pesimista la provoca, además, que tenga problemas con el nuevo director del periódico Hoy. Sus quejas están justificadas, porque deja de llevar su página literaria; diferencias de enfoque sobre lo que debe ser un medio de difusión escrito, provocan que esté seis años sin llevarla, después de dar a conocer a escritores extremeños, españoles e hispanoamericanos, junto a numerosos comentarios de libros y noticias culturales, por medio de las que mantuvo viva la llama de la crítica literaria en nuestra región que, posteriormente, a nivel periodístico se apagó hasta hoy día.

 

Cerrada claridad. La vara de avellano

Mientras suceden estos hechos, sigue componiendo La vara de avellano, donde recoge su fuerte preocupación por la mediocridad de la vida provinciana y por la resignación que conlleva pues, aunque no estaba dispuesto a ceder, siempre caía en ella unas veces por conformismo y, otras, por evitar problemas que sin embargo minan su espíritu ante injusticias, actitudes y acciones incorrectas que ve y elude o calla162.

No obstante, intensifica su relación con el Grupo Ángaro por dos motivos: uno, la participación en Cerrada claridad163, antología monográfica de los veinte poetas que formaban el grupo sevillano, entre los que él se encontraba. Otro, la preparación de la edición de su siguiente libro de poemas La vara de avellano, cuya publicación tuvo que retrasarla un año y medio, porque el presupuesto de Ángaro se había agotado.

Mientras, su gran capacidad de trabajo le permite seguir con su febril actividad y, además, acudir gustoso a donde lo llaman a pesar de no encontrarse bien de salud, pues se le reactiva una antigua lesión pulmonar que, años después, provocará su muerte. No obstante, lo anima el hecho de que sus amigos de Badajoz se encuentren preparándole un homenaje nacional.

A principios de 1974, el grupo Ángaro le publica La vara de avellano, en el nº 40 de su Colección Poética, que era editada por la Editorial Católica de Sevilla. El contenido del libro muestra la enorme preocupación de Valhondo ante el peligro inminente de perder su dignidad humana y espiritual (que era lo único que le quedaba) antes de convertirse en un autómata sin conciencia, fe ni razón, en un mundo cada vez más enigmático donde Dios no se manifestaba ni el hombre actuaba de acuerdo con su condición humana ni su procedencia divina.

Este libro, que dedica al director del grupo sevillano, Manuel Fernández Calvo, también suscita comentarios loables, entre otros, de Juan Ruiz Peña: «Lo leí con emoción creciente y con el alma como susurrada y enternecida por ese ritmo de tu verso tan entrañado y personal, en suma ¡tan auténtico!». Y Antonio Buero Vallejo: «En ‘Su vara de avellano’ […] he podido apreciarle a Vd. como poeta. No lo conocía ¡son tantos! y, aunque parece imposible, siempre me asombra comprobar que muchos son buenos. Vd. está entre ellos».

Por estas fechas, Jesús Delgado Valhondo no deja de recibir reconocimientos. La comisión organizadora de la XXII Fiesta de la Poesía de Mérida acuerda dedicarle un homenaje y le ofrece esta edición. A su vez, la Sociedad del Liceo de su ciudad pone su nombre al Premio de Poesía que viene convocando en los últimos años. Y Hugo Emilio Pedemonte le pide que grabe en una cinta de cassette los poemas «La vara de avellano», «Álamos», «Tarde de domingo» y «Espíritu de árboles», para ilustrar una conferencia sobre poetas españoles, que va a impartir en Montevideo.

Además interviene en Madrid en el I Recital de Poetas Extremeños164, promovido por el Hogar Extremeño y la Asociación de Amigos de la Universidad de Extremadura junto a Lencero, Fernando Bravo, José Canal, Pureza Canelo y Santiago Castelo; Valhondo consiguió un gran éxito, por sus versos sentidos y su espontánea sinceridad. Desde los años 40, aprovechaba cualquier oportunidad para viajar a la capital y reunirse con los intelectuales del momento, ampliar sus relaciones e intercambiar impresiones con ellos, a través de las que estaba al día sobre la actualidad literaria y el panorama cultural del momento165.

No obstante, estas experiencias gratificantes sólo consiguen apartarlo momentáneamente de ese sentimiento de soledad tan arraigado desde siempre en su personalidad y que ahora se le acentúa con sus cotidianas decepciones.

Meses después, adquiere una casa en Santo Domingo de Olivenza, aldea a 25 kilómetros de Badajoz junto a la frontera portuguesa, donde convive con la gente sencilla del campo y con varios extranjeros que se han instalado allí, después de habitar en grandes ciudades como Nueva York. Valhondo compra la casa para apartarse de la ciudad cuando su ambiente provinciano lo ahogaba, y disponer de un ambiente más propicio para la creación poética, la meditación y el contacto con la naturaleza. En este retiro comienza a componer su libro cumbre, Un árbol solo, cuyo tema central gira en torno a la soledad, que ahora experimenta con mayor nitidez.

 

Cuentos y narraciones

En el verano de 1975, Valhondo publica su segundo libro de relatos, Cuentos y narraciones, en la editorial Extremadura de Cáceres. El libro, aunque tenía una extensión corta de sólo 80 páginas, logra llamar la atención sobre la relación estrecha entre su poesía y su prosa, ambas llenas de lirismo, sensibilidad, sugerencias veladas, delicadeza, ternura y humanidad muy personal.

La respuesta de la crítica fue positiva, como muestran estas palabras de Buero Vallejo: «He leído sus relatos y me gustan por su recóndita poesía, su humanidad y ese misterio que, a veces, los irrealiza y ahonda». Cuentos y narraciones tuvo también entre los lectores una gran aceptación, lo que llevó al autor a pensar en hacer una segunda edición pocos meses después de su publicación. La razón de este éxito se debe a la conexión que Valhondo consigue entablar con el lector a través de su palabra sincera: «Ni te conozco, ni te he visto y, sin embargo, a raíz de haber leído tus hermosos cuentos, ya es como si hubiésemos caminado juntos y bebido del mismo vino»166.

Cuentos y narraciones fue editado a expensas del autor para regalar a sus amigos y conocidos. Más tarde decidió enviarlo al Premio Nacional de Literatura, en su apartado de narraciones cortas, y estuvo a punto de ganarlo si no se lo impide la nula entidad de la editorial Extremadura. Por aquella época, en este premio influía mucho que las obras presentadas estuvieran avaladas por editoriales de prestigio y la citada era una simple imprenta. Así que perdió el premio, que se declaró desierto en aquella edición.

En 1975, Valhondo intuye la importancia del momento histórico a la muerte del general Franco y participa en actos donde se pedían libertades y cambios patentes en un sistema caduco. Por este motivo colabora en unas Jornadas poético-musicales, que la Sociedad «El obrero extremeño» de Almendralejo organiza, convocando a músicos y poetas. Esta experiencia que, además de reivindicar derechos individuales y colectivos, descubrió nuevos valores, se repitió en numerosos pueblos de nuestra geografía durante varios veranos, a pesar de los obstáculos interpuestos por autoridades e instituciones, que veían en aquellas manifestaciones fantasmas revolucionarios167.

 

Atracción por la política

Los acontecimientos de este año, claves en la historia de nuestro país, despiertan en Valhondo su antigua tendencia política liberal y se afilia a Izquierda Democrática, partido de la democracia cristiana de Ruiz Jiménez, con quien en 1977 interviene en la campaña política para las primeras elecciones libres de la nueva democracia.

Pero la campaña de Valhondo no es la de un político al uso, cuyo único objetivo es el partido y su medro personal, pues actúa como un político en teoría pero se comporta como un poeta: «Yo no tenía ambiciones políticas. Lo único que me hubiera gustado era […] emplear el arma de la política como medio para promocionar la cultura del país. […] La política fue para mí como un intento de encontrar esa segunda personalidad que todos llevamos dentro. Yo he disfrutado saliendo de casa cada vez que daba un mitin en un pueblo. De verdad, hablando desde la tribuna ante varos cientos de personas, me desbordaba […]. Además, siempre llevaba un poema que había escrito sobre Extremadura, y que leía en cada uno de los actos. No sé, quizás era un intento de poetizar un poco la política. Pienso que esta actividad se debe poetizar, por cuanto ésta necesita elevarse, sublimarse y a la poesía muy pocas cosas o nada pueden degradarla. Convertiríamos así la política en algo auténticamente bello»168.

Por estas fechas vuelve a llevar su página literaria en el periódico Hoy, desde donde sigue combatiendo en el terreno literario y revitalizando la crítica tan falta de visiones objetivas que clarificaran el panorama cultural de Extremadura, a veces por medio de la polémica. Esta actitud inconformista, sin embargo, alentaba a los escritores jóvenes169 y, sin proponérselo, se convirtió en un patriarca en quien encontraban refugio y aliento: «Tú has sido el padre espiritual de muchos y el hermano mayor de todos170.

Además, interviene en un proyecto que acariciaba desde hacía años: la creación de una colección de libros, que verá la luz en la editorial Esquina viva de Badajoz. Participa con otros poetas en el Recital hispano-luso, celebrado en la Casa de la Cultura de Badajoz, que resultó polémico por sus denuncias contra el poder. Proyecta, junto a Ángel Sánchez Pascual, publicar una historia de literatura extremeña actual.

Por estas fechas, la A.N.I.C. va a desaparecer; la situación de los inválidos era preocupante, porque iban a perder el empleo. Valhondo va a Madrid, habla con el Ministro de Sanidad, el extremeño Enrique Sánchez de León, y consigue que mantengan los puestos de trabajo; entonces, deja el cargo. En agosto de 1976, cada vez más comprometido con Extremadura e inmerso en su paisaje, lanza un lamento lírico contra la destrucción a la que está siendo sometida la encina por la tala indiscriminada, que realizan los agricultores ante la desidia de la Administración171.

 

Ayer y ahora

En 1978, Universitas editorial de Badajoz le publica otro libro de relatos, Ayer y ahora que, de nuevo, vuelve a despertar admiración por esa combinación original de prosa y poesía que consigue obtener fácilmente, cuando describe la realidad desde el otro lado de la frontera que la separa de lo mágico y lo misterioso: «Le felicito por la aguda visión de esa realidad, por ese saber sacar de cosas menudas una gran poesía. En muchas se adivina una extraña experiencia que, sin serlo directamente, se diluye en recuerdos, conversaciones oídas, pequeñas tradiciones. Todo lo que se refleja en sus páginas, que tienen un amargo regusto de realidad vivida»172.

Por estas fechas realiza un viaje a Madrid, que necesita para oxigenar su ánimo con el ambiente literario de la capital: «He pasado las vacaciones en Madrid quitándome la morriña y el polvo provinciano que cada día me cubre más y más. El día menos pensado me entierra definitivamente. O me ahoga». De todas formas este desánimo no le impide publicar en una sección titulada «Encuesta sobre Extremadura»173, que incluye en su página literaria del Hoy, las respuestas de destacadas figuras de las letras extremeñas, a preguntas donde indaga sobre la identidad de su región porque, como declaró en su artículo «Cimas extremeñas», «quería saber la raíz de su existencia»: 1ª) ¿Qué es Extremadura? 2ª) ¿Existe una cultura extremeña? 3ª) ¿Qué opinas sobre la autonomía extremeña en relación con la Cultura? 4ª) ¿Qué harías para elevar el nivel cultural de los extremeños?.

El objetivo de esta encuesta es conseguir una definición de Extremadura, comprobar en la práctica la existencia de una cultura propia y conocer sus necesidades culturales y las formas de elevar su nivel para, más tarde desde la política, iniciar un proceso hacia un resurgir cultural que situara a la región a la altura de las más avanzadas del país.

 

Premio de Poesía Hispanidad

Valhondo va a terminar el año 1978 con dos reconocimientos. Es homenajeado en Almendralejo y se le concede el Premio de Poesía Hispanidad por un poema extenso titulado «Canto a Santa María de Guadalupe como Reina y Madre de la Hispanidad»174, en el concurso literario convocado por los Caballeros de Santa María de Guadalupe, con motivo del Cincuentenario de la coronación de la Virgen como Reina de la Hispanidad.

Valhondo se sorprende de la impresión positiva que produce este premio en la gente, aunque confiesa que se siente dolido porque «Parece como si este premio marcase un nuevo horizonte en mi camino. Yo que he publicado doce o catorce libros y que lo que me ha valido para darme a conocer entre nuestros paisanos haya sido este Premio de la Hispanidad».

 

La jubilación. Entre la hierba pisada queda noche por pisar. Un árbol solo

El año 1979 comienza para Jesús Delgado Valhondo con una cruda realidad: su jubilación, que se hace oficial el 19 de febrero, cuando cumple 70 años de edad y 45 de servicio docente. Esta frontera artificial, impuesta por frías leyes, le resulta dolorosa por tener que apartarse de su vocación y de sus alumnos, a los que había entregado muchos años de su vida y había aprendido a entender y apreciar. Además, la jubilación para él suponía convertirse en un estorbo175 y agotar la penúltima etapa de su vida, imaginada por él como la antesala de la muerte que, tan presente siempre, ahora se le hace más cercana.

Pero sus amigos y conocidos, que lo apreciaban sinceramente, no estaban dispuestos a que se sintiera acabado y le conceden varios reconocimientos («Importante de Extremadura», «Carnet democrático del Pueblo Extremeño», homenaje nacional), que le ayudaron a superar el trauma y no caer en la nostalgia y la melancolía.

Además le publican dos libros de poemas: el primero será una antología titulada Entre la hierba pisada queda noche por pisar, editada por Universitas a mediados de 1979. El libro lleva un prólogo de Eugenio Frutos, que es el mismo de la Primera antologíaEntre la yerba … incluye una selección de 84 poemas de El año cero, La esquina y el viento, La muerte de momento, “Canto a Extremadura”, La montaña, Aurora. Amor. Domingo, ¿Dónde ponemos los asombros?, El secreto de los árboles La vara de avellano, es decir, de sus libros de poesía publicados hasta aquel momento, excepto Hojas húmedas y verdes.

También de esta antología recibirá críticas gratificantes de Ramón de Garciasol: «[…] Pero el mayor homenaje -por duradero y sin trampa- es esta preciosa antología, donde es un gozo volver a encontrarse con poemas que el tiempo no ha desustanciado». Y Leopoldo de Luis: «¡Qué hermoso conjunto de entrañada poesía, donde la voz que sale honda se comunica vivamente con las cosas, con la vida real!».

El segundo libro es Un árbol solo, publicado a final de 1979 por la Institución Cultural Pedro de Valencia de la Diputación Provincial de Badajoz. Un árbol solo es el libro que más apreciaba Valhondo de entre todos los de su obra lírica, porque es una síntesis que repasa y resume íntegramente su vida espiritual, las razones y las justificaciones de su fracaso y la situación de apatía y desencanto espiritual en que vive. Además, en Un árbol solo, Valhondo pone todo su intimismo, todo su ímpetu y toda su sinceridad al servicio de su poderosa capacidad creadora para dejar constancia de su indefensión, su angustia y su soledad ante un Dios que no se manifiesta, un ser humano repleto de imperfecciones e intereses personales y un mundo incomprensible.

Las críticas, que fueron numerosas y laudables, supieron reconocer las cualidades espirituales y líricas de este libro. Como muestra escogemos las realizadas por Jorge Guillén: «Un árbol solo. Árbol que usted no deja a solas. Todo un mundo, el de usted -es decir- el del hombre- lo acompaña». Francisco Induráin: «[…] su poesía tiene voz muy propia, sin recursos de recetario ajeno, y esto es mucho y raras veces logrado. Hay un hondo sentir, humano, con toda la problemática e inquietudes. Por ahí, debe ir la mejor lírica». Ricardo Senabre: «Un árbol solo es un espléndido y conmovedor discurso […] que le deja a uno un hormigueo de inquietud, por su apasionamiento, por su impresionante sinceridad». Y José Manuel Blecua: «Excuso decirle con cuánto fervor he leído su libro, tan transido de recuerdos y olvidos […] he encontrado versos espléndidos y un estupendo aliento poético».

Estos extractos de cartas constituyen sólo una muestra de las recibidas por Valhondo, que están llenas de comentarios objetivos y sinceros de su nuevo libro, indicativos de que ha llegado a su madurez lírica y a su plenitud poética; él mismo aseguraba haberlo sentido.

El impacto a nivel nacional, que produjo Un árbol solo, se vio reflejado en la impresión positiva que produjo en Madrid, al quedar finalista del Premio Nacional de Literatura en su apartado de poesía: «En círculos culturales y poéticos de Madrid tu nombre brilla como una estrella viva. He gozado y he sido muy feliz al oír que estuviste a un centímetro de ganar el Premio Nacional de Poesía»176.

Valhondo vive, en esta época, los momentos más emotivos de su vida porque se siente reconocido y querido, humana y líricamente: «Hablar de Jesús Delgado Valhondo es hablar del mejor poeta extremeño y de uno de los mejores poetas de España; no arriesgo un juicio personal, porque conocedor y amigo personal de los viejos poetas de la Generación del 27 aún vivos (Gerardo, Guillén, Aleixandre) o de la del 36 (Rosales, Ruiz Peña por poner algún ejemplo) estos todos repitieron este juicio, que supone el mejor espaldarazo»177.

El respeto y la admiración hacia Valhondo se observa, además, en el interés que tienen sus amigos por difundir su obra, incluso, fuera de España: Santiago Castelo, en Bulgaria; Francisco Lebrato en Suiza e Italia y José López Martínez, en Méjico178.

 

Actividad política

Llega el año 1979 y Jesús Delgado Valhondo intervine en la campaña política con la Unión de Centro Democrático -UCD-. En las elecciones municipales es elegido concejal, teniente de alcalde y presidente de la Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz. Su actitud política fue definida acertadamente por Manuel Pecellín cuando dijo: «Concejal ingenuo de la UCD. Sus únicas preocupaciones son las culturales y, ante todo, conseguirle una calle a Díez-Canedo: […]. Más de una vez la débil mayoría (14/13) quedó rota por su voto indisciplinado»179.

Es cierto, su preocupación cultural estaba por encima de los intereses políticos de su partido: «Como concejal de Cultura me interesa muchísimo un homenaje al libro. La cultura está en leer, empezando por la Educación Primaria, donde debe enseñarse al niño no sólo a leer, sino a saborear lo que lee».

Antonio Bellido reflexionó agudamente sobre lo que es un político y cómo encajaba Valhondo en este concepto, y no lograba verlo en el papel de político tradicional, sino de hombre-poeta con unas razones espirituales y solidarias, que se basaban en su acentuada humanidad y en sus sinceros deseos de contribuir a la construcción de un mundo más humano, pasando por la elevación cultural de su tierra y de sus gentes180.

Bellido acertó en su juicio pues Valhondo fue un poeta que, disfrazado de político, soñó en un mundo realmente mejor, sin utopías y románticamente se entregó a la difusión de esta teoría natural y humana allí donde quisieron y supieron escuchar el contenido de su mensaje sincero, que frecuentemente adornaba con textos líricos: «Yo no soy un hombre político. Mi misión se limita a llevar el latir de la gente de la calle hasta el Ayuntamiento de Badajoz». Con razón, Hernández Sito, compañero de campaña electoral, definió los mítines de Valhondo como «Juegos florales políticos».

Por estas fechas (final de 1979) se encuentra pletórico en el cénit de su creación poética, porque es reconocido a nivel nacional por ser el autor de una poesía singular, que no ha cedido ni un ápice de su personalidad. Pero, también, se siente profundamente herido, porque está comprobando que la ambición política anula los sentimientos del ser humano en el que, hasta entonces, había creído. Por esta razón, comienza a apartarse de esta actividad y se distrae componiendo letras de canciones para el grupo folk extremeño Adarve e, incluso, confecciona la letra de un himno para Extremadura.

 

HISTORIA Y LITERATURA EN ESPAÑA Y EXTREMADURA DE 1980 A 1993

La situación, en España, al comienzo de la década es preocupante. El gobierno de la UCD se muestra cada vez más agotado, sube el paro y la inflación, las luchas políticas dan lugar a que el partido del gobierno se desmembre por medio de un transfuguismo vergonzante y la situación económica es deplorable. En este ambiente caótico, se produce un intento de golpe de estado el 23 de febrero de 1981, abortado por el rey Juan Carlos I que se inclinó por la democracia.

En las elecciones de 1982 gana el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), que ocupa el poder durante toda la década. En 1982, España ingresa en la OTAN y, en 1986, en la Comunidad Económica Europea, con lo que afianza su prestigio en el exterior. La crisis es superada, aunque persiste el desempleo y una desmoralización creciente invade el país, ante el hecho de que no se producen los cambios anunciados por el gobierno con la rapidez y la eficacia deseada.

De todas formas, en los años 80, la democracia se consolida después del intento de golpe de estado. La crisis económica de comienzos de la década da paso a una época de auge económico, que culminó en acontecimientos históricos como la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética y su bloque. Estos hechos de especial relevancia suscitaron, a nivel mundial, la esperanza de conseguir un mundo mejor, pero otros acontecimientos gravísimos como por ejemplo los provocados por los nacionalismos, que produjeron conflictos civiles por doquier, dieron al traste con esta ilusión.

Los poetas más representativos, a nivel nacional, son los mencionados en la década anterior: Gimferrer, Montalbán, Sarrión, Foix, José María Valverde, Félix Grande, Luis Antonio de Villena y Antonio Colinas. Sus características líricas no han variado sustancialmente con respecto a las apuntadas anteriormente.

En Extremadura, durante esta década, comienza a publicar los poetas más jóvenes nacidos entre 1954-1961: Luciano Feria, José Manuel Fuentes, José Luis Bernal, Diego Doncel, Ángel Campos, Pilar Fernández, Antonio Pacheco, Álvaro Valverde, Felipe Núñez, Carlos Juan Medrano, Rosa María Lencero, Manuel Carrapiso, Carlos Marsal, José María Lama, María José Flores y Felipe Muriel, entre otros. Son poetas que empezaron a crear a finales de los años 70 y se vieron influidos por las circunstancias adversas del entorno. Ante él, expresan con desencanto lo que sienten, adoptando una postura escéptica ante el mundo y la realidad, que los lleva al intimismo y a una expresión irracional, muestra del desequilibrio espiritual que padecen.

De ahí que se produzca una vuelta a la rehumanización, al equilibrio de la tradición y la renovación y a nuevos enfoques, cuando tratan temas como el paisaje y el amor. Es un grupo de poetas, que han desechado basar su poesía en valores regionales y, por el contrario, hacerlo en los nuevos planteamientos líricos, adaptados a ideas más universales y de acuerdo con el presente. Sus puntos de referencia son los poetas Claudio Rodríguez, G. Carnero, Gimferrer o A. Colinas y han olvidado a los de generaciones anteriores a éstos.

En los años 80, las Diputaciones de Cáceres y Badajoz (crea la revista Alor novísimo; en su etapa anterior se tituló Nuevo Alor); la Junta de Extremadura con su Editora Regional, fundada en 1984; las iniciativas particulares como por ejemplo la de Juan María Robles, editor de los Cuadernos Poéticos Kylix, que comienzan su andadura en 1984, o de mecenazgo como la de Bartolomé Gil Santacruz, han animado el panorama literario de Extremadura, aunque se hubiera necesitado una oferta más amplia para difundir en todo el país las innumerables creaciones líricas surgidas en la década.

Mientras esperaban los cambios necesarios, los poetas se decidieron por la participación en los numerosos premios literarios instituidos en la región (ResidenciaRuta de la PlataCiudad de BadajozJesús Delgado Valhondo, ConstituciónVargas Cienfuego) como único medio de darse a conocer y de publicar. Por esta razón, se ha denominado a estos poetas “la generación de los premios o concursos”. Fuera de la región, algunos poetas extremeños como Félix Grande, Pureza Canelo, Sánchez Pascual, J. María Calles y Diego Doncel, obtuvieron premios de la categoría del Adonais.

El cambio esperado comienza a notarse cuando es creada la Universidad de Extremadura y su Facultad de Filosofía y Letras y empieza a dar sus frutos la tarea docente de sus profesores entre los que destacan Ricardo Senabre, Juan Manuel Rozas y las nuevas promociones en las que se encuentran Gregorio Torres Nebrera, Jesús Cañas, José Luis Bernal, Miguel Angel Teijeiro, Antonio Salvador y Miguel Ángel Lama. que promueven y participan en actividades, y continúan profundizando en el estudio de la literatura de escritores extremeños, como autores o promotores de trabajos de investigación, memorias de licenciatura y tesis doctorales que, poco a poco, van sacando a la luz autores y obras de nuestro pasado y nuestro presente cultural y literario.

Este laudable esfuerzo ha producido un nuevo dinamismo en el ambiente poético,  pues la mayor parte de los poetas jóvenes han estudiado o se han relacionado con la Facultad de Letras y se han visto influidos positivamente por el magisterio de los profesores citados o por la actividades propiciadas, protagonizadas o alentadas por ellos y otras como el Aula de Poesía llevada por Ángel Sánchez Pascual y los premios Residencia que ayudaron a moldear esta nueva sensibilidad.

En torno a esta institución, surgirán numerosos acontecimientos culturales como coloquios, aulas de poesía («Juan Manuel Rozas»), recitales, congresos de escritores, revistas (GayineroAlminarAguas VivasMelquiadesAnaquelGáliboResidenciaOropéndolaEspacio/Espaço Escrito), la editorial La Encina y la colección de narrativa que editaba la novela ganadora y la finalista del Premio de Novela Corta de Cáceres, patrocinado por la Facultad de Filosofía y Letras e impulsado por Ricardo Senabre.

También es necesario incluir en el ambiente cultural de esta época las actividades promovidas por la Asociación de Escritores Extremeños en los años 80 y 90: presentaciones de libros, organización de Congresos de Escritores, edición de la revista El espejo y la creación de varias Aulas Literarias situadas en los focos culturales más activos de la región: Enrique Díez-Canedo en Badajoz; José María Valverde en Cáceres; Jesús Delgado Valhondo en Mérida y el Seminario Humanístico de Zafra, que están acercando a nuestra tierra a los escritores de renombre nacional y regional, en colaboración con los centros de enseñanza secundaria de los lugares citados.

Además es justo citar la actividad literaria y poética desarrollada en centros de enseñanza de nuestra región que ayudan a crear un ambiente propicio para la creación literaria a través de concursos literarios de prosa, verso y cuentos, publicaciones periódicas (boletines, periódicos y revistas) con secciones poéticas, o la edición de libros de poemas y su presentación con montajes sobre nuestra poesía y nuestros poetas181.

En Mérida, el Festival de teatro clásico, que programa obras durante los meses de julio y agosto, conferencias y coloquios; el Festival de teatro de Alcántara (Cáceres), la representación de El alcalde de Zalamea en Zalamea de la Serena (Badajoz) y la celebración de Congresos de Escritores Extremeños (el primero celebrado en 1980) completan el ambiente de la cultura extremeña de esta década.

Los años 90 comienzan con una mejora económica, que lleva a los gobiernos europeos a actuar alegremente y a endeudarse para conseguir lo que llaman “la sociedad del bienestar”. Hacia 1992, esta actitud despilfarradora produce una grave crisis mundial y drásticos recortes en el gasto y las inversiones, lo que desemboca en un preocupante aumento del desempleo, un malestar social y un agudo desencanto.

En el primer lustro de la década de los 90, una crisis económica de gran magnitud afecta al mundo: aumentan las desigualdades, el hambre, la violencia, el racismo y las guerras. La pérdida de valores y la desidia invaden la sociedad española, que se ve arrastrada por la publicidad, las multinacionales y la llamada “cultura del pelotazo”, que lleva a algunos a un enriquecimiento económico rápido sin riesgos y sin merecimientos.

En la poesía de finales de los años 80 y primeros de los 90, conviven cuatro generaciones: la primera (su punto de referencia es José Hierro) y segunda de posguerra (Gil de Biedma, Francisco Brines, Caballero Bonald, Ángel González, Claudio Rodríguez y José Ángel Valente), la llamada Generación de los 70 o de los Novísimos (Gimferrer, Antonio Carvajal, Antonio Colinas y Antonio Martínez Sarrión) y la Generación de los 80 (Luis Alberto de Cuenca, Felipe Benítez Reyes, Luis García Montero y Jon Juaristi)182.

La poesía de esta época refleja el caos mencionado en forma de poemas extensos, aparentemente sin rumbo, que se caracterizan por el desuso de la rima y la métrica; la falta de ritmo interior, la exposición narrativa-descriptiva, los sentimientos contradictorios y el estilo impersonal (producto de la presión exterior y de la falta de identidad). Los poetas jóvenes son los citados en la década anterior, aunque de momento no pueden ser definidos nítidamente por falta de perspectiva.

 

La decepción

En 1980, Valhondo asiste al Congreso Mundial de Poesía celebrado en Madrid, donde coincide con poetas españoles, ingleses, indios, coreanos y queda gratamente sorprendido porque «me emocionó mucho saber que la poesía tiene las mismas constantes en cualquier parte del mundo»El hecho que más le agradó fue comprobar que, en realidad, existía una voz común que unía a todos los seres humanos: «Las palabras del corazón son entendidas por todos. Las palabras del corazón pertenecen a un idioma universal»183.

Pero, a pesar de estos hechos, el año 1980 será para Valhondo una época de decepción humana y política: las previsiones utópicas, que se había formado un año antes en su ánimo sin dobleces, decididamente dispuesto a cambiar el ambiente cultural de Badajoz, se ven truncadas por las zancadillas políticas de sus mismos compañeros, que lo llevan a presentar su dimisión como Presidente de la Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz.

Desde entonces, comienza a visitar con frecuencia la aldea de Santo Domingo de Olivenza y la casa que le sirve de retiro para curar sus aflicciones humanas y sus dolencias físicas. Ahora, más que nunca, necesita reencontrarse con su conciencia y con su soledad, pues los hechos sólo consiguen desilusionarlo: su afán por conseguir del ayuntamiento de Badajoz el reconocimiento de Díez-Canedo («el intelectual más importante nacido en Badajoz durante su historia«, aseguraba) se ve obstaculizado por la cortedad de miras de las políticos que regían los destinos de la capital. Esta actitud de ceguera cultural lo llevan a decepcionarse de tal manera que, incluso, piensa en marcharse de Badajoz.

No obstante, cuando se encontraba en tal estado de postración, se produce otro reconocimiento, que viene del Consejero de Cultura de la Junta de Extremadura, Tomás Martín Tamayo, quien lo nombra asesor de dicha institución. Entonces en Valhondo renace la ilusión de retomar su vieja idea de luchar por la cultura extremeña y de continuar con su actividad: en la revista Alminar de Badajoz crea una sección que titula «Al margen»184, donde publica una relación de pensamientos, tipo greguerías, que muestran unas veces en un tono desenfadado otras, filosófico, su carácter reflexivo y observador y su desencanto: «Tradujo mal y le nació un poema». «Saltó a la comba del horizonte y se dio de bruces con el cementerio de su pueblo». «Picasso pintó una cabra y le salió una radiografía de una prostituta que había vivido en Egipto hace cinco mil años».

 

Mérida, capital de Extremadura. Retiro de la política

A finales de 1981, los políticos de Badajoz y Cáceres se encontraban enzarzados en una violenta discusión sobre la capitalidad de la Autonomía Extremeña y estaban dispuestos a crear una nueva escisión repartiéndola entre las dos capitales. Entonces, Valhondo recuerda la necesidad de lirismo que tiene la política en ocasiones como ésta, cuando se debe ser menos interesado y más generoso atendiendo al bien común: «El empleo inmoderado del lirismo -como de cualquier otra cosa- lleva al énfasis, al relumbrón. […] A mí, particularísimamente, personalísimamente, me están haciendo mucha gracia las reuniones y bla, bla, bla sobre esta sufrida y maltratada tierra. Y me hace gracia porque sé que daño pueden hacer poco o nada. Cada cual se erige en jefe y a defender Extremadura como si estuviésemos en las últimas. Hace muchos años que pensé: Extremadura, una. Después he caído en la cuenta de que, en efecto, Extremadura es una con dos provincias: Cáceres y Badajoz. […] Yo creo que es igual que sean dos, tres o cuatro. Lo que hay es que echarle mucho lirismo. ¡Muchísimo lirismo! Y, parodiando la frase, diremos que más vale amarse en dos provincias que no odiarse en una sola»185.

Ante esta lamentable situación, Valhondo defiende con un fuerte compromiso personal una solución equilibrada que no perjudicara a ninguna de las dos provincias, pues deseaba que «Extremadura dejará de ser dos provincias que, además, se dan la espalda». Por este motivo,  apoya incondicionalmente a los que deseaban evitar esta nueva división concediendo a Mérida la capitalidad autonómica por su pasado histórico, su prometedor futuro, su situación geográfica y, principalmente, por su capacidad de unión de las dos provincias186.

A principios de 1982, su euforia política ha desaparecido: en la Consejería de Cultura tampoco encuentra apoyo a sus proyectos y, además, el ambiente cultural de Badajoz languidece. Valhondo sufre una fuerte crisis, que le produce el desencanto de creer en los hombres, y la realidad convencerlo de lo contrario187. Los obstáculos que, desde dentro de su partido, le interponen eran debidos a su carácter rebelde en defensa de la verdad, aunque fuera en contra de sus correligionarios: «A mí nadie me ordena ni me impone lo que tengo que votar […]. En política siempre estoy en la oposición». Jesús Delgado Valhondo es un estorbo para todos, porque lo es la verdad cruda y dura que defiende: «Ser sincero es lo peor que le puede pasar a un hombre español», aseguró convencido.

Por esta razón, desea estar solo, alejado de todo aquello que únicamente le produce insatisfacciones muy dolorosas. Este desencanto es comprensible en un poeta humano como él, pues la búsqueda de Dios, que aún no ha abandonado, pasa por el encuentro y la comprensión del hombre, “su obra más perfecta”; constatar que en el ser humano no existe perfección alguna, suponía dudar de la perfección de Dios y de la propia. Esta conclusión supuso para Valhondo la decepción total e irreversible188.

 

Inefable domingo de noviembre e Inefable noviembre

 A pesar de su decepción, Valhondo sigue creando y, en marzo de 1982, Inefable domingo de noviembre es publicado por la Institución Cultural El Brocense de Cáceres. El  coordinador de esta edición fue Ángel Sánchez Pascual, a quien Jesús Delgado Valhondo había enviado el libro nada más terminarlo. Éste, antes de saber que iba a ser publicado en la capital cacereña, lo mandó al Premio de Poesía Bahía de Algeciras (Cádiz), donde se le concedió un accésit y fue editado en la Colección del mismo nombre con el título de Inefable noviembre a finales de 1982 con una tirada de 500 ejemplares.

Por esta razón, este poemario tiene dos ediciones. Sin embargo, la edición que Valhondo consideraba auténtica era la realizada en Cáceres porque, aunque peor publicada, la había preparado él mismo. La doble edición produjo una polémica, porque los organizadores del Premio Bahía acusaron a la institución El Brocense de haberse apropiado de un libro, que consideraban suyo al concederle el accésit.

Inefable domingo de noviembre e Inefable noviembre son libros que recogen el delicado momento emocional de melancolía por el que atraviesa el poeta, arrastrado por la decepción que le producen los hechos vividos dolorosamente. El alejamiento de todo y de todos, la reciente jubilación, la decepción vivida y el refugio único en su soledad que no le satisface totalmente lo llevan a que note con más nitidez la acción demoledora del tiempo, ahora que se encuentra en una edad avanzada y, en un momento, que no tiene apoyos de ningún tipo (los del cielo hace ya tiempo que los perdió y los de la tierra acaba de perderlos definitivamente).

 Inefable… será la descripción de su gris estado espiritual en un mundo nebuloso, triste y frío como los melancólicos días de noviembre con sus presagios de muerte. De ahí que un crítico asegurara que Valhondo «escribió este libro como si fuera el último».

La buena impresión que produjo Inefable… se refleja en estas muestras de las  críticas alentadoras, que recibió Valhondo de Ricardo Senabre: «He pasado unas horas maravillosas, leyendo y releyendo tus poemas. Si me dejara llevar, te diría que hay en ellos auténtica magia». Cristóbal Cuevas: «Otra vez he podido paladear sus versos, que arrancan de las raíces de su ser de hombre, y logran siempre conectar con las raíces más hondas y entrañables de sus lectores». Y Lázaro Carreter: «Mil gracias por tu libro. El cual me confirma en lo que sé desde hace muchos años: que eres uno de los diez primeros poetas españoles, aunque la sociedad anónima (pero con nombres) de las letras no te otorguen esa cotización».

A mediados de julio de 1982 sale la segunda edición de Un árbol solo,  publicado por la Institución Cultural Pedro de Valencia de la Diputación de Badajoz. Valhondo califica este poemario diciendo «es el poema más limpio y sincero y vero que he hecho en mi vida».

Los buenos resultados de estos libros consiguen que vuelva a desarrollar una inusitada actividad. Es vicepresidente del II Congreso de Escritores Extremeños y se le dedican dos comunicaciones189. Clausura el aula poético-literaria de la institución cultural El Brocense con una lectura poética en el auditorio del complejo cultural San Francisco de Cáceres. A lo largo del año, publica en las revistas Litoral de Málaga y Gemma de Aranguren (Vizcaya). Y participa en el aula poética de Plasencia, organizada por Sánchez Pascual, junto a Pureza Canelo, Manuel Pacheco y José María Bermejo.

A la vez, sigue recibiendo opiniones sobre Inefable… en el mismo tono que las anteriormente citadas. No obstante, esto no oculta una realidad evidente que Hugo Emilio Pedemonte, por estas fechas, denuncia: la dificultad que tiene Valhondo para publicar y hacerlo en la región. Pedemonte critica una verdad (constatada desde que Valhondo publica su primer libro en Alicante), que resulta muy significativa: la falta de editoriales extremeñas con interés en proyectar a un poeta de calidad y la escasez de medios dedicados a la cultura. La situación de penuria, que demuestran estos hechos, es la que critica el poeta uruguayo con toda la razón pues, por estas fechas, Valhondo tiene preparado un nuevo libro de poemas y, sin embargo, no logrará publicarlo.

El resto del año 1983, lo pasó alejado de los círculos políticos y literarios190. Aún no se ha recuperado de los resultados humanamente lamentables de su etapa política, en la que no le permitieron realizar sus proyectos. Su desánimo se detecta incluso en un viaje que, por estas fechas, realiza a Madrid, en el que se limita a conocer a su nueva nieta y a pasear a su aire por la capital sin interesarse, como en otras ocasiones, por sus amigos escritores con los que le gustaba intercambiar impresiones sobre la literatura y su ambiente. Por estas fechas declara: «Salgo poco. Me meto en casa y me encuentro agustísimo. Me encanta salir solo -conmigo mismo-«.

 

Época de misticismo

Este aislamiento de su entorno social provoca que Jesús Delgado Valhondo profundice en su interior y vuelva a pasar por una época de crisis religiosa, provocada por las imperfecciones humanas y por Dios que sigue sin responder a sus dudas existenciales. De ahí que, en esta época, esté suscrito al Boletín del Militante del Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad y realice algún que otro ejercicio espiritual, más que por confianza en la eficacia de estas actividades espirituales, para buscar a Dios con todos los medios a su alcance.

Así, el año 1984 es una época de recogimiento, que se puede calificar como una etapa mística: soledad, deseos de llegar al encuentro con Dios y retiro a su casa de la aldea («Esta aldea es la paz en superlativo»), donde corrige y termina Los anónimos del coro191 y doce sonetos, que incluirá en  Ruiseñor perdido en el lenguaje, con el título de «Poemas de amor para la muerte». En este año, tan sólo tenemos noticias de que publica en las revistas Alor novísimo de Badajoz y en el diario Informaciones de Madrid, muestra de que ha descendido su interés por difundir sus últimas creaciones.

En 1985, Valhondo es incluido en ¿Quién es Quién en Poesía? Antología poética de España e Hispanoamérica192, en la que publica dos poemas («El tonto del pozo» y «Un árbol en la orilla») y aparece junto a 200 poetas españoles e hispanoamericanos, de los cuales ocho son extremeños. La inclusión en esta antología supuso para Valhondo un reconocimiento, que fue redondeado por la opinión de Juan Manuel Rozas, que lo calificó como «el mayor poeta que tenemos»193.

 

Abanico

En marzo de 1985, se encuentra preparando la edición  de un libro de poemas de diversos poetas que en versos transmiten su visión lírica de Mérida. Abanico, que así se llama el libro, no será publicado hasta un año después. El mismo Valhondo, autor de la recopilación y del poema «Plaza de Mérida», cuenta en el prólogo cómo logró confeccionarlo: «Hace mucho tiempo [en 1974] envié a varios poetas amigos míos fotografías de diversos monumentos emeritenses para que al dorso escribiesen un poema […]. Estos envíos los hacía de tarde en tarde. Y de tarde en tarde los iba recibiendo».

En el verano de 1986, aparece Abanico, editado por el Patronato de la biblioteca municipal de Mérida y dedicado al alcalde de la ciudad, Antonio Vélez: «Le entregamos estos poemas a Antonio Vélez por la sencilla razón de que es el alcalde de Mérida, es mi alcalde porque Mérida es mi pueblo; es mi amigo, me honra con su amistad; además, es mi paisano. El ciudadano ahora número uno por ser precisamente el alcalde del pueblo que más quiero».

 

Cuentos

Al final del verano de 1986194, Valhondo publica Cuentos, su tercer libro de narraciones, editado en Badajoz por la Diputación Provincial en el número 1 de la Colección Narrativa y con dibujos de Bernardo Víctor Carande. Cuentos es un librito de 70 páginas, en el que el autor muestra sus excelentes condiciones para los relatos, mitad prosa mitad poesía, concisos y líricos, enternecedores y profundos: “Jugaba con piedrecitas: chinas blancas, rojizas, parduzcas, como los ojos del gato; azules como trocitos de cielo para pendientes de hadas;  […] Hacía puentes, castillos algunas veces de barro; otras, de viento”195.

A través de historias sencillas, aparentemente de niños, llama la atención sobre detalles, que se pasan por ser, para los mayores, insignificantes y, sin embargo, forman parte de nuestro mundo, en el que mezclamos frecuentemente la realidad con nostalgias del niño que no hemos dejado de ser. Esto lo conoce y comprende Valhondo muy bien y así lo presenta en una mezcla humana y lírica de poeta, narrador y niño grande: “Me encuentro, cada vez que subo al desván, en otra parte del mundo. Una parte que ha huido para refugiarse entre cosas inútiles. Abrir un viejo baúl es descubrir un tesoro de cuentos. Un día encontraré una bolsita, de las que llaman de Judas, llenas de monedas de cobre. Con una de ellas, la mayor, se va a hacer mi padre un colgante para no sé qué”196.

 

Ruiseñor perdido en el lenguaje

En febrero de 1987, Juan María Robles Febré, sacerdote-poeta, en el número 2 de su Colección Cuadernos Poéticos Kylix, le publica Ruiseñor perdido en el lenguaje con una tirada de 250 ejemplares y tan sólo 32 páginas.

El librito se estructura en dos partes: una, titulada «Jesús Delgado», extenso poema donde repasa su larga vida, que el poeta recuerda llena de tristísimos pesares y algún momento fugaz de gozo; éstos son simples recuerdos que se pierden en su memoria y, en cambio, aquéllos lo han ido minando aliados con el tiempo implacable y con las decepciones producidas. Por esta razón, el poeta se refugia en su soledad, tremendamente afectado por el desencanto de comprobar definitivamente la imperfección del ser humano. La otra parte, titulada «Poemas de amor para la muerte», contiene catorce sonetos de recuerdos, nostalgias y presagios de muerte.

No recibirá Valhondo muchas opiniones de este libro por carta, al contrario de como había sucedido con sus obras anteriores. Esto quizás se deba a que este apreciable librito no se difundiera más que en la región o bien a que la influencia (negativa en este caso) del éxito de Un árbol solo ocultara su valor. Sea como fuere, Valhondo llevaba razón al quejarse de que la crítica en general, después de Un árbol solo, no se hubiera vuelto a ocupar con atención de sus libros posteriores, cuando él sentía que eran libros tan densos como éste.

No obstante, su prestigio le sigue reportando numerosas atenciones:  En mayo de 1987, Ricardo Senabre le envía las pruebas de su libro Escritores de Extremadura, en el que le dedica un capítulo titulado «Jesús Delgado Valhondo en su lírica esencial», que comienza con unas palabras rotundas de auténtico fervor y reconocimiento humano y lírico del crítico por el poeta: «Pocas voces extremeñas hay más auténticas que la de Jesús Delgado Valhondo. Pocos poetas tan imprevisibles en su trayectoria, tan variados, tan fieles a la emoción del momento. Y pocos -muy pocos- tan exigentes consigo mismo, tan insatisfechos, tan tenazmente perfeccionistas». En este año participa en actividades literarias197 como el IV Congreso de Escritores Extremeños en Hervás (Cáceres), del que es presidente.

 

Poesía, ¿Obras completas? Los anónimos del coro

En la primavera de 1988, la Diputación Provincial de Badajoz y la Editora Regional de Extremadura, le publican unas «Obras Completas» tituladas Poesía, con prólogo de Ángel Sánchez Pascual. Poesía está compuesto por todos sus libros publicados hasta el momento; más un libro inédito, Los anónimos del coro, que aparece entre las páginas 315 y 346; 25 poemas sueltos editados en periódicos y revistas y 22 poemas, agrupados bajo el título de «Homenaje», que a lo largo de los años le dedicaron distintos poetas, amigos y seguidores de su poesía.  Y, por último, incluye la edición de La esquina y el viento, “mutilada” por la colección Tito hombre.

    Pero Poesía no gustó al poeta, porque tenía erratas, una presentación inadecuada y, además, se notaba elaborada con precipitación. Por eso Valhondo, hasta el final de su vida, abrigó el deseo de ver una nueva edición de sus libros realizada con el máximo rigor.

Es cierto que a Poesía le faltan sus tres primeros libros (Canciúnculas, Las siete palabras del Señor y  Pulsaciones) que siguen inéditos, y Huir, su último poemario, pero debemos aclarar que el editor advierte este extremo en la nota 1 que aparece en la página 32: «No podemos hoy por hoy titular como ‘Obra completa’ la producción de Jesús Delgado Valhondo, porque a su edad, 78 años, está escribiendo con el mismo fervor de siempre. La intitulación de ‘Obras completas’ viene aquí a significar que están todas las obras publicadas por el poeta hasta ahora, pero no puede estar toda la obra, porque ésta sólo se producirá cuando deje de escribir, y esto, afortunadamente, está aún muy lejos».

Los anónimos del coro es una denuncia de la indignidad que el ser humano se ve obligado a arrastrar representando el papel que Dios le ha asignado en la vida, sin pedirle opinión alguna, y soportando, además de la imperfección propia de todo ser humano, la ignominia de profesiones despreciadas como la de las prostitutas. Jesús Delgado Valhondo, en esta etapa terminal de su vida, se encuentra totalmente desalentado porque, después de tanta lucha, siente que no ha conseguido dilucidar ningún enigma sobre la condición humana que, ahora, se le muestra en su lado más amargo y preocupante.

La impresión positiva, que produjo Los anónimos del coro en la crítica, se puede resumir en esta opinión autorizada de Lázaro Carreter: «Llevo más de seis horas leyéndote, agradeciéndote tus versos todos […]. Si la comunicación lírica es un viaje con el poeta por su mundo, unido a él, llevamos viajando juntos seis maravillosas horas. Hace años que te creo uno de los mejores poetas actuales. Ahora, al leerte junto y de una vez, me confirmo en ello».

 

La Medalla de Extremadura. Otros reconocimientos

No terminaron las emociones para Valhondo con esta publicación, pues el 5 de julio de 1988, la Junta Regional le concede la Medalla de Extremadura por sus méritos humanos, profesionales y literarios, que recibe en un acto celebrado en el teatro romano de Mérida el 7 de septiembre de 1988. La placa conmemorativa del acto llevaba una leyenda justificativa del galardón: «Ha creado a lo largo de su vida una abundante obra poética y literaria reconocida como una de las más destacadas y de mayor calidad de los últimos decenios». Jesús Delgado Valhondo recordaba aquellos momentos con un sentido trascendente: «Cuando subía las escaleras, para recoger la medalla, todo aquello se me estaba viniendo encima, sobre todo porque una de las mejores cosas, que me han pasado en la vida, es nacer en Mérida, y me encontraba como en el vientre de una madre, como de regreso. Iba, no ya emocionado, porque era otro ser»198.

No obstante, en sus palabras de agradecimiento, demostró que se encontraba confuso y agotado por el tiempo, física y espiritualmente: «A estas alturas uno se pone a echar cuentas y no salen nunca bien, me falta siempre algo en esta suma de tiempo; me faltan recuerdos, me sobran olvidos. Empiezo a contar tiempo como si fuesen monedas a gastar; me recojo en mí mismo, en mí, es de lo que más sé, y sé tan poco».

Antes de terminar 1988199, concretamente, el 27 de diciembre, recibe otra grata noticia: el Ayuntamiento de Badajoz lo nombra por unanimidad hijo adoptivo de la ciudad y se compromete a solicitar su nombramiento como doctor honoris causa a la Universidad de Extremadura. Aunque su alegría no es completa, porque por estas fechas sufre varias operaciones quirúrgicas para extirparle un cáncer de piel, del que no volvió a resentirse.

Superado este contratiempo, Valhondo siguió con una frenética actividad que atrajo la atención de los que sabían valorarla. Esta atracción se traduce en varios reconocimientos: en Badajoz, se le pone su nombre a una plaza y, en Cáceres, a una calle. En Mérida, en el año 1989200, se le da su nombre a una avenida y a una barriada, en la que su presidente, Manuel Blanco Salguero, crea el Premio de Poesía Jesús Delgado ValhondoY también se le dedica un homenaje en Badajoz.

Estos y otros reconocimientos hacen que, al final de la década de los años 80, se sienta bien y diga: «La de cosas que me están pasando. Estoy lleno de satisfacciones».

 

El otro día y Huir

En 1990, publica en la Editorial Menfis de Badajoz su último libro de relatos titulado El otro día y formado por varias narraciones cortas, que siguen la línea de sus otros libros en prosa. También edita en los Cuadernos Poéticos Kylix quizás el que sea su último poema, «Un árbol. Una cruz», dedicado a San Juan (el poeta carmelita), donde relaciona los dos símbolos que más le atrajeron siempre: el  árbol que materializaba la soledad y la cruz que suponía el sacrificio de Cristo y, por extensión, el que debe soportar el ser humano en su existencia.

El 24 de marzo de 1992, realiza su última intervención en público protagonizando la Fiesta de la Poesía de la Escuela Permanente de Adultos de Mérida, en la que se mostró desencantado y abatido. En septiembre de este año, tiene terminado Huir, su último libro de poemas, que él mismo definió como una despedida. El libro transmite la conciencia del poeta de encontrarse no sólo al final de su vida física sino también espiritual e intelectual, agotado por esa intensa emoción con que había sentido conscientemente sus vivencias cotidianas, que él convertía en trascendentes.

 

El final

El 18 de enero de 1993, la Comisión de Gobierno del Ayuntamiento de Mérida lo nombra hijo predilecto de la ciudad, que es ratificado por unanimidad en un pleno, celebrado el día 16 de marzo de 1993. Valhondo por entonces se encuentra  recuperándose de una caída que le había fracturado el brazo derecho. El día 9 de julio de 1993, herido de muerte por su antigua y grave afección pulmonar, asiste a la entrega del nombramiento honorífico de hijo predilecto en un pleno extraordinario. A pesar de su gravedad, todavía tiene fuerzas para captar la importancia del acontecimiento y declarar: «Es el momento más feliz de mi vida».

Antonio Vélez, el alcalde de la ciudad, en aquel acto lo definió como «el maestro noblemente renqueante, dialogador incansable» y le agradeció su extraordinaria contribución a que Mérida fuera elegida capital autonómica de Extremadura, diciéndole: «Estuviste a la altura de un gran extremeño y gran emeritense, de un viejo patricio romano».

Terminadas ésta y otras intervenciones Valhondo, muy emocionado, pronunció estas palabras de agradecimiento: «Nadie merece el título, el reconocimiento, la integración en la familia, como hijo predilecto de un pueblo y, menos, de una ciudad como Mérida, la de los eméritos, la de los que disfrutan del premio. Y por eso ser emeritense es disfrutar del premio de la alegría de vivir siendo o viviendo, que el caso es igual, en esta ciudad.

Solamente la bondad de un pueblo, representado por unos hombres íntegros y dignos, capaces de afrontar las más difíciles situaciones ante un ciudadano amante de su tierra -y, ¿quién, no?- que sólo ha cumplido con el deber que le dicta su condición de hombre, es capaz de tamaña hazaña. Alguien dijo que nadie ama a su tierra porque es grande sino porque es suya. Y esta tierra, este pueblo, es doblemente mío porque nadie es de ningún sitio hasta que no tiene allí a sus muertos y yo los tengo aquí, en Mérida. A mi padre, a María, a hermanos. Algo que no sé explicar me hace dependiente de este paisaje, del alma de la ciudad, de este ambiente que te rodea como un aura de gloria y de infinita felicidad. Y de sus silencios y de su bullicio juvenil que hace que una ciudad se sienta latir caminando hacia un futuro esperanzador. Y esta soledad que se siente en Mérida que es amante solidaria y, además, humilde.

El pueblo de Mérida, mi pueblo, ha sido generoso conmigo. Y yo no sé cómo voy a corresponder. Es dificilísimo, imposible, tanta liberalidad, benignidad, excelencia y, ahora, que me queda poco camino que recorrer, me angustio en una lucha contra el tiempo y contra mí mismo.

No es suficiente mérito para un emeritense querer a su ciudad desde sus raíces hasta las hojas azules de su cielo. No es suficiente querer a un pueblo a través de su historia, de sus triunfos y de sus vicisitudes. De su creatividad. Y esto es extraordinariamente hermoso. Porque Mérida con su historia a cuestas es ciudad de futuro. Una ciudad con futuro. Esto le da una personalidad que le caracteriza entre las demás de su estirpe. Tiene solera y no por su romanicidad sino por pueblo. Yo me siento orgulloso de ser hijo de mi pueblo. De ser pueblo.

Me nombráis HIJO PREDILECTO = preferido por amor. Por un cariño especial. Yo que soy, como diría León Felipe que no tenía comarca ni tierra provinciana. Yo que tengo región y pueblo y solo puedo pagar con versos.

Las últimas publicaciones las he dedicado a Mérida. Un artículo tengo en el taller sobre el marco y el cuadro refiriéndome al escenario del teatro romano que enmarca a Mérida y la Revista de estudios extremeños publica en su último tomo dos poemas hechos a Mérida y sobre esta plaza que ahora nos da su frente luminosa e inteligentemente romántica.

Que leo y termino: […]201

Gracias. Gracias. Muchísimas gracias».

 Posteriormente al acto, declaró que ser nombrado hijo predilecto de su ciudad suponía el mayor triunfo de su existencia, por encima de todos los premios y reconocimientos recibidos a lo largo de su extensa vida. No obstante, a pesar del momento tan intenso que estaba viviendo, seguía siendo el rebelde que siempre tuvo como norte la búsqueda de la verdad: «Digo y hago lo que me parece, y yo digo la verdad a Extremadura como un hijo se la dice a su madre», declaró a una periodista que le preguntó sobre su último artículo periodístico202 (mencionado en su alocución), donde criticaba con dureza el mal uso que se hacía del teatro romano de Mérida: «Si se quiere hacer del teatro romano otra cosa de lo que es, se comete un delito con Mérida y con toda Extremadura».

Pero su fortaleza no pudo con la mortal enfermedad que padecía, y murió el día 23 de julio de 1993 en Badajoz a las seis de la tarde en la clínica Clideba. Sus últimos momentos fueron plácidos como el atardecer que tantas veces observó ocultándose dulcemente tras la noche, porque murió repleto de vida y, consciente de su finitud, aceptando el trance en un acto de valentía ante el enigma de la vida, del ser humano y del mundo que no había logrado comprender.

Al día siguiente se celebró su sepelio en la iglesia de Santa María de Mérida y, posteriormente, fue enterrado en el cementerio de su ciudad. Jesús Martínez Álvarez recogió aquel momento emocionante en estos versos, que supieron captar fielmente el canto especial que las cigarras a coro203 dedicaron al sentido poeta extremeño en el justo momento de su vuelta a la tierra de la que había partido:

 

                                                              No te dieron tiempo

a descansar en tu tierra.

Centurias de cigarras

camufladas en cipreses

irrumpieron sus chicharras

en un Ángelus triunfal

anunciándote en el cielo.

Ellas ahogaron sollozos.

Ellas pusieron el verso.

Repicaban con más fuerza

al roce del ataúd

y al golpe del sepulturero.

                                                              Dibujaron tu sonrisa

                                                              en los últimos instantes,

                                                              Jesús, de tu entierro.

 

Con Jesús Delgado Valhondo murió un hombre comprometido con su condición humana, un extremeño de corazón y un poeta fuera de lo común. Ahora recordamos que le oímos decir: «Cuando muere un poeta, algo muere dentro de nosotros». Y es verdad 204.


[1] José López, «El poeta y los asombros», Lanza (Ciudad Real), 18-1-70. Para comprender con más profundidad las características humanas de Jesús Delgado Valhondo ver Introducción de La vara de avellano (Sevilla, Editorial Católica, 1974). «Jesús Delgado Valhondo, Aportaciones para un comentario» de Víctor Gerardo Camino (Revista de estudios extremeños, XXXVIII, I, pp. 139-163). «Perfil humano de Jesús Delgado Valhondo» de Eugenio Frutos (mecanografiado, archivo particular del poeta). El artículo «Saber beber» (Hoy -Badajoz-, 14-9-60) y el poema «Mi corazón y yo» (carta de Valhondo a Fernando Bravo del 23-4-51) de Jesús Delgado Valhondo.

[2] José Canal, «¿Dónde ponemos los asombros?«, Alcántara (Cáceres), nº 158, 1970.

3 Hoy llamada «Los maestros».

[3] Tendrá que usar permanentemente una bota de alza.

[4] Ver el poema «Coxalgia» de La esquina y el viento. En Poesía, Badajoz, Diputación Provincial y Editora Regional de Extremadura, 1988, p. 97.

[5] «La enfermedad te da con creces fortaleza de ánimo, esfuerzo sobrehumano por algo que hay más allá y necesitas cogerlo. La vida interior crece. […] La vida le nace al enfermo de la meditación. Yo aprendí a estar solo cuando apenas tenía diez años de edad. Por eso he amado tanto a la soledad, al silencio». En Jesús Delgado Valhondo, «Divagaciones en torno a Jesús Delgado Valhondo», actas del Curso de Literatura Extremeña Viva. Cáceres, Aguas Vivas, 1989.

[6] Ver el poema «La venta (III)» de El año cero, San Sebastián, Col. Norte, 1950. En Poesía, p. 68.

[7] Jesús Delgado Valhondo, «Los amigos», Hoy (Badajoz), 12-7-50.

[8] De esta época procede el diminutivo cariñoso “Chuchi” con que lo nombraban sus amigos y conocidos que lo apreciaban por su atractivo talante.

[9] Jesús Delgado Valhondo, «Puestos de tebeo», Hoy (Badajoz), 23-1-60.

[10] «Detén el paso! / y escucha atento / el silencio / que despiden / las monjitas del convento». «Convento» de Pulsaciones, [p. 67]. También en «Domingo». Hoy (Badajoz), 29-3-70 y en «Las traseras del tiempo» de Inefable domingo de noviembre, Cáceres, I.C. El Brocense, 1982.

[11] «Instituto viejo de Cáceres, mano derecha del barrio de San Mateo que te cogía y te metía en sus calles, en sus callejas, en sus rincones, en sus entrañas y, sin darte cuenta, te mantenías de su sangre y sin darte cuenta sigues comiendo el corazón del silencio de la ciudad». En Jesús Delgado Valhondo, «Homenaje en Cáceres», Hoy (Badajoz), 5-5-65. También en los artículos «El barrio de San Mateo” y «Cáceres, poema eterno», archivo particular del poeta.

[12] «Cáceres tiene un cielo alto, azulean miradas, el aire es limpio como una página sin escribir para que en ella dibujen atardeceres de sábado los vencejos. Cáceres estrena cielo todos los días». En Jesús Delgado Valhondo, «Cáceres (viejo país del alma)», Extremadura (Cáceres), 17-11-61. También en «Cáceres, poema eterno», archivo particular del poeta. «Cáceres» de Aurora. Amor. Domingo, Badajoz, Diputación Provincial, 1961.

[13] «Mis amigos: la frente / del tiempo; las espaldas / del tiempo. Las esquinas esperan la memoria, / y al final, La montaña». En «Cáceres» de Aurora. Amor. Domingo.

[14] Excepto una asignatura llamada Agricultura, que la aprobó en Badajoz, porque su hermano Juan (ya por entonces profesor de Química en el instituto de Cáceres) temía represalias en Jesús del profesor de esta disciplina, compañero suyo, con el que no congeniaba.

[15] Citada en Jesús Delgado Valhondo, «Divagaciones en torno a Jesús Delgado Valhondo», actas del Curso de Literatura Extremeña Viva, Cáceres, Aguas Vivas, 1989.

[16] Jesús Delgado Valhondo, Intervención en la Fiesta de la Poesía de la Escuela Permanente de Adultos, Mérida, 1992. En Machado encontramos ideas parecidas sobre el Arte: «El arte es un juguete» (poema IV «Consejos» de Poesías Completas, p. 248). «-¿Más el arte? … / -Es puro juego, / que es igual a pura vida, / que es igual a puro fuego. / Veréis el ascua encendida» (poema XCIX de Poesías Completas, p. 306).

[17] Jammes también fue leído con devoción por Juan Ramón Jiménez.

[18] Jesús Delgado Valhondo lo afirma en su artículo «Tomás Stearns Eliot», archivo particular del poeta.

[19] Eugenio Frutos, «Jesús Delgado Valhondo o la vocación poética», El noticiero universal (Barcelona), 18-10-63.

[20] Jesús Delgado Valhondo,  «Tagore», Hoy (Badajoz), 14-6-61.

[21] Carta de Eugenio Frutos a Jesús Delgado Valhondo, Zaragoza, 27-2-61.

[22] Antonio Zoido, «Inefable domingo de noviembre. La esencia despojada del poema», Hoy (Badajoz), 27-2-83.

[23] Jesús Delgado Valhondo, «Cuando la palabra es hermosa», Hoy (Badajoz), 14-6-64.

[24] Jesús Delgado Valhondo, «Moguer de Juan Ramón Jiménez», Hoy (Badajoz), 16-8-81.

[25] «Juan Ramón Jiménez», Poesía, Badajoz, Diputación Provincial y ERE, 1988, p. 370.

[26] Eugenio Frutos, «Jesús Delgado Valhondo o la vocación poética», El noticiero universal (Barcelona), 18-10-63.

[27] Machado expuso su oposición a la poesía del intelecto a través del diálogo mantenido por Juan de Mairena y Jorge Meneses: «¿no cree en una posible lírica intelectual? (Mairena). Me parece tan absurda como una geometría sentimental o un álgebra emotiva (Meneses)». Poesías Completas, Madrid, Espasa-Calpe, 1994, p. 367.

[28] Arturo Gazul, «Poesía de otoño y juventud», Hoy (Badajoz), 20-10-55.

[29] Machado quizás lo adoptara de Bécquer lo mismo que Valhondo, así como la atracción de ambos por su poesía clara, fácilmente inteligible, modulada con leves rimas asonantes.

[30] Marciano Rivero, Entrevista a Jesús Delgado Valhondo, Seis y siete (Badajoz), 17-6-78.

[31] Antonio Zoido, «Glosa de amistad», en Homenaje a Jesús Delgado Valhondo, programa de mano, Badajoz, Teatro López de Ayala, 1993.

[32] Antonio Zoido, «La poética de Jesús Delgado Valhondo», Hoy (Badajoz), 22-5-88.

[33] Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1934.

[34] Manuel Pecellín, «Pedro Caba Landa», Literatura en Extremadura, tomo III, Badajoz, Diputación Provincial, 1983.

[35] Palabras de agradecimiento de Jesús Delgado Valhondo en el acto de entrega de la Medalla de Extremadura, Mérida, teatro romano, 1988.

[36] Valhondo reconoció explícitamente esta influencia en «La ruina y la herida», Extremadura (Cáceres), 5-10-49. No sabemos el efecto que estas palabras de Machado pudieron tener sobre la concepción de las ruinas en Valhondo y en Los anónimos del coro: «Pronto veremos el teatro en ruinas y, al cabo, nuestra sola sombra proyectada en la escena». En prólogo a Campos de Castilla de Manuel Alvar. Poesías completas de Antonio Machado, Madrid, Espasa-Calpe, 1988, p. 79.

[37] Ricardo Senabre. Introducción a Las Galgas, Mérida, ERE, 1989.

[38] Jesús Delgado Valhondo, «Tres novelistas extremeños», Extremadura (Cáceres), 1947.

[39] Hugo Emilio Pedemonte aprecia esta diferencia entre Unamuno y Valhondo cuando dijo: «expones líricamente al hombre de carne y hueso que buscaba Unamuno y que es el único que cualquier lector sensible reconoce como suyo». Carta a Jesús Delgado Valhondo, Azuaga, 3-3-74.

[40] Carta de Pedro Caba a Jesús Delgado Valhondo, Valencia, 17-10-40. Y carta de Eugenio Frutos a Jesús Delgado Valhondo, Zaragoza, 10-3-42.

[41] Jesús Delgado Valhondo, «Divagaciones en torno a Jesús Delgado Valhondo», actas del Curso de Literatura Extremeña, Cáceres, Aguas Vivas, 1989.

[42] op. cit.

[43] También Juan Ramón Jiménez se había sentido atraído por este libro.

44 Dirigida por Alberto Juliá Martínez, fue editada en Cáceres desde el 1 de noviembre de 1935 al 15 de julio de 1936. Publicó 18 números. El grupo fundador estaba formado por José Ibarrola Muñoz, Eduardo Guerrero Oyonarte, Pedro Lumbreras Valiente, Diego Silva Alcántara, José Trujillo Peña y Antonio Hernández Gil, que da cuenta de los avatares por los que pasó esta publicación en una ponencia presentada en el I Congreso de Escritores Extremeños (Cáceres, 1980). En un número de Cristal, participó Valhondo con un poemilla que firmó con el seudónimo “Jesús De-Val”.

45 Jesús Delgado Valhondo, «La soledad», Hoy (Badajoz), 18-2-60.

46 Antonio Zoido, «Glosa de amistad», en Homenaje a Jesús Delgado Valhondo, programa de mano, Badajoz, teatro López de Ayala, 1993.

47 Jesús Delgado Valhondo, «Divagaciones en torno a Jesús Delgado Valhondo», actas del Curso de Literatura Extremeña Viva, Cáceres, Aguas Vivas, 1989.

48 Eugenio Frutos, Retablo de la Pasión de Nuestro Señor, inédito.

49 Se había afiliado a Alianza Republicana dos años antes de proclamarse la República.

50 Valhondo recordaba que la gente, antes de comenzar su trabajo en el campo, oía misa a las seis de la mañana.

51 Se refiere a su hijo José María, nacido en 1937. Después nacería Fernando en 1939 y Gloria en 1949.

52 Estas son las impresiones que Manuel López Robles, poeta del grupo onubense, sacó de su visita a la casa de Valhondo en Gata. Carta a Jesús Delgado Valhondo, La Alquería (Huelva), 7-3-44.

53 Carta de Jesús Delgado Valhondo a Fernando Bravo, Gata, 12-8-43.

54 idem. Gata, 29-3-44.

55 «Salida de luna» y «¡Ay, quién fuese corazón!», Nueva España (Madrid), nº 37, 1-1-40 .

56 Carta de Pedro Caba a Jesús Delgado Valhondo, Madrid, 14-10-39.

57 Por estas fechas, se localizan en el epistolario de Valhondo cartas de Caba y Frutos, donde  le critican poemas que les ha enviado; algunos de estos poemas los mandó a ambos para obtener opiniones distintas. Aquéllos, que tuvieron una crítica negativa, no hemos vuelto a encontrarlos documentados, posiblemente porque los destruyó. Caba y Frutos, además, lo animaban a enviar poemas a revistas de prestigio como Garcilaso Cisneros y lo hacían desistir de publicar en otras desconocidas como Cauce de Huelva.

58 Es creada en Valencia en noviembre de 1942 y dirigida por Ricardo Juan Blasco. Se gestó en el bar Galicia, donde se reunían Pedro Caba, Pedro Sanjurjo, Juan Cots, José Luis Hidalgo y José Hierro. Publicó 16 números. Corcel surgió contra el preciosismo de Escorial..

59 «La bruja», «El sepulturero», «Paseo», «Meditación» y «Día nuevo» que tituló globalmente «Estampas». Todos menos el primero aparecerán dos años después en Hojas húmedas y verdes y, ocho más tarde, también en El año cero.

60 Bien dirigida por Romano García.

61 En 1949, Valhondo consigue El rayo que no cesa en la Col. Austral de la editorial Espasa-Calpe editada en Argentina con prólogo de Cossío.

62 «Amanecer en la catedral» en el nº 1 de enero de 1943, «El verso» y «El alba» en el nº 2 de agosto de 1943, «Tú, mujer, digo a la tierra» en el número de abril-mayo de 1943 y «Nacer», en el nº de septiembre de 1944.

63 Carta de Manuel Molina a Jesús Delgado Valhondo, Alicante, septiembre de 1943.

64 Quizás esta disconformidad también se debiera a un secreto no confesado por Valhondo: el sospechoso parecido de este título con el de uno de los primeros libros de Juan Ramón Jiménez, Las hojas verdes (1909).

65 Jesús Delgado Valhondo, «Vicente Aleixandre», Hoy (Badajoz), 1977.

66 Carta de José Luis Cano a Jesús Delgado Valhondo, Madrid, 23-5-44.

67 Carta de Jorge Campos a Jesús Delgado Valhondo, Madrid, 29-8-44.

68 Conocerá a Valhondo a través de Corcel. El grupo onubense estaba formado por Francisco Garfias, Montero Galvache, Francisco Herrera, A. Manzano y Manuel López Robles, que fue quien los puso en contacto. Este grupo editaba la revista Odiel, donde publicó Valhondo.

69 A este grupo pertenecían, además, Alejandro Gaos, José Albí, Ricardo Blasco y José Luis Hidalgo, poeta por el que Valhondo sintió una gran estima, pues era el autor de Los muertos, libro de poemas que lo impresionó.

70 Carta de Vicente Gaos a Jesús Delgado Valhondo, Valencia, 23-11-44.

71 Revista de Madrid, creada en mayo de 1943 por José García Nieto, Pedro de Lorenzo, Jesús Revuelta y Jesús Juan Garcés.

72 Revista de Santander que fue fundada en abril de 1943 por Carlos G. Salomón, E. Sordo Lamadrid, G. Ortiz y D. Badía.

73 EFEBE [Fernando Bravo], «Nacimiento de la revista ‘Alcántara’ «, Alcántara (Cáceres), Año V, nº 26, 1949.

74 Canal, José, «Noticia del proyecto de publicación de ‘Alcántara’ «, Extremadura (Cáceres), 10-9-45.

75 Carta de Tomás Martín Gil a Jesús Delgado Valhondo, Cáceres, 17-1-46.

76 Carta de Eugenio Frutos a Jesús Delgado Valhondo, Zaragoza, 27-2-61.

77 Jesús Delgado Valhondo, «Tomás, te estoy buscando», Alcántara (Cáceres), Año III, nº 12, 1947.

78 Ver «Poemas en publicaciones periódicas» de la bibliografía.

79 Esta especie de seudónimo procede de su segundo nombre (Jesús José) y de la segunda parte de su primer apellido (Delgado de la Peña).

80 José de la Peña, «Notas breves de dentro y de fuera», Alcántara (Cáceres), Año VIII, nº 53-54-55, 1952.

81 ibídem.

82 ibídem.

83 ibídem.

84 Tomás Rabanal, «Mi adiós a Jesús Delgado Valhondo», Extremadura (Cáceres), 28-7-93.

85 Rafael Rufino Félix, «El vendaval, Jesús», en A Jesús Delgado Valhondo (Homenaje), Badajoz, Cuadernos Poéticos Kylix, 1993.

86 Revista alicantina, fundada por José Albí y Joan Fuster con la colaboración de Manuel Molina y Vicente Ramos, que la apoyó económicamente. Esta publicación supuso un rechazo de la poesía clasista y un abrigo de la nueva lírica humanizada, en la que Valhondo encajaba.

87 Antonio Reyes Huertas, «Los jóvenes», Hoy (Badajoz), 1-8-48.

88 Manuel Monterrey pide a Valhondo que presente en Alcántara a Manuel Pacheco, «otro poeta surrealista».

89 Delgado Valhondo les dedica poemas de El año cero.

90 Carta de Miguel Muñoz de San Pedro a Jesús Delgado Valhondo, Cáceres, 20-1-50. También encontramos un elogio parecido en un artículo del mismo Muñoz San Pedro titulado «¡Hemos oído a un poeta!», Extremadura (Cáceres), 22-2-50.

91 Jesús Delgado Valhondo, «Homenaje a don Angel Orti Belmonte», Extremadura (Cáceres), 6-8-49.

92 Director General de Prensa, promotor de la revista Fantasía y «cazapoetas».

93 Jesús Delgado Valhondo, «La ruina y la herida. Un templo se nos muere: San Benito de Alcántara», Extremadura (Cáceres), 5-10-49.

94 El título del libro lo decidió finalmente Pedro Caba, que rechazó el que había propuesto Valhondo por cursi: «Dolor y gozo del aire», según deducimos  por la carta que le envía Caba el 29-5-48.

95 A quien, junto a Juan de Leceta -otro seudónimo de Celaya-, Valhondo dedica el libro.

96 Eugenio Frutos, Victoriano Crémer, el conde de Canilleros, Manuel Monterrey, José Luis Cano, Arturo Benet, Enrique Segura, Gabriel Celaya, José Canal, José Hierro, Antonio G. de Lama, Enrique Pérez-Comendador, José Crespo, López Gorgé, Rafael Jaume, Francisco Cañamero, Ramón de Garciasol, Leopoldo de Luis, Alejandro Gaos, Alarcos Llorach y Lázaro Carreter, entre otros.

97 Carta de Gabriel Celaya a Jesús Delgado Valhondo, San Sebastián, 13-11-50.

98 Carta de Jesús Delgado Valhondo a Fernando Bravo, Zarza de Alange, 30-11-50. No hemos podido confirmar documentalmente el éxito del El año cero en América.

99 Jesús Delgado Valhondo, «Divagaciones en torno a Jesús Delgado Valhondo», actas del Curso de Literatura Extremeña Viva, Cáceres, Aguas Vivas, 1989.

100 Jesús Delgado Valhondo, «Hay que pensar que se vive», Extremadura (Cáceres), agosto 1950.

101 Publica en revistas como Espadaña (León), La isla de los ratones (Santander) y Espiga (Buenos Aires) o en periódicos como El correo literario y ABC (Madrid). Imparte conferencias. Participa en el Almanaque de Literatura de Jorge Campos… En 1951, se celebran unas curiosas elecciones al senado olímpico de la poesía española para confeccionar y publicar una antología de los “diez grandes” de la lírica nacional. Formaban el jurado Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Pedro Caba, Gabriel Celaya y Carmen Conde. La clasificación fue encabezada por José Hierro, al que siguieron Blas de Otero, José María Valverde y Carlos Bousoño. Jesús Delgado Valhondo quedó en el trigésimo tercer puesto. Este hecho fue apreciado en nuestra región teniendo en cuenta que se trataba de una encuesta a nivel nacional. Citado en Alcántara (Cáceres), nº 190, 1978.

102 Los Cuadernos Alcántara fueron una idea del mismo Valhondo.

103 Jesús Delgado Valhondo, «Nuevos pobres», Hoy (Badajoz), 19-9-58.

104 Jesús Delgado Valhondo, «Practicante», Hoy (Badajoz), noviembre 1957.

105 Carta de Juan Ramón Jiménez a Jesús Delgado Valhondo, Río Piedras (Puerto Rico), 22-2-54.

106 Ricardo Gullón, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez, Madrid, Taurus, 1958.

107 Madrid, Afrodisio Aguado, 1957. Según Javier Blasco, autor de la edición de la Antología poética de Juan Ramón (Madrid, Cátedra, 1993), Gregorio Torres Nebrera es el crítico que ha realizado el estudio más completo y acertado sobre los Sonetos espirituales en un ensayo titulado «Para una lectura de los Sonetos espirituales«, que se editó en las Actas de Juan Ramón Jiménez en su Centenario. Cáceres, pp. 231 y ss.

108 La carta de Juan Ramón a Valhondo fue un refrendo apreciado por todos y una garantía de calidad, que fue comentada y reproducida en numerosas ocasiones. Por ejemplo, Alor la publicó en el nº 26-27 de julio de 1954.

109 Jesús Delgado Valhondo,  «Bibliotecas Extremeñas», Hoy (Badajoz), 16-3-56.

110 Jesús Delgado Valhondo,  «Volver sobre nuestros pasos», Hoy (Badajoz), 31-12-57.

111 Jesús Delgado Valhondo, «El recuerdo», Hoy (Badajoz), 26-2-56.

112 Carta de Jesús Delgado Valhondo a Fernando Bravo, Zarza de Alange, 24-10-56.

113 Carta de Jesús Delgado Valhondo a Fernando Bravo, Zarza de Alange, 7-8-58.

114 Por ejemplo, el 23-4-58 diserta sobre «Historia del libro».

115 A finales de 1958, participa junto a José Canal y Juan Luis Cordero en el certamen poético «Virgen de Altagracia» y gana un premio.

116 Carta de Mario Ángel Marrodán a Jesús Delgado Valhondo, Bilbao, 19-1-59.

117 Jesús Delgado Valhondo, «Oposiciones», Hoy (Badajoz), 8-7-59.

118 Jesús Delgado Valhondo, «Aldea y ciudad», Hoy (Badajoz), 10-9-59.

119 Jesús Delgado Valhondo, «Cuando se mueren los pueblos», Hoy (Badajoz), 10-10-59.

120 En la segunda parte de la década de los años 50 y primera de los 60, Valhondo se relaciona intensamente con los escritores y poetas de Badajoz por medio de cartas y la participación en actividades literarias. Es el momento del triángulo poético extremeño, formado por Lencero-Pacheco-Valhondo, que ofrecen recitales conjuntos y se ayudan mutuamente a introducirse en círculos líricos. Por ejemplo, Pacheco, muy bien relacionado con Hispanoamérica, abrió las puertas de la publicación en varios medios de aquellas latitudes a Lencero y Valhondo (éste fue ayudado además por Pedro Caba, que estuvo una temporada por América del Sur pronunciando conferencias; por Hugo Emilio Pedemonte, poeta uruguayo afincado en España, y por José López Martínez, colaborador asiduo de varias publicaciones hispanoamericanas).

121 Jorge Campos, Diez siglos de poesía española, Madrid, Taurus, 1959.

122 Carta de José Manuel Blecua a Jesús Delgado Valhondo, Barcelona, 35 [sic]-2-60.

123 Carta de José María Fernández Nieto a Jesús Delgado Valhondo, Palencia, 4-2-60.

124 Saluda de José Trevolle Díaz a Jesús Delgado Valhondo, Orense, 7-11-61. El primer premio lo ganó Victoriano Crémer con Tiempo de soledad.

125 Rafael Rufino Félix, «Salvar el Liceo», en Reloj de arena. Badajoz, Menfis, 1992.

126 Jesús Delgado Valhondo, «Divagaciones en torno a Jesús Delgado Valhondo», actas del Curso de Literatura Extremeña Viva. Cáceres, Aguas Vivas, 1989.

127 Jesús Delgado Valhondo, «Cimas Extremeñas», artículo en archivo particular del poeta.

128 Jesús Delgado Valhondo, «La tertulia», en la revista de la Feria de la barriada de San Fernando (Badajoz), 1960. La tertulia de Valhondo en Mérida tenía una participante de 18 años (algo excepcional para la época), Teresa Núñez González, que recuerda su participación en aquella actividad de esta manera: «Yo era una chiquilla de dieciocho años que tomaba asiento sin levantar la cabeza y que no se atrevía a leer lo que escribía. Mi hermana Rosa, con una voz mucho más adecuada que la mía, leía mis poemas. Y Jesús se enfadaba mucho y me decía: ‘Tú tienes suficiente personalidad para leer lo que escribes’. […] marcó el principio de mi vida literaria. A veces pienso que fue una de las personas que más influyó para que yo escribiese poesía y he llorado su pérdida como la de alguien muy querido y cercano, a pesar de la distancia y los años que nos separaron después». En carta de Teresa Núñez a Antonio Salguero Carvajal. Madrid, 30-9-96.

129 A partir de estas fechas y hasta que se traslade a la capital, Valhondo participa en numerosas actividades con los escritores pacenses: En el acto «Las siete palabras del Señor» del Viernes Santo, donde glosa la segunda palabra: «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (1961). En el trascacho poético celebrado en el Mesón de los castúos (1963). En el citado acto anual de Semana Santa, esta vez glosando la séptima palabra: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». En un número de una revista hablada con el tema «La Navidad en la poesía». En la Fiesta de la poesía navideña, celebrada en el Instituto Zurbarán, leyendo varios poemas (1965) …

130 Recita los poemas «Ciudad de piedra», «El corazón en la vida», «La oración del enfermo», «El silencio», «¡Qué lejos estoy contigo!» y «El campo se hace mujer» el 25-3-60.

131 Jesús Delgado Valhondo,  «El poeta y el Guadiana», Hoy (Badajoz), 5-1-61.

132 Como, por ejemplo, en la Fiesta de la Poesía de Almendralejo, dedicada a Carolina Coronado, junto a Fernando Bravo, Pacheco y Lencero el 21-3-61.

133 Jesús Delgado Valhondo, «Moguer de Juan Ramón Jiménez», Hoy (Badajoz), 16-8-81.

134 Jesús Delgado Valhondo, «Poesía social», Hoy (Badajoz), 22-2-61.

135 Jesús Delgado Valhondo, «Oscuridad y misterio», Hoy (Badajoz), 9-8-62.

136 Por poner unos ejemplos, citaremos la conferencia pronunciada sobre el tema «El poeta y su mundo», la participación en el Día emeritense de la poesía recitando los poemas «Meditación ante un amigo muerto», «La calle» y «Oración del enfermo» y la presentación de José María Fernández Nieto, que vino a pronunciar una conferencia invitado por Valhondo el 9-2-62.

137 Ramón González-Alegre, «Delgado Valhondo en su Extremadura», El faro de Vigo (Vigo), 7-10-62

138 Arsenio Muñoz de la Peña, «Literatura pacense», Hoy (Badajoz), 1-11-61.

139 Vendrá a Almendralejo en 1966 a participar en un acto literario, invitado por Valhondo que lo presentó.

140 José López, «Aquel día en Mérida», en monográfico «Jesús Delgado Valhondo», Hoy (Badajoz), 28-11-93, p. 8. Esta aguda apreciación de José López Martínez coincide con un cambio, que imprime Valhondo a su poética por estas fechas: ahora su poesía que, significativamente, comienza a ser más esencial y hondamente humana, va acompañada de una variación formal que se observa en una mayor extensión de los versos y de los poemas y en su discurrir rítmico, pues casi abandona la rima y sus poemas adoptan un tono de largos parlamentos, parecidos a la poesía narrativo-descriptiva que impera en la lírica española del momento. Quizás a Valhondo le influyera la relación epistolar que mantiene a finales de 1963 y principios de 1964 con Félix Grande y José María Valverde.

141 Incluía varias secciones:  «Famas olvidadas: Jardiel Poncela» por Antonio Zoido. «Notas Literarias de dentro y de fuera» por Jesús Delgado Valhondo y «Concursos», 9-4-67. «Extremadura en la obra del pintor Isidro Antequera» por José López Martínez. «Notas Literarias de dentro y de fuera» por Valhondo y «Famas discutidas: Joan Miró» por Antonio Zoido, 21-3-67. «Famas olvidadas: Foxá» por Antonio Zoido. «Notas Literarias de dentro y de fuera» y «Rincón Poético» (Francisco Sitja Príncipe) por Jesús Delgado Valhondo y «Concursos Literarios», 12-12-69. Después Valhondo cambió, al menos tres veces, el nombre de la página literaria: una, sobre 1970, la tituló «Página del Arte, las Letras y la Cultura». Otra, algo más tarde sobre 1971, la denominó «Arte , Letras y Cultura». Y otra, sobre 1978, la llamó «Artes y Letras».

142 «Jesús Delgado Valhondo o la vocación poética», El noticiero universal (Barcelona), 18-10-63. «Jesús Delgado Valhondo en su Extremadura, Hoy«, El noticiero universal (Barcelona), 4-11-63.

143 «Una vaca se adentró y Pablito fue a por ella. Ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Cayó en un Hoyo de los que los areneros hacían en el verano, cuando el río está por allí con muy poca agua. Todo inútil. Pablito se ahogó. El señor maestro, leyendo la noticia en el periódico y mirando el sitio vacío que había quedado el corpachón de Pablito, se puso a llorar como un niño y dijo en voz alta: ‘El santo de los grillos, Pablito, es el diecisiete de abril’ «. En Jesús Delgado Valhondo, «Pablito el de las vacas» de Cuentos, Badajoz, Diputación Provincial, 1986.

144 Jesús Delgado Valhondo, «El traslado», Hoy (Badajoz), 7-9-65.

145 Además integraban aquel grupo numeroso: Enrique Segura Covarsí, José y Federico Alba, Francisco Rodríguez Perera, Luis G. Willemenot, Esperanza Segura, Julio Cienfuegos, Juan Antonio Cansinos, Francisco Pedraja, Fernando Pérez Marqués, Damián Téllez, Francisco Vaca, Manuel Terrón Albarrán, Arsenio Muñoz de la Peña, Francisco Arqueros, Antonio Soriano, Santander de la Croix y Araceli Spínola.

146 Título que recuerda a sus «Notas breves de dentro y de fuera» publicadas en Alcántara.

147 Jesús Delgado Valhondo, «Vivir del cuento», Hoy (Badajoz), 12-2-66.

148 Jesús Delgado Valhondo, «Atardecer en Badajoz», Hoy (Badajoz), 26-5-66.

149 Jesús Delgado Valhondo, «El Guadiana», Hoy (Badajoz), 25-8-66.

150 Creada por Valhondo en 1966. Por ejemplo el «Rincón Poético» del 2-10-66 está dedicado a Luis Álvarez Lencero. Valhondo no dejó de crear y cambiar las secciones de su Página Literaria para darle variedad, atractivo y, de paso, recoger todo lo que tenía interés cultural. Por este motivo nos encontramos con otras secciones como «Notas Literarias», en las que informa sobre hechos relacionados con el mundo de la cultura y la literatura. «Plumas Extremeñas», en la que destaca a escritores de la tierra, aunque no vivan en ella (por ejemplo, en la del 5-10-72 comenta a Rubén Caba). «In memoriam», «Los escritores extremeños opinan», «Famas olvidadas», «Los libros más vendidos» y otras que hemos citado antes o mencionaremos después. Esta amplia relación de secciones indica la dinámica desarrollada por Valhondo y muestran la gran labor realizada y el alto grado de inquietud cultural que siempre gozó.

En 1966, Valhondo además interviene en numerosas actividades literarias, celebradas en Badajoz, junto a escritores pacenses, de las que citamos algunas: recital-homenaje a Luis Chamizo. Revista hablada Alcazaba, a cuyo cargo estuvo el editorial. Antología del Guadiana, junto a Julio Cienfuegos y Manuel Pacheco. Homenaje al pintor Pedraja Muñoz, celebrado en el bar «El Sótano». Fiesta de la Poesía navideña, realizada en el hotel Zurbarán …

151 De esta unión nacerían tres hijos: Jesús en 1970; Felipe Juan en 1971 y Sofía en 1972. Teresa Núñez recuerda a Valhondo en esta etapa así: «En el 63 se produjo mi marcha a Badajoz, un poco antes que la de Jesús y viví de cerca su dolor con la pérdida de María, así como también la alegría de la llegada de Joaquina y un nuevo hijo cuando ya no esperaba rehacer su vida. Era un hombre lleno de vitalidad y amor como he conocido pocos». En carta a Antonio Salguero Carvajal. Madrid, 30-9-96.

152 En fechas cercanas y posteriores, Valhondo, además, participa en otras actividades: Semana de la Poesía, celebrada en la Delegación de Cultura de Badajoz, junto a Lencero y Pacheco. Reuniones Literarias de las Lagunas de Ruidera en Rocafrida (Ciudad Real), 21-3-67. Extremadura en sus Concursos, 18-4-67. Recital en la Biblioteca Pública de Cáceres, junto a José Canal y Fernando Bravo, 1968.

153 Jesús Delgado Valhondo, «Los niños de Extremadura», Hoy (Badajoz), 13-3-68.

154 Manuel Pacheco, «Prosema para hablar de los bastones y el humor», Hoy (Badajoz), 29-7-93.

155 Manuel Martínez-Mediero, El último gallinero. Sitges (Barcelona), nº 38, 1970,  p. 223.

156 En 1969, interviene en la Fiesta de la Poesía organizada por la Cátedra López Prudencio, junto a Lencero y Pacheco. En la Antología de pensamientos pasionistas, editada en el periódico Extremadura (Cáceres), 12-1-69. En el Homenaje de los Poetas a Antonio Machado, organizado por la Cátedra Donoso Cortés. Y, en 1970, en la Fiesta de la Poesía, organizada por la Delegación Provincial de la Juventud, actuando como mantenedor.

157 Jesús Delgado Valhondo, «La dorada mediocridad de la vida provinciana», Nuestra ciudad. Badajoz, octubre 1970.

158 Interviene en el certamen Retablo 71, junto a Manuel Pacheco y María Rosa Vicente, en Don Benito el 13-12-71. En la Fiesta de la Poesía de Almendralejo de 1971, junto a Lencero. Y en el recital poético que el Grupo Ángaro de Sevilla celebró en la librería Al-Andalus el 12-12-71.

159 Jesús Delgado Valhondo, «Carta abierta a Antonio Díaz Rodríguez», mecanografiada, archivo particular del poeta.

160 Incluye a escritores extremeños que viven dentro y fuera de la región. Por ejemplo, en la del 24-3-71 aparece Eugenio Frutos con un breve estudio biobibliográfico y un poema. Esta sección tuvo variantes: «¿Quién es quién en Poesía?», que presentaba a escritores de renombre nacional, y ¿Quién era quién en las Letras Extremeñas? que comentaba a escritores extremeños desaparecidos como, por ejemplo, Enrique Díez-Canedo, que es protagonista de esta sección en un número de 1973.

161 Por ejemplo, la del 24-3-71 incluía las siguientes secciones: «Artistas en el estudio». «Libros nuevos. Crítica». «¿Quién es quién en las Letras Extremeñas?: Hoy, Eugenio Frutos Cortés» y «Almena del Arte».

162 «Voy a tirar de la manta / para ver lo que debajo vive. / Hay que deshacer entuertos / para que reine la hermosa vergüenza / del cansancio […] Llegó mañana. / (será mejor callarme)». «Tirar de la manta» de La vara de avellano. A pesar del desencanto que lo invade no deja de participar en actividades como la despedida que se le ofreció a Lencero en Badajoz (16-11-72), cuando se marchó a Colmenar o en la Clausura del XXI Ciclo de Conferencias Culturales y Concursos, Exposiciones de Poesías y Pintura, junto a Manuel Fernández Calvo y Antonio Luis Baena, director y miembro del Grupo Ángaro respectivamente, en Almendralejo (agosto 1971).

163 Sevilla, Colección Ángaro, nº 38, 1973.

164 También participa en el I Recital de Poetas de la Región, celebrado en Cáceres (1974).

165 Cuando iba a Madrid, generalmente, tomaba café, por ver a mis amigos en el Gijón. O con José García Nieto, Gerardo Diego, Barnatán, Garciasol, Rafael Montesinos. O con Eusebio García Luengo y Antonio Buero Vallejo. Un día coincidí con González Alegre y con este motivo escribió un gran artículo -sobre nuestro encuentro personal- en el ‘El Faro’ de Vigo». En Jesús Delgado Valhondo, «Divagaciones en torno a Jesús Delgado Valhondo», actas del Curso de Literatura Extremeña Viva, Cáceres, Aguas Vivas, 1989.

166 Carta de Cándido Sanz Vera a Jesús Delgado Valhondo, Seis y siete (Badajoz), 17-6-78.

167 Valhondo también interviene, por estas fechas y posteriores, en el I Ciclo de Conferencias Culturales del Círculo de la Concordia de Cáceres, presentando a Pedro Caba (otoño 1975). En la Feria extremeña del libro, junto a Francisco Rodríguez Arias y Antonio Zoido, en Badajoz (19-6-75). En la exposición de pintura de Francisco Lebrato Fuentes, junto a Antonio Zoido, en Oliva de la Frontera (14-2-76). En el acto literario en memoria de Francisco Rodríguez Perera, celebrado en Villanueva del Fresno (23-4-76). En la Semana del libro Extremeño, celebrada en la Casa de Extremadura de Sevilla (11-6-77). En un recital en la Caja de Ahorros de Cáceres (1978) y en otro del Aula de Cultura de la Caja de Badajoz (1979).

168 Marciano Rivero, Entrevista a Jesús Delgado Valhondo, Seis y siete (Badajoz), 17-6-78.

169 Carta de Pedro Belloso a Jesús Delgado Valhondo, Puebla del Maestre (Badajoz), 24-3-77.

170 Carta de José Ledesma Criado a Jesús Delgado Valhondo, Salamanca, 23-5-79.

171 Jesús Delgado Valhondo, «Después de las encinas», Hoy (Badajoz), 12-8-76.

172 Carta de Alonso Zamora Vicente a Jesús Delgado Valhondo, archivo particular del poeta.

173 Por ejemplo, en la página literaria del 15-7-78, aparece la realizada a Pedro de Lorenzo.

174 Editado en Poesía, pp. 371-373.

175 «Un mal día te dicen, / simplemente que estorbas. / Que tu mano y tu voz / ya no sirven de nada. / Que comes el pan de otro, / bebes el vino de otro. / (Y el otro está detrás / empujándote con ansias) / […]». «Estabas», poema inédito, mecanografiado, archivo particular del poeta.

176 Carta de Luis Álvarez Lencero a Jesús Delgado Valhondo, Colmenar (Madrid), 12-1-81.

177 Carta de José Ledesma a Jesús Delgado Valhondo, Salamanca, 23-5-79.

178 Lo sabemos por los comentarios que éstos hacen a Valhondo en sendas cartas escritas en estas fechas.

179 Manuel Pecellín. «Mi Jesús Delgado Valhondo», Hoy (Badajoz), 22-5-88.

180 Antonio Bellido Almeida. «Delgado Valhondo, ¿político?», Hoy (Badajoz), 15-7-79.

181 Destacamos la actividad editora realizada en el Instituto «Emerita Augusta» de Mérida desde hace nueve años con la edición de las revistas Arco Iris y Empresa ’92, que incluyen sendos apartados literarios dedicados a escritores y temas extremeños, y la publicación de un libro de poemas cada curso escolar, en los que ya han participado más de 200 poetas noveles, conocidos y consagrados: Escritos del Sentir (1989), Poemas del reencuentro (1990), En horas de soledad (1991), Manantial de secretos (1992), Alma entre labios (1993), Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo (1994), Como mágico perfume (1995), Canciones de una abierta herida (1996) y Almacén de ilusiones, baúl de sueños rotos (1997).

Los mantenedores de esta tradición editora, que destaca los valores líricos de nuestra tierra y da oportunidad a los noveles, son José Casillas Suárez, coordinador de Empresa ’92, y Antonio Salguero Carvajal, coordinador de Arco Iris y de la publicación de los libros de poemas citados. Además, los cuatro últimos han sido presentados por alumnos en actos donde intervienen la narración, la recitación, la luz, la música y los medios audiovisuales: en la presentación de Homenaje. A Jesús Delgado Valhondo, destacaron la trayectoria humana, espiritual y lírica del poeta extremeño, un año después de su muerte. En la de Como mágico perfume, realizaron un repaso de la poesía de autores extremeños en la historia de la literatura española. En la de Canciones de una abierta herida, ofrecieron una visión de la poesía contemporánea española. Y en la presentación de Almacén de ilusiones, baúl de sueños rotos, incidieron de nuevo en la poesía de autores extremeños y en otras manifestaciones culturales de la región a lo largo de los siglos.

182 Miguel García-Posada, Introducción a «Ocho poemas de amor [inéditos]», El País semanal (Madrid), 9-2-97.

183 Jesús Delgado Valhondo, «Dejar hablar al corazón», artículo en el archivo particular del poeta. Aunque a finales de 1979 y comienzos de 1980 decae bastante su actividad por los motivos apuntados, Valhondo interviene en el Homenaje al médico y escritor Felipe Trigo, celebrado en Trujillanos (8-11-80) y en un recital en el Hogar Extremeño de Madrid (14-12-80).

184 Esta sección también la encontramos en el periódico Hoy, aunque sólo hemos podido documentarla en una ocasión (7-12-86). En Alcántara (Cáceres), había llevado una sección titulada «Al margen de los libros», donde comentaba libros editados, y firmaba con el seudónimo «José de la Peña». Posteriormente, cambió el nombre de esta sección por el de «Recensiones».

185 Jesús Delgado Valhondo, «El lirismo», Hoy, 8-6-76.

186 A pesar de la preocupación que Valhondo sintió por este tema, no descuida su actividad literaria y participa en una publicación titulada «Poetas Extremeños en la Navidad» (Badajoz, Consejería de Cultura, 1981) con dos poemas «Villancico de la Cultura» y «Villancico de la Universidad» y en la Semana Cultural de Feria (Badajoz) el 10-12-81.

187 Jesús Delgado Valhondo, «La verdad», Hoy (Badajoz), 1-5-64.

188 No obstante, no abandona totalmente la participación en actividades literarias e interviene en la inauguración de «Vietnam», una escultura de Lencero, que se celebró en Mérida (1982), en la clausura del Aula Poético-Literaria «El Brocense» de Cáceres (26-5-82) y en el homenaje a Lencero, celebrado en Badajoz (28-12-82).

189 «Religiosidad en Un árbol solo de Jesús Delgado Valhondo» de María López Ollero y «La narrativa de Jesús Delgado Valhondo» de Ángeles Carrero.

190 Sin embargo, acepta participar en la II Feria del libro de Mérida, donde recitó poemas de la Habitación del rato, un poemario inédito, del que no tenemos más noticias.

191 En 1984, Valhondo publica en el nº de septiembre-diciembre de Alcántara (Cáceres) «El dolor del jardín» y «El pensamiento de la palabra», dos poemas de este libro.

192 ¿Quién es quién en Poesía? Volumen I. Madrid, Prometeo, 1985. También en este año Miguel D’ Ors, profesor de literatura de la Universidad de Granada, le pide en carta del 14-10-85, un poema de su libro La montaña, para incluirlo en la antología de la poesía española sobre el tema de la montaña, que estaba preparando.

193 Carta de Juan Manuel Rozas a Jesús Delgado Valhondo, Cáceres, 26-3-85.

194 En este año, Valhondo interviene en un Homenaje a Lorca y en el Centenario de Federico de Onís y participa en la Antología de la Poesía Española sobre el tema del mar, que prepara el Departamento de Literatura de la Universidad de Granada, y en la Semana Cultural del I. B. Rodríguez-Moñino de Badajoz (16-4-86).

195 “La mosca de Juan”, Cuentos.

196 “El duendecillo del desván”, op. cit.

197 En el Día de la Poesía, celebrado en Cáceres (27-3-87). En la presentación de las Obras escogidas de Luis Álvarez Lencero, que realizó Ricardo Senabre en la biblioteca de la Real Sociedad de Amigos del País, el 12-1-87. Junto a Valhondo, que leyó su «Carta a un poeta en Alemania», también intervinieron Manuel Pacheco y Jaime Alvarez Buiza. Organiza el seminario titulado «La situación del escritor en su Comunidad» en colaboración con Santiago Corchete y Jaime Álvarez Buiza.

198 Alfonso Cortés, «La duda es la creencia. Una conversación con Jesús Delgado Valhondo», en monográfico Jesús Delgado Valhondo, Hoy (Badajoz), 28-11-93, p. 2.

199 En este año participa en un recital junto a Jaime Álvarez Buiza en la Universidad Popular de Azuaga (Badajoz), en dos actos literarios organizados por  la Asociación de Escritores Extremeños e inaugura, junto a Manuel Pacheco, la Feria del Libro de Mérida.

200 En este año, Valhondo interviene en el Ciclo de Escritores Extremeños, organizado por el Colegio de Doctores y Licenciados de Cáceres y en el V Congreso de Escritores Extremeños, celebrado en Zafra.

201 Los poemas que leyó fueron: «Tarde de domingo» y «Plaza de Mérida» que aparecieron, como dijo en la Revista de estudios extremeños, Tomo XLVIII, nº III, septiembre-diciembre, 1992, pp. 213-215, dentro del ensayo de Hugo Emilio Pedemonte, titulado “Cinco poetas extremeños». El primero lo había editado en La vara de avellano y el segundo en Abanico. Hay un lapsus de Valhondo al decir que es el último número de la REEx, pues se trata del penúltimo; el último número fue el de enero-mayo de 1993.

202 Jesús Delgado Valhondo, «El marco y el cuadro», Hoy (Badajoz), 30-7-93.

203 Como si se hubieran puesto de acuerdo para rendirle un último homenaje por la defensa que siempre había hecho de ellas y el aprecio con que las distinguió frente a la hormiga. Ver artículo de Jesús Delgado Valhondo «La última cigarra», Hoy (Badajoz), 20-10-66.

204 Tenemos recogidos numerosos documentos, que aparecieron después de la muerte de Jesús Delgado Valhondo, pero no los hemos utilizado en toda su extensión por no hacer este trabajo más largo. No obstante, se encuentran a disposición del investigador que los necesite.

 

Fotografía cabecera: El poeta junto con sus alumnos en un día de clase